jueves, 24 de enero de 2013

Inocencia Robada cp 11

¿Por qué no le respondía de forma inmediata? No era una pregunta con respuesta difícil… Sin embargo, así parecía al ver el manto de indecisión y tristeza en aquel atractivo rostro. Incluso su doctor, mostró cierta incomodidad. Pero hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, dando permiso al otro hombre, suponía que para responderle.

-Siempre he tenido un papel importante en tu vida –Dijo caminando hacia ella, para detenerse a escasos pasos-. Pero desde hace muy poco –la miró por unos segundos a los ojos con cierta ternura reflejada en los suyos-. Soy tu marido.

-¿Perdona? –Se le escapó con cierto pito de histeria-. ¿Has dicho que eres mí marido? –Preguntó con gran incredulidad y mirando también al doctor, quien asentía nuevamente con la cabeza.
-Me has oído bien –Dijo Paul con tono calmado, ante la sorpresa de la chica.
-Pero… Yo… -Estaba más que sorprendida, no tenía palabras para aquello. Se alzó la mano izquierda en busca de una alianza. Estaba segura, que cuando despertó no vio ninguna-. No llevo anillo… -Susurró muy bajo.
-Se halla en el joyero –Medio mintió Paul, pues de cierta manera allí se encontraba el futuro anillo que le compraría como símbolo de su unión-. Te iba un pelín grande… Ya te dije, que hace apenas pocos días que nos hemos casado.
-¿Cómo cuantos días? –Preguntó aún confusa por aquella impactante información.
-Apenas unos días antes de que sufrieras el accidente –Suspiró con cierto pesar.
-Disculpa, que no… -Se sonrojó un poco al no recordar que tenía un marido y más avergonzada, por olvidar uno tan atractivo.
-No te preocupes pequeña –Alzó un brazo para sujetarle la barbilla con delicadeza-. Con el tiempo volverán tus recuerdos.
Notó como sus pulsaciones se animaban aún más, ante su cálido contacto. Sí, tenía algo de nervios. Era de lógica. Pero para nada le infundía miedo por tratarse de un hombre. Desde que hubo mantenido visión con él, solo se había sentido nerviosa. Agitada… No sabía muy bien decir a qué, pero si que su mirada la cautivaba. Y ahora, también añadía su contacto.
Aquello era increíble. Estaba casada con aquel vaquero. Era su marido… Pero no sabía nada de él. ¿Cuánto llevaban como pareja antes de casarse? ¿Cómo no se habían ido de luna de miel? ¿Acaso iba la cosa mal entre ellos antes de que perdiera la memoria? ¿Es decir, se amaban? ¡OH!... Contuvo el aliento por unos segundos, al ver lo acertada que era aquella pregunta. Pues ella, bien podía no recuperar nunca la memoria. Y tal vez, jamás volviera a ser la misma mujer, siendo aquello motivo suficiente para que su marido se cansara de aquel matrimonio.
Sus mejillas se encendieron, sintiéndose muy abrumada con una idea que le asaltó. ¿Le exigiría de inmediato sus deberes como esposa en la cama? ¿De verdad había hecho el amor con él?
-¿Te encuentras bien Janna? –Preguntó el médico, al ver cierto acaloramiento en sus mejillas.
-Yo… -Se giró a mirarlo, notando como aún se sonrojaba más por ser tal vez pillada en pensamientos algo cuestionables-. Sí… -Bajó la vista al suelo-. Me encuentro bien, solo intentaba recordar algo… -Mintió completamente azorada.
-No debes obligarte –Señaló el hombre-. Así, solo conseguirás un buen dolor de cabeza y frustración… -Se cruzó de brazos-. Bien, tú solo tienes que descansar –Sonrió-. Y no te preocupes, que seguro recuperarás pronto la memoria. No eres el primer caso –Le guiñó un ojo-. Venga, es hora de que Paul te lleve a casa ¿No crees? –Indicó posicionando las manos en los hombros de la chica y empujándola fuera de aquellas cuatro paredes.

