viernes, 16 de noviembre de 2012

La elección 7°



Al amanecer, Azize se extrañó de encontrarse en su propia cama, lo último
que recordaba era estar estudiando en la biblioteca.
El descanso le había hecho bien, se sentía menos agobiada y con fuerzas para enfrentar el nuevo día, los deseos de su padre,  las intrigas de la corte y su matrimonio arreglado.
Cuando le trajeron la ropa para cambiarse, una de las jóvenes le explicó que Cian la había cargado hasta allí la noche anterior. Aquello la impactó, sin embargo era algo muy propio de él, así era el Comandante que había conocido todos aquellos años.
Cuando estuvo lista, le informaron que su padre la convocaba para asistir a una reunión con los ministros.

Que su padre la llamara a ese tipo de reunión, significaba que oficializaba su papel como heredera al trono, sabía que no sería bien recibida. Por un segundo miró hacia la ventana…quiso escapar, ser libre. Pero su vida era muralla tras muralla, que la encerraban, algunas visibles y otras tan intangibles como el aire pero impenetrables como acero.
Suspiró, luego  compuso su expresión para que fuera indescifrable y salió de la habitación, afuera la esperaba un pequeño séquito pero a medida que avanzaron por los pasillos vio que Cian también la esperaba. Seguramente su padre lo había mandado a llamar también.
Él la saludó con un leve gesto de la cabeza y Azize le respondió de la misma manera. En ese instante, ella tuvo la certeza de que no discutirían lo sucedido entre ellos, simplemente seguirían adelante cumpliendo con el papel que les tocaba.
En silencio, Cian se puso a su lado , le dio su brazo y avanzaron juntos.
Más allá de todo, era tranquilizador tenerlo allí, cuando entraron al recinto la joven percibió como la presencia de Cian a su lado los intranquilizaba.
Él iba vestido con ropa sencilla y oscura, tenía la mano apoyada con descuido en la empuñadura de su espada y lucía su mirada más amenazadora. Azize imaginaba que nunca habían esperado tener a semejante hombre como Príncipe Consorte. Su postura entera era un desafío, cualquiera que se atreviera a molestarla se las vería con él, le gustó sentirse así de protegida.
Y supo que aquello era exactamente lo que había buscado su padre, aún a la distancia pudo apreciar la expresión satisfecha del rey.
Muchos de los miembros de la corte habían estado al acecho  haciendo planes sobre el casamiento de la princesa, tenían candidatos y planes de alianzas que les trajeran más poder y beneficios. Todo eso había sido arrancado de raíz por la decisión del rey. No podían manipular a Cian, y por ende, tampoco a Azize.
Sin embargo, aquel matrimonio había creado un malestar general que se percibía en la reunión, si bien nadie se atrevía a oponerse hablaban sobre el perjuicio que habían sufrido las relaciones con otros reinos y los problemas que esto acarrearía a futuro.
También mencionaron las oportunidades que se habían perdido de hacer una buena alianza y de cómo serían menospreciado porque la princesa se había casado con alguien que no pertenecía a la nobleza.
El rey dejó en claro su postura y nadie se atrevió a contradecirlo, mucho menos cuando Cian permanecía parado impertérrito, pero con la misma actitud con la que había matado hombres en su vida de guerrero.
Les daba miedo y por ello, ninguna voz se alzaba, sino que eran susurros conspirativos que se filtraban.
Finalmente la audiencia terminó, Azize y Cian salieron juntos como habían llegado, y a su paso la chica alcanzó a escuchar algunos comentarios.
“Su Majestad no consiguió un yerno, sino que le dio un ascenso a su mercenario”
“La princesa será la perdición de nuestro pueblo”
Eran cosas desagradables dichas al pasar, entre la gente que salía no era fácil identificar al emisor de tales frases , pero eran hirientes. La joven alzó la vista hacia el guerreo y notó la tensión en su mandíbula, también él los había escuchado.
Tuvo la intención de decirle algo, pero no supo qué .
No era justo que hablaran así de él, siempre había servido a su rey y su Nación con lealtad. Incluso muchas veces había salvado las vidas y protegido a aquellos que lo calumniaban. Pero él había aceptado tomar parte en aquello y ya ninguno de los dos podía volver atrás.

Azize volvió a sus aposentos y los días siguientes continuaron con una normalidad rutinaria que parecía ser una burla. La joven se dedicaba a estudiar, a tratar temas de la corte, a ser la princesa que todos esperaban.
Su esposo seguía manteniendo distancia y apenas si tuvo oportunidad de verlo a lo lejos en aquellos días.
Se sentía totalmente agobiada. ¿Qué tan lejos podría escapar?

