viernes, 19 de abril de 2013

Líos De Oficina 9

Marcus, bajaba a la planta baja después de ducharse y cambiarse en uno de los baños de la casa, por que el del dormitorio lo estaba utilizando Marta. Sonrió al recordar la cara de la chica, cuando le propuso de compartir la ducha para reducir así tiempo y agua… Su respuesta, había sido de cerrarle en sus narices la puerta del baño.


Con buen humor y silbando una melodía pegadiza, salió a la terraza arremangándose aún las mangas de su camisa, para detenerse en un golpe seco en medio de la puerta. Allí, ya se hallaban algunos chicos, y algunas de las chicas arregladas para salir de marcha. El problema, radicaba en que las chicas que había ahí abajo, llevaban como vestimenta un jersey de tirantes y una… ¿Falda? ¿Cinturón? ¡Lo que fueran, pero por simple estética, eran demasiado cortas!




-Estas muy guapo, Marcus –Le dijo Patricia con sonrisa torcida.

-Lo mismo digo Patricia y demás chicas… Pero digo yo… -Carraspeó un poco-. ¿No vais a tener un poco de frío así?

-¡Que va! –Rió Celia, eh ignorando las cejas cruzadas de su marido Ramón-. En cuanto empecemos a bailar, incluso lo que llevamos de ropa nos sobre…

-Ya veo… Una pregunta… -Volvió a carraspear, y preguntó con tono nervioso-. ¿Qué os habéis puesto de acuerdo todas, con la forma de vestiros?

-¡Sí! –Rieron Patricia y Celia-. Son las que nos hemos comprado esta mañana en el mercadillo. ¿A que son muy bonitas?

-Mmm… Sí, claro –No sabía que responder. Solo tenía que ver la cara de Ramón y Jaime, para saber que ya habían protestado por ello, pero habían sido completamente ignorados-. Ahora vengo, me eh dejado el reloj y la cartera en la habitación.


Era mentira. Solo quería ver como iba vestida Marta, antes que nadie. ¡Por dios! Aquellas faldas, eran mucho más cortas que la que se puso en Sicilia aquel día… Estaba seguro, que si era así le quitaría el aire de sus pulmones, al verla vestida con aquellas prendas. Seguro que estaba terriblemente arrebatadora… ¡Y eso, no podía permitirlo! Los chicos tenían razón, había mucho pulpo suelto por las salas de baile. Estaba claro, que antes de marcharse por ahí de fiesta, iba a tener que dejarle bien marcados los puntos sobre las íes.


Sin molestarse en llamar antes a la puerta del dormitorio, por que no le daba la real gana. Marcus, abrió la puerta de sopetón, sorprendiendo así a la chica, que se encontraba delante del tocador colocándose bien los pendientes.


-¡Marcus! –Exclamó dando un salto, y girándose hacia él-. ¡Eres idiota, menudo susto me has dado! ¿No sabes llamar antes a la puerta de una habitación?


Pero él no dijo nada, solo se limitó a cerrar la puerta y quedarse apoyado en ella, con las manos dentro de los bolsillos y mirándola detenidamente…
-Vaya, estas realmente muy guapa… ¿Cómo se llama lo que llevas puesto?

-¿Cómo?

-Esa prenda, que no creo que sea más larga que la palma de mi mano…

-Esto –Señaló la falda, poniendo tono inocente-. Se llama minifalda, y esta muy de moda éste año… ¡Y no seas tan exagerado! –Se rió.

-¿Exagerado? –Señaló, apartándose de la puerta y acercándose a ella, con caminar felino.

-¿Qué intentas? –Le preguntó nerviosa, y retrocediendo un paso, mientras se agarraba la garganta con una mano por los nervios.

-Nada… -Le indicó con sonrisa torcida, una vez que se detuvo a su altura-. No tengas miedo, no voy hacerte nada Marta, ya lo sabes…

-¡Ha! No es la primera vez, que saltas encima mío… -Le reprochó muy desconfiada.

-  … -Marcus soltó una carcajada, ante su protesta-. Cariño, eso no es saltar… Eso es seducirte. Y tranquila, que ahora solo me voy a dedicar a enseñarte unos puntos, nada de seducirte…

-¿Qué?… ¿Qué me quieres enseñar? –Se tropezó con sus palabras, cuando éste se situó tras su espalda y apoyó sus fuertes manos en un gesto muy posesivo en su delicada cintura, consiguiendo que aquel trozo de cuerpo ardiera, por aquel suave y poderoso contacto. Trató de girarse hacía él, pero no lo consiguió. Marcus se mantuvo a su espalda…

-Estate quieta y tranquila, que no voy a morderte…

-No se si fiarme, las apuñaladas suelen ser por la espalda… -Le soltó mordaz.

-Yo nunca te daría ninguna puñalada por la espalda –Le susurró en el oído, subiéndole las mariposas de su estomago a la garganta… -. Sabes que todo lo hago a la cara, no como otros que son más cobardes…


¡Idiota! Era una idiota, aquel comentario iba dirigido perfectamente a ella por sus dos intervenciones en internet, publicando su vida personal. Y provocando con aquello un revuelto en sus fans y en su vida. Si es que no se podía morder la lengua antes de hablar… Con Marcus, tenía que medir bien sus palabras y acciones, si no quería que éste le diera con demasiada facilidad la vuelta a la tortilla…


-¿Me estas señalando de algo, con esa observación tuya? –Le inquirió, cruzándose de brazos y permitiendo con aquel gesto, que Marcus tuviera más libertad de movimiento sobre su cuerpo.