¿Cómo podía su mente haber olvidado un lugar tan bello como aquel? Pensó nada más entrar en el camino privado de aquella enorme finca. Grandes árboles a cada lado del camino, balanceándose con la suave brisa que corría en aquel momento, te daban una bienvenida mágica, custodiando una preciosa y gran casa al final del camino. Allí vivía. Era su casa…
Cuando llegaron a la zona principal, del interior de la vivienda salieron las tres mujeres acompañadas por un atractivo hombre.  Tenía que confesar, que aún sin recordar quienes eran se alegraba de que estuvieran allí. Desde que sabía que era una mujer casada, que aún sentía más temor. Pero en parte, su temor era por no saber como actuar ante aquel hombre tan atractivo. Se sentía algo intimidada. Como si aún fuera una joven virginal, aunque había que estar loca para creer en una suposición como aquella, viendo el aura sensual por el que su marido estaba envuelto.
Se bajó del vehículo aún concierta timidez, sintiéndose un tanto incómoda cuando la saltó la mujer más rolliza con un fuerte abrazo. Que si mal no recordaba, se llamaba Thelma y era quien más tristeza reflejaba en su mirada.
-Verás como todo va bien mí pequeña –Susurraba mientras apretaba aún más sus brazos alrededor de su cuerpo.
-Thelma, no puede respirar –Habló Paul con humor, yendo hacia ellas y separando a las dos mujeres con cariño-. ¿No querrás que vuelva al hospital, pero por asfixia? –Bromeó mirando a Janna y guiñándole un ojo-. Bien, ésta es tu casa y éstos… -Señaló a los presentes aún con humor-. Los pesados que verás casi cada día. Aunque creo que no has visto aún a Rob, el marido de Francesca. Y su hijo, anda perdido por el campo –Volvió a reír, llevando una mano a su hombro izquierdo para reconfortarla un poco, al notar que la joven se sentía cohibida.
-Hola –Saludó Rob con gesto de cabeza, sin acercarse a ella. Comprendía que la chica agradecería un montón en aquel momento, si respetaba un poco su espacio-. Bienvenida a casa…
-Gracias… -Susurró completamente azorada por ser el punto de atención de todas aquellas personas.
-Creo que es mejor ir al interior –Interrumpió Paul-, aquí fuera hace mucho calor.
-Nosotros mejor nos marchamos ya –Volvió hablar Rob, captando la total atención de Francesca y Thelma. Quienes lo miraron con muy mala cara-. Es obvio, que será demasiado agobio tanta gente a tu alrededor hoy –Se encogió de hombros-. Mañana será otro día…
Ante aquel punto de vista, Janna alzó la mirada nerviosa hacia Francesca. ¿Aquello significaba quedarse a solas con Paul? ¿Nadie más se quedaba un rato? ¿No era una casa muy grande para dos personas? Oh dios mío, notaba un ligero pinchazo en el pecho y le estaba costando respirar.
-No, por favor… -Susurró sorprendiendo a todos al hablarles-. Yo… -Sus mejillas se sonrojaron por vergüenza-. No quiero que se marchen por mí culpa.
-¿Estás segura? –Preguntó Paul aún sin soltarla.
-Sí –Sonrió levemente-. Creo… O tengo qué asustarme porque se queden –Frunció el ceño mirando a Paul.
-No –Rió mirándola con gran ternura al ver que había algo de humor en ella-. Solo de esas dos viejas liantas, cuando veas que susurran entre ellas –Bromeó caminando hacia el interior, sin soltarla aún.
-¡Paul! –Protestaron las dos mujeres mayores, mirándolo un tanto enfurruñadas por aquel ofensivo comentario. Mientras que Rob se reía abiertamente, hasta que una de ellas lo calló con una cachetada en la nuca-. Tú te callas, sí no quieres que te trate mal…
-Vale… -Aceptó éste frotándose la cabeza y aguantándose aún la risa.
-Venga, vayamos dentro –Sonrió Francesca-. Estoy segura que desearas comer un buen plato de comida casera. La comida de hospital, no es que tenga muchos admiradores la verdad.

Por la tarde, estaba paseando con paso tranquilo por la planta superior de la casa inspeccionando todo. Hacía un buen rato, que Francesca, Rob y Thelma se habían marchado. Quedándose solo Louise y Paul. Había querido echarle una mano a la mujer en la cocina, pero ésta se había negado rotundamente. Y el hombre, mientras todos estaban en el patio trasero tomando un café se había excusado en encerrarse en el despacho para hacer unas llamadas de negocio. De aquello, podría decirse que hacía prácticamente una hora y media. De modo, que se había aventurado sola por el lugar. A lo mejor, hallándose tranquila había alguna cosa que le hacía recordar.

