Blackdalion,el León y la Rosa
Sean no se parecía a su padre, aunque él lo
deseaba, quería poder llegar a ser
aunque sea una fracción de la clase de hombre que era Connor
Blackdalion.
En realidad, Sean era un calco de su padre en el
aspecto físico, los mismos cabellos rubios claros, los mismos ojos color plata,
la misma altura y estructura física,
pero su carácter era diferente. Sean era
circunspecto y práctico como su madre, a veces demasiado. Connor decía que era la maldición de los hermanos
mayores, la única excepción a aquella regla eran los revoltosos hijos de
Kalymera, pero todo lo que hacía Kaly era excepcional, incluso los mellizos.
Tal vez
fuera cierto, ser el mayor- incluso era el mayor de toda la joven generación -
lo cargaba con la responsabilidad de ser
serio y cauteloso.
Sean medía las consecuencias de sus acciones,
calculaba cada paso que daba sin cometer errores.
Y quería ser un digno hijo de sus padres. Por eso
había aceptado con orgullo el encargo de Connor y estaba dispuesto a dar lo
mejor de sí para obtener buenos resultados, iba a Ravlenar a tratar de
encontrar una solución a sus problemas económicos
Desde hacía un par de décadas aquel poblado
desprotegido se había anexado a Levany. Mantenían cierta independencia, pero
Connor Blackdalion seguía siendo quien los protegía y a quién recurrían en
tiempos de dificultades. Era un pueblo dedicado a la agricultura pero las
últimas cosechas habían sido malas, y la situación seguía empeorando,
necesitaban alguna alternativa que les permitiera sobrevivir. Connor ya había
estado allí un año antes, intentando mejorar los cultivos, pero parecía ser que la tierra se negaba a
ayudarlos. Nada crecía como debía y la gente empezaba a desesperar.
El Señor de Levany le había pedido a su hijo que
fuera a evaluar la situación, que pasara un tiempo en el lugar y pensara una
solución o al menos le hiciera un informe
concienzudo para que pudiera intervenir o recurrir al rey por ayuda si fuera
necesario.
Sean era bueno resolviendo problemas, él era el
mayor de cinco hermanos y eso le había dado cierto entrenamiento.
Recordaba haber visitado Ravlenar siendo muy
joven, pero no había vuelto nunca más, así que prácticamente era un extraño.
Tuvo dudas sobre cómo lo recibirían, si bien era el heredero de Levany, era
joven aún y podían desconfiar de él. Ahuyentó aquellos pensamientos y aceleró
el trote de su caballo.
El molino había explotado, bueno no explotado
porque eso no podía suceder, pero sí se
había roto muy estruendosamente y ella había sido la culpable.
En realidad ella siempre era la culpable de todos
los desastres que sucedían, no porque los provocara intencionalmente sino
porque simplemente sucedía.
Cairenn atraía los problemas como un imán, lo que
sumado a su torpeza era la receta ideal
para el caos.
Había intentado moler algo de grano para
sorprender a sus padres cuando regresaran, pero el mecanismo se había trabado y
al intentar arreglarlo algo había salido mal. Muy mal.
Y por si aquello fuera poco, la yegua entró en
trabajo de parto, estaba sola pues su familia había ido a visitar a una tía que
vivía en otro poblado, y habían tenido la gran
idea de dejarla a ella a cargo de todo. Había intentado convencerlos que
era una mala idea, pero sus padres habían sonreído afectuosamente y habían
hecho caso omiso a sus ruegos. Ahora tenía un molino colapsado y una yegua
sufriendo. Amaba los animales, pero no solía encargarse de los partos, trató de
ayudar, pero parecía ser que el potrillo estaba mal acomodado. Necesitaba ayuda
experta con urgencia o los perdería a ambos.
Tomó la carreta y salió deprisa, azuzando a su
caballo, no tenía mucho tiempo si quería salvar a madre e hijo.
Iba tan nerviosa y apurada que cuando el jinete
apareció en el camino fue incapaz de evitarlo.
Maniobró la carreta pero aún así perdió el control y a medida que
se daba vuelta se dirigió hacia el hombre, lo alcanzó a ver lanzarse del
caballo hacia ella, parecía intentar frenarla y luego todo fue un completo
desastre. Finalmente, terminó golpeada, entre maderas rotas y abrazada a un completo
desconocido. Por un momento el aturdimiento y el susto la hicieron olvidar
todo.
-¿Está bien?- Preguntó el hombre preocupado y él
se veía en tan mal estado como ella
misma.
-Sí, sí – respondió y de pronto recordó porque iba
en aquella loca carrera- ¡El bebé! – exclamó y el joven rubio la miró alarmado
al tiempo que la ayudaba a ponerse de pie.
-¿Está usted embarazada?
- ¡No! Mi yegua…Está por parir y necesito buscar
ayuda porque algo está mal – explicó quitándose el cabello enrulado de la cara
y mirando directamente a aquel hombre que la observaba confundido. Imaginaba
que se veía como una loca y él la observaba tan atentamente con aquellos ojos
plateados que volvió a ponerse nerviosa.
-¿Es lejos? – preguntó él repentinamente.
-¿Qué?
-Su casa, ¿queda lejos? Puedo ayudar.
-¿De verdad? - lo interrogó. Ahora se lo veía
cubierto de tierra y algo maltrecho, pero en su aspecto general no parecía ser
la clase de hombre que sabía atender el parto de una yegua.
-Sí, vamos , enséñeme el camino - le dijo y fue a buscar
a su caballo que había quedado a un costado del camino, mientras el de ella
había huido al soltarse de la carreta durante el accidente. La muchacha se
quedó parada sin saber bien qué hacer.
-Mi nombre es Sean- dijo él – y deberíamos irnos
si es tan urgente- le dijo y le dio la mano para ayudarla a montar junto a él.
-Soy Cairenn- dijo ella y aceptó la mano masculina
para subir. Necesitaba ayuda y la había encontrado aunque de una forma muy poco
convencional y estaba muy agradecida de que él ofreciera ayudarla en lugar de
reclamarle lo sucedido.
Tras una corta cabalgata llegaron a la casa de la
joven y ella lo guió rápido a los establos, Sean se quitó la capa, se arremangó
la camisa cuidadosamente y se puso manos a la obra.
Le pidió que ella calmara a la madre, así que
Cairenn se ubicó junto a la cabeza de la yegua y le habló quedamente mientras
la acariciaba con ternura.
Media hora después, el potrillo nació y cuando al
fin se puso en pie, ambos lo miraron emocionados, la jovencita se limpió
disimuladamente unas lágrimas.
-Van a estar bien – aseveró Sean y ella le creyó,
aquel hombre rubio transmitía mucha seguridad y confiabilidad.
-Gracias – dijo sinceramente sonriendo con calidez
y él le devolvió el gesto. Por un segundo la chica quedó impactada, lo había
visto serio, preocupado y concentrado en su tarea, pero cuando sonreía relajado
era algo impactante. Se recordó que era alguien que acababa de conocer, en
circunstancias extremas, no había sido nada hospitalaria. Lo había atropellado
y luego lo había puesto a trabajar
apenas conocerlo.
- Me alegra que todo haya salido bien – sentenció
él.
-Debería entrar a la casa y lavarse – sugirió ella
señalando sus manos y antebrazos sucios.
-¿Está usted sola? – preguntó formalmente y ella
asintió.
-Mi familia está de viaje.- declaró con sinceridad
y sin desconfianza.
-Entonces será mejor que no entre, no sería
correcto – se explicó formalmente.
-Aún así debería lavarse- insistió ella,
finalmente lo guió al pozo de agua donde Sean se aseó rápidamente. Y ella le alcanzó
algo para secarse.
-Tal vez yo pueda ayudarlo ahora, ¿es su primera
vez en Ravlenar?¿Hay algo que pueda hacer por usted?
-Sí, he venido a reunirme con el jefe de la aldea,
si pudiera indicarme dónde encontrarlo, se lo agradecería.
- Por supuesto, pero ¿por qué lo busca? – preguntó
siendo precavida.
