martes, 16 de abril de 2013

Líos De Oficina 6


De pronto, se quedó sin aire cuando empezó a sonar un teléfono móvil en el baño. Nada más escucharlo había cerrado los ojos, mientras se insultaba por lo bajo a sí misma. Ya se había humillado ella sola, sin ayuda de nadie. Abrió los ojos y allí estaba él, mirándola sorprendido.


¡Dios mío! ¡Qué es lo que iba a pensar ahora de ella! Tenía que salir de allí y rápido, por que Marcus ya se estaba moviendo. Debía alejarse de allí primero, después ya pensaría en todas las repercusiones de lo sucedido.


Pasaba por delante de la cama en su huída, cuando sintió como él atrapó su brazo acabando con sus esperanzas de escapar de todo y tirándole de él con fuerza, la retuvo contra su cálido y húmedo cuerpo.




-Vaya, parece que volvemos a tener a la picarona de Marta entre nosotros… -Susurró divertido-. Pensé que ya no volvería a verla nunca más.

-Suéltame… -Pidió ignorando sus palabras, y intentando zafarse de él-. Por si no te das cuenta, me estas mojando.

-Ya ves lo que eso me preocupa, llevas biquini…

-Eres un maldito cretino –Señaló sin mirarlo a la cara, no quería que viera lo sonrojada que se encontraba.

-Marta, como tengo… -Calló, cuando el móvil que había cogido al salir de la ducha volvía a interrumpir en escena.- Dime, sí volveré más o menos en unas tres semanas… -Calló un momento escuchando al interlocutor, y fue cuando Marta aprovechó su pequeño despiste para zafarse por fin de sus fuertes brazos, pero maldiciendo al momento al ver lo poco que duró su libertad. De un fuerte empujón la tumbó de espaldas en la cama, y él con una enorme sonrisa y mirándola fijamente a los ojos, se tumbó encima de ella-. Sí, cuando lo tengas listo dame un toque. Bien, gracias por todo Silas. Adiós –Colgó y dejó caer el teléfono a un lado de ellos en la cama-. Pensé que nunca iba a llegar la diversión…

-¡Sal de encima mío! –Lo miró furiosa y frustrada. No quería golpearlo, ni empujarlo… Aquello significaría tocarlo, y no creía que tuviera las suficientes fuerzas para detenerse en el deseo de deslizar sus manos por su cuerpo-. ¡Eres un pervertido! –Lo acusó injustamente.

-¿Perdona? –Se rió, mientras con una mano le apartaba un mechón que tenía encima de la mejilla, rozándola un instante, el suficiente para que su corazón empezara a bombear de forma alarmante-. Si mal no recuerdo, tú eres la que estaba en la ducha mirándome… ¿Por cierto, te gustó lo que viste?

-¡Estás desnudo encima mío! –Le señaló alarmada y furiosa.

-Cierto –Sonrió-. Y antes, lo estaba delante de ti y no pareció importarte. ¿Por qué te enfadas ahora?


¿Pues por que no era lo mismo ver, que sentir? No, no señor…. Que se lo dijeran a su cuerpo en aquel instante.

-¡Vete al infierno, Marcus! –Masculló antes de un pequeño intento de morderle en el hombre para poder liberarse.

-Yo que tu, no haría eso –Comentó en un tono sensual y divertido-. Puede que me excites más de lo que francamente estoy en estos momentos… Date cuenta que me encuentro desnudo y tú bajo mi cuerpo, en constante roce. ¿Y verdad que no quieres alarmarte cariño? –Rió, ante los ojos como platos de ella.

-Eres un cerdo –Lo acusó, sin credibilidad en sus palabras.