-No querida, solo hice un comentario… Que tú te hayas sentido identificada con el, créeme que no es mi culpa ni mi intención… -Le susurró nuevamente, pero con tono divertido.

-Ya, claro… -Señaló sarcástica-. ¡Y quieres soltarme de una vez! ¡No entiendo qué quieres demostrarme, estando ahí detrás! –Se quejó molesta.



-No estés nerviosa… -Acto seguido, pudo sentir como la mano izquierda de Marcus se deslizaba suavemente hacia abajo, consiguiendo que ella diera un gran respingo. Provocando por ello, que su espalda estuviera en perfecto contacto con su esplendoroso pecho-. Un palmo y medio… -Habló Marcus, con toda la tranquilidad del mundo una vez que puso su curiosa mano a descansar en su barriga… ¡Lo que le faltaba!

-¿Qué? ¡Quieres soltarme! –Exigió atacada de los nervios, por que es lo que estaba consiguiendo aquel abrazo tan íntimo. Que tuviera un ataque de nervios…

-Marta, por favor… -Se rió, apretando más el abrazo con ello-. No seas una niña miedica. Solo te estaba midiendo la alargada de lo que tú llamas falda.

-Muy bien, viendo tus manos ya sabemos que es una medida más que decente para los tiempos de hoy… -Le indicó con voz apresurada por los nervios-. Y ahora, después de ésta machista investigación, creo que ya no hace falta que me sujetes… ¡Así, que quieres soltarme de una maldita vez! –Soltó con energía, quedándose por un momento sin aire en el cuerpo.

-Desosiega, cariño… -Se rió con dulzura-. Te me vas ahogar…

-A ti si te voy ahogar, como no me sueltes –Lo amenazó inútilmente.

-Un segundo, es lo único que te pido preciosa. Solo quiero demostrarte algo más de ésta cosa…

-Ésta cosa, se llama minifalda y no creo que tengas que enseñarme nada más… La llevo bien puesta. ¡Y no me llames preciosa!

-Eso no te lo niego, realmente te queda muy bien… Para mí opinión, encuentro que te queda demasiado bien…

-Muchas gracias… Y ahora, suéltame Marcus…

-Aún, no te eh enseñado nada…

-¡Pero que puñetas quieres enseñarme! -Le gritó, pareciéndose al doberman que le decía Thom.

-Donde vais a ir cariño, los bailes son muy sensuales… Y se suelen bailar tan pegados, como lo estamos tú y yo… -Acto seguido, Marcus la sorprendió bastante… ¡Mucho!... Al levantar un brazo de ella y hacer que apoyara su mano, en la nuca de él consiguiendo con aquello, notar su aliento tras su oreja… Mientras que su otra mano, era apoyada en su estomago y sujeta por la fuerte de él-. Ves… -Volvió hablar, pero volviendo su voz muy, muy seductora para todos sus sentidos-. Ésta forma de sujeción, permite solo éste movimiento de baile –Y se dejó mover… ¡Qué iba hacer! El sentir sus dos cuerpos tan pegados, y en tan perfecta armonía con aquel pequeño y sensual balanceo… ¡Había que confesarlo! ¡Se estaba poniendo tonta!... Sí, esa sensación en el cuerpo, que te tiemblan las piernas, y lo único que quieres hacer es llevarte a tú pareja a la cama, para poder calmar así aquella necesidad de él… ¡Por favor, su cuerpo llevaba tiempo aclamándoselo! ¡Pero joder, no lo quería para un par de revolcones! Pero es que era tan… Tan…-. Y después, tenemos ésta otra posición –Comentó soltándola y colocándose enfrente de ella, pasando una de sus piernas entre las de ella y sujetándola por la cintura… Para mirarla un momento a los ojos, y sonreír de forma lasciva antes de colocar su cara junto a la de ella… Pudiendo sentir así sus labios en su cuello… ¡Dios, que apetito! Ya esta, le daba todo igual. Se entregaba a él… Además, estaba completamente segura de que cuando la miró a los ojos, pudo ver en su mirada el nubla miento por el deseo que le corría por todo el cuerpo…

-Marcus… -Le susurró apenas en un suspiro, sin que este se diera cuenta.
-¿Lo notas? –Volvió hablar él, sacándola de su embelesamiento-. Notas mi cuerpo, cada músculo… -¡Por supuesto! Pensó sonrojándose al momento por sus palabras… Era cierto, lo notaba muy bien contra ella… Es decir… Notaba su… Bueno… Bien arrimado a ella-.Pues esto mi niña, es lo que te ocurrirá ésta noche en la discoteca, con quien bailes y llevando esa prenda… -La soltó, y acto seguido le cogió su mano y se la llevó a su anatomía-. Que sepas, que esto es lo que vas a provocar ésta noche si vas vestida así…


¡Cómo! Con los ojos abiertos como platos, por aquel descarado e íntimo movimiento de Marcus, Marta se puso a dar tirones con desesperación, para poder dejar de mantener aquel contacto… Pero como siempre ocurría, nunca conseguía zafarse de sus garras. Todo había sido una mera provocación de él, para reírse de ella… Simplemente eso. Había vuelto hacerlo, en pocos segundos la había cegado con el deseo… ¡Maldito cretino! Aquel juego, solo podía hacerlo ella y no él. Pero como era tan idiota, como todas las otras mujeres que con solo sentir el calor de su sexy cuerpo, se había rendido ante él. ¿Y qué había ocurrido? Pues que había quedado como una completa estúpida… Ahora, quien no le decía a Marcus que unos segundos más y se la llevaba a la cama ronroneando por él… Seguro, que estaba eufórico por aquel logro y se lo echaba en cara al momento.


