martes, 22 de mayo de 2012

Inocencia Robada 4


¡Se casaba en una semana! Pensó alarmada, mirándolo fijamente mientras los que estaban allí, los felicitaban un tanto sorprendidos. ¿Nadie iba ha decir nada? Miró disimuladamente a todos, pero frunció el ceño ante la mirada que le dirigió Thelma. Ella sabía algo, pero se lo callaba… ¿Cómo podía haber anunciado que se casaba, cuando antes la había besado? Allí había cosas que no le cuadraban. Francesca era una mujer muy bella, cierto. Pero era viuda recientemente y todos sabían, que amaba mucho a su difunto marido. Para que desearan casarse tan pronto, es que se suponía que era un amor fuerte de los espontáneos que los habían atrapado. Que querías el paquete completo en poco tiempo. Nada de esperas largas. Te desvivías por la otra persona… Y Paul, la había mirado a ella con deseo a parte de haberla besado. Para nada veía aquella mirada con Francesca. Por lo tanto, tan enamorado como para casarse ya, no estaba… ¿Qué ocurría? Además, no veía a la mujer una frívola de haber engañado a su marido, con el mejor amigo de los dos. No pegaban como pareja, así se lo decía su instinto. ¿Pero y si aún así se amaban y era cierto? Que después de todo se habían dado cuenta que se amaban.  Y todas aquellas suposiciones que encontraba, solo salían de su mente por amarlo también.  ¿Y qué pasaba con el beso de antes? Pues nada, acaso no podía ser que ella lo hubiese provocado sin darse cuenta. En aquel punto, era una completa ignorante.


Lo fue a mirar, teniendo la mala suerte que sus miradas chocaran. Pero aquella vez, no encontró nada en su mirada. Prácticamente, era como si no la viera ante él. Y aquella indiferencia le dolió mucho. Tanto, que creía posible que e amor que sentía hacia él pudiera convertirse en odio.

Definitivamente, aquel era su peor cumpleaños. Y ser adulta, no valía la pena si todo se basaba en dolor y sufrimiento. Si aquello era una pesadilla, que sonara ya el despertador para sacarla de allí.

Sábado. Aunque no tuviera que trabajar, no sabía estar hasta tarde en la cama. Soltando un profundo suspiro, apartó las sábanas para ir desnudo hacia la ducha. Suponía que un rato bajo el agua fría lo despejaría, logrando que despertara un poco. Apenas dormía y si lo hacía, prefería despertar a verse sumergido en un sueño erótico con Janna. Su vida era una infernal pesadilla. Pero aquella noche, era la que menos había pegado ojo. Durante toda la madrugada, le habían perseguido diferentes imágenes de ella. Su dulzura en el momento del beso, su calidez al entregarse a él… Pero después, solo era tristeza. Una tristeza que él también compartía. Pero no quedaba todo ahí. En el momento de su anuncio, cuando moría su corazón pudo ver como también lo hacia el brillo de los ojos de su pequeña. Todo había acabado. La había apartado de su lado para siempre. ¿Cómo iría todo con ella ahora? Posiblemente, que no le dirigiera nunca más la palabra. Pero todo era por un bien de ella. No quería resultar ninguna carga para ella en el día de mañana, cuando su interés por él tocara su fin.

Se hallaba bajo el chorro del agua, cuando a través del cristal ahumado de la mampara pudo ver como alguien accedía al baño. Louise, quien sino. Pensó con cierto fastidio al no tener ningunas ganas de aguantar un rapapolvo a primera hora de la mañana.

-Sabía que ya estarías despierto –Dijo ésta, sin importarle que a través del cristal se viera el contorno del cuerpo desnudo del hombre.

-Y por ello tienes que entrar aquí cuando me estoy duchando –Dijo sin ocultar su molestia, ante aquella invasión de su intimidad.

-Visto un hombre desnudo, adiós a todos los secretos. Sois todos por un igual –Señaló ignorando el tono molesto de él-. Venía a decirte que acaba de llegar Francesca.

-¿Francesca está aquí? –Se quedó por un momento quieto y sorprendido.

-Sí –Parecía que la mujer sonreía la hablarle-. Quiere que bajes, para hablar respecto al anuncio que hiciste ayer. Creo que opina como yo…

-¿El qué? –Cerró el grifo del agua con cierto interés por poder escuchar bien lo que fuera a decir.