-Sabes que mientes, Marta. ¿Cuanto tiempo más vas a estar resistiéndote a lo inevitable? –Acercó sus labios de forma peligrosa al cuello-. Dímelo, Marta. Cuanto tiempo nos vas a negar lo que estamos deseando desde prácticamente el primer momento que nos vimos. Sabes que es inevitable. Tarde o temprano, ocurrirá. Puede que sea esta noche, o de aquí a una semana. Lo único que puedes hacer es ir retrasándolo, pero ya sabes lo que ocurre con ello. El deseo, o la pasión son cosas que también crecen por la espera. Aunque por mí mismo, voto por que nos rindamos en éste momento… -Le susurró, antes de empezar a repartir besos por su dulce cuello. Lo estaba haciendo aposta, no quería dejarla pensar. Y la verdad, es que lo estaba consiguiendo de una forma realmente alarmante. Cerró sus ojos ante sus caricias, rindiéndose nuevamente al placer que estaba sintiendo.


Con la respiración contenida, levantó sus brazos con cierto temor ante el placer al que se iba abandonar  y los posó en la ancha espalda de él, en apenas un roce. Aún no estaba segura del todo, desde muy dentro su mente aún luchaba en una pequeña batalla. Pero sabía que Marcus tenía razón en sus palabras. El deseo estaba latente ahí, y en ningún momento desaparecería por mucho que ella quisiera. Solo hacía que latir cada vez más fuerte…


Lo reconocía, Sabrina había sido más fuerte y afortunada que ella. Era el segundo día que Marcus llevaba allí, y se iba a rendir a él. Sin embargo, su amiga había luchado mucho en la cama. Cierto, que había estado a punto de sucumbir muchas veces con la tentación de Lucas, pero había sido más firme que ella. ¿Por qué no podía ser ella igual?... Por que simplemente le gustaba mucho como besaba Marcus sus labios, como estaba haciendo en aquel momento. Ella era una mujer, y como toda mujer tenía derecho a satisfacer su vida sexual. Donde quisiera, como quisiera y con quisiera… Pero aquel era su problema. El con quien suyo, no era el adecuado. Bueno sí, había que indicar que era el sueño de toda mujer desde los quince hasta los noventa años de edad. Pero todo era por un interés. Ganar la batalla… Él, simplemente quería llevársela a la cama, por que se lo había negado muchas veces. Y Marcus, era de los que no podían aceptar un “no”, como única respuesta. Y por supuesto, que ella también quería acostarse con él. Pero lo quería con el paquete incluido. Novios, matrimonio, hijos, perro… Ya había llegado a un punto, en el que pasaba desde hacia mucho tiempo del sexo de una sola noche. Sí, aquello es lo que tenía que hacer… Que Marcus se enamorara de ella, en aquellas dos o tres semanas. Sí, ciertamente se estaba volviendo un tanto loca… Sabía que era una tarea imposible. Pero iba a poner toda la carne en el asador, iba a seducirlo… Más bien, quería volverlo loco de deseo. Que se diera cuenta de que quería algo más que un simple revolcón.


Satisfecha con su decisión, pero insatisfecha en su deseo, dejó de participar en el ardoroso beso, sonriendo con una gran sonrisa.


-Pues lo siento mucho, Marcus –Lo miró a los ojos sin ningún temor-. Pero créeme, que hoy tampoco va a ser ese día.

-¿Cómo? –La miró un tanto confuso por la abrupta interrupción.
-Que hoy no –Se rió a carcajada, bajo su cuerpo. La actuación le estaba saliendo como la seda-. Que no lo niego, como te dije aquel día… Me gusta besarte, es entretenido… Pero no pienso tener aún un revolcón contigo. Necesito pensarme, cuando será el momento –Intentó parecer lo más creíble posible al decirlo todo con cierto tono de seriedad.

-¿Qué cuando será el momento? –Ante aquellas palabras, Marcus se apartó de ella dejándola libre al fin de tanto músculo duro… -Cariño, no tienes que pararte a pensar nada. Lo único que veo aquí, es a una jovencita gallina. Eres la típica chica que lanza la piedra, y después esconde la mano.

