jueves, 30 de mayo de 2013

"Gabriela Ruiz" Encuentro con el Destino 5

- Suélteme por favor –pronunció Danna con rabia contenida y mirándolo con furia- ¿De qué está hablando señor Ferraz?

- No deseo discutir aquí porque, aunque seguramente no hay nadie ya, no me voy a arriesgar.  Así que tú decides ¿me acompañas o te llevo yo?

- Aún no entiendo nada –dijo Danna con obstinación, no iba a reconocer nada- Pero si le urge hablar vamos a mi oficina. –concluyó dándole la espalda y sin mirar si la seguía.

Pero Stefano la seguía.  No se iría de allí hasta que le dijera que estaba haciendo aquí, qué era lo que quería.  Él no deseaba que Danna pusiera en peligro su matrimonio.  Él amaba a su esposa aunque, no iba a negar que ver a Danna había sido impactante.  Ella había sido suya y no quería hacerle daño, solo que con su presencia se había puesto muy grosero.  Luego se disculparía.

Entraron y con cuidado Stefano cerró la puerta tras de sí.  Danna estaba de espaldas y finalmente lo miró con frialdad.

- ¿Se puede saber qué le sucede?  ¿Qué es lo que quiere? –dijo Danna con dureza, sabiendo que él no le haría daño.  Al menos no físico.

- Danna no te hagas la que no sabes nada y deja de tratarme de usted.  Entre nosotros no hay secretos lo recuerdas.  Estuvimos juntos, fuiste…

- Y todo quedó en el pasado.  Punto.  ¿Por qué lo recuerdas ahora?

- Solo quiero saber ¿qué es lo que quieres?

- ¿De qué hablas?... Qué es lo que quiero, pues trabajar dejando el pasado en paz, enterrado dónde quedó.

- ¿No viniste por mí? –dijo Stefano aún con desconfianza

- ¡¿Qué?! –casi gritó Danna, ¡que estúpido era al creer eso! Y se lo dijo.

- Pero, ¿por qué me tratas así? Pensé que todo estaba bien entre nosotros.  No quiero problemas.

- Mira, te voy a aclarar algo, y conste que es la última vez que tocó este tema porque para mí no existió.  Está muerto al igual que tú…  Yo no sabía que esta era la empresa de tu padre, ni siquiera sabía la ciudad en la que vivías y no me interesaba volverte a ver en mi vida nunca más.  Así que es absurdo que digas que vine por ti, cuando tú no tienes lugar en mi vida.  Nunca lo tuviste.

- Danna –dijo tratando de acercarse, pero ella se apartó- ¿Por qué me odias tanto?  Yo no te hice daño ¿verdad?

- No te odio… Stefano –contestó pronunciando su nombre con desprecio- ni siquiera eso te mereces de mí.  Yo no siento nada por ti.  Ni para bien ni para mal.  Me eres absolutamente indiferente.

- Y todo lo que compartimos ¿ya lo olvidaste?

- Ya te dije, el pasado está muerto y enterrado, no me importa.

- Así que ¿nadie sabe de la relación que tuvimos?

- Pero, ¿qué es lo que crees? ¿Que voy contando mi vida por ahí?  ¡Ni siquiera recordaba tu nombre!  Métete en la cabeza, no vine por ti ni me importa lo que tengas que decirme.  ¿Algo más?

- Te hice algo –dijo con convencimiento- Siento mucho si te dañé, era un muchacho inmaduro.

- No me importan tus disculpas, dáselas a quien le interesen.  Solo déjame en paz, olvídate de que nos conocimos alguna vez.  Es lo único que puedes hacer.

- No, eso nunca, lo que pasamos juntos fue una bonita experiencia.  Yo la recuerdo así ¿por qué tu no? – inquirió tratando una vez más de acariciar su mejilla con la mano, por lo que Danna se apartó molesta.

- No lo entiendes… no me importan tus recuerdos –siguió Danna y observó como al momento que Stefano apartaba la mano algo brillaba en ella.  La luna se estaba reflejando en su anillo de bodas.  Así que estaba casado.  Pobre de su esposa, con un tonto como ese.  La compadecía y sin embargo sintió un vacío aun más grande.  El vacío que dejan los recuerdos que se van al saber una verdad.

