Ya divisaba el molino, pero no veía
quien se hallaba en él. Aunque no hacía falta tener mucho genio para saber de
quien se trataba. Aquellas dos listillas, iban hacer todo lo posible por
complicarle un poco más la vida con la llegada de ella. ¿Por qué lo veían las
mujeres todo tan fácil? Había muchos inconvenientes que salvar para la pobre
chica. Acabaría rindiéndose a la más mínima. En ningún momento estaba indicando
que ella fuera poco luchadora. Pues era
todo lo contrario, después de todo lo que ya había sufrido. Pero aquello era
ley de vida. Nunca funcionaban, era muy difícil.
Simplemente iba a tener que ir rápido
con solucionar el problema de Francesca. Debía hacerlo, si no quería fallarse
así mismo y a su amigo. Pues había comprobado aquella mañana perfectamente,
cuan débil era. Débil ante su sonrisa, ante su mirada, ante su voz… Y ante su
suave tacto a terciopelo.
Fuerte, tenía que ser fuerte. Se
repitió mentalmente con seguridad, para desinflarse al momento en cuanto la vio
tan espléndida montada a caballo. Su vida iba ha convertirse un infierno.
Pudo ver en su mirada como aparecía un
brillo encantador, hipnotizador… Cualquier hombre se aprovecharía de ello. De
coger y saborear tan dulce manjar. Al ver a una joven apreciarte, admirarte y
desearte… Pero no quería que nadie lo catalogara de aquella manera. Él no era
ningún playboy, sin falta de escrúpulos. Tenía que comportarse con cierta
imparcialidad, mirarla como si fuera una sobrina, una hermana menor… Aunque
muriera a cada segundo que ella lo mirara con amor.
-Hola –Saludó acercándose a ella con
la bolsa en la mano.
-Hola –Sonrió feliz-. ¿Qué haces aquí?
-Me envía Louise con comida –Alzó la
bolsa de plástico-. ¿Dónde está Jack? –Frunció el ceño preocupado al no querer
verse a solas con ella.
-Detrás del molino –Señaló con la
cabeza-. ¡Jack, tenemos compañía piadosa! –Exclamó logrando que asomara el
hombre la cabeza pro al lado del edificio, y sacándole un gran peso de encima-.
¿Y cómo ha sabido Louise qué estábamos por aquí?
-¿En serio te lo preguntas? –Rió Paul
divertido-. ¿No conoces la amistad que tiene con Thelma?
Ella negó con la cabeza y una dulce
sonrisa.
-Pues tal vez, deberías de prestarles un poco más de atención
–Sonrió-. Digamos que juntas suelen ser un tanto peligrosas.
-¿En serio? –Frunció el ceño,
observando como el hombre mayor se acercaba a ellos-. No lo pensaba…
-¿Qué te trae por aquí hijo? –Preguntó
el hombre mayor interesado.
-Nos trae comida, gracias a Thelma que
ha llamado a Louise informándole que nos hallábamos cerca del molino –Informó
ella sonriente al tiempo que se frotaba las manos-. A nosotros nos va de perlas
el no tener que perder tiempo en ir al rancho a comer.
-¡Vaya, mira que bien! –Alzó una ceja
divertido-. Ésta chica no conoce significado de la palabra descanso ¿Dónde vas
ha querer comer?
-Por aquí mismo –Se alzó de hombros,
para mirar momentáneamente la bolsa que el hombre portaba en sus manos-. ¿Qué
hay ahí dentro?
-Mmm… -La cogió y miró en su interior,
para soltar en silencio un quejido de fastidio-. Tres grandes bocadillos de
carne calientes y… -Desenvolvió el bulto más pequeño-. Queso y fruta…
-Todo un buen picnic –Rió el hombre
mayor-. Y que estas obligado ha compartir según veo…
-Sí –Soltó un suspiro con cierta
resignación al comprobar que aquellas dos viejas pellejas, le habían metido en
una trampa-. Pues vayamos a comer.
