domingo, 25 de junio de 2017

Tan solo amor 14° - Gaby Ruiz


Mía miraba indecisa el vestido, pensando si debía usarlo o no.  Era temprano, pero bien podía no alcanzar a regresar al hotel para cambiarse e ir a la fiesta.  Estaba nerviosa, demasiado.  Había conocido a la hermana gemela de Marcos, Rose; habían hablado y congeniado.  También a Danaé, una de las mejores amigas de Marcos y tía; una joven muy agradable, junto con su novio Kyle, también buen amigo de Marcos. Fueron reuniones livianas y ella se había sentido muy cómoda.

Pero ellos no eran los padres de Marcos, familia, si, mas nada parecido a unos padres.  Que probablemente estarían preocupados por la mujer que había aparecido en Italia, buscando a Marcos.  ¿Qué tal si pensaban negativamente acerca de ella? Según Marcos, Rose no les había contado de aquella mañana que la encontró en el departamento de él, pero no podía dar nada por sentado. Además, Marcos le había dicho que su madre siempre era risueña y le recibiría con los brazos abiertos. En cuanto a su padre, había dicho que debía tener paciencia y no tomarse las cosas demasiado en serio.  Eso no era alentador.  ¿El padre de Marcos sería un hombre rico, extremadamente serio o clasista?
Intimidante.  La situación completa era intimidante.  Había preguntado a Danaé sobre el padre de Marcos, quien resultaba ser su medio hermano, y le había repetido que le diera tiempo y no tomara demasiado en serio las cosas que decía. ¿Por qué? ¿Era un antipático o grosero? No podía imaginarlo, ni por un momento.  Marcos era tan… es que no podía imaginarse a alguien intimidante criando a un hijo como Marcos.
Decidió que esperaría la llegada de Marcos y le preguntaría.  Él había evitado darle detalles y eso le tenía aún más expectante.  No ansiosa, pero si quería que terminara lo más pronto posible. ¿Qué tan mal podían ir las cosas? De que la odiaran, no iría más allá. ¿Qué tal si a Marcos le interesaba mucho la opinión de sus padres?
La idea de huir se volvía más atractiva a momentos.  Suspiró, sabiendo que ella no podría huir, no importaba que lo intentara. Siempre encontraría a Marcos.  Eso, no la asustaba más, sino que le empezaba a gustar, a acostumbrarse a su presencia y a que la protegiera. No quería depender de él ni de nadie, eso nunca terminaba bien.  Pero no podía evitarlo.  Él hacía que se sintiera tan bien. Tan correcto.
– ¿Mía? –escuchó unos golpes en la puerta y fue a abrir con una sonrisa– ¿puedo pasar?
  Marcos –ella se echó a sus brazos y le dio un suave beso– por supuesto.  ¿Todo bien?
– Todo –confirmó él y le dio otro beso– ¿sabes? Te estaba extrañando…
  ¡Marcos! ¿Qué debo usar? –preguntó Mía alejándose de él. Le pasó su mirada azul, observador y sonrió.
– Así estás perfecta, amor –le abrazó y ella se alejó de nuevo.
– ¡Marcos, esto es serio! –se quejó Mía ante su tranquilidad– ¿cómo es que siempre pareces tan calmado? En este momento, te envidio tanto –suspiró.
– No hay nada porque alterarse, Mía –Marcos le pasó una mano por su cabello, consolándola– todo estará bien.
– ¿Seguro? –preguntó en tono irónico– las referencias sobre tu madre son magníficas.
  Es una mujer maravillosa –dijo con orgullo.
– Sin embargo –añadió Mía significativamente– sobre tu padre…
  Él es… –Marcos parecía buscar la palabra correcta– tenemos el carácter similar.
– ¿Tú crees? –arqueó una ceja– al parecer no es así, según las referencias.
– Es que contigo Mía, yo soy diferente –trató de explicar Marcos– generalmente, todos te dirían que soy muy reservado y callado.  ¿No creo que esa fuera tu impresión de mi cierto?
– ¿Qué? ¿Reservado? ¿Callado? ¡Me dijiste que me amabas a horas de conocernos!
  ¿Lo ves? –rió Marcos abrazándola– yo jamás lo habría hecho así con nadie más.  Solo contigo, Mía.
– ¿Eso que tiene que ver? –preguntó ella, pero sintiéndose muy complacida por su declaración– ¿esperas que tu padre sienta lo mismo por mí?
