jueves, 7 de junio de 2012

Magia En Nottingham 3



 Eran las once de la mañana, cuando aparecía en la cocina. Ya había hecho sus maletas, ahora lo único que le faltaba era tomarse una tila y así calmar sus nervios. Que por culpa de ellos, no había pegado ojo en toda la noche. Era un poco idiota, por comerse tanto la cabeza cuando era algo que ella había buscado, algo que necesitaba con gran urgencia ¿Entonces, por qué sentía el estomago cerrado y el corazón encogido? Mira que era ridículo, no iba a realizar una tarea muy complicada. Bueno, eso creía. ¡Pero qué más daba! Tenía que ser positiva consigo, aquel cambio le iba a sentar de maravilla. El estar en un lugar diferente, rodeada de gente diferente. No, señor… No tenía nada que temer.


-¿Bueno, ya tienes las maletas hechas? –Le preguntó su tía Amalie, cuando bajó a desayunar más tarde de lo que acostumbraba.

-Sí, ya terminé –Comentó sentándose en una silla.

-Sigo sin estar muy de acuerdo –Habló Giselle-. Tan lejos…

-Solo va a ser un tiempo, no me va a ocurrir nada malo –Señaló también no muy convencida, era la primera vez que se iba a vivir sin sus tías-abuelas.

-¡Muy bien! –Acabó por aceptar Giselle, con un tono de exasperación-. Pero nos vas a dejar ayudarte, al dejarnos llevarte para llevar todos tus trastos mejor.

-Los trastos se quedan aquí, solo me llevo lo necesario. Además, no estoy para nada de acuerdo.

-¿En qué? –Preguntó Giselle.

-Pues, no quiero que os deis la paliza de conducir hasta el aeropuerto –Se preocupó por ellas.

-¿Aeropuerto? ¿Quién habla de él? –Rió con sarcasmo Amalie.

-¿Como te piensas, que voy a llegar a Nottingham? –Soltó con cierto retintín Ziria.

-Pues así querida –Y acto seguido con un simple chasquido de dedos, se encontraron las tres mujeres en los jardines del internado.

No se lo podía creer, aquello era imposible. Bueno no, que idiota… ¡Si eran brujas, coño! Pero jamás había oído que pudieran viajar de aquella manera tan refrescante  ¿Es decir, lo típico no era que lo hicieran en escobas como marcaba la leyenda? Y ahora que se paraba a pensar, aquel poder en manos de sus tías-abuelas, ciertamente daba un poco de miedo…

-No me mires con esa cara –Dijo avergonzada Amalie-. Así es, también podemos hacer esto –Carraspeó un poco nerviosa la mujer mayor-. Siento que lo supieras de esta manera.

-Ahora, llego a comprender muchas más cosas.

-No te me enfades, tesoro –Pidió Amalie.

-No creo que se enfade –Refunfuñó con mal humor Giselle-. Pero devuélvenos ya a nuestra cocina. Te recuerdo que voy en camisón –Bramó en su oído.

-¡UY, es verdad! –Exclamó Amalie riéndose  avergonzada por aquel despiste-. Vámonos.

Y en un segundo, volvieron a encontrarse en la cocina. Soportando la mirada dura de su hermana, quien le replicó por haber hecho aquello de forma tan impulsiva, y después se dirigió hacia la tostadora.

-¡Maldita sea, por tu culpa se le han enfriado las tostadas a Ziria! –Exclamó enfadada.

-No ocurre nada –Intentó calmarla con tono suave la joven-.  También me gustan de esa manera.

-No te preocupes Ziria –Soltó con humor Amalie-. Lo que ocurre, es que ya sabes lo presumida que resulta ser Giselle… Imagínate, que un hombre…

Ante aquel comentario, la joven solo pudo echarse a reír a carcajadas.

-¿Pero el viajar de esa manera es un poco peligroso, te pueden descubrir? -Señaló ella.

-No –Habló aquella vez Giselle-. Siempre es seguro. Apareces en un lugar en donde no haya nadie. Pero solo por unos minutos o segundos.

-¿Qué quieres decir? –Siguió sin comprender.

-Que según a donde decidas ir, es diferente el tiempo para pasar desapercibida. Si pides, pues en una calle en donde pasa bastante gente, a lo mejor pasan segundos en que aparezca alguien…

-Entiendo… -Soltó pensativa.

-Seguro, que tu también llegaras a desarrollarlo querida -Intentó consolarla Amalie.

-¡OH, tranquilas! –Sonrió triste-. Ya sabéis, que estoy bien concienciada de ser una pésima bruja.

-¡No digas eso! –La riñó Giselle-. Ya verás como pronto…

-Dejemos de hablar de ello –Rogó, dándole un sorbo a su zumo-. Por el momento, no creo que se realice ese gran cambio en mí… Pero, no niego que seguiré intentándolo.

-Así me gusta, que seas una luchadora y que no pierdas la esperanza para nada –Sonrió Amalie.

-Muy bien y por ello os digo que no quiero viajar de ese modo… -Soltó de sopetón Ziria.

-¡Qué! –Se sorprendió Amalie soltando la tostada que estaba untándole mantequilla, cayendo ésta al suelo.

-¿Por qué? ¡Ves, la asustaste, tenías que haberlo hecho en el momento adecuado! –Le echó la bronca a Giselle a su hermana.

