Tal como dijo aquello, se dio media vuelta para ir en busca de un ordenador. Tenía muchas cosas que averiguar. Aquello significaba que él siempre había tenido razón con lo que sintió la primera vez que la vio. Detuvo sus pasos de golpe, cuando se percató que Sandro no le seguía. Se giró y lo halló parado y con mirada indecisa. Allí ocurría algo. Volvió tras sus pasos y lo miró fijamente a los ojos.
-No parece extrañarte mucho lo que te dije, verdad –Puso los brazos en jarra.
-No –Confesó con gran pesar y soltando un profundo suspiro.
-Escupe –Masculló Santino entre dientes, conteniendo su furia.
-Ella me pidió que callara cuando lo averigüé –Señaló un tanto encadenado.
-¿Cuando fue eso? –Preguntó en un gruñido con la mirada entrecerrada.
-Santino, creo que lo mejor sería que lo hablaras con ella –Expuso con cierta calma.
-Que lo hable con ella –Repitió con cierto sarcasmo en la voz-. Si no me lo ha confesado antes, crees que lo hará ahora.
-Santino, no es lo que tú crees –Salió en defensa de la chica.
-Lo que yo creo –Empleó cierta tiranía en su tono-. Es que mucho no se ha preocupado por mis sentimientos. Está claro que…
-¿No ves extraño que se haya querido ocultar de esa manera todo este tiempo? –Le interrumpió su amigo.
-Yo veo que todo ha resultado un juego para ella. Espero que os lo hayáis pasado muy bien a mí costa –Soltó un tanto despótico dándose la vuelta para marcharse.
-¡Espera por favor! –Imploró yendo agarrarlo del brazo para que no marchara. Llevándose una sorpresa cuando su amigo se dio la vuelta golpeándolo con el puño y tumbándolo en el suelo.
-Dejarme en paz –Masculló en un susurro, sabiendo que toda la gente de allí los estaba observando atentamente-. Puedes correr a decírselo –Soltó dándose la vuelta y alejándose de allí.
Llegó al garaje, para montarse en el acostumbrado Ferrari y salir de allí con el acelerador pisado a fondo. Tenía que quemar su adrenalina de alguna manera. Y aquella era la que más conocía y le gustaba. No era tan rastrera como el pegarle a su amigo. Abrió y cerró los dedos de su mano derecha hallándola un tanto entumecida, como queriendo deshacerse de aquella sensación tan repulsiva.
Era ella, sí que era ella. Su destino dorado. Pero ahora, su pregunta consistía en quien era realmente Jaimie Pianott. ¿Por qué le había mentido? ¿A que venía esconder su nombre? ¿Qué es lo que ocurría allí? ¿Entonces todo había sido una mentira? Pero era su destino dorado. Él la… Ahora mismo se sentía engañado. Notó como la vista se nublaba un poco a causa del cúmulo de lágrimas que querían caer, pero que él no iba a permitir que sucediera. Pisó con más fuerza el pedal derecho, notando como el coche adquiría más velocidad de la recomendada en aquella carretera. Además de ir ignorando la llamada insistente de su teléfono móvil. En aquel momento no estaba para nadie.
Dejaba la llave de la moto en recepción, en un estado de total agitación. Se había pasado toda la tarde preocupada, por la cena que iba a prepararle a Santino en su dormitorio. Más que nada, por lo que iba ha confesarle tras aquella velada romántica que iba ha ofrecerle. Gracias a Sergei, llevaba en su mano los detalles para decorar la estancia. Conociendo él bien la ciudad, la había llevado a una tienda donde se dedicaban exclusivamente a las noches románticas o de seducción, encontrando uno todo tipo de detalles interesantes. Por un precio muy razonable, había adquirido pétalos de rosas naturales. Varias velas diminutas, que se introducían dentro de recipientes de cristal de diversos colores para proyectar un tono adecuado a la noche que se esperaba. A más de dos pañuelos de seda del mismo tono, para tapar la luz de las lámparas de la mesita de noche. Y como le habían explicado, tenían doble uso por su suavidad si el cabecero de la cama era de barrotes. Aún recordaba como se había sonrojado ante aquel detalle, mientras que Sergei no había parado de reírse. Bien, solo le quedaba encargar que subieran la cena a la hora adecuada a su habitación.
