-¡Mi
teléfono! -Gritó Julia desde el salón, mientras no paraba de levantar cojines
del sofá en busca del aparato que sonaba en aquel momento.
-Al
lado del televisor... -Señaló sonriente su compañera de apartamento, ante la
histeria de la chica por no saber donde lo había dejado.
-¿Sí?
-Contestó sin aliento-. ¡Peter! -Exclamó sonriente y dejándose caer en el
mullido sofá-. Sí, estoy muy contenta en esta universidad... ¿El apartamento?
Igual de contenta, mis dos compañeras son magníficas... -Soltó seguidamente un
suspiro-. Como le he dicho a mamá, no hace falta que os preocupéis de mí. ¡HO!
-Exclamó por la sorpresa-. ¿En serio? Mañana llegas y quieres quedar a cenar
conmigo. ¿Pero no estarás agotado del viaje? No, no. Por mí genial, tengo
muchas ganas de verte. ¿Quién dices que nos acompañará para cenar? -Frunció el
ceño-. ¿Se trata de una sorpresa?... Por favor Peter, sabes que no me gusta que
me hagas esto. No soy persona de suficiente paciencia para las sorpresas
-Protestó como haría una niña de cinco años para intentar conseguir algo-. Está
bien... -Acabó por aceptar un tanto resignada al comprender que no le
sonsacaría ninguna información a su hermano-. Muy bien, mañana a las ocho
estaré lista. Un beso, te quiero.
Colgó el teléfono con aire pensativo. Si su hermano llegaba a Nueva York al día siguiente, aquello también podía significar que él también lo haría al mismo tiempo o a los pocos días. ¡Que burra! Cerró los ojos e inclinó su cabeza hacia atrás en el respaldo bajo del sofá. El que no la hubiera buscado aún o que no se lo hubiera propuesto a través de su hermano, no significaba que él también se hallara fuera de la ciudad. Bien podía estar ahí, sin tener ganas de hacer de guardián con ella. Aquello, solo fue la despedida de un libertino y listos. Además, que hacía pensando ahora en aquello si en los cuatro meses que habían pasado de aquel fin de semana, no lo había hecho. Suponía que el volver a hablar con su hermano le había traído recuerdos.
-Todo
el mes dando la lata con tu hermano Peter -Habló Patrice sentándose a su lado y
abrazando entre sus brazos un cojín-. Y cuando lo vas a ver en menos de
veinticuatro horas, solo reflejas como
si te hubiera dicho adiós por medio mes más.
-No
es eso -Abrió los ojos y le mostró una sonrisa cariñosa-. Es solo que su
llamada me trajo unos recuerdos, que en un principio pensé que lo ocurrido no
tenía importancia.
-¿Y
ahora sí? -Entrecerró los ojos-. Mmm... Esto se pone interesante...
-Para
nada. Ya vuelve a estar olvidado... No era nada importante.
-Muy
bien, tú sabrás -Acabó por aceptar su amiga sabiendo que Julia no iba a contar
nada más cuando enviaba algún asunto a su carpeta de archivado en su cerebro-.
¿Qué te parece si nos vamos de compras para mañana?
-¡A
que estamos esperando! -Exclamó completamente animada y levantándose veloz del
sofá.
Ahora
volvía a ser la divertida Julia de siempre, protegida bien del amor de los
hombres. Solo habían sido unos minutos, que había bajado su barrera dando a
resaltar la Julia
frágil. Una chica que en el fondo también sufría por el amor como todo el
mundo. Pero aquello no volvería a ocurrir. Se prometió así misma mientras salía
del piso acompañada de su nueva amiga.
Eran
las ocho menos cinco, cuando salía del dormitorio completamente arreglada y
ansiosa por que su hermano llegara de una vez. Y además, estaba completamente
ansiosa por saber quien sería la compañía que tendrían con ellos aquella noche.
¿Significaba aquello que su hermano había conocido alguna mujer en su estancia
por Europa? ¿Era el amor así de traicionero? Durante un tiempo largo sufrías de
amor por una persona, dándole sentido a tu vida. Y en pocas semanas se volvía
reversible todo ese cariño hacia otra persona...
Si
eso era así, su actitud hacia la vida aún se veía más reforzada dándole la
razón.
El
timbre sonó haciendo que volviera a brillar la alegría en sus ojos. Abrió la
puerta de par en par con gran exhalación, para proferir un grito feliz y
colgarse del cuello de su hermano.
-¡Ouch!
Cuidado mequetrefe -Rió al tiempo que le devolvía el abrazo-. Estas preciosa
-Observó una vez que se separaron.
