Habían
pasado unas semanas desde aquella fatídica noche. Aún le perseguía la mirada
triste de Julia, al alejarse en aquel taxi. Y era él quien tenía la culpa…
Aunque ella también, por ser tan cabezona. No le había comentado nada a Peter, y suponía que ella tampoco al no
recibir ninguna reprimenda de su amigo. Además tampoco había tenido el valor de
hablar con su amigo respecto a su hermana. Sabía que le ocurría algo, pero
ninguno de los dos iba a soltar prenda.
Aunque una pequeña idea se hacía. Conocía aquella familia desde los
dieciocho años, bueno según le había contado su amigo cuando había habido
problemas. Sabiendo lo afectada que se hallaba Julia por aquel punto, sabía que
lo que tenía en mente desde hacía unos meses no iba a poder ser en aquel momento. Tenía que
cambiarlo todo y lo primero era ir hacer las paces con ella. Es decir, pedirle
disculpas a Julia por las palabras que soltó aquella noche. Por ello ahora iba
de camino al edificio de apartamentos, suponía que casi a las ocho de la noche
se hallaría allí.
De
repente el miedo le recorrió todo su cuerpo. Asustado como estaba, logró mover
el coche y dejarlo medio subido en la acera para poder salir corriendo hacia
aquella nube negra. A medida que se acercaba al lugar, escuchaba el caos del
ruido. Allí estaban los bomberos, policía y ambulancias. Y sí, era el edificio
de Julia el que se hallaba envuelto en llamas. No supo como le dio la orden a
sus piernas de que se pusieran a correr con lo asustado que estaba. Sólo podía
pensar lo peor. Por fin llegó al cordón policial, donde tuvo que llamar la
atención de un agente y convencerle de que le dejara pasar pues su novia vivía
en aquel edificio.
Era
como estar en una pesadilla. Gritos, gente asustada, humo… Pero no la veía en
ninguna de las ambulancias. Volvió a dar una vuelta sobre sí, y se quedó
mirando por un momento con temor al antiguo edificio ardiendo en llamas y como
los bomberos hacían todo lo posible por apagarlas. Aquello no podía estar
sucediendo. En aquel momento le vinieron a la mente las palabras suyas y de su
hermano de la otra noche, cuando intentaban convencerla para que se mudara a su
piso. Y días después sucedía aquello… El destino no podía estar jugándole
aquella mala treta. No tenía derecho a decirle quien era el amor de su vida y
luego arrebatársela sin darle tiempo a nada, simplemente a robarle un cálido
beso…
Fue
entonces cuando salieron del edificio.... Llevando a una Julia completamente
encogida en sus brazos. Fue en aquel momento que volvió a sentir como su
corazón volvía a bombear con normalidad.
-¡Julia!
–Exclamó desesperado acercándose a la chica, quien al escuchar su voz alzó su
mirada llena de lágrimas y sin esperárselo se lanzó a sus brazos agarrándose
con gran fuerza a su cuello.
-¡Alex!
-Llévela
a una ambulancia –Le indicó el bombero que se dio la vuelta y volvió al
edificio en llamas.
-¿Y
Patrice? –Le preguntó ella con temor.
-¿Quién?
–La miró detenidamente a sus ojos asustados, justo antes de acercarla a una
ambulancia donde se ocuparon enseguida de ella.
-Mi
compañera de piso, estaba conmigo… -Calló un momento cuando el paramédico
empezó a inspeccionarla-. Se la llevaron antes que a mí… -Dijo un momento antes
de que le pusieran una mascarilla de oxigeno.
-Ahora
miraré por ahí –Le indicó sin ocultar el cariño en sus palabras.
-Es
pelirroja… -Dijo con tono un poco cansado tras respirar un poco de oxigeno.
-Por
favor… -Soltó un tanto impaciente el joven paramédico tras ver como no se
estaba un rato tranquila.