-Es verdad, no me presenté adecuadamente. Soy Sean
Blackdalion, hijo de Connor Blackdalion y mi padre me ha enviado en una misión,
para ver cómo puede resolverse el problema productivo de la aldea – se explicó
él.
-Oh, ya veo – musitó Cairenn y se retrajo un poco.
El hombre que tenía allí delante era nada menos que el heredero del Señorío, no
podía decirse que ella le hubiera dado un trato acorde a su estatus. De pronto
se sintió muy avergonzada.
-Cairenn – la llamó él por su nombre al notar que
la chica había retrocedido un par de pasos alejándose- ¿sucede algo?
-No, supongo que no imaginé que un heredero Blackdalion se dedicara a atender
partos de animales – dijo y la mirada plateada de él cambió de tonalidad
volviéndose un poco más oscura, como el acero. También su voz fue un poco más
dura.
- No soy un título, y hay muchas cosas que hago,
siempre he ayudado en cada tarea de Levany, sea la cosecha, los animales o
cuidar a mis hermanos – dijo y la joven sintió que lo había ofendido.
-Lo siento, no quise ofenderlo.- se disculpó.
-Sí, lo sé- respondió y se dio cuenta que había
exagerado, pero le había molestado mucho que ella cambiara de actitud al saber
quién era, mejor dicho al saber su título porque lo que él era iba mucho más
allá de eso. Luego pensó que era la reacción natural de quienes no lo conocían,
y trató de restarle importancia.
-Voy a buscar otro caballo y lo llevaré, allá –
propuso y él asintió quedamente.
Durante el camino Sean hizo muchas preguntas sobre
el lugar y sus habitantes y Cairenn contestó complacida por el interés del
joven Señor, por lo visto su intención de ayudar era sincera. Luego reflexionó que quizás era parte de su
personalidad, la había ayudado en el accidente, luego con la yegua y ahora
buscaba ayudar al poblado para salir de la crisis. El trayecto fue breve y
pronto llegaron al hogar de Neill, jefe de la aldea. Desmontaron y se
dirigieron a la casa, el hombre que los atendió era bastante mayor y su rostro
se iluminó al ver a la joven.
-¡Pequeño Desastre, qué bueno que decidieras
visitarme! ¿Ha sucedido algo?
-Mucho, pero en realidad vengo a acompañar a
alguien que quería verte, aunque también necesitaré ayuda.
- Pasen – dijo el hombre invitándolos a entrar.
-Soy Sean Blackdalion – se presentó el joven.
-Ah, así que has venido. Tu padre dijo que
enviaría ayuda. Hablemos.
-Entonces los dejaré solos – dijo la muchacha.
-Cairenn, pequeña, dijiste que necesitabas ayuda.
-Sí, con el molino. Explotó…
-¿Qué?- preguntó el anciano sorprendido. Y Sean
también la miró con curiosidad.
-Bueno, no sé si sea el término correcto, la
cuestión es que se rompió y sería bueno que estuviera funcionando cuando mis
padres regresaran. Pero puede esperar un poco más, iré a hablar con Roisen
sobre los preparativos de la fiesta y luego veremos qué podemos hacer. Supongo
que estarás ocupado con el Señor Blackdalion.
-De acuerdo, conseguiré quién te ayude. Y Cairenn
trata de no meterte en ningún problema más por el día de hoy.
-Creo que ya tuve mi cuota – dijo la joven, luego
le dio un beso en la mejilla al anciano y salió.
-¿Habrá algún festejo? – preguntó Sean recordando
las palabras de la joven.
-Sí, será mi cumpleaños número ochenta, tal como
está la situación no creí que fuera buena idea festejar, pero Cairenn y mi hija
han insistido, y esa muchachita despistada ha organizado todo. Me preguntó qué
clases de problemas causó hoy.
- El molino y me atropelló con la carreta …-
comentó el joven con una sonrisa pensativa.
- Dado que pareces estar en buenas condiciones,
creo que podemos sentirnos afortunados, bien joven, ¿qué te parece recorrer un
poco el lugar? – invitó el hombre y el joven rubio estuvo de acuerdo.
La recorrida por el poblado no fue muy alentadora,
ciertamente la agricultura no estaba funcionando y no parecía haber ninguno
otro medio para la subsistencia. Necesitaba estudiar cuidadosamente la
situación así que el joven Blackdalion aceptó el ofrecimiento de Neill de
hospedarse en su casa durante unos días.
-Mi casa es humilde, pero eres bienvenido- dijo el
hombre.
-Es un honor para mí y lo agradezco – dijo Sean modestamente.
-¿Por casualidad sabes algo sobre molinos? –
preguntó el anciano y el joven lo miró adivinando qué favor iba a pedirle.
Un rato después se encaminaba solo hacia la casa
de Cairenn ya que Neill había sido llamado para atender otros asuntos.
Observaba el paisaje atentamente cuando unos
gritos infantiles lo alertaron.
-¡Allí está! – gritó un niño
-¡Un poco más allá!- indicó una niña
-¡Está asustado! – comentó otro y Sean elevó la
mirada. Sobre la elevada medianera había un gatito y caminando en precario equilibrio para tratar de
rescatarlo estaba una joven de rizos algo rebeldes.
Tenía suficiente experiencia con sus hermanos
menores para anticipar lo que sucedería, apresuró el paso para llegar justo
cuando Cairenn atrapó al gatito y pisó en el aire.
No fue una atrapada elegante, de hecho, ella cayó sobre él derribándolo, aún así el cuerpo masculino sirvió para evitar que la
muchacha se golpeara.
Cairenn pestañeó confusa, se había inclinado para
alzar al gato y de pronto estaba con el animalito fuertemente apretado, en el
suelo, sobre Sean Blackdalion, una vez más.
-¿Está bien? – preguntó él levándola y dejándola
de pie como una niña.
-Sí, sí, gracias – susurró y los niños se acercaron
a ellos. Cairenn les dio el gatito recomendándoles que lo cuidaran mejor y
ellos se fueron corriendo luego de agradecerle.
-¿Rescata gatos también?
- Algo ocasional, creo que no debería convertirlo en una ocupación – dijo sonriendo
al tiempo que se sacudía la falda.
-Creo que no- observó frunciendo el ceño - ¿Está
segura que no se lastimó?
-Sí, ¿y usted? No tenía intención de caerle
encima, lo siento.
-Y yo intentaba atraparla correctamente, pero fue
más rápida en caer de lo que calculé.
-¿Puedo preguntar dónde iba? ¿Se perdió?
-No, iba a su casa, Neill me pidió que la ayude
con el molino.
-¿También sabe arreglar molinos? – preguntó
asombrada y él casi se sonrojó, si eso fuera aceptable.
-Sí , es posible que pueda ayudar– dijo casi en un
susurro. Por lo general se sentía muy orgulloso de lo que sabía, había
aprendido todo lo que podía ser útil o de ayuda para resolver cualquier
problema que pudiera presentarse. Sus hermanos y primos lo molestaban por eso,
pero era algo que le daba seguridad, sin embargo ahora que aquella joven lo
miraba tan sorprendida se sentía ligeramente avergonzado. Quizás sonaba
demasiado pedante.
-Sería bueno si pudiera estar arreglado cuando
regrese mi familia, pero me temo que ya lo he incomodado mucho y además tiene
tareas más importantes. Estoy segura que no se negó por educación, pero no parece adecuado que esté arreglando el
molino.
-¿Conoce a alguien más que pueda hacerlo? –
preguntó y ella sacudió la cabeza en forma de negativa- Entonces intentaré
ayudarla- aseveró y se encaminó hacia la casa de la joven.
-Pero Señor Blackdalion… - intentó frenarlo.
-Cairenn – dijo él serio y ella lo miró
consternada - ¿Podríamos tratarnos de forma informal? No hay tanta diferencia
de edad, y juro que tanta pleitesía me está incomodando – dijo algo irritado,
estaba cansado de que a cada lugar que iba le hicieran reverencias o lo
trataran como si fuera alguien superior, muy diferente a ellos. Algún día sería
el Señor de Levany y tomaría su papel con suma responsabilidad, pero aún no, e
incluso cuando ese día llegara no quería que lo trataran con reservas
inspiradas por un respetuoso temor a su título.Quería el respeto ganado por
derecho propio.
