Veinte
minutos después, por increíble que pareciera, todas las mujeres se hallaban
dentro y no parecía un loco gallinero. Algunas, ya se hallaban pidiendo su
bebida mientras que otras, cogían sitio en las sillas para cuando empezara el
espectáculo. Y en grupos muy reducidos y esparcidos, había algunas que se
hallaban compartiendo de pie en rincones pequeños, divertidos anécdotas con ya
bebida en sus manos. Salvando cuatro pillas, que estaban junto a Alex riéndose
como locas al meterse con el joven hombre.
Era
el momento de buscar a su prima, para proceder al sorteo.
La
buscó con la mirada, para hallarla junto a un reducido grupo de chicas en un
rincón junto a una ventana, riéndose por alguna cosa que estaba contando alguna
de ellas.
Iba
ya por la mitad del recorrido, cuando se le acercó una mujer mayor que pocas
veces se había cruzado en el pueblo con ella. Y creía, que todas cerca del
supermercado.
-Perdona
tesoro –La detuvo agarrándola del brazo.
-Dígame
–Se inclinó un poco hacia ella, para poder escucharla mejor al empezar en aquel
preciso momento a sonar la música pro los grandes altavoces.
-Al
que tenéis maniatado, comprendo que le toca ésta noche sufrir un poco bastante
–Dijo con tono risueño-. Pero no creo que sea muy recomendable, que el pequeño
grupo que se halla a su alrededor le de bebida –Silvia frunció el ceño por
aquella señalización-. Creí escuchar algo de una pastilla de viagra en su
bebida.
-¡Hay
mi dios! –Exclamó saliendo disparada hacia el hombre, pero al llegar no fue
capaz de interceptar a tiempo el vaso de cerveza que casi se había liquidado de
un trago éste-. ¡No!
Soltó
de sopetón con mirada alarmada, logrando que las mujeres dieran un brinco por
su pronta aparición y comprendiendo su grito de alarma, al tiempo que echaban a
reír de forma escandalosa, cuando éste las miraba a todas, confundido y algo
receloso.
-¿Qué
ocurre? –Se apresuró Alex a sonsacarle a Silvia, pero vio como era ignorado por
ella, y daba un paso hacía las mujeres con intención de encararse con ellas.
-Quiero
saber si habéis sido capaces de echarle algo a la bebida –Las hostigó,
cruzándose de brazos.
-¡No
me jodais! –Soltó exaltado Alex, mirando a todas esas viejas risueñas que
estaban paradas delante de él.
-No
le va a pasar nada, Silvia –Rió la que tenía el vaso en las manos, siendo
casualmente la mujer del farmacéutico del pueblo-. Solo ha sido media pastilla…
-¡Pero
estáis chifladas o qué! –Bramó casi sacando espuma el hombre-. Qué mierda de
droga me habéis dado, viejas chifladas.
Silvia,
aspiró con fuerza mientras se apretaba con dos dedos, el puente de la nariz y
meditaba rápido, cómo decirle lo que había ingerido.
-La
buena noticia, que no vas a tener alucinaciones y cosas raras… -Hizo una mueca
con los labios, y volteando los ojos al
techo de madera cuando las mujeres volvían a romper en fuertes carcajadas-.
Solo que sí vas a estar, por no sé qué rato…. –Se mordió el labio, mientras
tanteaba medio giro de su mano al aire de izquierda a derecha-. Empalmado
dentro de esos calzoncillos.
-¿De
verdad se va a poner tieso?
Preguntó
una explayada e interesada Elisabeth, que casualmente había escogido el
acercarse a ellos en aquel momento, para poder escuchar lo último dicho por
Silvia.
Alex,
achicó sus ojos para escupir solo veneno dirigido a ella.
-Ahora
comprendo tú mala leche loca –Alzó de forma sardónica la comisura de su labio-.
Has montado todo esto, para poder ver verdaderos hombres desnudos, por ser una
mujer insatisfecha…
-¡Alex!
–Lo riñó Silvia, propinándole un bofetón en la cabeza.
