jueves, 9 de junio de 2011

Pequeño Cuento: Aprendiendo a Seducir I parte.


Hola, se que hace mucho tiempo que por mí parte no escribía nada. Y prometo hacerlo, pero estuve un poco liada como ha informado mi querida compañera J.J
Por ello, que aquí os subo la primera parte de un cuento pequeño. Espero que os guste. Saludos.

-¡Maldita sea! –Gruñó tirando el bolígrafo encima de la mesa y reclinándose en la silla, mientras dirigía su mirada por la ventana-. Es imposible, nunca voy a lograrlo…

-¿Otra vez bloqueada, Silvia? –Preguntó Margaret asomándose a la pequeña habitación que servía de despacho.

-¿Tú que crees? –Rebufó con pesar, levantándose de la mesa y saliendo del despacho seguida por su madre-. Nunca voy a conseguirlo.

-Te lo tomas muy en serio tesoro –La animó mientras se sentaba en su sillón y seguía leyendo las hojas que su hija Silvia iba rellenando-. A mí me gusta mucho como vas por el momento.

-Pero se asemeja mucho a mis dos novelas –Se acarició el cabello con frustración-. No logro encaminarla hacia un punto erótico como me han pedido los de la editorial.

-Date tiempo… Llevas mucho stress encima con el rancho y las ventas de las reces –La tranquilizó Margaret dejando la lectura por un momento.

-Como puedes decir eso, sabiendo que me resulta completamente imposible el escribir una escena subida de tono bien descrita, por que desconozco por completo de que va el asunto –Señaló completamente consternada.


-Ahí si que no es mí culpa –Rió la madre-. Tienes veinte dos años, es increíble que sigas aún virgen con la de hombres sexys que rondan por Texas. Es verlos encima de un buen semental sin camisa y…

-¡Mama! –La riñó-. Si te escuchara papá…

-Creo que me apoyaría –Sonrió con nostalgia-. Nos queríamos mucho, y sabe que una mujer tiene sus necesidades… Y nuestra vida sexual era muy activa, por no decirte que…

-¡Mama! –La volvió a regañar.

-¡Qué! –Protestó divertida-. Escribes historias de amor, todo lo que te digan te sirve como apunte.

-Muy graciosa –Le sacó la lengua-. Creo que me voy a ir a la ciudad a pasar el día.

-Como quieras, tesoro. ¡OH! Creo que Donovan también iba hoy por unos asuntos –Le indicó la mujer, sin percatarse de la reacción de su hija al nombrar al capataz que les echaba una mano desde el fallecimiento de su padre dos años atrás-. Podrías ir y mirar si aún se encuentra por aquí.

-Mmm… Pero puede que él tarde muy poco en regresar de la ciudad –Habló un poco nerviosa-. Está bien, ahora voy a comprobar si esta por aquí.


Salió de la casa y se dirigió a los establos, para poder saber si se hallaba él por allí o alguno de los peones podía informarla de su paradero. Pero no iba hacer falta buscarlo mucho más. Donovan estaba en el lateral del establo con la manguera, y sin la parte de arriba de su indumentaria. Era obvio que se estaba refrescando un poco la cabeza y la nuca. ¡Uf! De repente aún tenía mucha más calor, que bien le iría meterse también bajo aquel chorro de agua fría. Cuantas veces habría deseado describirlo a él como protagonista masculino de sus novelas, pero no tenía valor… Cualquier mujer del pueblo que leyera sus libros, bien podía darse cuenta enseguida. Pero igualmente cuando imaginaba alguna situación, él era su primera imagen en la retina… ¿Cuántas gotas estarían corriendo en aquel momento por su firme torso?


-Hola señorita Silvia –Saludó Rafael, el hijo de un peón suyo que llevaba muchos años trabajando para su familia. Y por culpa de él, Donovan levantó veloz su cabeza y se la quedó mirando con los ojos entrecerrados por unos segundos.

-Hola… -Lo saludó completamente abochornada, por que la pillara de aquella manera.

-¿Dime, querías algo? –Dijo con tono seco, mientras soltaba la manguera y se acercaba a cerrar el grifo.


