martes, 25 de septiembre de 2012

Deberes De Princesa 5

¿Acaso lo había hecho aposta? Kenan,  había acabado sentado en medio de ella y su hermana. ¿No hubiera sido más fácil, que Harmonie hubiese ido en medio de Norah y ella? Era lo más objetivo, para quitarse un problema de encima. Pensó con cierto mosqueo.
Llevaban un cuarto de película y todo iba tranquilo, aún no había tensión en el film, de modo que su Hermana no tenía todavía excusa alguna para saltar a sus brazos. Así, que podía disfrutar  algo de aquella película. OH no… Pensó de inmediato, al notar como el agarraba su mano sin motivo alguno. Lo miró por unos segundos con mirada asesina, pero él la ignoraba. Tenía los ojos puestos en la gran pantalla con media sonrisa fijan sus labios. Aquello la enervaba, sólo le quedaba por hacer una cosa, tirar de lo que era suyo. Pero fue inútil, él hacía fuerza… En silencio expiró todo lo que pudo profundamente para tratar de calmarse. No era lugar para armar ningún revuelo, si se levantaba y le propinaba un fuerte golpe con el bolso.

Nada. El muy imbécil, solo hacía que ignorarla. De modo que a causa de su enfado que iba aumentando por segundos, llevó su mano libre al antebrazo del hombre para propinarle uno de aquellos pellizcos que te provocan un calambre por todo el brazo. ¡Y funcionó! Sonrió con satisfacción, al ver cómo su mano era liberada y el hombre le prestaba suma atención con cara de pocos amigos.

