Alex apretó los dientes con fuerza,
mientras aquel pasaba la mano por la cintura de Danaé y la ponía peligrosamente
cerca. Él se sintió furioso, aún más porque sintiera algo así. ¿Qué demonios le
estaba pasando? ¡Él nunca antes se había fijado en eso! Claro, es que ella
nunca antes había usado un vestido así. ¿Cierto? Solo era una niña para él, tan
solo una pequeña y dulce niña, a la que había visto crecer. Siempre sintió una
inusitada ternura por ella, pero nada más. ¿Cómo podría algo más? Sería casi…
bien, solo sería absurdo. No tenía sentido.
Apretó su mano en un puño. Bien, podría
no tener sentido y ser todo lo absurdo que imaginaba, pero eso no evitaba que
sintiera lo que sentía. Fuego en su
interior. Observó a Aurora, su mirada gris siempre tan controlada podía
calmarlo, pero no. Aunque lo miraba con curiosidad, cuando él la miró, ella
sonrió y desvió la mirada. ¿Había notado lo que le pasaba? ¿Por qué lo miraba
cuando antes jamás lo hacía?
Y le preocupó. Realmente sintió un
nudo en el estómago cuando se dio cuenta que no le interesaba más. ¿A quién
rayos le importaba por qué lo miraba tras años de observarla si él ya no sentía
nada? Bueno, solo esa sensación de vacío pero no podía estar seguro. Miró a
Danaé. Ella siempre había estado ahí, desde que recordaba. Nunca, se había
alejado de él. Una presencia constante, como Daila, solo que Danaé era una
hermana que si hubiera apreciado tener, o al menos, eso había pensado. Ahora no
sabía nada más. Nada. No tenía ni idea y…
¿Qué tal si ella le decía todo a
Aurora? ¿Desde cuándo…? Su mirada se posó en Aurora nuevamente. Su porte sereno
y lejano, ¿por qué ahora se le antojaba fría? ¡Estaba loco y no había más que
decir! Necesitaba hablar con Danaé. Sí, lo necesitaba.
¿Cuánto más iba a durar ese estúpido
baile?
Danaé sonrió tras terminar varias
rondas de baile. Los amigos de Lucian eran extremadamente simpáticos y bastante
guapos. ¿Eran americanos? Eso le pareció ya que su italiano era bueno, pero aún
tenían un marcado acento y varias frases las decían en inglés. ¿Era normal que
tantos americanos supieran italiano? –había preguntado y su última pareja de
baile la miró extrañada. – Es parte del
trabajo, imagino –había contestado pero antes de preguntarle, la pieza tocó a
su fin. Sabía que eran americanos porque su acento no se parecía en nada a
Kyle, a quien había escuchado durante tanto tiempo. ¿Por qué había venido él a
su mente?
Cuando se acercó a la mesa que le
habían asignado, encontró su asiento junto a Marcos, quien también observaba
extraña a Beth. Ella siempre había sentido una afinidad con su sobrino, tal vez
la curiosa situación de que él era mayor, había concedido ese extraordinario
poder de observación que poseían los dos.
–¿Qué le sucede? –rompió el silencio
él. Danaé lo miró– ah, tampoco lo
sabes. ¿Y a ti?
–¿Y a mí, qué? –preguntó con un esbozo
de sonrisa– nada, nada de nada.
–Sí,
claro –asintió con sarcasmo– sé que te sucede algo, y también sé que no
tiene nada que ver con Beth.
–Bien –Danaé decidió decirle parte de
la verdad– he recibido una carta hoy de la Escuela de Diseño… –le contó su
aplicación, su ilusión y como no había tenido el valor de abrirla. Marcos asintió.
–Por ahora, es suficiente –su mirada
denotaba que presentía que había algo más–
¿vamos a ver el resultado?
Danaé asintió con una enorme sonrisa.
Apreciaba enormemente a Marcos y se despidió de Beth, sus padres y los demás. Se
iría a casa con Marcos. Ella sintió que
Alex la miraba, como esperando que se quedara junto a él, siempre había estado
para él. No más. Se fue.
Alex observó impotente como Danaé se
alejaba con Marcos. Pensó seguirla pero descartó de inmediato la idea, porque
no estaba sola y no quería arriesgarse a que alguien más escuchara algo. Aún si
fuera Marcos, y él sabía que era discreto. No, la buscaría al día
siguiente. Esperaba tener el suficiente
autocontrol para esperar. ¿Dónde estaba Daila para llevarla de vuelta a casa?
–¿Alex, te pasa algo? –giró. Aurora.
–No, querida Aurora –sonrió despacio–
estoy perfecto, como de costumbre. ¿Por
qué la pregunta?
–No lo sé –se encogió de hombros–
sencillamente, no me has dirigido una sola palabra, querido –rió mirándolo
fijamente– y eso, no es normal.
–¿No? –Alex rió también– ¿no te he
dicho lo hermosa que luces esta noche? ¡Eso no puede estar bien! –extendió su
mano, para invitarle a bailar y Aurora rió encantada tomándola.
–Eres encantador. ¿Lo sabías? –observó Aurora sorprendiéndolo.
Mientras tanto, Danaé entraba a su
habitación seguida de Marcos. Observó
insegura y él sonrió, posando su mano sobre su hombro, alentándola a hacerlo. Inspiró
hondo y abrió el cajón. Ahí estaba la carta.
–¿Ahora? –preguntó Danaé mirándola con
detenimiento. El nombre grabado en el sobre, pasó sus dedos sobre él. ¡Increíble!
–¿Podría ser? –pidió Marcos, un tanto
impaciente. Sus ojos azules brillantes de expectación. Ella sonrió. Lo abrió.
–¡Listo! –exclamó pero él la miró con
una mueca– sí, lo leemos.
Pasó rápidamente la mirada por las
líneas, buscando lo que tanto deseaba.
Había sido aceptada. ¡Aceptada!
Abrazó a Marcos y saltó de
alegría. Iría a la Escuela de Diseño y
ella sabía a qué sede iría. Canadá. Solo tendría que decírselo a su familia pero
estaba segura que la apoyarían. ¡Iría a
Canadá!
–¿Por qué… –preguntó Marcos– tengo el
leve presentimiento que esto es como un nuevo inicio para ti?
–Porque lo es –asintió feliz– no
tienes idea la verdad que contienen tus palabras. Todo de nuevo. ¡Todo!
Ella sentía pesado su corazón. Sabía
que Marcos, que la conocía tan bien, lo veía pero no decía una sola palabra. Él
sabía cuando decir y el momento correcto para hacerlo.
–Sospecho que en Canadá no estarás
sola –murmuró.
–¿Por qué lo dices? –entrecerró sus
ojos, amenazándole con la mirada.
–Cuando sepa la noticia, alguien
saltará de emoción.
–¡Exagerado! –rió Danaé pero sintió un
estremecimiento interior. Kyle. ¿Qué
haría cuando supiera? En realidad, ¿le importaría? Su historia era linda, tierna
y con terminación triste. Habían sido grandes amigos, habían mantenido una
hermosa y larga relación, que había llegado a su fin cuando él tuvo que
regresar a Canadá. Pensaron continuar pero era en vano, los dos sabían que no
avanzaban hacia ningún lugar. Por tanto, decidieron terminar por la sano,
aprovechando la oportunidad que los separaba. Pero de eso, habían sido años.
Ella había cambiado, él podía haber cambiado también, aunque esperaba que no
mucho. ¿Existía una posibilidad de…? Era mejor no pensarlo, no tan rápido. Si
bien, era el único novio que había tenido (bueno, el único “serio”). ¿Estaba
lista?
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