Bastian Cavendish miró a
su secretaria de arriba abajo
-¿Esa es tu idea de ropa
de fiesta , Leoncito? – preguntó con cierto reproche en la voz.
-No es una fiesta, usted
lo dijo, es un cóctel en la embajada y tiene que ver con negocios, y yo
asistiré como su asistente me parece adecuada, sí, muy adecuada – le respondió
intentando sonar segura.
La verdad era que no
tenía mucha ropa, y aquella falda negra plisada y la camisa blanca le habían
parecido una buena elección, pero ahora bajo la mirada escrutadora de su jefe
se sentía bastante insulsa.
-De hecho no es
adecuada...
-Lo lamento por usted,
si quiere puedo quedarme, vaya solo.
-Claro que no, pero si
al menos ...quiero decir esa falda llega casi a tus rodillas y la camisa no
tiene forma alguna...
-Ya le dije. Vaya solo.
No tengo tiempo de cambiarme, ni quiero hacerlo, si quería que me vistiese de
alguna manera determinada debió haberlo dicho antes.
-Como si me hubieras
hecho caso... – respondió él.
-Nunca pensé que le
molestara mi vestuario – dijo ella pensando en la forma casual que vestía cada
día. Cavendish jamás había hecho un comentario.
-No me molesta, sólo que
hoy es una ocasión especial.
-Bueno, vámonos, será
mejor que lleguemos temprano.- dijo ella y en un gesto casi ausente se acomodó
la ropa.
-De acuerdo, Leoncito,
vámonos, yo te sigo – dijo Bastian pero cuando ella salió de la oficina la
puerta se cerró de golpe tras ella y la chica sintió un sonido de tela
rasgándose. Intentó girarse pero se dio cuenta que su falda había quedado
atrapada por la puerta que en ese momento fue abierta por Bastian quien sostenía
un pedazo de tela negra.
-¡Ups! Parece que tu
falda se rompió – dijo y la chica descubrió horrorizada que su falda estaba
agujereada en forma irreparable, tomó la tela con ambas manos para cubrirse y
miró enfurecida a su jefe. Aquello era sospechoso, muy sospechoso.
-¿Lo hizo a propósito,
verdad?
-Fue un accidente –
contestó él levantando el trozo de tela y sonriendo de una forma que lo hacía
ver cualquier cosa menos inocente.
-No le creo…es el
accidente más extraño que me ha sucedido, y soy muy creativa teniendo
accidentes – contestó ella.
-Me temo que tu falda ha
muerto.
-Lo siento mucho por
usted que la quería tanto, pero ahora no podré acompañarlo…o bien puedo pasear
mi ropa interior por la embajada y demostrar como tener un jefe como usted arruina
el buen juicio de una persona.
-Tengo una idea mejor,
vámonos – dijo él y la agarró de la mano mientras sacaba su celular del
bolsillo.
-¡¿Qué hace…?! –
preguntó Leo y lo escuchó hablar por el celular mientras la arrastraba consigo.
-¿Violet? Soy yo,
Bastian, necesito uno de tus vestidos..
-Ni se le ocurra –
musitó Leo por lo bajo, pero él la ignoró.
-Algo para un cóctel en
la embajada, algo sencillo, elegante, con toque sexy…estilo Audrey Hepburn
estaría bien…¿El talle? Es para mi Leoncito, ¿la recuerdas, verdad?. Sí ya
vamos para allá – dijo y luego colgó.
-¡No quiero que me
compre un vestido! ¡Vaya solo!
-Shhh, sube al auto,
iremos de camino, ya deja el berrinche o llegaremos tarde – le dijo y le abrió
la puerta del auto mientras la empujaba suavemente para que dejara de
resistirse. Leo no tuvo más remedio que entrar mientras seguía aferrando con
fuerza los lados de su falda rota.
En pocos minutos
llegaron a la tienda de Violet, la que habían visitado antes cuando Bastian
había tenido el ataque de comprador compulsivo.
Bajó del auto y se
acercó a abrirle la puerta a Leo.
-Llegamos, Leoncito,
baja – le indicó y ella sacudió la cabeza en un gesto de negación- ¿De verdad
no vas a acompañarme? Dejarás que vaya solo y hunda mi imagen hasta el fondo de
la ignominia…hoy tengo un humor un poco travieso, ¿quién sabe lo que puedo
hacer sin supervisión? – la provocó y ella giró los ojos y soltó un suave
bufido. Luego descendió del auto mientras seguía aferrando su ropa.
-Bienvenidos, ya tengo
todo listo – dijo Violet saliendo a recibirlos apenas entraron a la tienda.
-Gracias – contestó
Bastian y la mujer le echó un vistazo a Leonora, la joven aún sostenía con
fuerza su falda desgarrada.
-¡Oh querida! Ven
conmigo – exclamó la mujer y se llevó a Leonora con ella hacia la zona de los
probadores, al irse la chica le dirigió una mirada entre enfadada y de
desesperación a su jefe, él sólo la saludó con la mano.
Leonora se miró en el
espejo, seguía siendo ella, sólo que una versión pulida, una que le costaba
reconocer.
