Capítulo 5
Danna se estremecía con solo recordar el primer encuentro con su jefe. Lo que había sentido y la manera en que al final había salido, casi huyendo de ahí, le inquietaba sobremanera. Maldición, ¿que le sucedía? ¿Era posible que por primera vez en casi 3 años sintiera algo bueno por un hombre? No, claro que no, ella no lo permitiría, una vez se había prometido eso y no lo iba romper, aun cuando tuviera que huir cada vez que viera a su jefe.
Cuando fue hora de comer, se encontró con Mandy en la cafetería de la empresa, así que se sentaron juntas y charlaban animadamente de la empresa básicamente y casi sin notarlo abordaron asuntos privados.
- ¿De donde eres? – preguntó Mandy
- De Ecuador – al ver la interrogación en la cara de Mandy se apresuró a aclarar- es un país de América del Sur.
- Ah, ya veo, y tu idioma es español ¿Me equivoco?
- No, no te equivocas, mi idioma natal es el español.
- ¿Y toda tu familia vive allá?
- Si, excepto mi hermana que vive en España.
- ¿Eres soltera?
Danna por poco se atraganta con el zumo ante semejante pregunta.
- Claro que soy soltera –soltó con mucho énfasis, lo que extraño a Mandy, pero enseguida añadió- ¡Quién a mi edad no es soltera! -Lo dijo más como afirmación que como pregunta, pero Mandy replicó:
- Yo –soltó simplemente, ante una sorprendida Danna- Yo estoy casada – aclaró – Y no creo que sea mucho mayor que tú…
Las palabras quedaron en el aire, hasta que Danna reaccionó:
- Pues… felicidades creo –pronunció, obteniendo una sonora carcajada de Mandy por sus palabras expresadas con incredulidad.
- Gracias, aunque todavía estoy acostumbrándome a mi nueva situación. Hace poco más de 1 año que me casé.
- Pero, ¿Por qué te casaste tan joven?
- Eh… No lo sé, mira simplemente sentí que estaba lista para dar el siguiente paso porque ya tenía a la persona a la que yo amaba a mi lado… Y porque mi padre se enteró de que me escapaba de mi casa en las noches para ir a su lado.
Danna no acaba de creer las palabras de Mandy, hasta que ella se río diciendo:
- Es tan solo una pequeña broma, en realidad solo me escape una vez, pero no pienses mal vale, solo quería hacer un acto de rebeldía en mi vida y mira, terminé casada – concluyó sonriendo.
Danna también sonrió, Mandy realmente era una persona agradable, tenía mucha suerte por haberla encontrado. Y, a pesar de todo lo que había dicho estaba segura que si se había casado, había sido porque estaba enamorada, se reflejaba en sus ojos y en sus movimientos, realmente amaba al hombre con el que había decidido compartir el resto de su vida.
En todo el día no había vuelto a ver a su jefe, no era que estuviera esperando verlo, solo que no había podido evitar mirar cada vez que oía pasos acercándose a su oficina. Pero, ¿para que iba a ir él por ahí? Seguramente estaba muy ocupado en otros asuntos. Debía dejar de pensar en lo que estaría haciendo su jefe, pero ¿que le estaba pasando? ya parecía disco rayado, con lo mismo y lo mismo. Por primera vez, solo deseaba salir del trabajo y olvidar todo lo relacionado a aquel hombre, su jefe, Leonardo.
Salió toda presurosa apenas el reloj marcaba la hora de salida. No es que tuviera prisa, pero sentía como si su vida, para que siguiera su curso normal, dependía de cuan pronto saliera de allí.
- ¿Tan importante es la cita? … Seguro que te espera, Danna. –dijo a sus espaldas una voz familiar y un tanto burlona.