-Tuviste mucha falta de tacto. ¿Por qué ayer noche? No lo vimos bien… -Suspiró un momento-. Era la noche de Janna. Y no me ocultes, el hecho de que algo ocurrió entre vosotros dos. Lo pudimos notar al parecer tres mujeres… Francesca, Thelma y yo… Además, dónde estabais cuando apareció Adam en el jardín. Se que fuiste hablar con él en su despacho. Y más tarde, yo estaba en la cocina cuando aparecisteis los dos.  Pero cada uno giró para un lado diferente. Y en vuestros rostros, no se reflejaba felicidad alguna. ¿Qué le hiciste a la joven? ¿Y también tenía que ser ayer? ¿No había más días para comportarte como un memo? Es obvio, que aún sigue encerrada en su dormitorio pues no eh recibido ninguna llamada de Thelma, para notificarme como está.

-Lo que haya ocurrido, se quedará entre nosotros –Masculló Paul entre dientes-. Dejad de meteros en mí vida.

-Pues no creo que Francesca esté conforme con ese pensamiento tuyo de no compartir lo ocurrido –Corrió en señalar con cierta prepotencia en la voz, al ver el tono de voz que había empleado el hombre con ella.

-Perdona Louise –Inquirió con cierta altanería-. Pero a quien no incluía era a Thelma y a ti. Francesca, por supuesto que obtendrá una respuesta si en verdad es eso lo que quiere.

-Ya veo… -Respondió la mujer mayor-. Si así lo quieres, tú sabrás lo que te haces. Después, no nos vengas pidiendo consejo o ayuda alguna –Puntualizó molesta saliendo del baño.

No tardó más de diez minutos en bajar vestido al salón. En donde se hallaba la mujer tomando un delicioso café. Y observándola fijamente, pudo ver que también tenía ojeras. Conclusión. Ella tampoco había pegado ojo aquella noche con lo ocurrido en la fiesta. Se acercó hasta ella, para inclinarse y depositar un inocente beso en su mejilla.

-Buenos días, preciosa –Le mostró una sonrisa-. ¿A qué debo tu encantadora presencia a hora tan temprana?

-¿Cómo pudiste hacerle eso a Janna? –Soltó de sopetón con gran enfado-. ¿Así la quieres?

Se quedó quieto en el lugar, con los labios apretados en una delgada línea y la mirada desorbitada. Mientras sentía una corriente fría recorrerle toda la espalda. Lo sabía. Ella sabía ahora de sus sentimientos hacia la chica. Aquello de seguro iba ha convertirse en un calvario. ¿Aceptaría su explicación? No le quedaba más remedio. Lo necesitaba a él, para poder salvar a su pequeño. ¿Cómo lo habría sabido? No creía que Louise tuviera que ver con aquello. No sabía como sentirse, si enfadado o frustrado.

-Sabes que es la única solución que para lo tuyo, tenía que dejarlo bien claro –Masculló enfadado, mirando por primera vez a su amiga con los ojos entrecerrados-. Y sintiéndolo mucho, no quiero que me volváis ha molestar sobre mis sentimientos por Janna. No creo que funcionase, soy muy mayor para ella. Estoy seguro, que todo serán problemas, terminando la cosa mal. Y resulta que soy amigo y socio de su padre… -Explicó con gran esfuerzo, mientras su corazón se encogía a cada sílaba-. ¡Y no quiero escuchar nunca más nada del tema!  -Zanjó la conversación saliendo del salón hacia la entrada principal, donde cerró la puerta de entrada con muy mal humor, para después dirigirse hacia su coche y alejarse de allí. Era también la primera vez que dejaba a Francesca sola y con la palabra en la boca. Pero tenía que entenderlo. Aquello iba ha resultar un tanto duro para él.

Paul se alejaba a gran velocidad por el camino, observó Louise desde la ventana del salón. En donde por ahora, Francesca seguía callada con la mirada clavada en una de las paredes de aquella gran habitación. La pobre se la veía completamente aturdida. Pero no creía que tardara mucho en reaccionar.

-Entonces es ella… -Susurró la joven hablando consigo misma-. Siempre ha sido ella. Es el secreto que Tyler conocía… Janna, es de quien Paul lleva enamorado mucho tiempo –Se giró sorprendida hacia la mujer mayor.

