jueves, 3 de enero de 2013

La elección 12°



Azize asistió a todas las actividades que debía asistir aquellos días y desempeñó el papel que se esperaba de ella, cuando terminaba se encerraba en la biblioteca  o en sus aposentos.
Estaba totalmente desganada, se preguntaba cómo había sido para su madre vivir aquella vida, si se había sentido tan sola como ella.

Aunque había una diferencia, su madre no había cargado el peso de ser quien se encargaría de gobernar. Su madre sólo había sido la compañera del rey, sin embargo la joven imaginó que aquel era igualmente un papel pesado.
Había abandonado sus paseos por el jardín y apenas si probaba bocado, acababa de despedir a su sirvienta que le llevaba una bandeja de comida, simplemente no tenía apetito.
Un par de horas después alguien entró, Azize estaba sentada en el suelo apoyada contra una pared y mirando hacia la ventana que daba al patio interior, ni siquiera se molestó en levantar la mirada. Seguramente venían a preguntar si necesitaba ayuda para acostarse.
-Su cena, Alteza – dijeron de pronto y ella se giró, era la voz de Cian. Venía cargando una bandeja.
-¿Qué haces aquí?-preguntó.
-Quienes la atienden están preocupados, dicen que no come bien. Así que les dije que yo me encargaría.
-Estoy bien. No necesito nada, puedes irte...-le dijo.
-Cuando la vea comer – discutió él y acercó una mesa baja, luego depositó la bandeja con comida y se sentó en el suelo frente a ella.
-No tengo hambre.
-Yo sí, cena conmigo, Azize- le pidió
-¿No has comido? – preguntó ella.
-No, he tenido un día muy ocupado. Mañana me iré a la frontera norte.
-¿Por qué? ¿Sucedió algo?
-Hubo algunos movimientos extraños y prefiero ver yo mismo cuál es la situación. No es nada grave, sólo quiero estar seguro. Así que entre los preparativos y todo eso, no hice tiempo para comer…-le dijo y con un gesto señaló la bandeja. Estaba cargada de manjares, carnes condimentadas, quesos, frutas y pan.
La joven suspiró y tomó un trozo de carne, lo masticó despacio y Cian hizo lo mismo.
Agradecía verla comer, aunque fuera a desgana, se había preocupado al saber que no se estaba alimentando correctamente.
La princesa jamás mostraba su debilidad, siempre era altiva, regia y un poco distante. No era el tipo de persona que mostrara sus debilidades, estaba acostumbrado a verla siempre controlada y eficiente aunque él también conocía otros aspectos de ella.
Sabía que era inteligente y que era poco más que una niña aunque lo ocultaba, siempre estaba en guardia, como él.
Sabía que le gustaba la vida al aire libre y los días cálidos. Sabía que ella no tenía mucha gente cercana, pues ser una princesa, más aún sin madre, era una vida solitaria.
Sólo la había visto relajarse cuando estaba con sus primas, o el día que habían ido a pasear a la ciudad. Ella se veía tan  feliz aquel día, hasta que  había descubierto a los guardias.
Sabía también que ella estaba enamorada de alguien y que  debía ser muy difícil aquel matrimonio en que se había visto inmersa.
A pesar de saber mucho de ella, no estaba muy seguro de cómo actuar cuando ella no se sentía bien.
Su rol de esposo era nuevo para él y  estaba muy desconcertado, antes se limitaba a cuidarla con su espada, ahora tenía que cuidarla de formas mucho más complicadas y en las que era inexperto.
Era todo un desafío, pero tenía la certeza de que no quería verla desanimada, le dolía.
Cuando la joven terminó de comer, él le alcanzo un paquete  que había apartado.
Azize lo miró con curiosidad, lo recibió y al desenvolverlo se encontró con unos pasteles de miel de los que habían comido en el mercado.
-Como te habían gustado antes, pensé que te agradarían como postre…--explicó Cian torpemente.
-¿Son de ese lugar?
-Sí. No están calientes, pero deben estar ricos, pruébalos…
-¿Los buscaste tú? – preguntó ella conmovida por el gesto. Aunque era posible que hubiese enviado a alguien a comprarlos.
-Sí, fui a comprarlos yo mismo, la vendedora te envío sus saludos, se acordaba de nosotros, y creo que incluso puso alguno demás.
-Gracias …-dijo Azize y se llevó uno a la boca. Sabían dulces y sabrosos, tal como los recordaba. Comió con verdaderas ganas, saboreándolo.  Ella le ofreció uno y él aceptó, lo alegraba verla disfrutar del dulce.
Estaba satisfecho de poder haberle cambiado el ánimo con algo pequeño. Sonrió al verla llena de migas nuevamente, se incorporó un poco y se inclinó sobre la mesa para limpiarle los labios con los dedos. Era el mimo gesto del mercado sin embargo los dos fueron súbitamente conscientes de que la situación era distinta.
Antes había sido a la luz del día, en un lugar público, ahora estaban los dos solos, de noche en los aposentos de Azize.
Ella se sonrojó, él se apartó y se puso de pie de prisa.
-Debo irme – dijo bruscamente y la joven asintió.
Cuando llegó a la puerta, Cian se detuvo.
-Mientras esté ausente, estará custodiada por varios de mis mejores hombres, espero que no salga el Palacio ni haga nada imprevisto. Ya hablé con el rey y acordamos  que sus actividades oficiales se suspendan.
-¿Mi propio Palacio es tan peligroso? -  preguntó ella.
- Estoy haciendo todo lo posible porque no sea así, pero me temo que aún la situación no se ha resuelto.
-De acuerdo, comandante – le dijo ella y él comprendió que estaba enojada.
-Azize – la llamó con suavidad y ella levantó la mirada, entonces prosiguió intentado explicarse lo mejor posible- No hago esto para limitarte o mantenerte encerrada, sino para protegerte, me preocupa que algo suceda mientras yo no esté. Sólo quiero que estés a salvo. Preguntaste si pasaría lo mismo con una esposa que no fuera una princesa, dije que no porque en realidad si mi esposa no fuese una princesa probablemente no correría tantos peligros y yo tampoco podría disponer de un ejército  para cuidarla, mi espada tendría que bastar. Pero eso no significa que no desearía hacerlo, mujer común o princesa, quiero que mi esposa esté segura…- dijo y ella lo miró con sus ojos muy abiertos, entendiendo lo que le quería explicar. Entendiendo  que su preocupación por ella trascendía su deber como comandante.
-Cian, cuídate cuando estés en las fronteras…-  dijo ella como señal de paz y él asintió ligeramente, luego se marchó.




2 comentarios:

  1. Aaaah me encantó Nata! Realmente, es una historia tan dulce y hermosa, no puedo esperar para continuar leyendo. Gracias por el nuevo capítulo :)

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  2. Oh, espero no le pase nada, y espero que se lleven mejor jijiji...

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