Pero a Elisabeth, no le molestó. Solo rió
fuerte por un segundo, antes de dar dos pasos y posicionarse cara a cara con
él, y a un solo palmo de distancia.
-Alex,
Alex… -Dijo su nombre con cierto arrastre-. Tengo un marido que es puro
semental en la cama, créeme –Siguió diciendo con tono de guasa, antes de
agarrarlo del pelo con una mano y aplastarle la cara entre sus tetas grandes, a
causa de amamantar a su niña-. Al que le gusta dejarme embarazada, para poder
entonces jugar con su juguete, entre mis tetas grandes, a causa de la
lactancia.
-¡Elisabeth
por favor, que lo vas ahogar! –Interrumpió Silvia sorprendida, con las mejillas
arreboladas por lo dicho de su prima.
-Tranquila
–La miró ésta divertida-. Los hombres saben muy bien, como respirar cuando
meten la nariz aquí dentro –Se encogió de hombros, después de soltarlo-. Pero
tranquilo, que seguro te encontramos un alivio para tu pajarito ¿Qué te parece
de dar ya comienzo al sorteo? –Se giró a su prima, quien asintió con la
cabeza-. De ese modo, que lo saque la ganadora de aquí, antes de que sea
violento para el chico –Propuso con un guiño de ojos picaruelo.
-Me
vengaré –Susurró entre dientes, con la mirada entre cerrada y apuntando solo a
las dos chicas.
-Ya
veremos si te quedan ganas o fuerzas –Le lanzó un beso al aire Elisabeth, para
después voltearse con los brazos al aire y soltar un fuerte silbido, llamando
la atención de todas las mujeres que había allí-. ¡Agarren sus papeletas, que
vamos a dar comienzo al sorteo!
Aquello,
causó que se hiciera un pequeño revuelo de risas, gritos y alguna que otra
obscenidad, dicha a pleno pulmón, mientras intentaban pillar un asilla libre o
estar cerca de ellas.
Su
mente, no daba abasto a tantas ideas vengativas que se le iban viniendo a la
cabeza, para poder vengarse sobre esas dos locas, en cuanto se viera libre de
las cuerdas que lo tenían sujeto.
Con
ojos medio cerrados, empezó a estudiar toda mujer que había allí, notando como
su enfado tomaba terreno por su torrente sanguíneo, cuando empezaba a notar
como su anatomía iba despertando en contra de su voluntad, a causa de la
maldita pastilla que le habían colado.
Aquello,
no podía estar sucediéndole. Seguro que se trataba todo de una maldita
pesadilla… Solo tenía que despertar.
¡Y
una mierda! Sabía que no pasaría eso, para su gran alivio hacia su persona.
Seguía
mirando a las mujeres, para buscar a las más viejas y tratar de imaginárselas
desnudas encima de él, y poder ver si así contra restaba el efecto de la
viagra. Cuando, su buscar entre el gentío femenino, se detuvo de forma abrupta
ante una larga y llamativa melena ondulada pelirroja, justo cuando la chica que
tenía a su lado, le alzaba el brazo izquierdo dando gritos y saltos.
¿Qué
ocurría? ¿Qué se había perdido, al quedarse embobado con ella?
-¡Perfecto,
puede subir nuestra ganadora a por su premio! –Exclamó con tono eufórico
Elisabeth, girándose a mirarlo y guiñarle un ojo con cierta confabulación.
¡Hijas
de puta! ¡Sabían lo de Mandy!
Sus
pulsaciones se aceleraban de forma alarmante, notando como aquello provocaba
que mucha sangre fuera a colmarse a un
lugar, que para nada quería que se despertara si resultaba ser entregado aquella
chica pelirroja.
¿Tan
fácil era ver, que se hallaba atraído de forma alarmante hacia aquella chica?
Pensó con gran fastidio, y notando como una soga al cuello, al ver como Mandy
era arrastrada hacia él por la misma chica, que le había alzado el brazo.
-Vamos
Mandy, no seas tímida y ven a recoger tu premio –Aventuró animada Elisabeth,
mientras Silvia se le acercaba con un chico de los del espectáculo, para soltar
su agarre al poste.