-Solo espero, que el estado en el que te encuentras ahora…-Comentó, mientras se acercaba al tocador y cogía su reloj-. No sea con todos los que bailes, espero que solo te lo provoque yo…


¡Premio! Había ganado… El muy creído, no había tardado ni un minuto en echárselo a la cara. Increíble.


-¿Qué estado, Marcus?

-Vamos, por favor… -Se rió acercándose a ella, una vez que se hubo abrochado el reloj-. Cariño, no te hagas la tonta que no te pega…

-¡No sabía que fueras tan cerdo!

-No soy cerdo, simplemente soy realista –Le señaló con cinismo en sus palabras.

-Para mí, todo éste teatro que has representado aquí… Es el de un playboy machista…

-No eh representado ningún papel, Marta –La miró con diversión-. Solo te eh enseñado una cosa cierta. Y sobre lo que le ha ocurrido a mí cuerpo, con el simple contacto del tuyo ya lo sabías de sobras, y de hace tiempo… Es lo mismo que te ocurre ti… -Declaró, sabiendo que sería replicado por aquella observación.


Y es lo que acto seguido ocurrió, a su total deleite cuando Marta se le acercó apenas a un paso, con mirada furibunda y dándole golpes en el pecho con su mano, mientras gruñía su desacuerdo…


-¿Perdona, dijiste que es lo mismo que me ocurre  a mí? –sus ojos, estaban completamente achinados, mientras su dedo se le clavaba en la caja torácica-. ¡Ha! ¿Cómo puedes ser tan egoístamente engreído? ¿Cómo te atreves a señalar una cosa como esa? ¿De verdad te crees, que me siento muy atraída sexualmente?


-Sí –Soltó con total seguridad, y sin dejar de mirarla a los ojos-. ¿Acaso lo vas a negar? Te recuerdo que tú misma lo señalaste…

-Cierto, pero llega un momento en que todo deseo muere… -¿Habría sonado convincente? ¿Se lo creería Marcus?

¡Ni de coña! Nada más soltar eso, éste se echó a reír como un loco, incluso se le salían las lágrimas. Menudo capullo se había echado a la cara, pensó mientras alzaba los ojos al techo y acto seguido,  se empezaba a mover en dirección a la puerta. Mejor era marcharse y dejar de liar las cosas… Aquello, tenía que hacerlo mucho más tarde… Pero no dio ni dos pasos, que Marcus la retuvo por el brazo con fuerza.


-¿No pensaras marcharte y dejar ésta divertida conversación, sin acabar?

-Me están esperando las chicas… -Se excusó, eh intentando volver a soltarse de su brazo.

-Vamos Marta, no me seas cobarde… -La retó divertido.

-Sabes de sobras que no lo soy, y ahora déjame marchar –Habló con mucha calma, pero sí que con cierta energía en sus palabras.

-Bueno… -Comenzó hablar con tono pensativo-. Eso de que lo eres, puede que tengas razón…

-¿Pero qué? –Se cruzó de brazos y ya sí que lo encaró con mal humor nuevamente-. Venga, escupe la tontería que tienes en tu mente.

-En lo referente a sexo, sabes que no eres nada valiente…

-¡Oh, vamos!... –Le recriminó-. Eres imposible…

-Marta, cariño…

-No me llames así, no lo soy…

-A mí me gusta hacerlo –Se alzó de hombros-. Y afirma, que a la mínima que notas un roce mío, sales corriendo…

-No me gusta que me toques…

-Mentirosa –Se rió, mientras la sujetaba por la cintura-. Te vuelves loca con mis besos, mis caricias…

-¡Ha! Tampoco es para tanto –Soltó mordaz y con el ceño fruncido.

-Entonces… -Dijo arrastrando las palabras-. Si tampoco es para tanto, por que tu cuerpo ha reaccionado de esta magnifica manera a mí contacto… -Y sin imaginarse para nada aquel movimiento, Marta solo supo quedarse quieta mientras lo miraba fijamente sin saber que hacer, cuando Marcus llevó su mano a su parte más íntima del cuerpo de ella, y la acarició con fuerza…-. Lo ves, estas completamente húmeda a mí contacto y ahora más… -Le susurró, mientras sus dedos pasaban a unas caricias más delicadas. Provocando que perdiera el ritmo de su respiración-. ¿Cuánto tiempo le vas a negar a tu cuerpo, ésta pasión que nos envuelve a los dos? –Le siguió susurrando, sin apartar su mano pero si aplicando ahora el contacto de sus labios en una arrebatadora caricia en su cuello-. Dime, Marta… -No pudo responder, Marcus le atrapó sus labios con los de él, en un juego lleno de pasión.
¡Dios! Aquello no podía estar ocurriéndole… ¿Qué se supone que debía hacer? ¡Idiota! ¡Que iba a ser… Separarse! Pero le era muy difícil, jamás había sentido aquello… Bueno sí, en la boda de Sabrina… Pero ahora era vergonzoso, lo sabía, pero le era imposible alejarse. Su cuerpo no paraba de pedirle más, y es lo que estaba haciendo al posar sus manos en los hombros de él, y sujetarse…Lo que no sabía para que, sí para que no la soltara, o para no caerse del abandono que estaba teniendo de sus fuerzas en las piernas… Ni idea, solo sabía que quería más. Se atrevió alzar un poco el rostro, y abrir los ojos… Notando Marcus aquel gesto, abandonó su cuello y capturó sus labios con gran hambruna. Ya está, la entrega total había sido efectuada. Pensó Marta. Ahora, ya nunca podría echarse atrás después de dejarse tocar de aquella manera tan poco puritana como recalcaría su amiga Karolaine… ¿Qué dirían ellas, cuando les dijera que no había sido tan fuerte como Sabrina? El encuentro que habían tenido el día de la boda, en aquella habitación había sido muy diferente. Aquello había estado dirigido por la pasión, pero ahora también había pasión… Pero era completamente muy diferente, aquello era una entrega total en su total libertad. No lo iba a detener en ningún momento para nada, y lo bueno es que él lo sabía perfectamente…


