martes, 12 de junio de 2012

Magia En Nottingham 4


 Bueno, diez pasos y se acercaba  a la puerta. A una puerta, que le iba a ofrecer una vida diferente. Solo esperaba no haberse equivocado, y que estuviera haciendo bien. No pensaba marcharse de allí, sin al menos haber conseguido realizar algunos hechizos más. Es decir, su vuelta a casa tenía que ser con sus perdidos poderes. Lo difícil, averiguar el por que no salían a la superficie. El por que se mantenían ocultos en su interior. Iba a dejar de ser la pésima pobre Ziria, para volver como Ziria, la bruja… Increíble, si por pesimismo que no fuera. Por el momento, iba a explorar la primera etapa. Leer, leer y leer… Más adelante, ya iría probando hechizos.

Llamó al timbre, y por el telefonillo le preguntaron su nombre.

-Hola… -Su corazón, se puso a mil por hora. ¡No! Ahora no tenía que ponerse así, no quería parecer una chica incompetente-. Soy Ziria, la nueva conserje  -Calló, al ver como le abrieron la puerta. Empujó, y apareció en el camino que te conducía al gran edificio parecido a un castillo. Su nueva casa.


Al llegar al pie de los escalones, la puerta principal se abrió dando paso a una mujer menuda, que rondaría cerca de los cuarenta años. Seguramente era una de las profesoras.

-¡Hola! –Le sonrió con tono jovial-. Deja que te ayude con las maletas. Pensé, que el taxi te acercaría hasta aquí…

-Bueno, yo… -Se puso colorada al saber que no había taxi alguno.

-Haberlo dicho, y salíamos ayudarte mujer ¡Huy! Me llamo Rinni y soy profesora de matemáticas.

-Mucho gusto, yo soy Ziria –Sonrió alzando una mano para que la otra mujer se la estrechara.

-Aquí estarás muy bien, somos como una familia –Sonrió aceptando su saludo-. Todos vivimos aquí, menos tres que son de la ciudad.

-Vaya…

-Anda vamos –La animó a caminar con un gesto de cabeza-,  seguro que debes de estar agotada del viaje.

-Mmm… Un poco –Dijo con titubeo y con las mejillas sonrojadas volviendo acordarse de que tampoco podía estar agotada por un viaje inexistente.

-Pues a tu habitación, para que te acomodes a tu gusto y después, bajas a cenar –Le guiñó un ojo.

-¿Pero no tendría antes que? –No la dejó terminar la frase.

-El director, aún tardará unos días en venir. Al igual que otros profesores… Las clases, no empiezan hasta dentro de tres días –Explicó con sinceridad.

-¡OH! –No lo sabía, que tonta por no informarse bien de aquel detalle.

-Mejor, así tendrás tiempo de conocerlo todo bien…

-La verdad, me irán bien esos días para estudiármelo todo.

-No temas, cualquier problema acude a quien quieras. Y los alumnos… -Sonrió-. Ya sabes, unas veces dan guerra otras no… -Se rió divertida.

Dos días después, es decir el domingo a las seis de la mañana, se encontraba comiéndose una deliciosa manzana Fuji, sentada en una grandiosa piedra al lado del rio que había en el magnifico bosque del internado, saboreando aquella calma con mucho placer. ¡Le encantaba aquel lugar! Como había podido ser tan tonta, al temer pasar allí una buena temporada… El aire era magnifico, su habitación era de cincuenta metros cuadrados, la biblioteca era… No tenía palabras para describirla, solo alababa al  mandamás por la gran selección de libros que tenía. Le habían dicho que había unos sesenta mil ejemplares… Todos de autores de todo el mundo, y diferentes idiomas. Las salas de televisión, de juegos de mesa, la piscina climatizada, la cuadra de caballos, el campo de tenis y básquet.  Y la maravillosa sala de arte, como el laboratorio químico. Y sus compañeros eran muy simpáticos, y la cocina exquisita…

Solo le quedaba por conocer a los alumnos, que empezarían a llegar en cuatro horas y al gran mandamás… Que ganas tenía, sus compañeras no paraban de alabarlo en todo. Lo que no entendía muy bien, y no sabía si era por su mala suerte en el amor es que dijeran que era un hombre muy atractivo… En la foto de la web, se le veía normal. Un hombre de sesenta años… Bueno daba igual, ella había venido para conocerse así misma. Y eso, es lo único que le importaba. Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de la persona que se acercaba por el camino con un enorme Dogo –Alemán. Hasta que sintió el hocico húmedo de éste en su mano. El cual le provocó que diera un salto atrás por el susto…

-¡AH! –Chilló asustada.