-¡Cállate, vieja gruñona! –Protestó la otra.

-No empecéis –Suspiró Ziria-. Es solo, que quiero hacer las cosas bien y de forma normal ¿Y si me vieran?

-No te verán… -Respondieron las dos mujeres al unísono.

-No creo que sea lo más adecuado -Seguía sin estar muy convencida.

-¡No digas tonterías! Y lo cómodo que resulta –Intentó seguir convenciendo Giselle.

-Y barato… -Rió Amalie.

-¡Veis! –Señaló de sopetón otra vez la joven-. Ya tengo el billete comprado

-Eso, lo arreglo yo en un periquete… -Ya levantaba nuevamente la mano Amalie, cuando fue detenida por la joven.

-¡Para, que vas hacer! –Dijo horrorizada.

-Pues deshacer la compra, niña… -Trató de tranquilizarla.

-No quiero –Dijo, cruzándose de brazos.

-Me da igual… -Sentenció cabezona Amalie.

-Por que tenéis que hacer siempre lo que os dé la gana, y yo tener que conformarme con vuestras decisiones… -Refunfuñó como una niña pequeña.

-Por que es así y punto… -Señaló Giselle entre risas.

-Viejas cabezonas… -Volvió a refunfuñar Ziria.

                                                       ****
A las seis de la tarde, estaban las tres mujeres en el recibidor  de la casa rodeadas por las maletas de Ziria. Era el momento, la joven viviría por una buena temporada fuera de aquella casa.  Estaban tristes. Sabían que no iba a ser lo mismo. Ya no notarían la falta exagerada de plantas, además estaba el asunto de aquel raro anillo, que habían visto guardar aquel hombre. El futuro de la joven que tanto querían iba a cambiar. No sabían que iba a ocurrir, pero lo mejor era estar un tanto alerta.

-Mmm… -Observó Giselle-. No te llevas ni el caballete, ni las pinturas…

-No quiero llamar la atención, y no creo que fuese cómodo el llevarlo en un viaje… -Dijo resuelta ella.

-¡Pero si no lo vas ni a notar! –Protestó Amalie.

-¡No! –Zanjó con dureza-. Quiero que me vean llegar normal, nada de llamar la atención el primer día…

-Bueno, pues cuando te encuentres instalada te lo enviaré –Siguió Giselle cabezona, consiguiendo que su sobrina suspirara de desesperación.

-Muy bien, vamos a poner unas normas  -Empezó a decir, pero pronto fue interrumpida por una de sus tías.
-¿Normas? –Juntó las cejas Giselle, sin gustarle nada el tono de la chica.

-No comprendo… -Habló Amalie-. Se supone, que allí te dirán las normas a cumplir. Jamás escuché, que uno se las pudiera implantar.

-Eres tonta… -Le replicó en un bufido su hermana.

-¡Oye! –Protestó la mujer indignada por el insulto.

-Las normas, son para ti y para mí… -Recalcó Giselle.

-¡OH! ¿En serio? –Preguntó sorprendida.

-Sí -Afirmó Ziria con el semblante serio.

-No me lo creo…. –Soltó a media sonrisa.

-Pues os lo vais a creer  -Dijo con tono seco-. Quiero que os comportéis, que no hagáis ninguna trastada de las vuestras. Es decir, nada de hacerle hechizos aquel que os caiga mal u os replique. Y por lo que más queráis, ojo con los viajes…

-¡Esas son las normas! Me pensaba que eran otra cosa… -Habló Amalie más aliviada.

-¿Cómo qué? –Juntó las cejas Ziria.

-Pues… ¡Hay! –Un pisotón a su pie, hizo que no hablara. Giselle, le pedía que cerrara el pico. Era cierto, un poco más y desvelaba que se esperaba normas de prohibición a visitarla-. ¡Me has hecho daño!

-¡Eres tonta! –La riñó Giselle.

-¡Giselle! –La riñó la chica-. ¿Por qué hiciste eso?

-No quería que te dijera, que podíamos llamarte todos los días… -Excusó veloz Amalie y  le sacó la lengua a su hermana, mientras le guiñaba el ojo.

-¡OH! Claro que podéis llamarme. Ya os diré el horario que va mejor.

-Ves como no ocurre nada…  -Volvió a guiñarle el ojo Amalie a su hermana, provocando que esta alzara por unos instantes los ojos hacia el techo en señal de rendimiento-. Bueno, dame un abrazo mi niña… -Cambió de repente su actitud alegre, a una muchísimo más seria.

-No os pongáis tristes, voy a estar bien -Dijo con los ojos llenos de lágrimas, mientras abrazaba y besaba a sus traviesas tías.

-Cualquier cosa, nos llamas por teléfono… -Señaló Giselle.

-Que sí, estaos tranquilas -Sonrió un poco.- Voy a estar conviviendo con un montón de adolescentes, profesoras, un jardinero que hace  de mantenimiento y tiene treinta años más y el director, dueño de todo… Que también se apunta otros tantos años. Va a ser una vida muy relajada, salvo por las trastadas de los chavales. Voy a poder pintar cosas nuevas y un montón, ya veréis –Se defendió animada.

-Muy bien, pues vamos allá… -Apresuró Giselle suspirando con cierto pesar. 

1 comentario:

  1. Ya sube más...sé que hay más, quiero más, tengo debilidad por la magia....

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