Abrió los ojos y miró al techo mientras se desperezaba, para incorporarse rápidamente en la cama.
-¡Dios! –Exclamó llevándose una mano a la cabeza. ¿Qué había hecho? Agudizó el oído, para ver que su piso se hallaba en total silencio. Pero aún así, no estaba muy convencida pues ayer noche ya habían entrado, sin que reparara en ello.
Sacó las piernas desnudas de la cama, y envolviéndose con la sábana su cuerpo, fue averiguar si había intrusos. No había nadie… Estaba sola. Y no le gustaba para nada, aquella sensación de tristeza que le estaba atenazando en el pecho.
Miró un momento hacia la cocina, para apartar la mirada veloz un tanto aprensiva por los recuerdos. ¡Era una completa idiota! ¿Qué diantres se pensaba que iba a suceder aquella mañana?... ¿Qué iba a ser despertada con suaves caricias, y con un desayuno preparado?... ¡Aquello solo sucedía, en las novelas que se leía su amiga Karolaine! Pensó con gran amargura.
Ahora, simplemente acababa de recibir lo que ya sabía que iba a obtener con él. Solo que no le gustaba… En aquel momento, se sentía dolida. Un dolor, que se había prometido que jamás volvería a sufrir… Por eso, tiempo atrás había decidido comportarse como lo habían hecho con ella. Una cena, una copa y un polvo. Después, sin ninguna explicación desaparecía. Dándole igual, los sentimientos de aquella persona.
Pero después de tantos años, se había vuelto a dejar que le hicieran daño. Había sido una completa estúpida. Sabiendo de sus sentimientos peligrosos hacía Zack, no tendría que haber dejado que ocurriera. ¡Siquiera tenía que haber empezado aquel juego con él! Pero ahora ya era tarde, el juego había finalizado con Zack como ganador. El daño estaba hecho. Volvía a ser una chica más, utilizada para una noche de sexo y dejada, con sus sentimientos hechos añicos.
Con los ojos llorosos, se dirigió a darse una ducha. Lo necesitaba por el momento. Quería quitarse el olor que captaban sus fosas nasales. Era el olor de Zack, en su cuerpo. Sin contar, que aún sentía el calor de sus delicadas caricias, proporcionadas durante casi toda la noche. Lo que sabía que no podía eliminar, en un largo tiempo. Eran las miles de imágenes que le invadían en el cerebro, de ellos dos en tan dulces entregas…
Por que dolorosamente, había encontrado al hombre de su vida. Con quien encajaba a la perfección, y con quien su cuerpo se sentía seguro… Pero aquel sentimiento, no era para nada correspondido.
-Karolaine –Asomó Thom la cabeza, por la puerta de su despacho-, podrías facilitarme el teléfono de Daniel Califth. No se donde…
-En el tercer cajón, carpeta negra –Respondió una voz muy conocida y apreciada para él.
-¡Susan! –Exclamó Karolaine, sorprendida por su presencia allí arriba-. ¿Por dónde apareciste?
-Por las escaleras… -Habló apartando un momento la vista de la cara sorprendida de su exjefe.
-¡Hola, Susan! –Chilló Clarise-. Que alegría volver a verte… -Dijo, mirando fijamente a su jefe con cara de pocos amigos.
-¿Has visto esa mirada? –Soltó Thom-. Pues no tiene nada que ver, con lo que me han hecho pasar… -Indicó con gran ironía en la voz-. ¿Te gustaría tomar un café?
-Claro… -Respondió con una leve sonrisa, mientras entraba en el despacho del hombre, no sin antes escuchar cierto comentario.
-Ya era hora jefe, ya no lo liquidaremos…
-¡A trabajar! –Intentó soltar con enfado, pero sin lograrlo al escapársele una sonrisa.
Fue directamente a sentarse en el cómodo sofá, mientras él preparaba el café. ¿Sería como una sustitución a la pipa de la paz? Enseguida lo sabría…
-¿Cómo estas Susan? –Le preguntó de espaldas a ella.
-Bien… -Respondió en un monosílabo.
-No te creo… -Carraspeó este un poco-. Y no te enfades, no quiero llevar a cabo ninguna pelea contigo.
