jueves, 7 de julio de 2016

No puede ser amor 4° -Gaby Ruiz



–Buen día, hija –contestó Leonardo al tiempo que se encogía de hombros– ¿acaso no vigilas el departamento creativo también? –sonrió al recibir un beso de una de sus hijas mayores.
–Yo vigilo todo –Beth contestó con petulancia pero al reír, arruinó el efecto– ¿A qué se debe tanta actividad tan temprano? Todos a punto de desayunar y he visto a André saliendo. Lucía algo molesto…
Danaé sofocó una risita porque Beth había pronunciado el humor de André mirándola directamente a ella.

–Yo no sé nada –advirtió Danaé negando con fuerza– tendrás que satisfacer tu curiosidad preguntándole a él.
–¿A André? Si alguna vez lo encuentro solo… –murmuró y Leonardo alzó la vista.
–¿Qué pasa, hija? ¿Molesta por la vida de tu hermano?
–No estoy “molesta” –señaló Beth– solo que es incómodo que toda mujer que conozco haya tenido un… “encuentro” con André…
–Exageras –restó importancia su padre.
–Sí, tienes razón.  Un “encuentro” con André… o con Alex –completó logrando que todos carraspearan un poco.  Así era Beth, directa, muy directa.
–Eres malvada –murmuró Danaé mirándola con fijeza– Alex no ha tenido que ver en esta conversación…
–Ahí vas de nuevo… –bromeó Beth, provocando un intercambio de miradas entre Danna y Leonardo que mostraban claramente su extrañeza.
–Eres imposible, Beth… –rió Danaé abrazándola y salió rápidamente.  Escuchó con alivio como la conversación rápidamente derivaba a temas de la empresa familiar.
Recorrió el jardín imaginando lo que Beth quería decir.  Bueno, no era nada nuevo que ella notara su “defensa” a Alex, pero, con el paso del tiempo había logrado atribuirle a la gran amistad que los unía.  Beth era perspicaz y había notado el notable cariño de Alex hacia Danaé.  Tal como trataba a Daila –había dicho– como otra hermanita menor. Eso le incomodaba sobremanera, por la sencilla razón que ella jamás sentiría a Alex como sentía a André.  No, ni por un instante. Aún así, ella no tenía más remedio que aceptar lo que Alex podía ofrecerle.  Porque nunca habían existido promesas, nunca nacieron esperanzas de su comportamiento, nunca Alex fue el causante de sus sueños rotos, al menos no de manera consciente.
Todo el día Danaé había pasado feliz, saltando de un lugar a otro, aferrada firmemente a su cuento de navidad. Sonrió, recordando las diferentes entonaciones de voz que Alex hacía para imitar a los fantasmas de la navidad pasada, presente…
Frunció el ceño, considerando seriamente pedirle que volviera a leer para ella. Él había asentido pero podía recordárselo. Los hombres suelen olvidar las cosas, había escuchado que su tía Mel decía una vez…
Escuchó las voces de su tía Mel que precisamente llegaba junto con Daniel, su esposo y su prima Aurora.  Los saludó sonriendo y siguió en su búsqueda de Alex…
–Danaé espera –siguió Aurora detrás– ¿no vamos a jugar? Me dijo tía Danna que querías verme pronto. ¿André dañó las piezas que armamos la última vez del rompecabezas de nuevo?
–No Aurora, es algo mucho más importante –susurró Danaé despertando la curiosidad infantil de su prima.
–Te escucho, Danny –pronunció con una sonrisa. A veces Danaé sentía que Aurora era mayor que ella, a pesar de tener la misma edad, Aurora tenía un aire de madurez tan inusual, tan impropio de la edad.
–Es… –Danaé soltó el aire que contenía– Alex…
–¿Alex? –preguntó extrañada Aurora.
–Hola, niñas –saludó Alex a espaldas de Aurora– ¿me llamaban?
–Hola, Alex –correspondió con una sonrisa Aurora– ¿tú también eres parte de la travesura?
–¿Yo? –Alex sonrió maliciosamente pero negó– no sé a qué te refieres.
–Danny estaba por contarme –Aurora la miró– dime…
–Hummm… –Danaé miró sobre su hombro a Alex, aún atento a ellas y se encogió de hombros–. Has acertado Aurora –sonrió– al inicio, cuando dijiste sobre nuestro rompecabezas. André lo ha vuelto a hacer.
–Lo imaginaba –negó Aurora frunciendo el ceño– André disfruta fastidiando nuestros juegos.
–Yo no he tenido nada que ver –sonrió bastante angelicalmente Alex– de verdad –afirmó ante la incredulidad de Aurora.
–Ya veremos, niño Lucerni –Aurora le pasó la mano por el cabello y fue en búsqueda de André.
Alex suspiró.  Sí, Danaé escuchó como Alex contenía el aliento y de súbito, lo soltaba todo. Eso era un suspiro. Ella, no podía entenderlo pero su corazón se apretó con fuerza como si alguien lo metiera en una caja, demasiado pequeña para contenerlo.  Aurora se encontró en el camino con Christopher, Alex frunció el ceño y se alejó sin mirarla.  Ella no lo sabía, no podía saber ni dar nombre a ese “sentimiento” incipiente… eran tan pequeños. Pero la escena de su niñez marcaría el patrón que seguirían las vidas de los cuatro en adelante.
El paso de los años daba sabiduría a quien los sabía apreciar.  Danaé se había grabado aquella escena, con tanto cuidado como lo había hecho con la escena de la lectura de su cuento.  Por más de una razón, esencialmente porque, a pesar de no entender lo que su tierno corazón gritaba, ella sabía que lo sucedido era importante.  De alguna manera, había anhelado que Alex se quedara con ella, hablara con ella, quisiera leer para ella… pero eso hizo que notara que no iba a ser posible.  Que, a pesar de sus intentos, Alex nunca querría estar a su lado como con Aurora, tan feliz jugando con ella.  Escuchándola y, una vez más, sintió que era la “bebé” de la casa.  A pesar de contar con la misma edad de Aurora… ella era la nena de la que todos cuidaban, que excluían de cosas que “no podía entender”.  Aún era así. Solo bastaba escuchar a Alex, Aurora, André, incluso el mismo Christopher refiriéndose a ella.  La nena, la pequeña que no maduraba a la misma altura que ellos.  Todos eran “serios” y ella… ella seguía soñando.  Así de simple.
–¿Está todo bien, mi niña? –preguntó Danna acercándose a su hija, quien miraba atenta un rosal.
–Sí, mamá… –Danaé sonrió– es solo que, a veces siento que nadie me toma en serio.  Como si aún fuera una niña –hizo un gesto de capricho–. Algunas ocasiones llego a sentirme ¡menor que Daila!
Danna sonrió mientras acariciaba con ternura la cabeza de su hija.  Aún no podía creer como habían pasado los años y lo que habían hecho por ella… como las perspectivas de la vida iban cambiando.

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