jueves, 5 de mayo de 2016

La Redención 8°



Cole había dormido muy mal, había tomado un par de whiskys para quitarse el mal humor que tenía, pero aún así sus sueños habían estado llenos de oscuros presagios, como si corriera por un callejón miserable y sin salida, como si corriera eternamente sin encontrar una luz que lo alumbrara.
Estaba revolviéndose dormido cuando una voz lejana lo despertó sacándolo de aquellas pesadillas, alguien cantaba.
Se levantó y se puso una pesada bata , luego salió semidormido, buscando aquella voz.
Quien tarareaba era Abigail que estaba limpiando la barandilla de la escalera y estaba muy ensimismada en su trabajo mientras cantaba dulcemente.
Se detuvo a mirarla y ella se volvió hacia él.
-¿Lo desperté? – preguntó y Cole asintió con un movimiento de cabeza- Lo siento, no me di cuenta que cantaba en voz alta- se excusó ella.
-No, está bien. De hecho, gracias – respondió y  volvió a su habitación.

Una vez que se vistió, Cole se quedó pensando un momento. Tenía tiempo libre y no estaba muy seguro qué hacer.
¿Qué hacía la gente común para divertirse?
El campo no era opción, usualmente andaban en paseos a caballo y cazaban, no le gustaba ninguna de las actividades, había aprendido a montar de grande y siempre se sentía inquieto, nervioso, y los animales lo percibían. Tampoco se llevaba con la cacería, siempre estaba más identificado con el animal perseguido que con el cazador.
Era temprano para ir a visitar los salones de juego, no tenía humor para alternar en los clubs con los hombres de la alta sociedad para hablar sobre negocios y naderías. Y mucho menso humor para mujeres.
Hacía tiempo que había dejado las peleas, a pesar de que seguía ejercitando su cuerpo.
No le quedaba mucho por hacer, así que llamó a Bart para que le informara sobre las cuestiones cotidianas de su hogar tales como la búsqueda de un nuevo proveedor de víveres
-¿No tiene nada qué hacer, verdad? – preguntó su hombre de confianza con cierto grado de diversión.
-No, la semana que viene si tengo que ocuparme de varios negocios, pero me temo que tengo un par de días libres. Una novia lejos y muy pocas posibilidades de entretenerme legalmente.- dijo frunciendo el ceño y Bart rió con ganas.
-¿Qué tal si empieza por desayunar? Quizás con el estómago lleno pueda tener una perspectiva menos lúgubre.
Cole le hizo caso, pero apenas vio aquella mesa larga donde debía sentarse a desayunar, solo, volvió a sentirse mal, así que se dirigió a la cocina.
-Desayunaré aquí – anunció a las sorprendidas Antoniette y Abigail- e inmediatamente percibió el dulce aroma que invadía el lugar- ¿Qué es? – preguntó mientras se sentaba ante la sencilla mesa para seis personas que había allí.
-Galletas. Antoniette me está enseñando a hacerlas. ¿Quiere una? – respondió Aby y tomando una de la fuente se la alcanzó. El corazón de Cole se aceleró mientras recibía la galleta, el viejo recuerdo de la niña aleteó en su memoria y de pronto se sintió en paz.
Tanto que le dio un buen mordisco sin darse cuenta que la galleta aún estaba caliente.
-¡Diablos! – se quejó y Abigail rió.
- Está caliente aún, acabamos de sacarlas del horno.
-Ahora lo sé.- dijo molesto. Aby le alcanzó un vaso de leche fría y tomó otra galleta, la sopló para enfriarla y se la alcanzó- tenga cuidado esta vez.
La galleta era deliciosa, el ambiente de la cocina cálido y con Antoniette y Abigail charlando y conversando no había lugar para la soledad. Cole se vio invadido por una inusual sensación de bienestar.
Volvió a la cocina para almorzar y para cenar,  la primera vez ,Antoniette lo miró censuradora.
-¿Qué está haciendo aquí? Se supone que va a casarse pronto, ¿cree que a su futura esposa le gustará que se acostumbre a comer aquí?
-No me he casado aún y dudo que porque lo haga un par de días me acostumbre, cuando Victoria sea mi esposa comerá conmigo en el comedor, ahora trae la comida antes que se enfríe y siéntate a comer – indicó Cole y la mujer soltó un bufido pero obedeció.
Los cuatro comieron tranquilamente y  Abigail no pudo evitar desviar su mirada cada tanto para observar a su patrón, había algo distinto en él cuando estaba allí, algo que lo hacía menos duro, incluso su forma de molestar a Antoniette o sus bromas con Bart eran relajadas, como si se hubiese dado una tregua a sí mismo.