-Ahora
vengo –Le susurró él, justo antes de darle un beso en la frente-. Estate aquí
descansando un poco.
Diez
minutos después, aparecía Alex con Patrice abrazada a su cuerpo. Sabía que
simplemente la estaba ayudando, por ello que la llevaba cogida de aquella
manera por la cintura. ¿Por qué sentía entonces aquel veneno recorrerle por sus
venas? Era lo mismo que sintió aquel día cuando lo vio agarrar a Olivia. No le
gustaba para nada el que fuera Alex quien le hiciera sentir aquellas cosas.
¿Qué es lo que iba a ocurrir ahora? Se quitó la mascarilla y miró el edificio
que moría envuelto en llamas.
-No
te preocupes, verás como todo va bien –Le aseguró Alex que llegó junto a ella-.
Por el momento os venís conmigo. Ya me han dado permiso para que podáis salir
de aquí.
Poco
rato después entraban en el lujoso ático de Alex. Tanto Patrice como ella, aún se
hallaban en estado de shock y ahora mismo un poco abrumadas ante tanta
elegancia.
-Bien,
sentiros como en vuestra casa –dijo con mucha calma-. ¿Os apetece una tila?
–Preguntó mientras se acercaba a una puerta que había cerca del enorme ventanal
que daba a una enorme terraza.
-Sí
–Susurró Patrice con tono débil.
-Os
la preparo y volveré a marcharme por un rato, quiero averiguar varias cosas de
lo sucedido. Si queréis daros una ducha, en los armarios de los dos baños hay
albornoces limpios para los invitados. Podéis utilizar lo que queráis, y
escoger el dormitorio que más os guste… Enseguida vuelvo chicas.
Cuando
Alex volvió bastante rato después, las dos se habían dado una ducha para
quitarse aquel horrible olor de encima. Enseguida buscaron con la mirada por si
llevaba alguna cosa conocida por ellas en sus manos, pero las traía vacías.
Aquello no eran buenas noticias.
-Nos
hemos duchado y ahora mismo nuestra única ropa se halla en la secadora –Aclaró
Julia con dolor en el tono de sus palabras.
-Lo
siento mucho chicas –Se disculpó mientras se quitaba la americana y la dejaba
encima de uno de los sillones del salón-. Pero aún siguen intentando apagar el
fuego, hasta que no pasen unas cuarenta y ocho horas no podremos saber nada. Podéis
quedaros aquí todo el tiempo que necesitéis, como si es el curso entero –Miró
fijamente a Julia-. ¿Habéis llamado ya a vuestros familiares? –Las dos negaron
con la cabeza-. ¿Por que no avisáis a vuestra familia y amigos? -Sugirió
acercándole a una el teléfono de línea y a la otra el móvil-. Tu hermano ya lo
sabe, pero si quieres hablar de todas maneras con tu madre para tranquilizarla…
-Gracias,
llamaré a mi madre –Susurró ella con timidez cuando sus dedos hicieron contacto
al coger el teléfono.
Patrice
aún seguía al teléfono con sus padres, cuando ella colgaba de hablar con su
preocupada madre. Pero se quedó mucho más tranquila cuando supo que se hallaba
en el piso de Alex. Con gran timidez se acercó a la cocina, donde se encontró
al hombre cocinando. Aquella imagen le chochó un poco. Nunca se había imaginado
que llevaría un delantal y se haría su propia comida. Más bien pensaba que se
la harían las mujeres con quien él salía.
-Hola
–Sonrió él-. ¿Todo bien con tu madre?
-Calmada
al saber que me hallo aquí… -Admitió con pesar.
-Siento
mucho lo ocurrido.
-Gracias
–Aceptó con sinceridad-. Por suerte, si hemos perdido algo con el incendio es
nuestra ropa y algún objeto personal. Todo el material del curso lo tenemos en
la taquilla de la universidad.