¿Secarte con mi lengua? Pensó por lo que tenía delante, pero al momento descartó aquel pensamiento de su cabeza. Acaso quería ponerse a jadear delante de él como una yegua en celo… Se trataba de Donovan por el amor de dios. Un magnifico ejemplar masculino, que por suerte para su vista y desgracia para sus anhelos, simplemente se hallaba allí para echarles una mano por la amistad que había tenido con su padre cuando vivió. Y estaba segura, que jugaba en otro tipo de línea. No creía que estuviera interesado en jovencitas virginales que no podían acabar una maldita escena de sexo con la mente, al no saber nada del asunto.


-Mi madre me ha informado que vas a ir a la ciudad –Se llevó las manos a la espalda, para poder estrujarlas por los nervios-. ¿Me preguntaba si ibas por un rato o te ibas a tirar hasta la tarde? Bueno… Claro esta… Y si no te importaría llevarme.

-Puedes venirte –Dijo con voz ronca al tiempo que cogía la camisa y se la ponía-. Salgo en cinco minutos y no vuelvo hasta las ocho de la tarde aproximadamente.

-Genial, me va de maravilla –Dijo emocionada-. Voy a buscar mi bolso. ¿Quedamos en la entrada?

-Bien, intenta no tardar mucho –Señaló justo antes de darse la vuelta y entrar en la cuadra.

Salió corriendo por la puerta principal, después de haberse recogido el cabello en una coleta y teniendo en sus manos su bolso. Se detuvo un instante, para suspirar al ver como allí se encontraba él esperándola en su ranchera nueva. Estaba muy nerviosa, no tenía porque estarlo dado que aquello no era ninguna cita, pero aún así no podía evitarlo estaba exultante por el simple hecho de ir con él en su nueva camioneta.

-¿No te hice esperar verdad? –Le sonrió con timidez y tratando de ocultar su emoción.

-No –Dijo mostrándole un amago de sonrisa y poniendo en marcha el vehículo-. Más vale que te abroches el cinturón, si no quieres pescar una multa jovencita.

-Bien… -Al traste con su gran entusiasmo. En poco menos de tres segundos, aquel atractivo vaquero ya le había dejado claro lo que opinaba de ella. Una cría, así es como la veía a través de sus ojos. ¡Maldito idiota! Tampoco se llevaban mucho… Bueno de acuerdo, más de diez años. ¡Pero no era una niña! Con gran enfado, se abrochó el dichoso cinturón y giró su mirada hacia el paisaje… Al menos, observaría su tierra preciada.


Después de cuarenta y cinco minutos en la carretera, al final se rompió aquel incómodo silencio, gracias a que él se atrevió hablar al ver que solo hacia que observar el paisaje por su ventanilla. Pero no pensaba ser muy amable…


-¿Tienes algún asunto que solucionar en la ciudad?-Preguntó con tono amable, y mirándola unas milésimas de segundos.

-No –También lo miró, pero con cierta altanería-. ¿Y tú? –Se atrevió a seguir hablando.

-Sí. Quiero hablar con un amigo sobre unos terrenos y comprar algunas provisiones y herramientas –Explicó con sinceridad.

-Ha –Y volvió a mirar por la ventana. Justo como haría una niña enfadada. ¿Acaso no es como la veía?

-¿Entonces, si no se trata de trabajo a qué vas? –Siguió preguntando con curiosidad-. ¡Tienes una cita! –Exclamó de repente sobresaltándola.

-¡No! –Lo miró veloz y habló indignada-. Jamás iría a una cita vestida así.

-Vaya, ahora me siento un poco más aliviado –Suspiró con exageración-. O eso creo… ¿qué se supone que te pondrías? –Levantó una ceja-. Yo encuentro que así vas muy bien.

-¿Bromeas? –No se lo creía-. ¿Acaso no te gustaría que una mujer vistiera algo más sexy, que una camisa de flores y un tejano? ¡OH qué estúpida! –Se golpeó la frente con la palma de la mano-. Pero mira que soy despistada, pero si soy una jovencita. Claro que así voy perfecta para tener una cita, en donde dejaré que el susodicho me agarre de la mano mientras alimentamos nuestro amor mirándonos a los ojos en un precioso atardecer.

-Un segundo… -La miró sorprendido-. ¡Estas molesta por haberte llamado jovencita!

-¡Pues sí! –Le contestó un tanto consternada, para enfadarse un poco más al ver como el hombre empezaba a reír de forma escandalosa-. ¿Se puede saber qué tiene tanta gracia?