-Sean – dijo ella casi como si estuviera probando
como decir el nombre –está bien, aceptaré la ayuda, una vez más. Y prometo que
encontraré la forma de pagar mi deuda.
-No creo que la ayuda deba pagarse.
-Tres veces me parece un exceso, y tengo orgullo,
no me gusta causar problemas, aunque suelo hacerlo... – dijo ella con
resignación.
-Al menos te metes en problemas intentando ayudar,
no sólo por el placer de causar problemas.- evaluó entrando en confianza.
-¿Hay gente así?
-Mis hermanos menores, mis primos...es una larga
lista – dijo él
-¡Ohhh! Supongo que entonces por eso es...eres...
tan...diligente.
-Sí, soy el hermano mayor – aseveró con
resignación, llevaba tantos años arreglando desastres de sus hermanos y primos
menores que era casi un reflejo.
-También yo soy la mayor – dijo ella con tono
alegre y sonriendo, Sean devolvió la sonrisa sin poder evitarlo.
Un rato después Sean estaba sumergido de lleno intentando
arreglar el molino. Caireen le había ofrecido su ayuda, pero por el momento él
no la había requerido y estaba trabajando serio y concentrado.
La chica aprovechó para observarlo con cuidado y
rezar que nada le sucediera, era normal que ella tuviese “accidentes” pero que el
heredero Blackdalion se lesionara por su culpa ya sería demasiado, incluso para
ella. Y en muy poco tiempo ya le había dado un par de golpes al caerle encima.
Estaba pensando en eso, cuando sintió los ruidos
del mecanismo puesto en funcionamiento.
-¡¿Funciona?! – preguntó a mitad de camino entre
la ilusión y la admiración.
-Eso parece – dijo él mientras se sacudía las
manos y ella se le acercó con los ojos chispeantes.
-¡Gracias! – exclamó encantada, al menos no
tendría que decirle a su padre que el molino no andaba. Y se debía a ese hombre
de ojos color plata que llevaba el cabello y la ropa desordenados y tenía las
manos manchadas por el trabajo.
-No fue nada – respondió algo cohibido, solía ser
un poco engreído cuando arreglaba algo, pero ahora era distinto, la mirada
transparente de aquella joven, su sincero agradecimiento lo hacían sentir un
poco incómodo pero feliz.
- ¿Quieres algo de tomar o comer? Llevas horas
aquí.
-No, está bien. Iré a casa de Neill para asearme y
comer.
-Mañana será su fiesta de cumpleaños, ¿asistirás,
verdad?
-Será un honor, ¿hay algo en lo que pueda ayudar?
- Por ahora no, ya has hecho más que suficiente.
Sólo faltan algunos preparativos de último minuto, pero tengo todo
organizado...aunque no lo parezca-dijo ella exhalando un suspiro después de
hablar deprisa. Solía hablar rápido cuando estaba nerviosa y Sean Blackdalion
la inquietaba un poco. Era muy alto, muy capaz, muy serio y mucho de todo lo
que se le ocurriera.
-Entonces nos vemos mañana – la saludó.
-Hasta mañana- respondió ella y tras caminar un
par de metros, Sean se giró.
-Cairenn, ¿estarás bien sola? Quiero decir tu
familia no está...- explicó su preocupación al tiempo que fruncía el ceño.
-Estaré bien, podemos no tener recursos pero
nuestro pueblo es un buen lugar. Y si me mantengo alejada de todo lo que pueda
romperse, estaré a salvo.
Sean hizo un leve gesto de asentimiento y se
marchó.
A la mañana siguiente el joven aprovechó para
recorrer el lugar, por el momento estaba estudiando los problemas que afectaban
su economía, pero no se le ocurría una solución.
Aquella noche sería la fiesta de cumpleaños del
anciano que lo hospedaba y esperaba encontrar a Cairenn allí, pero en realidad
la vio mucho antes.
Muy temprano se la cruzó mientras iba cargando un
paquete grande que casi la tapaba. Se acercó a ella y un aroma agradablemente
intenso lo invadió todo.
-¿Necesitas ayuda con eso?
- Puedo llevarlo, parece más pesado de lo que es
realmente, es lavanda. Necesitaba un poco así que fui a buscar a casa de una
amiga. Debo irme tengo muchas cosas que preparar.- saludó y ella se alejó junto
al perfume que la rodeaba.
Sin embargo volvió a cruzársela muchas veces más a
lo largo del día mientras recorría el poblado.
Mientras él hablaba con uno de los habitantes, la
vio pasar con un grupo de mujeres cargando bandejas con comida, y más tarde con
un par de niños de la mano.
-Su madre tenía algo que hacer y me pidió ayuda
para cuidarlos un par de horas.- le contó mientras se detenía a saludarlo.
-¿Ya está listo todo lo de la fiesta? – preguntó
curioso, la había visto tantas veces haciendo múltiples tareas que había llegado a pensar que tenía una
gemela. Quizás se metiera en accidentes casuales, pero aquella joven tenía una
energía desbordante y contagiosa.
- Casi- contestó sonriendo y debió irse de prisa
porque los niños le jalaron la falda ya que se habían aburrido.
Al observar la actividad incesante de aquella
jovencita, Sean se sintió más presionado para salvar a Ravlenar. Si sus
habitantes tenían tanto entusiasmo, debía haber un modo de ayudarlos.
Cuando llegó la noche, se dirigió junto a Neill al
lugar de la fiesta. Había sido organizada al aire libre y el joven Blackdalion
estaba convencido de que habían asistido todos los habitantes del pueblo e
incluso algunos de otros lugares.
Había farolitos colgados de los árboles, mesas con
comidas y bebidas, música, flores decorando, pero sobre todo se podía percibir
el afecto que sentían por el anciano. Usualmente habría pensado que deberían
ocuparse de sus problemas primero, pero había podido conocerlos un poco esos
días, y sabía que eran personas diligentes y que se esforzaban mucho. Sólo que
eso no bastaba, por alguna razón los cultivos no estaban dando frutos. También
al llegar había percibido como la derrota y la preocupación estaban empezando a
extenderse, pero ahora el clima era animado como si hubieran revivido, y él
estaba convencido de que Cairenn era la responsable directa.
Se detuvo un momento a observarla, luego de
recibir al anciano, había estado yendo continuamente de un lado para el otro
ocupándose de que todo marchara bien. Neill llegó a su lado y descubrió donde
se centraba la mirada del joven Blackdalion.
-La mitad de las veces huimos de esa joven aterrados
por su capacidad de atraer problemas – dijo el hombre mirando como Cairenn
tropezaba haciendo caer a una mujer que llevaba una bandeja con comida.
-¿Y la otra mitad? – preguntó Sean.
-¿Qué?
-Dijo que la mitad del tiempo huyen de ella ...– aclaró el joven con una
sonrisa
-Es cierto. La otra mitad corremos hacia ella
buscando su ayuda y que su gran corazón nos salve – explicó el hombre con un
brillo de orgullo en los ojos, lo que le aclaró a Sean que prefería a la joven
atolondrada entre todas.Y él podía entender
la razón de aquella preferencia.
Cuando Neill se marchó para atender a los
invitados que reclamaban su atención, Sean se dedicó a observar atentamente
tratando de encontrar algo en lo que la gente de Ravlenar sobresaliera y les
proporcionara un medio de vida. Lamentablemente la organización de fiestas no
contaba, trataba de concentrarse, sabía que debía hacerlo, pero se distraía
siguiendo a Cairenn con la mirada. Luego lo interrumpieron unos vecinos que
querían plantearle sus problemas y solicitar su ayuda y la de su padre, eso
hizo que perdiera de vista a la joven. Él escuchó muy atentamente los reclamos
y les transmitió tranquilidad, era
especialista en eso, aún cuando no estuviera seguro de cómo cumplir con su
palabra.