-Perdón, no me di cuenta que se le había acercado tanto –dijo un atractivo hombre, enfundado en unos tejanos y camiseta mientras le sonreía de forma agradable-. Dexter, no seas travieso y vuelve…

-No pasa nada, solo me asusté un poco… No esperaba encontrarme a nadie aquí a estas horas –Respondió un tanto avergonzada y acariciando al perro, quien se dejaba rascar encantado tras las orejas.

-Siempre suelo pasear temprano por aquí… -Informó él, observándola de arriba abajo.

-¿Ya lo saben, que pasea por aquí? –No pudo evitar preguntar. Quería, necesitaba saber quién era aquel hombre. Se suponía, que no había ninguno joven y menos tan atractivo… Además, ya habían llegado todos los profesores… ¿Quién era?

-No creo que tenga que informar de mis movimientos a nadie -Dijo divertido por aquella pregunta.

-Cierto, pero esto es un recinto privado. Y no creo que tenga permiso, sino ya me habrían informado de usted –Dijo con carácter serio.

-¿Y usted, si tiene permiso? –Preguntó burlón-. Es la primera vez que la veo por los alrededores.

-Sí, que tengo permiso  -Levantó la barbilla con orgullo-. Soy el nuevo conserje…

-¿Usted, es la nueva conserje? –Preguntó sorprendido.- Pues la compadezco… -Rió a carcajadas.

-¿Por? –Preguntó medio enfadada y llevando sus manos a la cintura.

-Por que esos chicos se la van a comer… -La miró fijamente-. No tiene pinta de autoridad.

-No se preocupe, soy más dura de lo que aparento –Lo miró con el ceño fruncido.

-¡UY, que miedo! –Se volvió a burlar.

-Y cambiando de tema… -Volvió al ataque por intentar saber quien era, y qué hacía allí. Pero él la interrumpió.

-¿Cuántos años tienes? –Preguntó con suma curiosidad.

-Eso, no le importa y no le di permiso en ningún momento para que me tuteara –Le respondió seria.

-¡Vaya, pero si tiene carácter bajo esos ojos tan lindos como una ninfa!

-Puede ponerse todo lo cursi que quiera –Le comentó ella con cierto sarcasmo en su tono de voz-. Que conmigo, pierde el tiempo. No me va a camelar con dulces palabras.

-¿Y quien dice, que estoy interesado en camelarla? –Señaló él divertido alzando una ceja.

-¡OH! –Soltó poniéndose colorada al momento. ¡Mira que llegaba a ser estúpida!-. ¿Cómo se llama y quién le ha dado permiso, para entrar en la propiedad?

-Ah, no –Se negó con sonrisa traviesa-. Ahora te doy mí nombre, y entonces no pararas de acosarme por ahí… -Bromeó.

-¡Qué! –Abrió los ojos ante tal sugerencia-. Quien se cree que es, para…

-Otra vez, volviendo averiguar mi nombre… -Se rió a carcajada.

-Es usted un estúpido engreído –Vociferó, consiguiendo que el perro levantara las orejas en alerta, por el tono de voz empleado aquella vez.

-¿Estúpido engreído? –Repitió asombrado, sin poder ocultar en ningún momento la sonrisa de su cuerpo-. ¿Pero ahora qué hice?

-Sabe que le digo, que se vaya al infierno… Antes que ir detrás de usted acosándolo, me tiro por un barranco… Buenos días… -Iba a emprender la marcha, pero el desconocido la retuvo al sujetarla por el brazo.

-Vamos, no se marche enfadada. Solo estaba de broma, señorita… -Levantó las cejas en espera de una respuesta.

-Muy buen intento, pero no soy tan tonta para caer en esa trampa…

-Ya lo veo ya… -Volvió a reírse a carcajadas-. ¿Y usted se tiraría por un barranco, antes que tomarse un café conmigo? –Le preguntó con voz sexy.

-¡OH, no! –Se rió ella.

-Entonces, la invito a un café… -Se ofreció él con amabilidad.

-Por esa invitación, simplemente me negaría ahora y siempre… -Le escupió con ojos divertidos-. El tirarme por un barranco, lo escogería si fuera usted el último hombre que quedara en pie en este mundo.

-Eso no me lo creo, señorita sin nombre… Bueno, mejor señorita conserje…

-Pues créaselo, y se lo digo en serio que soy virgen. Antes moriría sin saber lo que es perderla…

-¡Cómo! –Exclamó sorprendido, aquella chica realmente le divertía-. ¿Cuántos años dijiste que tienes?

-No se lo dije y eso, a usted no le importa... –Soltó toda resuleta.

-Claro que me importa, y más cuando es obvio que desde el primer momento que me ha visto, se ha sentido atraída sexualmente hacía mí… Por muy virgen que sea.

-¡Ha! –Se rió aquella vez con exagerado sarcasmo, intentando disimular que él tenía razón.

-No tenga vergüenza en admitirlo –Siguió hablando-. Yo también me eh sentido de esa misma manera hacia usted.

