Cuatro y siete minutos, marcaba el reloj de su ordenador cuando se sentó en su escritorio. No quería estar allí… Pensó mirando a su alrededor. Se pensaba que era mucho más fuerte, pero por la velocidad que alcanzaban sus pulsaciones, comprobaba que no era así.
Las tres horas pasadas habían sido un suplicio, con el encuentro de Andreas y averiguar que él lo sabía todo. Ni siquiera su amiga había podido apaciguar su estado nervioso. Aquello era tarea imposible… El saber que en las próximas tres horas, éste podía aparecer. ¿Para qué? Ni idea… Pero de seguro que algo tenía en mente. Como una posible venganza, por su carácter hacia él en todo éste tiempo. Bien podía acudir con ello a su hermano o padres… aquel bochorno no creía que pudiera soportarlo. Y estaba segura, que si decía algo sería aquella noche en la fiesta que procuraba la empresa a todos los trabajadores y familiares, después de que hubieran cenado en sus casas.
Tan nerviosa estaba, que ni sabía la prenda de vestir que llevaba en aquella bolsa, para asistir a la fiesta de la noche. Andrea había sido la encargada de proporcionarle cosas para llevarse al probador, y quien había decidido el modelito adecuado para lucir. Miedo le daba introducir la mano y ver lo que era. Y por increíble que pareciera, tampoco se acordaba lo que ella había comprado para sí misma…
Tenía que salir de allí. Marcharse a su casa… Podría llamar a la oficina de recursos personales, y mentir que se marchaba a su casa alegando algún malestar estomacal. Aquello era difícil de detectar a simple vista. Y podría incluso emplearlo como excusa aquella noche en casa de sus padres, para poder excusarse y no acudir a la fiesta con ellos… Cenaría apenas nada, y cuando ellos se marcharan si tenía hambre cenaría en condiciones delante de la tele, con una buena película comprada en el canal de pago.
Era un plan cobarde, pero al fin y al cabo se trataba de un buen plan. Una pequeña cortina en la esquina de la pantalla del ordenador, le avisó de un nuevo email.
“16:14 horas; oficina norte planta 5ª”
Andrea
Para: Rose.marquetin@monrouge-gmail.com
Asunto: Plan de la noche.
Deja de parecerte a una tetera.
Se que tu cabeza le esta dando mil vueltas a la idea de escaquearte de esta noche. No va a ser posible.
Y por nada del mundo, digas que estas enferma. Demuestra que eres una mujer valiente. Acude ésta noche a la gala con ese vestido revelador, y haz que algún chico caiga a tus pies, para que tu adonis vea lo que ha tenido delante siempre.
Luego me escaqueo y te paso hacerte una visita.
Andrea.
¿Vestido revelador? ¿Pero qué diantres había en aquella bolsa? Se giró sobre sí misma en la silla giratoria, para mirar tras de sí la bolsa que había apoyada contra el ventanal. Era de su tienda favorita “Habanna”… Frunció el ceño seguidamente, al saber que bien podía ser algo atrevido, moderno o clásico, pues era una tienda que vendía diferentes marcas con diferentes estilos.
-Genial –Soltó en voz alta con cierto fastidio, al ver que su amiga se había aprovechado de su estado. Tomaba nota mental, para devolverle más adelante aquella jugarreta… Pero ahora, tenía que averiguar cuan revelador era lo que había en aquella bolsa.
-Rose… -Interrumpió Chantal, dando dos golpes en su puerta y abriendo-. Demetrios pide si puedes acudir un momento a su despacho.
-¿Sabes para que es? –Preguntó notando como sus pulsaciones comenzaban acelerarse.- ¿O si hay más gente citada en su despacho?
-No, solo tu eres la citada –Sonrió la chica-. Tiene una media hora libre en su agenda, y me ha pedido que venga a buscarte.
-Muy bien –Resopló cerrando su correo y apagando la pantalla de su ordenador-. Pues vayamos a ver que desea el mandamás –Bromeó, poniéndose de pie y echando un último vistazo a la bolsa que dejaba allí, la cual contenía un misterio para ella, para seguir a Chantal hasta el despacho supremo de la empresa.