Unas horas después, cuando ya la gente empezaba a
retirarse, Roisen, la hija de Neill se le acercó para preguntar por Cairenn.
-Disculpe, ¿ha visto a Cairenn? No la encuentro.-
preguntó y él fue consciente de que no la veía desde hacía un largo tiempo.
-No, no la he visto. La ayudaré a buscarla.
-Gracias, mi padre ya quiere irse a casa y
queremos verla antes de marcharnos.
Sean se preocupó al saber que la chica no estaba,
había estado presente toda la noche encargándose de que todo saliera bien y de
pronto no la veía por ningún lado. Ella tenía una aterradora facilidad para
meterse en problemas ¿y si algo le había sucedido?
Empezó a recorrer el lugar apresurando sus pasos, y sus nervios iban en
aumento. Hacía mucho que no se sentía así, quizás desde que Kristana no volvió
a casa. Por su mente empezaron a pasar imágenes horribles, hasta que se alejó
un poco y encontró a Cairenn, junto a un árbol, dormida.
Sintió un alivio indescriptible. Se agachó a su
lado para despertarla, pero no pudo. Estaba exhausta, la había visto trabajar
sin parar , era obvio que había llegado a su límite. Con mucho cuidado la
levantó en brazos, ella sólo hizo un leve sonido pero no abrió los ojos, más
bien se acomodó contra él como si fuera una almohada mullida. Sean esbozó una
sonrisa y caminó despacio cargándola. Al acercarse a donde estaban los demás,
Roisen corrió hacia ellos.
-¿Ella...? – empezó a preguntar asustada.
-Shhh, duerme- dijo él en voz baja y la mujer la
miró con ternura.
-Ha trabajado tanto. Me da pena despertarla.
-No es necesario, yo la llevaré. Pero no creo que
su casa...
-A nuestra casa, será mejor que duerma allí esta
noche. Pero, ¿no es incómodo?
-Para nada – dijo él y la mujer pensó que
ciertamente Sean Blackdalion con su altura y complexión física parecía capaz de
cargar a la joven sin esfuerzo.
Finalmente los cuatro marcharon hacia la casa de
Neill.
Sean despertó temprano con el sonido de voces,
eran apenas audibles comparadas con el bullicio que siempre había en su hogar,
pero estaba acostumbrado a dormir pocas horas así que al escuchar hablar se
levantó. Además era un huésped allí no podía comportarse como un holgazán.
-Buenos días – saludó al llegar a la cocina donde
Roisen y Cairenn preparaban el desayuno. Esta última se giró sorprendida hacia
él y se sonrojó levemente.
-Buenos días, y gracias por traerme anoche.
-El pobre muchacho debe tener su espalda
destruida, deberías cuidar mejor donde te quedas dormida – dijo Neill que
entraba trayendo huevos frescos.
-Lo siento mucho – dijo ella avergonzada.
-No fue nada, trabajaste hasta quedar rendida. Y
no pesas nada.- dijo él algo incómodo y ella se sonrojó más.
-¿Comemos?- preguntó Neill e invitó a Sean a
sentarse.
- Ya está todo preparado, y doble ración para el
señor Blackdalion, así recupera fuerzas. Espero le guste, me temo que nuestros
alimentos cada vez son menos variados.- dijo Roisen sirviéndole, sin quererlo
había pasado del tono divertido al serio.
- Gracias- dijo él sucintamente.
- Si es por los problemas que le he causado en
estos días deberías darle triple ración- comentó Cairenn tratando de aligerar
el ánimo.
-No es buena idea, muchacho, una vez que pruebes
su comida no lo agradecerás tanto, créeme.
-¡Padre!- protestó Roisen y una vez más
recuperaron el buen humor.
Comieron tranquilamente mientras tenían una charla
ligera.
-¿Cuándo regresarán tus padres? – preguntó Neill a
Cairenn.
-No lo sé, debía ser esta semana.
-Debes extrañarlos – especuló Roisen.
-Sí, mucho. ¿También extrañas a tu familia? – le
preguntó a Sean al verlo pensativo.
-Si – respondió y era cierto, aunque había estado
muchas veces lejos de Levany, siempre añoraba a su gente y se preocupaba por ellos,
sobre todo por lo que podrían hacer sus hermanos menores en su ausencia. Pero
sabía que no podía regresar a casa hasta tener una solución para presentarle a
su padre, lo que más odiaba era defraudar a Connor Blackdalion.
Después de desayunar, Cairenn se despidió para
regresar a su casa y Sean fue a seguir explorando Ravlenar y sus posibilidades.
Visitó a varios vecinos mientras descartaba alternativas, la cría de animales
no era una opción si no podían tener cultivos para alimentarlos, tampoco el
comercio si no tenían un producto que
vender. Y en el estado en que se encontraban una economía muy diversificada no
los ayudaría.
A primeras horas de la tarde estuvo hablando con
una señora mayor que le contó que su hijo se había marchado un par de meses
antes buscando un lugar mejor donde vivir, pero ella no quería dejar su hogar.
-¿Va a ayudarnos, verdad? –le preguntó aferrando
sus manos.
-Si lo haré- dijo él y lo decía en serio, aunque
tuviera que llamar a los mellizos Likaios para que doblegaran a la naturaleza.
-Milord...- lo llamó la mujer antes de que se
marchara y Sean volvió a sentir un aguijón por aquel trato respetuoso, no
servía un título si no podía ayudar a la gente que buscaba su protección.
-Sí, ¿puedo ayudarla en algo?
-De hecho, quiero pedirle un favor. ¿Conoce a
Cairenn, verdad? La chica del molino..
-Sí, la conozco.
-Tengo algo para ella, pero no he podido
llevárselo, mi salud no ha estado bien, ya que anda recorriendo nuestro
poblado, si la ve ¿podría decirle que venga a verme?
-Puedo llevárselo yo – dijo él.
-¿De verdad? No quisiera incomodarlo...
- Sí, no se preocupe, iba hacia allí de todos
modos- mintió, pero aunque fuera algo pequeño quería ser de ayuda.
-Es ese paquete, es madera de cedro y unas raíces,
cuando mi árbol se cayó prometí darle a ella lo que pudiera rescatarse. –
explicó y aunque sintió mucha curiosidad sobre para qué quería Cairenn aquello,
no preguntó, sólo tomó el paquete que estaba depositado en un rincón y lo cargó
sobre sus hombros. Por suerte había dejado su caballo cerca, cargó en el animal
las maderas y él fue a pie. Nuevamente tomó el camino hacia el molino, parecía
ser que cada día que pasara en aquel lugar le deparaba un encuentro con la
joven.
Cuando
llamaron a la puerta, lo último que Cairenn esperaba encontrar era a aquel
joven rubio de ojos color plata. Lo miró desconcertada y preguntándose qué
problema había causado esta vez para que Sean Blackdalion llegara al rescate.
-Tengo un envío para ti, ¿madera de cedro?
-¡Ohhh! No puedo creer que trajeras eso, pasa,
debe pesar – dijo y lo vio dudar frente a la entrada, entonces recordó que su
caballerosidad no le permitía entrar a la casa de una joven sola.
-Dámelo, yo lo entro, debo hacer un poco de lugar
para guardarlo.- propuso extendiendo los brazos para tomar el paquete
-Pesa – dijo él como si se encontrara frente a un
dilema. Y en verdad lo estaba, no le parecía adecuado entrar pero tampoco podía
darle aquello tan pesado para que lo cargara . Yo lo entro – dijo finalmente y
Cairenn se apartó de la puerta para dejarlo entrar. Sean inclinó un poco la
cabeza para cruzar el umbral y ella fue consciente de lo alto que era.
-Ponlo por aquí, por ahora – dijo ella y lo guió hacia
el fondo de la casa , junto a la cocina. El muchacho se agachó, dejó las
maderas y al levantarse chocó la cabeza contra una especie de estantería y unas
vasijas que había sobre ella, le cayeron encima.
-¡Ohh! – exclamó ella sin poder evitarlo.