-¿Es así como ligan  ahora los hombres para poder copular? –Soltó de sopetón y arrepintiéndose al momento.

-¿Cómo? –Rió abiertamente-. ¿Ha dicho copular? –Y acto seguido, se dobló en dos para seguir riéndose más fuerte-. Vas a ser un conserje muy divertido.

-Váyase al cuerno… -Lo miró con rabia, para darse acto seguido la vuelta.

-¡No! ¡Un momento! –La volvió a sujetar por el brazo.

-¡Suélteme! –Forcejeó.

-Por favor, solo me gustaría…

-¡Suélteme y olvídeme! –Siguió forcejeando, pero él era más fuerte. No le quedaba más remedio que emplear el factor sorpresa, para que la soltara… Se concentró un momento en un punto, y acumuló un poco de energía y después, dirigió su mirada hacia los pantalones del hombre… ¡Ahora, si que la soltaría!... ¡Nada!... ¿Qué raro? ¿Por qué no había ocurrido? Se preguntó extrañada. Mejor era volver a intentarlo… Dos segundos después, la cosa seguía igual de sujeta.

¡No eso sí que no! Pensó alarmada mente preocupada. Lo único que le faltaba ahora, era perder el único hechizo  que sabía hacer… No lo entendía, que es lo que fallaba. Intentaría otra vez… No, sus pantalones seguían en l acintura. Aquello no le gustaba nada. ¿Sería el aire de allí? ¡Qué chorradas decía! Como iba a ser el clima, eso no le influía en nada… ¡Magnifico, ahora sí que ya no tenía nada de bruja! Ahora, era una chica corriente…

-¿Te ocurre algo? –Preguntó el individuo, al ver como se había quedado pensativamente preocupada.

-¿Qué? ¡Ah, no! –Despertó al fin de sus pensamientos-. ¡Suélteme! – Al fin, con un fuerte tirón y con lágrimas en los ojos pudo librarse.

-¿Segura que te encuentras bien? –Preguntó él preocupado.

-Ya le dije que sí, solo ha… -Fue interrumpida, al escuchar la voz del jardinero dar un grito.

-¡Drake!  ¿Cuándo llegaste? –Preguntó una vez que estuvo al lado de ellos-. Buenos días Ziria… -Le sonrió el hombre mayor, mientras acariciaba al gran perro.

¡No! Ya dijo su nombre… ¡Maldita sea!

-Así que te llamas Ziria –Sonrió él divertido-. Muy bonito nombre…

-¿Qué te parece nuestro conserje? –Preguntó con cariño el hombre mayor.

-Una chica muy linda y divertida… -Soltó risueño.

-Y con un gran corazón –Añadió Angus, el jardinero.

¡Idiota, capullo, adulador!... ¡Qué rabia! ¡Un momento!... Volvió a concentrar su energía y enfocó hacia el pobre de Angus… ¡Sí!

-¡Dios! –Angus, se logró sujetar los pantalones cuando los tenía cerca de las rodillas-. Vaya… Perdón… -se disculpó avergonzado.

-Angus, vas a tener que comerme más… -Rió Drake.

¡Bien! Volvía a tener bajo su mando, el único hechizo… Ahora, haber que ropa interior llevaba aquel cretino… ¡Nada! Resopló frustrada… Volvía a ocurrir. ¿Se estaría poniendo enferma? No lo creía, se encontraba bien… Haber, lo intentaría nuevamente con Angus…

 -¡Joder! –Se volvió a sorprender el jardinero-. Voy a decirle a Megan, que el cinturón nuevo no vale nada.

-Sí –Rió Drake, pero con la mirada puesta en Ziria. Quien parecía, vagamente con la vista perdida. Aquello, le resultaba muy sospechoso...-.  ¿Qué opinas Ziria?

-¡OH! ¡Qué! Perdón… -Se sonrojó-. Estaba un tanto despistada.

-Mejor niña… -Rió Angus-. Así, no me habrás visto los calzones otra vez.

-Lo siento Angus… -Le dijo con voz dulce-. Te regalaré uno nuevo… - ¿Qué demonios ocurría para que no funcionara con Drake?

-Ves Drake, que dulzura de joven. No te portes mal con ella… Y Ziria, veras que en ocasiones es un jefe un poco gruñón, pero muy pocas veces. Solo cuando los alumnos hacen trastadas fuertes…

-¿Jefe? –Preguntó sin comprender.

-Veras Angus, aún no nos habíamos presentado de forma oficial –Confesó guiñándole un ojo al hombre.

-Ya lo hago yo… Ziria, aquí tienes a nuestro mandamás.

-¡OH, Dios mío! –Genial, aquello no podía haberle ocurrido. Las cosas, sus planes cambiaban -. ¡Pero tú no tienes sesenta años! –Lo señaló acusadoramente y con furia.

-No… -Rieron los dos-. Ese es mi padre.

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