Cuando le dijeron que no podían encontrar a la Princesa, Cian maldijo, si él hubiese estado en su cargo de Comandante, vigilándola, aquello no habría sucedido. Pero como esposo, la distancia que existía entre ellos había provocado que dentro de palacio delegara el cuidado de ella a sus hombres y ahora había desaparecido. No podían encontrarla.
Al interrogar a sus hombres averiguó que las damas del séquito de Azize les habían llevado comida para distraerlos, cuando se dieron cuenta de su ausencia se lo comunicaron , pero ya había pasado un buen rato desde que ella escapara.
Cian no reaccionó con furia y eso aterrorizó más a sus subordinados, sabían que habían fallado y el frío enojo de él era mucho más peligroso y palpable que una reacción alterada. También interrogó a las damas del séquito, pero no sabían nada, sólo habían hecho lo que la princesa les ordenó, sin conocer los verdaderos motivos.
Ordenó discreción, pues no quería crear alarma, si se difundía el rumor de que la Princesa se había fugado podría convertirse en un gran problema de Estado, ni siquiera se lo comunicó al Rey.
Personalmente se ocupó de revisar todos los lugares donde ella podría estar en Palacio, pero no la encontró, uno de sus hombres le avisó que faltaba un caballo en los establos, esa era la prueba definitiva, se había ido. Había escapado por su propia voluntad, ¿dónde quería ir? ¿Había huido para encontrarse con alguien?
Cian se obligó a mantener la calma, necesitaba pensar con tranquilidad para poder encontrarla. Él la había custodiado durante años, conocía sus movimientos, sus escondites…debía ponerse en su lugar y pensar hacia dónde se había dirigido la joven. Debía encontrarla.
Luego de pensar y recordar, creyó saber dónde estaba, tomó su caballo y salió del Palacio anhelando estar en lo correcto.

Cian se alejó hasta llegar a un bosque y luego tomó un camino que llevaba a una laguna escondida. Ya en el pasado ella se había escabullido hacia allí para nadar, mientras él, como siempre había mantenido distancia y la había esperado lejos para luego escoltarla de regreso.
Cabalgó de prisa, deseando que su suposición fuera cierta. Lo primero que vio al acercarse fue el caballo que la joven se había llevado, siguió avanzando hasta el borde de la laguna y entonces vio el cuerpo de ella flotando en el agua.
-¡Azize! – gritó casi saltando del caballo, se quitó la capa para que no le pesara y  se lanzó al agua sin pensar.
Azize había estado flotando tranquilamente después de nadar un rato, de pronto escuchó que gritaban su nombre. Esto le hizo abrir los ojos y cambiar de posición pero apenas adoptó posición vertical en el agua, vio que Cian llegaba a su lado.  Sin palabras la tomó de los hombros y nadó arrastrándola con él hacia la orilla.
-¡¿Está bien?! – le preguntó y ella apenas asintió desconcertada. No había esperado verlo allí, menos aún tan alterado.
-Sí, estoy bien…
-¡¿Qué estaba haciendo?!
-Nadaba un rato.
-¿Sabe la preocupación que causó a todos? ¿Cómo pudo escapar así?
-¡Me estaba asfixiando encerrada en el Palacio, necesitaba irme, respirar!-dijo ella y se puso de pie. Había nadado con ropa y ahora tenía la tela pegada al cuerpo y sentía frío. También Cian estaba empapado.
-Tenemos que regresar – dijo él y ella lo miró desafiante. Sin embargo él hizo caso omiso.  Buscó la capa que había tirado al lanzarse al agua y la  abrió para envolverla.
-Su Alteza….- la llamó y Azize se acercó obedientemente consciente de cómo su ropa mojada dejaba ver demasiado, se sentía incómoda. Como una niña pequeña se acercó a los brazos extendidos de él que sostenían la capa como si fuera una toalla. Cian la envolvió con la capa y al hacerlo quedaron muy juntos, por un breve segundo, la sostuvo contra sí apretándola con fuerza, casi envolviéndola por completo con su cuerpo. Luego la soltó y fue a buscar los caballos.
-Estás mojado…-dijo ella.
-Estoy bien, pero no vuelva a  irse así- respondió simplemente, luego montó su caballo y no le dio más opción que seguirlo. Cabalgaron en silencio hasta el Palacio. Y los que los vieron regresar les dirigieron miradas  risueñas. Parecían creer que habían salido a dar un paseo de enamorados.
-Vaya a cambiarse, antes que se enferme- dijo él al dejarla en la entrada de los aposentos.
-Fue la primera vez…-susurró la chica y la miró con curiosidad como preguntándole a qué se refería- La primera vez que me llamaste por mi nombre – le aclaró y luego entró.
Cian pensó que no era posible, pero sí,  al verla flotando allí , por un segundo había pensado que había fallado en su deber de protegerla y por primera vez, había gritado su nombre.







4 comentarios:

  1. Lo que la princesa quiere o más bien necesita es amor... date cuenta pero ya Cian jajaja... bien manejado, explicado y detallado y kiero massssss

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  2. Me encantó!!! No puedo esperar para el siguiente capítulo :)

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  3. Que lindo, dijo su nombre... Sí, chico empiezas a dar muestras de lo que tu armadura esconde!!!!! jejeje

    Quiero más.... Plis, un capitulo más para tu niña combaleciente¿Si?

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