-¿Qué es
esto? – preguntó Sean mientras el liquido se escurría por su cuerpo
-Perfume. – dijo ella con una clara expresión de
culpa.
-¿Perfume?- repitió él tontamente aunque el aroma era respuesta
suficiente. Sean siempre había sido pulcro, excesivamente según sus hermanos,
pero estar bañado en perfume de rosas era demasiado, incluso para él.
-Sí perfume, yo lo fabrico...aunque ahora mi
producción de rosas está desperdiciada- se quejó la joven tratando de bromear.
Había probado la paciencia de aquel hombre demasiado.
-Bueno, no del todo. Al menos durante meses la
gente va a saber cuando me acerco...el aroma me va a delatar.- respondió él con
humor, mientras intentaba limpiarse el perfume de los ojos.
-No hueles mal – dijo ella con una sonrisa.
-Cairenn, el perfume es exquisito, pero creo que
es más apropiado para delicadas damiselas. Mis hermanos no van a dejarme en
paz.
-Todavía no estaba en su punto justo de maceración,
así que te lo podrás quitar con un par de baños.
-Creo que haré una excursión al arroyo inmediatamente
– dijo al tiempo que se quitaba unas gotas que le caían por la frente
- Puedes darte un baño aquí.
-No. Voy a necesitar mucha agua, aunque te
agradecería si me prestas algo de ropa porque también deberé remojar la mía.
-Sí claro, ahora te traigo algo. Espérame aquí.-
-Cairenn ...-la llamó.
-¿Sí?
-¿Hay algo más de lo que debería mantenerme
alejado por mi seguridad?
-De aquellos frascos – señaló divertida- son los
otros perfumes
-De acuerdo. – dijo como si fuera un niño
obediente.
Unos minutos después, la joven volvió con ropa de
su padre.
-Es todo lo que tengo, creo que será corta y quizás
suelta- se disculpó.
-Estoy seguro que servirá- dijo tomando la ropa.
-Lo siento, no me di cuenta.
-Fue mi culpa, no medí bien las distancias.
-Bueno si yo tuviera tu altura seguramente viviría
chocando cosas – soltó sin pensar y luego notó que podía sonar como algo
ofensivo, estaba olvidando muy rápido que hablaba con el joven heredero del
señorío.
-No me atrevo a imaginarlo, creo que es mejor que
seas tal como eres. Iré a quitarme el perfume- dijo y se retiró dejándola desconcertada.
Sean agradeció que fuese verano y el agua
estuviese cálida, de ser invierno se
hubiese agarrado un buen resfrío o hubiera permanecido con el olor de las
rosas.
Luego de un largo chapuzón el aroma había
disminuido, aunque no había desaparecido por completo. Al menos era un aroma
muy agradable, por lo visto la joven sabía fabricar un buen perfume.
Estaba seguro de que a las mujeres de su familia,
les encantaría tener algo así, y de pronto pensó que no sólo a ellas, sino a
muchas mujeres más.
Entonces una idea cruzó por su cabeza, salió
presuroso del arroyo , se puso la ropa que le había prestado Cairenn, tomó la
suya que había sido concienzudamente lavada y estrujada y se fue a buscar a la
muchacha.
A muchos les hubiese costado reconocer al serio
Sean en el muchacho impulsivo y de brillantes ojos grises que entró en la casa.
-¡Cairenn! –llamó y la joven se quedó pasmada
frente a aquel hombre cuyo cabello empapado chorreaba agua y que sonreía en
forma deslumbrante. Sean era un poco intimidante pero de aquella manera tenía
un toque de salvajismo y juvenil entusiasmo que lo convertía en un espectáculo
magnifico.
-Tengo una idea- anunció tomándola de una mano y
obligándola a sentarse frente a él-Pero antes necesito que me hables del
proceso que llevas a cabo para fabricar tus perfumes…- pidió y la miró con
atención. Resistirse a esa clase de mirada era algo imposible.
-Cl…claro…-aceptó ella confusa y empezó a
explicarle.
-¿Entonces sí crecen flores en Ravlenar?- preguntó
cuando ella le terminó de explicar.
-Sí, las flores crecen. Aunque no podamos cultivar
trigo, tenemos hermosos rosales.
- Entonces podemos cultivar flores en cantidad,
¿verdad?
-Eso creo- contestó ella tratando de descifrar a
donde iba a parar Sean.
-El proceso no es tan difícil, ¿puedes enseñar a
hacer estos perfumes, no es así?
-Sean...¿ qué es lo que pensaste?
-Encontré la solución. Tus perfumes pueden salvar
a Ravlenar. Si logramos producirlos en cantidad , podemos venderlos, mi padre y
mi hermano conocen bien las rutas de comercio. Y mi prima los haría populares
en la corte...esta es la salida que buscábamos.
-¿De verdad? ¿Lo dices en serio?
-Sí, debo estudiar mejor la situación, pero sí.
-¡Oh Sean! – exclamó entusiasmada y le tomó las
manos por sobre la mesa.
En ese instante entró la familia de Cairenn que
regresaba a casa, el padre fijó su mirada iracunda en el hombre que iba vestido
con su ropa, estaba con el cabello mojado y con las manos de su hija sobre las
suyas.
-¡Cairenn ven aquí ahora!- dijo el hombre
claramente enojado y un par de cabezas de niños se asomaron tras la madre.
-¡Padre, al fin regresan! – exclamó la joven y
Sean se puso de pie inmediatamente. Tenía que explicarse.
- Mi nombre es...- dijo pero fue interrumpido
antes de terminar.
-Hija, ¿estás bien?- preguntó el hombre
acercándose con actitud beligerante ya que la chica no se movía.
-Sí – dijo ella y le salió al paso para darle un
abrazo además de detener su avance hacia el joven rubio- Y él es Sean Blackdalion,
tuvo un accidente por eso lleva tu ropa y estábamos hablando sobre como salvar
a Ravlenar.- explico rápidamente mientras sostenía a su padre.
-¿Sean Blackdalion? – preguntó desde atrás su
madre haciendo hincapié en el apellido y el joven hizo una breve inclinación
como saludo.
-Sí, señora. Se me cayó encima un frasco de
perfume...yo...- estaba muy contrariado para explicarse, sabía que no debía
haber ido contra sus principios y entrar donde vivía una chica sola, la
situación era tan absurda que no encontraba palabras- mi padre me pidió que
viniera a evaluar la situación del lugar y se me ocurrió que los perfumes de
Cairenn podrían ser la solución, ella me explicaba el procedimiento para
hacerlos.
-Desde el principio , por favor...- pidió el hombre
y aunque lucía más calmado aún lo miraba intensamente.
-Lo atropellé, ahí empezó todo – dijo Cairenn con
una sonrisa centrando la atención de sus padres en ella misma.
Aquella intervención de la joven permitió que
después de las presentaciones apropiadas pudieran sentarse todos a hablar y
Sean pudiera explicarse a gusto.
-¿Entonces los perfumes de Cairenn pueden ser
nuestra fuente económica? – preguntó incrédulo el padre de la joven después de
escuchar pacientemente.
-Creo que es posible, aún tengo que hablar con
Neill e informarle a mi padre, luego ver si es realmente viable y la
disposición de todos. Pero , sin dudas, su perfume tiene gran calidad, nunca he
olido otro semejante – iba a agregar que tampoco había estado bañado en perfume
antes pero le pareció innecesario – sé que muchas personas pagarían por algo
así.
-¿Nuestra Cairenn? – preguntó la madre y su voz
traslució el orgullo y amor que sentía por su hija.
-Sí, pero aún hay muchos detalles que analizar, y
necesitaré la ayuda de ella si me lo permiten – dijo Sean y el hombre lo miró.
- Creo que es un poco tarde para pedir permiso –
dijo y su esposa le dio un leve golpecito por debajo de la mesa al notar la
incomodidad del joven rubio- De acuerdo, tienen mi permiso, si eso puede ayudar
a Ravlenar – continuó el hombre.
-Gracias – respondió el joven Blackdalion
escuetamente.