-Tú –La miró divertido y ya un poco más calmado -. No tienes que tomarte tan a pecho el como me dirija a ti muchas veces… Y jovencita, es muy normal si te comparamos conmigo.

-Tampoco eres muy mayor –Volteó los ojos aún un poco molesta.

-Poco más que una década Silvia –Le señaló pensativo.

-¿Y esa década te puede separar tanto de mí mente y mi vida social? –Le preguntó.

-De ti no –Confesó con pesar-. Pero de muchas chicas de tu misma edad sí…

-Vaya… -Estaba sorprendida-. Muchas gracias…. Creo… -Se sentía un poco cohibida.

-Eres muy diferente a ellas, mucho más responsable. Se puede mantener una buena conversación –Le guiñó un ojo-. Se nota que…

-Se jugar con las palabras y comparto el mismo trabajo que tú… Que no estoy preocupada por el esmalte de mis uñas… -Le interrumpió ella desanimada.

-No digas eso de ti misma –La regañó con un poco de ternura en su tono-. Y nada tiene que ver que sepas jugar bien con las palabras o que sepas arreglar una valla… Además, en tus novelas se nota también esa madurez…

-¡Mis novelas! –Se giró sorprendida a él-. ¿Cómo lo has sabido?

-Perdona… -Estaba nervioso por haber metido la pata-.Tu madre me lo dijo un día que la ví leyendo tus novelas… Y le pedí que me dejara leerlas…

-Que vergüenza… -Se tapó el rostro con las manos.

-¿Por qué?

-¡Qué hace un hombre como tú leyendo esos libros! –Le soltó de sopetón consternada.

-¿Un hombre como yo? –Se giró a ella confuso-. No lo entiendo… Si podemos sentarnos con vosotras a mirar comedias románticas, pero no leerlas… Feminista… -Bromeó-. ¿Y dime, cómo se supone qué soy?

-Sabes que no es muy normal que un hombre lea esas novelas… ¿Te han gustado?

-Sí, pero estas eludiendo mi pregunta –Volvió a insistir.

-No tengo ganas de ver como se infla tu ego masculino –Respondió con sarcasmo y mirando a los lados en busca del comercio que quería visitar, una vez que entraban en la ciudad.

-Vaya… De lo que se llega a enterar uno… -Sonrió mientras marcaba con el intermitente la plaza de parquin que iba a ocupar-. Y yo que creía que ti de mí no…

-¿Qué se supone que quieres decir con ello? –Aquella vez quien frunció el ceño fue ella.

-Vamos Silvia –Rió cerrando su ventanilla y quitando las llaves del contacto-. Eres escritora de novela romántica… -Susurró para que nadie lo oyera-. Lee entre líneas… -Le guiñó un ojo.

-¿Cómo? -¿A qué venía aquello ahora? ¿Qué se supone que él había entendido?

-Luego seguimos hablando, ya veo al de la inmobiliaria buscándome –Abrió la puerta del vehículo y se apeó de él, mientras a ella no le quedaba más remedio que hacer lo mismo-. Tenemos los teléfonos, cualquier cosa o cuando terminemos de nuestros asuntos nos llamamos… -Se quedó un segundo meditando, sin apartar la mirada de su rostro-. ¿Al final a qué me dijiste que venías a la ciudad?

-No te lo dije –Respondió con tirantez para sonreírle con sorna-. Donovan, lee entre líneas… Voy en busca de ideas… Adiós –Y guiñándole el ojo, se alejó calle arriba.

-¿Ideas? –Por qué no le hacia mucha gracia aquello.


Después de pasar su hora y media más bochornosa en la vida, salía de la tienda con una bolsa y dentro su compra. Miró calle arriba y abajo, y no vio a nadie conocido. Menos mal, suspiró un tanto más aliviada y dirigiéndose a la siguiente tienda de su lista. La librería.


¿Qué diantres hacía Silvia saliendo de un sex-shop? Se preguntó Donovan con el ceño fruncido, desde el primer piso de la calle de enfrente de aquel negocio. Entonces, aquello significaba que sí iba haber una cita, pero no en aquel momento y en la ciudad. ¡Alguno de los peones que trabajan para ellas! Pensó alarmado… Tres estaban casados, dos prometidos… Y solo quedaban dos más… Pero no creía que ella…. ¿Y por qué no? Era joven, bonita, simpática…. Y sí la deseaba él desde hacia mucho tiempo, también la podía desear otro. Pero ella era mucho más joven, y no creía que hasta aquel momento se hubiera sentido atraída por él. Según la conversación de antes, lo veía un hombre atractivo… ¡Era idiota! Si de verdad conseguía algo con ella, solo iba hacerse daño así mismo.