- Ninguna cita, Mandy, solo que estoy muy cansada y… eso es todo. –respondió Danna volteando su cabeza para ver a Mandy pero sin dejar de caminar hacia el ascensor. Como no veía por donde iba, se chocó con alguien, todo fue tan rápido que no alcanzó a reaccionar y por el golpe por poco cae, a no ser porque aquel hombre fue más veloz y la sostuvo por el brazo acercándola a su cuerpo. Danna lo miró, a pesar de que ya sabía quien era, tenía que ser él, sino no habría tenido aquellas sensaciones recorriendo suavemente su brazo. Por primera vez, realmente lo miró, vio aquellos ojos como el acero, fundirse en un mar de sensaciones que no dejaban de acariciarle todo el rostro como si fueran suaves olas deslizándose por la arena. Esto duró un instante eterno hasta que los murmullos manifestados alrededor rompieron la magia del momento.
- Lo… lo siento mucho –balbuceó Danna con torpeza ante la fija mirada de Leonardo, aunque
de inmediato recobró la compostura- Ha sido una torpeza mía, discúlpeme señor.
- No ha pasado nada Danna, no se preocupe – contestó Leonardo sin ganas de soltarle y con verdadero interés en ella, pues lo que acababa de ver en su mirada no había sido producto de su imaginación. De eso estaba totalmente seguro.
- Disculpas otra vez por este accidente. Hasta mañana –dijo Danna secamente y retirándose sin disimulo de su lado apresuró el paso hasta el ascensor ante la curiosa mirada de los presentes, el desconcierto de Leonardo y la sorpresa de Mandy quien siguió a Danna.
- ¿Qué sucedió ahí? –preguntó Mandy a una indiferente Danna
- Nada, que va ser –contestó un tanto brusca Danna- ¿No viste acaso que por poco me tropiezo por hablar contigo?
- Claro, porque no ibas mirando al frente… Pero no me refiero a eso. Sino a lo otro, tu asuntito con Leonardo.
Así que de una simple mirada ahora ya era un “asuntito” pero ¿qué le sucedía a aquella mujer? Además trataba con mucha familiaridad al jefe.
- No sé de qué hablas, solo me tropecé y afortunadamente alguien evitó que me cayera. Fin de la historia- al ver que Mandy iba a hablar, añadió- No hay nada más que decir.
Mandy no quería irritar a Danna, y como apenas se conocían, no le pareció lo más conveniente, pero a ella, nadie le quitaba de la cabeza que algo sucedía entre esos dos aunque apenas se conocieran, y si era así, a ella nada le alegraría más porque Leonardo se merecía ser feliz, aunque Stefano no pensara lo mismo.
Capítulo 6
Leonardo se encontraba en su despacho recordando como, hace exactamente una semana, Danna había caído en sus brazos y en sus ojos había visto vulnerabilidad. No creía posible que ha aquella mujer tan segura y joven le hubieran hecho daño; no, era demasiado pronto así que talvez malinterpretó sus sentimientos. Pero lo que no entendía era porque Danna huía de él y si tenían que trabajar juntos lo hacía rápidamente de una manera sumamente fría e impersonal. ¿Sería que ella también sentía una atracción inevitable como él? No lo sabía, además aquella mujer, aun en el poco tiempo que se conocían, se le antojaba impredecible y un tanto caprichosa.
De pronto sus pensamientos se vieron interrumpidos por la entrada a su despacho de una especie de torbellino humano y a Leonardo se le hizo inevitable pensar que su visitante venía con ánimo de pelea. Como si eso fuera novedad.
- Su hijo esta aquí señor Ferraz –anunció por el intercomunicador aunque un poco tarde su secretaria.
- Si, gracias Tatiana –cortó la comunicación y se dirigió con una mirada dura hacia su interlocutor- ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Por qué vienes así?
- Pues que va a pasar, tú, como siempre, me informaste erróneamente y por ello perdí uno de los mejores contratos que me encontraba negociando. –respondió el aludido agitando con exageración sus manos en el aire.
- ¿Cómo? Dime que fue lo que te informe mal –inquirió Leonardo con toda calma. Estaba seguro que todo era una tontería tan solo para fastidiarlo y continuar culpándolo.