El vestido era tal como
lo había pedido su jefe, sencillo y elegante. Era negro, sin mangas, escote bote, corto pero sin exagerar, ajustado
a su cuerpo pero sin llegar a ser vulgar, tenía unas flores rojas bordadas en
un hombro lo que le daba un toque distintivo. Además le habían recogido el
cabello, lo que resaltaba su cara. Leonora no recordaba cuando se había visto
tan bien, mejor dicho creía que nunca se había vestido así, al menos estaba
segura de que nunca había usado una prenda tan cara como aquella.
Se miró una vez más al
espejo, juntó coraje y salió.
Bastian y Violet estaba conversando
y ambos se giraron a verla cuando salió.
-¡Estás preciosa!-exclamó
Violet juntando las manos efusivamente.
-Te ves bien, Leoncito –
dijo él .
-¿Eso es todo Bastian?
Puedes hacer un cumplido mucho mejor – lo regañó Violet.
-Me temo que si le digo
lo que en realidad pienso, o no me creerá o saldrá huyendo – dijo él mirando
con intensidad a Leonora y ella se sonrojó.
-No le hagas caso,
Leonora, te ves encantadora- le dijo la mujer.
-Gracias, es el
vestido...- musitó ella bajando la cabeza.
-Vamos o se nos hará
tarde – dijo Bastian , se acercó a ella y le tomó la mano para salir de la
tienda.Ella intentó soltarse, pero él entrelazó sus dedos y no la dejó.
Cuando reabrió la puerta
para que entrara al auto, se inclinó sobre ella y le susurró.
-No es el vestido,
Leonora, eres tú...- a la chica no se le
ocurrió ni una respuesta ingeniosa.
Unos minutos antes de
llegar, Cavendish se giró para mirarla.
-Dime, Leoncito, ¿no
valió la pena el sacrificio de tu falda?
-No lo creo, no me gusta
que me compre ropa....
-No lo compré, sabía que
no lo aceptarías, Violet nos lo prestó, así que asegúrate que no le ocurra ningún
accidente...debemos devolverlo.
-Si usted no ayuda a
cerrar la puerta atrapando mi ropa, estoy segura que estará a salvo – contestó ella
y en el fondo lamentó no poder quedarse con aquel hermoso vestido.
Cuando entraron al salón
de recepciones de la embajada, Leonora se obligó a sí misma a mantener la boca
cerrada, el lugar era muy bello, la
decoración, la gente, todo exudaba un lujo al que no estaba acostumbrada. Su
jefe, en cambio, parecía sentirse a sus anchas, aunque una vez más ella había
notado aquel ligero cambio de actitud, como si la capa de banalidad se
desvaneciera y apareciera otro Bastian Cavendish.
Sin embargo el encanto
era el mismo, se dedicó a saludar a varios de los invitados, la presentó como
su asistente, y la sorprendió una vez más hablando francés fluidamente.
Leonora aprovechó que
desempeñaba un papel secundario y se dedicó a observar a su jefe, fuera lo que
fuese Bastian Cavendish, era innegable su habilidad social, tenía una increíble
facilidad para interactuar con los demás y caerles bien.
Solo en un momento lo
vio perder aquel encanto y fue cuando alguien mencionó algo sobre su familia,
incluso ella captó la mala intención en el comentario y percibió como Bastian
se tensaba. Sin pensarlo dos veces, intervino.
-Señor – lo llamó tocándole
el brazo- lo buscan, el empresario francés con el que estamos cerrando el
trato quiere hablarle unos minutos –
dijo y lo sacó de aquel grupo de gente.
Él saludó y la siguió dócilmente.
-¿Dónde está ese hombre?
– preguntó y Leo se dio vuelta culpable, pero él le sonreía.
-Yo...
-Gracias, Leoncito, eres
una guardaespaldas formidable. Ahora, en lugar de buscar a alguien que no existe,
vayamos a comer unos bocadillos y beber algo...eso es lo que hace que valga la
pena venir a estos lugares.
-¿Y los negocios? –preguntó
ella.
-Ya hemos hecho
suficiente, he mostrado la cara y conseguido algunos contactos importantes –
dijo él y le mostró orgulloso varias tarjetas de negocios que llevaba en el
bolsillo.
-¿Ya quiere irse?-
preguntó ella.
-Ya te dije , primero
vamos a comer...y luego escapamos.
-Creí que le gustaban
las fiestas – dijo Leonora.
-No creas todo lo que
escuchas, puede traerte problemas – le dijo él guiñándole un ojo , pero sus
palabras quedaron dando vuelta en la cabeza de la joven.
SE ME HACE QUE ESA FRASE VA A SALIR A RELUCIR MUY PRONTO. LEONCITO COMO SIEMPRE DE EFICIENTE JAJA, YA QUIERO MAS.
ResponderEliminarTu falda ha muerto????? jajajajaa ay sis me rei mucho con eso, que travieso jefe y oculta muchas cosas eh... kiero saber wiii
ResponderEliminarJo, cada vez se pone mas interesante jijiji.
ResponderEliminarbuena historia me ha gustado
ResponderEliminarMuy divertido capítulo... esperando el siguiente! :)
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