Capítulo 9
- Suélteme por favor –pronunció Danna con rabia contenida y mirándolo
con furia- ¿De qué está hablando señor Ferraz?
- No deseo discutir aquí porque, aunque seguramente no hay nadie ya,
no me voy a arriesgar. Así que tú
decides ¿me acompañas o te llevo yo?
- Aún no entiendo nada –dijo Danna con obstinación, no iba a reconocer
nada- Pero si le urge hablar vamos a mi oficina. –concluyó dándole la espalda y
sin mirar si la seguía.
Pero Stefano la seguía. No se
iría de allí hasta que le dijera que estaba haciendo aquí, qué era lo que
quería. Él no deseaba que Danna pusiera
en peligro su matrimonio. Él amaba a su
esposa aunque, no iba a negar que ver a Danna había sido impactante. Ella había sido suya y no quería hacerle
daño, solo que con su presencia se había puesto muy grosero. Luego se disculparía.
Entraron y con cuidado Stefano cerró la puerta tras de sí. Danna estaba de espaldas y finalmente lo miró
con frialdad.
- ¿Se puede saber qué le sucede?
¿Qué es lo que quiere? –dijo Danna con dureza, sabiendo que él no le
haría daño. Al menos no físico.
- Danna no te hagas la que no sabes nada y deja de tratarme de
usted. Entre nosotros no hay secretos lo
recuerdas. Estuvimos juntos, fuiste…
- Y todo quedó en el pasado.
Punto. ¿Por qué lo recuerdas
ahora?
- Solo quiero saber ¿qué es lo que quieres?
- ¿De qué hablas?... Qué es lo que quiero, pues trabajar dejando el
pasado en paz, enterrado dónde quedó.
- ¿No viniste por mí? –dijo Stefano aún con desconfianza
- ¡¿Qué?! –casi gritó Danna, ¡que estúpido era al creer eso! Y se lo
dijo.
- Pero, ¿por qué me tratas así? Pensé que todo estaba bien entre
nosotros. No quiero problemas.
- Mira, te voy a aclarar algo, y conste que es la última vez que tocó
este tema porque para mí no existió. Está
muerto al igual que tú… Yo no sabía que
esta era la empresa de tu padre, ni siquiera sabía la ciudad en la que vivías y
no me interesaba volverte a ver en mi vida nunca más. Así que es absurdo que digas que vine por ti,
cuando tú no tienes lugar en mi vida.
Nunca lo tuviste.
- Danna –dijo tratando de acercarse, pero ella se apartó- ¿Por qué me
odias tanto? Yo no te hice daño ¿verdad?
- No te odio… Stefano –contestó pronunciando su nombre con desprecio-
ni siquiera eso te mereces de mí. Yo no
siento nada por ti. Ni para bien ni para
mal. Me eres absolutamente indiferente.
- Y todo lo que compartimos ¿ya lo olvidaste?
- Ya te dije, el pasado está muerto y enterrado, no me importa.
- Así que ¿nadie sabe de la relación que tuvimos?
- Pero, ¿qué es lo que crees? ¿Que voy contando mi vida por ahí? ¡Ni siquiera recordaba tu nombre! Métete en la cabeza, no vine por ti ni me
importa lo que tengas que decirme. ¿Algo
más?
- Te hice algo –dijo con convencimiento- Siento mucho si te dañé, era
un muchacho inmaduro.
- No me importan tus disculpas, dáselas a quien le interesen. Solo déjame en paz, olvídate de que nos
conocimos alguna vez. Es lo único que
puedes hacer.
- No, eso nunca, lo que pasamos juntos fue una bonita
experiencia. Yo la recuerdo así ¿por qué
tu no? – inquirió tratando una vez más de acariciar su mejilla con la mano, por
lo que Danna se apartó molesta.