La tarde siguiente volvió a llover y no había mucho que hacer en la casa, ni siquiera limpiar era una opción porque con aquel clima sería inútil.
Abigail entró tímidamente al estudio de Cole.
-¿Necesitas algo? – preguntó él que se había puesto a  revisar unos libros contables.
-¿Podría prestarme uno de sus libros? – pidió señalando la enorme biblioteca.
Cole alzó una ceja  intrigado por su interés, para ser sincero la mayoría de aquellos libros habían venido con la casa y otros tantos los había comprado en remates pues se suponía que una biblioteca bien nutrida era una muestra de alto estatus. Él había leído sólo alguno que otro, había aprendido a leer tarde y se había dedicado más a los negocios que a otra cosa , había leído libros de Historia que le resultabas interesante, pero no era lector asiduo de novelas. Ella, en cambio, se veía entusiasmada.
-Elije el que quieras – le dijo y la chica fue hacia los estantes y tras  mirar un rato, tomó dos.
-Gracias- dijo  abrazando los volúmenes y se retiró rápidamente.
Un rato después, cuando el hambre lo obligó a tomar un descanso, Cole escuchó las risas y voces que provenían de la cocina.Se acercó lentamente.
Antoniette, Bart y Eugene, el cochero, estaban sentados concentradísimos, mientras Abigail leía de pie, gesticulaba y cambiaba las voces, era prácticamente una obra de teatro más que una simple lectura.
La pequeña audiencia estaba fascinada por la muchacha y él entendía por qué, no podía quitarle los ojos de encima y su voz lo transportaba a los lugares del relato, de hecho incluso se olvidaba de su tamaño físico o su ropa sencilla. Mientras leía, Abigail era inmensa e impresionante como una renina. De pronto se volvió y lo miró fijamente, su mirada no era huidiza sino tan fuerte como la de él y como si obedeciera una muda orden, Cole entró y se sentó junto al resto a escucharla. Y complacido dejó que aquel pajarillo ejerciera su hechizo también sobre él.
La muchacha leyó casi un cuarto del libro y luego se detuvo porque casi se había quedado sin voz, cuando hizo la pausa, los demás la aplaudieron.
-¿Mañana continuarás, verdad? – preguntó Antoniette ansiosa.
-Ha sido emocionante – alabó Eugene
-Quiero saber cómo sigue- dijo Bart.
-También yo- declaró Cole y le sonrió. La joven pensó que si lograba hacerlo sonreír leyendo podría seguir haciéndolo durante cien o mil días.
Una vez que terminaron de cenar, Cole le pidió al cochero que llevara a  Abigail a su casa.
-No es necesario – dijo ella.
-hay una terrible tormenta afuera y es muy tarde, además son lo preguntaba pajarillo. Es una orden- sentenció pero su tono de voz era suave y calmado. La chica no tuvo más remedio que aceptar , pero se sintió muy avergonzada, más teniendo en cuenta que era extraño llegar a su humilde casa en carruaje. Aún así lo agradeció, porque ciertamente hubiese quedado empapada de regresar caminando.
-Tu jefe es muy considerado – dijo la madre cuando la recibió y Aby asintió algo incomoda.
-Lo es, te dije que es buena persona.
-Abigail…- empezó a hablar la mujer pero se detuvo, no era necesario perturbar a su inocente hija con sus preocupaciones respecto a tanta consideración del Sr. Bayley.

Mientras tanto , Cole le pidió a Bart que Abigail no se quedase hasta tan tarde en la casa.
-No la necesitamos para la cena ni nada de eso, Antoniette vive aquí y es lógico, pero esa muchacha debe regresar a sus casa muy tarde cada noche, asegúrate que desde mañana se vaya mucho antes.
-De acuerdo, jefe. Aunque no lo tomará bien, le gusta cumplir con su trabajo y es el horario que aceptó al entrar a trabajara aquí.
-Dile que así pasará más tiempo con su madre, o que venga antes en la mañana, no lo sé.
-Bien – dijo Bart sin agregar nada más pero sonriendo levemente.
Los días siguientes Abigail se marchó apenas atardecía, aunque antes seguía su ritual de leer en la cocina mientras los demás le hacían de público, cuando terminó el libro, le pidieron que empezara otro, sin embargo Cole retiró de la audiencia, faltaba un par de días para el regreso de Victoria y tenía mucho que preparar.

