martes, 13 de marzo de 2012

La apuesta


Nunca podré olvidar el día que lo conocí aunque él no me recuerde.
Yo tenía unos siete años y cruzaba la plaza camino a casa, había ido a ver a mi abuela que vivía a sólo una calle de allí.
Entonces un sonido desgarrador me detuvo, había un niño llorando, llorando desconsoladamente.
Nunca había escuchado a nadie llorar así, estaba sentado en el banco y se veía como la persona más triste del mundo. Me acerqué a él y puse una mano sobre su brazo.
Como si mi contacto hubiera sido un interruptor, dejó de llorar y levantó la cabeza para mirarme, tenía los ojos hinchados y enrojecidos, pero aún así me di cuenta que eran lo más azul que había visto en mi vida.

Una vez que había llamado su atención no supe qué decir  para consolarlo, así que sólo me senté en el banco junto a él.
-¿Te puedo ayudar? – pregunté, a lo mejor había perdido a sus padres o no sabía como regresar a casa. Él sólo sacudió la cabeza en forma negativa y vi que el labio le temblaba, fuera lo que fuera lo que lo había hecho llorar no era algo que yo pudiese solucionar.
Me metí la mano en el bolsillo y saqué los caramelos que me acababa de regalar  mi abuela,  era algo inusual que yo tuviera golosinas, no teníamos mucho dinero y sólo me las daban en ocasiones especiales, me metí uno a la boca y los demás los deposité en las manos de él. Tal vez si estaba ocupado comiendo, no tuviera tiempo para pensar en cosas tristes.
Luego de mirarlos un rato, tomó uno y lo comió, estuvimos en silencio un largo tiempo.
Era hora de que yo regresara a casa o iban a preocuparse, me bajé del banco y él me miró. Los ojos estaban un poco mejor, pero la tristeza estaba aún allí, era tan profunda que aún en mi inocencia comprendí que el dolor estaría mucho tiempo instalado en él y me dolió como si fuera mi propio dolor.
Llevé las manos a mi cuello y desabroché la cadenita que llevaba, era un pequeño crucifijo de plata que me había regalado mi madre, era mi único tesoro en el mundo.
Ella me lo había dado para protegerme y sentía que aquel niño necesitaba más protección que yo, así que me acerqué y se lo puse al cuello.
-Para que te cuide – le dije y  me fui luego de darle un beso en la mejilla. Le hubiera dado un abrazo, pero ya estaba demasiado sorprendido el pobre.
Aquel día dejé mis más valiosas pertenencias con él y a la noche recé porque estuviera bien, nunca creí que lo volvería a ver .
Me equivoqué.