Tortura, aquella comida estaba
resultando ser una tortura. Y todo gracias a su ama de llaves, pensó con gran
rabia. El viejo Jack, una vez que se había zampado su bocadillo con un corte de
queso y uvas como postre, se había echado hacia atrás al tiempo que se tapaba
la cara con su stetson. Informándole a
la joven, que tenían un rato por delante para descansar. Se le escapó una
sonrisa, al ver como Janna ponía una expresión de desacuerdo, pero no le
quedaba más remedio que aguantarse. Jack
era su mando, y ella hacía poco que estaba por allí para poder poner
cierta autoridad. Siguió observando de reojo, como con cierta frustración ella
también decidía tumbarse en el suelo boca arriba, pero dejando a un lado su
sombrero. No viendo lo que hacía con aquello… Notó él, frunciendo el ceño al
notar como su cuerpo reaccionaba ante aquella visión.
Ahí tenía otra prueba más de cuan
inocente era aún ella, no sabiendo lo que podía conseguir con según que
posturas posicionara su cuerpo. El verla allí tumbada, con su cabello esparcido
encima de la hierva. Su pecho alzarse de forma pausada al ritmo de su
respiración… Apretó sus puños hasta hacerse daño, para poder calmar el deseo
que sentía. Pero sabía que por mucho dolor que se imputara, no iba a parar
aquella sed. Porque las imágenes que se le venían, de él mismo acercándose a
ella para tumbarse a cuan largo era su cuerpo y comenzar a besarla poco a poco…
Sin prisa alguna. Es lo que se merecía, después de tantos años de deseo
insatisfecho… Pero no, parecía idiota quedándose ahí quieto sufriendo. Tenía
que levantarse y largarse. Oh lanzarse al frío arroyo, para apagar el deseo que
le corría por las venas. Soltando un gruñido, se puso en pie llamando la atención
de ella. Quien abrió sus bellos ojos, para observarlo con el ceño fruncido.
-¿Ya te marchas? –Se medio incorporó,
provocando que su larga melena cayera por un costado, causando estragos en él
con aquella visión dulce y a la vez sexy.
-Sí –Respondió carraspeando un poco al
notar como cierta zona de su cuerpo se tensaba aún más-. Tengo trabajo que
hacer y no quiero terminar muy tarde. Me gustaría pasar hacer una visita a
cierta mujer –Moría, cada vez que incluía a Francesca en la conversación y veía
decepción y dolor en la inocente mirada de ella.
-Bueno… -Se levantó del suelo y se
acercó a él-. Muchas gracias por traernos la comida. Y tendré en cuenta lo que
me has dicho de ellas dos.
-Tampoco ha sido una molestia –Señaló mirándola
fijamente-. Ten cuidado pequeña.
-Que sí… -Habló con un poco de pesar
por el trato-. Que no soy ninguna niña, para que tengas que recordar que lleve
cuidado –Hizo una mueca-. Será mejor que despierte a Jack –Cambió de tema-. También
me gustaría poder terminar pronto, para poder ir al cine. Por última vez –Sonrió
levemente-, gracias por compadecerte de nosotros. Hasta luego Paul –Se despidió
dándole la espalda y yendo a donde dormitaba el capataz.
Eran más de las diez de la noche,
cuando Louise les traía el café a la
pequeña terraza. Nuevamente era una noche calurosa, y había sido buena idea de
disfrutar la cena allí afuera. Pero se hallaba enfadado consigo mismo. No podía
decirse que hubiera sido una buena compañía aquella noche. En vez de estar con
buen humor, para animar a Francesca había estado todo el rato distraído por
culpa de su seductora y joven vecina.
Aquello tenía que acabar. No estaba
bien, que en tan solo un día derrumbara sus barreras. Debía encontrar algún
modo, no quería preocupar a su amiga.
-Por favor Paul –Suplicó con mirada
triste-. ¿Dime qué te ocurre? Llevas toda la cena completamente en silencio.
-Nada preciosa –Se forzó a sonreír-.