- No lo entiendes… no me importan tus recuerdos –siguió Danna y
observó como al momento que Stefano apartaba la mano algo brillaba en
ella. La luna se estaba reflejando en su
anillo de bodas. Así que estaba
casado. Pobre de su esposa, con un tonto
como ese. La compadecía y sin embargo
sintió un vacío aun más grande. El vacío
que dejan los recuerdos que se van al saber una verdad.
Stefano siguió la mirada de Danna hasta su mano. Así que ya lo sabía. Era lo mejor.
Él no estaba interesado más en Danna y cómo ella al parecer tampoco lo
estaba en él, lo más prudente era dejarla en paz. Pero la curiosidad fue más.
- ¿Estás casada? – preguntó Stefano mirándola intensamente.
- A ti que te importa… Pero no, no estoy casada –contestó Danna
cortante y detestó el brillo que se reflejó en la mirada de Stefano.
Stefano por un momento se había preocupado. Y no era que Danna le interesara pero ella
había sido suya. Le pertenecía y
detestaba pensar que alguien ocupara su lugar.
- ¿Por qué?
- No es asunto tuyo mi vida privada.
Está todo resuelto ¿Me puedo ir?
- Claro ¿tienes novio? ¿Te interesa alguien? – Stefano percibió un
brillo momentáneo en la mirada de Danna – Así que estás enamorada ¿no?
Danna continuó caminando pero aún así escuchó lo que Stefano le dijo.
- Así que lo estás. Y no hace
falta que lo confirmes, te conozco muy bien.
Al escuchar las últimas palabras, Danna regresó sobre sus pasos y esta
vez no reprimió su ira.
- No me conoces nada y no te hagas el que lo sabes todo de mí. En realidad no tienes ni idea de mí, ni de mi
vida, ni mis sentimientos. Y no te
atrevas nunca más a decirlo.
Stefano se quedó estupefacto. Esa no era la Danna qué el conocía, que él
había dejado. Era otra, ya no era la
muchacha de mirada dulce. Al contrario,
ahora su mirada era dura y ya no podía leer en ella lo que Danna sentía. Ya no, solo en el último comentario Danna
había empleado un tono de voz distinto, con sentimiento reflejado en él. Lo demás de la charla había sido monótono,
indiferente, como si no hablara de recuerdos sino de algo sin importancia. Le dolía ver que Danna ya no sentía nada por
él pues él la recordaba con un cariño especial porque su ternura lo había
cautivado. Pero por lo visto, para Danna
él era casi una pesadilla.
Danna salió caminando rápidamente para evitar que Stefano le
encontrara nuevamente. No estaba de
ánimo para conversar con nadie. Solo
quería olvidarse por un momento del doloroso pasado y hacer de cuenta que nunca
le hicieron daño. Estúpido Stefano, le
había arruinado el buen ánimo que llevaba.
- Danna ¿se encuentra bien? –inquirió su jefe preocupado acercándose
hasta ella.
- Si estoy bien, pensé que todos se habían ido ya… Debo apresurarme si
no quiero perder el metro.
- No hay problema, yo la llevo y me cuenta que es lo que le sucede.
Danna iba a protestar, pero al ver la resolución en los ojos de
Leonardo, supo que sería en vano.
Maldita sea, se libraba de un Ferraz y venía a encontrarse con otro.
Leonardo estaba preocupado.
Aquella chica le gustaba y se veía en su rostro que algo le estaba
haciendo pasar mal. ¿Qué sería?... Lo
más raro: que era la segunda vez que veía a Danna así y su hijo estaba
cerca. ¿Tendría algo que ver Stefano con
Danna? Lo dudaba mucho, porque Danna
jamás se fijaría en un hombre casado.
Era una mujer de principios, eso se notaba a primera vista. Pero era muy extraño que Stefano estuviera en
su empresa a esas horas, sin embargo no le pregunto nada, aunque eso no le
quitaba lo extraño a su comportamiento.
Capítulo 10
- ¿Vamos a hablar o seguimos así? – Preguntó Leonardo rompiendo el
silencio en el que estaban sumidos.
- Señor, no hay nada que decir, ya se lo dije.