-Ahora
ya es un poco tarde, pero mañana iremos de compras… -Acto seguido sonrió un
poco-. Espero que tengáis hambre. Os estoy preparando una sopa de verduras y de
segundo tenemos salmón a la plancha.
-Muchas
gracias…
-¿Pero?
–Le preguntó él con media sonrisa y muy suspicaz.
-Procuraremos
no ser una molestia durante supongo unas dos semanas –Resoplo apartándose el cabello del rostro-. No se lo que
tardaremos en encontrar un apartamento de estudiantes libre.
-No
sois ninguna molestia para mi –Dijo mirando a las dos chicas con sinceridad,
una vez que Patrice había acabado la conversación telefónica y se les había
unido-. Ya te ofrecí en su día mi piso. A mí no me molestáis, sabes que con mi trabajo y más
ahora que estoy de traslado no creo que vaya a estar mucho por aquí. Para mí,
será una grata compañía cuando me halle aquí en Nueva York.
-Sí
es así, a mis padres les gustaría reunirse con usted –comentó la chica joven-.
Están buscando un vuelo para venir a echarme una mano con todo este lío, y
quieren agradecerle su ayuda.
-No
hay ningún problema… ¿Qué me dices Julia? –Le preguntó con aquella mirada tan
profunda puesta en ella. Se sentía como si la estuviera desnudando en aquel
momento.
-No
lo se… -Se alzó de hombros-. Esperaré unos
días para ver como transcurren las cosas.
-Muy
bien. ¿Qué os parece si me ayudáis a poner la mesa?
El
reloj que tenía en la mesilla de noche, marcaba las tres de la madrugada. ¿Cómo
había dado su vida aquel giro tan drástico? Ahora, durante los próximos días
dependía de a única persona que quería tener lo más lejos posible. Y según
había podido observar, Patrice se había sentido muy aliviada ante el
ofrecimiento de Alex. No había que ser muy listo, para saber que en aquellas
fechas no quedarían muchos apartamentos de estudiantes disponibles y con
aquellos precios bajos. No le veía mucha salida a su mala suerte. Con gran
frustración se quitó la sábana de encima su cuerpo y se dirigió al balcón. Necesitaba
sentir la brisa de la noche en el rostro.
Con
mucho cuidado abrió la puerta corredera y salió al balcón que rodeaba el ático.
Aquella terraza era preciosa con la tarima de madera. Cerró los ojos nada más
llegar al muro. Respiró un poco más relajada, mientras alzaba los brazos al
enorme cielo estrellado y se desperezaba con la misma gracia que un gato.
-Veo
que mi camiseta no te queda del todo grande –Comentó Alex con voz rasposa
sentado desde un rincón en la oscuridad de la terraza.
-¡HA!
-Chilló asustada y avergonzada, sabiendo que al alzar sus brazos había mostrado
al completo su cuerpo de cintura para abajo, vestido únicamente por un culote
blanco de algodón-. No sabía que fueras un viejo pervertido –Soltó con cierto
reproche.
-Y
tu una exhibicionista –Acusó divertido dándole
una calada al cigarro que tenía apoyado en un cenicero.
No
sabía que fumaba… Pero que le importaba
aquel detalle, cuando lo tenía sentado delante suyo en un balancín y vestido
únicamente con el pantalón de un pijama. Era atractivo. Ciertamente era
imposible negarse a aquella verdad. Pero no tenía que dejar que aquello la
influenciara.
-Y
tu un mal educado, por no advertirme de tu presencia –Volvió a acusarlo cruzándose de brazos.
-Y
tú una tonta por salir así, sabiendo que hay un hombre en la casa –Señaló
mientras le repasaba de arriba abajo sin prisa alguna-. Te dejé también unos
pantalones.
-Que
se me caen –Le sacó la lengua-. Y ésta noche hace un poco de calor, por eso
salí aquí…
-En
la oscuridad, es donde mejor se piensa –Comentó con tono suave-. ¿Cómo estás? Y
siento ser un pesado.