-¡Como te atreves! –Se molestó un poco por aquel comentario. Pero puso enseguida una sonrisa, para disfrazar su enojo y devolverle el insulto, mientras se levantaba de la cama y se dirigía a la puerta-. Es obvio, que lanzas estos pocos eh ingenuos comentarios, por tu frustración sexual. Quieres mi consejo, metete un rato en la ducha para sofocarte no vaya a ser que te topes con algún familiar mío y la tomes también con él, por que no has descargado tu adrenalina…


Y dicho aquello, cerró la puerta con el cuello levantado con gran orgullo mientras dejaba a un Marcus, con la boca abierta por sus palabras.


Quince minutos después, de lo ocurrido en el dormitorio. Un Marcus bajaba vestido a la cocina, en donde se encontraba con María y Jaime.


-¿Qué te marchas? –Preguntó preocupada la mujer, después de ver la actitud de su hija hacia él.

-Sí, pero vuelvo en una hora –Comentó rápido para tranquilizarla-. Además, hoy cocinamos los hombres…

-Sí, como nos quitaron nuestra especialidad ayer… -Se quejó Jaime.

-¡Oye! –Le empujó con suavidad su madre-. Que la paella nos salió buenísima…

-Cierto, estaba riquísima –Apoyó Marcus, guiñándole un ojo a la mujer.

-Sí, sí… -Dio la razón a lo loco-. Haremos ensalada de pasta y carne a la brasa. ¿Estarás aquí?

-Sí, contar conmigo para ayudar. Voy al centro de la ciudad, eh quedado con una amiga para hablar de un posible concierto.

-¿Un concierto? –Preguntó Rosa, que entró en aquel momento-. ¡Eh, cuñado acuérdate de mí!

-Por supuesto, te pondré en primera fila con toda tu familia.

-¿Y con quién es ese posible concierto?

-Rachel Cross.

-¡AH! –Chilló emocionada-. ¿Cuándo? ¿Dónde?

-Eso es de lo que voy hablar –Rió divertido, por la actitud de la joven.

-¿Puedo acompañarte?

-¡No! –Zanjó su madre con voz cortante y autoritaria-. Cariño, estorbarías a Marcus. Así, que no empieces con tus pucheros que te conocemos muy bien… Marcus, mejor vete ya antes de que se te cuelgue del cuello –Bromeó su madre, pero instándolo a que se marchara pronto, sin fiarse del todo de su hija.


Salió un momento al jardín, y con la mirada buscó a Marta. Ésta se encontraba sentada con las mujeres en las tumbonas. Con sonrisa en la cara, se acercó a ellas con cierto caminar felino. Quería ponerla en alerta…


-Tú magnífico hombre –Comentó Patricia en un susurro y con tono divertido-, se acerca hacía aquí vestido para matar. ¿A dónde va?


¿Vestido para matar? Con gran curiosidad, se giró un momento para quedarse helada. Sí, estaba muy atractivo con aquel conjunto de lino color blanco. Estaba claro, que resaltaba perfectamente con su tez morena… ¿A dónde diantres iba? ¡Se marchaba de allí! Pensó alarmada por un segundo. Puede que hubiera agotado su paciencia con la pelea anterior, y decidiera acabar con aquella tontería marchándose de allí… Si era así, había perdido su oportunidad. Pensó con gran pesar…


-Hola chicas… -Las saludó con gran sonrisa, mientras se agachaba al lado de ella y ponía su cabeza al mismo nivel que la de ella. ¡Que ojos tan bonitos! Pensó en un suspiro, Marta. ¡Basta! ¡Que idiota que llegaba a ser!...

-¿Dónde vas tan guapo? –Se le adelantó Patricia.