Pasaron varios años y no fue hasta que llegué a la secundaria que volví a saber de él.
Lo reconocí por los ojos, bueno por los ojos y porque era alguien muy difícil de olvidar, no había cambiado mucho físicamente. Sólo más altura y madurez en sus rasgos.
Era tal vez,  el alumno más popular de la escuela, su nombre era Jake Callahan. Era alto para su edad, tenía el cabello rubio oscuro, casi castaño y los ojos tan azules como yo los recordaba.
Fue en ese entonces cuando  le pude poner un nombre al niño de mis recuerdos, y también me enteré de otras cosas, era un año mayor que yo, su familia era muy rica y años atrás había muerto su hermano mayor.
Éste último dato me hizo comprender por qué lloraba  el día que lo había conocido. Por lo visto había dejado aquella tragedia atrás y ahora que era un adolescente  siempre se lo veía riendo  y haciendo bullas por los pasillos.
Era atractivo, rico y popular, lo tenía todo. Lo opuesto a mí.
Un par de veces estuve tentada a acercarme a él, pero no tenía caso, era obvio que no me recordaba y que yo no pertenecía al círculo en el que él se movía.
Yo era todo lo contrario, pobre, estudiosa, demasiado ya que debía mantener mi beca para estar allí, y tan tímida que me costaba relacionarme con los demás. No encajaba en aquella escuela y había decidido que lo mejor para mí era ser tan invisible como pudiera, aunque en general era blanco de las bromas de  Marisse.
Así como Jake era el rey de la escuela, Marisse era la reina, y obviamente eran la pareja perfecta,  al menos ella hacía todos los intentos para que así fuera. Andaba siempre prendida a él y al chico no parecía molestarle, claro que con lo bella que era a nadie le hubiese molestado.
En realidad no me molestaba que ella fuera linda, sino su personalidad.  Era engreída, caprichosa, se creía omnipotente y le gustaba humillar y maltratar a los más débiles.
De hecho nuestro primer enfrentamiento fue porque yo ayudé a una niña a la que ella estaba maltratando porque la había chocado en un pasillo, desde ese día Marisse se la agarró conmigo.
Las cosas empeoraban día a día, en una ocasión en que yo cargaba los libros para llevar al aula, me atropelló y me volcó encima la bebida que traía de la cafetería. Lo peor fue que ella venía acompañada por Jake , fue lo más vergonzoso de mi vida. Él hizo amago de ayudarme, pero Marisse lo detuvo de un brazo y  creo que mi mirada de odio también lo detuvo, claro que no estaba dirigido a él, aunque en aquel momento creo que también lo odiaba por presenciar la escena.
Me parece que esa fue la vez que estuvimos más cerca durante todos mis años de secundaria, claro que yo siempre era consciente de dónde estaba, incluso asistía a los partidos de básquet ya que él era el capitán del equipo. Jake tenía a todas las chicas enamoradas,  y yo no era la excepción. Sólo que yo era más que realista, los últimos años me habían hecho serlo, mi madre había estado enferma, mi padre había estado preso y ahora apenas si sobrevivíamos. Yo me esforzaba para mantener mis notas, porque el estudio era la única forma que tenía de salvarme y porque quería que mis padres estuvieran orgullosos de mí. Porque más allá de todo, en nuestro hogar no faltaba el amor. Nos queríamos mucho y a eso nos aferrábamos en los momentos de abatimiento.
Durante cinco años seguí a Jake con la mirada a distancia, y cuando él egresó me sentí triste por no verlo nuevamente, aunque  me mantuve ocupada para obtener una beca universitaria. Había aprendido que la única forma de conseguir las cosas era luchando por ellas, me había hecho más fuerte con el paso del tiempo, y  en los últimos años ni siquiera Marisse se metía conmigo.
Fui muy feliz cuando conseguí la beca, más feliz aún porque era una alegría para mis padres, por suerte  en casa las cosas iban mejorando poco a poco. Además la Universidad estaba a sólo seis horas de distancia, gracias a la beca podía quedarme en las habitaciones para estudiantes durante la semana y regresar a casa durante el fin de semana o cuando extrañara demasiado.
El primer año fue un poco difícil hasta que me acostumbré, para el segundo año ya no tenía ningún problema e incluso había conseguido un trabajo de medio tiempo como mesera.
