viernes, 19 de abril de 2013

Cuento 2º Aniversario " Saltando Chispas" 2 Parte


Salía del ascensor, cargada hasta los topes con unos informes que le había dado Maude el día anterior en casa de su tía, estando ya la mitad de éstos revisados y clasificados por las manos de Karol. Solo tenía que revisar y clasificar la otra mitad en sus ratos libres de trabajo. Aunque conociendo aquel hombre, sabía sabiamente que no le quedaría más remedio que llevárselo a casa para terminarlo. ¿Cuándo acabarían por extinguirse ogros como aquel?
El reloj que tenía en la pared tras su escritorio, marcaba las siete menos cinco de la mañana cuando dejaba todos aquellos informes en un lado, para quedarse quieta mientras miraba a su alrededor estudiando todo. Aquel sitio tan gris, iba a ser su lugar de vacaciones en las próximas semanas. Y no le gustaba para nada, pensó con cierto puchero en su rostro.  Por suerte, se había traído su planta que había colocado en…
-¡Oh! –Gimió sorprendida, al ver que no se hallaba en el poyete de la ventana.  
Si mal no recordaba, creía haberla subido en el anterior viaje que había hecho a su coche por sus pertenencias. ¿En dónde estaba? Con los brazos en jarra, miró por la sala para soltar veloz un quejido de protesta al hallar su preciosa planta sobresaliendo algo de la papelera. 
¡Quien había sido el infame! La sacó veloz, para inspeccionarla y respirar con calma al ver que no había sufrido daño alguno. Volviendo a depositarla en el mismo lugar que antes, sabiendo que le llegaba luz natural de la ventana y aquello, le daría más vida a ella y a su entorno.
Suspirando nuevamente, volvió a dirigirse hacia el ascensor para bajar al coche por última vez y subir lo que le quedaba.

A su vuelta, en su rostro apareció un ceño fruncido a causa de ver que había vuelto ha ocurrir. ¿Cuánto rato había pasado? ¿Cinco minutos, quizás diez? ¡Quien era el gracioso que había vuelto a depositar la planta en la papelera!
Rabiosa, dejó caer al suelo la caja que llevaba para caminar dos pasos y reclinarse sobre la papelera, extraerla por segunda vez y dejarla en el poyete.
-Yo que tú, dejaba eso de donde lo sacaste –Comentó tras ella una voz masculina y cortante.
Ahora lo comprendía todo, aceptó volteando los ojos al techo al saber que ya comenzaba el enfrentamiento en aquel lugar.
-Yo que tú, cerraba el pico.
Gruñó mirándolo por encima del hombro, volviendo a depositarla con gran confianza en el lugar que había escogido para ella.
-Esto –Abarcó el hombre con sus manos el lugar-. Pertenece a mi despacho. Y me niego a que traigas distracción aquí –La miró con aire de grandeza, como siempre hacia con ella.
-Resulta –Se dio la vuelta, con los brazos en jarra lista para encararlo sin temor alguno-, que la planta se queda aquí. Me importa un rábano si crees que resulta un punto de distracción, pero no pienso aceptar según que idioteces me pidas.
Rebufó cruzándose de brazos, y dando varios golpes al suelo con la pierna derecha.
-Es lo único que me faltaba, encima que vengo a sustituir a Karol –Renegó entre dientes.
James, achicó la mirada al tiempo que daba un paso a ella algo dudoso.
-¿Qué fue eso último que señalaste? –Demandó tajante.
-Que no pienso dejar que me trates como a un trapo, mientras sustituya por un mes a Karol –Volvió a repetir algo extrañada, al ver como el labio del hombre se tornaba cada vez en una línea más recta a causa del  enfado que comenzaba a hervirle por el cuerpo.
Pasaron unos segundos, en los que éste seguía mirándola con ojos furiosos pero sin decir nada. Hasta que volvió a reaccionar, aspirando con fuerza y alzando una mano para indicarle con gesto airado que permaneciera allí quieta. Desapareciendo él entonces, en dos grandes zancadas a la habitación contigua, sin molestarse siquiera en cerrar la puerta.
Al segundo, la sala se llenó de sus gritos al teléfono.
-¡Acaso te crees que soy idiota!
Lo escuchó vociferar desde su despacho. Obvio, que había llamado a Maude.
-¡No me pongas el embarazo de mí hermana por medio! Prefiero estar solo y sufrir, que tener que ir detrás de un cachorro que lo revuelve todo… ¡Pues lo arreglas tú!
Aulló lo último con gran énfasis, antes de colgar el aparato con un fuerte estrepito. Pareciéndole imposible, el hecho de que no hubiera perforado la mesa con aquel gesto.