-Eh quedado con una amiga, para tomar algo… -¡No! Pensó Marta-. Y hablaremos sobre un posible concierto… Venía a  despedirme de mí niña. Vendré en una hora, tesoro –Aquello no le gustaba nada. ¿Qué amiga? ¿Qué era aquel sentimiento de posesión, jamás lo había tenido? ¿Celos?... Sí. Madre mía, estaba celosa de una mujer que no conocía aún…-. ¿No te importa verdad? –La miró a los ojos fijamente, y pudo ver en ellos la burla bien dibujada. Lo estaba haciendo aposta.

-No –Intentó sonar ni dura, ni celosa. Pues todas estaban más que pendientes de su respuesta-. Puedes ir tranquilamente…

-Bien… -Y acto seguido, sin esperárselo para nada le pasó una mano por la nuca para atraerla hacia él, con cierto gesto brusco. Y plantarle con todo el descaro del mundo, un magnífico beso-. A mí, también me gusta besarte –Le susurró en el oído después.


Las mujeres allí presentes, se habían quedado calladas ante tal arrebato de pasión llevado a cabo por Marcus, en aquel beso.


-¿Secretitos de pareja? –Preguntó una de sus primas, no sabía cual, pues no había puesto sus cinco sentidos en ello. Tres de ellos, aún se encontraban saboreando aquel contacto-. Yo también quiero enterarme –Volvió a comentar aquella voz con humor.

-No son aptos para las menores de edad –Respondió él divertido, a una de sus jóvenes primas.
-¿Y quién es esa amiga? –Preguntó con mucha curiosidad su tía Antonia.

-¡Tía! –La regañó Marta, una vez que sus sentidos volvían a estar en alerta.

-Con Rachel Cross... –Soltó la bomba, sin quitarle de forma disimulada el ojo a Marta.

-¿Quién es esa? –Volvió a la carga su tía, sin haberle importado la regañina de Marta.

-Una cantante inglesa, muy atractiva –Señaló Celia.

-Sí, ha salido con un montón de famosos… -Continuó Patricia-. Incluso ha participado en alguna que otra película.

-Y decís que no sois cotillas del mundo de los famosos –soltó con ironía Marta.

-¿Tú has mantenido algún romance con ella? –Volvió con descaro su tía Antonia, haciendo que todas se callaran en espera de su respuesta.

-¡Tía Antonia, por favor! –Masculló colorada Marta, pero en el fondo estaba deseando averiguar cual seria su respuesta.

-¡Qué! –Levantó los hombros-. Solo estoy preguntando algo, que si es verdad ya habrá salido en las revistas… Pero, sin conocerte no te teníamos en cuenta hijo mío.

-No se preocupe –Rió Marcus-. No, no eh salido con ella en el sentido que usted me pregunta. Solo somos buenos amigos. Y con todos los hombres que le han colocado, solo se ha liado con tres. Dice que lleva enamorada de un hombre hace mucho tiempo, pero que éste no le hace ningún caso.


¿Sería ese hombre, Marcus? ¿Le ocurría lo mismo a Rachel que a ella? Vería que Marcus, no era un hombre de mantener una relación seria, más de un par de meses dentro de la cama. Empezaba a sentirse un poco preocupada.


-Bueno, me marcho chicas. Nos veremos de aquí a un rato.


Se despidió de las chicas con la mano y a ella le guiñó el ojo. No le quedó más remedio que sonreír de manera forzada, pues su mente se encontraba trabajando.


-No tienes por que preocuparte –Le tocó su tía en el hombro, en un gesto de transmitirle ánimo.

-¿Cómo dices, tía?

-Quiere decir –Empezó su cuñada Ana-, que serías tonta de preocuparte por esa mujer.

-¿Quién dice que me preocupo por ello? –Soltó con un poco de brusquedad.

-Tú cara y tu mal humor –Se rió Patricia.

-No es verdad –Se quejó, sin dar asomo el buen humor.