Miró la hora en su reloj, para apresurarse en el andar en dirección al dormitorio. Tenía una hora, para vestirse y adornar el cuarto. Todo iba a salir bien aquella noche. No tenía ningún motivo para estar nerviosa. Tenía que creer en las palabras que Sergei le había dicho hacía unas horas. Estaba haciendo lo adecuado. Era el momento perfecto de explicarse a Santino. Iba sonriendo por el pasillo de su dormitorio, cuando al fijarse bien vio a Sandro sentado en el suelo y apoyado contra su puerta. Ya no sonreía, aquello era extraño. Se acercó allí con el corazón saltando de miedo.
-Sandro… -Lo saludó apenas a dos metros, soltando después una fuerte exclamación al ver el moratón que tenía en la mejilla izquierda, parte comisura de sus labios-. ¡OH, dios mío! –Se arrodilló a su lado preocupada-. ¿Qué te ha pasado?
-Te llamé varias veces, pero saltaba el buzón de voz –La miró con tristeza-. Sabía que ya mismo tenías que llegar…
-¿Te lo has curado? –Preguntó preocupada, un poco ajena a lo que él iba diciendo-. Lo siento, me quedé sin batería –Respondió pasados unos segundos tras haberle mirado más de cerca el golpe-. ¿Cómo te lo hiciste? ¡Santino! –Exclamó de repente alarmada-. ¿Él esta bien?
-Jaimie, lo sabe todo… -Confesó en un gemido.
-¿Qué quieres decir? –Frunció el ceño sin comprender aún.
-Discutimos los dos hará una hora… -La miró con cierta lástima-. Lo siento mucho pequeña.
-Sandro… -Susurró con miedo y alzándose del suelo de repente al comprender todo.
-Se ha enterado de tu verdadero nombre ésta tarde, a través de un programa del corazón italiano… -Le explicó-. Lo llamó su madre al ver la noticia.
-No… -Negó con la cabeza-. Yo, él… -Las lágrimas comenzaron a derramarse por sus mejillas-. Pero si ésta mañana estábamos muy bien… -Alzó la bolsa de plástico-. Tenemos una cena romántica en un rato aquí –Su voz se trabó por el llanto-. ¡Iba ha contarle la verdad!
-Lo siento mí pequeña –Se puso en pie, para rodearla en un fuerte abrazo mientras lloraba desesperada.
-Voy ha llamarlo –Gimió separándose del hombre y buscando el teléfono en su bolso-. Me lo cogerá y me dirá que ahora viene hacia aquí… -Sorbió pro la nariz-. ¡Mierda! –Bramó al encontrar el aparato y recordar que no tenía batería.
-Con el mío te resultará inútil –Se alzó de hombros Sandro-. Lo he llamado varias veces y no me ha respondido a ninguna. Prueba con el de la habitación –Le indicó, observando como la joven habría la puerta con movimientos desesperados, para entrar en el cubículo y encaminarse al aparato al tiempo que soltaba por el suelo la bolsa de plástico y su bolso. Después, colgaba en un estado de letargo al ver que el piloto no le atendía la llamada.
-No va ha venir… -Gimió en un susurro limpiándose las lágrimas que no paraban de resbalar por sus mejillas.
-Lo siento pequeña –Suspiró acercándose a su lado, para acariciarle la cabeza con ternura.
-Tú no tienes ninguna culpa –Mostró un amago de sonrisa-. Solo yo… Y por mí culpa, os habéis enfadado los dos.
-Eso sí que no Jaimie –La amonestó el hombre-. Fui yo quien decidió callar. Y dale tiempo a Santino. Estoy seguro que esto se le pasará una vez que hayáis hablado con calma.