-Sí querida –Respondió con lástima.

-Ahora comprendo muchas cosas –Se llevó una mano a la frente-. Por eso, él siempre decía tiempo atrás que su amor era imposible… Ella apenas era una adolescente. Pobre Paul –Bajó la mirada al suelo meditando-. Ha tenido que sufrir mucho. ¡Madre mía, y yo solo le recriminaba por soltar el anuncio de nuestro enlace en su cumpleaños! –Ahogó un gemido-. Si ha llegado a esa conclusión, es que debe de estar sufriendo  con su vuelta a Keerville. Pero Janna ya es mayor de edad –Expuso un tanto animada, borrando rápido la ilusión al comenzar atar cabos-. No quiere ni intentarlo con ella por mí culpa –Pronunció con gran languidez en sus palabras-. Me doy asco a mi misma –Señaló con voz temblorosa, preludio al comienzo de las lágrimas.

-¡No quiero escucharte ni una majadería más! –La reprendió el ama de llaves.

-¡Pero tengo razón! –Explotó con gran dolor-. Yo tengo la culpa de su sufrimiento.

-¡No, eso no es verdad!

-Y ella ¿Lo ama? –Preguntó, viendo que la mujer se quedaba callada-. Esto no puede quedar así –Indicó agarrando su bolso y saliendo de allí veloz.

-¡Francesca! –Le fue detrás para detenerla, pero era mucho más rápida que ella. Aquello ya se veía venir, pensó con desesperación yendo ha coger el teléfono para llamar a Paul y avisarle de Francesca. Aunque dudaba de que le cogiera el teléfono… Y también sería buena idea el poner a Thelma al tanto de lo ocurrido por si las moscas.

El día no acompañaba para nada con su estado de ánimo. Afuera brillaba el sol, avisando que iba a ser otro día caluroso. Cuando lo que le iría bien, sería una fuerte tormenta para poder quedarse en su dormitorio encerrada sin hacer nada. Pero tenía que ir con su padre a cambiar el deportivo. Prefería un coche más adecuado para moverse por allí, que por la ciudad. Se acabó de poner el calzado para bajar a la planta baja a desayunar. Cuando aún seguía con sus ánimos por los suelos. Acababa de cumplir dieciocho años y ya tenía el corazón roto. ¡Quien le había mandado a enamorarse de un hombre adulto! Si ahora estaba hecha un trapo, no era por culpa de Paul. Si no de ella. Se suponía que tenía que enamorarse de chicos de su edad. Hacer actividades típicas de una joven. Pero nunca había hecho lo que le correspondía a su edad. Siempre había sido más sería y responsable que sus amigas. Y tampoco entendía mucho el salir cada fin de semana a tomar una copa y bailar en una discoteca. Y no creía que por haberse quedado allí, las cosas hubieran sido diferentes. Tenía dieciséis años, cuando supo que lo suyo no era un simpe enamoramiento. Pero por mucho que hubiera estado allí. También habría acabado la cosa como ahora. Paul casándose con una mujer acorde para él. Y el beso, no había sido nada. Tenía que quitárselo de la cabeza. Y pensar como un simple gesto mal escogido en un momento donde los movía el cariño y la tristeza. Pero que ella iba a guardar como un tesoro. Suponía, que le tocaría ir hablar con Paul y pedirle disculpas por su actitud. Con aquel pensamiento, entró en la cocina donde se hallaban Thelma y su padre desayunando.

-Buenos días –Saludó mostrando una sonrisa, al acercarse a su padre y besarlo en al mejilla, para hacer lo propio con la mujer mayor.

-Hola pequeña –La miró con gran cariño el hombre-. Lista para corregir mi estupidez de regalo –Le guiñó un ojo.

-Papá… -Lo regañó ella suspirando-. No digas eso –Se sentó a su lado para comenzar a servirse.

-Era broma –Sonrió poniéndose en pie.

-¿No acabas tu desayuno? –Preguntó extrañada.

-Sí, solo que me dejé el móvil en el despacho y puede que me haya llamado alguien –Dijo saliendo de allí.

-¿Te encuentras bien? –Preguntó Thelma, dando un sorbo a su café.

-Sí –Respondió mirándola solo un segundo, disimulando al pellizcar su madalena de mermelada.