  Dios, no –soltó Marcos con espanto y ella rió– sería una tragedia griega y en mi familia, bueno no carecemos de eso, precisamente.
– ¿Por qué? –preguntó con curiosidad– ¿tiene que ver algo con tu tía más joven que tú?
– ¿Danaé? –rió Marcos asintiendo– en parte. Tengo una familia curiosa.
– Son las mejores familias –se encogió de hombros Mía y lo miró con interés– ¿qué me puedes contar de tu familia?
  Leonardo es el padre de mi padre, Stefano –contestó Marcos con una sonrisa– mi abuelo, por supuesto. Pero en realidad, no lo parece tanto porque era muy joven cuando fue padre, 15 años me parece.  Por eso, tenemos una familia tan… extraña. Además, añade el hecho que mi padre también se casó muy joven.  ¡Eso es!
– ¿La quieres mucho verdad? –preguntó Mía y él la miró extrañado– a Danaé, quise decir –explicó.
– Sí, la quiero mucho.  Es mi mejor amiga –confirmó Marcos– podrías pensar que porque Rose es mi gemela… bueno, es cierto que hay una conexión muy profunda entre nosotros, pero al tener caracteres tan diferentes, no hemos compaginado mucho en ciertos aspectos que, con Danaé, he congeniado al instante.  Por eso era muy importante para mí que la conocieras.  ¿Te agradó verdad?
– Mucho –asintió Mía aprobadora– es muy inteligente, hermosa e interesante.  Solo imagino lo guapos que son todos en tu familia.
– Gracias por el halago –sonrió Marcos apoyando su frente en la de Mía.
– Solo digo lo que creo. Marcos…
  ¿Sí, Mía? –preguntó, mirando fijamente sus ojos grises.
  ¿Has tenido muchas novias? –soltó Mía, sin poder contener su curiosidad por más tiempo–  siempre he querido preguntarlo.
Él sonrió, e hizo como si reflexionara mucho sus palabras. Mía puso los ojos en blanco y él rió.
  Bien, ya. Eres impaciente ¿sabías? –Marcos sonrió aún más ante el gesto de Mía– cada vez que haces eso… me da escalofríos.
– ¡Sí, lo recuerdo! –Mía lo vio con sospecha– ¿te recuerda a alguien verdad?
– Sí, pero no quieres saber a quién –dijo él frotándose los brazos con exageración.
– Claro que quiero, Marcos. Dímelo –pidió.
– A Rose –explicó y Mía se sorprendió– ¿Qué esperabas? ¿El nombre de una novia?
  Así que admites que tuviste novia… –se cruzó de brazos– ¿cuántas?
  Te dije que no he tenido ninguna novia, Mía. Lo prometo.
  Eso no es posible –gruñó con impaciencia.
– ¿Qué no haya tenido novias? ¿Por qué no?
– Porque eres un hombre –explicó Mía ofuscada.
  Buen razonamiento –rió él con sarcasmo– pero lo estás tomando equivocadamente.  No he tenido nada serio, con ninguna mujer. A eso me refería.
– Ah, eso es diferente –Mía suspiró– ¿ves? Si te has involucrado con otras mujeres.
– ¿Cómo no? –él puso los ojos en blanco– como tú lo has dejado claro, soy un hombre. ¡Claro que me he involucrado con otras mujeres! ¿Tú no tienes un pasado?
  Entonces… –Mía lo miró como si le hubiera mentido, omitiendo su pregunta.
– Entonces, nada. No he tenido ninguna novia, nunca.  Porque para una relación, se necesita amar a la otra persona. Y nunca antes yo he amado a nadie, Mía. Solo a ti.
  Gracias –Mía le dio un beso en los labios y sonrió– ahora quiero saber.  Tengo mucha curiosidad sobre lo mucho que pareces conocer a las mujeres en general. Has tenido… bueno, has salido con muchas ¿verdad?
Marcos puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, con gesto impaciente. 
  ¿No vas a dejar el tema, verdad?
– No –dijo Mía, sin pestañear.
– ¿Podré preguntarte lo mismo cuando termines el interrogatorio conmigo? –preguntó Marcos mortificado, esperando que eso la hiciera desistir.
  Puedes, aunque no hay mucho que decir.  Nunca fui de mucho salir, estuve demasiado tiempo con Sean, por tanto nada interesante.  ¿Puedo empezar?
Marcos apoyó la mano sobre una mesa cercana y se lamentó el haber venido antes.  Mucho tiempo antes.  Mía se llevaría una decepción.
  Bien, puedes empezar.  Pero luego no te quejes de lo que averigües –advirtió.

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