Mientras tanto, afuera Danna necesitaba hablar urgentemente con el jefe, y lo hubiera evitado si no fuera estrictamente necesario, como últimamente lo venía haciendo, pero debía entrar ahora y sin Tatiana ahí para anunciar su entrada tendría que tocar y confiar en que adentro su jefe no estuviera muy ocupado y no se molestara por la interrupción. Cuando se acercó y tocó la puerta, ya fue demasiado tarde, la puerta cedió y pudo escuchar claramente la acalorada discusión, que tan solo percibió después de llamar a la puerta. Su jefe se encontraba mirando de frente hacia la puerta por lo que enseguida avanzó hacia ella con una mirada que mezclaba cansancio y furia. La persona que discutía con su jefe estaba de espaldas a ella pero podía percibir la tensión en su cuerpo y en el ambiente del despacho. Curioso, pero la manera en que aquel hombre estaba parado apretando con fuerza sus puños a los costados le recordaba a…
- Danna entra por favor, ¿Qué deseas? –preguntó Leonardo al ver como Danna estaba a punto de salir corriendo, aparentemente.
- Disculpe la interrupción, le prometo que si no hubiera sido algo urgente yo no habría entrado sin ser anunciada.
- No te preocupes ¿qué necesitas? – inquirió al tiempo que su hijo daba la vuelta para ver a la intrusa que había entrado, pues algo en su voz le había recordado a alguien de su pasado, pero, no era posible, no podía ser… pensó mirando con incredulidad.
- Qué poca cortesía la mía –dijo Leonardo al ver como su hijo avanzaba despacio hacia Danna- Stefano, hijo, te presentó a Danna nuestra nueva diseñadora.
¡Imposible! Su jefe había dicho Stefano e hijo en la misma frase. Pero, ¿qué demonios ocurría ahí? Es que simplemente no era posible, no podía ser el desgraciado que casi había arruinado su vida, frente a ella una vez más, no no no y mil veces no…seguramente estaba en una pesadilla muy cruel. Si, eso era, solo debía despertar…
- Despierta, por favor-se gritó a sus adentros Danna.
Stefano se había quedado sin habla. Leonardo había dicho Danna, es que no era posible que ella y Danny fueran la misma persona. Era imposible, porque, ¿qué podía estar haciendo allí? ¿Cómo había conseguido ese empleo?... ¿Sería que lo estaba buscando todo ese tiempo y no lo había olvidado? Porque estar en Italia y en la empresa de su padre, simplemente, no podía ser una coincidencia.
- Danna ¿se encuentra bien? –preguntó Leonardo, un tanto preocupado, porque de pronto Danna se había puesto muy pálida.
- Si, estoy perfectamente –contestó Danna recuperando la compostura aunque en su interior bullía una gran ira contenida por el pasado. – Me retiro. Permiso.
- Pero, y ¿lo que tenía que decirme?
- Después, se lo digo después – finalizó Danna saliendo inmediatamente de allí porque se sentía mal y había olvidado todo lo que tenía que decir. Es que, no podía estarle ocurriendo aquello. Dios, que cruel era esa situación. No podía huir del encuentro que le había deparado el destino, pero sin duda lo intentaría con todas sus fuerzas.
- ¿Se puede saber qué te pasa? – le recriminó Leonardo a su hijo- Sé que estás enfadado conmigo, pero esa no es excusa para que trates así a la señorita Danna.
Al escuchar estas palabras Stefano se recobró de la conmoción inicial y con una mirada dura se dirigió a su padre.
– Pero ¿de que demonios estas hablando? Yo no creo haber sido descortés.
- Quedarte ahí parado sin siquiera extender tu mano ni dirigirle la palabra, eso ¿no es ser descortés?
- Tú no lo entiendes –se giró dándole una vez más la espalda- Pero da igual, no me importa lo que pienses, no eres mi padre, métete eso en la cabeza, el que me hayas engendrado no te da derecho a llamarme hijo.
- Por supuesto que eres mi hijo… pero entiéndeme tú a mí también… hemos hablado tantas veces de esto…-dijo con un profundo suspiro de cansancio y tristeza.
- Si y nunca nos conduce a nada así que mejor me voy. Ha sido suficiente discusión por hoy. Adiós –se despidió con una mueca de indiferencia e intrínsecamente se notaba dolor en su mirada.
- Adiós hijo, cuídate – dijo sin poder evitar llamarlo hijo, aunque le disgustara Stefano algún día tendría que llamarlo padre y aceptarlo; no obstante, dado el tiempo que llevaban en esta lucha, ya empezaba a dudar que eso llegara a pasar.