-Sabes que puedes confiar en mí –Utilizó un tono cariñoso-. No te desanimes, nunca se sabe lo que puede ocurrir.

-¿Qué quieres decir? –Entrecerró los ojos, mostrando así su confusión ante sus palabras.

-Que a veces, el camino hacia la felicidad es un poco más complicado. Pero siempre hay que tener fe en los deseos de uno….

-Gracias Thelma –Sonrió con un brillo de lágrimas en sus inocentes ojos-. Se que lo dices con cariño, pero no hay ninguna solución… Se van a casar y punto –Se alzó de hombros-. Supongo que son cosas que pasan, solo que pensé que nunca a mí.

-Tú no lo entiendes… Se trata de Francesca… -Intentó explicarse, pero ella no le dejaba terminar.

-Es una mujer bellísima y buena… -Señaló derrotada-. No se merece que le hablemos mal. Será una buena esposa para Paul.

-¡No, demonios! –Interrumpió Thelma sus palabras golpeando la mesa.

-¿Pero qué te ocurre? –Preguntó un tanto sorprendida por aquel comportamiento en la mujer.

-Bueno… No me ha llamado nadie –Entró Adam en la cocina, interrumpiendo sin darse cuenta lo que el ama de llaves iba ha contarle a su hija-. ¿Desayunamos rápido y nos vamos, tesoro?

-Sí –Se giró a él un tanto frustrada, pero ocultándolo al mostrarle una sonrisa cariñosa a su padre-. Mejor démonos prisa, que tu necesitarás toda la mañana para ver un montón de coches.

-Tengo que asegurarme que sea uno seguro –Indicó mordiendo su tostada.

-¿Y comprarle un deportivo lo era? –volteó la mujer los ojos al techo.

-Era para la ciudad –Se excusó carraspeando, no queriendo recordar mucho la discusión de la noche-. Y aún así, era un deportivo seguro.

-A mi punto de ver –Refunfuñó la mujer-, ningún deportivo es seguro.

-Bajo tu mado apuesto a todo el oro del mundo –Se burló Adam de la mujer.

-¡Papá! –Lo riñó su hija riéndose.

-Yo que tú –Se levantó la mujer de la mesa, recogiendo su taza vacía-. Miraría bien cada día lo que te llevas a la boca, de ahora en adelante –Dijo guiñándole un ojo a al joven sin haberse enfadado.

Giraba en la tarde con su ranchera en el camino que conducía a la propiedad de Paul. El corazón parecía que se le iba a salir del pecho. Estaba muy nerviosa por volver ha encontrarse con él, después de lo ocurrido en la noche. Pero precisamente iba por lo ocurrido. Quería pedirle disculpas pro como se comportó. No quería que se sintiera incómodo, cada vez que se topara con ella. Y suponía que aquello iba a ser bastantes veces siendo amigo y socio de su padre. Pero es lo que le tocaba hacer, cerrarse en banda con sus sentimientos, para mostrarle al hombre que podía ser su amiga perfectamente.

Ánimo, tenía que ser valiente. Se dijo a sí misma cuando iba a mitad del camino y giró por una curva extrañándose al ver allí un coche familiar a un lado del camino. Cuando lo rebasaba por su izquierda, vio que se trataba de Francesca con su hijo. Pero lo que le preocupó, fue el verla con la cabeza apoyada en el volante. Nerviosa a que hubiera sufrido daño alguno, se apresuró a dejar su coche a un lado de la carretera para acercarse a la mujer.

-¿Francesca, estás bien? –Se inclinó sobre su ventanilla abierta. Observando como la bella mujer alzaba su rostro hacia ella y la miraba con sorpresa, pero sin decirle nada-. ¿Qué ha ocurrido? –Volvió a preguntar, observando que en la parte de atrás Tim estaba entretenido coloreando un libro.

-Janna –Musitó con voz débil, al tiempo que abría la puerta y salía del coche para tirarse a sus pies y abrazarse a la cintura de la joven, explotando en un fuerte llanto de angustia.

Se quedó impresionada por aquel gesto, lleno de desesperación de la mujer. ¿Qué le ocurría? Pensó llevando sus manos a la cabeza para acariciársela con cariño, para ver si así se calmaba y le contaba del porque se hallaba allí parada. ¿Se habrían peleado ellos dos, y significaba que Paul había concluido su relación con ella? Entonces, ya serían dos mujeres que se sumarían al club de corazones rotos por el atractivo vaquero.