-Mi
mente es un caos –Admitió alzando sus hombros.
-Lo
sabía –Sonrió levantándose del balancín y yendo al
lado de ella, para apoyarse en el grueso muro que hacia de barandilla-. Se que
te va a costar mucho el aceptar cualquier ayuda que venga de mí. Hoy venía a
buscarte simplemente para pedirte disculpas por lo ocurrido aquella noche. Digamos
que mi comportamiento no fue muy caballeroso, a la hora de preguntarte ciertas
cosas… Y se que ya es demasiado tarde para poder arreglar un poco la imagen que
te has creado de mí.
-Alex…
-Intentó detenerlo confusa por sus palabras.
-Me
importas mucho Julia, y más de lo que te imaginas –Se giró a ella y alargó una
mano hasta acariciarle con delicadeza una mejilla-. Pero mejor me callo viendo
tu reacción y te recomiendo que mejor vayamos a la cama, mañana hay muchas
cosas que hacer. Buenas noches cariño… -Susurró suave como la brisa que soplaba
aquella noche.
A
las siete de la mañana, ya tenía listo el desayuno para las chicas. Apenas
había podido dormir algo con todo lo ocurrido, y suponía que lo mismo les
habría ocurrido a ellas. Le sabía muy mal por la experiencia que había tenido
que sufrir ella, pero gracias aquello tenía una oportunidad para intentar
enfocar sus planes de futuro.
Había
sido enorme el esfuerzo que había hecho en la noche, para no seducir a la joven
cuando había salido a la terraza, vestida únicamente con una camiseta de
deporte suya. Era realmente preciosa y no se daba cuenta de ello o no le hacía
caso.
Según
por lo que había observado, ella no quería nada relacionado de forma emocional
con hombres si estos no eran de su entorno familiar. Y por lo visto, a él no lo
aceptaba por que se había dado cuenta. En ningún momento, cuando había tenido
la oportunidad de estar a solas con ella no había negado la atracción física
que sentía hacia su persona. Y sabía perfectamente que con aquel beso que le
dio, le había derrumbado un poco su
barrera emocional. Ahora mismo, resultaba una amenaza para su forma de vida
planificada.
Más
que nada, ahora tenía que comportarse de una manera diferente a la habitual con
ella, si quería que dejara de lado su cabezonería y aceptara su ofrecimiento de
que vivieran durante aquel curso allí. Dejó sus cavilaciones de lado cuando
Patrice irrumpió en la cocina con cierta timidez.
-Buenos
días –Le sonrió animado-. ¿Preparada para el jaleo de hoy?
-Buenos
días –Le devolvió la sonrisa-. Espero que sí… ¿Aún no se ha despertado Julia?
-No.
Ayer noche nos encontramos los dos sobre las tres de la mañana en la terraza
–Indicó al tiempo que le servía a la chica un plato de macedonia-. La pobre
estaba muy nerviosa para dormir…
-Normal,
a mí también me costó un poco. Pero creo que eran la una la última vez que miré
el reloj –Suspiró con pesar-. Muchas gracias Alex, pero no hacia falta que nos
preparases el desayuno.
-No
resulta ninguna molestia –Se sentó con ella en la mesa para comer también su
macedonia-. Si os quedáis aquí, ya me devolverás el favor el día que te
levantes primera.
-Haber
que nos dicen en secretaria sobre los apartamentos. Y si te digo la verdad,
nunca nos hemos sentado a tomar un desayuno adecuado –Rió-. Siempre hemos ido
con prisas por levantarnos un poco justas de tiempo.
-Pues
si os quedáis aquí, ya procuraré que cuidéis vuestra alimentación.
-No
es que comamos mal –Se sonrojó al no saber si Julia se enfadaría por estar
dando aquella información-. Siempre nos hemos turnado para la comida y cena…
Pero fallamos en el desayuno…
-No
te preocupes que no le diré nada a Julia –Dijo en tono cómplice y guiñándole un
ojo-. Entonces, mientras me halle por aquí me haré el encargado del desayuno…
-¿De
verdad qué no tienes ninguna ocupación hoy?-Le preguntó la chica.