-No seas así, Marta –Rió su hermana Celia-. Vemos perfectamente, que aún estás enfadada con él. Vergüenza debería de darte –Le recriminó ésta-. Con lo mucho que te quiere. Solo tenías que verlo, cuando te golpeó antes el palo de la cancha. Y esas miradas que te echa…

-¡Marta! –Interrumpió su madre desde la puerta de la cocina-. ¡Tú móvil está sonando!


Se levantó corriendo, deberían de ser las chicas. Había sido salvada por la campana. No quería volver a escuchar lo buen actor que resultaba ser Marcus. Tenía a todos convencidos, de su amor por ella. ¡Ilusos! Muy enfadada, le cogió el móvil a su madre de sus manos y se dirigió hacia su dormitorio. Necesitaba intimidad.


-¿Sí?

-¡Hola! –Habló Susan-. ¿Cómo estas guapa?

-No quieras saberlo… -Masculló.

-Vaya… Veo que necesitas vacaciones nuevas para cuando vuelvas, eso o te regala Thom un saco de boxeo para tu mesa…

-Posiblemente, ninguna de las dos opciones me desagradan.

-Entonces, es de suponer que aún no has mantenido un fabuloso sexo con Marcus.

-Tú, tan directa como siempre… Veo que en eso no cambias. Y no, no me eh acostado. Aunque tentaciones y posibilidades, a cada minuto del día. Se que caeré, no soy tan fuerte como Sabrina.

-Sabrina, como tu dices… Estuvo a punto de caer muchas veces, pero creo que quien la ayudó, fue el que todas nos encontráramos en Sicilia.

-Pues veniros aquí –Clamó un tanto desesperada.

-Ya me gustaría, pero no creo que Thom nos deje… Pídeselo a Sabrina.

-Que graciosa, se encuentra en su feliz luna de miel….

-Le quedan unos cinco días, creo…

-No quiero molestarla, me sabría muy mal.

-¿Pero una cosa, dormís juntos en la misma cama?

-Sí –Resopló con cierto pesar-. Y no puedes imaginarte lo duro que se me hace.

-Me lo imagino –suspiró también un tanto frustrada-. ¿Y tú familia?

-Oh, encantada de la vida. Es un puñetero cabrón –Insultó por el ataque de nervios que llevaba encima-. Se los ha ganado a todos… Ahora, se ha ido con Rachel Cross…

-¡Vaya! Es una mujer increíble…

-No me digas…

-¿Eso son celos?

-No –Negó sin ningún tipo de credibilidad.

-Sí –Afirmó su amiga-. Marta, tienes que acabar con esto. No dejes que te afecte tanto, vas acabar haciéndote daño…

-Tú, te has acostado con bastantes hombres, y mírate…

-Sí, mírame –Respondió con voz dura-. Son muchas veces, las que me arrepiento de mi vida independentista. Marta, me encuentro totalmente sola… Me eh dado cuenta, de que quiero el paquete feliz que desea toda mujer en ésta vida. ¡Pero no se lo digas ni a Sabrina, ni a Karolaine!

-Sí, puede que se te echaran un poco encima –Rió.

-Sobre todo, Karolaine. Antes, quiero enseñarle un par de cosillas de los hombres.

-Hombres… Lo único que hacen es complicarnos la vida a cada momento –señaló Marta con pesar.

-¿Hija, quién iba a decir que te ibas a enamorar de Marcus?

-¡OH, quieres callarte! –Se molestó-. No estoy enamorada de él, no quiero estarlo…

-Eso mismo decía Sabrina, y en pocos días tenía una relación de amor y odio, hacia Lucas. ¡Anda mira! –Se burló con todo el descaro que pudo-. Es lo mismito que te ocurre a ti…

-¿Para qué se supone que me has llamado, para apoyarme o para hundirme más? … -Le reprochó con cierto enfado en la voz.

-No te me enfades, sabes que me preocupo por ti.