-Me encuentro bien, Thom –Suspiró sin girarse a mirarlo-. Solo un poco aburrida, al no tener nada que hacer…
-Eso me alegra… -Le sonrió, entregándole la humeante taza-. Me gusta que no hayas buscado ningún trabajo aún… Bueno, menos los días que estuviste con Zack…
-Eso, fue cosa de tu mujer –Bajó la mirada al escuchar aquel nombre-. ¿Cómo os encontráis?
-Muy bien y contentos, por el nuevo embarazo… -Se calló unos segundos-. Siento como me puse aquel día, pero no me gustó aquella sensación de perder a Helen… -Se excusó-. Sé perfectamente, que no tuviste nada que ver con aquella locura de ella. Perdóname, Susan…
-Sabes que estás perdonado –Le sonrió con amabilidad-. Tú y yo, simplemente somos de caracteres fuertes. Y cuando no estamos de acuerdo con algo, chocamos como dos titanes…
-Somos dos idiotas –Bebió de su café, con buen humor-. Sabes que te quiero como una hermana… Son muchos los años que nos conocemos y que nos apoyamos…
-Sí –Rió ella.
-Tú sabes perfectamente, cuando me ocurre algo –Le dijo en tono serio-. Me ayudaste, a que estuviera junto el amor de mi vida… Por eso mismo, se que aparte de nuestras idiotas peleas, te ocurre algo…
-¡Qué! –Alzó la mirada hacia él. Pero no pudo aguantarla mucho, apartándola rápido y forzándose en reír, mientras bebía de la taza-. ¿Qué tonterías me estas diciendo ahora Thom?
-Tú mirada… Ya no tiene ese brillo picarón…. –Le señaló sin andarse con rodeos.
-Por que estoy aburrida –Le respondió, tratando de disimular su dolor-. ¿Ahora te has vuelto psicólogo? –Soltó con ironía.
-Susan… -Suspiró con pesar.
-Thom… -Alzó sus cejas con advertencia.
-Veo que no me vas a contar nada de lo que te ocurre…
-Es que no me ocurre nada –Trató de defenderse.
-No te creo… Te conozco muy bien… Te veo como apagada, dolida… -Soltó pensativo-. Te veo, como cuando uno sufre pro amor… -Señaló sentándose a su lado, y sujetándole con cariño una de sus manos.
Susan no dijo nada. Simplemente bajó su mirada, al ver que no podía retener las lágrimas que empezaban a resbalar por su rostro. Todo iba mal, muy mal… Si Thom, averiguaba quien era el causante de su sufrimiento, no quería pensar que es lo que podía ocurrir. Así, que más le valía callarse y empezar a esconder aquel sentimiento a ojos de todos.
-Estoy bien, no te preocupes… -Dijo apenas sonriendo.
-No, no es verdad… -Le acarició su mejilla.
-Cierto, no es verdad –Acabó por admitir-. Pero es todo lo que voy a decir…
-Comprendo… -Suspiró frustrado.
-Eso espero… -Le indicó ella.
-Pero mí cabra loca –Dijo con cariño-, sabes que me tienes aquí… -Ella alzó los ojos al cielo, en gesto bromista-. Es verdad… A pesar de todo lo que ha podido ocurrir, sois mis niñas…
-Ya veo como has cuidado de Sabrina y Marta… -Puntualizó divertida.
-Actué de aquella manera, por que sabía lo que les convenía a esas dos… Mira lo felices que son ahora…
-Sí –Rió con un poco de tristeza.
-¿Cuándo volverás junto a mí? –Cambió de forma radical de tema, sabiendo que era lo mejor por el momento.
-Pues cuando me digas… -Indicó aliviada, al saber que volvía a recuperar un poco de orden en su vida.
-¿No estas comprometida con nadie? –Preguntó intentando simular diferencia. Pero gracias a su mujer, sabía más o menos, por donde podían venir los tiros.
-Con nadie… Solo fueron unos días, como favor a Helen…
-Espero que te hayan tratado bien…
-No te preocupes por eso, por lo que voy a verlos…
-Pero yo…
-Thom, solo importa el día a día –Lo interrumpió-. Allí, puse un poco de orden y punto… No tengo nada más que hacer, ni tampoco se hallan a favor de reclamar nada.