- Claro que sí, quiero conocerte más, no le veo ningún inconveniente y
¿tú? ¿Te molesta que te tutee?
- No, siempre y cuando lo evitemos en la empresa.
- Con la condición de que tú también me tutees. Como dijiste estamos fuera de la empresa y
aquí somos simplemente 2 personas: Leonardo y Danna ¿correcto?
- Bien, pero ¿de qué vamos a hablar?, no hay nada que tenga que
contar, no nos conocemos. –dijo Danna sin poder evitar el tono de desconfianza.
- Pero eso tiene solución, por eso empezaremos a conocernos ahora
–terció Leonardo y de pronto su mirada cobró un brillo- Te propongo algo:
Pregunta lo que quieras y a cambio obtendrás una respuesta sincera y viceversa,
es decir yo pregunto y espero obtener lo mismo de ti ¿aceptas?
¡Sinceridad! Danna lo pensó por un instante que pareció eterno,
sincerarse totalmente con alguien, con su ¡jefe!... ¿qué podía perder?
- Acepto –finalmente pronunció y Leonardo la miró con una sonrisa
triunfante en los labios.
- No es tu problema ¿entiendes? –gritó Stefano dejando boquiabierta a
su esposa y el brillo de una lágrima a punto de derramarse hizo que se
arrepintiera en ese mismo instante porque la estaba hiriendo, casi inconcientemente
- Lo siento cariño - pronunció casi en
un susurro mientras se acercaba para estrecharla en sus brazos, mas, ella se
apartó dolida por la actitud de él.
- Solo trataba de ayudarte Stefano, de verdad quiero, pero si no me
dices que es lo que te tiene así, no veo que pueda hacer nada.
- Tonterías del trabajo y me desquito contigo… De verdad lo siento,
normalmente no soy así, lo sabes. Te amo
y no quiero dañarte.
- Yo también te amo, pero por el bien de nuestro matrimonio, controla
tus actitudes por favor. Si, me haces
daño y por más disculpas que pidas, lo dicho no se borrará. Además estamos discutiendo por cosas sin
importancia, eso es lo que me preocupa.
- No lo haré más, te lo prometo… dame tiempo porque pronto solucionaré
el problema y volveremos a vivir en paz – dijo Stefano pensando en la manera de
hacer que Danna se fuera, no era bueno para su paz mental tenerla cerca, además
su esposa podría ponerse celosa y… si, definitivamente Danna debía irse.
Danna le contó toda su historia, no sin poner cierta resistencia
inicial, que fue vencida por la total confianza manifestada por Leonardo, que
le relató toda la historia de su feliz matrimonio de 8 años y como su esposa
había muerto en un lamentable accidente.
Cuanto la amaba –había pronunciado con nostalgia. Al verlo así a Danna se le partió el corazón,
así quería que la amaran a ella. Bueno,
en el pasado hubiera querido algo así –rectificó mentalmente- ahora ya no.
- Imbécil –dijo Leonardo con furia contenida cuando Danna acabó de
relatar su historia - ¿Cómo alguien puede hacer eso?
- Ambos éramos inmaduros y créeme realmente lo odié hasta que me di
cuenta que me hacía daño a mí misma y que el mejor castigo era mi indiferencia.
- No lo justifiques… Te destruyó la vida ¿Es que aún sientes algo por
él o de verdad te es indiferente?
- Lo confieso, estaba confundida… Pero ya no, con total certeza te
digo que me es totalmente indiferente al igual que el resto de hombres.
- Indiferente a todos… entonces te hizo un daño mucho más grande que
el que me contaste, pues mató tus esperanzas con respecto al amor y al futuro,
¿hay cosa más cruel que esa?
Leonardo tenía razón. Ella ya
no creía en el amor. Lo había entregado
todo una vez y casi no vivió para contarlo.
No, el amor no existía. Todo lo
relacionado a “el amor” era solo un espejismo.
