lunes, 7 de noviembre de 2011

Las cartas de amor...especie en extinción


Debo decir que en esta época de mails, chat y mensajes de texto, añoro las cartas. Y sobre todo las cartas de amor.
Desde niña amaba las cartas, coleccionaba esos papeles perfumados y con dibujos de flores translucidas , tenía a familiares que vivían lejos así que escribir cartas y recibirlas era algo frecuente en mi vida.
Siempre he sido una enamorada de los textos epistolares, de la magia que traen consigo los sobres gordos llenos de noticias. En esa letra personal y única que llena el papel he podido adivinar las voces y gestos de mis seres queridos.
Pero confieso que jamás recibí una carta de amor. ¿Están extintas? Espero que no...qué les parece un paseo por las cartas escritas por famosos personajes de la historia...



En la película “Sex and the City”, la protagonista lee un libro de cartas de amor escritas por famosos personajes históricos.
Luego de ver la peli, yo como muchas otras mujeres quise ese libro, lo cierto era que éste no existía. Sin embargo, gracias a la masiva concurrencia de mujeres que lo buscaban en las librerías, lo hicieron.
Fue notable que a pesar de ser mujeres modernas, añorábamos el romance plasmado en papel y tinta, los sentimientos dibujados en delicada caligrafía, las palabras que llegaban como ecos provenientes de todos los amantes de la Historia.
Y si bien el libro era falso, las cartas eran ciertas, así que sólo hubo que recopilarlas y así surgió el libro “ Los  grandes hombres también hablan de amor” de Ursula Doyle.
Lamento decir que no he conseguido ese libro ( ya saben si quieren regalarme algo), pero sí hay varias cartas de famosos dando vueltas por ahí.
Tenemos a poetas y músicos, a escritores y políticos, tenemos a Neruda y Napoleón, tenemos a todo tipos de hombres enamorados que se sentaron a escribir una carta , que dedicaron tiempo y corazón a la mujer que amaban...

Carta de Napoleón a Josefina


No le amo, en absoluto; por el contrario, le detesto, usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres sus las letras le dan, pero ¡aún así usted no le ha escrito seis líneas, informales, a las corridas!

¿Qué usted hace todo el día, señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante amor que usted le prometió? ¿De qué clase maravillosa puede ser, que nuevo amante reina sobre sus días, y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josephine, tenga cuidado! Una placentera noche, las puertas se abrirán de par en par y allí estaré.

De hecho, estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna noticia de usted; escríbame rápidamente sus páginas, paginas llenas de cosas agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más placenteras.

Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y cubrirla con un millón de besos debajo del ecuador.


Carta de Pedro Salinas a Katherine Whitmore

Madrid, 1 de agosto de 1932 (Manuscrita)

Desgarramiento. Una mujer, una Katherine, se queda allí, metida en aquel cajón de madera, entre seres desconocidos, frente a una noche triste e incógnita. Allí hay que dejarla. Fatalmente. Y la otra mujer, la otra Katherine, permanece invisible y presente a mi lado, se viene conmigo, alegremente colgada de mi brazo, mirándome en la mirada noble, pura y honda de siempre. No, en la estación, en la despedida no hay una separación simple de ser con ser, no, cada uno de nosotros nos separamos no de la otra criatura querida sino también de aquella parte nuestra que ella quiere y que se va con ella. ¿Verdad que anoche tú no te has separado de mí, ni yo de ti? Más bien yo me he separado de mí mismo, eso siento, y tú de ti misma. Y tengo, anoche, hoy, la sensación de andar entre fantasmas y sombras, con alguien al lado, a quien no puedo estrechar, pero que vive en torno mío, y se me escapa cada vez que quiero cogerlo. Sensación angustiosa y dulce a la vez, caricia desgarradora. Además, qué pena anoche, aquellos momentos últimos, atropellados por la estupidez y el desorden. ¡Qué ira sentí contra toda aquella gentuza innoble, qué ganas de látigo, de echarlos a todos, de hacerte sitio, un gran sitio, un tren sólo para ti! Al salir todos mis sentidos se complacían, ¿sabes en qué? En sentir en el bolsillo, junto al pecho, el bulto de tu carta. ¡Qué mentira eso de que el papel no pesa! Anoche el papel de tu carta me pesaba como la más hermosa y grave de las realidades. Lo sentía allí, en el bolsillo, como una prueba material de que eras, de que habías existido. Porque, ¿sabes?, empecé a dudar. A dudar de todo, de tu realidad, de la mía, del mundo, de los días recientes… Sólo el peso de tu carta en el bolsillo me servía de prenda, de prueba. Vivía yo en ese rectángulo de papel. Era el lugar más cierto del mundo. Y antes de poder abrirla, así, cerrada y en el bolsillo, tu carta era el puente con la vida, el sí que me daba la vida a la pregunta atormentada: «¿Soy? ¿Es? ¿Somos?». Sí, sí, sí. Todo, sí. Todo, sí, oye, todo sí. Y luego en mi cuarto la leí. La he leído. La leeré. ¡Cuántas delicias! Primero la delicia de ir aprendiendo tu escritura, tu letra, de tropezar en una palabra y descifrarla, por fin. ¡Tu escritura, un modo más de ti, una manera más de vivir tú! Primera carta tuya, en inglés. Júbilo, júbilo, alegría. ¡Sensación festival, inaugural, de promesa, de fiesta! No importa que toda tu carta esté teñida de una sombra de melancolía, tierna y suave. Así debía ser, así. Pero por encima de esa melancolía, hay algo que me da un gozo sin límite.
Esto. «You have taken away the cynicism which was growing upon me.» ¿Es posible? ¿Tendré yo la suerte de ser elegido para en un momento difícil de tu vida salvarte de algo? ¡Qué gran justificación, ya, de mi papel a tu lado, de mi compañía! Ya no es por egoísmo, por lo que debo seguirte a lo lejos en la vida, es por bien tuyo. Soy capaz de serte espiritualmente útil. Y me preparo, ¿sabes?, ante esta espléndida tarea: ayudarte a vivir, arrancarte de las fuerzas negras, de los poderes sombríos que te amenazaban. Y eso por ti, no por mí, ¿sabes? ¡Oh, si tú me hicieras ese favor, dejarme que te sirva! Qué cosa más justa, que tú, que no imaginas tal entusiasmo por la vida, recojas, devuelto a través de mí, ese entusiasmo que es tuyo. No, no, tú no has nacido ni para el escepticismo cínico, ni para la frivolidad desengañada, no. No te rindas nunca a eso. No te puedo imaginar paseando tu spleen, por terrazas de grandes hoteles, con cualquier ser insignificante. Nunca. Cree en ti, cree en tu valor único, en tu distinción suprema, en la nobleza de tu alma. Y vive de ella. Yo de lejos, de cerca, te ayudaré. Hasta que no me necesites más. Y mira, no tengas temor, oye, de quitar a nadie nada, queriéndome, no. ¡Me lo dices tan delicadamente en tu carta! No, yo no soy ni seré peor para nadie por ti, no. Lo que tú me pides, lo que yo te doy en nada atenta a lo que debo a los demás. Tú en mí no serás nunca nada malo, nada que robe algo a alguien, no. No tengas miedo. Seré cada día mejor. Tú me has alumbrado una nueva riqueza y por eso lo que a ti te doy a nadie se lo quito. ¿Comprendes? Nunca sufras por eso. Eres pura, leal, clara. De ti sólo puede venir luz alta, luz de paraíso.

