Cole había dormido muy mal, había tomado un par de whiskys para quitarse
el mal humor que tenía, pero aún así sus sueños habían estado llenos de oscuros
presagios, como si corriera por un callejón miserable y sin salida, como si
corriera eternamente sin encontrar una luz que lo alumbrara.
Estaba revolviéndose dormido cuando una voz lejana lo despertó sacándolo
de aquellas pesadillas, alguien cantaba.
Se levantó y se puso una pesada bata , luego salió semidormido, buscando
aquella voz.
Quien tarareaba era Abigail que estaba limpiando la barandilla de la
escalera y estaba muy ensimismada en su trabajo mientras cantaba dulcemente.
Se detuvo a mirarla y ella se volvió hacia él.
-¿Lo desperté? – preguntó y Cole asintió con un movimiento de cabeza- Lo
siento, no me di cuenta que cantaba en voz alta- se excusó ella.
-No, está bien. De hecho, gracias – respondió y volvió a su habitación.
Una vez que se vistió, Cole se quedó pensando un momento. Tenía tiempo libre
y no estaba muy seguro qué hacer.
¿Qué hacía la gente común para divertirse?
El campo no era opción, usualmente andaban en paseos a caballo y
cazaban, no le gustaba ninguna de las actividades, había aprendido a montar de
grande y siempre se sentía inquieto, nervioso, y los animales lo percibían.
Tampoco se llevaba con la cacería, siempre estaba más identificado con el
animal perseguido que con el cazador.
Era temprano para ir a visitar los salones de juego, no tenía humor para
alternar en los clubs con los hombres de la alta sociedad para hablar sobre
negocios y naderías. Y mucho menso humor para mujeres.
Hacía tiempo que había dejado las peleas, a pesar de que seguía
ejercitando su cuerpo.
No le quedaba mucho por hacer, así que llamó a Bart para que le
informara sobre las cuestiones cotidianas de su hogar tales como la búsqueda de
un nuevo proveedor de víveres
-¿No tiene nada qué hacer, verdad? – preguntó su hombre de confianza con
cierto grado de diversión.
-No, la semana que viene si tengo que ocuparme de varios negocios, pero
me temo que tengo un par de días libres. Una novia lejos y muy pocas
posibilidades de entretenerme legalmente.- dijo frunciendo el ceño y Bart rió
con ganas.
-¿Qué tal si empieza por desayunar? Quizás con el estómago lleno pueda tener
una perspectiva menos lúgubre.
Cole le hizo caso, pero apenas vio aquella mesa larga donde debía
sentarse a desayunar, solo, volvió a sentirse mal, así que se dirigió a la
cocina.
-Desayunaré aquí – anunció a las sorprendidas Antoniette y Abigail- e
inmediatamente percibió el dulce aroma que invadía el lugar- ¿Qué es? –
preguntó mientras se sentaba ante la sencilla mesa para seis personas que había
allí.
-Galletas. Antoniette me está enseñando a hacerlas. ¿Quiere una? –
respondió Aby y tomando una de la fuente se la alcanzó. El corazón de Cole se
aceleró mientras recibía la galleta, el viejo recuerdo de la niña aleteó en su
memoria y de pronto se sintió en paz.
Tanto que le dio un buen mordisco sin darse cuenta que la galleta aún
estaba caliente.
-¡Diablos! – se quejó y Abigail rió.
- Está caliente aún, acabamos de sacarlas del horno.
-Ahora lo sé.- dijo molesto. Aby le alcanzó un vaso de leche fría y tomó
otra galleta, la sopló para enfriarla y se la alcanzó- tenga cuidado esta vez.
La galleta era deliciosa, el ambiente de la cocina cálido y con Antoniette
y Abigail charlando y conversando no había lugar para la soledad. Cole se vio
invadido por una inusual sensación de bienestar.
Volvió a la cocina para almorzar y para cenar, la primera vez ,Antoniette lo miró
censuradora.
-¿Qué está haciendo aquí? Se supone que va a casarse pronto, ¿cree que a
su futura esposa le gustará que se acostumbre a comer aquí?
-No me he casado aún y dudo que porque lo haga un par de días me
acostumbre, cuando Victoria sea mi esposa comerá conmigo en el comedor, ahora
trae la comida antes que se enfríe y siéntate a comer – indicó Cole y la mujer
soltó un bufido pero obedeció.
Los cuatro comieron tranquilamente y
Abigail no pudo evitar desviar su mirada cada tanto para observar a su
patrón, había algo distinto en él cuando estaba allí, algo que lo hacía menos
duro, incluso su forma de molestar a Antoniette o sus bromas con Bart eran
relajadas, como si se hubiese dado una tregua a sí mismo.