- No lo sé, tal vez solo me abrió los ojos y me hizo ver la realidad.
- Y ¿cuál es esa realidad? –preguntó Leonardo.
- La realidad es… que el amor no existe. –concluyó Danna con énfasis e
indiferencia.
Leonardo la miró mientras pronunciaba aquellas palabras como si fueran
una sentencia de muerte. Aunque dijera
que no, se veía que Danna no estaba totalmente recuperada. Solo lograría estar bien con ella misma
cuando recuperara la confianza en el amor.
Él iba a lograr que Danna creyera otra vez. Ella se merecía vivir un amor maravilloso y
él quería dárselo. Ojalá el tiempo
permitiera que eso se hiciera realidad….
En ese momento se dio cuenta: estaba enamorado de Danna, se había
enamorado desde el instante en que la vio, le gustaba la fragilidad que se
escondía tras aquella aparente frialdad, la manera en que lo miró cuando la
tuvo entre sus brazos, la pasión que invertía en su trabajo, imaginaba los
sueños que una vez habitaron aquella mirada, cómo la emoción quebraba su voz
cuando hablaba del hijo que perdió. Sí,
definitivamente la amaba.
Capítulo 11
- …. Leonardo –pronunció Danna como último recurso ya que el parecía
encontrarse en otro planeta y hasta que oyó el susurro de su nombre en los
labios de Danna la miró y sonrió- Tengo una pregunta que hacerte.
- Hazla.
- ¿Cómo es posible que Stefano sea tu hijo? –preguntó Danna sin poder
reprimir la curiosidad que le producía en especial aquel capítulo de la vida de
él. – Es decir –se explicó- eres muy joven para ser su padre.
- Tengo 38 años Danna, no soy ningún jovencito.
- Si, supuse que tendrías entre los treinta y tantos, pero, aún así…
eres muy joven.
- Ya, te lo contaré… Cuando era joven, pero muy joven, yo tuve un
romance. Nos conocíamos desde
niños. Ella era preciosa, tenía 17 años
y yo era un chiquillo de 15 años. Ambos
al ser ricos éramos caprichosos y decidimos escandalizar a la sociedad. Yo me creía un rebelde y que mejor manera de
demostrarlo que estando con alguien mayor y despertar la envidia de todos. Pero el juego se nos fue de las manos. Ya te puedes imaginar. Pusieron el grito en el cielo nuestras
familias cuando se enteraron. Mas, ya no
había marcha atrás. Ella había quedado
embarazada y el matrimonio estaba fuera de discusión. Todos apoyamos la idea de que tuviera al niño
menos ella, porque decía que era su vida la que daría un giro de 360
grados. Tuvo que tenerlo, sus padres no
admitían el aborto. Y me odió por
ello. Me echaba la culpa y en cierta
manera lo era. En fin, pude seguir
viendo a mi hijo, pero ¿Te imaginas lo que es ser padre a esa edad?, siempre
que estaba al lado de mi hijo me sentía torpe e inútil y más que un padre
parecía un hermano.
- Así que tu relación con Stefano no es de las mejores…
- Como te pudiste dar cuenta aquel día, no lo es. Él no me perdona haberle arruinado la vida a
Marie y que fuera bastardo.
- ¿Marie, es su madre? ¿Quiero
decir la doctora Marie?
- Si, es irónico que trabaje en mi empresa, pero solo trato de hacer
lo posible por ayudarla. Yo no la odio,
ella me dio uno de los mejores regalos que puede recibir un hombre, así que en
lo que me sea posible le tiendo la mano.
- Entiendo… pero no estoy de acuerdo con lo que dijiste antes. Tú tienes el mismo grado de culpa que
Marie. No es justo que solo tú cargues
con eso. Y, en cuanto a Stefano, es un tonto insensible –enseguida se
arrepintió de sus palabras- quiero decir él debería tomar en cuenta tu punto de
vista también. No lo desamparaste.
Por lo que sé, le diste tu apellido.