Pensaba en el trabajo. Como poder organizarlo todo, para casarnos la semana
próxima.
-¡Qué! –Exclamó su amiga sorprendida.
-¡Casaros la semana próxima! –Repitió en
un pitido Louise, apareciendo allí con una bandeja en donde portaba botellas de
whisky.
Por unos minutos, se miraron los tres
sorprendidos. Paul, de que su ama de llaves se hubiera enterado. Francesca de
la decisión tan repentina de él. Y Lousie, de no dar crédito a las palabras del
atractivo hombre.
-Ni una palabra de esto –Levantó una
mano amenazante hacia al mujer mayor.
-Acaso estas poniendo en duda mi
confianza –Levantó la barbilla con cierto orgullo.
-No me hagas reír –Dijo con sarcasmo
él.
-Creo que aquí, nos estamos
precipitando todos –Habló Francesca con calma eh intentando apaciguar el
ambiente.
-¡Ni lo intentes! –Se adelantó Paul
con el ceño fruncido, al ver como su ama de llaves ya habría los labios para
decir seguro que alguna de sus ingeniosidades y meter la pata hasta el fondo.
-Burro –Gruñó ésta dejando la bandeja
en la mesa y desapareciendo.
-Paul… -Lo llamó su amiga con mirada
triste.
-No le hagas caso –sugirió utilizando
aquella vez un tono dulce-, ni tampoco a los demás.
-Pero es que todo el mundo va a
reaccionar así –Sus ojos se llenaron de lágrimas-. Y los comprendo… Me miraran
enfadados por fastidiarte la vida. Por aprovecharme de tu bondad.
-Pues no debe importarte la gente –Se levantó
para ir a su lado y abrazarla con fuerza-. Solo debe importarte tu hijo.
-¡Y debo procurar su felicidad arrebatándote
la tuya! –Sollozó enfadada por el momento difícil de su vida.
-Por el momento sí –Los interrumpió
Louise, sorprendiéndolos al aparecer nuevamente allí-. Venía a disculparme por
lo de antes –La miró con cariño-. Si estuviera en tu lugar, sin duda haría lo
mismo. Quien sabe… -Sonrió para enfundarle ánimo-. Más adelante, puede que todo
se arregle para los dos.
-Con Sandra viva, jamás –Los miró
destrozada-. Que no lo veis –Absorbió por la nariz-. Puede que te veas obligado
a pasar muchos años como mí marido, para que Sandra no me quite a Tim.
-No me importa –Le sujetó Paul el
rostro, para limpiarle las lágrimas-. Si con eso te ayudo. Y deja de
preocuparte por mí futuro –Le dio un beso en la frente-. Quien sabe, puede que
pasados unos años cuando ésta pesadilla acabe, no queramos dar por terminado el
matrimonio.
-¡Paul, no digas tonterías! –Se separó
de él-. Sabes muy bien que eso es imposible que
ocurra. Nos conocemos desde el instituto y desde un principio, lo
nuestro fue amor de hermanos. Y no se si volveré a ser capaz de amar a otro
hombre…
-Claro que sí –Le sonrió él-. Estoy
seguro que Tyler no querría que fueras viuda para toda tu vida. Por ahí tiene
que haber otro hombre para ti.
-Solo para mí –Soltó un poco
enfurruñada-. ¿Y qué me dices de ti? Acaso tú no tienes una mujer por ahí –Lo miró
fijamente-. Se que guardaba un secreto mí marido respecto a ello. Creo que me
merezco conocerlo –Pidió, viendo como la mujer mayor agachaba la mirada y
desaparecía de allí dejándolos nuevamente solos -. ¡Paul! –Demandó con fuerte
súplica.
-Ya te dije que no tenía que
preocuparte ese punto –Suspiró sin mirarla a los ojos.
-No te creo –Replicó.
-Muy bien –Se giró a mirarla con una
mueca débil en su cara-. En el banquete de nuestra boda te contaré todo ¿Qué te
parece si te llevo a casa ya?
