Tenía
el cerebro demasiado saturado, necesitaba antes que nada un café.
Con
su camisón de algodón, pelo aleonado y refregándose los ojos, pasaba por el
marco de la cocina minutos después, cuando sus pies se clavaron en el suelo.
Allí, con cara de haber dormido como un bebé, se hallaba un Donovan clavando
sus dientes en una deliciosa tostada de fresa que preparaba Camila.
¡Joder,
y ella de aquella guisa!
-¡Buenos días preciosa! –Saludó Camila con su tono cantarín de siempre-. Mis sinceras felicitaciones –soltó feliz con un guiñó de ojos-. Tu madre me ha puesto al día de los nuevos acontecimientos.
-¿De todo? –Alzó una ceja inquisitiva, al ver como el hombre aún no había abierto la boca, sino que
seguía con la mirada fija en ella, marcando su ceño algo de lo más normal.
-Sí -rió la mujer, ajena a lo qué ocurría entre ellos dos-, incluso de las tonalidades por las que pasó el rostro del Alex, al darle tú… -Rió más fuerte-. ¿De verdad que se lo merecía el pobre? –Siguió riendo, mientras le servía su café junto al de Donovan.
-Y creo que me quedé corta, pues no pude soltar toda mi adrenalina –Rebufó, yendo a sentarse al lado de su vaquero, quien por su asombro seguía con la misma actitud-. ¿Dónde están todos? –Preguntó extrañándole lo solitaria que se veía la cocina, con toda la gente que había aquellos días en la casa.
-Los están bañando –Rió Camila-, ayer llegaron agotados y sucios, pero no tuvieron corazón de despertarlos. Y tú madre, fue con tu tía y tú suegra, a la ciudad –Informó no dándole importancia.
-Mierda –Masculló por lo bajo, sabiendo el ajetreo que se le avecinaba-. Qué… -Farfulló cuando por sorpresa, Donovan alargó su mano y le abrió el escote del camisón, para mirar por un segundo dentro de él volviéndolo a soltar de inmediato, mientras carraspeaba y daba un trago enorme a su café-. ¡Por qué carajo hiciste eso! –Siseó entre dientes, cuando Camila se hallaba en una parte alejada de la cocina.
-Al menos, tienes algo de decoro –Volteó los ojos, mientras empleaba tono satírico-.Te pusiste bragas, porque sostén lo debiste perder por el camino a la cocina.
Por un momento, se vio colapsada.
Aún estaba asimilando, que el hombre le había mirado las tetas de una forma muy natural, como si llevaran tiempo de relación y no le debas ya importancia a los gases de tú pareja, cuando en verdad solo eran unas pocas horas.
Y otro punto, que era el que no dejaba que sus mejillas se encendieran como una fresa a causa de la vergüenza. El enfado. ¿Acaso iba a controlarla con su andar por casa?
-Es mi casa –subrayó con tono seco.
-Cierto –asintió con gesto de cabeza-, pero también te recuerdo que tienes invitados –Chascó la lengua-. Y tú cocina, es donde tienen libertad los trabajadores míos y tuyos, para entrar sin llamar.
-Donovan –Siseó su nombre, pendiente en todo momento de Camila-, si no te gusta lo que ves, te aguantas –Señaló orgullosa con cierta mueca en los labios.
Solo fueron dos segundos, en los que mantuvieron sus miradas desafiantes en total silencio. Después, para asombro de ella fue Donovan, quien rompió la tranquilidad que había en la estancia, dando un vuelco en el corazón a las dos mujeres.
Soltando un fuerte resoplo, al tiempo que retiraba su silla con fuerte estruendo hacia atrás y se posicionaba en pie, sin apartar ni un ápice sus ojos de ella y le hablaba en un gruñido.
-Ese es el problema –su voz era grave, cuando alargó sus brazos para agarrarla y alzarla en el aire, depositándola al momento encima de la mesa larga del desayuno-. Que me gusta demasiado lo que veo –Escupió antes de chocar sus labios con fuerte deseo contra los de ella.
-¡Jesús! –Pronunció Camila por el acto que llevaba a cabo el hombre.- Ya podríais iros a un lugar más privado –Soltó con un fuerte carraspeo-. Están por bajar los niños….
-Tarde –Corroboró Elisabeth, apareciendo allí y cerrando el paso veloz a sus hijos-. ¡Cortad el rollo! –Los riñó riendo-. Iros al granero…
Silvia se separó con falta de aliento y el mayor sentido de vergüenza, que jamás había tenido. Ni siquiera se atrevía a levantar la mirada, por no querer ver los ojos de él, sabiendo que volvería a caer en su embrujo.
-Solo le daba los buenos días a mí prometida –Habló guiñando un ojo, mientras agarraba su stetson y se encaminaba a la puerta.- Lugo te llamo, en cuanto vea que llega el camión con las reses.
Solo pudo asentir con un gesto de cabeza. Aún estaba cogiendo aire, para calmar sus pulsaciones alocadas.