Quería que fuera rápido. Aquella situación no le gustaba para nada. El no saber quien era ella misma, lo que solía hacer cada día, sus pensamientos habituales, gustos… Era muy desesperante. Y también veía, como las personas de su entorno se hallaban un tanto frustrados al tener que medir su comportamiento y palabras con ella. ¿Cuánto tiempo pasaría? Y lo que menos comprendía, el motivo de que su subconsciente hubiera decidido actuar de aquella manera. Ya comenzaba a estar un poco harta e inquieta, de ver tristeza en la mirada de todos. Cierto, podía deberse al hecho de estar con amnesia. Pero tenía la vaga sensación, de que había lago más para aquella compasión.
Era una casa de ensueño, pero de momento nada le había llamado la atención, provocando que tuviera cierta sensación diferente. Y además, tampoco habían sabido decirle como sería el momento en que recordaría todo. Y si lo llegaba a lograr.
Detuvo sus pasos enfrente de una habitación con puerta doble. Era la única por el momento, que tenía aquel ancho de entrada. Era obvio, que debía tratarse del dormitorio principal. Allí, sus nervios volvieron a resurgir. Era el lugar donde Paul dormía, su cama… Y la de ella. ¿Sentiría lago al entrar allí? Con cierto titubeo, llevó sus manos al pomo de la puerta, girándolo hacia abajo al tiempo que la abría solo unos centímetros sin poder ver nada, pues por instinto y vergüenza, había cerrado los ojos. Realmente si la viera alguien en aquel momento, seguro que pensaba lo idiota que llegaba a ser. ¿Cómo podía uno, llegar a tener miedo de un dormitorio de matrimonio? La respuesta era muy sencilla… Paul.
Que te despertaras sin saber quien eres, y te trajeran a un hombre que bien valía para modelo de ropa interior, y encima te soltaran que se trata de tu marido. Era para soñar despierta con sábanas revueltas. Por ello, que tenía algo de indecisión al acceder allí dentro. La situación era un tanto delicada. Pues no creía que Paul, le exigiera desde aquella primera noche en casa, sus deberes maritales. Aunque no creía que fuera a ser un gran sacrificio, pensó algo sarcástica al recordar el atractivo de éste.
Tal vez fuera por la corriente de alguna ventana abierta en el interior, que la puerta se abrió casi dos palmos sin hacer ella nada. Ya era tarde, la enorme cama de dosel a tonos claros la había cautivado. Ya no había duda en sus pasos, los cuales la acercaron a los pies de aquella enorme cama. Era como estar dentro de un cuento de hadas, donde las princesas vivían entre preciosas cortinas de seda… Te envolvía cierta sensación de calidez con aquellos tonos marrones y tostados.
Las paredes estaban vestidas papel marrón y lleno de flores blancas y doradas. Los armarios, eran de madera blanca envejecida, como toda la cama. Que iba vestida con ropas de color beige y café.
Sus mejillas ardieron, en cuanto se imaginó en aquella bella habitación, tumbada en la cama con Paul, los dos desnudos y cubiertos por las delicadas cortinas. Sin darse cuenta de ello, sus pies avanzaron hacia allí, para poder sentir su suavidad.
-Me tenías preocupado, al no encontrarte por ningún lado –Dijo Paul tras ella, causando que diera un enorme brinco y se girara a observarlo con ojos asustados.
-¡Paul! –Exclamó con una mano en la garganta y tomando aire.
-Lo siento –Se acercó a ella, para rodearle un hombro y sentarla a los pies del colchón-. ¿Estás mejor? –Sonrió un tanto preocupado.
-Sí –Trató de sonreír-. Es solo que estaba algo perdida con mis pensamientos… -Se sonrojó un poco-. Es un dormitorio muy bonito.
-Sí –Respondió algo agitado, al darse cuenta de la situación-. Esto yo…
-Ahora me doy cuenta al estar aquí –Señaló interrumpiendo al hombre-. ¿Me preguntaba, sino sería mucha molestia si me refrescaba un poco con una ducha?
-No, no… -Se levantó veloz del lecho mullido como si su contacto ardiera-. Tranquila, adelante…
-Esto… -Miró a su alrededor-. ¿Cuál es mi lado de la cama, para saber que cajones de la mesilla de noche son míos?
-¿Lado de la cama? –Repitió con el ceño fruncido sin comprender a lo primero-. ¡OH! –Abrió los ojos de forma desmesurada-. Claro, esto… -Carraspeó un poco por lo embarazoso de la situación-. Janna, cariño… -Soltó el aire contenido-. Verás, pensé que con lo ocurrido… Puede que tu te sientas  incomoda o cohibida, de compartir la cama conmigo. De modo, que trasladé tus cosas al dormitorio contiguo.
-OH –Se sintió enormemente ridícula-. Claro, tienes razón –Condujo con gesto nervioso una mano a su rostro, para apartarse un mechón de cabello tras la oreja-. Perdona, por mí estupidez… -Trató de sonreír.