-No estoy para nada de acuerdo –Volvió
a protestar-. No lo veo un buen momento, algo me dice que no.
-Las mujeres y sus instintos –Rió Paul,
sujetándola por la cintura y llevándola al interior para coger su bolso y poder
acercarla a su casa.
Entre una cosa y otra, era media noche
cuando pasaba por la calle principal de Keerville. Deteniéndose en uno de los
semáforos que daba enfrente de uno de los bares de allí. Miró hacia sus
ventanales, observando a la gente que había aún allí. Estaba repleto, pero aún
así pudo verla. Janna estaba allí, sentada entre un grupo de jóvenes. Riendo, divirtiéndose,
feliz y preciosa. Con su largo cabello suelto, cayendo por encima de sus
desnudos hombros.
¿Por qué les costaba tanto comprender?
Aquello es lo que tenía que hacer ella. Dudaba mucho, que si estuviera con él
se hallaran entre semana en un bar. Más bien estarían en casa, en la cama… Sus pupilas
se agrandaron aún más de deseo ante las imágenes que se le venían a la cabeza.
No estaba bien. No era nadie para cortarle las alas de vivir su juventud como
le tocaba. Ella tenía que… Ella lo estaba mirando también en aquel momento. Su
mirada dulce y apasionada fija en la suya. Lo había pillado, pero no creía que
supiera la frustración que cargaba sobre sus hombros y corazón por su culpa.
Decidió alzar una mano para saludarla, a cambio recibió una sonrisa de entrega
de la muchacha que te quitaba el aire de los pulmones. Después, salió de allí
veloz al cambiar el semáforo a verde.
La música country que tocaba aquel
grupo, inundaba el gran jardín de la casa. Los farolillos colgados por todas
partes, daban un toque mágico para la celebración de mayoría de edad de Janna.
Había mucha gente invitada. Unos estaban alrededor de la barbacoa, otros
bailando y algunos sentados cerca de la piscina. Era obvio, que allí había más
conocidos de Adam y de él. El hombre aprovechaba cualquier ocasión, para poder
llevarse bien con los clientes. A parte, también había bastante gente del
pueblo. Sin duda, aquello era toda una celebración. Pero a la cumpleañera no la
veía por ningún lado. Frunció el ceño, al ver en una esquina de la piscina a un
buen grupo de chicos y chicas de su edad, riéndose con bebidas en sus manos.
Pero ella no estaba allí. Ni tampoco Adam.
Había pasado una semana. Siete días,
en donde se había matado a trabajar para no pensar en ella. Haciendo todo lo
posible, para evitar todo encuentro. Y lo había conseguido, pero para nada.
Todo el tiempo la llevaba junto a él. De día, de noche y durmiendo. Así lucía
un poco de ojeras, dando gracias a que Francesca y las dos amas de llaves,
creían que era por tantas horas de trabajo, para poder casarse si todo iba bien
la semana siguiente. Y aquella noche, la había escogido para dar el anuncio a
sus amigos más próximos.
El día había llegado. Ya nunca tendría
ninguna posibilidad de poder estar con la pequeña princesa. Sería un hombre
casado y como tal, respetaría a su amiga que sería su esposa. En unos días,
firmaría una vida de completo celibato. Aunque ya llevara un tiempo
practicándolo. Su cuerpo, solo despertaba con ella. El simple acto sexual con
cualquier otra, no le llamaba la atención. Lo había comprobado varías veces, al
no quedar para nada satisfecho cuando se acostaba con alguna mujer. Se quedaba
con un gran vacío. Y siempre la tenía en mente cuando buscaba a alguien. Por
ello, que decidió dedicarse de lleno al trabajo junto a Adam.
Condujo a Francesca y Tim a una de las
mesas, en donde había sitio para sentarse. Dándose cuenta, que mucha gente de
allí los observaba de forma disimulada. Menos Thelma y Louise. Esas dos viejas,
los saludaron pero se pusieron con rapidez a hablar entre ellas. Era obvio que
seguían contándose las cosas. Pero ahora lo dejaban un poco más tranquilo. No
estaban de acuerdo con lo que iba hacer. Pero tampoco veían otra solución para
Francesca, una mujer que también apreciaban mucho.
