Mía miraba indecisa el vestido, pensando si debía usarlo o
no. Era temprano, pero bien podía no alcanzar
a regresar al hotel para cambiarse e ir a la fiesta. Estaba nerviosa, demasiado. Había conocido a la hermana gemela de Marcos,
Rose; habían hablado y congeniado.
También a Danaé, una de las mejores amigas de Marcos y tía; una joven muy
agradable, junto con su novio Kyle, también buen amigo de Marcos. Fueron
reuniones livianas y ella se había sentido muy cómoda.
Pero ellos no eran los padres de Marcos, familia, si, mas nada
parecido a unos padres. Que
probablemente estarían preocupados por la mujer que había aparecido en Italia,
buscando a Marcos. ¿Qué tal si pensaban
negativamente acerca de ella? Según Marcos, Rose no les había contado de
aquella mañana que la encontró en el departamento de él, pero no podía dar nada
por sentado. Además, Marcos le había dicho que su madre siempre era risueña y
le recibiría con los brazos abiertos. En cuanto a su padre, había dicho que
debía tener paciencia y no tomarse las cosas demasiado en serio. Eso no era alentador. ¿El padre de Marcos sería un hombre rico,
extremadamente serio o clasista?
Intimidante. La situación
completa era intimidante. Había
preguntado a Danaé sobre el padre de Marcos, quien resultaba ser su medio
hermano, y le había repetido que le diera tiempo y no tomara demasiado en serio
las cosas que decía. ¿Por qué? ¿Era un antipático o grosero? No podía
imaginarlo, ni por un momento. Marcos
era tan… es que no podía imaginarse a alguien intimidante criando a un hijo
como Marcos.
Decidió que esperaría la llegada de Marcos y le
preguntaría. Él había evitado darle
detalles y eso le tenía aún más expectante.
No ansiosa, pero si quería que terminara lo más pronto posible. ¿Qué tan
mal podían ir las cosas? De que la odiaran, no iría más allá. ¿Qué tal si a
Marcos le interesaba mucho la opinión de sus padres?
La idea de huir se volvía más atractiva a momentos. Suspiró, sabiendo que ella no podría huir, no
importaba que lo intentara. Siempre encontraría a Marcos. Eso, no la asustaba más, sino que le empezaba
a gustar, a acostumbrarse a su presencia y a que la protegiera. No quería
depender de él ni de nadie, eso nunca terminaba bien. Pero no podía evitarlo. Él hacía que se sintiera tan bien. Tan
correcto.
– ¿Mía? –escuchó unos golpes en la puerta y fue a abrir con una
sonrisa– ¿puedo pasar?
– Marcos –ella se echó a
sus brazos y le dio un suave beso– por supuesto. ¿Todo bien?
– Todo –confirmó él y le dio otro beso– ¿sabes? Te estaba
extrañando…
– ¡Marcos! ¿Qué debo
usar? –preguntó Mía alejándose de él. Le pasó su mirada azul, observador y sonrió.
– Así estás perfecta, amor –le abrazó y ella se alejó de nuevo.
– ¡Marcos, esto es serio! –se quejó Mía ante su tranquilidad–
¿cómo es que siempre pareces tan calmado? En este momento, te envidio tanto
–suspiró.
– No hay nada porque alterarse, Mía –Marcos le pasó una mano por
su cabello, consolándola– todo estará bien.
– ¿Seguro? –preguntó en tono irónico– las referencias sobre tu
madre son magníficas.
– Es una mujer
maravillosa –dijo con orgullo.
– Sin embargo –añadió Mía significativamente– sobre tu padre…
– Él es… –Marcos parecía
buscar la palabra correcta– tenemos el carácter similar.
– ¿Tú crees? –arqueó una ceja– al parecer no es así, según las
referencias.
– Es que contigo Mía, yo soy diferente –trató de explicar Marcos–
generalmente, todos te dirían que soy muy reservado y callado. ¿No creo que esa fuera tu impresión de mi
cierto?
– ¿Qué? ¿Reservado? ¿Callado? ¡Me dijiste que me amabas a horas
de conocernos!
– ¿Lo ves? –rió Marcos
abrazándola– yo jamás lo habría hecho así con nadie más. Solo contigo, Mía.
– ¿Eso que tiene que ver? –preguntó ella, pero sintiéndose muy
complacida por su declaración– ¿esperas que tu padre sienta lo mismo por mí?
– Dios, no –soltó Marcos
con espanto y ella rió– sería una tragedia griega y en mi familia, bueno no
carecemos de eso, precisamente.