-¿Acaso
quieres arruinarme la vida? –Siseó Alex a Silvia, logrando captar su mirada.
-No
–le mostró una encantadora sonrisa-. Solo quiero, que seas igual de feliz que
yo seré en unos días–Informó, dándole un cálido beso en la mejilla, antes de
que el bombero lo obligara a ponerse en pie, al tirar de la cuerda.
-Me
parece perfecto que tú, busques ese tipo de felicidad –Intentó frenar sus pies
en el mismo lugar-. Pero quien te dice que los demás…
-Así,
que el único valiente de los dos es Donovan –Se burló de él, para guiñarle un
ojo y alejarse de allí.
-Joder
–Masculló entre dientes-. Voy a ir al infierno.
No
se quedó para ver como Mandy, solucionaba el que le hubiera tocado un premio
tan peculiar como aquel. Sin que nadie se diera cuenta, salió del lugar para
coger el camino que iba en dirección a la propiedad de Donovan.
Decidió
hacerlo a pie, por el medio del sendero que a más tardar, llegaría en unos
quince o veinte minutos. De aquel modo, llamaría menos la atención y nadie,
sabría donde estaba realmente.
Por
fin, iban a tener una noche tranquila para ellos, donde poder jugar para desprenderse
ella de su equipaje de más.
Una
enorme sonrisa llevaba en el rostro, al pensar que iba a poder abrazar aquel
cuerpo a su libre antojo, sin mil pares de ojos atentos a sus movimientos…
Dormir abrazada al calor de cuerpo… Y ver sus ojos y su sonrisa, nada más
despertar.
Aspiró
con fuerza y henchida de felicidad, al no creerse poseedora de tanta buena suerte.
¡Donovan
la amaba!
Miró
la hora en su reloj, viendo que mejor apresuraba un tanto el paso, pues su prometido
tenía planes para los dos y tenían que regirse por cierto horario.
¿Qué
sorpresa sería?
Muy
a su pesar, tuvo que dejarse llevar como un perro hacia donde se hallaba su
enemigo principal número dos, Elisabeth. Quien sonreía divertida, esperando que
la abrumada Mandy se acercara a ella, para poder entregarle como puro esclavo.
Le
parecía increíble, que fueran a dejarlo en manos de aquella joven, habiendo
consumido aquella maldita pastilla.
Gimió
horrorizado y desesperado para sí mismo, viendo que no iba a ser buena idea.
Aquello, era como ponerle a un niño un bol de caramelos suculentos y nunca
vistos, para decirle, que si no cogía ninguno en un plazo de treinta minutos,
se le entregaría el doble… Era de idiotas, se sabía que la tentación a mano,
podía más que el razonamiento.
Observó
a su ninfa de sus sueños, acercarse allí a paso forzado, gracias por el empuje
de su amiga.
Solo
bastaba un micro segundo, para que un hombre supiera que era más valiosa que el
oro y todo diamante raro.
Una
belleza etérea, con un alto precio a pagar.
Pero
aquella dulzura y timidez… Bien podían valer, el querer quemarse uno por un
momento en el infierno, si así probaba aquellos carnosos y rosados labios.
Era
la única mujer, con la que podía alimentarse solo del aire, si podía quedarse
horas observando aquellos preciosos ojos verdes enmarcados por su cabellera
roja como el fuego.
Pero
por desgracia suya, era una joven de anillo en el dedo, por un beso de pasión. Bueno, así lo había marcado su
padre desde un principio, al ser el cura del pueblo.
Y
él, no era hombre respetuoso para ella, según la mirada de ese poder. Se
merecía, a alguien más puro y cercano a ella.
De
modo, que más le valía morderse el labio hasta sangrar, para no besarla y
cerrar los puños bien fuertes, para no agarrarla como hombre de las cavernas y
sucumbir a su deseo, calmado por aquellos dos largos años que la conocía.
-¿Qué
se supone que conlleva él como premio? –Escuchó la tímida voz, preguntarle a
Elisabeth.