Era mi tercer año en la Universidad cuando volví a ver a Jake Callahan. Había cambiado un poco, como si hubiera pasado definitivamente de niño a hombre, estaba más apuesto que nunca y lo reconocí apenas entró al local donde yo trabajaba.
Casi todos los viernes aparecía un grupo de bulliciosos muchachos,  bebían mucho, hablaban en voz alta y se dedicaban a seducir a cuanta ingenua cayera en sus redes. Jake llegó con ellos.
Por suerte no me tocaba atender su mesa, así que me alejé tanto como pude, tal vez ya tenía el presentimiento de que algo sucedería  o quizá era porque los conocía demasiado bien. Siempre he sido muy observadora , así que conocía las costumbres de aquel grupo, sobre todo lo referido a la apuesta.
Yo estaba lejos de ellos, limpiando una mesa, pero había un espejo frente a mí que me permitía mirarlos de reojo, y de hecho me demoré más de lo necesario porque era una oportunidad de ver a Jake, así que cuando sus amigos me señalaron sentí que me corría un temblor por todo el cuerpo, yo era la nueva presa.
Los había visto muchas veces, apostaban cinco dólares para ver quien conquistaba a una chica, tenían una semana  para hacerlo…era algo repugnante y más de una vez yo le había advertido a alguna incauta, sin embargo, también más de una vez había sido a mí a quien habían insultado. Muchas de ellas estaban más que gustosas por seguirles el juego, eran atractivos y ricos , así que  no les molestaba jugar sus juegos.
Era algo que me asqueaba, pero había aprendido a no intervenir. Aunque cuando descubrí que yo era la nueva elegida, sentí que la furia me invadía el cuerpo. Vi a uno de ellos pararse para venir hacia mi, pero sorpresivamente Jake lo detuvo, se levantó, arrojó un billete en la mesa y se dirigió a mi, en lugar de su amigo.
Dejé de mirar el espejo y me di vuelta, me iría de allí antes de que él llegara, sin embargo un grupo de clientes que se iba me impidió moverme y, cuando quise hacerlo, él ya estaba delante mío.
-Hola – dijo con una sonrisa que derretiría a un témpano.
-¿Necesita algo, señor? – pregunté con mi mejor tono de eficiente empleada.
-Que salgas conmigo…-me dijo directamente, lo que me descolocó por un segundo.
-Disculpe no salgo con clientes, no es parte de mi trabajo - respondí sintiéndome cada vez peor.
-No como parte de tu trabajo, cuando puedas, hoy después que salgas…¿tal vez mañana?- propuso.
-¿Por qué? – lo increpé sin poder evitar ser agresiva.
-Porque es lo que más quiero en el mundo – me dijo con un tono de voz que habría convencido hasta a la más desconfiada de las mujeres. Pero yo no sólo era desconfiada, yo sabía lo que él se traía entre manos.
 No puedo explicar el dolor que sentí, es desgarrador que tu amor imposible, porque sin dudas Jake lo era, te hablara por primera vez motivado por una apuesta. Sólo de pensar que yo valía cinco dólares me provocaba ganas de salir corriendo o arrojarle algo, sin embargo algo estúpidamente demoniaco se despertó en mí.
 Si él quería jugar, yo también jugaría. Iba a volver aquella apuesta contra él.
No estaba siendo lógica, ni sensata, pero creo que muy en el fondo, de verdad anhelaba lo que él me ofrecía…una semana para conocerlo.
“¿Por qué quería conocer a un desgraciado que jugaba conmigo?”. No podía encontrar una buena explicación, toda mi justificación se remontaba a mi infancia y a un niño llorando.
-Mañana a la tarde – dije en voz baja.
-¿Dónde nos vemos? – preguntó contento.
-Te espero aquí, en la puerta. A las cinco. – le dije y él se detuvo un minuto para bajar su mirada hacia mi pecho, aquel gesto vulgar me hizo desear dar marcha atrás, sin embargo cuando me llamó por mi nombre me di cuenta que estaba leyendo el  broche identificatorio que llevaba en la solapa del uniforme.
-Hasta mañana,  Valery – se despidió y aun a mi pesar, me estremecí  al oírle decir mi nombre.
-Hasta mañana – respondí pero él ya se había alejado.
Fue hasta donde estaban sus amigos, pero no volvió a sentarse, tomó su chaqueta, los saludó y se marchó de allí.
Aquel día revolví mi escaso guardarropa para elegir qué ponerme, aunque estaba segura que no había nada adecuado para salir con alguien como Jake.