-Y
tú más viejo -Rió feliz-. ¿Y bien, quién viene con nosotros ésta noche?
-Preguntó asomándose al rellano pero hallándolo vacío.
-Abajo
en el portal -Comentó mientras le abría la puerta del ascensor a su hermana.
A
casi dos metros de la puerta del edificio, distinguió dos figuras tras el
cristal tupido. Pero lo que le hizo recorrer un sudor frío por la espalda,
fueron las risas que escuchó seguidamente. Una pertenecía a una mujer, que no
conocía. Pero la del hombre era otra cosa. Para nada se confundía. Durante un
fin de semana la había escuchado infinidad de veces. ¿Cómo había podido ser tan
confiada?
Su
hermano le abrió la puerta para que saliera ella primero, dudando un poco en si
dar aquel paso al saber quien estaba allí. Pero cogió aire y se preparó una
sonrisa falsa en el rostro para quitarla al momento. Allí estaba Alex, sentado
en el capó de un coche negro con Olivia. Pero la tenía rodeada con un brazo por
la cintura y pegada a él. Rápidamente la rabia inundó su mirada. Alex había
resultado ser el ganador. Ellos dos habían resultado ser los perdedores. ¡Qué! ¿A
qué puñetas venía ese comentario en su cabeza? Odiaba a aquel hombre. Y más
cuando la miraba con aquel aire de diversión, que había utilizado a lo largo de
aquel fin de semana.
-Ya
estamos todos –Comentó Peter colocándose a su lado-. Hermanita déjame que te
presente a Olivia, mi prometida.
-¡En
serio! –Abrió los ojos como platos-. ¡Qué emoción! –Exclamó contenta-. Pensé
que ellos dos eran pareja, como la tiene sujeta…
-Es
mí querida amiga, no hay nada de malo en abrazarla –Señaló Alex divertido.
-No
le hagas caso a Alex –Habló la mujer-. Encantada de conocerte por fin –Dijo
apartándose del hombre y acercándose a darle un beso.
-Lo
mismo digo, aunque no te conozco de nada sé que Peter está muy feliz, por lo
tanto eso me hace feliz a mí –Habló con gran sinceridad.
-¿Y
a mí no me das ningún beso? –Pidió Alex al tiempo que también se acercaba y la
agarraba por los hombros.
-Creo
que no te lo mereces –Lo miró directamente a los ojos-. Tú ya vas sobrado ¿Me
equivoco? –Le soltó con indirecta.
-De
los buenos, uno nunca va sobrado –Le guiñó un ojo al tiempo que le depositaba, en
contra de su voluntad, un beso en la mejilla.
-No
enfades a mi hermana Alex –Se interpuso Peter divertido-. Será mejor que nos
pongamos en marcha, hay que estar en el restaurante en veinte minutos.
Tubo
mucha suerte durante el trayecto al restaurante, pues le tocó ir en la parte de
atrás con Olivia. Alex conducía su BMW y Peter iba de copiloto. Pero una vez
que llegaron al restaurante toda su suerte se esfumó. Alex se sentó enfrente de
ella, así que evitarle la mirada iba a resultar un tanto difícil.
-¿Y
cómo te va todo aquí? –Preguntó a mitad del primer plato Alex.
-Bien…
-Respondió un tanto avergonzada al haberse chocado su mirada con la de él tan
directamente.
-¿Estas
segura de no querer alojarte en el piso de Alex? –Intervino con duda su
hermano.
-No
–Respondió escueta y el beso que le dio, vino a su mente.
-Es
que ese edificio lo veo muy antiguo…
-A
ese edificio no le ocurre nada –Señaló un tanto molesta-. ¿Quién es aquí la
arquitecta?
-Pobrecilla,
ya es mayor para tomar sus decisiones –Salió Olivia en su defensa.
-Gracias
–Le sonrió soltando un suspiro al no verse sola en aquel ataque.
-Perdona,
pero aún te falta para ser arquitecta –Rió Peter-. Es tu segundo año.
-Pero
ya tengo más nociones que tú de arquitectura –Le sacó la lengua a su hermano.
-Pero
si ocurre cualquier cosa y te ves que tienes que buscar vivienda, acude a mí
–Le indicó Alex-. Si me das tu número de teléfono…
-Mejor
dame tu el tuyo, y si me hace falta te llamo –Señaló totalmente desconfiada.
-No
seas así hermanita –La riñó Peter divertido-. Alex no te ha hecho nada para que
lo trates de esa manera.