-Muy bien –Sonrió suspicaz-. Pues mañana te espero aquí…
-¿Hoy no?
-No… Vete a dar una vuelta o hacer cosas… Como te venga en gana… -Le sonrió con cariño.
-De acuerdo –Suspiró con fuerza, mientras se ponía en pie-. Nos vemos mañana, negrero…
-Muy graciosa –Rió él, ante sus palabras.
-Adiós…
-Adiós, pero eso sí… -Rió-. Diles ahí fuera, lo santo que soy…
-Ni hablar… -Se rió, antes de cerrar la puerta.
Viendo que nadie le habría la puerta, se dirigió a su coche mientras llamaba con el teléfono móvil.
-Una cosa Jack… -Dijo, nada más escuchar a su hermano descolgar-. Tienes el teléfono de Susan… ¿cómo que si lo tuvieras no me lo dabas igualmente? –Preguntó incrédulo-. ¡Y quien te dice a ti que no es al revés! –Soltó enfurruñado-. Pues por supuesto que puede ser ella quien se aproveche de mí, y no yo de ella… No le veo l agracia, para que te rías como lo haces ahora… -Refunfuñó nuevamente-. Idiota… -Le dijo antes de colgar el teléfono, y tirarlo de mal humor al sillón del copiloto.
El único idiota que había allí, era él. ¿Cómo había sido tan imbécil, de largarse aquella mañana? Por miedo… Así de claro era. Miedo, a todos los sentimientos que había vivido aquella noche.
Aún después de todas aquellas horas, sentía el calor del cuerpo de ella junto a él. Sus labios, investigar por su cuerpo… Y lo que más grabado tenía, su dulce mirada. Una mirada, que había sido brindada solamente para él… Y que se le había clavado en el pecho… Hacía tiempo que lo sabía… Solo que siempre se lo negaba. Su corazón, se había rendido ante aquella joven. Eso para él, ya era cosa difícil de admitir… Llevando el estilo de vida que había llevado… Sin complicaciones, sin ataduras… Lo mismo que ella… Por eso su miedo.
No había dormido mucho, una parte de la noche la había dedicado a observarla dormir. A poder conocerla físicamente con tranquilidad. Observar, su nariz respingona, sus labios plenos y bien perfilados, y sus largas pestañas… Era hermosa.
Suspiró con gran pesar… Y él, lo había estropeado todo. Había actuado como siempre, con todas sus citas. Se había vestido, y se había marchado sin decir nada… ¡Pero aquella vez, si que quería decir! Solo que tenía miedo a su respuesta, a lo que le pudiera decir ella… No quería que se riera en su cara, por demostrarle sus sentimientos cuando siempre habían tenido esa rivalidad de cazadores. Sería como darle a entender que había ganado ella…
Y en verdad era así… Ella había ganado, al no poner sus sentimientos por el medio como él… Pero tenía que verla, tenía que saber si sus suposiciones eran ciertas, o estaba completamente equivocado, y ella se sentía de la misma manera que él.
No creía que Helen lo ayudara… ¿Pero y Thom? Mejor probarlo… Pensó un poco más animado, mientras marcaba su número.
-Dime Zack… -Respondió enseguida con gran curiosidad-. Sinceramente, no se si soy el más indicado para dártelo… Es una cosa personal, y si luego ella… -Calló y escuchó divertido al otro hombre-. ¿Qué tienen que ver Lucas y Marcus? ¿Qué los ayudé?... –No podía aguantarse más la risa, al ver la desesperación de su amigo-. ¿Pero de qué narices me hablas?... Claro que me importa lo que opine Susan, la aprecio mucho… No, ya no estamos enfadados… ¡EH, que yo no hago ahora la pelota a nadie! Susan trabaja para mí y punto –Cortó Thom-. No pienso darte su número ni tu mensaje… Que yo sepa, me la quitaste por unos días, por no decir de mí mujer… No estoy enfadado contigo… Es solo que paso de meterme en ningún follón más… Ya eh recibido bastante castigo, sin ser yo en ningún momento el pretendiente… ¿Qué por cierto, como qué no tienes su teléfono?... ¿Pero para qué lo quieres?... Pues amigo, búscate las castañas… Lo siento, pero ahora en eso no te ayudo… Para lo que quieras menos eso… No, Zack… Deja de insistir… Tú veras lo que te diga ella, eso si que no pinta nada… No tengo por que prohibirte la entrada… Exacto, eres mi amigo… Hoy no, empieza mañana… ¡Y que quieres que haga, pues vente mañana!... Venga, sí… Adiós…
Thom colgó el móvil riéndose. Su mujer tenía razón. Entre Susan y Zack, se estaba cociendo o cocido algo.. Pero no sabía si contarle de esta llamada a ella. ¿Y sí corría a Susan a contarle algo? Mejor observaba un poco, antes de decir nada… Y según donde soplara el viento él haría. Por suerte, poco a poco la oficina iba a volver a su rutina… Menudo año de locura de amores que llevaba.
