miércoles, 12 de diciembre de 2012

Inocencia Robada 10

El sol apenas comenzaba asomar por el horizonte, cuando aparcaba el coche en la parte trasera de la iglesia. Era el mejor momento para hablar con el padre Thomas. Nadie los molestaría. Abrió la puerta a la fresca mañana, para dar aquellos pasos que lo conducirían si todo iba bien, a un punto favorable de su plan. El olor a incienso y flores, inundó sus fosas nasales en cuanto entró en el interior del edificio. Junto al altar, halló al padre liado con los arreglos para la primera misa del día.

-Buenos días padre –Saludó con un pequeño carraspeo, sorprendiendo al hombre mayor que se dio la vuelta exaltado.

-¡Paul! –Exclamó soltando el aire contenido-. Me asustaste hijo –Por unos momentos el hombre mayor mostró una cálida sonrisa, que eliminó por terror en la mirada-. ¿Qué haces aquí? ¿Janna está bien?
-Sí, padre… -Se acercó a él con tono calmado-. Pido disculpas por asustarlo, pero vine a ésta hora sabiendo que se hallaría solo.
-Comprendo… -Sonrió-. Hoy iba a acercarme al hospital, para saber de nuestra pequeña. ¿Quieres ir al despacho, o no te importa que charlemos aquí fuera?
-Solo es una petición –Declaró tragando saliva de forma un tanto costosa.
-Bien –alzó las manos el hombre-, soy todo oídos.
-Me… Me gustaría que nos casara usted –Logró decir con un pequeño tartamudeo.
-¡OH, es cierto! –Abrió los ojos-. Recuerdo que ese fatídico día, me encontré con Louise y me indicó que te casabas en el registro civil con Francesca… Supongo que con todo lo ocurrido, queréis hacerlo bajo los ojos de dios –Sonrió con amabilidad-. No hay ningún problema  -le dio una palmada en la pierna con suavidad-. Venid tú y Francesca cuando os vaya bien…
-No padre –Lo interrumpió Paul incómodo-. La novia no es Francesca.
-¿No es Francesca? –Frunció el ceño-. Debí entender mal a Louise. ¿Entonces a quien debo hacer tu esposa? –Preguntó sonriente.
-A Janna, padre Thomas… -Confesó en un suspiro sin desviar la vista del rostro del hombre mayor.
-¡A Janna! –Repitió sorprendido-. ¿Nuestra Janna?
-Así es padre –confirmó serio.
-¿Pero cómo?... ¿Cuándo? –Preguntó sorprendido el hombre, al hacer pocos días que la joven había vuelto de estudiar en el extranjero-. Discúlpame hijo, no quería resultar…
-No se preocupe, entiendo que lo vea extraño por la gran diferencia de edad y…
-La diferencia de edad no es lo que me ha extrañado en éste caso Paul –Lo interrumpió-. Se que eres un hombre serio y luchador, que no estas moviéndote solo por la lujuria… -Con aquello, provocó que el chico carraspeara un poco incómodo por la charla-. Nuestra pequeña se ha convertido en una mujer muy bella y responsable –Aspiró con fuerza-. Pobre Adam, que desgracia el no poder verla casarse. Se que le habría gustado mucho. Solo me ha sorprendido la rapidez del acontecimiento. Ella hace poco que ha vuelto del extranjero, y con lo sucedido… Pero me alegra el saber que no va ha estar sola.
Aquello no iba bien, pensó en silencio mientras escuchaba como el padre le hablaba. En cuanto le terminara de contar todo, estaba seguro que se iba ha encontrar con una negativa rotunda.
-Padre Thomas, quiero que comprenda que quiero mucho a la chica y no quiero que sufra más –Bajó la mirada al suelo-. Vengo en busca de su ayuda, porque creo que es la única solución a todos los acontecimientos vividos… -Tensó la espalda y con algo de seguridad afrontó la mirada del confuso hombre-. No se trata de un casamiento por amor, en realidad ella no sabe nada. Como tampoco quiero que sea consciente en el momento que se lleve a cabo.
-¡Pero qué me estás pidiendo hijo mío! –Se puso en pie alarmado-. ¿Qué barbaridad me estás pidiendo que cometa?
-Ninguna barbaridad –Susurró-. Solo quiero protegerla.
-¿Y atarla a ti sin que ella lo sepa, en un principio es protegerla? –Se cruzó de brazos.
-Sí –Respondió con cierta firmeza en la voz-. Sabe lo que le queda superar a esa chica en cuanto le den el alta médica… ¡Mucho! Todo el mundo va  a estar pendiente de ella –Se puso en pie furioso.- ¡Que joven va a querer acercarse a ella! ¡Quien sabe como va ha quedar su estado emocional! Muchos pensaran que será una carga, y a lo mejor, el que se acerque a ella lo hace por su fortuna…
-Pero no crees que es mejor, esperar a su evolución –Dijo en tono conciliador para calmar la furia de la que estaba dominado el joven.
-Se ha encerrado en sí misma padre –Gimió con cierta derrota al dejar caer su cuerpo en el banco y mostrar unas lágrimas-. Se halla muy conmocionada pro el horror que sufrió –Sus manos temblaban por el desespero al no poder hacer nada por ella-. Sufre amnesia. No reconoce a nadie. No acepta a ningún hombre cerca de ella. Y no pueden decirnos cuando cesará todo…
-Pobre Janna… -Lamentó el hombre mayor-. Pero yo no puedo ayudarte en ello Paul… -suspiró-. Sin su consentimiento y ha ojos de dios, no puedo casarte con ella.