                                                (Sin firma)

En los márgenes:

Adiós. Perdona esta carta tan larga y esta letra tan mala. ¿Sabrás leerla? Pero aún me parece que te he escrito muy poco. Quiero más, más, más. Gracias, gracias, siempre. Viviré dándote gracias. Hasta mañana, ¿sabes?, hasta ahora, te escribiré.

Carta de Beethoven a su "Amada inmortal"


Incluso cuando estoy en cama mis pensamientos van a hacia ti, mi eternamente querida, ahora y entonces alegremente, después otra vez tristemente, esperando para saber si el Destino oirá nuestra plegaria, para hacer frente a vida que debo vivir en conjunto contigo o nunca verte. Sí, estoy resuelto a ser un extranjero vagabundo hasta que pueda volar a tus brazos y decir que he encontrado mi hogar verdadero con usted y envuelto en tus brazos puedo dejar que mi alma flote hasta el reino de almas bendecidos. Ay!, desafortunadamente debe ser así. Debes  estar tranquila, tanto más pues sabes que te soy fiel; ninguna otra mujer podrá nunca poseer mi corazón,  nunca, nunca. Oh Dios, por qué debe uno ser separado de aquella que le es tan querida. Para más, mi vida en Viena  es actualmente desgraciada.Tu amor me ha hecho el más feliz y el más infeliz de los mortales. A mi edad necesito estabilidad y regularidad en mi vida, puede esto coexistir con nuestra relación? Ángel, acabo de oír que va el correo cada día, y por lo tanto debo cerrar ésta, de modo que puedas recibirla la inmediatamente. Mantente tranquila; solamente al considerar tranquilamente nuestras vidas podremos alcanzar nuestro propósito de vivir juntos. Mantente tranquila, ámame, hoy, ayer. Qué nostalgia llena de lágrimas por ti,  por ti,  por ti mi vida, mi todo. Todos los buenos deseos a ti. Oh, continúa amándome, nunca juzgues mal el corazón fiel de tu amado.
Siempre tuyo
Siempre mía
Siempre de ambos

Esta última carta de Beethoven me hace pensar en otra cosa  en los encabezamientos y en los cierres de las cartas de amor, porque ésta tiene una despedida bellísima, simple y sin embargo terriblemente conmovedora, ese “Siempre tuyo, siempre mía, siempre de ambos” que implica tanto, que dice tanto como calla.
También recuerdo a mi querida Anne de los Tejados Verdes escribiendo cartas a su amor y probando distintos encabezamientos y despedidas en las cartas.
¿Cuál es la mejor manera de empezar? ¿Amor mío, Querido, Mi vida?¿ O simplemente usar el nombre? ¿O tal vez algo totalmente original?
Y no menos importante, ¿cómo despedirnos? Porque despedirnos aunque sea por carta es dejar un poquito de nosotros con la otra persona, hacerles sentir que los sentimientos seguirán aunque la carta termine.
El cierre además como todo final de un escrito son las palabras que se quedarán flotando como caricias que buscan llegar a destino.
Ahhhhhhhhhhhhhh...¿ya les dije que nunca recibí una carta de amor?
Y sí, claro que me gustaría recibir una, ¿de qué tipo? No lo sé, simple, sencilla pero que logre hacer que me lata el corazón y que quiera que las distancias se acorten y esa persona esté a mi lado para siempre. Sí, de ese tipo. Una que sea un susurro de alma a alma.

Bueno, antes de que acabe mi discurso ( y que me manden a escribir carta a Santa Claus a ver si me responde) les comento algo más y es la existencia de concursos de cartas de amor.
Sí, como lo oyen, editoriales, diarios, Internet, hay muchos lugares donde se organizan concursos de cartas de amor. Porque más allá del avance de la tecnología, seguimos necesitando escribirlas y leerlas.
Y también como práctica de escritura no es mala idea, ¿verdad?


Si quieren leer más cartas de famosos, les dejo esta dirección de donde saqué las que aparecen aquí:

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