Decepción. Profunda y abrumadora
decepción.
Era lo único que había pensado en todo
el trayecto hasta su departamento. Pero
es que no podía ser posible. ¡No! ¡Era ella! ¡Era la mujer de sus sueños! ¡La
mujer que había amado cada segundo de su vida desde que podía recordar! ¡Era
Aurora! Y aún así, a pesar de que se repetía eso… nada. No lo cambiaba, no había sentido nada.
Bueno, es que en realidad, había sido
como besar a cualquier otra mujer y eso era lo que no encajaba. ¡Esa era
Aurora! Debió ser celestial, único, incomparable… besar por primera vez a la
mujer de sus sueños. No, nada de eso. Era como cualquier otra mujer. Ni
siquiera sintió el impulso de seguirla.
Un escalofrío le recorrió
completamente cuando recordó la noche de la fiesta de Beth, cuando había visto
a la desconocida que resultó ser Danaé.
Ese golpe electrizante y esa desesperación… ¿cómo había sucedido? ¿Eso
significaba acaso que si pudo mirar así a Danaé podría mirar a cualquier otra?
¿Superar a Aurora de una vez?
O… no. Él sencillamente no podía
pensar en… Danaé.
No… había… manera.
Porque no estaba seguro de nada.
Porque bien podía amar a Aurora o no, y en cualquier caso, lo destruiría
totalmente. Porque una persona no podía estar así de confundida… no toda la
vida.
Él no había vivido equivocado. Claro
que no.
¿Y qué había hecho? ¿Cuál había sido
su único pensamiento coherente en ese mar de incertidumbre?
Danaé. Hablar con Danaé. ¿Por qué
Danaé? ¿Por qué ella siempre había estado ahí? ¿Por qué ella sabía de Aurora?
¿Por qué?
Se había resistido. Mil veces había
marcado y había desistido. Ahora no. Se
decidió y escuchó su voz. Había querido
sonar indiferente. Pensó que lo había logrado. ¿Y qué pasó? ¿Qué rayos pasó?
Sí, claro. Danaé no estaba sola. Danaé
no estaba confundida ni sufría ni nada por el estilo. Estaba tranquila y
segura, como aquella noche…
Tal y como se despidieron. Solo que,
ahora estaba con alguien. Con Kyle. Con
su ex – novio Kyle para ser preciso. ¿Y qué? ¿Por qué a él le importaría algo
así?
No, no le importaba. Solo le
preocupaba. Sí, eso era todo. Es que Kyle nunca le había terminado de agradar,
eso era todo. No podía precisar por qué,
solo no le agradaba. Y cuando alguien no le agradaba, bueno, él tenía
razón. ¡Él juzgaba bien a las personas!
Aún más en ese caso, cuando era
totalmente objetivo.
Sí… ese último pensamiento hasta a él
le arrancó una risotada. Objetivo. Desde aquella noche, toda su objetividad y
posible control de su vida se había ido de paseo. Sin retorno.
Pensó en mil maldiciones en cuatro
idiomas diferentes pero respiró hondo y trató de controlarse. Así no llegaría a
ningún lugar, a nada en realidad. Tenía que retomar el control como fuera.
Haría lo que fuera necesario. Lo que
fuera. Él no era así y no le gustaba la persona en la que se había convertido.
No.
Lo que sea, estaba dispuesto.
***
Danaé inspiró hondo, llenando sus
pulmones del aire de su bella Italia.
Había extrañado estar ahí, sí que lo había hecho. Todo era tan familiar
y a la vez…
Giró y sonrió. Kyle le devolvió la
sonrisa, besándole brevemente en los labios. Hacía casi dos meses que estaban
juntos. Dos maravillosos meses. Estaba feliz, tranquila y serena.
Le gustaba esa nueva Danaé, tan segura
y simpática. Canadá había sido una buena idea, la mejor idea posible. Sonrió aún
más al ver la Mansión Ferraz, su casa. ¡No podía esperar para ver a su familia!
Fue un momento muy íntimo y familiar.
Su padre Leonardo, su madre Danna, sus hermanos Stefano, Beth y André, sus
sobrinos Marcos y Rose, su tía Melina y su esposo Daniel, y su prima Aurora.
Saludaron con muchos abrazos y les
presentó (nuevamente) a Kyle. También le
dieron la bienvenida con una gran sonrisa. Kyle suspiró aliviado ante la
pequeña reunión. Ella no estaba tan segura, aún. Así que preguntó: ¿Seremos
todos en esta comida? –a Beth, en voz baja.
–No. Naturalmente están llegando
Sebastien y su familia, Carolina, Fernando y Christopher.
–Ah… –asintió. Miró a Kyle, asiéndole la mano con fuerza. Él
puso los ojos en blanco– no es para tanto.
–¡Es para todo! –siseó tratando de no
cambiar la expresión serena de su rostro– ¿él viene, verdad?
–Toda su familia viene. Es como si
fuera…
–Sí, tu familia. Ya lo sé –Kyle la miró con ojos aprehensivos–
¿estás bien?
¿Yo? –se preguntó Danaé, mirándolo como
si se hubiera vuelto loco. Es decir, no era ella a quien parecía que le daría
un infarto en cualquier momento o quien tenía una sonrisa artificial pegada a
su rostro.
–Claro que sí. Espero que tú
también. Ya sé que mi familia puede ser
intimidante y…
–Él no es parte de tu familia –murmuró
bajo.
–Y no entiendo cuál es tu obsesión con
él –susurró también, sin perder la sonrisa– realmente…
–¿Mi obsesión? –Kyle inspiró,
saludando al abuelo de Danaé que había llegado– ¡es él quien no te ha dejado un
momento en paz!
–No sé a qué te… –empezó a decir,
cortándose inmediatamente al verlo llegar.
“Él” venía solo, con su mirada ensombrecida y sin una sonrisa. ¿Eso era posible? ¡Ese no era Alex! No era su…
¡Basta!
–Sí, como no –soltó con sarcasmo Kyle,
aflojando su agarre. Pero Danaé lo
percibió y le tomó firmemente de la mano.
Él sonrió– eso me gusta.
–Estamos saliendo. Estoy contigo –se giró a mirarlo de frente,
sus ojos dorados clavados en los suyos– estoy contigo –repitió.
–Lo sé –asintió él pasándole la mano
por su cabello castaño– gracias. Tu
familia es intimidante –sonrió ampliamente.
–Lo sé –sonrió Danaé– pero estamos
juntos.
Él parecía dispuesto a decir algo más
pero se cortó. De pronto lo sentía tenso de nuevo.
Siguió su mirada. Alex caminaba hacia
ellos con paso decidido.
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