-Gracias, padre – agregó Cairenn echándole los
brazos al cuello al hombre y dándole un sonoro beso en al mejilla.
Hablaron un rato más y luego Sean se despidió,
tenía que hablar con el Jefe del poblado y enviarle un mensaje a su padre.
-Mañana vendré – le dijo a Cairenn y miró
disimuladamente a sus padres.
-Hasta mañana entonces.- lo saludó ella.
-También traeré la ropa de regreso – prometió y el
dueño de las prendas sólo hizo un gesto de asentimiento.
Al llegar a la casa donde se albergaba, Sean le
contó a Neill su idea, el anciano estuvo de acuerdo.
-Debo enviarle un mensaje a mi padre para
contarle, ¿hay alguien que pueda llevarlo?
-Sí, hay un muchacho que podría llevar el mensaje
a Levany. Iré a buscarlo mientras te cambias.
-¿Aún huelo a perfume? – preguntó el joven y fue
Roisen quien respondió.
-Sí, y me temo que los perfumes de Cairenn duran
bastante- expuso la joven y él hizo un gesto de contrariedad. Era bueno que los
perfumes tuvieran persistencia, pero no en él. Deseó que su hermana Kristana no
hubiese tenido visiones sobre aquello, odiaba pensar que Sayen de Ildrake se
divirtiera a su costa.
Finalmente escribió un informe detallado para su
padre, pedía un mes de tiempo para estudiar a conciencia aquella posibilidad y le pedía el apoyo para la gente
de Ravlenar y también si era posible el apoyo económico para su proyecto.
Necesitarían un poco de ayuda para poner la producción en movimiento y pasaría
un tiempo, breve si planeaba todo cuidadosamente, hasta que fuera rentable.
Al día siguiente cuando llegó a buscar a Cairenn,
lo invitaron a desayunar.
La joven lo observó inclinarse una vez más para
atravesar el umbral, era un movimiento casual pero tenía cierto encanto que captaba
su atención.
El joven Blackdalion aceptó la invitación a comer,
pero ella estaba segura que ya había desayunado en casa de Neill, sin embargo
no dijo nada, se sentó junto a sus hermanos en la mesa y agradeció cuando su
madre le sirvió.
-Es bueno que los desayunos no sean muy
abundantes, ¿verdad? – le preguntó ella en un susurro cuando retiró los platos
y los ojos plata masculinos se llenaron de culpa. Era obvio que había mentido
por cortesía, pero era demasiado transparente. Le gustaba eso de él.
El padre de Cairenn estaba en el molino, y su
madre se llevó a los hermanos, así que cuando terminaron de comer, se pusieron
a trabajar en sus planes sin que nada se interpusiera.
-Tengo mucho que consultar- dijo Sean y sacó una
hoja donde había anotado una larga lista- Necesito saber que flores se pueden
cultivar, cuánta cantidad se necesita, también herramientas y utensilios que
harán falta, seguramente será necesario construir un invernadero y...- enumeró
con seriedad y la joven sintió la urgencia de interrumpir tanta eficiencia.
Cairenn se levantó y lo urgió a levantarse.
-Vamos – dijo.
-¿Dónde? Hay mucho que planificar...- protestó Sean.No
quería que se le escapase ningún detalle.
-Señor Blackdalion, los perfumes se hacen con
flores y las flores están afuera. Vamos a dar un paseo y trataré de responder a
tus preguntas. Aunque no tengo idea sobre la mayoría de las cosas que
mencionaste, sólo hago perfumes en pequeña cantidad y porque disfruto hacerlo.
Y es algo en lo que no soy torpe, al menos hasta el incidente contigo...- dijo
ella haciéndolo sonreír.
-¿Paseo? No suena tan mal - aprobó él.
-Esta vez iremos a visitar jardines y los bosques.
Y con un poco de suerte, saldremos ilesos- explicó ella.
Aquello era totalmente intrigante, los
cultivos no funcionaban, pero sí las
flores. La misma tierra que negaba la germinación del trigo o de vegetales,
producía rosas, jazmines, lavanda y muchas especies más. No había una
explicación lógica y eso incomodaba a Sean, necesitaba que hubiera cierta
lógica, aunque también terminaba adaptándose a lo enigmático, después de todo
tenía una hermana con visiones del futuro y un grupo de primos con dones
bastante inquietantes.
Así que podría aceptar que la tierra de Ravlenar
tuviese sus propias reglas, más si implicaba una solución.
-Por aquí. Es donde vengo a buscar rosas cuando
las de mi casa se agotan.- dijo ella llamándolo para que ingresaran a una
propiedad.
-No creo que debamos entrar....- objetó.
-Era la casa de mi abuela, nadie vive aquí ahora.
Ella ya no está y nadie más quiere la casa ya que la gente prefiere abandonar
nuestro pueblo a quedarse, y es su jardín. Yo la ayudaba a cuidar las flores. Y
las sigo cuidado ahora. Ven- lo llamó insistentemente y él entró.
-Es aquí atrás.- dijo guiándolo.
-¡Es increíble! Creo que nunca he visto tantos
colores – dijo él mirando los rosales. Estaba seguro que Kristana hubiera amado
aquel lugar, había rosas por doquier y
de muchas variedades.
-Mi abuela tenía gran mano para el jardín.- dijo
ella y se adentró en un pequeño sendero para caminar entre grandes rosales que
apenas lo dejaban verla.
-También tienes ese talento – le dijo
y se adentró tras ella.
-No vayas a pincharte.- le advirtió.
-Tendré cuidado.
-Acércate, esta es de mis favoritas y las más
fragantes – señaló indicando unas flores de un rojo intenso.
-¿Podrían crecer en otro lugar? – preguntó
llegando a su lado y ella se giró repentinamente.
El movimiento hizo que su largo cabello se enredara en los tallos espinosos.
-Yo te ayudo – dijo Sean inclinándose hacia ella
–Quédate quieta
Como si fuera posible hacer otra cosa, teniendo a
Sean Blackdalion tan cerca ,pensó Cairenn mientras las manos de él liberaban su
cabello con mucha delicadeza. Estaban tan cerca que ella podía oler el suave
perfume a flores que aún persistía en su piel, aunque eso era algo que
seguramente él no quería saber. Estaba tan quieta que lo único que sentía era
su propia respiración y la inquietante presencia del joven
-Hasta tus rizos dan problemas – comentó él con
una suave sonrisa, al tiempo que terminaba de soltarla y ella se despabiló con aquellas palabras.
“Hasta tus rizos dan problemas” había dicho Sean y
ella no debería olvidar que eso era precisamente para él, sólo una fuente
constante de problemas.
-Gracias. ¡Te lastimaste! – exclamó ella mirando
un raspón en sus dedos
-No es nada
-Pero…
-Cairenn, sólo me rocé con algunas espinas y fue
por una buena causa. Créeme las espadas son peor así que sobreviviré a esto.
-Déjame curarte…
-Sin perfume, nada que huela a flores - le
advirtió con la diversión
-Nada permanente – prometió solemnemente
La chica buscó unas hierbas, las machacó y lo hizo
sentarse sobre unas piedras a la vera del camino para curarle el raspón de la
mano.
-Quizás arda un poco – dijo ella y al bajar la
cabeza para curarlo, no vio la sonrisa de Sean.
-Creo poder soportarlo – bromeó, pero ella estaba
muy concentrada para captar su tono juguetón.
-Sólo será un momento- dijo seriamente y él se
quedó quieto dejándola trabajar. Era curioso, no recordaba a nadie más, aparte
de su madre, cuidando sus heridas tan amorosamente. Y ahora que estaba tan
cerca de él, podía percibir el aroma a flores de ella, ahora sabía de donde
provenía, pero la joven olía dulce y cálida, como las especies que manipulaba
para sus perfumes, o quizás era algo más esencial, algo propio de ella.
Tampoco recordaba la última vez que había estado
tan relajado a pesar de todo lo que tenía pendiente, estaba sentado ahí, bajo
el sol, con Cairenn y se sentía bien.