-Sí,
el ayudaros arreglar el caos que tenéis ahora mismo.
-No
me parece bien que te molestemos con nuestros problemas –Frunció el ceño por un
momento-. Además, Julia tiene razón en un punto…
-¿En
qué? –Sintió curiosidad.
-Si
nos quedamos aquí, seremos una molestia en tu vida personal –Explicó nerviosa.
-¿Te
refieres a mi vida sexual? –Expuso con gran normalidad en su tono de voz, para
no incomodar a la joven.
-Sí
–Sus mejillas volvieron a sonrojarse.
-Puedes
estar tranquila Patrice –Sonrió con cariño-. En este momento no hay nadie en mí
vida…Pero una cosa que os dejo bien clara, es que si traéis compañía masculina
que tengáis un poco de respeto por mí piso y por los que estemos en ese
momento.
-¡UY,
por mí no te preocupes! –Rió nerviosa-. En éste momento no me gusta ningún
chico, pero tampoco lo traería aquí… Sería abusar demasiado de ti.
-Como
gustes… Y sabes si Julia…. –No hizo falta acabar la frase, ella ya sabía pro
donde iba.
-No.
Además te informo que por parte de ella no tendrás que preocuparte de chicos
–Masticó el último trozo de fruta-. Ella me dejó bien claro que ha venido para
estudiar. No quiere saber nada del amor, porque cree que hay cosas más
importantes que ese factor en la vida de cada uno.
-Ya
veo… -Dijo pensativo-. Bueno, el paso de la vida lo irá diciendo. ¿No crees?
–Se levantó para coger las tostadas recién hechas.
-Sí,
una cosa que aprendí muy pronto es que no puedes dar nada por hecho nunca
–Confesó con cierto pesar en la voz.
-Toda
una verdad. Hay mermelada de fresa y melocotón… -Informó dejando los botes en
la mesa.
-Fresa…
Madre mía, hacía tiempo que no desayunaba así –Confesó contenta.
-Pues
hoy averiguaremos si os quedáis aquí para que desayunéis así siempre –Rió Alex.
¿Cuánto
rato llevaban allí? ¿Una hora? ¿Quizás dos? No lo sabía muy bien, pues a causa
de la desesperación había dejado de mirar constantemente su reloj de pulsera.
En ningún momento culpaba a las personas que se hallaban atendiéndoles en
secretaria. Bastante tenían con todos los alumnos que se encontraban allí con
el mismo problema que ella. Seguramente estaban como locos buscándoles
alojamientos temporal o permanente. Simplemente rezaba, para que cuando les
llegara el turno a ellas, aún hubiera algún apartamento libre en aquella
ciudad. Para nada en el mundo quería metida en el piso de él. ¿Cómo iba
aguantar tanto tiempo a su lado? Su sistema nervioso no estaba preparado para
aquello. Y menos su mente. No quería tener que detenerse a estudiar las
sensaciones que le recorrían por el cuerpo siempre que lo tenía cerca o la
miraba. Como en aquel preciso momento que se hallaba allí con ellas, sin
prestar atención alguna a lo que ocurría a su alrededor. No había ni una mujer
o chica, que estuviera a menos de cinco metros, que no lo observara de forma
descarada o simulada.
Aunque
para miradas, la que le había dirigido él en la noche en la terraza. Aún sentía
la vergüenza recorrer por su cuerpo al saber que le había visto casi desnuda.
No sabía cual debía ser su comportamiento, era la primera vez que se veía en
una situación como aquella. ¿Por qué todas las primeras veces de cosas raras,
tenían que ser con él?