Sin embargo quien la vio primero no fue Cole, sino Abigail, había pedido una tarde libre para ayudar a su madre con unas entregas, regresaban por una de las calles principales cuando se les cruzó un carruaje que se detuvo frente a una elegantísima mansión.
-Esa es la mansión de los Fernsby- le susurró su madre y entonces Aby observó a la joven que descendía del carruaje. Era alta, lo suficiente como para quedar en armonía con el altísimo Cole, muy bella con sus rizos rubios dorados, lo que la hizo llevarse la mano inconscientemente a su cabeza. Llevaba un vestido con volados y cintas, muy elaborado y lujoso, Abigail pensó en su vestido gris gastado y sus botas más gastadas aún. La piel clara de la joven  Victoria la hacía pensar que no tenía esas horribles cicatrices que llevaba ella en sus manos ni la aspereza pro el trabajo. No había sido intencional compararse con aquella mujer pero inconscientemente lo había hecho, mientras sentía su corazón hundirse.
-¿Abigail? – la llamó su madre notando que algo le sucedía.
-Es muy hermosa, ¿verdad?- La mujer apenas echó un vistazo a la joven noble y luego observó cuidadosamente a su hija.
-Tú eres mucho más hermosa, y  a pesar de tu belleza física es tu interior lo más deslumbrante, mi niña. Lo siento tanto – finalizó y suspiró pesarosa. Abigail la agarró del brazo y le sonrió para confortarla antes de partir volvió a concentrarse en Victoria Fernsby porque iba a acompañada por un hombre, uno que no era Cole.


Al día siguiente, Abigail y el resto de Londres supieron quién era aquel hombre. Victoria Elizabeth Fernsby había vuelto del campo comprometida con Edward Seymour , el Barón de Somerset.
Cole había salido a atender unos negocios y todos en la mansión estaban a la expectativa de lo que sucedería una vez que se enterara de lo sucedido.
No debieron esperar mucho, cuando volvió estaba irreconocible.
-¡Esa maldita zorra! – di gritó apenas entrar a la casa.
-Quizás sea un malentendido, ¿habló con ella? – preguntó Bart intentando aplacarlo.
-¡Ohhhh sí! Termino de hablar con ella. Parece ser que yo malentendí una amistad….y cuando empecé a decirle lo que opinaba sus padres amenazaron llamar a la policía. Aunque cuando le recordé a su padre las enormes cifras de dinero que le facilité para saldar sus deudas, recordó que me debía algo de cortesía. Pero aún así me recordaron que no soy un partido apropiado para su hija, quien resulta haberse enamorado perdidamente del Barón de Somerset que recientemente heredó una fortuna de su abuelo– explicó él en un tono furioso, parecía que escupiera las palabras más que pronunciarlas.
-Señor, estoy seguro que…
-¿Seguro de qué Bart? Porque de lo único que estoy seguro es que haga lo que haga nada va a cambiar, ¿verdad? ¡Para todos ellos seguiré siendo un maldito perro callejero, siempre!- gritó dirigiéndose hacia su estudio. Abigail y Antoniette miraban asustadas desde el umbral de la cocina.
Cole salió del estudio cargando un palo de criquet de un juego que jamás había utilizado, y jamás lo haría.
Aby notó hacia donde se dirigía y salió dispuesta a detenerlo, llegó justo para interponerse entre él y el piano antes que Cole diera el golpe.
-¡No lo haga! – dijo ella manteniéndola mirada del hombre, estaba fuera de control.
-¡Quítate muchacha!
-¡El piano no tiene la culpa! ¡Dijo que se lo daría a su esposa!
-¡NO VA A HABER UNA MALDITA ESPOSA! Dije que te quites de allí antes que lo haga yo.
-No. Seguramente habrá alguien que lo toque algún día, no puede destruirlo, es demasiado hermoso – discutió ella y Cole tomó una bocanada de aire  y se acercó. Antes que se abalanzara sobre ella , Abigail abrió la tapa y  tocó la teclas torpemente dejando oír una melodía. Eso detuvo en seco a Cole, la música pareció  devolverle el sentido común. Abigail se acomodó un poco mejor y  dejó que sus manos se movieran pro las teclas como si intentara recordar un ritmo olvidado.
-Perdone al piano – pidió ella mirándolo.
-¡Me lleve el infierno! – exclamó él, soltó el palo de cricket y volvió a marcharse azotando con fuerza las puertas.
Abigail se largó a llorar.











2 comentarios:

  1. Omooooooooo, que zorra la victoria!!!Pero, él necesita algo más qe una chica consentida y ambiciosa, lo que ya lo ha hechizado, el pequeño pajarillo! Sisssss vas genial!

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  2. Me encanta, pobre Cole, soporto bastante a esa Victoria para que lo deje por otro que acaba de conocer, aunque mejor asi, quiero verlo realmente feliz.

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