-El
que sea tu amigo, no significa que también sea el mío –Respondió al fin
dejándolos callados por unos segundos.
-No
pasa nada Peter –Tosió Alex-. Es la segunda vez que tu hermana me ve.
-Y
aunque fueran seis veces –Lo fulminó con la mirada-. No estamos obligados a que
nos caiga todo el mundo bien.
-¡Julia!
–La riñó su hermano sorprendido.
-Ella
tiene razón –Volvió a intervenir Olivia a favor suyo-. Por las razones que
sean, ella no tiene hacia Alex la misma estima que le tenemos nosotros. Como
bien dices, es el segundo encuentro que tienen… Y por lo que veo, la estáis
obligando a que se mueva bajo vuestras órdenes. Chicos, tiene la misma edad que
vosotros cuando llegasteis aquí y está llevándolo muy bien sin la ayuda de
nadie. Y siento decíroslo, pero es mucho más madura que vosotros a su edad.
-Muchas
gracias Olivia –La abrazó con fuerza-. Alguien que comprende mi punto de vista,
menos mal.
-Esta
claro que nunca se puede razonar con mujeres –Bromeó su hermano-. Perdóname
chiquitina, pero comprende mi preocupación.
-Que
sí, Peter –Le guiñó un ojo.
-Y
siento haberme enfadado por Alex –Resopló un poco-. Como se trata de mi amigo y
os he hablado a ti y a mamá de él, pienso que ya lo conocéis como yo…
-Dale
un tiempo y verás como también te quiere Alex –Habló Olivia de forma casual y
divertida.
-Eso
me gustaría mucho –Sonrió el hombre y guiñándole un ojo a ella-. Prometo no ser
pesado como tu hermano sobre tu bienestar.
-¡Y
un cuerno! –Saltó Peter-. Sabes que ya mismo me vuelvo a Londres. Y quien se
queda aquí para vigilarla eres tú.
-Ha
no… -Negó éste en broma-. Si me convierto en su perro guardián, aún me odiará
más.
-Pero
por un poco más no pasa nada, tú ya estas acostumbrado a ello –Sugirió su amigo
en broma.
-¡Como
puedes ser tan mal amigo! –Lo pegó Olivia en el brazo.
Y
a partir de aquel momento, la velada transcurrió con total normalidad para
ella. Sin volver a molestarla ninguno de los dos. Simplemente hablaron de cosas
triviales de cada uno. Hasta que sacaron un tema espinoso para ella.
-¿Ya
le has echado el ojo algún chico interesante de tus clases? –Preguntó Olivia
sin saber nada.
-No
–Logró sonreír al tiempo que agarraba su copa de vino y le daba un trago.
-Que
lástima no tener ningún chico interesante en clase como me ocurrió a mí –Le
guiñó un ojo-. Bueno, cuando salgas por ahí con tus compañeras de piso…
-No
lo creo, estoy aquí para estudiar –Informó con la esperanza de que no siguiera
más.
-Pero
mujer no… ¡Ay! –Se quejó de dolor-. ¡Peter eres idiota! ¡HO! –Calló al
comprender que había sido aposta.
-¿Pedimos
la carta de postres? –Habló su hermano, para saltar por completo de aquel tema,
pero vio las miradas curiosas de Olivia y Alex.
-Sí,
que aquí hacen un tiramisú casero muy rico –Habló animada Olivia-. Y cuando nos
vayamos a Londres, no se si lo volveré a comer. Que ganas de estar allí y
buscar nuestro piso. ¿Le has dicho ya algo a tu madre?
Y
una vez más volvió a reinar la armonía en el pequeño grupo. Hasta que se
levantaron de su mesa y salieron a la entrada del restaurante.
-Tú
te encargas de llevar a mi hermana –Señaló Peter mientras le estrechaba la mano
a su amigo.
-Sí,
no te preocupes por eso. Mañana te llamo para mirar los detalles que faltan.
¿Un
segundo? Frunció el ceño. ¿A dónde iba su hermano? ¡Por qué tenía que marcharse
sola con Alex! Aquello era injusto. No quería hallarse a solas con él.
-Un
beso hermanita… -Se le acercó el hombre-. Olivia vive aquí cerca y me quedo
esta noche en su piso. Se buena con Alex, que se encargará de llevarte a tu
apartamento.
-Mientras
él no me escupa, yo no le morderé –Soltó así sin más, dejando por un momento
callado su hermano.
-Solo
te digo que es muy buen hombre, no voy a decir nada más. Mañana te llamaré para
ir a tomar un café
-Esperaré
tu llamada –Le devolvió el beso y el abrazo. Después se acercó a su futura
cuñada-. Ha sido un placer conocerte.