-¿Queréis que os traiga algo de comida
o bebida? –Preguntó aún de pie.
-Yo quiero una hamburguesa –Pidió Tim.
-Muy bien –Sonrió Francesca a su
hijo-, pero ya voy yo que quiero saludar a los que se hallan junto a la
parrilla.
-De acuerdo –Sonrió Paul.
-Tú ves hacer lo que tengas que hacer –Le
dijo ella-. Tim se levantará para jugar con los demás niños. Y yo conozco a
mucha gente de aquí –Lo tranquilizó.
-Voy a ver si encuentro a Adam –Dijo mirando
una vez más por su alrededor, pero sin localizar al hombre entre toda la
gente-. Puede que se halle en su despacho. No creo que haya pasado nada, pero…
-Se alzó de hombros y marchó tras guiñarle el ojo a ella.
Miró en la cocina, el salón pero no
estaba allí. Solo le quedaba el despacho, que se encontraba al final del
pasillo de la izquierda. Caminó hasta allí, para llamar con dos golpes a la
puerta entre abierta.
-Adelante –Habló Adam con voz compungida.
-Hola –entró con cierta cautela-, vine
a buscarte al no veros afuera con los demás –Informó buscando con la mirada a
la joven, pero tampoco se hallaba allí.
-Hola Paul –Le devolvió el saludo un
poco triste-. Ahora iba a salir –Sonrió levemente-.
Pero vine aquí antes con mi hija para darle su regalo… -suspiró agachando sus
hombros-. Quien me iba a decir que con ello iba a causar una pequeña disputa.
Paul alzó una ceja sorprendido, ante
lo que su amigo le había dicho.
-¿Qué ha ocurrido? –Preguntó preocupado.
-Que me equivoqué –Lo miró un segundo,
antes de agarrar un puro de la caja y ofrecérselo a él, pero no lo quiso en
aquel momento. Estaba más interesado en lo ocurrido allí-. Le ofrecí primero
unos catálogos de pisos lejos de aquí. En París y Nueva York… -Sonrió meneando
la cabeza con gesto negativo-. Junto con modernas universidades. Tenías que
haber visto la cara que puso. Al principio, creí que era porque no se esperaba
aquello. Y cuando le entregué las llaves de un deportivo… Se puso a llorar –Resopló
antes de darle una calada al puro-. Pensé que era de emoción, pero cuando alzó
sus ojos solo vi tristeza y confusión… Se me partió el corazón Paul. Y entre
sollozos, mi hija me preguntó si no la quería junto a mí porque me recordaba a mí
esposa y eso me hacia sufrir… -Ahogó un gemido-. Solo supe abrazarla y negar
esa gran estupidez. Amo tenerla junto a mí. Con ella, es tener algo de mí
difunta amada. Yo solo pensé, que eso es lo que le gustaría después de haber
estado fuera de aquí todos estos años. Que lo que decía de estudiar aquí, era
simplemente una idea vaga. Pues me negó que el irse fuera su sueño. Quiere
estudiar veterinaria aquí, para trabajar en el día de mañana fuerte en el
rancho. Entonces, soltó que es como si estuviera tal vez haciéndome daño a mí y
a su madre, al no querer ser como había sido en un principio… -Se puso en pie
confuso-. No lo hice bien. Ahora ella no sabe qué hacer. Salió de aquí
corriendo llena de tristeza… Y no se halla en su dormitorio.
-Comprendo –Medito por un segundo-.
Mejor sal tú afuera con los invitados, y ya la busco yo.
-De acuerdo –Suspiró con pesar-. Pero
avísame con cualquier cosa.
-Tranquilo –Aseguró saliendo con su
socio del despacho.
Su instinto lo llevó a los establos,
para hallar a una Janna sentada encima del cercado donde entraban a los
caballos para domar. No estaba llorando, pero si perdida en sus pensamientos.