Mi vestuario se limitaba a jeans, camisetas ajustadas, minifaldas , un par de camisas y mi uniforme de trabajo. No había nada elegante , no podía darme el lujo de gastar dinero en ropa.
Finalmente me puse un jean con una remera con un estampado de rosas y me llevé la única chaqueta liviana que tenía.
Durante el trayecto en bus, mi mente se llenó de imágenes y diálogos sobre lo que sucedería cuando me lo encontrara. Creí que tendría algo más de tiempo para pensar, pero cuando llegué , él ya estaba allí, apoyado contra la pared.Levantó la mano y me saludó.
Me quedé estacada en el lugar, él tenía ese efecto en mí y luego caminé lentamente.
-¿Nos vamos? – preguntó apenas llegué a su lado.
-¿A dónde?- pregunté y él me tomó la mano.
- A caminar por allí, tomar un café , ¿o un helado?...el día está hermoso, hay miles de cosas que podemos hacer.
-Espera…esto…-dije incómoda.
-Confía en mí Valery , a propósito, ¿te dije que me llamo Jake, verdad?
-No – contesté y era verdad, yo sabía su nombre pero él jamás me lo había dicho. Y aquel no que pronuncié también se refería a lo de confiar. No podía confiar en él, aún así me dejé arrastrar totalmente seducida por su entusiasmo y la calidez de la mano que sostenía la mía.
Era primavera así que recorrimos un parque cercano y nos detuvimos en una heladería donde nos sentamos afuera para charlar mientras tomábamos un helado.
Hablamos de la Universidad, ninguno mencionó la escuela secundaria, él porque no lo recordaba y yo porque en aquel momento no quería recordarlo. Luego hablamos de todo un poco, música, cine, libros y tonterías varias.
Estar con Jake era una fantasía, aquella hubiera sido una cita perfecta de no ser por el detalle de que era  falsa.
Él tenía una semana para seducirme y ganar cinco dólares , y yo  no podía pasar por alto aquel detalle. Aunque me costaba recordarlo cuando él me sonreía, me rozaba casualmente o encontrábamos algo en común en nuestros gustos.
Al despedirnos, me pidió volver a verme, le dije que no. Una sola tarde con él me había bastado para saber que la única lastimada sería yo.
La noche siguiente sus amigos volvieron a la confitería, pero él no estaba con ellos. Me tocó atender una mesa cercana y cuando yo pasaba los oía murmurar en voz baja, soltar alguna risita tonta, e incluso alguno de ellos me lanzaba miradas que me ponían nerviosa. Afortunadamente se fueron temprano y me sentí aliviada.
Cuando salí, Jake estaba allí esperándome. Me emocionó, y lo odié al mismo tiempo.
¿Por qué estaba tan decidido a jugar conmigo?.Ésta vez no me recordó al niño de mi infancia, sino a un niño malcriado y dañino.
-¿Qué haces aquí? – pregunté  mientras me abrochaba el abrigo.
-Pensé en llevarte, sales muy tarde y es peligroso que andes sola.- contestó con tranquilidad.
-No, gracias.
-Valery.
-Créeme, me puedo arreglar  con las cosas que hay afuera, siempre lo he hecho. Y hay cosas más temibles...-agregué mirándolo con desprecio. Odiaba que él convirtiera mis sueños en parte de un juego sucio. Muchas veces,  mientras caminaba apresurada a  la parada de autobús ,me había preguntado cómo sería que alguien me acompañara o cuidara de mí .
- Lo sé, sé todo lo malo que puede haber y no quisiera que te encontraras con nada de ello. Vamos, te llevo. -insistió y se acercó a un auto gris plata para abrir la puerta.
-No- contesté y caminé tan deprisa como pude. Sentí unos pasos retumbar tras de mí y cuando volteé nerviosa, vi a Jake caminando detrás mío, a cierta distancia. Me sonrió con una expresión traviesa .
-Déjame ya.-exclamé sacudiendo la mano como quien espanta a un perro molesto.
-Sólo sigo el mismo camino, no está prohibido – me dijo y caminó detrás de mí las cinco cuadras hasta la parada de autobús.  Esperó la llegada del transporte y se subió después de que yo lo hiciera, se bajó detrás de mí y siguió con su acompañamiento silencioso hasta que llegué a las habitaciones universitarias.
-Sana y salva. Buenas noches Valery – dijo a mis espaldas y se marchó.
-Tonto, eres un maldito tonto – murmuré yo al pensar que aquel hombre había dejado su auto casi al otro lado de la ciudad.