Stefano siguió la mirada de Danna hasta su mano.  Así que ya lo sabía.  Era lo mejor.  Él no estaba interesado más en Danna y cómo ella al parecer tampoco lo estaba en él, lo más prudente era dejarla en paz.  Pero la curiosidad fue más.

- ¿Estás casada? – preguntó Stefano mirándola intensamente.

- A ti que te importa… Pero no, no estoy casada –contestó Danna cortante y detestó el brillo que se reflejó en la mirada de Stefano.

Stefano por un momento se había preocupado.  Y no era que Danna le interesara pero ella había sido suya.  Le pertenecía y detestaba pensar que alguien ocupara su lugar.

- ¿Por qué?

- No es asunto tuyo mi vida privada.  Está todo resuelto ¿Me puedo ir?

- Claro ¿tienes novio? ¿Te interesa alguien? – Stefano percibió un brillo momentáneo en la mirada de Danna – Así que estás enamorada ¿no?

Danna continuó caminando pero aún así escuchó lo que Stefano le dijo.

- Así que lo estás.  Y no hace falta que lo confirmes, te conozco muy bien.

Al escuchar las últimas palabras, Danna regresó sobre sus pasos y esta vez no reprimió su ira.

- No me conoces nada y no te hagas el que lo sabes todo de mí.  En realidad no tienes ni idea de mí, ni de mi vida, ni mis sentimientos.  Y no te atrevas nunca más a decirlo.

Stefano se quedó estupefacto.  Esa no era la Danna qué el conocía, que él había dejado.  Era otra, ya no era la muchacha de mirada dulce.  Al contrario, ahora su mirada era dura y ya no podía leer en ella lo que Danna sentía.  Ya no, solo en el último comentario Danna había empleado un tono de voz distinto, con sentimiento reflejado en él.  Lo demás de la charla había sido monótono, indiferente, como si no hablara de recuerdos sino de algo sin importancia.  Le dolía ver que Danna ya no sentía nada por él pues él la recordaba con un cariño especial porque su ternura lo había cautivado.  Pero por lo visto, para Danna él era casi una pesadilla.

Danna salió caminando rápidamente para evitar que Stefano le encontrara nuevamente.  No estaba de ánimo para conversar con nadie.  Solo quería olvidarse por un momento del doloroso pasado y hacer de cuenta que nunca le hicieron daño.  Estúpido Stefano, le había arruinado el buen ánimo que llevaba.

- Danna ¿se encuentra bien? –inquirió su jefe preocupado acercándose hasta ella.

- Si estoy bien, pensé que todos se habían ido ya… Debo apresurarme si no quiero perder el metro.

- No hay problema, yo la llevo y me cuenta que es lo que le sucede.

Danna iba a protestar, pero al ver la resolución en los ojos de Leonardo, supo que sería en vano.  Maldita sea, se libraba de un Ferraz y venía a encontrarse con otro.

Leonardo estaba preocupado.  Aquella chica le gustaba y se veía en su rostro que algo le estaba haciendo pasar mal.  ¿Qué sería?... Lo más raro: que era la segunda vez que veía a Danna así y su hijo estaba cerca.  ¿Tendría algo que ver Stefano con Danna?  Lo dudaba mucho, porque Danna jamás se fijaría en un hombre casado.  Era una mujer de principios, eso se notaba a primera vista.  Pero era muy extraño que Stefano estuviera en su empresa a esas horas, sin embargo no le pregunto nada, aunque eso no le quitaba lo extraño a su comportamiento.


Capítulo 10


- ¿Vamos a hablar o seguimos así? – Preguntó Leonardo rompiendo el silencio en el que estaban sumidos.

- Señor, no hay nada que decir, ya se lo dije.

- Claro que sí, quiero conocerte más, no le veo ningún inconveniente y ¿tú? ¿Te molesta que te tutee?

- No, siempre y cuando lo evitemos en la empresa.

- Con la condición de que tú también me tutees.  Como dijiste estamos fuera de la empresa y aquí somos simplemente 2 personas: Leonardo y Danna ¿correcto?

- Bien, pero ¿de qué vamos a hablar?, no hay nada que tenga que contar, no nos conocemos. –dijo Danna sin poder evitar el tono de desconfianza.