Casi
una hora después, salía por la puerta de la universidad reflejando amargura en
su rostro. La cosa no había ido como ella quería. Aún tenían que colocar a
bastantes estudiantes, pero no daban abasto en buscarles una vivienda. De
manera que les habían comunicado al resto de la cola, que aquella noche la
pasarían en el polideportivo de la ciudad. Pero que pasaran por administración
dando su nombre, que les harían entrega de un cheque por valor de doscientos
dólares, para que cubrieran algún gasto. A más de darles un cupón de comidas
para una semana en un buffet que había cerca de allí. Esperaban poder
solucionar aquel caos en aquella semana.
Resumiendo…
Aquello pintaba muy mal. Como bien había supuesto, el destino no tenía ganas de
echarle una mano. Este quería que sufriera estando cerca de Alex, por una larga
temporada. ¿Y si dejaba el trabajo en la cafetería y se buscaba uno más
remunerado? Imposible. Sabía que no le sobraba tanto tiempo libre, para
dedicarle más horas a un nuevo trabajo. Nada, tendría que hacerse a la idea de
vivir en el piso de él, le gustara o no le gustara. Por suerte suya, tenía
consigo a Patrice y aquello no significaba estar completamente sola con él.
-Alegra
esa cara –Le pidió con amabilidad Alex, mientras les abría la puerta del
coche-. Al menos no vais a dormir en el polideportivo –Le guiñó un ojo un tanto
más animado que cuando había entrado en la universidad. De momento todo iba a
favor de él-. Aún os siguen buscando una vivienda para todos, no os van a dejar
de lado…
-Solo
faltaba eso, con lo que cuestan cada mes los estudios –Suspiró Patrice-. Aunque
me alegro mucho de tener tu apoyo Alex. Mañana llegan mis padres…
-No
te preocupes que Alex se encargará de asegurarles que estaremos en buenas manos….
–Habló Julia con gran reprensión, provocando que su amiga se sintiera
avergonzara por su entusiasmo ante la idea de quedarse en el piso del hombre.
-Sí
así lo deseas, aún estas a tiempo de pedir numero para pasar la noche en el
polideportivo con cientos de chicos y chicas de tu universidad –Señaló con
mirada fría-. No estoy obligando a nadie… Y si también te molesta que os lleve
de compras, dímelo que procuraré acercaros a la parada de bus más próxima, para
que os la apañéis vosotras mismas. No vaya a ser que también os pueda manipular
a la hora de elegir ropa.
-Yo…
-Patrice no sabía si salir del coche o quedarse dentro. Se encontraba en medio
de un confronta miento que no entendía para nada.
-Perdona
Patrice –La miró con congoja Julia-. Es solo que estoy enfadada con todo lo
ocurrido, y digamos que el verme en el piso de Alex… -Se mordió los labios sin
darse cuenta, en un gesto nervioso-. Me siento como si estuviera controlada por
mí madre y hermano.
-No,
perdóname tu a mí –La agarró de las manos a través de la puerta abierta-, ahora
comprendo que tal vez en su piso no tienes la misma libertad que yo… No deja de
ser un conocido de tu familia. Déjame hablar con mis padres y a lo mejor me
dejan más dinero para que podamos mudarnos a un apartamento independiente de la
universidad…
Por
fortuna, ninguna de las dos jóvenes miraba al hombre que tenían a su lado. Si
lo hicieran, verían la sombra que había nublado su mirada ante la derrota
reflejada si ella se marchaba. Después de todo aquel lío, podía que ella
consiguiera alejarse de él como tanto anhelaba.
-¡Qué!
No, perdona estás equivocada –Rió con afecto Julia-. No quiero que tengas que
pedir más dinero a tus padres. Tampoco podría yo con un trabajo más intensivo…
Todo es culpa mía. Por el momento nos esperaremos a que nos den una respuesta
en secretaria, y viviremos muy a mi pesar con Alex.
Aquello
hizo volver una luz de esperanza en las masculinas facciones que la observaban
detenidamente.