¿Cómo no había caído en un dato tan importante como aquel? Era de lógica. ¡Dios, que ganas de darse contra la pared! No quería que aquel hombre la viera como una tonta… Y menos, como una desesperada por lanzarse a sus brazos. ¿Acaso ella era una chica de esas? Fáciles. Es decir, aceptaba la sexualidad con mucha libertad… Entonces, como es que aunque se sintiera enormemente atraída por quien resultaba ser su marido, sentía aflorar sentimientos nerviosos, vergüenza…
-No digas eso Janna –chacó la lengua él-. Pero si quieres lo traemos todo aquí.
-No –Respondió encaminándose fuera del dormitorio-. En realidad, es muy comprensible lo que dices… Es solo, que pensé por ti. Debes encontrar todo esto un poco injusto –Aquella vez, no temió el abrir la puerta del dormitorio contiguo. Pues apostaba que dentro de aquel espacio reducido, no habían ocurrido historias, anécdotas, secretos….
-Pequeña… -Soltó en un quejido-. No pienses eso… Quiero que estés bien cómoda, sin presiones.
-Tranquilo Paul –Se giró a mirarlo agarrando la puerta de tal modo que le cerraba el paso al hombre hacia el interior-. Es normal que me sienta un poco perdida con todo. Ahora, aprovecharé para darme esa ducha.
-Claro… -Aceptó estudiando el brillo vidrioso de sus ojos-. También aprovecharé yo para lo mismo –Sonrió dando un paso atrás-. Luego, estaré tomando una cerveza en la terraza de atrás. Búscame allí… -Le guiñó un ojo, antes de entrar en el dormitorio contiguo.

Cerró la puerta con calma fingida, cuando en verdad, su mayor deseo era patearla hasta hacerla añicos y así, sacarse aquella fuerte frustración que cargaba desde el día del secuestro. Había esperado que todo fuera un poco más fácil. Pero desde un principio, todos sabían que no iba a resultar así. Era realmente agotador, el mirarla y disimular todo el rato, la tristeza que uno llevaba dentro por lo ocurrido. Y Janna, no era tonta. Con tan solo mirarla a los ojos, veía que la chica buscaba señales en ellos, de las piezas que faltaban en aquel puzle.

Y él, solo quería agarrarla fuerte contra su pecho y no soltarla jamás. Pero a parte de que ella se preocuparía aún más, solo conseguiría castigarse así mismo. Por nada del mundo, le resultaba fácil el rechazar que ella quisiera compartir el dormitorio con él. Pero no era justo para ella… Porque sí así acababa la cosa, sabía que no iba ha resultar un caballero como se esperaba de él. Por todos los demonios, llevaba años deseando aquello. El tenerla allí en su casa, en su dormitorio, dentro de su cama medio desnuda… Mejor se daba de inmediato aquella ducha, no quería cometer un acto que luego podría explotarle en la cara, si ella recuperaba algún día pronto la memoria.

Cerca de la media noche, volvía a entrar en aquel dormitorio que carecía de información para ella. Caminó hasta la cama, dejando caer su cuerpo sobre el mullido colchón. ¡Estaba agotada, sin haber hecho nada! Reconoció un tanto consternada, tras la cena que había compartido con Paul y Louise. En verdad, había resultado ser una velada bastante agradable, dejando a parte el hecho de sentirse completamente ofuscada por no poder poner una imagen a muchas de las cosas que les preguntaba y ellos respondían. ¡Ni siquiera recordaba el rostro del cartero! Suponía, que el haber tratado de forzar su mente hacía que ahora se hallara un tanto saturada y agotada físicamente, pues se le estaban cerrando un poco los ojos. Mejor se incorporaba y se cambiaba la ropa por el camisón.