- Si, pero no estuve presente como padre. Yo también me pongo en su lugar. Y sé que como padre le fallé. Si, es verdad le di mi apellido y también es
mi heredero, pero no estuve ahí cuando él me necesito.
- Tal vez… pero es que a esa edad.
Eras un adolescente, apenas estabas definiendo tu personalidad, no te
podías exigir tanto.
- Si, pero cuando me casé, realmente me odio. Antes solo le era indiferente, incluso a
veces era amable. Mas, el día que se
enteró que me casaba todo cambió. En un
principio se negó a seguir en contacto conmigo y no quiso conocer ni a mi
esposa ni a mi hija que nació después.
Creo que aún anhelaba que su madre y yo nos casáramos… y con mi
inminente boda todo anhelo se esfumó.
- Entiendo, buscaba el lugar que creyó merecía su madre ¿verdad? –Él
asintió- No te atormentes más, sé que es difícil vivir con las decisiones
equivocadas que se toman en el pasado, pero no te rindas. Si lo que quieres es mejorar la relación con
Stefano, adelante, hazlo. A todos nos
hace falta el cariño de un padre, verás como poco a poco vencerás la barrera
que construyó en su corazón.
- Gracias –musitó conmovido Leonardo- Nunca pensé que alguien como tú
me entendería.
- ¿Cómo yo? –Dijo con tono de indignación Danna- ¿A que te refieres
con eso?
- No te quise ofender, déjame te explico, es que me parecías tan
joven… y yo imaginé que aún te faltaban lecciones de la vida. Claro, eso fue hasta que me contaste toda tu
historia. Realmente me impresionaste, eres fuerte y decidida. Todo lo has logrado a pulso, de eso ya no
tengo duda.
- Yo… –Danna sintió que se sonrojaba profusamente a medida que él
hablaba- Hice lo necesario para seguir
adelante. Cerré un capítulo de mi
vida. Nada más.
Estuvieron en silencio. Pero un
silencio cómodo, de una exquisita paz que los inundaba. A pesar del último comentario cortante de
Danna, es que ella se sentía insegura con respecto a lo que estaba empezando a
nacer en su corazón. Cuando creyó que
todo había muerto, ¡zas!, encontraba a un hombre que con sus palabras,
actitudes y miradas le hacían creer en el mundo otra vez. En que no todo era trabajo… que había más
tras las relaciones y no solo pasión de una noche. Qué el amor existía, que no era una
utopía. Dios, le estaba haciendo
recobrar las ilusiones y sueños que una vez, hacía mucho, se habían marchado
para no volver. O al menos, eso creyó en
aquel momento.
Capítulo 12
Leonardo estaba feliz. Se sentía como un chiquillo. Tenía que ser Danna, solo podía ser ella. Si antes tenía una duda ligera, ahora se había esfumado. La amaba. Tenía que ser eso porque sino ¿qué explicación había para su buen ánimo?
- Stefano, hijo, qué sorpresa verte aquí tan temprano.
- Si, buenos días Leonardo. –contestó automáticamente e ignorándolo siguió su camino.
¿Qué querrá este muchacho ahora? Últimamente lo veo constantemente en la empresa –pensó Leonardo.
Danna miraba con ensoñación la postal que Caro le había enviado. ¡Cuánto extrañaba su país! Veía la inmensa laguna a los pies del hermoso volcán y podía sentir la brisa que inundaba el ambiente…
- Danna tienes que irte ¡ya! –dijo Stefano ignorando todo saludo.
- ¿De qué hablas ahora? –contestó con calma Danna en tono cansado.
- No es correcto que tú estés aquí.
- Déjame en paz –Danna se levantó y salió de su despacho.
- Espera… -Stefano salió detrás de ella, pero aparentemente se había esfumado.
- Mi amor ¿Qué haces aquí? –se acercó con entusiasmo Mandy plantándole un tierno beso en los labios.
- Nada cariño, yo… estaba conociendo al nuevo personal.
- Ah –pronunció Mandy sin convencimiento.