-¿Marta? ¿Estas lista? –Llamó Celia a la puerta, sacándolos de su mundo de abandono.

-Sí –Respondió con los ojos cerrados, y las mejillas completamente acaloradas. ¿Y ahora qué? ¿Porqué nadie había escrito un manual, con sus preciosas pautas a seguir en situaciones como aquellas? ¿Qué le decía? Me has puesto a cien, luego a la noche acabamos de apagar mi fuego… ¡La noche! Pero como había dejado, que sus manos la sedujeran de aquella manera. Ahora, fijo que existiría el revolcón en la cama… ¡Estúpida, estúpida!... ¡Piensa!... ¡Y un cuerno! Era imposible pensar… ¿cómo podían existir las monjas? Estaba segura, que si lo hubieran conocido antes de entrar al claustro, más de una veneraba a Satanás… ¡Pero que hacía pensando en eso, cuando tenía a Marcus enfrente de ella! Menudo bochorno…

-¿Marta, si quieres?... –Empezó hablar él, pero Celia decidió abrir la puerta del dormitorio sin invitación alguna.

-¡UY! –Se rió tontamente-. Espero no interrumpir, pero me pareció escuchar una invitación a que entrara –Mintió descaradamente-. ¡Niña, vámonos ya!

-Sí, claro… -Respondió separándose totalmente de él, y hiendo hacia su hermana sin mirarlo en ningún momento. Ni siquiera cuando se despidió de él-. Me voy, que te lo pases bien Marcus.

-¿Adiós Marta? –Se rió-. Cariño, nos vemos luego a la noche… -Soltó sin más, ya le daba igual si había sonado como una amenaza.



Se encontraban las demás chicas esperándolas ya en la monovolumen, un tanto impacientes por la noche que les esperaba de diversión. Celia, la hizo sentarse atrás, mientras que ella lo hizo delante junto con Ana, que conducía…


-¿Me puedes explicar que demonios ha ocurrido en el dormitorio? –Exigió ella con rapidez, haciendo que todas las ocupantes del vehículo por primera vez se pusieran de acuerdo y cerraran la boca a la vez, en espera de su respuesta.

-Eh sido una idiota… -Soltó un profundo suspiro.

-¿Qué ha ocurrido? –Preguntó Patricia.


-Estaban ella y Marcus muy pegaditos, calladitos y con la respiración a cien por hora… - Comentó Celia, al ver que ella no decía nada-. Anda, arranca el coche…

-Que yo sepa hermanita, eso es muy normal en una pareja, y más de vuestra edad… -Soltó en broma Rosa-. Pero algo me dice, que nos estáis ocultando algo… Así, que tenéis el camino de ida para soltar toda la historia…

-Y la mierda de la mocosa ésta –Se sorprendió Patricia-. Un respeto, que somos mayores… -Soltó en broma.

-Y nosotras jóvenes, y sabemos hacer buenos chantajes –Sugirió Júlia.

-Haber chicas, no creo que debáis de… -Comenzó Celia, pero fue interrumpida.

-Déjalo, creo que deberían de saberlo… -Habló Marta-. Así, que estar atentas. Pero nada de lo que oigáis, va a salir de éste coche…

-Sabes, que somos fieles a los secretos –Prometió su hermana joven.