-Pues quien lo diría…

-Marta, no estoy diciendo ninguna mentira y lo sabes… ¡Maldita sea, estas enamorada de Marcus! ¡Admítelo! Y como no hagas nada, puede acabar la cosa mal…

-Oh, bien…

-Pues si quieres que acabe bien, empieza a luchar jolines. Sedúcelo, demuéstrale quien eres…

-Pues de eso, me tendrás que dar un par de lecciones por teléfono… -Soltó con cierta diversión.

-Pues ya estas cogiendo una hoja y lápiz –Rió, por lo que iba a ser un rato divertido de apuntes.


Después de veinte minutos más, Susan colgaba el teléfono. No le había contado nada a su amiga de Zack. No se había atrevido. Ella aún se sentía confusa con sus sentimientos hacia él. Quería estar segura, de que no le ocurría lo mismo que a Marta. Increíble, con todos los hombres que había estado se había ido a fijar en el más…  Una llamada a la puerta, la sacó de sus pensamientos.


-Adelante -¿Quién podía ser?

-¡Hola cariño! –Saludó Helen en un tono de voz alegre-. ¡UY! Hola Susan. ¿Y mi marido?

-En la sala de juntas, le queda una hora más o menos. Yo me vine aquí, para hablar tranquilamente con Marta.

-¿Cómo le van las vacaciones?

-Es verdad, a ti no te hemos dicho nada…

-OH, OH… -Se acercó y se sentó en una silla-. ¿Qué ocurre ésta vez?

-Otro queridísimo amigo de tú marido y Lucas…

-¿Marcus? –Preguntó extrañada.

-Acertaste –Sonrió-. Se ha presentado delante de toda la familia de Marta, como su novio…

-¡Qué me estas contando!

-Lo han puesto a dormir con ella, el muy cretino se los ha metido a todos en el bolsillo.

-Pobre Marta –Susurró-. Ya en Italia, no la dejaba tranquila… Debe ser su peor pesadilla ahora. Todo por culpa de Lucas. ¿Pero qué es lo que quiere?

-Supongo que un poco de venganza, por las bromitas que le hizo ella. Y creo que conseguir su objetivo de llevársela a la cama…  El día de la boda, estuvieron nuevamente a punto. Pero se le encendieron las luces a Marta y lo rechazó…

-¿Y también está mi marido metido en éste nuevo lío?

-Creemos que sí –susurró nerviosa-, como habría averiguado sino su paradero.

-Entiendo… -Se notaba su enfado-. A éste le voy a tener que dar una pequeña lección.

-Helen, por favor –Le pidió-. No hagas nada, sino nos la cargamos. Son hombres, amigos y se apoyan. Lo mismo que hemos hecho nosotras…

-Por eso mismo, que se apoye en sus amigos… -Soltó en tono de conspiración-. Verá ésta noche.

-Sinceramente, me das miedo –Rió la chica.



                                                        ***


-¡Hola Marcus! –Saludó Rachel, cuando su amigo se acercó a su mesa.

-Hola preciosa –Se inclinó y le dio un beso en la mejilla-. ¿Hace mucho que me esperas?

-Un pelín –le guiñó el ojo-, pero a ti te lo perdono…

-¡UY, UY! –Rió-. Me parece que alguien se ha ganado tu mal humor hoy…
-¡Que va! –Rió.

-¿Entonces? –Inquirió, mientras llamaba la atención de un camarero-. Un agua con gas, por favor  y… -La miró.

-Una coca-cola –Suspiró-. Creo que es muy pronto para emborracharme.

-Ves como no me engañas. ¿Qué te ocurre?

-Nada –Contestó con sequedad.

-Rachel…

-¿Soy una cantante estúpida? –Soltó de repente.

-¿Cómo?

-¿Soy una famosa engreída o algo por el estilo?

-Un segundo…

-¿O me comporto como una mujer fatal?