-Vale… -volvió a sorber por la nariz-. ¿Te importa sí me quedo a solas? –Preguntó con cierta timidez.
-Solo si me prometes que me llamarás si me necesitas –Le dictaminó, consiguiendo una afirmación por parte de la chica con un movimiento de su cabeza-. Bien, me voy a mi dormitorio. No dudes en llamarme sí sabes algo…
-Sí –respondió yendo tras él, para cerrar la puerta-. Adiós y gracias por todo Sandro.
-De nada pequeña –Dijo con lástima antes de partir de allí.
Cerró la puerta y corrió a conectar su teléfono móvil. Tal vez, Santino había intentado llamarla. Pero cuando lo encendió, solo halló las llamadas de Sandro y una de su madre… Santino no iba aparecer. Estaba enfadado con ella y con Sandro. Y lo más triste, que lo comprendía.
¿Y si miraba en su dormitorio? Tal vez le abría la puerta, si realmente se encontraba allí. Pero a lo mejor no quería hablar aún con ella, hasta que no le bajara el enfado… Pero se sentía tan mal. Ella era la única culpable de que él se hallara así. A más, de que se hubiera enfadado con su amigo. Pobre, el piloto no tenía porque recibir castigo alguno por su pequeña guerra con el universo. Tenía que hallarlo, confesarle que lo amaba desde que tenía prácticamente unos quince años, pero que simplemente había sido una idiota a pesar de que su madre se lo advirtiera. Pero lo primero de todo era presentarle una disculpa. Y presentarse como la conocían todos. Jaimie Laumier, hija de Pierre Laumier. Y jefa de mecánica para su escudería. Otro punto, era que a la mañana ya podría ir vestida con su mono de taller tranquilamente, sin tener que ocultarse en ningún momento.
Alzó la mirada un poco, para ver en el suelo la bolsa blanca. Aquello, aún le hizo sentir más presión en su pecho. Se suponía que iba a salir todo perfecto. ¿Era cosa del destino castigarla de aquella manera? En aquel momento, tenían que estar los dos cenando en ese dormitorio. Iba a ser una noche muy romántica, donde acabarían haciendo el amor después de que ella le confesara todo. Pero nada de aquello iba ha ocurrir por el momento, porque Santino no iba aparecer. Se dejó caer atrás en el colchón, para comenzar a llorar nuevamente con gran fuerza. ¿Dónde podía estar? ¿Qué se suponía que tenía que hacer uno, cuando estropeaba las cosas de aquella manera? ¿Y sí salía a buscarlo, dónde tenía que comenzar?
Estaba sentado en un cibercafé, reprimiendo las ganas enormes de fumarse un cigarrillo. Pero la ley prohibía hacerlo dentro de los locales, sí quería tenía que salir a la calle, como muchos estaban haciendo en aquel momento. Pero no quería levantarse de la silla, ni de abandonar lo que la pantalla le mostraba. En una ventana, tenía las fotografías que habían salido de ellos dos aquella misma tarde. Donde se les veía juntos, bien… Enamorados. Justo lo que le decía el destino. Su amor era aquella chica. Quien resultaba ser la hija del famoso mecánico Pierre Laumier, quien a la vez tenía un hermano que se dedicaba a lo mismo. Henrí Laumier… ¿Qué demonios era todo aquello? ¿Una burla? ¿Estaban entonces todos enterados menos él? Se lo tenían que estar pasando de maravilla. Y ahora, muchas cosas encajaban.
Sergei, era un buen mecánico principiante que seguro estaba aprendiendo un poco demás de las manos de Jaimie. Que por lo que se podía leer en la otra ventana que tenía abierta. Ella, era estudiante de ingeniería mecánica con excelentes notas. No había foto alguna. Pero sí un pequeño resumen de su vida hasta la actualidad, en la ficha personal de su padre en la wikipedia.