Solo supo sonreír con suma alegría, para ignorarlo después y mirar la pantalla en donde el suspense había comenzado  aparecer. Pero no duró mucho, al captar por el rabillo del ojo como su Hermana pequeña simulaba estar nerviosa para reclinarse sobre él. Aquello le provocó un exagerado resoplo, que no pasó desapercibido para Kenan.
-Tú lo has buscado al soltarte de mi –se acercó tanto ella, para susurrarle aquellas palabras, que notó el roce de sus labios en su mejilla paralizandola por unos segundos por la sensación que le subió por todo el sistema nervioso-. Te dije que me siguieras el juego…
-Pero no hace falta meterme mano, para zafarte de las de mi Hermana –masculló entre dientes, agarrando su botella de agua para darle un trago sin llegar a lograrlo al volcar sin querer todo su contenido encima de Kénan, cuando la chica de su lado le volcó media coca-cola encima de sus piernas a causa de un susto-. ¡Mierda!
-¿Pero qué haces? –Gruñó Kénan, levantándose de su lugar y observando su pelvis y pantorrillas empapadas en la oscuridad de la sala.
-Yo… -Trató de disculparse, pero no pudo echándose a reír por la situación.
-Lo siento mucho –Se disculpó la joven de al lado totalmente avergonzada-. Ha sido mi culpa…
-¿Y ahora qué? –Susurró su Hermana.
-Iremos a cambiarnos –Zanjó Kénan agarrandola  de pronto y sacándola de allí sin darle tiempo a protestar.
Una vez fuera de la sala, ella pudo dar un tirón del brazo para poder soltarse del agarre del hombre.
-Perdona, pero no hace falta que vayamos juntos –Respondió con cierta altivez.
-Me parece que viniste  con el autobús y mi hermana se encargaría de acercarte después con su coche a casa ¿Me equivoco? –Alzó una ceja.
-No. Pero puedo irme en un taxi -Se alzó de hombros.
-¿Por qué complicar todo entre nosotros? –Quiso saber un tanto frustrado.
-No hay ningún nosotros –Marcó con tono seco.
-Yo ya deje de negarlo hace mucho tiempo –informó con cierta sonrisa en el rostro, pero cargada con algo de frustración.
-¿Qué quieres decir con ello? –Frunció el ceño.
-Que voy a empezar con ciertos cambios –Sonrió con cierto predominio.
-Sigo sin comprenderte, pero da igual –Refunfuñó encaminándose hacia la salida de los cines.
-Déjame llevarte a casa –Habló yendo a dos pasos de ella-, y demuéstrame así que también has madurado.
-¡No soy ninguna niña! –Se giró para encararlo con gran enfado.
-No quería decir eso –señaló con pesar-, pero como siempre, me tratas como si estuviéramos en un campo de batalla y tus palabras, fueran las granadas… Me refería se habías madurado en relación a nosotros.
-¡Y dale! –Le dio la espalda para emprender la marcha-. No hay ningún nosotros… -Masculló entre dientes.
-Deja de ser tan cabezona y rencorosa. A eso es lo que me refiero. Ahora somos dos personas adultas, que deberían dejar la enemistad de lado… No comprendo el porque tenemos que seguir ignorándonos, es momento de enterrar nuestro enfado o lo que fuera.
-Me parece increíble –habló con cierto reproche-. Tú, le digas lo que fuera… -achicó los ojos-. Tú, eres el Hermano de Norah. Tú, eres quien desde un principio puso una barrera entre nosotros al tratarme con cierta burla y tratando siempre de mantenerme, a un plano diferente que a todos los demás.
-Pero eso… -intentó protestar, dar una explicación, pero no le dejó.
-Y creo, que la estupidez que cometimos después no necesita palabras –puntualizó en un murmullo, empujando la puerta batiente que daba a la calle para frenarse de golpe-. ¡OH! –Soltó un suave quejido al ver que caía una fuerte cortina de lluvia-. Y ahora esto… -siseó por lo bajo, con cierto fastidio al ver que el tiempo no hacía por mejorar su humor.
-Vaya, quien iba a decir que llovería con el cielo estrellado que había antes –habló sorprendido pero con cierta satisfacción, pues aquello podía ser una ventaja para él-. Vuelvo a ofrecerme para llevarte a casa –se giró a mirarla.
-Es curioso –comenzó a emplear cierta ironía en sus palabras-, nos marchábamos por habernos empapado –se alzó de hombros-. Qué daño me puede hacer un poco más de agua.
-¡Llamas un poco de agua, a lo que está cayendo! –reprochó sin poder ocultar que volvía hallarse un poco molesto por cómo iba la discusión por el momento-. Por favor Jacqueline, sabes muy bien que con cuatro pasos que des, estarás empapada.
-No me asusta el mojarme –Soltó lo siguiente con cierto sarcasmo-. No soy una princesa delicada de la época medieval.
-Cierto. Eres más terca que una mula –dijo exasperado en el momento que retumbaba en el cielo un fuerte trueno y la lluvia incrementaba en fuerza-. Solo me ofrecía llevarte a casa, por amistad o como quieras llamar a lo que hemos mantenido todos estos años. Siento que se interrumpiera de esta manera tu velada con mi Hermana, buenas noches –se despidió en tono educado, caminando hasta el ascensor que lo llevaría al parking subterráneo para coger su coche.
Estaba segura, que si la vieran en aquel momento sus Hermanas afirmarían tener razón en referente a su comportamiento con los hombres. Pero solo era así de arisca con él… Tenía que proteger sus verdaderos sentimientos delante de todos. Por eso era así de fría con Kénan. Pero por mucho que le costara aceptarlo, él tenía razón. Se había comportado como una tonta… Miró hacia la derecha, donde estaba la rampa de salida del parking y sus pies, anduvieron hacia allí ignorando las órdenes de su cerebro de que se fuera por el otro lado.
Prácticamente, salió de la plaza de parking derrapando por el enfado que hervía en su cuerpo. Mejor abandonaba todo plan. Aquello era cosa de locos, con lo cabezona que llegaba ser aquella mujer, no creía que fuera a  dejar la tozudez a un lado, para intentar ver la verdad. Había sido un completo idiota al creer siempre, que algún día iba a conseguirla. Llamaría al día siguiente a Enora, para que dejara sus planes en el fondo de un cajón, él desistía… OH no… Pensó con una pequeña luz de esperanza al salir por la rampa y hallar bajo la lluvia a su princesa. Detuvo el coche a su lado con suavidad, dejando atrás la furia con la que había conducido por el espacio subterráneo. Y observando como está dudaba un poco, después de abrir la puerta.
-No te preocupes por los sillones –dijo con voz calmada-, sólo piensa en no pillar un buen catarro.
-Gracias –susurró deslizándose dentro y abrochándose el cinturón en completo silencio.
Activó el anti-vaho para los cristales y se sumergió con toda normalidad al tráfico que había en las calles. Sabía que era mejor callar por el momento y conducir. Si tenían que tener alguna conversación, sería ella quien dijera la primera palabra. Pero él ya sabía, que ella no iba a decir nada. Convirtiendo el trayecto a la mansión, en un denso silencio. Con el único sonido del motor y la lluvia chocar contra el techo del vehículo.
Poco rato después, pasaron por la puerta de seguridad en donde los guardas conociéndolo y viendo que llevaba la princesa, los dejaron pasar sin demora alguna.
Pasado el largo sendero flanqueado por grandes árboles, llegaron en frente de la puerta principal. Iba a detener el coche, pero ella le indicó que siguiera por el sendero en dirección a la parte trasera de la enorme mansión. Haciéndolo detenerse en lo que era una entrada más directa a los aposentos más íntimos de la familia real. Pudiendo observar, que no había porche alguno y aquello significaba que ella volvería a exponerse bajo la lluvia. No le daría tiempo a coger el paraguas que llevaba tras el sillón del copiloto. Ella no aceptaría aquel gesto de su parte. Pero por probar…
-Espera un segundo que cojo el paraguas y…
-No quiero molestarte más –Sonrió levemente-. Son unos pocos pasos lo que tengo hasta la puerta.
-Jacqueline por favor, ya vuelves hacer lo mismo –Resopló-. Y no resulta molestia alguna –Llenó su mano derecha tras el sillón de ella para extraer el paraguas y salir del vehículo, protegiéndose del aguacero.
Juntos, bajo aquel trozo de nylon  se aproximaron hacia la pequeña puerta que justo se abría en aquel momento de la mano de su Padre. Quien los miró por un momento sorprendido, para después hacerlos entrar.