Iba caminando por la calle, mirando los escaparates sin mucho interés. Estaba tonta… Solo hacía que pensar en la maravillosa noche que había vivido. Veía los dos cuerpos desnudos abrazándose, rozándose… Habían sido unas horas, en las que no habían hablado ni una palabra. Los únicos sonidos que pronunciaban sus labios, eran los gemidos que no podían evitar.
Y sus miradas… Aún tenía gravado a fuego aquellos ojos masculinos, que la miraban con tanta hambre y pasión. Pero eso es lo que había sido, una loca noche de pasión para saciarse el hambre mutua. Y eso, es lo que lamentaba… Por que jamás le había ocurrido aquello. Irse a la cama con un hombre con aquel hambre, y después dormirse profunda y segura en sus brazos. Jamás… Siempre los abandonaba a los pocos minutos.
¡No es que se acostara, con todo aquel que se tomaba una copa! Con muchos solo salía a cenar y bailar… Desconfiaba mucho de los hombres… Y haría bien en seguir haciéndolo, pues ahí tenía el resultado de bajar la guardia… Enamorada y con el corazón roto. Pero nadie lo iba a saber. No quería preocupar a las chicas, y menos con una boda a la vista.
Su teléfono móvil, comenzó a sonar haciéndole un bien, al despertarla de sus pensamientos.
-¿Sí? –Respondió automáticamente, sin mirar en la pantalla quien era.
-¡Me parece muy feo, que llegue y no estés para recibirme! –Le sermoneó Sabrina.
-¡OH! ¿Ya has llegado? –Se detuvo en mitad de la calle de sopetón, provocando que casi la tiraran al suelo el hombre que iba detrás de ella, sin esperarse aquel frenazo-. Perdón… -Se disculpó, consiguiendo una sonrisa de éste-. ¿Dónde estás?
-En la oficina, casi con una taquicardia al enterarme de lo ocurrido…
-No es para tanto…
-Quiero verte ahora… -Le exigió.
-Vaya, te casas y te vuelves una marimandona –Bromeó-. ¿Y Marta?
-Viene en unos días… -Suspiró-. Pero tú te vienes ahora.
-Sí, señora comandante… -Rió por lo bajo-. Pero si estas morena, guapa y feliz, olvídate no quiero tener envidia de ello… Aún no me fui de vacaciones.
-Susan, te doy quince minutos sino quieres que te eche a los perros encima –Soltó sarcástica su amiga.
-Que sí… Ya voy… Ya voy…
Había pasado una hora larga, y Susan no aparecía por su casa. ¿Dónde estaría? Pensó con desesperación… Había dos ancianas, que ya comenzaban a mirarlo con cierto recelo. Por lo visto, el que llevara un buen coche no significaba nada. Podían calificarlo como un camello, o traficante de mujeres. Lo mejor sería que cambiara de plan, por que el estar allí esperándola por el momento resultaba ser el más inútil. Con bastante rabia, arrancó el vehículo y salió de allí, sin dejar de mirar por el retrovisor todo el rato hasta que hubo girado en la esquina. Tenía que haber otra alternativa, para poder dar con ella, antes del día siguiente…
¡Y así fue! Parado en un semáforo, enseguida le vino la ocurrencia de cómo conseguir su número para poder dar con ella… Pensó sonriente. Tendría que descubrirse, pero en verdad ya le daba igual por que eso es lo que quería. Descubrir sus sentimientos ante todos.
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