-Camila, déjame un trapo para limpiar la impureza de la mesa –Bromeó Elisabeth, divertida al ver el estado de la joven-. Ahora comprendo tu desesperación –rió, sentando a sus hijos a la mesa-. Estás verde, pero que muy verde en el tema y a la vez, deseando de caer como fruta madura del árbol –Indicó con metáforas a causa de los niños.
Se giró a ella con las piernas aún temblorosas, por la corriente de pasión que había activado en todo su cuerpo.
-Yo no me rio –Gruñó, volviendo a ocupar su lugar en la mesa.- Me tiene muy confundida y… Y…
-¿Hambrienta? –alzó una ceja Elisabeth divertida.
-Descolocada e hipnotizada –Apuntó Camila, dejando platos en el centro de la mesa, sin perder su humor-. Ese ataque, nos gusta hasta las de mi quinta… -Siguió riendo.
-Creo que es bipolar –Acusó ofuscada por volver a sentirse frustrada de deseo sexual.
-Mujer –Rió abiertamente su prima-. Él, solo está poniendo en práctica de lo que te quejabas ayer –Dio un sorbo a su café.- Recuerda, querías que te tocara más.
Silvia la miró enfurruñada.
-Quiero muestras de cariño –Gruñó con mosqueo e incompleta-. No que me encienda el interruptor y corte de sopetón la luz… -Indicó con metáforas por los críos-. Así, solo conseguirá que tenga un maldito corto circuito.
-¿Del bueno o del malo? –Bromeó riendo su prima.
-¡Demonios! –Gruñó poniéndose en pie-. Voy a darme una ducha.
-¡Que
sea fría! –Bromeó aquella vez Camila, esperando a que saliera de la cocina.
Colgaba
el teléfono, cuando se le acercaba el capataz de Silvia, con gesto negativo de
cabeza y enorme sonrisa en el rostro.
-¿Qué
te ocurre? –Preguntó directamente, mientras anotaba algo en la agenda del teléfono.
-¿Hoy
no te has pasado por el barracón de los peones, verdad? –Preguntó también pero
con una sonrisa ancha.
-No
–Respondió notando como no le iba a gustar, lo que fuera a decirle el hombre.
Micke
rió por lo bajo, volviendo hacer el mismo gesto negativo.
-Pues
deberías pasarte por éste y por el barracón de tu finca –Señalizó, viendo como
el vaquero fruncía el ceño-. Alex ha montado una divertida apuesta –Explicaba,
tratando de aguantarse la risa.
-¿Apuesta?
–Repitió-. Tratándose de mi primo, creo que me voy a enfadar bastante –Aspiró con
fuerza, para tratar de calmarse, pues aún seguía un poco alterado por el beso
con Silvia de aquella mañana-. ¿De qué va esa apuesta?
-Primero
–alzó un dedo-, que sepas que hay mucha gente apuntada –seguidamente hizo una
mueca con los labios-. Segundo, y menos te va
a gustar… -Soltó un resoplido algo incómodo, mientras se rascaba la
nuca.
-Micke
–Lo animó a seguir con cierta impaciencia.
-Tú
madre, tu suegra y la tía de Silvia –Volvió a coger aire, al ver como la mirada
del hombre se convertía en una fina línea-. Llevan la otra parte de la apuesta
en el pueblo –Allí, Donovan alzó una ceja inquisitivo-. Y tercero… -Carraspeó
un poco-. Cada uno ha escogido un día, hasta la noche de bodas, por ver si lográis
acostaros antes de ella.
-¡Qué!
–Bramó incrédulo, casi comiéndose al pobre hombre-. ¡Acaso os habéis vuelto
idiotas!
-Recuerda
que yo no pinto nada –Soltó reculando tres pasos-. Implica a tú familia y la de
Silvia.
-Ahora
comprendo muchas cosas –Habló en un siseo-. Si tan aburridos están, para
apuntarse a idiotas apuestas –Sonrió de forma maquiavélica-, que no se
preocupen que les daré cosas para tapar esos agujeros de aburrimiento en su
día.
Micke
soltó un quejido de fastidio.
-Ojo,
que puede volverse todo en tu contra.
Donovan
soltó un resoplo frustrado.
-Y
debo dejar que husmeen y dirijan mi vida sexual, por estas dos semanas –El capataz
se encogió de hombros.
-Creo
que el sol les ha tostado demasiado el cerebro a todos –Habló comenzando a
caminar hacia su todo terreno.
-¿No
irás ahora en busca de Alex, cierto?
-No
–Sonrió calmando un poco al hombre-. Porque sé que lo mataría al apretarle el
pescuezo –Abrió la puerta-. Solo quiero ir a estudiar mí alrededor, sobre esa
dichosa apuesta. Ver, el interés que ha captado en mis vecinos y amigos.
-¿Y
no es mejor hacerte el loco? –Dijo en tono medio en súplica.
-Según
me halle de ánimo, veré como lo enfoco –Sonrió con benevolencia, cerrando la
puerta y arrancando el vehículo tras sentarse en él.
VAYA BESO!! VAYA ESCENAAAAAAAAAAAAAAA!! Y todos metidos en la apuesta? Jajaj qué gente más metiche e interrumpidora con las ganas que se tienen!!No seas tan malaaaaaaaaaaaaaaaaa, pobre Silvia!
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