-Pues bien, todo empezó cuando…


***


Eran las doce de la noche, cuando se despertó en el sofá de su casa. Se refregó los ojos, a la vez que se incorporaba bostezando. Cogió el mando del televisor y lo apagó. No se escuchaba nada, solo el silencio de l anoche. Se levantó y se desperezó con fuerza, levantando los brazos al aire. Mejor se iba a la cama, así vería si Helen dormía ya. La pobre, había pasado una tarde un poco fastidiosa. Por lo visto, había pillado un virus o algo parecido. Cuando ésta estaba preparando la comida para ella y Hanna, se había encontrado mal. Se había pasado la tarde junto a ella, intentando ayudarla… Intentando, por que ella había estado un poco brusca con él. Suponía, que era por que no le gustaba encontrarse mal. A la noche, le había echo algo muy ligero para cenar, pero su actitud hacia él no había cambiado… Aún estaba de mal humor, por que no se encontraba bien del todo. Así, que se había encerrado en el dormitorio a descansar mientras que él se quedaba con la niña, viendo la televisión. Y al parecer, su hija se había marchado a su dormitorio dejándolo allí solo. Recorrió el pasillo, lleno de los cuadros de su madre Margot con pesadez en el cuerpo. Aún seguía medio dormido… Abrió la puerta con gran delicadeza  para no despertarla, pero se llevó una gran sorpresa al no hallarla en la cama. Con paso más ligero, se dirigió al baño por si acaso se encontraba nuevamente allí… Llamó dos veces, pero no obtuvo respuesta alguna. Un poco preocupado, optó por abrir  consiguiendo que el alma se le cayera a los pies al hallarse el baño a oscuras, y sin presencia de su esposa. Ahora, bien despierto se dirigió al dormitorio de su hija. No fuera a ser que estuviera allí, por cualquier cosa… ¡Vacío! ¿Qué diantres ocurría allí? Tampoco se hallaba su hija, y l acama estaba completamente echa, no había sido utilizada. Estaba asustado, aquello no le gustaba… Mientras iba hacia el comedor, sacó su móvil del bolsillo y llamó a Helen, sumando nuevamente otra sorpresa al encontrarse el teléfono de ésta apagado. ¡Pero que demonios pasaba! Atacado de los nervios, y en mitad del salón buscó alguna cosa que le diera una pista… Todo estaba en su lugar. Fue entonces al acercarse al recibidor, que encima de la mesilla de la entrada halló un sobre con su nombre en grande. Era la letra de Helen… Con gran desesperación lo rompió, para sacar la nota que contenía.





-¡Pero que coño!... –Con mal humor, después de leer la nota en donde su esposa le comunicaba que se iba con su hija, no le decía donde, eso ya lo averiguaría… Pero que no volvería a casa, hasta que no dejara de interferir en la vida de los demás. Es decir, que aquello era por lo de Marta y Marcus. Arrugó la nota, hasta hacer una pelota de papel la cual arrojó contra la pared con muy mal humor-. ¡Maldita seas, Susan!


Estaba seguro, que su querida secretaria tenía la culpa de aquello. Así, que también querían tocarle a él las narices… Pues muy bien… Se iban a enterar todas ellas, de quien era él. Ahora, lo mejor sería averiguar si Helen iba a casa de Jared a refugiarse de mientras… Pero que las otras, más les valía empezar a rezar desde el Lunes.  


***



-¿Entonces, Marcus solo te busca por sexo? –Preguntó alucinada Rosa-. ¡Que emocionante! –Chilló histérica.

-Y prácticamente, ya casi te sirves en bandeja… -Señaló Celia-. Dame las gracias…

-Lo siento mucho, me parece que lo estropeé todo…

-No tiene por que ser así –La compadeció Ana-. Ya verás como se nos ocurre algo…

-¿Pero  os dais cuenta de lo que implica ello? –Señaló Patricia-. Para empezar, ni ésta noche ni mañana debes de dormir  con él… Has despertado aún más su lívido… ¡Dormiremos otra vez juntas!

-Bueno,  técnicamente tiene como defensa la excusa más vieja de todas… -Empezó a decir Ana.

-Querida cuñada –Señaló Rosa-, el mantener relaciones sexuales alivia el dolor de cabeza, científicamente probado… Algo del riego sanguíneo, el bombeo del corazón… No lo se muy bien…

-¡Jesús! –Suspiró Celia-. Por un momento me asustaste, me hiciste creer que era por experiencia propia…

-Y a mí -Corroboró Marta.

-¿Y? –Preguntó rosa.

-¡Que solo tienes dieciséis años, niña! –Le cacheteó flojo en la nuca Patricia.

-Conozco chicas de mi edad que ya lo han hecho…

-¡Pues tú aún no! –Le riñó Celia-. Recuérdame que tenemos una charla pendiente sobre sexo…

-¡Estas loca! –Se rieron Rosa y Júlia.

-No –Sentenció Celia con seriedad.

-Lo que me faltaba –Gruñó por lo bajo la joven.
-Bien, a lo que decía… -Continuó Ana-. Puedes poner como excusa, que estas con el período… -Soltó triunfante-. Eso, te puede salvar casi una semana técnicamente.

-Bueno… Mmmm… -Se sonrojó Marta.

-Ana, te recuerdo que lamentablemente mi hermana no puede poner aún esa excusa en práctica –Habló con sarcasmo Celia-. Acuérdate de lo que acaba de explicar al final…

-¡OH! No me acordaba… -Se lamentó-. Pues lo veo difícil… Para ésta noche…

-Lo siento mucho, lo estropeé todo –Volvió a lamentarse.

-Mira que sabias cual era el plan de ésta noche… -La riñó Celia, para después reírse-. Mira que dejar que Marcus, te metiera mano precisamente ahí…

-Yo lo haría –Rió Patricia.

-No entiendo que charla me vas a querer dar –Señaló Rosa-. Después de lo que estoy escuchando, y por lo que me queda por ver ésta noche… -Soltó bromista.

-¡Mira la niña! –Se rió Patricia-. Y parecía tonta…

-¡Oye! –Se quejó ésta riendo, y tirándole del pelo.

-¡AY!

-Queréis parar… -Se quejó Ana-. Creo que nos va a tocar caminar bastante, me parece que no hay parquin cerca…

-Yo tengo una sugerencia, para ésta noche… -Habló Patricia-. Lo suyo, es volver más tarde que los hombres. Y unas pocas, nos quedamos a dormir en los sofás del salón… Dormiremos poco, pero evitaras dormir en la cama con él. Y luego, nos echamos una siesta en la piscina… ¿Qué os parece?