Al día siguiente  me estaba esperando a la salida de la Universidad. Se acercó, se inclinó para darme un beso en la mejilla y tomó mi pesado bolso para colgárselo del hombro.
-Vamos a dar una vuelta – dijo y señaló su bicicleta que estaba muy cerca de la mía.
En aquel momento  comprendí que él no renunciaría fácilmente y también que yo seguiría junto a él hasta que terminara el tiempo de la apuesta.
A lo largo de la semana salimos, paseamos, charlamos y reímos. Sólo cuando volvía a la soledad de mi habitación , me reprochaba mi actuación y me dolía, me dolía quererlo tanto.
El golpe de la realidad llegó cuando se cumplía la semana.
 Jake me pasó a buscar en su auto y fuimos al centro, me llevó a las tiendas a comprar ropa. Dijo que habría una fiesta en su casa y que quería que lo acompañara. Le dije que no era necesario que me comprara nada, pero fue inútil, cuando quise acordar había dos o tres empleadas trayendo las prendas que Jake elegía para mí.
Eran vestidos carísimos, con zapatos a juego y mientras me los probaba, me sentía  como si acabara de caer en el lodo.
-Estás preciosa, llevamos ese – dijo tras verme con un vestido gris plata que era seductor pero elegante.
 Fue un elogio, pero para mí sabía igual que el peor de los insultos. El vestido era bellísimo, con él parecía haberme transformado de sapo en princesa y sin embargo nunca en mi vida me había sentido tan barata.
En el auto Jake hablaba de cosas varías y yo me aferraba a las bolsas con la ropa y los zapatos  casi esperando que él estacionara en algún hotel y  me exigiera pagar el precio de aquella ropa. Pero por lo visto, sus intenciones no eran esas, aquello que tenía planeado sería al día siguiente, durante la fiesta a la que asistirían sus amigos.
Se ofreció a pasarme a buscar , pero lo rechacé con la excusa de que tenía  que terminar de escribir un ensayo y que  iría en taxi.
Nos despedimos y bajé del auto, entonces él me siguió.
-No faltes mañana, es importante – me dijo y luego me besó. Había deseado aquel beso desde los siete años y ahora me dejaba un temblor en el cuerpo y un gusto amargo en el alma. Ni el beso de Judas había  cargado más traición que el de Jake Callahan.
A medida que caminaba hacia mi habitación, las lágrimas caían por mi cara, ni siquiera me molesté en limpiarlas, aún aferraba las bolsas con las compras con tanta fuerza que me dolían las manos.