Aquel lugar resultaba impresionante. Aquella enrome pradera por la que se hallaba paseando en aquel día soleado, le resultaba enormemente relajante, la hacía sentirse feliz. La sensación que le recorría por el cuerpo, era como si fuera su  casa al estar en frente de toda aquella extensión enorme de terreno. Por fin, volvía a sentirse segura y que pertenecía allí… De repente, escuchó como alguien gritaba su nombre con cierta desesperación. Se fue a dar la vuelta para buscar aquella persona, cuando se detuvo asustada, por ver como aquel bello paisaje que la envolvía desaparecía de repente, siendo sustituido por un lugar oscuro, frío… No le gustaba nada, sintiendo el miedo comenzar a correr por sus venas. De repente, cuando volvió a girarse halló un pequeño y estrecho pasillo, con una enorme escalera vieja, que llevaba al piso de arriba. ¿Estaba en una casa? No comprendía porque se veía subiendo ahora aquellas escaleras a paso lento, cuando en verdad no quería hacerlo. Algo en el fondo, le decía que no quería ver lo que había allí arriba. Pero sus piernas no la obedecían, seguían subiendo los escalones. ¡No, no basta! ¿Por qué no lograba volver tras sus pasos? ¿Qué es lo que estaba ocurriendo? No había ningún ruido más, salvo el de su respiración acelerada al compás de sus fuertes latidos. Quería calmarse un poco y gritar ayuda. Pero no lo lograba, de sus labios no salía ninguna exclamación… Solo sentía ahora el caer de sus lágrimas pro su rostro, ante su abnegación de no poder pedir ser rescatada.  No sabía que era aquella casa, pero sentía como si ya hubiera estado en ella. Y ahora, que estaba en el último escalón enfrente de la puerta, iba a descubrir lo que se escondía tras aquella oscuridad. Pero no tenía le suficiente valor para abrirla, algo en su interior luchaba por huir… ¿Pero cómo? Su corazón se encogió un poco más, al ver su mano dirigirse al pomo.  No, no… Algo en su interior empezaba a burbujear, como una pequeña llama de esperanza., pudiendo de repente chillar justo cuando la puerta se abría de sopetón y una enorme mano sangrienta, la agarraba para meterla allí dentro.
-¡Janna, despierta! –Sonó completamente desesperado apartando la ropa de la cama de encima del delicado cuerpo, para poder agarrarla de los brazos e incorporarla y así tratar de despertarla de aquella pesadilla-. Pequeña, soy Paul. Estoy aquí contigo –La abrazó contra su pecho con mucha fuerza-. No ocurre nada, ven conmigo… ¡Janna! –La llamó nuevamente con pasión en un último intento de sacarla de aquel horrible lugar en el que se hallaba.
-¡Paul! –Exclamó de forma desgarrada al despertar y verse envuelta por la seguridad del hombre-. ¡Ayúdame! –Sollozó fuerte contra su desnudo pecho.
-Estoy aquí… No temas a nada, ya pasó –Se retiró un poco para sujetarle el rostro y mirarla a los ojos con amor y dolor-. Solo fue un sueño, todo pasó…
-No… -Dijo con el aliento contenido-. Ese lugar parecía muy real –Hipó aún asustada.
-Las pesadillas suelen parecer muy reales pequeña –Le habló con gran ternura-. Solo ha sido un mal sueño. Creo, que has tratado de forzar demasiado  tu mente en intentar recordar –Intentó sonreír un poco.
-No me dejes sola, quiero estar contigo –Suplicó con ojos lagrimosos.
 

7 comentarios:

  1. Primero, con un hombre como ese una se sacrifica y pierde el miedo, aunque no recuerde nada, jaja.
    Segundo, creo que ahora si se la va hacer a Janna compartir la cama con el guapote de su marido,ya era hora no?

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  2. OH!! Muy buen capítulo, intenso, dulce, drámático...lo estás haciendo súper sis.
    Yo creo que Paul se comportará! me gusta mucho...sólo que CUIDATE Y UN DEMONIO!! SAL de frente a la pantalla, cuida tu vista...GRRRRRRRRRRR ( sí gruño y muerdo)
    Amo esta historia y espraré por ella...( Ves se te dio una vez que no te atosigue por más) Te quiero y cuidate

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  3. Me encanta tanto esta historia, que lo único que espero es que la continuen.
    Si pusieran un capitulo más, sería como un regalo de cumpleaños (mi cumple es la prox. semana) y me haría tan feliz.

    PD: sigan escribiendo todas estas historias que nos hacen soñar y ser felices.

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    Respuestas
    1. Nuestra EJ, escritora de esta novela, anda un poco complicada ahora, así que no creo que sea posible cumplir con el pedido, pero estoy segura de que tus palabras la harán feliz y muy bien!
      Gracias por leernos ,acompañarnos decir que te gusta lo que escribimos

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    2. Muchas gracias Katy.

      Es cierto, que la tengo un poco parada, pero prometo ponerme con ella. Tengo un capi a medias. Y como es tu cumpleaños, intentaré subirtela para el viernes 15 De Noviembre, como regalo de cumpleaños!!!!!!

      Muchas gracias por seguirnos!!!!

      Y por comentar, no nos hace sentirnos solas!!!! jejejje

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    3. Querida Nata, muchas gracias por estar ahi. (como la enana tambien)

      Os quiero mucho!!!!

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    4. E.J muchas gracias, estaré ansiosa de leer una capitulo más y será uno de los mejores regalos.
      Animo!!! Que tu puedes completar el capitulo.

      PD: Soy un poco floja para comentar, pero lo haré más seguido

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