-Vaya, si sabes pensar en algo más que no sea sexo… -Señaló Celia bromista.

-No estés celosa –Se defendió-. Todas sabemos, que eres la más mayor del grupo… Por lo tanto, eres la más sabia, la que más experiencia tiene en ésta vida…

-Recuérdame tú también, que después de que todo esto acabe te de una merecida paliza…

-Muy bien, me lo apunto en la lista de mis actividades a realizar antes de morir. Pondré, darle su merecido a mi cuñada Celia y bajarle los humos de grandeza.

-Estáis piradas –Susurró Júlia-. No se como se han fiado nuestras madres, de dejarnos a vuestra responsabilidad.

-Ni que lo digas –La apoyó Rosa.

-A callarse niñas, haber si vais a recibir ésta noche…-Se volvió a meter con ellas Patricia.

-¡Mira, aparca ahí! –Le chilló de sopetón Celia a Ana.

-¡Dios! ¡Casi me dejas sorda! Suerte que conservo mi vista, por que ese sitio guapa es un vado…

-¡Mierda! –Suspiró, deseando bajarse ya del coche-. ¡Allí! –Le indicó impaciente otra vez la mujer-. Se marcha aquella pareja mayor… Pon el intermitente, rápido…

-Ya voy… La próxima vez, que conduzca otra…

-Te recuerdo, que tú no bebes… -Indicó triunfante Celia-. Te toca otra vez a la vuelta…

-Muy bien, pues a la vuelta quiero a otra copiloto… -Dijo mezquinamente.

-Traidora –Le susurró.

-Te aguantas…



***



-Llevamos un buen rato dando vueltas, y ni encontramos parquin y ni nos hemos cruzado con ellas –Se quejó por octava vez Alberto-. Doy la noche por perdida…

-Pues no haber tardado tanto en bajar –Le recriminó Ramón.

-Yo no tengo la culpa, de que no tuviese primer turno en la ducha –Y soltó con sarcasmo las siguientes palabras-. Además, mi queridísima novia, me había cerrado el armario con llave y me ha costado encontrarla…

-¿En serio? –Se rió Jaime-. Éstas, se están pasando un pelín de la raya…

-Ni que lo digas, ha saberse que harán ésta noche…

-Tampoco creo que nada malo –Señaló un poco asustado Ramón.

-Eso ya lo sé… -Resopló Alberto-. Pero no me gusta mucho, que vayan a bailar con esos pulpos hambrientos de sus curvas…

-¡Quieres tocar el claxon, para que el inútil ese aparque ya! –Vociferó de repente Marcus, asustándolos a todos por su despertar felino.

-¿Y a éste, qué diantres le pasa? –Señaló Alberto.

-Creo que se ha peleado con mi prima Marta –Señaló uno de los chavalines jóvenes-. Me la crucé en el pasillo, que salía de su dormitorio echa una furia.

-Ha, Ha –Se rió Alberto-. Bien venido ésta noche, al club de los tontos puteados…

-Eso lo dirás tú –Soltó con sonrisa malévola-. Yo, pienso vengarme un pelín… ¡Quieres hacer sonar ese claxon!

-Es de tontos, no tiene la culpa aquel coche… Sino, el otro que tarda en salir –Señaló Jaime con voz tranquila para calmarlo, una vez que hubo sacado la cabeza por la ventanilla-. Además, seguro que ya lo hace alguien de un momento a otro…

-Por su puesto, yo mismo –Señaló Marcus. Y acto seguido, por entre los dos sillones delanteros del jeep, pasó su brazo y tocó bien fuerte el claxon.
-¿Ya te quedaste tranquilo? –Le punteó divertido Jaime-. ¿Acaso ha funcionado para algo?

-Sí… -Le sonrió de forma ensanchada-. Aquel inútil se marcha, solo espero que ese coche estacione rápido.

-Y que más da, ya las hemos perdido… -Volvió a decir Alberto apesadumbrado.

-Al fin empiezan a moverse, ahora haber sí tenemos suerte… -Comentó Ramón-. ¡Que me astillen! –Exclamó súbitamente-. ¿El coche que esta estacionando, no es nuestra monovolumen?


Todos los adultos del coche, achicaron  sus ojos mientras inclinaban sus cuerpos hacia delante. Ignorando la risa de los más jóvenes, por lo que se podía avecinar si aquellas eran las chicas…


-Sí, son ellas… -Exclamó Marcus.

-Bien, pues disimular vuestra desesperación de las caras, sino queréis que salgan corriendo… -Sugirió Jaime-. Hacer que estamos contentos, y nos da igual encontrárnoslas…


***



-Uf, me dolía el culo de dar tantas vueltas, y me estaba mareando… -Expuso Patricia, nada más bajarse del coche.

-Eres una quejica… -Le riñó Ana-. OH, oh… Chicas, bájense un poco el escote y sonrían…

-¿Qué ocurre? –Preguntó Celia.

-Van a pasar por nuestro lado los chicos en su coche…

-¡Como! –Se sobre saltó Patricia.

-¡Mierda, ya nos encontraron! –Se quejó Marta.

-¡Todavía no! –Protestó Rosa-. Antes quiero disfrutar un poco del baile…

-Rápido, sus escotes… -Apresuró Ana nuevamente.