-Hay que estar muy aburrido para salir a pasear bajo esa lluvia –señaló con humor el hombre mayor -. Buenas noches, Kénan –Saludó para alejarse hasta la cafetera que había en el fuego-. ¿Quieres que te sirva un café?
-Buenas noches Simón –Saludó sonriente y dejando el paraguas en una esquina de la puerta-. Gracias. Pero no quiero ser ninguna molestia –Carraspeó un poco, mirando hacia ella encontrándose con cierta indiferencia en su mirada.
-Sabes que tu presencia en esta casa, jamás se considerará una molestia –señaló el hombre mayor en cierto tono mandón-. ¿te sirvo también uno a ti, cielo?
-No –respondió yendo hacia la puerta del fondo-, yo me retiro a darme una ducha y cambiarme de ropa. Muchas gracias, Kénan –lo miró por un segundo-. Buenas noches.
-Ven luego a darme un beso de buenas noches –le guiñó un ojo Simón-. Hace mucho que no me lo más.
-De acuerdo –le dedicó una sonrisa a él llena de amor, para después salir de allí con el estado de ánimo inquieto.
-Bien chico –suspiró el hombre, depositando las dos tazas en una bandeja de aluminio-. Que te parece si vamos a mi despacho, te sientas junto al fuego y te secas así los pantalones –volvió sugerí con humor.
-Me parece perfecto. Así habrá  tiempo para que amaine un poco la lluvia –se acercó hasta el hombre mayor, para quitarle la bandeja de las manos-. Deja que lleve yo la bandeja, mientras tú me abres las puertas.
Llevaban unos veinte minutos allí a solas, hablando de cómo estaban los negocios cuando Simón se quedó un momento callado. Mirando hacia las llamas de fuego. Después, se giró a mirarlo para hablarle con gesto tranquilo.
-Realmente, me sorprendí mucho al ver a Jacqueline llegar escoltada por un hombre –sonrió-. Y encima, que resultaras ser tu. Sabiendo de la fuerte empatía que siente hacia ti.
-Digamos que ha sido una noche de situaciones sorprendentes para todos -ironizó divertido Kénan-. Me hallaba con mi amigo Pierre, cuando me topé con mi Hermana en la plaza que había quedado para salir con Jacqueline… Decidimos ir al cine juntos… Así que fue raro y difícil, ciertamente –confesó aun sonriendo por la complicada mente de la chica.
-Ya veo… ¿Entonces, no significa que habéis hecho una tregua? –siguió preguntando con interés.
-La he pedido… -admitió sin confesar sus más íntimos deseos-. Pero no sé como resultará…
-Es que verás… -se reclinó hacia delante en el cómodo sillón-. Hay algo que llevo muchos años sin lograr comprender. Nunca os habéis caído bien, pero sin embargo eso no ha sido el punto para que solucionarais el hecho de que estéis casados –soltó sin más, captando la expresión de sorpresa en el hombre que estaba sentado enfrente suyo.
-Simón… -sus ojos la miraban completamente abiertos-. ¿Lo sabes?
-Por supuesto –respondió sin esconder una sonrisa de satisfacción por el aturdimiento del otro-. Desde la mañana siguiente al enlace.
-¿y Jacqueline? ¿Por qué nunca dijiste nada?
-Mi hija, no sabe que me hallo informado de vuestro matrimonio.
-Dios mío –hundió el rostro en sus manos-. ¿Qué pensaras de mi?


4 comentarios:

  1. ¡¡¡Señor!!! ¿Como lo puedes dejar asiiiiiiiiii? :(

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    1. No creo que el señor tenga tiempo a darte esa respuesta jejejeje

      Cuanto tiempo Yola!!!!! Venga, ahora no os quejeis!!!! Sabeis que siempre intento dejarlo en algún punto!!!!

      Pero recordad, que ha veces es diferente a lo que se ve!!!! jejeje

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  2. ¡¡¡¡OOOOOOOHHHHHH!!!! Secundo a Yola, ¿ahí nos dejas? Di que tienes excusas sino ya mismo estaba acosándote...quiero más quiero más quiero más....me gustan los secretos qu eno lo son. Ahora no queda otra Que la ataque hasta hacerla desistir...va a gustarme!!!!!

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    1. No tengo excusas!!!! jejejeje venga, ven a por mi!!!! jejeje

      Simplemente dige.. Mmmmm, aquí lo dejamos... jejejeje

      A tu salud jojojojo

      Muchos besos

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