-¿Por qué no? –Se puso en pie, para moverse de arriba abajo nervioso-. Antiguamente la iglesia lo hacia… Realizaban muchas uniones por conveniencia. Con ello unificaban familias ricas, reinos enteros…
-Lo se Paul –Negó con la cabeza-. Pero ellos daban su consentimiento bajo la mano del señor… Tú me estas pidiendo que eluda su respuesta –Llevó una mano a su hombro-. Se que es por el bien de la joven. Pero no se me permite…
-¡Y qué se supone que debo hacer entonces yo! –Imploró completamente destrozado.
-El que yo no pueda ayudarte, no significa que no haya más caminos –Respondió con una leve sonrisa-. Creo, que vamos hacerle una pequeña visita a nuestro amigo el alcalde. ¿No crees?
-¿A Philip? –Juntó las cejas sin perder aún el aura de enfado en su rostro.
-Sí, él también tiene autoridad sobre ese punto –Sonrió mientras se quitaba la sotana y la doblaba con cuidado para dejarla sobre el banco-. Y creo que los dos juntos haremos suficiente presión sobre él, para que nos ayude con al situación de Janna.
De camino a la propiedad privada de Philip, Paul se animó un poco más. Tenía razón el padre Thomas. ¿Cómo no había caído en ello? Sería por todo el stress que llevaba sobre los hombros, que solo veía el juzgado y la iglesia para la alianza del matrimonio. Pero era cierto, el alcalde también tenía aquel poder de unión. Y sí lo convencían, todo sería más fácil. Nadie tendría que acudir al hospital y tratar de sacar un consentimiento de los labios de Janna. Todo sería mejor para la tranquilidad de ella. De aquella manera, podía decirle que estaban casados desde hacía un tiempo pero que nadie lo sabía. Era una mentira temporal, solo hasta que ella recuperara la memoria. Después, ya miraría de resolver aquel nuevo problema. ¿Acaso no el había pedido el doctor, que ella necesitaba tranquilidad y rostros conocidos a su alrededor? Pues aquello, es lo que él iba ha procurarle al convertirla en su esposa de forma legal.