-Listo – dijo ella y sacó una cinta del bolsillo
de su vestido para atarle la mano.- Supongo que de haber usado esto para atarme
el cabello, hubiera evitado que te hirieras- comentó.
-Cairenn...- la llamó y alzó sus ojos hacia la
mirada plateada masculina.
-De verdad no es nada, he tenido heridas mucho
peores. Deja de sentirte culpable.
-No me gusta que otros se lastimen por mi culpa.-
dijo sin mencionar que le molestaba mucho más que fuera él quien había sido
lastimado.
-Lo sé, tienes un corazón muy sensible. Pero yo
soy bastante resistente, excepto si se trata de tus perfumes, creo que son mi punto
débil pero no se lo digas a nadie.
-De acuerdo.
-Ahora dime, ¿crees que podríamos llenar esos
campos vacíos con rosas?
-Sí, creo que sí – respondió ella con la mirada
iluminada.
-Bien, tenemos que ponernos en campaña y hablarlo
con los demás. ¿Por causalidad hay alguna flor que sea exclusiva del lugar?
¿Algo que pueda ser único?
-Mmmmm...creo que sí, pero te enseñaré mañana
porque tendremos que adentrarnos un poco en el bosque.
-Una vez que reciba respuesta de mi padre, lo
hablaremos con los demás.
-¿Cómo es? – preguntó ella.
-¿Quién?
-El Señor Blackdalion, tu padre – contestó Cairenn
recordando quien era Sean, heredero de Levany, últimamente lo olvidaba con
demasiada facilidad.
-Es un hombre increíble. Sabe cuidar de los demás,
es buen padre y un esposo enamorado. Gana fácilmente el cariño de los demás y
al mismo tiempo es un líder nato. Es admirable y me gustaría llegar a parecerme
a él- comentó dejando traslucir el amor que sentía por su padre.
La joven lo observó y pensó que en efecto el fruto
no caía lejos del árbol, pues Sean se parecía mucho al tipo de hombre que
describía, aunque no lo supiera.
-Entonces todo estará bien – evalúo ella.
-Eso espero – respondió Sean y volvió a sentir la
presión de la responsabilidad, mientras más tiempo pasaba con la joven, más
deseaba poder ayudar a su gente.
Cuando al atardecer regresó a casa de Neill, el
joven tenía la respuesta de su padre esperándolo.
-El mensajero trajo eso para ti, muchacho.- dijo
el anciano.
-Gracias – dijo tomando el pliego del mensaje y
abriéndolo apresurado para leer la respuesta de su padre. Era demasiado
escueto, pero lo hizo sonreír. Sólo decía “Cuentas
con mi apoyo. Confío en ti”
-¿Buenas noticias? – preguntó Neill impaciente.
-Sí, necesitaré que convoque a la gente para
contarles nuestro plan.
-Creo que si Cairenn los convoca tendría mejor
efecto.
-Pero usted es el Jefe del poblado.
-Sí, y podría reunirlos, pero siempre hay algunos
que se negarán o se opondrán, incluso sólo por pura obstinación. Pero si esa
muchacha es quien los convoca, no tendrán opción. Todos adoran a esa niña, y
también están en deuda con ella porque a pesar de ser tan torpe , es generosa y
siempre está ayudando a quien lo necesita.- la elogió el anciano.
- Entiendo, entonces mañana hablaré con ella,
iremos a recoger flores al bosque.- dijo y al ver la mirada del hombre y
revisar sus propias palabras se echó a reír, agradecía que sus hermanos menores
no escucharan esas palabras, él nunca había sido del tipo que juntaba flores en
los bosques. Estaba empezando a hacer cosas raras.
A la mañana siguiente pasó a buscar temprano a
Cairenn, la chica se había trenzado el cabello y llevaba un morral para
recolectar flores.
-Al menos mis rizos no nos darán problemas hoy –
comentó ella al notar la mirada del joven fija en su trenza.
-¡Gran consuelo! Alguna otra parte de ti se
arreglará para causarlos- interrumpió su padre y miró de arriba hacia abajo a
Sean que se había puesto repentinamente tenso.
-¡Papá! – protestó Cairenn.
-Ten cuidado – dijo el hombre y ella asintió
sonriendo.
-Sabes que soy siempre muy cuidadosa.
-Pero no parece surtir efecto – acotó el hombre
con un gruñido.
-Cuidaré de ella – intervino Sean y Cairenn le
dedicó una mirada de admiración. Trataría de no causar ningún inconveniente,
pero la tranquilizaba escuchar que él pensaba cuidarla.
-Espero que así sea- respondió secamente el padre
de la chica. El joven rubio asintió y se marcharon a su excursión.
La madre de Cairenn se acercó a su esposo.
-Están tratando de encontrar una salida para
nuestro pueblo, ya deja de fruncir el ceño.
-¿Qué cree que está haciendo esa niña tonteando
con el joven Señor?- preguntó enfadado a su esposa.
-Déjala tranquila, no hace nada malo.
-¿Nada malo? Ella es un desastre andante e involucrarse con el joven Blackdalion no va
a traer nada bueno
-Tú adoras a ese desastre , así que por qué no me dices lo que en verdad te
preocupa – preguntó la mujer acercándose hasta donde él estaba sentado. El
hombre la miró conciente de que no podía ocultarle la verdad
-Si fuera un joven de aquí y le hace daño, puedo
ir y partirle la cara, pero qué hago con él.
-Supongo que también puedes ir y partirle la
cara…- respondió ella y él le devolvió una leve sonrisa
- Pero si ella se enamorara de alguien de aquí y
la rechazan, le resultaría fácil encontrar a alguien mejor, si Sean Blackdalion
la rechaza, ¿cómo lo va a superar? – preguntó angustiado.
-Ella estará bien amor, nuestra niña estará bien…-
dijo ella abrazándolo – Sabíamos que este día llegaría
-Sí, pero no lo vi venir- contestó él
Sean y Cairenn caminaron hasta los límites del
poblado y luego se adentraron en el bosque.
-¿Qué estamos buscando? – preguntó él mientras
avanzaban sobre los helechos que cubrían el terreno. No parecía ser un lugar
muy concurrido.
-Ya lo verás cuando lleguemos.- respondió
misteriosa y Sean no tuvo más remedio que seguirla. Tras caminar por más de una
hora, el paisaje fue cambiando y delante de ellos apareció una formación rocosa
con una pequeña cascada.
-Allí – señaló Cairenn hacia arriba y el joven
observó el conjunto de flores blancas que crecían en la cima.-“Novia
escondida”, ese es el nombre con el cuál se la conoce, sólo crece aquí y tiene
un perfume único.
- Y es peligroso – dijo él observando
cuidadosamente el lugar. Las flores estaban en lo alto y para llegar a ellas
había que trepar las piedras húmedas y con musgo. Ahora entendía las
preocupaciones del padre.
-He recolectado esas flores miles de veces.
-Yo iré por ellas- se ofreció.
-Hay que saber cortarlas, son muy delicadas.
-Entonces olvídalo, no las necesitamos.
-Sí, necesitamos algo único, tú lo dijiste.
-Cairenn...- protestó Sean pero ella ya se había
alejado y estaba empezando a trepar. Fue detrás de ella, estaba tentado de
cargarla y llevársela de allí, pero no era su estilo. Sólo la siguió dispuesto
a atraparla si caía.
Una vez que llegaron arriba, la chica se acercó a
la orilla para recoger las flores blancas, después de cortar las primeras se
las acercó a Sean para que oliera el perfume que desprendían, de verdad era
algo único, dulce pero suave y envolvente. Y era un aroma que uno quería seguir
oliendo. Sin dudas sería muy requerido por las mujeres.
-¿Es especial, verdad? – preguntó ella con la
mirada chispeante
-Lo es, pero también es difícil conseguirlas y tampoco
hay mucha cantidad.
-Eso es lo mejor, no se necesitan muchas, unas
pocas sirven para producir la esencia que es muy poderosa.
-Entonces ya tenemos suficientes.