Bien, lo mejor sería volver a trasladar sus pertenencias al coche. Pensó con mal humor, por todo el esfuerzo empleado y desechado, agarrando su planta y obligándose a espirar y expirar, para no entrar dentro de la guarida del demonio y estamparle la maceta en su cabeza.
Sabía que había sido una completa estupidez, el dejarse convencer por aquellas dos tramposas. Si no había podido llevarse bien con James, en los doce años que lo conocía  a él y su familia, había que estar charado para creer que en tan solo tres minutos iba a lograrlo y menos, que durara un mes completo.
Iba de camino al ascensor con la planta, su bolso y un par de cosas portables, cuando la voz dura de él la frenó en seco.
-¿Dónde se supone qué vas? –Sonó completamente frío, sin ningún calor en su tono de voz.
-A la perrera te aseguro que no –Respondió con cierta altivez, volviendo a darse la vuelta para encararlo con cierta furia.
-Demonios…
Comenzó hablar, pero fue tal la tentación que no pudo evitar el cortarle a media frase.
-Nunca mejor dicho –Se rió en tono socarrón, y mirando por encima del lugar si había alguna cosa que podía bajar en aquel viaje.
-No quería decir eso… -Rebufó como un toro apunto de embestir-. Y espero que tú tampoco.
-Por favor, James… -Volvió a reír al tiempo que volteaba los ojos al techo, sin importarle que él lo viera-. Nos conocemos de sobras.
-No le veo utilidad alguna a las plantas –Intentó disculparse a su manera, pero siendo tosco en el intento.
-Pues suerte que no le encuentras utilidad alguna –Respondió empleando cierto sarcasmo y agarrando una cajita pequeña con utensilios de oficina-. Son quienes limpian y dan oxígeno. Algo que tú también utilizas para poder ser el ogro que eres… ¿O era Lucifer? Sácame de dudas... ¿Hace falta oxígeno en el infierno?
Por un momento, James se la quedó mirando en silencio. Sin mover si quiera una pestaña. Para después, alzar las manos al aire y darse media vuelta al tiempo que gruñía feroz.
-¡Lo intenté!
Iba a responderle. Tenía el ataque en la punta de la lengua, pero el sonido de su teléfono móvil la interrumpió de hacerlo. Y más, viendo la suerte que tenía al ver quien era la persona que llamaba.
-Hola Maude –Soltó con cierta mueca en su tono-. Sí, me hallo en la guarida de Drácula –Rió divertida, al ver como el hombre se giraba con los puños apretados y la miraba con chispas en los ojos.- Ni por todo el oro del mundo, voy a dejar que me chupe mi vida éste vampiro –Siguió hablando sin importarle que él estuviera allí, prestando suma atención a todas sus palabras-. Lo siento, tendrás que acudir a una ONG de secretarias… Puede que allí encuentres a un saco de pulgas, más apto que yo. Eso, díselo a tu hijo que es quien me compara con un cachorro inepto…
-¡No quería decir eso! –Rugió cerca de ella, a punto de reventarle los tímpanos cuando aún la sorprendió más, al arrancarle de las manos el aparato de teléfono.
-¡Oye, es mío! –Protestó indignada por aquel bruto comportamiento-. Muy bien, ahora vendré a buscarlo… -Resopló dándole la espalda y dirigiéndose al final de la sala, en donde se hallaba el ascensor.


Unos cinco minutos después, con las pocas cosas que había bajado bien puestas en el coche, se hallaba en el descansillo del vestíbulo de aquel indeseable edificio para coger nuevamente el ascensor. Cuando no se esperó para nada la sorpresa que le llevó el aparato al abrir sus puertas.
Allí, delante suyo tenía al honorable Lucífer, impidiéndole el paso al elevador.
-¿Te apartas? –Inquirió borde y cruzándose de brazos-. Quiero subir a buscar el resto de mis pertenencias. Además, creo que te equivocaste de planta –Soltó con cierto deje despótico.- Tu oficina principal, se halla unas cuantas plantas por debajo de ésta.
-Muy graciosa, Ashes –Casi sonrió, para salir del habitáculo metálico y empujarla unos pasos atrás.
-Suerte que soy graciosa y al menos, conservo mis oídos –Rebufó al verse empujada lejos del aparato-. Te dije que me dejaras entrar –Recalcó enfurruñada al ver como se cerraban las puertas del elevador.
-Lo oí –Replicó volteando los ojos al cielo con cierta frustración encima-. Dios mío… -Susurró en tono apenas audible y pasándose una mano por el rostro, con cierta impaciencia-. Acepté –Confesó incrédulo.
Lo miró por un momento con el ceño fruncido al verlo tan compungido, para después comenzar a forcejear por el agarre de sus fuertes manos, y verse arrastrada en dirección a la zona de coches.
-Me importa un rábano lo que aceptaras –Decía mientras peleaba con aquel armatoste sin éxito alguno-. Yo solo deseo marcharme lo más lejos que pueda de este edificio sombrío.
-Te marcharas cuando llegue tú hora –Sentenció éste deteniéndose de súbito-. Y eso, será a la una del mediodía para comer. Ahora, vayamos a coger lo que bajaste y pueda hacerte falta. Incluyendo tu dichosa planta milagrosa… -Soltó en un gruñido, volviendo a estirar de su brazo sin importarle que ella tuviera alguna respuesta.
-Desde luego que a ti un loquero te hace falta – No pudo evitar responder-. Esos cambios tan radicales, no son muy… ¡Olvídalo! No pienso cambiar de idea –Pudo librarse al fin de su arrastre dando un fuerte tirón de su brazo-. Ambos sabemos, que esto de estar juntos en un mismo cubículo de paredes con ventanas a cierta altura, es un suicidio.
-Ashes…
Suspiró con gran fuerza. Se le veía vencido.
-Me resulta imposible enseñar a una nueva secretaria en tan poco tiempo –Aceptó con cierta resignación-. Mi madre se halla de viaje, se que Karol puede decidir venir si hay un caos por aquí. Y por lo visto, creen que tú…
-Tú lo has dicho –Subrayó la última palabra con incredulidad-. Creen…
-Ahora mismo, prefiero eso a nada –Se alzó de hombros, dando un aire de persona humana. Vencible, como todos los demás.




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