Era cerca del mediodía, cuando atravesaba las puertas automáticas de la entrada principal del hospital. Había estado toda la mañana en casa de Philip con su esposa. Los dos habían sido muy comprensibles y prometido ser discretos en todo aquel asunto. Querían ayudar en todo lo que pudieran a la joven muchacha. Sí que era cierto, que Adam siempre había respaldado a Philip en todo lo que había necesitado. Por ello, le habían pedido unos papeles y después de presentárselos en menos de media hora, sin que nadie más lo supiera en el ayuntamiento, él y Janna ya figuraban como un matrimonio legal. Ya podía respirar con un poco de más calma, ahora él era quien formaba parte en las decisiones sobre el cuidado y nadie podía decir lo contrario. Caminó por los pasillos, hasta llegar a su habitación hallando fuera de éste a Francesca y Louise, sentadas en un banco que había allí. Aquella imagen, era la acostumbrada de todos los días. Cogiendo aire profundamente se acercó, sabiendo de sobras que no eran buenas noticias que estuvieran otra vez a fuera. Significaba, que ella aún seguía rechazando las visitas al no reconocer aquellos rostros. Aquello estaba resultando muy duro para todos ellos, ni imaginarse lo que le estaría pasando por la mente a la joven chica.
-Hola chicas –Saludó inclinándose a besarlas, sin querer ver la tristeza que dominaba en sus miradas.
-Hola –le devolvió el saludo Francesca-, hay dos enfermeras dentro haciéndole la cura. Pero aún así, no hemos estado más de media hora… Antes de que se pusiera nerviosa y nos echaran –Señaló completamente frustrada.
-Bueno, han sido casi quince minutos más que ayer –Habló un tanto optimista la mujer mayor-.Y esta vez, no parecía a punto de saltar por la ventana que da a la calle. Solo desconfiaba un poco…
-Porque sois mujeres –Habló el doctor apareciendo junto a ellos-. Y se siente entonces menos amenazada… Por ello, procuro que la atiendan solo enfermeras –Se giró hacia Paul-. Me han comunicado que querías verme –Éste asintió con la cabeza.- ¿Quieres que vayamos a mí despacho?
-¿Ocurre algo malo? –Se puso en pie Francesca aún más nerviosa. No nos ocultéis nada –Suplicó a los dos hombres con los brazos cruzados.
-Lo sabéis todo, puedes estar tranquila –Le sonrió Paul con cariño-. Solo son unas conjeturas mías. Vosotras esperarme aquí que enseguida vengo.
Caminaron muy pocos metros, hasta llegar al despacho del doctor.
-Paul, no vas ha llevártela aún de aquí –Zanjó el hombre nada más sentarse tras su escritorio.
-¿Por qué no? –Ignoró las dos sillas que habían para las visitas. Prefirió quedarse de pie.- Sabes muy bien, que las curas se las podemos hacer nosotros. Oh incluso ella misma, si tus enfermeras le enseñan.
-Emocionalmente es inestable –Señaló negativo el médico-. No reconoce a ninguno de vosotros.
-¡Maldita sea! –Se acercó enfadado al escritorio para apoyar las manos en él-. Y no será mejor para que recupere la memoria, en su entorno con todos nosotros.
-No digo que no –Suspiró con pesar-. Legalmente ella es mayor de edad, puede estar en su casa. Pero no quiero que ingrese nuevamente a los pocos días, por un cuadro psico-neurótico. ¿Me comprendes? Yo  también miro por su bien Paul… Y solo estoy intentando evitaros el sufrimiento que os presentará la vuelta a casa. Solo quiero intentar ver si con unos días más, se va acostumbrando a los hombres. Pero como no hay ningún familiar, creo que puedo decidir por ella en estos momentos.
-Me tiene a mí –Sus ojos brillaron al poder decir lo siguiente-, a su marido.
-¿Qué? –Abrió los ojos un momento sorprendido-. ¿Cuándo ha ocurrido eso?
-Hace pocos días, nadie está enterado y pido discreción. Puedes preguntarle a Philip, él es quien nos casó.
-Creí que ibas ha casarte con Francesca –Señaló confuso.
-Fue todo un pequeño montaje para que Sandra no interviniera aún –Tuvo que volver ha mentir, pero era lo mejor para evitar más confusiones y problemas-. Francesca se ha casado con Rob.
-Entonces felicidades –mostró una pequeña sonrisa-, aunque lamento que te veas en ésta situación tan delicada en el principio de tu nueva vida…
-Gracias –Las aceptó con un poco de esperanza-. Comprendes ahora mi desesperación. Quiero tenerla conmigo. Quiero ver si volviendo a casa, coge confianza conmigo y recupera la memoria.
-Dame solo dos días –Pidió con amabilidad-. Que le enseñen hacerse las curas y podamos ver, que se acostumbre un poco a la presencia de gente a su alrededor. Entonces, hablaremos de la alta médica.
-Bien, dos días en principio pues… -Se enderezó soltando el aire contenido al escuchar la petición del otro hombre.
-Pero tú… -Lo señaló con gran determinación con el dedo-. No entras hoy en la habitación aún.
-Pero a lo mejor… -Fue a protestar, siendo callado pro el medico.
-No –Negó con rotundidad-. Por el momento, hoy la única vista masculina será la mía.
-Muy bien… -Aceptó con cierta reticencia.