-¡EH, EH!... –Le sujetó con cariño las manos encima de la mesa-. ¿Qué te ocurre preciosa? Sabes de sobras, que no cumples ninguna de esas estupideces. ¿Quién te ha dicho esas cosas tan horribles?

-Nadie, yo misma… -Empezó a llorar, mientras el joven camarero les serbia las bebidas.

-Ya me estas contando el por que de esas tonterías –Soltó severo, mientras le acariciaba con cariño la mejilla, quitándole rastro de sus lagrimas.

-No deberías de ser tan cariñoso en público conmigo –Le regañó divertida-. Luego saldrá todo o en un programa del corazón o en alguna revista, y que es lo que dirá tu novia…

-No iría mal que se pusiera un poco celosa –Señaló-. Pero no nos desviemos del tema principal.

-El tema principal, es un concierto en donde cantemos tu y yo –Siguió haciéndose la loca.

-Rachel –La avisó con ternura.

-¡Está bien! –Soltó un tanto exasperada-. Richard, vuelve como mi guardaespaldas personal.

-¿Y supongo que eso esta bien? –Comentó sin estar muy seguro de que decir.

-Como guardaespaldas, es el mejor que eh tenido. Y bueno, dicen que es uno de los mejores…

-Fue quien pilló al inútil que te mandaba aquellas cartas, verdad… ¡Un segundo! –Soltó alarmado-. ¿Te están volviendo acosar?

-No… Bueno, sí –Se puso colorada.

-¿Qué ocurre Rachel? Se que me estas ocultando algo.

-¡OH, Marcus! –Sollozó-. Creo que me acabo de meter en un gran lío…

-¿Qué has hecho pequeña, para decir eso?

-Engañar a la ley…

-Seguro que por alguna equivocación, o por…

-Es aposta –No podía mirarlo a la cara. Le daba mucha vergüenza confesarle todo.

-Empieza a explicarlo todo –Zanjó en una orden y cruzándose de brazos, mientras la miraba con seriedad.

-¿Pero me prometes que no te vas a enfadar conmigo? –Le rogó en tono de súplica.

-Eso cariño –rió condescendiente-. No te lo puedo prometer de antemano.

-Lo hice por Richard –Confesó al fin.

-¿Por Richard, no comprendo?

-Bueno… -Soltó aire, antes de empezar-. Verás, esta vez las cartas que en teoría me manda un anónimo loco, me las estoy mandando yo misma. Sabía que si me volvía a ocurrir algo así, él pediría el caso…

-Tú estas mal de la cabeza –Le señaló sin comprender-. ¿Pero para qué toda esta tontería? ¿Sabes lo que te puede ocurrir como se enteren?

-No lo has entendido. Si él se entera de que me ocurre algo, pide el traslado. Totalmente de forma voluntaria… ¿Sacas ya conclusiones?

-¡Y no crees preciosa, que llamándolo por teléfono y invitándole a cenar hubiera sido más fácil y legal! –La regañó de manera dura.

-¡Todos los hombres sois idiotas! –Le chilló enfadada-. No hay quien os comprenda. Él sabe que lo amo, y yo sé que él siente algo por mí. ¿Pero qué es lo que hace? Alejarse de mí. Pero si alguien me amenaza, vuelve… ¿Tu lo comprendes? ¡Por que yo no!

-¿Entonces, del hombre que siempre has dicho estar enamorada es Richard?

-Sí.

-Menudo par de idiotas que sois. Te doy dos días para que se lo digas todo, sino lo haré yo. Lo que haces, el engañar a la policía es un delito y grave.

-¡No puedes hacerme esto! ¡No te pongas de su parte!

-¡Es que lo que haces es de tontos! –Le señaló muy enfadado-. No seas tan cobarde, y pregúntale todo a la cara.

-Pero…

-No quiero peros, ni hablar más de este tema –Ordenó-. ¿Me has oído? –Ella asintió con un gesto resignado de cabeza-. Bien, pues hablemos ahora de nuestro trabajo.


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