- Está bien, me atrapaste… vine a verte. Te extrañaba mucho.
- Tan lindo. Te mereces otro beso –sonreía Mandy coqueta mientras daba media vuelta.
- Oye ¿A dónde vas? ¿Y mi beso?
- Es que estoy muy ocupada… Queda pendiente… para más tarde.
- Eso si que ¡no! –Protestó Stefano tomándola de la mano y acercándola tiernamente a su cuerpo- Ahora mismo me lo das –terminó la frase en un susurro inaudible pues acercaron sus labios y se besaron apasionadamente hasta que oyeron unas risitas. Lo que hizo que se separaran avergonzados, Mandy tenía las mejillas teñidas de un tono carmesí mientras Stefano recuperaba el aliento y con un guiño se despidió sintiendo aún el cálido aroma de su esposa…
Danna había visto toda la escena desde una distancia prudente. No había escuchado lo que se decían pero el beso que había visto era más que suficiente para suponer que Stefano y Mandy tenían una relación. Mejor dicho, Mandy era la esposa del estúpido de Stefano –sintió una punzada de… ¿celos?- Se acercaba a la sala conjunta de Diseño y se escuchaba voces:
- … Si y la mujer esa se portó toda altanera
- Si, se cree la dueña de la empresa, ¿cuando llegará alguien que le ponga en su lugar?
- ¿A ella? La amargura en persona… dudo mucho que se deje.
- Claro, ¿recuerdan como trataba de hacerle la vida imposible a la difunta esposa del jefe?
- Imposible olvidarlo… pero él no lo permitía. Amaba demasiado a su esposa.
- Aún la ama…
Todos asintieron en el preciso momento en que Danna entraba y callaron.
- Por mí no se detengan… Sé que soy nueva pero no me gustan los chismes.
- ¡Qué pena!... Es de lo que más hablamos nosotros.
Hubo una carcajada general a la que Danna se unió y en lugar de salir de ahí para trabajar en solitario, como siempre lo hacía, se quedó con ellos y se integró a la conversación. Eran personas muy divertidas y ocurrentes. Todos tenían apodos y se burlaban entre sí. Pero el blanco general de las burlas era: “la amargura”, así llamaban a Marie, la madre de Stefano.
Danna disfrutó el tiempo que transcurrió volando hasta el almuerzo, donde pidieron comida china para todos. Y en ese momento pudo reflexionar, le preocupaba lo que había escuchado. Así que todos sabían que Leonardo aún amaba a su esposa muerta. Estaba atado a ese recuerdo así como ella estaba atada al recuerdo de su hijo. Pero la diferencia era que ella no trataba de llenar el vacío que le causó esa pérdida y mucho temía que Leonardo estuviera reviviendo el recuerdo de su esposa a través de ella.
Hola EJ,
ResponderEliminarNo es por nada, pero creo que te saltastes capítulos porque en el post anterior a este, es decir, "Gabriela Ruiz" Encuentro con el Destino 4, se quedo en el capitulo 8; y esta nueva entrada, es decir, el 5, ya va por el capitulo 12.
Gracias, me encanta esta historia.
Muchos besos
Sis distraida que tengo, eso es tantas hierbas que anda manejando....ya lo areglé Yola y puse desde el 9 en esta entrada...cualquier cosa avisa. Que disfrutes la historia de nuestra Gaby,besos
EliminarGracias jijiji
EliminarEstaba borracha... de sueño!!! gracias por arreglarlo sis...!!!
ResponderEliminarSIIIIIIIIII!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarPido mil y una disculpas, por enorme fallo!!!!
Pero estaba que me caía de sueño!!!
Creo que no marqué el teclado en mi frente por J.J, que me iba habalndo de tanto en tanto que ella podía... jajajja
Pido disculpas, pero llevaba unas semans de total consumo debido a cuando salgo fuera por trabajo.
Espero no volver a cometer tal fallo.
Gracias nata por arreglarlo!!!!!