No podía dormir, aunque aquella noche estuviera refrescando un poco por haber llovido durante todo el día. Los nervios lo dominaban. Al día siguiente, tenía que acudir al hospital y seguramente podría traerse a casa a Janna. Todo estaba dispuesto para la mudanza a su casa. Las dos amas de casa con la ayuda de Francesca, habían trasladado toda la ropa de la chica al dormitorio que había al lado del suyo. Trayéndose  también lo que consideraran necesario que estuviera en su casa… Aquel nuevo paso, estaba dado. Ahora, solo hacia falta ver qué ocurría.
Era increíble como había cambiado todo… Hasta en un momento dado, había llegado a imaginar que todo aquello era un castigo por haber hecho daño a la chica con su rechazo. Pero aquello era de locos. Solo estaba buscando excusas al porque d la vida. Nadie podía hacer nada ante los sucesos. Unas veces, solo te ocurrían cosas buenas y en otras, vivías autenticas pesadillas.
¿Cuándo despertaría ella de su mundo? Cierto, que si lo hacía, era para volver a una realidad cruel. En donde le habían arrebatado su amor, su risa… Muchos dirían que al menos sería como empezar de cero. Una nueva vida… Pero también era un poco atroz, que no volviera a recordar a sus padres y lo mucho que la habían querido. Aquello era muy triste. Una persona sin recuerdos, no volvía a ser nunca la misma. No iba  a volver a reírse por las mismas cosas de antes, porque nada para ella existía. Tenía que volver a formarse una nueva costumbre, conocer a las mismas personas pero tal vez, con una perspectiva diferente a la que tenía. Incluso, lo que más lo atemorizaba… Janna, tenía que aprender a querer nuevamente. Por mucho que le enseñara su certificado de matrimonio, ella podía escoger el no enamorarse de él. Porque sin memoria, ella no lo amaba. Y veía muy difícil el volver a enamorarla una segunda vez.  La chica, solo tenía dieciocho años. Ahora, sí que podría notarse la diferencia. Puede que saliera corriendo al verse atada a un hombre mayor que ella. Aquello iba a resultar muy difícil y deprimente.
Por ello, no creía que fuera egoísta el desear que recuperara la memoria cuanto antes. Tenía que volver a la vida de todos, pero sabiendo que lugar ocupaban en ella. No quería nuevos comienzos. Quería que cuando recuperara la memoria, se sintiera segura de que él estuviera a su lado y que no fuera abandonarla por nada del mundo.
Pero ahora mismo, todo aquello era una incertidumbre. Como le dirían al día siguiente… Paciencia… Suspiró profundamente con es apalabra en mente, mientras se dirigía al interior de la casa. Tenía que dormir algo, para aguantar lo que fuera a suceder al día siguiente.