-No me merezco a Paul –Sollozó Francesca, aún abrazada a su cintura.

-¿Por qué dices eso? –Preguntó empleando un tono dulce, logrando que ésta alzara su rostro y la mirara a los ojos con los suyos negados por las lágrimas.

-¿Cómo eres tan comprensible conmigo Janna? –Preguntó extrañando aún más ala joven-. Estoy desesperada, asustada… -Hipó a causa del sofoco que llevaba encima-. No quiero que Sandra me quite a mí hijo. Es lo único que me queda de mi amor por Tyler… -Se soltó al fin de su cintura, pero sin levantarse aún del suelo-. Pero tampoco quiero ser mala como ella, viéndome obligada atar a Paul a mí lado, para que eso no ocurra… -Expresó con gran furia aquella vez-. No está bien. Nadie más tiene  que sufrir, para que yo y mi hijo podamos ser felices… -Se detuvo un segundo, desviando la mirada hacia el vehículo en donde el pequeño se hallaba ajeno aquel drama-. Por eso me lo llevo lejos de aquí. Hice las maletas –Sonrió con mirada perdida-. Vamos a emprender una nueva vida, y no me importa que Sandra me pueda denunciar por secuestro. Ni el dinero ni un juez, me van a quitar a mi hijo… Soy su madre.

-¡Francesca, no! –Exclamó Janna alarmada al comprender al fin todo.

Se trataba de una boda por contrato. Paul simplemente estaba protegiendo a su amiga. Sus ojos también se llenaron de lágrimas al comprender lo que significaban las palabras de Thelma. Le pedía que tuviera esperanza, que a lo mejor todo acababa bien. Pero en el fondo sabía que no era así. ¿Qué es lo que esperaba igualmente? Que en verdad se acercara el hombre y le dijera que se hallaba enamorado de ella, y que probara a esperarlo. Aquello era una tontería. Paul no tenía aquellos sentimientos hacia ella. Se lo había dejado bien claro la noche anterior al llamarla cría. Así es como la veía y como la seguiría viendo.

Lo único  que le quedaba por hacer al amar aquel hombre, era darle su apoyo incondicional en aquel paso que estaba dando por su amiga. Ninguna mujer se merecía vivir el sufrimiento de que le arrebataran su hijo. Con paso decidido, caminó hacia el coche de Francesca para sacar las llaves del contacto y guardárselas en su bolsillo del pantalón. Luego, se fue hacia su coche.

-¿Qué haces con mis llaves? –Se puso en pie ella.

-Un bien para ti –Arrancó el motor-. Espera unos minutos que enseguida vendrán ha recogerte –Señaló dando la vuelta y volviendo por donde había venido.

-¡No! ¡Janna, vuelve! –Exclamó desesperada Francesca yendo tras el coche-. ¡Espera!

Llorando marcó el teléfono de Paul, esperando o rezando porque después de todo el hombre aceptara la llamada. Y cuando unos segundos después fue así, trató de no pensar en el placer que le producía el escuchar su dulce voz a través de la línea. Pero tenía que ser madura, había alguien que lo necesitaba más.

-¿Sí? –Preguntó con voz ronca eh insegura el hombre.

-Te dejo unas llaves en el buzón de entrada al camino de tu propiedad. Son de Francesca, quien se halla a mitad de camino hacia tu casa. Quería huir… -Se calló un segundo para tratar de aguantar un gemido-. No la abandones, te necesita –Dijo cortando seguidamente la comunicación entre ellos, y dejando que sus ojos volvieran a liberar un torrente de lágrimas pero aquella vez, por un motivo muy diferente a la discusión de anoche. 

4 comentarios:

  1. Noooooooooooooooo por que son asiiiiiiiiiiii, por que me haces llorar EJ, me encanto el capitulo quiero mas, hay pobre Janna, al menos ya entendio cual es todo el problema.

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  2. Ya lo sabe todo, como sufre esta niña.. pobrecilla!!!

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  3. Ohhh...¿por qué tiene que ser tan buena? Ya veo que la pobre tendrá un camino bastante sufrido..aishhhhhh!!

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  4. Que pena por Janna, aunque por todos tambien, pero asi es el amor, a veces se sufre...

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