– ¿Por qué? –preguntó con curiosidad– ¿tiene que ver algo con tu
tía más joven que tú?
– ¿Danaé? –rió Marcos asintiendo– en parte. Tengo una familia
curiosa.
– Son las mejores familias –se encogió de hombros Mía y lo miró
con interés– ¿qué me puedes contar de tu familia?
– Leonardo es el padre de
mi padre, Stefano –contestó Marcos con una sonrisa– mi abuelo, por supuesto.
Pero en realidad, no lo parece tanto porque era muy joven cuando fue padre, 15 años
me parece. Por eso, tenemos una familia
tan… extraña. Además, añade el hecho que mi padre también se casó muy
joven. ¡Eso es!
– ¿La quieres mucho verdad? –preguntó Mía y él la miró extrañado–
a Danaé, quise decir –explicó.
– Sí, la quiero mucho. Es
mi mejor amiga –confirmó Marcos– podrías pensar que porque Rose es mi gemela…
bueno, es cierto que hay una conexión muy profunda entre nosotros, pero al
tener caracteres tan diferentes, no hemos compaginado mucho en ciertos aspectos
que, con Danaé, he congeniado al instante.
Por eso era muy importante para mí que la conocieras. ¿Te agradó verdad?
– Mucho –asintió Mía aprobadora– es muy inteligente, hermosa e
interesante. Solo imagino lo guapos que
son todos en tu familia.
– Gracias por el halago –sonrió Marcos apoyando su frente en la
de Mía.
– Solo digo lo que creo. Marcos…
– ¿Sí, Mía? –preguntó,
mirando fijamente sus ojos grises.
– ¿Has tenido muchas
novias? –soltó Mía, sin poder contener su curiosidad por más tiempo– siempre he querido preguntarlo.
Él sonrió, e hizo como si reflexionara mucho sus palabras. Mía
puso los ojos en blanco y él rió.
– Bien, ya. Eres
impaciente ¿sabías? –Marcos sonrió aún más ante el gesto de Mía– cada vez que
haces eso… me da escalofríos.
– ¡Sí, lo recuerdo! –Mía lo vio con sospecha– ¿te recuerda a
alguien verdad?
– Sí, pero no quieres saber a quién –dijo él frotándose los
brazos con exageración.
– Claro que quiero, Marcos. Dímelo –pidió.
– A Rose –explicó y Mía se sorprendió– ¿Qué esperabas? ¿El
nombre de una novia?
– Así que admites que
tuviste novia… –se cruzó de brazos– ¿cuántas?
– Te dije que no he
tenido ninguna novia, Mía. Lo prometo.
– Eso no es posible
–gruñó con impaciencia.
– ¿Qué no haya tenido novias? ¿Por qué no?
– Porque eres un hombre –explicó Mía ofuscada.
– Buen razonamiento –rió
él con sarcasmo– pero lo estás tomando equivocadamente. No he tenido nada serio, con ninguna mujer. A
eso me refería.
– Ah, eso es diferente –Mía suspiró– ¿ves? Si te has involucrado
con otras mujeres.
– ¿Cómo no? –él puso los ojos en blanco– como tú lo has dejado
claro, soy un hombre. ¡Claro que me he involucrado con otras mujeres! ¿Tú no
tienes un pasado?
– Entonces… –Mía lo miró
como si le hubiera mentido, omitiendo su pregunta.
– Entonces, nada. No he tenido ninguna novia, nunca. Porque para una relación, se necesita amar a
la otra persona. Y nunca antes yo he amado a nadie, Mía. Solo a ti.
– Gracias –Mía le dio un
beso en los labios y sonrió– ahora quiero saber. Tengo mucha curiosidad sobre lo mucho que
pareces conocer a las mujeres en general. Has tenido… bueno, has salido con
muchas ¿verdad?
Marcos puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, con gesto
impaciente.
– ¿No vas a dejar el
tema, verdad?
– No –dijo Mía, sin pestañear.
– ¿Podré preguntarte lo mismo cuando termines el interrogatorio
conmigo? –preguntó Marcos mortificado, esperando que eso la hiciera desistir.
– Puedes, aunque no hay
mucho que decir. Nunca fui de mucho
salir, estuve demasiado tiempo con Sean, por tanto nada interesante. ¿Puedo empezar?
Marcos apoyó la mano sobre una mesa cercana y se lamentó el
haber venido antes. Mucho tiempo
antes. Mía se llevaría una decepción.
– Bien, puedes
empezar. Pero luego no te quejes de lo
que averigües –advirtió.
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