-¡Hola chicos! –Saludó la primera Ana, ya que aún estaba al lado de la puerta del piloto, por lo tanto en la calzada.

-¡Hola preciosas! –Saludó Ramón, que era el copiloto-. Habéis tenido suerte con el parquin, malvadas….

-La verdad, es que sí –Sonrió Celia, que apareció junto con Marta y seguida por Patricia. Y ante aquello, Marcus y Alberto se acercaron a la ventanilla trasera a mirarlas.

-Bueno, nosotras nos vamos ya… -Se despidió Ana, con mirada burlona-. Que tengáis suerte…

-¿No me esperas mi vida? –Preguntó Jaime.
-No. Además, estáis formando caravana guapo… ¡Adiós!

-¡Adiós! –Se despidió el resto de chicas con grandes sonrisas y caminar demasiado provocativo.


***



-Son figuraciones mías, o a mí Patricia se le veían más los pechos… -Preguntó en un gruñido Alberto.

-¡Y yo que sé! –Refunfuñó Jaime-. Yo solo me eh fijado en mi mujer, y sí que enseñaba más…

-Y Marta… -Farfulló Marcus.

-Y mí Celia, me estaba chuleando con la mirada…

-¡Me da igual en donde dejes éste maldito coche, pero hazlo ya! –Se impacientó Marcus.

-Eso Jaime, aparca ya… -Apresuraron los jóvenes-. Nos esta asustando éste hombre de las cavernas… -Siguieron con la broma los chavalines.

-Ya voy, joder… Espero que haya…

-¡Allí! –Chilló aquella vez Ramón-. ¡En aquel terraplén, al lado de aquellos! Esto es un jeep, seguro que se sube a cualquier montañita…

-Eso espero…

-Me da igual, puedo pagar todos los coches que quiera como este… ¡Aparca ahí!

-¡Eh! Y la arrogancia, en casita… -Rió Jaime en broma.


***



-¡Madre mía, cuanta gente! –Alucinó rosa.

-¡Y cuantos chicos! –Rió Júlia.

-¡Eh! Vigilad a éstas dos constantemente… -Señaló Ana-. Son un peligro de hormonas sueltas…

-Que graciosa… -Se giró Rosa con retintín-. Si el peligro sois vosotras…

-Mira que te encierro en el coche… -La amenazó en broma.

-No soy un perro.

-Déjalas tranquilas –Salió en su defensa Patricia-. Son jóvenes, al igual que la noche…

-¡Gracias! –Agradecieron las dos chicas por su apoyo.

-Pero no quiero ver a ninguna de las dos, que se lie con ningún chico ésta noche… Solo bailar.

-¡Qué! –Protestó Júlia.

-Estáis a nuestro cargo… No quiero broncas… -Señaló divertida.

-Traidora, carcelera… -Murmuró por lo bajo Júlia.

-Vaya, veo que la libertad cae sobre ti solamente… -Señaló Rosa.

-Y así es como va a ser, durante esta noche –Zanjó Celia, que se acercó a ellas.

-Sois muy jóvenes –Comentó Marta-. Hay más cosas divertidas que el sexo… Mi consejo, es que disfrutéis antes de vuestra juventud…

-Sí, ya tendréis tiempo para que os metan mano –Rió Ana-. Hacernos caso, primero pasároslo en grande…

-Vale… -Acabaron por aceptar las chicas con resigna miento-. Bailaremos como locas, sin tratar de ligarnos a los chicos guapos….

-¡Que creídas! –Rió Patricia.

-Pues que quieres que te diga, ese comentario me ha recordado mucho a ti… -Le indicó Celia-. Me parece, que no eres muy buena influencia sobre las chicas.

-¿Perdona? –Preguntó en tono de pito.

-Es broma, tonta…

-¡OH! ¡Vamos ahí!.... –Señaló Júlia-. Es donde va más gente, es la mejor discoteca…

-¿Pero que música ponen?

-De toda, son varias carpas…

-¡Pues a ella! –Exclamó Patricia.

-¿Creéis qué nos encontraran? –Preguntó Marta.

-Mejor que no –Rió Celia-. Después de lo del dormitorio…

-Sí, tienes razón… -Comentó con gran fastidio Marta.

-Celia tiene razón –Se metió con ella Ana-. Después de lo que ha ocurrido en el dormitorio, Marcus ya va lo suficiente caliente como para que lo pongas más…


-Ya vale, me lo vais a estar refregando toda la noche… -Soltó sin saber poner tono de enfado.

-¿Toda la noche? –Preguntó Celia-. ¡Que va!... ¡Va ser toda la vida!

-¡Iros al cuerno! –Les sacó la lengua Marta-. Venga, vamos a entrar antes de que…

-¿Aparezcan los chicos por el fondo de la calle, como acaban de hacer? –Soltó en un quejido Patricia.

-¡Qué! –Se giró aterrorizada Marta.

-¡No bromees! –La acusó Celia.

-¡No me jodas! –Comentó Ana.

-Y nos acaban de localizar… -Señaló Júlia.

-¡Mierda…Mierda! –Empezó a susurrar Marta, con los nervios a flor de piel.

-A ésta, no le vendría mal una copa… O dos… -Señaló Júlia.

-No creo que a Karolaine, le hiciera gracia esa sugerencia… -Soltó sin pensar Marta.