- Pero eso tiene solución, por eso empezaremos a conocernos ahora –terció Leonardo y de pronto su mirada cobró un brillo- Te propongo algo: Pregunta lo que quieras y a cambio obtendrás una respuesta sincera y viceversa, es decir yo pregunto y espero obtener lo mismo de ti ¿aceptas?

¡Sinceridad! Danna lo pensó por un instante que pareció eterno, sincerarse totalmente con alguien, con su ¡jefe!... ¿qué podía perder?

- Acepto –finalmente pronunció y Leonardo la miró con una sonrisa triunfante en los labios.


- No es tu problema ¿entiendes? –gritó Stefano dejando boquiabierta a su esposa y el brillo de una lágrima a punto de derramarse hizo que se arrepintiera en ese mismo instante porque la estaba hiriendo, casi inconcientemente -  Lo siento cariño - pronunció casi en un susurro mientras se acercaba para estrecharla en sus brazos, mas, ella se apartó dolida por la actitud de él.

- Solo trataba de ayudarte Stefano, de verdad quiero, pero si no me dices que es lo que te tiene así, no veo que pueda hacer nada.

- Tonterías del trabajo y me desquito contigo… De verdad lo siento, normalmente no soy así, lo sabes.  Te amo y no quiero dañarte.

- Yo también te amo, pero por el bien de nuestro matrimonio, controla tus actitudes por favor.  Si, me haces daño y por más disculpas que pidas, lo dicho no se borrará.  Además estamos discutiendo por cosas sin importancia, eso es lo que me preocupa. 

- No lo haré más, te lo prometo… dame tiempo porque pronto solucionaré el problema y volveremos a vivir en paz – dijo Stefano pensando en la manera de hacer que Danna se fuera, no era bueno para su paz mental tenerla cerca, además su esposa podría ponerse celosa y… si, definitivamente Danna debía irse.

Danna le contó toda su historia, no sin poner cierta resistencia inicial, que fue vencida por la total confianza manifestada por Leonardo, que le relató toda la historia de su feliz matrimonio de 8 años y como su esposa había muerto en un lamentable accidente.  Cuanto la amaba –había pronunciado con nostalgia.  Al verlo así a Danna se le partió el corazón, así quería que la amaran a ella.  Bueno, en el pasado hubiera querido algo así –rectificó mentalmente- ahora ya no.

- Imbécil –dijo Leonardo con furia contenida cuando Danna acabó de relatar su historia - ¿Cómo alguien puede hacer eso?

- Ambos éramos inmaduros y créeme realmente lo odié hasta que me di cuenta que me hacía daño a mí misma y que el mejor castigo era mi indiferencia.

- No lo justifiques… Te destruyó la vida ¿Es que aún sientes algo por él o de verdad te es indiferente?

- Lo confieso, estaba confundida… Pero ya no, con total certeza te digo que me es totalmente indiferente al igual que el resto de hombres.

- Indiferente a todos… entonces te hizo un daño mucho más grande que el que me contaste, pues mató tus esperanzas con respecto al amor y al futuro, ¿hay cosa más cruel que esa?

Leonardo tenía razón.  Ella ya no creía en el amor.  Lo había entregado todo una vez y casi no vivió para contarlo.  No, el amor no existía.  Todo lo relacionado a “el amor” era solo un espejismo.

- No lo sé, tal vez solo me abrió los ojos y me hizo ver la realidad.

- Y ¿cuál es esa realidad? –preguntó Leonardo.

- La realidad es… que el amor no existe. –concluyó Danna con énfasis e indiferencia.

Leonardo la miró mientras pronunciaba aquellas palabras como si fueran una sentencia de muerte.  Aunque dijera que no, se veía que Danna no estaba totalmente recuperada.  Solo lograría estar bien con ella misma cuando recuperara la confianza en el amor.  Él iba a lograr que Danna creyera otra vez.  Ella se merecía vivir un amor maravilloso y él quería dárselo.  Ojalá el tiempo permitiera que eso se hiciera realidad….  En ese momento se dio cuenta: estaba enamorado de Danna, se había enamorado desde el instante en que la vio, le gustaba la fragilidad que se escondía tras aquella aparente frialdad, la manera en que lo miró cuando la tuvo entre sus brazos, la pasión que invertía en su trabajo, imaginaba los sueños que una vez habitaron aquella mirada, cómo la emoción quebraba su voz cuando hablaba del hijo que perdió.  Sí, definitivamente la amaba.

 

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