Se deshacían de ella. Aquella era la sensación que tenía, cuando el doctor se había acercado aquella mañana para comunicarle su alta. No lo comprendía muy bien, pero tenía que aceptar que físicamente estaba casi recuperada. Era una chica joven saludable, su cama bien podía utilizarla alguien con más necesidad que ella…  Sus heridas, casi estaban curadas. Pero su mente no. Aún así, aquel no era mal para que estuviera allí dando más trabajo del que ya tenía el equipo médico.
Su doctor, le había comunicado que primero, antes que nada era mejor volver a su entorno y esperar, que con el paso de los días recuperar la laguna que había en su mente, provocada por cierto accidente que su mente se negaba a recordar pro el momento. Después, sino había ninguna novedad, le recomendarían a un psicólogo. Aquello, ya no le hacía tanta gracia. Esperaba no tener que recurrir a ningún médico más.
Se sentía un poco nerviosa o mucho, sinceramente. Pues no sabía quien iba ha recogerla. Familia tenía por lo que le habían explicado. Al igual que una casa. Pero de los rostros que había visto, ninguno le había devuelto su memoria.  Aunque las tres mujeres que no habían cejado de venir de forma intercalada día tras día, sin callarse en ningún momento y eso que se había negado a dirigirles la palabra, la tenían que conocer muy bien por lo que habían intentado explicarle… A lo primero, se había sentido muy incómoda y asustada. Después abrumada y por último, resignada al ver que no dejaban con su tozudez en estar allí e intentar sonsacarle alguna palabra. Era obvio, que tenían un lazo fuerte con ella, pues más de una vez había captado lástima en sus miradas. Así que seguramente, era alguna de ellas quien la fuera a recoger. Era lo que esperaba, dado que también estaba él. Solo lo había visto tres veces por la ventana de la habitación que daba al pasillo. Pero algo dentro de sí, le decía que él había ido allí más de una vez… Probablemente cuando dormía, y aquello la ponía un tanto nerviosa. Cada vez que pensaba en su rostro, se sentía agitada interiormente. Tal vez por lo atractivo que era, o por el tamaño que alcanzaba su cuerpo… Aunque lo que no borraba de su mente, era su mirada. Una mirada desesperada, pero que dominaba posesión sobre ella. ¿Quién era aquel hombre? Sabía que estando ella despierta, éste no entraba allí como tampoco lo había hecho ningún otro. Únicamente tenía permiso su doctor y porque no le había quedado más remedio que tolerarlo. Recordaba que la primera vez que había abierto los ojos, al hallarse con gente desconocida a su alrededor había peleado con todas sus fuerzas con todo aquel que había tratado de acercarse un solo paso a ella. Aún seguía sin comprender el por qué de ese pánico… Cogió aire al recordar lo que le había costado comprender, que aquellas personas solo querían ayudarla. Los primeros días, solo había dejado acercarse a las enfermeras. Eran mujeres, y las veía menos amenazantes que a cualquier hombre. Ellos, le infundían en el fondo de su subconsciente terror, activando por ello una muralla encerrándose en sí misma. Menos con él… Desde aquel día que lo vio a través de la puerta abierta, que algo en su interior se había removido causando que se sintiera atraída hacia su persona. Era como un deseo de estar junto a él… Ciertamente, aquel impulso lo sentía como de añoranza. Pero no había averiguado mucho, dado que solo lo había visto esas pocas veces y tampoco había hablado con nadie.