 Yo era fuerte, había aprendido a serlo así que no me importaron las miradas de los demás cuando entré a la fiesta. Era en un magnifico club al aire libre. Había muchas mesas dispersas sobre el césped y la gente se reunía en grupos .
Todos me miraban mientras yo pasaba, pero para mí no existían.
Sólo me importaba una mirada, una de color azul. Localicé a Jake entre  toda la gente, estaba con un par de sus amigos y unas jóvenes que se morían por llamar su atención, iba  más atractivo que nunca con un traje negro y sostenía una copa de champagne con descuido. Supe el momento exacto en que notó mi presencia porque su expresión cambió inmediatamente.
Me acerqué a él con satisfacción, estaba segura que alguien como yo desencajaba en aquel lugar. Todos iban impecablemente vestidos con ropa de marca, y yo iba con mis jeans desgastados, una remera ajustada, zapatillas deportivas y mi cabello suelto despeinado por el viento nocturno.
Sus amigos me miraron sorprendidos.
-¿Val..? – preguntó él y yo dejé  a sus pies las bolsas con todo lo que me había comprado el día anterior.
-¿Qué es esto? – me preguntó desconcertado.
-Es tuyo…y también esto, lo necesitarás.-dije poniendo un billete de cinco dólares  dentro de la copa que aun sostenía. Luego me alejé caminando tan rápido como pude.
Sólo recorrí unos metros antes de que alguien me tomara del brazo para obligarme a volverme, sabía quien era.
-¿Qué es todo esto? – me preguntó
-¿No lo sabes? Pierdes la apuesta Jake. Debes ir a pagarles a tus amigos…yo siempre supe de que iba el juego.
-¿Lo sabías? – me preguntó soltando mi brazo
-Claro, pero pensé que sería divertido. Después de todo, tú nunca ganarías…así que  diles que no pasó nada entre nosotros y que les pagas su dinero. Hoy vence el plazo, terminó el juego – le dije y a pesar de mi aparente tranquilidad, sentía que me rompía por dentro. Me volví y seguí caminando.
-Ayer les pagué…-dijo él a mis espaldas y lo ignoré.
-Les di el dinero pero no perdí la apuesta Valery …-insistió y esta vez me di vuelta para contestarle.
-Sí perdiste.
-Cuando apostamos les dije que conseguiría que me dieras todo lo que era importante para ti…-dijo él.
-Nada Jake, nunca obtendrás nada de mí. Ni mi cuerpo, ni mi corazón, nada – dije y volví a  caminar. Esta vez él corrió hasta mí.
-Gané esa apuesta hace mucho, me diste todo lo que era importante para ti…
-No.-dije, negando lo que yo sabía en mi interior. Le habría dado mi alma si me hubiese querido. Él tomó mi mano y la llevó hasta su cuello.
-Gané esa apuesta hace más de trece años ,Val. Me diste todo lo que te importaba  - dijo y se desabrochó un par de botones. Entonces vi que llevaba colgada mi cadenita, la cruz de plata que le había dado aquel día en nuestra infancia.
-¿La tienes aún…?-pregunté incrédula.
-Sí, también esto – dijo y sacó de su bolsillo un papel de caramelo. Estaba plastificado para ser conservado.
-Es del último, quise conservarlo. Comía uno cada vez que estaba muy triste, cuando extrañaba demasiado a Mat, comía uno de tus caramelos…
-¿Sabías quien era yo?
-Siempre lo supe ,Val. Pero tú nunca dijiste nada y en la escuela, bueno  no estaba seguro de caerte bien. Siempre nos mirabas como si fuéramos niños tontos, tú , en cambio, parecías saber exactamente lo que querías. No sabía como acercarme a ti, así que te observaba a distancia, esperando que algún día me miraras. Me dije que alguna vez estaría a tu altura, que alguna vez te volvería a encontrar. Entonces hace una semana entré en aquel bar y te vi.
-Pero…la apuesta.
- Sólo quise alejarlos de ti sin hacer ningún escándalo. Golpearía a cualquiera que te hiciera daño Val y no era buen lugar para iniciar una pelea, así era más fácil.  Desviaba el interés que ellos tenían en ti y te tenía a mi lado…era  perfecto. Hasta ahora.
-Era un juego.-musité sin creer. Él siempre había sabido quien era yo, él había esperado que lo mirara cuando era lo único que yo había hecho durante años.
-Tú nunca has sido un juego para mí. Te amo, Valery. Te amo desde el día que me diste una cruz, unos caramelos y un beso para curarme la tristeza.- me dijo con tanta intensidad que me dejó sin habla.
-Yo…
-Tengo que ganar la apuesta completamente ,Val..- agregó acercándome a sí.
-Pero acabas de decir…
-Quiero tú corazón...¿Puedo conseguirlo?-. me preguntó con una sonrisa tímida y una mirada llena de esperanza.
-Lo tienes, desde aquel día – le respondí y entonces me besó y casi pude saborear el dulce sabor de los caramelos en aquellos labios. Ese era el sabor del amor correspondido.



                                                             


Aún ahora suelo llevar caramelos en los bolsillos, a mi marido siempre le causa gracia y me hace bromas por ello. Pero lo escuché decirle a nuestro hijo de seis años que si alguna vez una chica le ofrece caramelos, no la deje ir hasta saber su nombre.
Cuando mi niño sea mayor, yo le daré otro consejo. Que apueste por el amor, porque es una apuesta que vale la pena. Su padre me enseñó eso.

3 comentarios:

  1. Gracias Ashes, me alegra que te gustara!!!

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  2. Me encanto esta historia es muy bella y pensar que siempre se habían amado pero nunca se lo dijeron es desgarrador.. pero... termina bien y juntos jajaja me encanta como escribes nata me encanta...

    ATT; Lari

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