Minutos después de haber recibido la llamada, Candy pensaba: ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Estaba loca o que? Drake “pasión oscura” estaba coqueteando en toda regla con ella, ¡la había besado por el amor de Dios! ¡Le había mandado todos esos chocolates para que los siguientes besos supieran a eso precisamente y no hubiera más quejas por su parte! ¿Y que hacía ella? Llamar muy digna y correcta para decirle que le regresaría todo. Cobarde… pareció susurrarle una vocecita al oído, vocecilla demasiado parecida a la de Silk…
- Cobarde. – Volvió a escuchar y dio un grito al percatarse que efectivamente le habían susurrado eso al oído.
- ¡Me vas a matar de un infarto! – Le dijo sin aliento a Silk, quien detrás de ella se moría de risa por su reacción. – Eres tan sigilosa como un condenado gato.
- De sigilosa nada, que hice ruido al entrar pero parecía que el destino del mundo dependía de que te aferraras al auricular del teléfono y mantuvieras esa mirada de loca perdida. – Candy por fin colgó y se sentó desfallecida. - ¿Qué pasa ahora? En serio, no te entiendo ¿Por qué ahora que tu sueño se hace realidad huyes de el?
- ¿Nadie te ha dicho que las mujeres somos complicadas?
- Lo somos, pero una cosa es ser complicada y otra muy distinta ser incoherente.
- Hazme el favor de explicarte. –Refunfuñó Candy.
- ¿En serio necesitas una explicación? Ya veo que es cierto eso de que el amor puede restar como 40 puntos al IQ.
- Tu dieta a base de mis postres está a punto de acabar. – La amenazó.
- Está bien, está bien. – Se apresuró Silk a explicar – Has suspirado por ese hombre por meses, desde que por su causa enterraste tu cara en un pastel en público…
- ¿Podrías dejar de recordármelo?
- Ok, lo que quiero decir es que ya que lo tienes en la palma de tus manos ¿Por qué diantres lo alejas? Si eso no es incoherente no sé que lo es.
- No lo estoy alejando. Yo soy la que…
- ¿Ah, no? El hombre viene aquí y te besa, no repetiré que debes callar los desastrosos pensamientos que a veces tienes, como eso del chocolate, mira que decir tal cosa es realmente…
- ¿Desastroso?
- No, hilarante. Pero no apropiado y luego te manda todas esos chocolates ¡y tú dices que se los devolverás!
- ¡Oíste la conversación!
- Repito que hice ruido al entrar y tú en tu mundo. Me tocó oír como le devolvías sus regalos y me costó un mundo detenerme y no zarandearte hasta que aceptaras.
- Es muy cierto que es el hombre de mis sueños pero eso no significa que necesariamente quiera volverlo el hombre de mi realidad.
- ¡Y eso por que! – Insistió Silk exasperada.
- ¡Por que estoy bien así! ¡Por que no quiero ser la novedad de la semana y luego tener el corazón roto por años! ¡Por que seguro que me quiere pero como su nuevo juguetito que viene con el plus de que prepara deliciosos postres! ¡Por que prefiero mil veces verlo de lejos y suspirar como tú dices pero sin el sufrimiento añadido de recuerdos compartidos que a él no le harían mella, pero que a mí me dejarían marcada de por vida!
- ¡Santo cielo! – Exclamó Silk sorprendida de saber lo que Candy sentía.
- Y no lo estoy alejando, yo soy la que está escapando.
- ¡Basta de tonterías! – Silk le dijo molesta. - ¿Cómo sabes lo que realmente él siente?
- No por que tú hayas tenido tu historia de amor significa que todos los romances acabarán en vivieron felices y comieron… ¡Chocolate!
- ¿Podrías relajarte? Siéntate por favor. – Silk la obligó a hacerlo y después fue directo a una de las canastas cargadas de chocolate, tomó un paquete lo abrió y fue hacia ella. – Huele esto. – Candy obedeció. – Otra vez.
- Vaya calmante. – Medio rió Candy.
- El mejor. Ahora come un poco, no, mejor bastante.
- ¿Sabes? A veces si estoy de acuerdo con lo que dices.
- Pues aunque no estés de acuerdo con todo lo que digo, déjame decirte esto y te lo digo por que soy tu amiga y te quiero, y sobre todo te quiero ver feliz.
- Lo sé.
- Sé que tu cocina y tus delicias te traen paz y te refugias en ellas cuando algo malo pasa o algo te asusta.
- Un momento…
- ¿Qué hiciste cuando se perdió tu cachorro Bootsie?
- ¡Eso fue hace siglos! – Al ver la mirada seria de Silk tuvo que contestar. – Hice panquecitos.
- ¿Cuándo terminaste con tu primer novio? – No le importó el suspiro de exasperación de Candy, insistió - ¿Qué hiciste?
- Mi primer pastel.
- Y son solo dos de los muchos ejemplos. Ese prueba mi punto. Estoy de acuerdo que es terapéutico y que amas lo que haces, pero no lo apruebo cuando lo utilizas para escapar de lo que podría ser de las mejores cosas que te han pasado en la vida.
- ¿Qué me rompan el corazón? – Bufó mientras mordía su barra de chocolate.
- Puede ser que eso pase, no garantizo nada pero si no te arriesgas te perderás de algo sensacional, de una gran experiencia al lado del hombre que te quita el sueño, el aliento, el de tus fantasías, todo eso que me has dicho con anterioridad sobre él. Y la experiencia mala o buena que yo digo que todo indica que será buena, no querrás cambiarla por nada. ¿No es mejor un minuto a su lado que mil lejos de él?
- ¿Desde cuando lees poesía?
- Lo acabo de inventar. – Sonrió Silk.
- No te creo nada.
- Toma el toro por los cuernos, enamóralo, haz que descubra la Candy que todos conocemos y que amamos, la que no es cobarde, la que después de pasar horas en su cocina sale adelante y con una sonrisa después de un gran problema y lo deja todo atrás, como tú dices en esos casos…ya todo quedó horneado. Y si no funciona te prometo quedarme todas las horas necesarias a tu lado horneando y horneando. Aunque sé que no pasará tal cosa.
- No, por que eres pésima para hacer pasteles.
- No pasará por que Drake realmente vale la pena y está prendado de ti.
- Prendado que no enamorado. – Gruñó Candy para luego devorar el resto del chocolate.
- Esa diferencia es mínima ¿Qué esperas para cambiarla?
- Juro que si no resulta, cocinarás por días a mi lado, noche y día.
- Lo prometo. – Brincó Silk de gusto. – Ahora, ¿Qué trato fue el que hiciste...?
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