Desde adolescente que se había interesado por la mecánica. Pasando la mayoría de sus horas libres, al lado de su padre en el taller mecánico. Teniendo solo dieciséis años, cuando la aceptaron en la universidad para que emprendiera sus estudios en la ingeniería. En la actualidad, estaba inmersa en una tesis sobre la mejoría en los motores rotativos. En definitiva, él a su lado era un pardillo en cuestión de mecánica… Ahora, veía claro el porque condujo ella aquel día el Aston Martin. Y su seguridad al volante… Era muy buena conductora. Y todo aprendido a lo largo de los años, por ser lo que más le apasionaba junto a su padre y todo el equipo de mecánicos. Y el que hubiera quedado aquella tarde con Sergei, no era para pasar un buen rato dándole las herramientas. No señor, aquello era porque le habían dejado en su poder los C-111, para que los arreglara. Y si no se equivocaba, uno de ellos era motor rotativo. Entonces, Jeremy el patrocinador también estaba enterado de la verdad…
Por último, se había fijado en un dato curioso que había en la ficha de Pierre Laumier. Llevaba cerca de ocho años divorciado, pero mantenía una relación muy estrecha con su mujer y el actual marido de ésta, Paul Pianott. El apellido con el que Jaimie se presentaba. Y con el que suponía, que era la causa a que no la encontrara.
¿Por qué se había escondido de aquella manera? ¿Por qué huía de él? Si algo que tenía seguro, era que desde un principio ella había huido. Y creía llegar a la conclusión acertada, que ella no tenía que haber estado allí en Alemania con su tío. Sino más bien en Italia, en el “GT”. Como jefa de equipo junto con su padre, que casualmente era el que llevaba su escudería siempre. Ahora veía claro, que se saltara aquel día el semáforo en rojo con la moto. Se llevó la sorpresa de su vida al hallarlo allí junto a ella. Jaimie tenía que darle muchas explicaciones. ¿Pero iba ha conseguir perdonarla? Aquel es el miedo que tenía. Era muy grande el sufrimiento que había llevado todos aquellos años. Había estado perdido en la frustración de no hallar el nombre de su carta. Mientras que ella, siempre había sido consciente… Además, de haber jugado con él allí en Alemania ¿Cuándo iba ha decirle la verdad?
Con un profundo suspiro, cerró todas las ventanas y se levantó en dirección a la barra del cibercafé a pagar. Mejor se encerraba en su dormitorio, no tenía buen humor para hablar con ella. Cuando se enfadaba, decía o hacía cosas de las que después se arrepentía. Como el pegarle a Sandro. Aquello no había estado nada bien. Uno podía enfadarse, pero no era excusa para propinarle un puñetazo.
Y pensando ahora en él, lo más seguro es que le hubiera advertido a ella de todo. Como el móvil había decidido dejarlo en el coche, no sabía si Jaimie habría tratado de ponerse en contacto con él. Aquella noche, ella iba a prepararle una velada romántica en su dormitorio. Aunque ahora que recordaba, ella se veía un tanto agitada cuando le propuso aquello ¿Sería porque quería contarle la verdad? ¿Cambiaría algo aquello si fuera cierto? No podía decírselo, porque no había sido la situación y tampoco podía afirmar cual hubiera sido su reacción. Para concretar todo bien, antes tendría que verla.
Que la perdone yaaaaaaaaaaaa, aunque lo entiendo, esta la ha líado bastante ehhhh... gracias por el cap brujis... problemas con cuenta de gmail.. no se que, soy J.J (jajaja)
ResponderEliminarQue horrorrrrrrrrrrrrrr, que angustia, ahora si que me dieron ganas de llorar!!!! que la perdone y no la haga sufrir mucho....
ResponderEliminarQue habrás tocado enana, para no entrar con tu nick!!! jejejeje Y eso que tu eres la entendida del ordenador.
ResponderEliminarLo siento Kriss, pero no se como va a ir. Si `perdón fácil o no... Según la marcha y lo que dcidan mis dedos escribir. Muchos besos a todas!!!!