-Lo
que él, se deje hacer –Se encogió de hombros la mujer con un guiño pícaro de
ojos-. Tú te lo llevas, y ya os pondréis de acuerdo en sí dais un apaño ésta
noche –Mandy, abrió los ojos de forma desorbitada-. Bueno, me refiero que si
tienes algo roto en casa, por así decirlo… -Carraspeó un poco la mujer, para no
fastidiar la jugada que habían ideado.
En
todo momento la había mirado a ella fijamente, observando como ésta era
consciente de él, y aún se había sonrojado más.
Siempre
había sabido, que no le resultaba del todo desinteresada a la curiosidad de la
joven.
-¡Pero
no puedo llevármelo a casa! –Dijo apurada con tono estrangulado, estrujando sus
manos.
-Llévalo
donde quieras –Apresuró Elisabeth-. Pero que sea rápido el salir del granero,
pues hemos tenido un pequeño percance al tenerlo bajo nuestra custodia –No pudo
evitar que se le escapara una pequeña carcajada, mientras que la joven chica
fruncía le ceño algo dudosa-. Le han dado en la bebida media pastilla de viagra
y…
-¡OH
por dios! –Retrocedió la joven dos pasos.
-Sí
–Se acercó a ella, para agarrarla del brazo y acercarla al fin al premio, quien
se hallaba callado y las miraba todo serio-. Ya mismo entra en fase de celo por
así decirlo, y créeme que aquí corre peligro con tanta mujer…
-Genial
Elisabeth –Soltó socarrón con mirada despectiva-, ha quedado más que claro, que
me habéis tratado como a un perro lleno de pulgas –Se giró a mirar por un
segundo a su dueña, por calificarla con algún apodo, con cierta mirada amable-.
Pero tampoco hace falta que le pintes un infierno a la dulce jovencita, que ha
resultado ganadora…
Sabía
que su tono, era imperdonable. Pero era mejor para su tranquilidad. Tener a las
mujeres de su alrededor aquella noche, enfadadas con él, antes que fogosas por
el deseo.
Lo
que no se esperaba, es que su dulce ninfa, se fuera a encrespar tanto.
-Ésta
dulce niña, no se asusta porque tú vayas a entrar en fase de erección en tus
calzones –soltó con tono sarcástico, alzando un tanto su barbilla-. Pero si en
verdad, deseas apagar el efecto de esa pastilla, metiéndote entre las piernas
de una o varias mujeres aquí presentes –Se alzó de hombros-. Comprendo que al
pertenecerme, puedo hacer lo que me plazca contigo, como entregarte en ofrenda
a ellas y tú, no podrás rechistar.
Su
verde era desafiante, por ninguna milésima de segundo, se había vislumbrado
sonrojo alguno. Solo el mismo fuego que su larga cabellera.
Vaya,
con su virginal ninfa, pensó sonriendo con una mueca socarrona. Sorprendido, de
que le estuviera aguantado aún la mirada con gran carácter.
¿Sería
todo teatro ensayado? Eso, iba a tratar de averiguar en un periquete.
Y
en menos que canta un gallo, sorprendiendo también a Elisabeth por su velocidad,
alargó su brazo para reposar su mano tras la cabeza pelirroja y de un solo
tirón, la acercó a un centímetro de él, para mordisquear de forma juguetona sus
labios, antes de besarlos de forma dura y corta…
-Solo
me interesa meterme entre tus piernas, como creo que ya hace tiempo dedujiste
por ti sola –Susurró mirándola fijamente-. Ahora, déjate de tanto orgullo y sácame
de aquí, sino quieres que lo haga yo, cargando contigo en mis hombros. Llévame
a casa de mi primo Donovan.
No
hizo falta picar al timbre, pues Donovan había dejado la puerta libre de
cierre. Sabían que iban a estar solos… Todos tenían algo que hacer aquella
noche, pensó con sonrisa traviesa.
Subió
con paso apresurado las escaleras, sin mirar en ningún momento a su alrededor,
para detenerse con el corazón desbocado en el dormitorio de él.
Aspiró
profundamente, alzó su brazo y llamó dos veces con el puño.
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