Al amanecer, Azize se extrañó de encontrarse en su
propia cama, lo último
que recordaba era estar estudiando en la biblioteca.
El descanso le había hecho bien, se sentía menos
agobiada y con fuerzas para enfrentar el nuevo día, los deseos de su
padre, las intrigas de la corte y su matrimonio
arreglado.
Cuando le trajeron la ropa para cambiarse, una de las
jóvenes le explicó que Cian la había cargado hasta allí la noche anterior.
Aquello la impactó, sin embargo era algo muy propio de él, así era el
Comandante que había conocido todos aquellos años.
Cuando estuvo lista, le informaron que su padre la
convocaba para asistir a una reunión con los ministros.
Que su padre la llamara a ese tipo de reunión,
significaba que oficializaba su papel como heredera al trono, sabía que no
sería bien recibida. Por un segundo miró hacia la ventana…quiso escapar, ser
libre. Pero su vida era muralla tras muralla, que la encerraban, algunas
visibles y otras tan intangibles como el aire pero impenetrables como acero.
Suspiró, luego
compuso su expresión para que fuera indescifrable y salió de la
habitación, afuera la esperaba un pequeño séquito pero a medida que avanzaron
por los pasillos vio que Cian también la esperaba. Seguramente su padre lo
había mandado a llamar también.
Él la saludó con un leve gesto de la cabeza y Azize le
respondió de la misma manera. En ese instante, ella tuvo la certeza de que no
discutirían lo sucedido entre ellos, simplemente seguirían adelante cumpliendo
con el papel que les tocaba.
En silencio, Cian se puso a su lado , le dio su brazo y
avanzaron juntos.
Más allá de todo, era tranquilizador tenerlo allí,
cuando entraron al recinto la joven percibió como la presencia de Cian a su
lado los intranquilizaba.
Él iba vestido con ropa sencilla y oscura, tenía la mano apoyada con descuido en la empuñadura de su espada y lucía su mirada más amenazadora. Azize imaginaba que nunca habían esperado tener a semejante hombre como Príncipe Consorte. Su postura entera era un desafío, cualquiera que se atreviera a molestarla se las vería con él, le gustó sentirse así de protegida.
Él iba vestido con ropa sencilla y oscura, tenía la mano apoyada con descuido en la empuñadura de su espada y lucía su mirada más amenazadora. Azize imaginaba que nunca habían esperado tener a semejante hombre como Príncipe Consorte. Su postura entera era un desafío, cualquiera que se atreviera a molestarla se las vería con él, le gustó sentirse así de protegida.
Y supo que aquello era exactamente lo que había
buscado su padre, aún a la distancia pudo apreciar la expresión satisfecha del
rey.
Muchos de los miembros de la corte habían estado al
acecho haciendo planes sobre el
casamiento de la princesa, tenían candidatos y planes de alianzas que les
trajeran más poder y beneficios. Todo eso había sido arrancado de raíz por la
decisión del rey. No podían manipular a Cian, y por ende, tampoco a Azize.
Sin embargo, aquel matrimonio había creado un malestar
general que se percibía en la reunión, si bien nadie se atrevía a oponerse
hablaban sobre el perjuicio que habían sufrido las relaciones con otros reinos
y los problemas que esto acarrearía a futuro.
También mencionaron las oportunidades que se habían
perdido de hacer una buena alianza y de cómo serían menospreciado porque la
princesa se había casado con alguien que no pertenecía a la nobleza.
El rey dejó en claro su postura y nadie se atrevió a
contradecirlo, mucho menos cuando Cian permanecía parado impertérrito, pero con
la misma actitud con la que había matado hombres en su vida de guerrero.
Les daba miedo y por ello, ninguna voz se alzaba, sino
que eran susurros conspirativos que se filtraban.
Finalmente la audiencia terminó, Azize y Cian salieron
juntos como habían llegado, y a su paso la chica alcanzó a escuchar algunos
comentarios.
“Su Majestad no consiguió un yerno, sino que le dio un
ascenso a su mercenario”
“La princesa será la perdición de nuestro pueblo”
Eran cosas desagradables dichas al pasar, entre la
gente que salía no era fácil identificar al emisor de tales frases , pero eran
hirientes. La joven alzó la vista hacia el guerreo y notó la tensión en su
mandíbula, también él los había escuchado.
Tuvo la intención de decirle algo, pero no supo qué .
No era justo que hablaran así de él, siempre había
servido a su rey y su Nación con lealtad. Incluso muchas veces había salvado
las vidas y protegido a aquellos que lo calumniaban. Pero él había aceptado
tomar parte en aquello y ya ninguno de los dos podía volver atrás.
Azize volvió a sus aposentos y los días siguientes
continuaron con una normalidad rutinaria que parecía ser una burla. La joven se
dedicaba a estudiar, a tratar temas de la corte, a ser la princesa que todos
esperaban.
Su esposo seguía manteniendo distancia y apenas si
tuvo oportunidad de verlo a lo lejos en aquellos días.
Se sentía totalmente agobiada. ¿Qué tan lejos podría
escapar?
Cuando le dijeron que no podían encontrar a la
Princesa, Cian maldijo, si él hubiese estado en su cargo de Comandante, vigilándola,
aquello no habría sucedido. Pero como esposo, la distancia que existía entre
ellos había provocado que dentro de palacio delegara el cuidado de ella a sus
hombres y ahora había desaparecido. No podían encontrarla.