-¿Karolaine? ¿Quién es? –Preguntó la joven-. Me parece que mejor se la damos ya, se esta imaginando a gente…

-Me parece, que lo que importa ahora es como quitarnos a los chicos de encima… -Señaló Celia.

-Tengo una excelente idea… -Habló con mirada traviesa Rosa-. Vosotras, preparaos para salir a la carrera…

-¿Un momento, que diantres vas hacer? –La detuvo Celia, al ver que se acercaba hacia los chicos con paso decidido.

-Nada malo, tú tranquila… -Se rió-. Vosotras solo estar al tanto para huir… Júlia, vente conmigo –Le ordenó riéndose ya de su ocurrencia.

-Estas dos me dan miedo –Comentó Patricia, pero preparada para salir corriendo.


Las dos jovencitas se acercaron con sonrisa traviesa hacia los hombres, para detenerse a cosa de cinco metros de ellos. Éstos, al ver aquella actitud sospecharon enseguida de que algo iba a ocurrir… De manera, que primero se quedaron un momento quietos para ver por donde venía el ataque de las chicas.



-¡AAHH! –Chilló bien fuerte y de manera histérica Júlia, llevándose las manos a la cabeza –Haciendo que casi toda la gente que había allí, se para y se girara a mirar que ocurría… Al igual que los chicos, que se detuvieron sorprendidos por que no sabían a que venía aquel gesto de ella.

-¡Es Marcus Andrassi, con su grupo! –Chilló también rosa con el mismo tono, y señalando hacia el grupo de los chicos.

-¡Serán cabronas! –Protestó incrédulo Marcus-. Eso es jugar muy sucio.

-Que listas… -Se rió Jaime, al ver como muchas chicas por no decir todas las que rondaban por allí, empezaban a mirarlos con mucho interés… Demasiado interés…
-¿Y pregunto yo? –Habló Alberto-. ¿Quién es el grupo que ha mencionado?

-En dos palabras, todos nosotros… -Masculló Marcus-. Preparaos para la avalancha…

-¡Un momento! –Se quejó Alberto nervioso-. No tienes grupo, solo los músicos de fondo… ¿No?... ¡Mierda, ya veo!...


Exacto. A las jovencitas les daba igual aquel detalle. Mientras estuviera Marcus allí, y ellos fueran los chicos que salían alguna vez al escenario a tocar algún instrumento que estaba incluido en la canción, ya les servía como excusa suficiente para acercarse a ellos en masa como estaban haciendo en aquel momento y en plan histérico.


-¡Joder, que lista tu hermana! –Subrayó con énfasis Patricia.

-Sí, venga vámonos que ya vienen ellas dos hacía aquí… Y los chicos, ya están rodeados… -Señaló Celia divertida.

-¡Un momento! –Protestó Ana enérgicamente-. ¡Habéis visto aquella niñata, como se coge del cuello de mi marido!

-¡Oh! –Se detuvo Patricia-. Aquella rubia de bote, le ha dado un pico a mi Alberto… Éste se va a enterar…

-¿A dónde vas? –La detuvo Celia-. Es el momento para escapar, ellos no van hacer nada malo… ¡Así que vámonos!

-¿Pero tú has visto? –Señaló con rabia Patricia hacia los hombres.

-Sí, lo eh visto… -Dijo en tono mordaz-. Como la pelirroja, le toca el culo a mi marido… ¡Pero vámonos!

-Esta bien… -Acabó por aceptar a regañadientes, para después correr al lado de todas ellas, y entrando en la discoteca, sin que fueran vistas por los hombres.



Quince minutos después, los hombres conseguían salir del medio de aquel barullo… Pero para ello, tuvieron que dejarse tocar el trasero cuarenta mil veces, rozar sus labios con muchos de distintos colores y sabores, y aceptar algún que otro sujetador de encaje… Se encontraban en la entrada de una discoteca, junto a los porteros que les ayudaron a resguardase allí.


-¡Madre mía, no me siento el culo de tantos pellizcos que me han dado! –Se quejó Alberto-. ¿Cómo puedes soportar esto?

-Con mucha paciencia… -Se rió, mientras se colocaba bien la camisa que le habían desabrochado con manos histéricas.

-¿Me puede decir alguien, qué coño hago con esto? –Se rió Jaime, levantando tres sujetadores en sus manos.

-¡Guau! –Exclamaron los jóvenes-. Volvamos a repetirlo, a mi me ha molado... –Exclamaron eufóricos  por el acoso.

-¡Ni de coña! –Protestó Ramón-. Me eh sentido casi violado ahí en medio… Y eso que la mayoría, no tendrían más de veinte años…

-Aguafiestas… -Protestaron éstos en broma.

-¿Las hemos perdido, verdad? –Preguntó Alberto.

-Mejor… -Rió Jaime-. Como mi mujer haya visto lo que me han hecho, me arranca mucho más tarde la cabeza…

-Creo que han entrado en ésta discoteca… -Comentó Marcus-. Aquí, es donde se dirigían cuando las divisamos a lo primero…

-Pues vamos a darnos una vuelta por dentro…

-¿Seguro, que no ocurrirá lo mismo que ha ocurrido ahí afuera? –Preguntó Ramón dudoso.

-No lo creo, no saben nada de lo que ha ocurrido aquí fuera… Así, que no se fijaran tanto en mí…

-Sí tú lo dices… -Comentó no muy convencido Ramón.

-Venga, vamos a echar un buen vistazo… -Apresuró Jaime.


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