-Pero…
-Aquella vez quien se sonrojó fue ella-. Vete haciendo a la idea, de que no me
vas a ver mantener conversaciones muy simpáticas con él… -Lo señaló con un
gesto de cabeza-. Digamos que es el amigo de mi hermano, no mío…
-Lo
que nuestra querida Julia quiere indicarte –La interrumpió con aire divertido y
calmado-. Es que aún estamos en fase de aceptación… -Rió al ver como las dos
jóvenes fruncían el ceño por sus palabras, pero cada una por una idea
diferente-. Que se le va hacer –Se alzó de hombros al tiempo que se daba la
vuelta y volvía acercarse al asiento del conductor-. La nuestra es una relación
complicada…
-No
hay ninguna nuestra relación… -Soltó con fuego en los ojos ella.
-Si
tú lo dices –volvió a mirarla nuevamente de aquella manera, dejándola toda
temblorosa.
Dirigió
su mirada a su amiga, pero esta parecía que no se daba cuenta de lo sucedido, o
era ella la loca que veía cosas donde no las había. Pero estaba muy segura de
ello. Su cuerpo selo decía con aquel estremecimiento por toda su espina dorsal.
Y lo que más le enfadaba, es que éste iba en opinión diferente a su mente. Ella
quería alejarse, pero sus pies solo querían avanzar a lo que temía.
-¿Entonces
nos acompañas de compras? Interrumpió con voz precavida Patrice.
-Si
no os molesta, sí –La volvió a mirar-. Creo que ir en coche os será mucho más
cómodo para las compras.
-Como
quieras –Se alzó de hombros al tiempo que abría la puerta trasera del
vehículo-. Pero luego no te quejes de que nos demos prisa.
-Tranquila
que no me desesperaré –Le guiñó un ojo antes de sentarse tras el volante-. Para
vuestra información, me gusta ir de compras.
-¿Entonces,
eso significa que siempre acompañas a tus amantes de compras? –Dijo con
hipocresía.
-¡Julia!
–Se giró escandalizada su amiga-. Ya veo a que os referís con vuestra amistad.
-Tranquila
Patrice –rió Alex uniéndose a la circulación de la vía-, en verdad los dos nos
lo pasamos bien con el tira y afloja que nos traemos entre manos siempre.
-Bueno
–Exhaló un suspiro más animada la joven-. Al menos se que estando con vosotros
nunca voy a tener oportunidad de aburrirme. Y ahora, vamos corriendo que hay
bastantes cosas que comprar… Y déjame indicarte, que no creo que sepas donde te
has metido.
A
las siete de la tarde llegaban cansados con montones de bolsas al piso de Alex,
justo en el momento que el teléfono de allí empezaba a sonar. Éste soltó en el
suelo su carga y corrió a descolgarlo a tiempo.
-¡Hola
preciosa! –Saludó riendo-. ¿Cómo estas? Sí, la tengo aquí a mí lado. Acabamos
de llegar de arrasar con bastantes tiendas de ropa –Volvió a reírse, sabiendo
que Julia lo observaba detenidamente al saber que estaban hablando de ella-.
Pues la verdad, es que han sido más rápidas que tú… -Dijo soltando nuevamente
una carcajada al tiempo que se desabrochaba los puños de la camisa que llevaba
y se arremangaba las mangas-. Muy bien cariño, un beso enorme –Se acercó a ella
y le entregó el teléfono-. Son Olivia y Peter.
-Gracias
–Se apresuró a decir, al tiempo que le arrancaba el aparato apenas sin rozarse
con sus dedos y marchaba a la terraza hablar con la pareja, consiguiendo con
ello que él se alzara de hombros divertido.
Salió
al fresco de la terraza y allí se sentó en el balancín… Quería estar un rato a
solas. En verdad, le urgía perderse de vista de la presencia de aquel hombre.