Al interrogar a sus hombres averiguó que las damas del
séquito de Azize les habían llevado comida para distraerlos, cuando se dieron
cuenta de su ausencia se lo comunicaron , pero ya había pasado un buen rato
desde que ella escapara.
Cian no reaccionó con furia y eso aterrorizó más a sus
subordinados, sabían que habían fallado y el frío enojo de él era mucho más
peligroso y palpable que una reacción alterada. También interrogó a las damas
del séquito, pero no sabían nada, sólo habían hecho lo que la princesa les
ordenó, sin conocer los verdaderos motivos.
Ordenó discreción, pues no quería crear alarma, si se
difundía el rumor de que la Princesa se había fugado podría convertirse en un
gran problema de Estado, ni siquiera se lo comunicó al Rey.
Personalmente se ocupó de revisar todos los lugares
donde ella podría estar en Palacio, pero no la encontró, uno de sus hombres le
avisó que faltaba un caballo en los establos, esa era la prueba definitiva, se
había ido. Había escapado por su propia voluntad, ¿dónde quería ir? ¿Había
huido para encontrarse con alguien?
Cian se obligó a mantener la calma, necesitaba pensar
con tranquilidad para poder encontrarla. Él la había custodiado durante años, conocía
sus movimientos, sus escondites…debía ponerse en su lugar y pensar hacia dónde
se había dirigido la joven. Debía encontrarla.
Luego de pensar y recordar, creyó saber dónde estaba,
tomó su caballo y salió del Palacio anhelando estar en lo correcto.
Cian se alejó hasta llegar a un bosque y luego tomó un
camino que llevaba a una laguna escondida. Ya en el pasado ella se había
escabullido hacia allí para nadar, mientras él, como siempre había mantenido
distancia y la había esperado lejos para luego escoltarla de regreso.
Cabalgó de prisa, deseando que su suposición fuera
cierta. Lo primero que vio al acercarse fue el caballo que la joven se había
llevado, siguió avanzando hasta el borde de la laguna y entonces vio el cuerpo
de ella flotando en el agua.
-¡Azize! – gritó casi saltando del caballo, se quitó
la capa para que no le pesara y se lanzó
al agua sin pensar.
Azize había estado flotando tranquilamente después de
nadar un rato, de pronto escuchó que gritaban su nombre. Esto le hizo abrir los
ojos y cambiar de posición pero apenas adoptó posición vertical en el agua, vio
que Cian llegaba a su lado. Sin palabras
la tomó de los hombros y nadó arrastrándola con él hacia la orilla.
-¡¿Está bien?! – le preguntó y ella apenas asintió
desconcertada. No había esperado verlo allí, menos aún tan alterado.
-Sí, estoy bien…
-¡¿Qué estaba haciendo?!
-Nadaba un rato.
-¿Sabe la preocupación que causó a todos? ¿Cómo pudo
escapar así?
-¡Me estaba asfixiando encerrada en el Palacio,
necesitaba irme, respirar!-dijo ella y se puso de pie. Había nadado con ropa y
ahora tenía la tela pegada al cuerpo y sentía frío. También Cian estaba
empapado.
-Tenemos que regresar – dijo él y ella lo miró
desafiante. Sin embargo él hizo caso omiso.
Buscó la capa que había tirado al lanzarse al agua y la abrió para envolverla.
-Su Alteza….- la llamó y Azize se acercó
obedientemente consciente de cómo su ropa mojada dejaba ver demasiado, se
sentía incómoda. Como una niña pequeña se acercó a los brazos extendidos de él
que sostenían la capa como si fuera una toalla. Cian la envolvió con la capa y
al hacerlo quedaron muy juntos, por un breve segundo, la sostuvo contra sí apretándola
con fuerza, casi envolviéndola por completo con su cuerpo. Luego la soltó y fue a buscar los caballos.
-Estás mojado…-dijo ella.
-Estoy bien, pero no vuelva a irse así- respondió simplemente, luego montó
su caballo y no le dio más opción que seguirlo. Cabalgaron en silencio hasta el
Palacio. Y los que los vieron regresar les dirigieron miradas risueñas. Parecían creer que habían salido a
dar un paseo de enamorados.
-Vaya a cambiarse, antes que se enferme- dijo él al
dejarla en la entrada de los aposentos.
-Fue la primera vez…-susurró la chica y la miró con curiosidad
como preguntándole a qué se refería- La primera vez que me llamaste por mi
nombre – le aclaró y luego entró.
Cian pensó que no era posible, pero sí, al verla flotando allí , por un segundo había
pensado que había fallado en su deber de protegerla y por primera vez, había
gritado su nombre.
Lo que la princesa quiere o más bien necesita es amor... date cuenta pero ya Cian jajaja... bien manejado, explicado y detallado y kiero massssss
ResponderEliminarMe encantó!!! No puedo esperar para el siguiente capítulo :)
ResponderEliminarQue lindo, dijo su nombre... Sí, chico empiezas a dar muestras de lo que tu armadura esconde!!!!! jejeje
ResponderEliminarQuiero más.... Plis, un capitulo más para tu niña combaleciente¿Si?
Si te esperas unas horitas...habrá más!!!!
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