¿Dónde podían tener ese libro? Llevaba un rato perdida entre las largas y altas estanterías de aquella concurrida librería, y aún no había dado con el objeto indicado. Había pensado nada más entrar en el establecimiento de pedírselo directamente alguna de las dependientas que hubiera atendiendo, pero resultaba no ser su día. Solo había hombres. Aquello resultaba realmente exasperante. Si su madre estuviera con ella, de seguro que ya estaría con el libro en una bolsa y el teléfono del dependiente anotado en su agenda, si este resultaba ser soltero o divorciado. Pero ella no sabía ser así de abierta y coqueta… “SEXO”. Brincó de alegría pero en silencio, cuando vio el distintivo de plata en una de las esquinas del siguiente pasillo.


Agarró con fuerza la bolsa que llevaba en sus manos y con paso apresurado se dirigió allí, sin detenerse a mirar quien rondaba cerca de aquel pasillo. Ya le daba igual, quería salir de aquel laberinto de libros y estantes, parecía que aquel día se les había olvidado de encender el aire acondicionado.


Tras marear sus ojos por los libros que se iba encontrando a medida que iba avanzando por el pasillo, al final encontró uno que podía serle de utilidad. Se puso de puntillas, y con los dedos de su mano derecha intentó alcanzar el volumen, pero no llegaba aún. Soltando un profundo suspiro de desesperación, soltó su bolso y la bosa que llevaba en las manos al suelo y tras agarrarse en uno de los estantes y apoyar uno de los pies en otro más arriba, intentó alzarse para poder llegar a su deseado objetivo, pero una mano masculina se le adelantó delante de sus propias narices, consiguiendo que de la repentina sorpresa diera un pequeño brinco por el susto y tras lo cual derribara al suelo con ella, al dueño de aquella mano y unos cincuenta libros que estaban anteriormente bien colocados en su lugar.

-¿Pero qué demonios has hecho? –Escuchó la voz de Donovan tras ella.


¡Dios, la cosa no podía ir a peor! Pensó con fastidio, al tiempo que reclinaba la cabeza hacía atrás y veía al hombre aguantándose la risa, mientras le echaba una mano al chico que había en el suelo tras haberlo derribado.

-Yo nada, simplemente me asusté cuando vi una mano en mis narices–Soltó enfurruñada y sin querer aceptar la ayuda que le ofrecía para levantarse del suelo.

-Pido disculpas –Habló avergonzado el joven dependiente de la tienda, agachándose y empezando a recoger aquel estropicio.- Simplemente quise ayudarla, al ver que se estaba alzando en las estanterías.

-¿Sino llegabas por qué no pediste ayuda? –Señaló Donovan, agachándose ayudar al chico a recoger los libros. Pero pudo ver como se quedaba quieto al tener un volumen en sus manos, y en sus labios asomaba el amago de una sonrisa-. ¿Consejos para debajo las sábanas? –Miró otro volumen más-. ¿Mil y un orgasmos? ¿Pero qué te propones hacer? –Levantó una ceja esperando una respuesta, sin darse cuenta que el joven dependiente también esperaba con curiosidad una respuesta de ella.

-Nada que te importe –Lo asesinó con la mirada, al tiempo que agrupaba unos pocos libros y se los entregaba con gesto seco al joven dependiente-. Toma, te voy pasando…

-¿Estas segura que no tienes una cita que preparar? –Siguió preguntando él, mientras también le pasaba libros al chico.

-Y aunque la tuviera, no te incumbe a ti…

-¿No creo estar muy seguro de ello? –Informó con gesto torcido-. Prometí a tu padre que…

-Y lo estas haciendo perfectamente –Se giró a mirarlo-. Pero no creo Donovan, que mi sexualidad entre en tu campo de protección cuando ya tengo veinte dos años… No soy una niña.

-Eso ya lo se hace tiempo –Gruñó por lo bajo-. Bueno, ya esta todo otra vez en su sitio…

-Sí –Se apartó un mechón de pelo que se le había soltado de la coleta.

