Danaé continuó en silencio, mirándolo
con aprensión. No, no podía haber dicho eso. Él no podía amarla. ¿Cómo podría? ¡Apenas
estaban saliendo unos meses! Aunque se hubieran conocido antes, no podía… Pero
la manera en que lo dijo, estaba tan seguro. ¿Por qué ahora?
Kyle no esperaba una respuesta. En
realidad, él no sabía por qué había dicho eso.
Bueno, porque lo sentía sí. Él sentía que amaba a Danaé, que después de
todo ese tiempo no la había olvidado. Seguía siendo la misma joven en el fondo
aún cuando hubiera madurado considerablemente.
¿Cómo no iba a amarla? Nada había cambiado, podía ser tan maravilloso o
más que antes. El único pero que existía era él. Ese Alex. No podía precisar
por qué. No era una actitud única de Alex o de Danaé. Tan solo lo sentía y eso
no le gustaba. Además, no era algo nuevo. Había sido igual antes. ¿De verdad
lucharía por Danaé?
–Kyle, tú eres un hombre maravilloso
–Danaé le besó con suavidad en los labios– pero vamos a tener que hablar
–cuando él empezó a decir, ella negó– no ahora. No es el lugar ni el
momento. Canadá, ¿sí? –pidió.
Él accedió y ella sonrió. Le extendió
la mano para ayudarla a bajar. Habían
llegado a la fiesta.
El lugar era perfecto. A Danaé siempre le había gustado ese
restaurante. Además era amplio y la
terraza tenía una vista espectacular. Realmente cuando Aurora ofrecía una fiesta,
lo hacía impresionante. Muy diferente a su tía Mel, la mamá de Aurora, a quien
no le gustaban las fiestas sino el perfil bajo. Como ella, se identificaba con
su tía en bastantes aspectos.
Buscó con la mirada a Marcos para que
Kyle se sintiera más cómodo. Después de
todo, habían sido amigos y aún lo eran. No logró ubicar a nadie porque había demasiadas
personas alrededor, imaginó que esperaban la llegada de Aurora.
Seguramente haría una entrada
espectacular, como la de sus dieciséis años.
Solo que… fijó su mirada cuando se atenuaban las luces. Había llegado el
momento. Apareció Aurora, con un increíble vestido gris, ceñido y elegante, que
recordaba, una vez más, a su fiesta de dieciséis años. Incluso la decoración
del lugar. ¿Sería el gris su color favorito?
Y lo supo. Aurora no haría su gran
entrada sola. No lo había esperado, tal vez lo había sabido muy en el fondo de
su mente, que sería Alex. Pero no había querido aceptarlo. ¿Por qué con Alex?
¿Por qué él?
Se tensó. No pudo evitarlo. Mirar como
su sueño se desvanecía mientras Aurora y Alex bajaban sonrientes, ella del
brazo de él, siendo una pareja de ensueño.
¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué ella? ¡No, eso no estaba bien!
Sencillamente, así no debía ser.
Ese había sido SU sueño. Que Alex
fuera su acompañante (no que ella fuera a ofrecer una fiesta o nada por el
estilo) ofreciéndole su brazo, siendo el primer baile de ella en la fiesta con
él, sonriendo y provocando que el mundo se desvaneciera hasta quedar solo los
dos. ¡Era con ella! ¿Por qué Aurora tenía que robar todos sus sueños? ¡Nada,
nada le había salido nunca como quería! Porque Aurora había hecho todo antes o
lo había hecho mejor. ¿Y ahora? Tenía a Alex.
No que fuera nuevo solo que era duro
afrontarlo. Mirarlo con sus propios ojos era más de lo que podría soportar. Tenía
que salir de ahí.
Kyle sintió que la mano de Danaé se
deslizaba de su brazo mientras la miraba caminar rápidamente hacia uno de los
costados del salón. Había un pequeño jardín imaginó cuando la vio atravesar una
puerta. La siguió aun cuando sabía que eso solo le haría daño. Pero debía
enfrentarlo. Era ahora o nunca.
Y lo sabía bien. Había visto la
expresión de Danaé al ver a Aurora con Alex. ¡Maldito fuera ese Alex!
***
Alex se removió la corbata, como si se
sintiera terriblemente incómodo. No era así, de ninguna manera, estaba
acostumbrado a llevar corbata. Era la
situación, que él, voluntariamente, había aceptado. Sí, dentro de unos minutos
bajaría las escaleras con Aurora y bailarían tal como lo habían ensayado. ¿Por
qué lo había hecho?
Esa era una respuesta fácil. No podía
negarse a algo así, porque de esta manera se había enamorado de Aurora. Cuando
había tomado su mano, siendo unos niños, frente a todos, había sabido que era
amor. Lo había sentido y no había cesado en todos esos años.
Hasta el momento en que vio a la mujer
desconocida. A quien resultó ser Danaé. Y, bueno si era totalmente sincero, la
única vez que no se sintió enamorado de Aurora fue cuando besó a su fantasía en
el jardín. Pero ahí había pensado que era Aurora, a quien besó fue a ella, por
tanto, seguía siendo amor… solo que a algo que no había sucedido jamás. Y aún así, él no había podido borrarlo de su
mente.
Porque nunca más había sido así. Ni antes ni ahora, solo aquella vez.
Y pensó volver a sentirlo. No tan intensamente, solo un rezago de
aquella vez, convertido en expectación por descubrir a la mujer que lo
impresionó así.
Nada. Era Danaé. No podía ser cierto. Aún no lo creía. Pero había sido ella, siempre ella.
–Todo listo –se escuchó la voz de la
organizadora y Aurora sonrió.
–¿Listo mi príncipe de cuento de
hadas? –preguntó ella con una sonrisa enigmática. Él asintió, no se veía capaz de decir nada–.
Nos esperan.
Él no se preguntaba más por el sentido
de las palabras de Aurora. Ahora que había tenido oportunidad de hablar
ampliamente con ella, sentía que no existía mucha conexión entre una cosa que
decía y otra. O sencillamente, no existía conexión alguna entre ellos.
Había aceptado y estaba ahí, bajando
las escaleras con Aurora apoyada en su brazo y él lo único que quería era encontrar
a Danaé. ¡Eso tenía que significar algo!
Ahí estaba, mirando hacia ellos como
todos los demás. Solo que a él no le importaba nadie más que ella. Pero no
parecía mirarlo, no de manera directa. Y huyó. Danaé huyó del salón.
Alex sintió que debía hacer algo.
Tenía que hacerlo en ese instante. ¿Cómo
podría hacerlo?
Y en ese momento, él supo que sus
sueños no eran nada comparados con la realidad.
Había deseado tanto ser el hombre que tuviera la dicha de acompañar a
Aurora y compartir su primer baile… ahora eso no tenía ningún sentido. Y él, no era de las personas que actuaran sin
una lógica.
–Querida –susurró en su oído– voy a
tener que abandonarte.
–¿Así de pronto? –preguntó Aurora
calmada para sorpresa de Alex– tenía la esperanza de retenerte más a mi lado,
pero las cosas son como son.
–Lo lamento tanto, Aurora –Alex le
tomó la mano galantemente y le dedicó una enorme sonrisa– pero tengo algo que
hacer.
–Lo sé –asintió– ve por ella. A mí me esperan –y Alex miró. Efectivamente, Christopher estaba en la base
de la escalera y a una señal imperceptible de Aurora, extendió la mano. Él dejó a Aurora ahí y corrió.
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