La tarde siguiente volvió a llover y no había mucho que hacer en la
casa, ni siquiera limpiar era una opción porque con aquel clima sería inútil.
Abigail entró tímidamente al estudio de Cole.
-¿Necesitas algo? – preguntó él que se había puesto a revisar unos libros contables.
-¿Podría prestarme uno de sus libros? – pidió señalando la enorme
biblioteca.
Cole alzó una ceja intrigado por
su interés, para ser sincero la mayoría de aquellos libros habían venido con la
casa y otros tantos los había comprado en remates pues se suponía que una biblioteca
bien nutrida era una muestra de alto estatus. Él había leído sólo alguno que
otro, había aprendido a leer tarde y se había dedicado más a los negocios que a
otra cosa , había leído libros de Historia que le resultabas interesante, pero
no era lector asiduo de novelas. Ella, en cambio, se veía entusiasmada.
-Elije el que quieras – le dijo y la chica fue hacia los estantes y
tras mirar un rato, tomó dos.
-Gracias- dijo abrazando los
volúmenes y se retiró rápidamente.
Un rato después, cuando el hambre lo obligó a tomar un descanso, Cole
escuchó las risas y voces que provenían de la cocina.Se acercó lentamente.
Antoniette, Bart y Eugene, el cochero, estaban sentados concentradísimos,
mientras Abigail leía de pie, gesticulaba y cambiaba las voces, era prácticamente
una obra de teatro más que una simple lectura.
La pequeña audiencia estaba fascinada por la muchacha y él entendía por
qué, no podía quitarle los ojos de encima y su voz lo transportaba a los
lugares del relato, de hecho incluso se olvidaba de su tamaño físico o su ropa
sencilla. Mientras leía, Abigail era inmensa e impresionante como una renina.
De pronto se volvió y lo miró fijamente, su mirada no era huidiza sino tan
fuerte como la de él y como si obedeciera una muda orden, Cole entró y se sentó
junto al resto a escucharla. Y complacido dejó que aquel pajarillo ejerciera su
hechizo también sobre él.
La muchacha leyó casi un cuarto del libro y luego se detuvo porque casi
se había quedado sin voz, cuando hizo la pausa, los demás la aplaudieron.
-¿Mañana continuarás, verdad? – preguntó Antoniette ansiosa.
-Ha sido emocionante – alabó Eugene
-Quiero saber cómo sigue- dijo Bart.
-También yo- declaró Cole y le sonrió. La joven pensó que si lograba
hacerlo sonreír leyendo podría seguir haciéndolo durante cien o mil días.
Una vez que terminaron de cenar, Cole le pidió al cochero que llevara
a Abigail a su casa.
-No es necesario – dijo ella.
-hay una terrible tormenta afuera y es muy tarde, además son lo
preguntaba pajarillo. Es una orden- sentenció pero su tono de voz era suave y
calmado. La chica no tuvo más remedio que aceptar , pero se sintió muy
avergonzada, más teniendo en cuenta que era extraño llegar a su humilde casa en
carruaje. Aún así lo agradeció, porque ciertamente hubiese quedado empapada de
regresar caminando.
-Tu jefe es muy considerado – dijo la madre cuando la recibió y Aby
asintió algo incomoda.
-Lo es, te dije que es buena persona.
-Abigail…- empezó a hablar la mujer pero se detuvo, no era necesario
perturbar a su inocente hija con sus preocupaciones respecto a tanta
consideración del Sr. Bayley.
Mientras tanto , Cole le pidió a Bart que Abigail no se quedase hasta tan
tarde en la casa.
-No la necesitamos para la cena ni nada de eso, Antoniette vive aquí y
es lógico, pero esa muchacha debe regresar a sus casa muy tarde cada noche,
asegúrate que desde mañana se vaya mucho antes.
-De acuerdo, jefe. Aunque no lo tomará bien, le gusta cumplir con su
trabajo y es el horario que aceptó al entrar a trabajara aquí.
-Dile que así pasará más tiempo con su madre, o que venga antes en la
mañana, no lo sé.
-Bien – dijo Bart sin agregar nada más pero sonriendo levemente.
Los días siguientes Abigail se marchó apenas atardecía, aunque antes
seguía su ritual de leer en la cocina mientras los demás le hacían de público,
cuando terminó el libro, le pidieron que empezara otro, sin embargo Cole retiró
de la audiencia, faltaba un par de días para el regreso de Victoria y tenía
mucho que preparar.
Sin embargo quien la vio primero no fue Cole, sino Abigail, había pedido
una tarde libre para ayudar a su madre con unas entregas, regresaban por una de
las calles principales cuando se les cruzó un carruaje que se detuvo frente a
una elegantísima mansión.