¿Para qué la hacía buscar? ¿Tendría algo que ver con Andreas? O lo peor de todo… Como debía comportarse si el muy idiota, también se hallaba citado. Se detuvieron delante del ascensor, en espera de que llegara aquella planta. Y aquello no le hacia ninguna gracia, pues desde allí, era blanco perfecto si él se hallaba en su despacho y salía afuera, para entregarle cualquier cosa a Margarite.
-¿Si quieres vamos por las escaleras y así no esperamos mucho?- Sugirió cruzando los dedos mentalmente.
-No te preocupes –Le guiñó un ojo, levantando su brazo para mostrarle un paraguas enorme-. Vengo bien preparada.
-¿Desde cuando han trasladado la oficina a la azotea? –Preguntó con el ceño fruncido sin comprender aún-. Y que yo sepa, no esta lloviendo.
-¡Rose! –Rió Chantal-. No seas tan bromista… Sabes que esto –Volvió alzar el paraguas-. Es para defenderse una, de los listillos aprovechados del muérdago…
-¡OH! –Abrió los ojos de asombro.
-Una cosa son besos inocentes –Siguió hablando la chica-. Y otra los manoseos… Pero cuando pille alguno de decoración… -Comenzó la amenaza, siendo interrumpida por Rose.
-Andreas –Soltó su nombre-. Ha sido él quien lo ha sugerido y ordenado.
-¿Perdona? –Se giró a mirarla sorprendida.
-Cuesta creer, pero es cierto… -Rió ante la sorpresa de la joven-. Y esta noche en la fiesta, se que habrá una pizarra para que votes sobre ello.
Las puertas del ascensor se abrieron, para mostrarle con horror que dentro de él iba a quien no quería volver a ver jamás en la vida. Y para empeorarlo aún más, no se apartaba del fondo del aparato. Aquello solo podía significar, que subía también tres plantas más arriba para ver a su padre.
¡Por el amor de dios! No estaban en Viernes trece, ni se le había cruzado un gato negro. Y nunca cruzaba por debajo de una escalera por seguridad propia, más que por superstición. Y si mal no recordaba, aquella mañana había pisado el suelo con los dos pies al salir de la cama… ¿Entonces, porque le estaba sucediendo todo aquello? Iba a meterles una demanda a los que escribían el horóscopo que leía su amiga. En vez de tantas tonterías de encontrarse con el amor de su vida, deberían haberle indicado que no se levantara de la cama.
Pudo ver el cambio que se operó en el rostro del hombre, cuando reparó en su presencia. Su expresión adquirió un brillo de diversión. El muy canalla, quería disfrutar con aquel conocimiento.
-Buenas tardes chicas –Las saludó con simpatía-. Podéis pasar con tranquilidad, que hay sitio de sobra para los tres.
-Yo que tú no estaría tan seguro de ti mismo –Indicó Chantal empujándola al interior con suavidad-. Puede que tenga que emplear mi paraguas con tu persona.
-¿Tu paraguas? –Preguntó el hombre sin comprender, y mirando el complemento que llevaba en las manos.
-Me han informado que eres el único culpable de todo el muérdago del edificio –Se detuvo delante de él, mientras las puertas del ascensor se cerraban y comenzaban a subir lentamente.
-Lo admito –Le guiñó un ojo, sin dejar de observar por el rabillo del ojo a Rose, que se hallaba al lado del panel en silencio y dándole la espalda.
-Por tu culpa, llevo el paraguas a todas partes del edificio conmigo –Protestó la chica.
-¿Tan mal se portan los hombres del edificio? –Preguntó sin ocultar la sonrisa en todo momento.
-Siete… -Puntualizó levantando el tono-. Siete son los intentos de besos que eh tenido que esquivar en la mañana –Señaló un poco indignada.
-¿Han intentado propasarse? –Se interesó con tono más serio.