Pero ahora, ya podían entrar los hombres. Sus nervios y miedos se hallaban un poco más calmados. Por ello, la soltaban. ¿Cómo sería su casa? ¿Dónde estaba ésta? ¿Con cuantas rostros nuevos iba a enfrentarse? Y lo que más intrigada la tenía… ¿Iba a verlo nuevamente?
Se levantó de la cama, para acercarse impaciente a mirar por la ventana que daba al exterior.  Fuera, brillaba el sol. Seguramente hacía mucho calor y por ello, le habían llevado una fala larga de tela suave y fina, a juego con una blusa de tirantes. Por el tacto, no era ropa barata. Le gustaba, era muy linda pero interiormente había esperado unos tejanos. Se hubiera sentido más reconfortada… Dos golpes suaves en la puerta, provocaron un vuelvo en su corazón haciendo que se diera la vuelta con las pulsaciones aceleradas, y contuviera el aire en sus pulmones hasta que los dos hombres entraron en la habitación.
-Janna… -Sonrió el doctor, seguido por aquel atractivo hombre que la miraba con gran intensidad-. Ha llegado la hora.
-Yo… -Estaba asustada. Era dejarse llevar a un lugar que por el momento le era desconocido. Y además, era él quien la llevaba allí… resultaba tan intimidante con su altura, sus anchos hombros y aquellos ojos, que la miraban o mejor dicho, sentía como si en verdad la devorase… Así que era normal que hubiera un poco de prejuicios de salir de aquellas cuatro paredes-. ¿Dónde voy a ir? –Preguntó algo titubeante, mirando por un segundo al vaquero, para después volver a quedarse fija en el doctor.
-A tú casa –Respondió éste, no sin antes carraspear algo nervioso-. Puedes estar tranquila pequeña –Sonrió acercándose a ella-. Crees que dejaría que te llevaran así sin más –Volvió a sonreír-. Respira tranquila, que comprendemos perfectamente tus medios. No debes temer de Paul –dijo señalando al atractivo vaquero que no les dejaba de prestar atención en silencio.
-¿Por qué no vinieron a buscarme alguna de las tres mujeres? –Preguntó con inseguridad, no quería ofender a… Paul.
-Cuando lleguemos al rancho, las verás –Habló Paul, mostrándole una voz ronca y sexy-. Están allí esperándote –Sonrió con suavidad, poniéndola sin saberlo aún más nerviosa al encontrarlo aún más seductor. 
¿Rancho? Vivía en un rancho… Mmm… Sí, aquello le gustaba. Pensó con imágenes de caballos, toros, gallinas, perros… Por ello, habría preferido mejor unos tejanos. Pegaban más en un rancho que aquella bonita indumentaria que estaba utilizando.
-Te llamas Paul ¿Verdad? –Habló aún indecisa, y cogiendo aire cuando él asintió-. ¿Quién eres? ¿Un amigo que les hecha una mano a las tres mujeres? –El doctor carraspeó un poco ante lo que iba ha venir-. ¿Mi hermano? –Frunció el ceño ante su última señalización, pues no sabía porque, pero la había sentido estúpida, errónea… Como si interiormente rechazara un hecho como aquel.

3 comentarios:

  1. WIIIIIIIIIIIIIIIIIIII! Gracias brujis ya sabes qu eme tenias en ascuas con esta historia, me alegra que regresara...ay pobrecita de ella!! ¿y ahora qué pasara cuando le digan "ES TU MARIDO"?
    Quiero saberlo, no tardesssssssssss

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  2. por fin!!!!!!!!.....aunque pobre janna por lo que tendra que pasar para recuperarse y ahora que estan casados.... que emocion!!! Me vuelves a dejar comiendome la una

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    1. Jeje, gracias y si, volví dado que no pude finalizarla para el concurso. Así qu eme decanté por otra. Y tengo de inocencia varios càpis adelantados. Así que esta semana os subo otro!!!! Muchos besos, cuanto tiempo madre mia!!!!

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