Había resultado una actividad un poco difícil para su sistema nervioso. El que
cada vez que salía junto con Patrice del probador con una nueva prenda, éste la
repasara con su mirada sin perder ningún detalle. ¿Acaso su amiga no se había
dado cuenta, o su mente se estaba volviendo un poco enferma?
-Hola
–Saludó utilizando un tono jovial, una vez que hubo cogido un poco de aire-. Me
encuentro bien, solo un poco nerviosa por todo el jaleo que implica… Sí, fue un
buen susto por lo rápido que ocurrió todo… Dile a mí hermano que no hace falta
que venga… -Sonrió al escucharlo de fondo-. Bueno, ya verá que es un viaje
inútil… Sí, es mucha suerte que Alex aún se halle por aquí –Afirmó entre
dientes-. Que no se preocupe que aún sigue vivo –Dijo exasperada al volver a
escuchar su hermano-. Sí, me he comprado algo de ropa. Aún tenemos que ir por
más cosas… Pero estamos pendientes de si nos encuentran un apartamento, y ver
que alquiler nos piden cada mes –Soltó un poco de aire ante lo que le decían-.
Que sí, si no encuentran nada adecuado nos quedaremos aquí, pero pagándole a
Alex…
-Un
dinero que no pienso aceptar, claro está… Dijo el hombre exaltando a la joven
por su inesperada presencia.
-Me
has asustado –Le recriminó con una mano en el cuello, callándose lo siguiente
que le iba a decir al hallarse al hombre con el torso desnudo.
-Discúlpame
por ello, no era mi intención –Se disculpó con sinceridad-. Pero no pienso
aceptar ni un penique vuestro.
-Entonces
no nos quedaremos aquí –Amenazó con gran petulancia.
-No
me vengas con tonterías Julia –Se cruzó de brazos-. A mí no me importa teneros
aquí…
-No
me gusta la limosna de nadie –Siguió cabezona-. No Olivia, por más que me
digáis no pienso cambiar de opinión… -Seguidamente Alex vio como ella fruncía
el ceño y tras alzar un momento los ojos
al aire, soltaba un profundo suspiro y lo miraba entonces a él-. Toma, mi
hermano quiere hablar contigo –Y tras pasarle el teléfono abandonó la terraza
un tanto indignada.
-Dime
Peter –Preguntó tras haber observado el comportamiento de ella mientras
desaparecía de allí-. ¿Cómo qué quiero yo? –Frunció el ceño-. Tu hermana me ha
pasado el teléfono, indicándome que querías hablar conmigo… Ya veo, se te ha
escapado de una pequeña regañina… -Sonrió un poco ante la valentía de ella
hacia su hermano Peter-. No te preocupes, ya veré como hago para quitarle esa
tonta idea de pagarme… Bueno, nos vemos en unas semanas… -Colgó el teléfono y
entró en el salón hallándose solamente a Patrice-. ¿Ya te duchaste tú también?
–Le preguntó mientras miraba a su alrededor.
-Sí,
ahora ha ido Julia –Le informó-. Aunque ha ido bastante enfurruñada…
-No
te preocupes, es un pequeño mal entendido –Le sonrió-. ¿Os gusta la comida
china?
-Sí,
pero no hace falta que… -Empezó a protestar pero la cortó veloz.
-Aún
tenéis cosas que hacer y supongo que querréis descansar, para que volváis
mañana con las clases –Habló mientras se abrochaba los botones de la limpia
camisa-. En una media hora me tenéis nuevamente aquí.
-No
creo que le vaya hacer mucha gracia –Comentó mordiéndose las uñas un tanto
nerviosa.
-Bueno,
es lo que hay –Cogió las llaves y se encaminó a la puerta-. No todo va siempre
al gusto de uno…
-Sí –Con gesto anhelante ella dio dos palmadas-.
Este año, va a ser bastante animado por aquí… -Se arremangó las mangas del fino
jersey que llevaba y despidiéndose del hombre se encaminó a su dormitorio a
guardar las compras en los cajones.
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