-No, de momento todos han sido dirigidos a mis mejillas… Pero sus miradas no decían lo mismo…
-¡Mujer! –rió el hombre de pronto-. ¿Y por ello llevas el paraguas? Es normal que quieran sacar un poco de provecho… Eres una de las solteras y atractivas de la empresa –Indicó con tono seductor-. Puede que alguno sea un tanto tímido para pedirte directamente el tomar una copa, y quiera ver directamente tu reacción dándote un beso en… ¡Hay! –Se quejó de repente, justo al tiempo que el ascensor se detenía y abría sus puertas a una planta de la del mandamás. Las tres personas que querían apearse en él y Rose, se quedaron mirándolo fijamente-. ¿Pero por qué me atizaste con eso? –Protestó Andreas, con el ceño fruncido mientras las personas entraban dentro aguantándose la risa.
-Porque te lo mereces –Replicó-. Menudo revuelo has causado en todo el edificio con los dichosos ramilletes…
-Ahora comprendo porque sigues soltera Chantal –volvió a bromear Andreas-. A ti no te hace falta ningún guardaespaldas… Y tampoco preocuparte tanto por ser asaltada…
-Andreas que recibes nuevamente –Amenazó sin poder ocultar una sonrisa-. Admite, que de esto solo vais a sacar buen provecho los hombres… Nosotras no somos tan… Ya me entiendes.
-Créeme, que alguna mujer ha sacado provecho de ello –Dijo alto y claro, para que lo escuchara quien él quería-. Esta noche, veremos quien tiene razón Chantal –Señaló dando unos pasos para posicionarse al lado de Rose, y poder ser el primero en bajar cuando el ascensor abriera sus puertas en la última planta.
-¿Y se puede saber a qué ha venido ésta broma? –Siguió preguntando la secretaria de su padre.
-Es navidad –Dio como única respuesta, dejando a la chica delante de su escritorio y caminando hacia el pasillo que llevaba al despacho de su padre.
-¿Navidad? –Repitió incrédula-. Algo me dice que hay más… -Miró a Rose-. ¿Tú qué opinas?
-Que no quiero más complicaciones en mi vida –Se alzó de hombros, sin gana alguna de ir hacia el despacho.
-Chica lista –Sonrió sentándose tras el escritorio-. Ya puedes pasar al despacho, no creo que le importe a Andreas tu interrupción –Señaló posicionándose el auricular con el micro en la cabeza.
-¿Estas segura? -¡Dime que no! Suplicó con su mente.
-Sí, Andreas siempre me advierte cuando no quiere ser molestado… Adelante, antes de que llegue la reunión que hay programada en unos veinte minutos.
-Muy bien… -Aspiró aire con fuerza y caminó por el pasillo, hasta llegar a la última gran puerta doble color caoba. Esperó un segundo y alzó la mano para llamar, escuchando como le daban permiso.
Allí dentro, solo estaba Demetrios…
-Hola preciosa –Sonrió el hombre mayor levantándose tras el escritorio y acercándose a ella.
-Hola Demetrios –Sonrió para darle un beso en la mejilla, frunciendo el ceño al no verlo por ningún lado-. ¿No estaba aquí Andreas?
-Esta en el baño –Rió-. Se sentó encima de mi escritorio, volcándose en el proceso un café que había ahí… -Volvió a soltar otra carcajada-. Digamos que se ha manchado un poco…
-¿Solo un poco? –Habló el aludido, apareciendo allí con una enorme mancha oscura en su muslo derecho y parte de su ingle-. No se si tengo ropa de recambio… -Rebufó un poco molesto volviendo a frotarse en la mancha.
-¡Madre mía! –Rió el hombre mayor-. Si ahora es más grande… ¿Qué hiciste?
-Ni una risa más –Lo amenazó con el dedo y mirándola también a ella, para ver que esta también se estaba aguantando la risa-. Y a ti también gallina…
-Idiota –Lo insultó desapareciendo de sus ojos el brillo de diversión-. Te lo mereces.
-Tengamos calma –Intervino Demetrios, volteando los ojos al techo al ver que aquellos dos seguían siempre igual-. Suerte que no sois hermanos –Suspiró-. Habría sido una adolescencia llena de peleas y gritos…
-Sí, suerte que no eres mi hermana –Le guiñó Andreas un ojo-. Sino, la apuesta no sería para nada divertida eh interesante.
-¡En ningún momento dije que aceptaba la apuesta! –Se cruzó de brazos.
-Apuesta… -Los miró a los dos alternativamente-. ¿Qué apuesta?
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