-Esa es la mansión de los Fernsby- le susurró su madre y entonces Aby
observó a la joven que descendía del carruaje. Era alta, lo suficiente como
para quedar en armonía con el altísimo Cole, muy bella con sus rizos rubios
dorados, lo que la hizo llevarse la mano inconscientemente a su cabeza. Llevaba
un vestido con volados y cintas, muy elaborado y lujoso, Abigail pensó en su
vestido gris gastado y sus botas más gastadas aún. La piel clara de la joven Victoria la hacía pensar que no tenía esas
horribles cicatrices que llevaba ella en sus manos ni la aspereza pro el
trabajo. No había sido intencional compararse con aquella mujer pero
inconscientemente lo había hecho, mientras sentía su corazón hundirse.
-¿Abigail? – la llamó su madre notando que algo le sucedía.
-Es muy hermosa, ¿verdad?- La mujer apenas echó un vistazo a la joven
noble y luego observó cuidadosamente a su hija.
-Tú eres mucho más hermosa, y a
pesar de tu belleza física es tu interior lo más deslumbrante, mi niña. Lo
siento tanto – finalizó y suspiró pesarosa. Abigail la agarró del brazo y le
sonrió para confortarla antes de partir volvió a concentrarse en Victoria
Fernsby porque iba a acompañada por un hombre, uno que no era Cole.
Al día siguiente, Abigail y el resto de Londres supieron quién era aquel
hombre. Victoria Elizabeth Fernsby había vuelto del campo comprometida con Edward Seymour , el Barón de Somerset.
Cole había salido a
atender unos negocios y todos en la mansión estaban a la expectativa de lo que sucedería
una vez que se enterara de lo sucedido.
No debieron esperar
mucho, cuando volvió estaba irreconocible.
-¡Esa maldita
zorra! – di gritó apenas entrar a la casa.
-Quizás sea un
malentendido, ¿habló con ella? – preguntó Bart intentando aplacarlo.
-¡Ohhhh sí! Termino
de hablar con ella. Parece ser que yo malentendí una amistad….y cuando empecé a
decirle lo que opinaba sus padres amenazaron llamar a la policía. Aunque cuando
le recordé a su padre las enormes cifras de dinero que le facilité para saldar
sus deudas, recordó que me debía algo de cortesía. Pero aún así me recordaron
que no soy un partido apropiado para su hija, quien resulta haberse enamorado
perdidamente del Barón de Somerset que recientemente heredó una fortuna de su abuelo–
explicó él en un tono furioso, parecía que escupiera las palabras más que
pronunciarlas.
-Señor, estoy
seguro que…
-¿Seguro de qué
Bart? Porque de lo único que estoy seguro es que haga lo que haga nada va a
cambiar, ¿verdad? ¡Para todos ellos seguiré siendo un maldito perro callejero,
siempre!- gritó dirigiéndose hacia su estudio. Abigail y Antoniette miraban asustadas
desde el umbral de la cocina.
Cole salió del
estudio cargando un palo de criquet de un juego que jamás había utilizado, y
jamás lo haría.
Aby notó hacia
donde se dirigía y salió dispuesta a detenerlo, llegó justo para interponerse
entre él y el piano antes que Cole diera el golpe.
-¡No lo haga! –
dijo ella manteniéndola mirada del hombre, estaba fuera de control.
-¡Quítate muchacha!
-¡El piano no tiene
la culpa! ¡Dijo que se lo daría a su esposa!
-¡NO VA A HABER UNA
MALDITA ESPOSA! Dije que te quites de allí antes que lo haga yo.
-No. Seguramente
habrá alguien que lo toque algún día, no puede destruirlo, es demasiado hermoso
– discutió ella y Cole tomó una bocanada de aire y se acercó. Antes que se abalanzara sobre ella
, Abigail abrió la tapa y tocó la teclas
torpemente dejando oír una melodía. Eso detuvo en seco a Cole, la música
pareció devolverle el sentido común. Abigail
se acomodó un poco mejor y dejó que sus
manos se movieran pro las teclas como si intentara recordar un ritmo olvidado.
-Perdone al piano –
pidió ella mirándolo.
-¡Me lleve el
infierno! – exclamó él, soltó el palo de cricket y volvió a marcharse azotando
con fuerza las puertas.
Abigail se largó a
llorar.
Omooooooooo, que zorra la victoria!!!Pero, él necesita algo más qe una chica consentida y ambiciosa, lo que ya lo ha hechizado, el pequeño pajarillo! Sisssss vas genial!
ResponderEliminarMe encanta, pobre Cole, soporto bastante a esa Victoria para que lo deje por otro que acaba de conocer, aunque mejor asi, quiero verlo realmente feliz.
ResponderEliminar