Aún no había notado su presencia, dejándole unos minutos para poder observar su
belleza bajo la luz de la luna. Iba vestida con un sencillo vestido de lino
color blanco. Un color que la describía perfectamente. Dulzura y pureza. Un coctel
muy explosivo para él. La larga melena la llevaba suelta, para que la suave
brisa que corría la acariciara. Era obvio que se hallaba dolida por lo ocurrido
en el despacho. Viéndose ahora sometida a tomar una decisión que designaba su
futuro. El comienzo de una lágrima deslizándose por su mejilla, fue lo que le
hizo hablar.
-¿Estás bien? –Preguntó con voz ronca
y aguantando el fuerte deseo de rodearla con sus brazos. Pero simplemente se
obligó a ponerse a su lado, apoyando los brazos en el poste.
-¡OH! –Se giró sorprendida por la
presencia de él allí-. No te oí llegar –Se apresuró a borrar todo rastro del
llanto con sus manos.
-Creo que estabas muy lejos de aquí
para notarlo –Señaló con cariño y sonriendo momentáneamente-. Vi a tu padre en
el despacho.
-Comprendo –Bajó la mirada un tanto
avergonzada-. Yo no quería enfadarme –Dijo manteniendo después silencio por
unos minutos sin levantar aún la mirada-. Supongo que se sentirá completamente
avergonzado por mí comportamiento. No debería de haber desaparecido así, siendo
ésta fiesta en mi honor.
-No se siente avergonzado de ti –Dijo captando
la mirada de ella-. En verdad, se siente triste como tú. Culpable, por haberte causado
un disgusto en un día como éste. Él, simplemente creía que te daba lo que tú deseabas.
-Creo que soy una mala hija –Confesó volviendo
a llorar-. Mi comportamiento ha sido egoísta.
-¿Por qué dices eso? –alargó un brazo,
para limpiarle las lágrimas que caían como perlas a la luz de la luna.
-Porque solo pensé en mí –Gimió horrorizada-.
No pensé en los deseos que ellos querían. Desde muy pequeña los eh tenido junto
a mí. Aunque mi madre falleciera, se preocupó de mi futuro. ¿Y qué eh hecho?
Despreciar sus sueños, sus ilusiones, sus planes. No debería haberle dicho nada
a mí padre y coger lo que me ofrecía. ¿Crees que me perdonará? –Preguntó en un
fuerte llanto.
-Janna –Susurró con voz tierna,
acercándose aún más a ella para abrir sus brazos y dejar que la joven se
reclinara, apoyara su cabeza en la base de su cuello y llorara-. Estás muy
equivocada pequeña. Tú padre te quiere y no te va ha odiar, por defender tu
propio sueño. Se trata de vivir tu vida, y tú eres la única que puede decidir
sobre ella. No estas obligada a cumplir los sueños de tú madre. Piensa que
aquello fue como una guía para que tu padre no se sintiera solo. Y también, que
la hizo para ella morir feliz tal vez de verte toda una mujer en su mente. ¿No
crees?
-¿En serio? –Alzó su rostro para
mirarlo fijamente, en busca de una respuesta, de un apoyo... Pero no para un
atraco a sus inexpertos y sensibles sentidos, cuando atrapó sus dulces labios
en un beso sorprendiéndola por completo, y pillándola desprevenida sin saber
muy bien como reaccionar-. Paul… -Susurró en completa entrega y apretando aún
más sus brazos alrededor de su cuello.
-No, para… -Se separó repentinamente,
agarrándola por las muñecas para separarla bien de él-. Diablos Janna –Gimió enfadado-.
Perdóname, yo… No esta bien –Dio dos pasos atrás llevándose las manos a la
cabeza en un gesto de frustración.
-No pasa nada –Sonrió tímida y con un
brillo especial en los ojos.- Yo también quería…
-¡No! –La interrumpió con dureza-. No
lo comprendes… Esto ha sido un error.