Danna prácticamente huyó de la oficina, una vez más. Eso ya se estaba haciendo costumbre, pero esta vez era distinto, tenía que pensar muy bien lo que iba a hacer, a pesar de que creía haber tomado una decisión determinante ya. Lo mejor era contarle todo a su amiga Caro, ella le ayudaría a pensar con la cabeza fría.
- Diga -contestó una voz familiar, que le quitó un poco del peso que sentía en su corazón.
- Caro, amiga, hola soy yo –dijo Danna y sin pausa continuó- tengo que hablar muy seriamente contigo.
- Danny, te extraño tanto… Pero, ¿qué es lo que te preocupa?
- Pues mi preocupación tiene un nombre, muy conocido, a mi pesar…
- No, no me digas que te encontraste con el hombre de tus pesadillas
- ¿Que comes que adivinas chica? –bufó desanimada- si él mismo, lo vi hoy, en el despacho de Leonardo, mi jefe.
- Tu jefe, ¿el atractivo hombre del que me hablaste? –Caro sonrió mientras Danna volvía a soltar el aire- bien, poniéndome seria, ¿qué hacía Stefano ahí?
- Pues básicamente estaban discutiendo y no sé que rayos hacía ahí, pero lo que te cuento ahora no lo vas a creer… así que mejor te sientas
- Rápido, no me dejes en suspenso…
- Si casi me desmayó de la impresión de ver a Stefano otra vez, oír que mi jefe lo presentó como su hijo, bastó para que casi me diera un infarto…
- ¿Qué? –Se oyó un chillido agudo al otro lado de la línea- No lo creo, pero no me dijiste que tu jefe aun era joven que seguramente no pasaba de los 35, ¿cómo es posible que sea el padre de Stefano?
- Mira Caro, no tengo ni idea de cómo va ese lío, pero lo que es por mí, no quiero saber… Solo quiero irme.
- No, eso si que no amiga, ¿por qué te vas a ir? ¿Es que acaso huyes de Stefano, como una fugitiva?
- No, huyó de los recuerdos que él despierta… no porque aún sienta algo, sino porque solo con verlo vuelvo a sentirme una chiquilla insegura sin futuro por delante. Tú sabes lo que sufrí en esa época, él casi destruyó mi vida…
- ¿Y vas a dejar que lo haga otra vez? – reprendió con voz dura Caro.
- ¿Cómo? – soltó una incrédula Danna.
- Como dices, él casi destruyó tu vida en el pasado, pero, porque dejar que ahora destruya todos tus sueños y de paso otra vez eche por tierra tu vida. No, mujer, eso si que no, no te lo voy a permitir. Tú te vas a quedar ahí donde estás, porque te lo mereces, porque luchaste por conseguir aquella oportunidad y porque no vas a abandonar un futuro brillante por un desgraciado que un día te dañó. Sí, sufriste, pero lo superaste ¿recuerdas? Demuéstralo, ahora es el momento de la verdad Danny, encara tu destino y no le des la espalda, que todo sucede por una razón y tal vez ya es hora de que cierres un capítulo doloroso de tu vida. Amiga, es tu oportunidad de brillar con luz propia por lo bien que realizas tu trabajo…
Las palabras de su amiga dejaron a Danna en una reflexión profunda hasta que al fin, pasado un momento reanudó la conversación:
- Tienes razón, una vez más, Caro. Eres única, me has encaminado otra vez cuando había
perdido el rumbo. No te preocupes, me quedó, por tus palabras, por mi futuro y sobretodo por mí, porque ya es hora de pasar de página, sin importar a quien tenga que hacer frente.
- Esa es mi amiga… Así de valiente y decidida. Te quiero Danny, no lo olvides y cuídate mucho, recuerda que me tienes a una llamada de distancia.
- Si y tú a mí, querida Caro. Continúa con tu trabajo y no te molestó más. Adiós.
Colgó tras la despedida de su entrañable amiga. Ahora podía ver la luz al final del túnel.
Sabía lo que debía hacer y sin duda estaba lista para enfrentar a su mayor enemigo: los recuerdos de aquel doloroso pasado.
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