-Lo
mismo digo, me alegra tener una cuñada como tú –Le dio un beso y la miró unos
segundos callada-. Espero que lleguemos a ser grandes amigas cuando vuelvas a
Londres.
-Dalo
por hecho.
-¿Nos
vamos? –Apresuró su hermano a la mujer-. Hasta mañana y tener cuidado con el
coche.
-Estate
tranquilo –Afirmó Alex, mientras emprendía el camino hacia donde tenía
estacionado el vehículo.
Fueron
tres calles en absoluto silencio, hasta llegar al lujoso vehículo. Allí él le
abrió la puerta y se sentó a su lado, pero sin hacer ningún movimiento para
arrancarlo. Si ya estaba nerviosa antes, ahora mismo era posible que le fuera a
entrar un ataque al corazón. Por eso mismo no debería haber hablado pero nunca
lo podía evitar. Reconocía que era una bocazas.
-¿No
irás a besarme otra vez sin mi permiso?
Sabía
que era una completa burra, al ver como en aquel momento el hombre se reía a
carcajadas sin poder evitarlo.
-Julia…
-Tampoco
he dicho nada tan gracioso –Le reprochó muy molesta.
-Tú
siempre me haces reír, cariño –La miró al fin, pero con un brillo que hacía
tiempo que no veía en sus ojos.
-No
me gusta que me llames así.
-Entonces,
dime que es lo que te gusta –Se cruzó de brazos.
-Que
arranques este maldito coche y me lleves a mí apartamento –Le sonrió con gesto
desdeñoso.
-Cobarde…
-¿Perdona?
–Abrió los ojos desmesuradamente sin comprender a que venía aquella acusación.
-¿Qué
me dices de irnos a tomar una última copa? –Sugirió de repente.
-No
–Le respondió veloz, demostrando que ni se lo había pensado.
-Puedes
estar tranquila, que no voy abalanzarme sobre ti para robarte un beso –Le
indicó divertido, sin dejar de mirarla detenidamente.
-Entonces
deja de mirarme de esa manera y arranca el coche –Le espetó inquieta.
-¿Por
qué te pongo nerviosa? –Preguntó sin hacer caso a su impaciente sugerencia-.
¿Tanto te molestó mi despedida? –Preguntó con voz sensual y acercándose a ella
un poco.
-Un
beso como el que me diste, debe de ser entre dos personas que se quieran…
-Reprochó-. Y como no arranques, me cojo un taxi.
-¿Qué
secreto gurdas bajo llave? ¿Qué es lo que tu hermano sabe?
-No
se de que me hablas –Habló cogiendo a lo primero mucho aire por la sorpresa de
aquella inesperada pregunta.
-¿Qué
te frena Julia, para vivir como cualquier persona? –Volvió a preguntar.
-¿Qué
dices? –Se alzó de hombros-. Que yo sepa, estoy viviendo mi vida como tú vives
la tuya y otro la suya… -Le dijo con más ansias de salir de allí.
-Muy
bien… -Suspiró y se acercó hasta estar a dos escasos centímetros de su rostro-.
¿Quién te ha hecho tanto daño?
-No
tengo motivo alguno para tener que aguantar tal charada –Le escupió al tiempo
que se soltaba el cinturón y abría la puerta del coche.
-
Julia, perdóname… -Le rogó el hombre,
saliendo también del coche y llegaba a su lado-. Me he comportado…
-¡Como
un maldito cretino! –Acabó la frase por él sin apartar los ojos de la carretera
por si pasaba algún taxi.
-Prometo
no decir nada más, si me dejas llevarte a tu apartamento –Le sugirió en tono de
súplica.
-Yo
no soy Peter… -Confesó con la mirada perdida-. No tengo por que confiar en ti.
-Desde
hace muchos años que decidiste odiarme –Reprochó Alex-. ¿No crees que ya haya
llegado el momento de volver a evaluar?
-¿Crees
qué merece la pena? –Lo miró por encima de su hombro-. ¡Taxi! –Exclamó al ver
uno cerca y dando un paso a la calzada levantó la mano para que éste se
detuviera.
-Sí
–Le aguantó la puerta con resignación viendo como había fastidiado un poco
todo-. Como valió el conocerte y ponerle un rostro a todo lo bueno que me había
contado Peter. Solo esperaba que tú también lo intentaras.
-Adiós
Alex –Se despidió mirándolo solo un segundo.
-Adiós
cariño –Susurró él cerrando la puerta y observando como se alejaba.
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