-¿Cuál era el libro que intentaba coger? –Volvió a importunar el joven dependiente con cierta timidez, provocando que ella casi lo matara con la mirada, por hacer que él volviera a prestar suma curiosidad en que libro estaba intentando capturar.

-El negro de encima su cabeza con letras rojas… -Acabó por confesar con cierto pesar. Aquello no podía estar pasándole. Cuando no quería que nadie supiera que estaba proponiéndose, se enteraba quien precisamente no quería.

El joven se alzó un poco, y extrajo el libro de su lugar sin mirar el titulo comprendiendo su vergüenza y entregándoselo sin más, pero Donovan se le adelantó y lo capturó para leer el titulo con sumo interés.

-Se toda pasión sin falta del cuero y satén… -Leyó con el ceño fruncido y en un tono casi apenas audible-. No lo comprendo… -Expuso mirándola fijamente a los ojos y dejándose arrancar el libro de las manos por ella con mal humor.

-Me alegro –Dijo yendo hacia la caja para pagarlo-. No tienes por que hacerlo… -Informó completamente exasperada al ver que este la seguía en todo momento hasta llegar a caja. Una vez allí, entregó el libro al mismo chico que le había echado una mano y pasó de alzar la mirada hacia él.

-No, en serio –Volvió abrir la boca Donovan con el ceño fruncido-. Primero te vi salir del sex-shop con una compra y ahora éste libro…

-¡Me estas espiando! –Acusó con los ojos abiertos como platos, y sin querer mirar cuanta gente había allí en espera de una respuesta de ellos dos.

-No –Se excusó veloz y alzando las manos-. Me hallaba en el edificio de enfrente mirando por la ventana.

-Maldita sea –Gruñó Silvia-. ¿Cuánto le debo? –Se giró desesperada al joven con el monedero abierto.

-Veinte ocho dólares –Dijo con apuro el joven, segundos antes de coger el dinero que ella le daba y ver como se marchaba de allí sin aceptar el tíquet de compra.

-Silvia no te enfades… -Pidió el hombre poniéndose a su lado y con el mismo paso rápido que ella-. ¿Quieres detenerte? –La agarró del brazo.

-No, y no me entretengas –Volvió a reanudar el paso ligero-. Quiero llegar a tiempo para coger el autobús.

-¿Cómo? –Aquella vez si que se enfado un poco el hombre-. No te comportes como una cría y habla conmigo.

-Apenas nos hablamos nunca y ahora quieres saberlo todo de mí –Se detuvo de golpe y se giró a él para encararlo directamente apenas a unos centímetros.

-Nos estamos peleando sin ningún motivo créeme… -Trató se sonreír, pero la mirada de ella lo detuvo-. Yo solo quiero comprender el por que compras un libro como ese –Informó con tono inocente-. Lo vi raro, siendo quien eres… -Se alzó de hombros.

-Por eso mismo, por que no sabes quien soy. Adiós y no me sigas… -Le amenazó caminando hacia la parada del autobús y dejando allí al hombre completamente frustrado por todo.

4 comentarios:

  1. Volviiiii. Esther gracias por el rato tan agradable, estaba aburrida y con ganas de leer y en un momento de epifanía recordé que ya llevaba mucho tiempo alejada de este blog de geniales historias, muchas inconclusas pero geniales, jejejeje es solo molestando.
    Nada nuevo que lo diga, divertido, me reí y quitó el sueño de inmediato.
    En realidad para este momento ya acabé esta y "Di que si", por cierto Jey si lees este comentario, muy linda, gracias por compartir. Pero quería regresar para seguir aburriendolas con mis comentarios de que son geniales sus historias.

    Lu

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    Respuestas
    1. Pero, si ya se les echaba en falta y son libres de pedir y exigir a las inconclusas... *huye al bosque*
      Jey

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    2. Obvio que se extrañaban y si piden y reclaman mejor, así sabemos que nos leen e interesan. Sissssssssssss, sal del bosque hay un par de historias tuyas que quiero leer...sissssssssssssssssssssssssssssssssssssssss. ¿Y la mediana?

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    3. Jey a mi me hacian mucha falta. Y Noooo nadie al bosque quiero leer las historias de todas.
      Es genial el interés que tienen las tres por sus lectores, puedo asegurar que nos hacen sentir muy apreciados y se siente mas cercano y halagüeño al momento de leer sus historias. Gracias señoritas
      Abrazos...

      Lu

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