-¿Por qué? –Se bajó del cercado.
-¡Maldita sea, eres una niña! –Explotó
con rabia. Rabia hacia sí mismo, por haber rozado sus labios y probado aquel
fruto prohibido. La corriente que había sentido por todo su cuerpo, lo había
quemado. Ahora, sería casi imposible el vivir cerca de ella. Había sido un
completo imbécil.
-Acabo de cumplir mayoría de edad –Respondió
dolida por la actitud de él.
-No dejas de tener una vida por
delante. Olvida lo ocurrido –Ordenó con tono duro-. Mejor que volvamos a la
fiesta.
Caminó directa a la vivienda, mirando
todo el rato la espalda tensa de Paul. Quien iba en completo silencio, sin
mirar atrás en ningún momento para asegurarse que ella lo seguía. Menudo
cumpleaños estaba teniendo, pensó con el corazón hecho trizas. ¿De qué servía
cumplir la mayoría de edad? Paul le acababa de decir que la veía como una niña.
¿Pero de qué se extrañaba? Ella ya sabía que podía ocurrir aquello. Había unos
pocos años de separación entre ellos. Pero existían matrimonios con diferencia
de edad. Y tampoco se veía como algunas de sus amigas de allí. Era solo, que
después de aquel día en la cocina y de aquella vez, que se hallaba en un bar
con varios amigos y pilló al hombre observándola desde el coche. Con una mirada
diferente, una mirada que le pedía cosas. Y creía que no se había equivocado,
al sospechar que él podía sentirse atraído hacia ella. Y más, cuando había atrapado sus labios. Solo había
sido un instante. Pero el suficiente, para saber que estaba verdaderamente
enamorada de él. No se trataba de ningún capricho de adolescente. Puede que
fuera lo que detuviera a Paul. Que creía que ella solo se sentía atraída hacia
él. Pero cualquier intentaba decirle algo ahora. Suspiró con pesar, dirigiéndose
al baño para arreglar el desastre que hubiera causado el llanto, mientras que
él salía hacia el jardín.
A las dos de la mañana, todo el mundo comenzó
a marcharse hacia sus casas. Quedando allí por el momento, los amigos más
cercanos sentados en las mesas mientras charlaban tranquilamente bajo el canto
de los grillos. Fue cuando vio ponerse en pie a Paul, y llamar la atención de
las quince personas que estaban allí. Después, apoyó una de sus manos en el
hombro de Francesca. De quien no se había separado el resto de la noche.
-Queridos amigos, solo quería
comunicaros que estáis invitados para la semana que viene o la otra, aún falta
mirar un detalle –Sonrió captando la atención de todos-, a la celebración de mi
matrimonio en el registro civil con ésta bellísima dama.
OHHHHHHHHHHHHHHHHH!! qué horrible cumpleaños pobre chica!! Y ese tonto, aishhhhhhhh! Pero me gusta , me gusta mucho tu historia y sabes que la esperaba....Y estás usando mucha narración y descripción!! ( lo notaste?) y te sale condenadamente bien!! Besos y esperando más
ResponderEliminarsi? te parece que me esta quedando bien? yo aun tengo dudas!!!!! Pero gracias por decirme que te gusta.
Eliminar¡¡¡Por fi, el proximo capitulo!!!
ResponderEliminarMe tienes engancha jajajaja
Besos
jejeje, muchas gracias Yola!!!! Pero iré subiendo un capi cada semana!!!!! jejejeje
Eliminarque horror menudo cumpleaños paso la pobre y todavia la remato Paul con ese anuncio como caen mal los hombre ashhhhhh, me ire a dormir enojada y triste, jaja no es cierto mas bien anciosa esperando el proximo capitulo
ResponderEliminarNo!!! ME digas que te pones triste... oh, oh.. Entonces, mejor no sigas leyendo por lo que tengo pensado!!!! jejejeje
EliminarTe llegó mi email?
Si, tas usando narración y descripción muy bien bruja!!!! Y ya pasa a limpio el otro capo ;)
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