jueves, 22 de diciembre de 2016

No puede ser amor 26° - Gaby Ruiz



Decepción. Profunda y abrumadora decepción.
Era lo único que había pensado en todo el trayecto hasta su departamento.  Pero es que no podía ser posible. ¡No! ¡Era ella! ¡Era la mujer de sus sueños! ¡La mujer que había amado cada segundo de su vida desde que podía recordar! ¡Era Aurora! Y aún así, a pesar de que se repetía eso… nada.  No lo cambiaba, no había sentido nada.
Bueno, es que en realidad, había sido como besar a cualquier otra mujer y eso era lo que no encajaba. ¡Esa era Aurora! Debió ser celestial, único, incomparable… besar por primera vez a la mujer de sus sueños. No, nada de eso. Era como cualquier otra mujer. Ni siquiera sintió el impulso de seguirla.
Solo… nada.
Un escalofrío le recorrió completamente cuando recordó la noche de la fiesta de Beth, cuando había visto a la desconocida que resultó ser Danaé.  Ese golpe electrizante y esa desesperación… ¿cómo había sucedido? ¿Eso significaba acaso que si pudo mirar así a Danaé podría mirar a cualquier otra? ¿Superar a Aurora de una vez?
O… no. Él sencillamente no podía pensar en… Danaé.
No… había… manera. 
Porque no estaba seguro de nada. Porque bien podía amar a Aurora o no, y en cualquier caso, lo destruiría totalmente. Porque una persona no podía estar así de confundida… no toda la vida.
Él no había vivido equivocado. Claro que no.
¿Y qué había hecho? ¿Cuál había sido su único pensamiento coherente en ese mar de incertidumbre?
Danaé. Hablar con Danaé. ¿Por qué Danaé? ¿Por qué ella siempre había estado ahí? ¿Por qué ella sabía de Aurora? ¿Por qué?
Se había resistido. Mil veces había marcado y había desistido. Ahora no.  Se decidió y escuchó su voz.  Había querido sonar indiferente. Pensó que lo había logrado. ¿Y qué pasó? ¿Qué rayos pasó?
Sí, claro. Danaé no estaba sola. Danaé no estaba confundida ni sufría ni nada por el estilo. Estaba tranquila y segura, como aquella noche…
Tal y como se despidieron. Solo que, ahora estaba con alguien.  Con Kyle. Con su ex – novio Kyle para ser preciso. ¿Y qué? ¿Por qué a él le importaría algo así?
No, no le importaba. Solo le preocupaba. Sí, eso era todo. Es que Kyle nunca le había terminado de agradar, eso era todo.  No podía precisar por qué, solo no le agradaba. Y cuando alguien no le agradaba, bueno, él tenía razón.  ¡Él juzgaba bien a las personas!
Aún más en ese caso, cuando era totalmente objetivo. 
Sí… ese último pensamiento hasta a él le arrancó una risotada.  Objetivo.  Desde aquella noche, toda su objetividad y posible control de su vida se había ido de paseo.  Sin retorno.
Pensó en mil maldiciones en cuatro idiomas diferentes pero respiró hondo y trató de controlarse. Así no llegaría a ningún lugar, a nada en realidad. Tenía que retomar el control como fuera. 
Haría lo que fuera necesario. Lo que fuera. Él no era así y no le gustaba la persona en la que se había convertido. No.
Lo que sea, estaba dispuesto.
***
Danaé inspiró hondo, llenando sus pulmones del aire de su bella Italia.  Había extrañado estar ahí, sí que lo había hecho. Todo era tan familiar y a la vez…
Giró y sonrió. Kyle le devolvió la sonrisa, besándole brevemente en los labios. Hacía casi dos meses que estaban juntos. Dos maravillosos meses. Estaba feliz, tranquila y serena.
Le gustaba esa nueva Danaé, tan segura y simpática. Canadá había sido una buena idea, la mejor idea posible. Sonrió aún más al ver la Mansión Ferraz, su casa. ¡No podía esperar para ver a su familia!
Fue un momento muy íntimo y familiar. Su padre Leonardo, su madre Danna, sus hermanos Stefano, Beth y André, sus sobrinos Marcos y Rose, su tía Melina y su esposo Daniel, y su prima Aurora.
Saludaron con muchos abrazos y les presentó (nuevamente) a Kyle.  También le dieron la bienvenida con una gran sonrisa. Kyle suspiró aliviado ante la pequeña reunión. Ella no estaba tan segura, aún. Así que preguntó: ¿Seremos todos en esta comida? –a Beth, en voz baja.
–No. Naturalmente están llegando Sebastien y su familia, Carolina, Fernando y Christopher.
–Ah… –asintió.  Miró a Kyle, asiéndole la mano con fuerza. Él puso los ojos en blanco– no es para tanto.
–¡Es para todo! –siseó tratando de no cambiar la expresión serena de su rostro– ¿él viene, verdad?
–Toda su familia viene. Es como si fuera…
–Sí, tu familia.  Ya lo sé –Kyle la miró con ojos aprehensivos– ¿estás bien?
¿Yo? –se preguntó Danaé, mirándolo como si se hubiera vuelto loco. Es decir, no era ella a quien parecía que le daría un infarto en cualquier momento o quien tenía una sonrisa artificial pegada a su rostro.
–Claro que sí. Espero que tú también.  Ya sé que mi familia puede ser intimidante y…
–Él no es parte de tu familia –murmuró bajo.
–Y no entiendo cuál es tu obsesión con él –susurró también, sin perder la sonrisa– realmente…
–¿Mi obsesión? –Kyle inspiró, saludando al abuelo de Danaé que había llegado– ¡es él quien no te ha dejado un momento en paz!
–No sé a qué te… –empezó a decir, cortándose inmediatamente al verlo llegar.  “Él” venía solo, con su mirada ensombrecida y sin una sonrisa.  ¿Eso era posible? ¡Ese no era Alex!  No era su…  ¡Basta!
–Sí, como no –soltó con sarcasmo Kyle, aflojando su agarre.  Pero Danaé lo percibió y le tomó firmemente de la mano.  Él sonrió– eso me gusta.
–Estamos saliendo.  Estoy contigo –se giró a mirarlo de frente, sus ojos dorados clavados en los suyos– estoy contigo –repitió.
–Lo sé –asintió él pasándole la mano por su cabello castaño– gracias.  Tu familia es intimidante –sonrió ampliamente.
–Lo sé –sonrió Danaé– pero estamos juntos.
Él parecía dispuesto a decir algo más pero se cortó. De pronto lo sentía tenso de nuevo.
Siguió su mirada. Alex caminaba hacia ellos con paso decidido.

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