-Sólo unas pocas más.- insistió Cairenn y volvió a
la orilla donde resbaló y perdió pie. Sean con sus rápidos reflejos la tomó por
la cintura y la tiró hacia él. Cayeron juntos.
-Gracias y perdón por caerte encima de nuevo –
dijo ella y fue más que consciente de su posición, estaba acostada sobre él.
-¿Estás bien?- preguntó preocupado.
-Sí, ¿y tú?
-También.
-Sean, ¿crees que podremos levantarnos? – preguntó
sintiéndose avergonzada y él pestañeó como si recién notara que estaba acostado
cuan largo era y ella encima. Se sentó llevando a la chica con él y luego se
puso en pie, ayudándola a erguirse.
-¿Te gusta el peligro, verdad?- preguntó serio
porque aún estaba asustado de imaginar que ella hubiese caído sin que pudiera
atraparla a tiempo.
-En realidad me temo que es un problema de orden
en mis pensamientos, sólo se me ocurre que es imprudente una vez que lo hice,
no antes. No haría cosas peligrosas a propósito.
Sean exhaló aire ruidosamente, quería parecer
serio, quería que ella se sintiera mortificada para que no hiciera nada que la
pusiera en peligro, pero no podía. Aquella absurda explicación le daba ganas de
reír, y eso que él estaba acostumbrado a las desopilantes explicaciones de “la
plaga”.
-No entiendo cómo has sobrevivido hasta hora –
dijo finalmente y se guardó el resto de la frase “sin que yo te ayudara” y
también lo que en verdad lo preocupaba, qué sería de aquella problemática joven
una vez que él regresara a Levany.
-Quizás mi capacidad de atraer problemas está
unida a algún don sobrehumano para sobrevivir a mi propia torpeza.
-Recemos porque sea así, ahora bajemos. Ya tenemos
las flores y hay mucho que planificar.
Continuaron su camino de regreso hasta que la
chica se paró y lo miró turbada, como si algún pensamiento la inquietara
demasiado y debiera hablarlo en ese instante.
-¿Sean?
-Dime.
-Esto llevará un tiempo, aún si convencemos a los
demás. Quiero decir que los perfumes no estarán listos mañana y si no hay
cosecha, la gente….no sé si pueden esperar tanto.- trató de explicarse.
-Lo sé, Cairenn, me encargaré de eso. Mi padre
prometió apoyarnos, así que Levany se encargará de las necesidades de Ravlenar
hasta que podamos comercializar los perfumes. Hoy temprano envié otro mensaje a casa , calculo que
mañana llegaran las bolsas de cereales, forraje para los animales y otros víveres
que puedan hacer falta.
-Gracias – respondió ella conmovida de que hubiese
contemplado aquello. Era alguien digno de confianza y que estaba pendiente de
las necesidades de los demás.
-Entonces, ¿empezamos a trabajar?
-Sí – respondió ella sonriente- ya mismo.
Regresaron a casa de Cairenn donde dejaron las
flores y luego fueron a la casa de Neill para organizarse. Tal como el anciano
había sugerido, Sean le pidió a la joven
que fuera ella quien lo ayudara a convencer a los aldeanos.
Al día siguiente, en el mismo
lugar donde habían hecho la fiesta de cumpleaños de Neill, se había
reunido la gran mayoría de los
pobladores para escuchar la propuesta del joven Blackdalion.
El joven rubio y Cairenn
explicaron su plan para fabricar perfumes, Sean expuso su plan intentando dar
seguridad y todas las garantías que podía ofrecer como embajador de Levany. Aún
así , los habitantes de Ravlenar
dudaban, se les estaba pidiendo que abandonaran un modo de vida para sumergirse
en otro totalmente ignoto.
-No podemos lograr que los
cultivos de cereales prosperen, ¿qué le hace suponer que será diferente con
flores? – preguntó uno de los aldeanos y antes que el joven pudiera responder,
Cairenn tomó la palabra.
-Porque las flores son más
fuertes – dijo y un murmullo de discrepancia se elevó entre la gente- ¿No lo
creen, verdad? Pero así es. Las flores silvestres nacen sin que nadie las
cultive, también hay flores sobre las rocas, e incluso están las que florecen
en la nieve, donde nada más crece. Las flores se adaptan a todos los
climas y terrenos, en general, más allá
de lo que se piensa necesitan menos cuidado y atención que los vegetales. Y las
hay para todos tipos de estación, si una no funciona, hay muchas más. Las
flores son un milagro que en general subestimamos, pero aunque la tierra de
Ravlenar se niega al trigo y otros cultivos, nos llena de flores. Miren a su
alrededor, los jardines, los bosques no han dejado de llenarse de capullos.
Seríamos necios si no aprovechamos la única riqueza que nos queda – finalizó
callando abruptamente , luego miró a Sean, temerosa de haber hecho o dicho algo
incorrecto. El joven Blackdalion le sonrió levemente e hizo un breve gesto de
aprobación.
-Ella tiene razón- acotó
apoyando lo dicho por la chica- de hecho en los días que llevo en Ravlenar, no
he podido encontrar ninguna otra salida económica para ustedes, sin embargo ,
la realización y comercialización de perfumes puede salvarlos.
-¿Funcionará? – preguntó
tímidamente una mujer.
-Sí, funcionará. Aunque habrá
que trabajar mucho y también tener paciencia- aseveró el joven y lo dijo con
tanto convencimiento que no tuvieron más remedio que creerle.
Entre los tres, Neill, Cairenn
y Sean, organizaron a la gente y dieron las primeras directivas para empezar a
trabajar en el cultivo de flores y la
recolección de las rosas que ya había en Ravlenar para comenzar a procesarlas.
Tenían mucho trabajo por
delante.
Al día siguiente empezaron los
problemas, Sean estaba en casa de Neill descargando los sacos de trigo que
habían enviado desde Levany cuando Roisen llegó a pedir ayuda.
-Padre, tienes que ir a ayudar
a Cairenn – dijo la joven apenas llegó hasta ellos.
-¿Qué hizo esta vez? – preguntó
el anciano
-¿Está herida?- indagó Sean a
su vez.
-No, nada de eso. Es que Sammus
se niega a cultivar flores en sus tierras y Cairenn fue a tratar de convencerlo
y él enfureció.- explicó la chica y antes de que agregara más detalles, Sean
buscó su caballo y se dispuso a partir.
-Joven Blackdalion – llamó
Neill.
-¿Sí?
-¿Acaso sabes en qué dirección ir? – preguntó.
-¿Acaso sabes en qué dirección ir? – preguntó.
-No- reconoció avergonzado, su
instinto había sido más rápido que su sentido común.
-Eso creí, espérame , iré
contigo. Y no es necesaria tanta prisa, muchacho, Cairenn sabrá mantenerlo a
raya hasta que lleguemos.- dijo el anciano mientras su hija le alcanzaba un
caballo.
Cuando llegaron al lugar, la
chica y el hombre estaban discutiendo a viva voz.
-¡Vete de aquí Cairenn! No
usaré mis tierras para plantar florcitas.- expresó mientras agitaba los brazos
para echarla.
-¡¿Y dejarás morir a tus hijos
de hambre por tu tonto orgullo?! Las florcitas de las que hablas pueden crecer
donde nada más está creciendo. Y si mis hijos dependieran de mí, haría lo que
fuera.
-¡¿Qué les dio a ti y tu
familia ese Señor que estás tan empecinada?! – preguntó el hombre y Sean no
perdió tiempo en desmontar e ir al lado de la joven para defender tanto el
honor de ella como el suyo, pero la joven no esperó su ayuda.
-Nos dio esperanza – contestó
ella con firmeza y sintió la mano de Sean en su hombro mientras avanzaba para
interponerse.
-¡Ya basta Sam! – gritó desde
el fondo Neill y con una agilidad sorprendente avanzó hasta quedar frente a
frente al enfadado hombre.
-Neill, esto es una estupidez.
-Claro que lo es, que seas tan
cabeza dura es estúpido. Ahora pídele disculpa a esos jóvenes. Sean Blackdalion
está tratando de ayudarnos y en cuanto a Cairenn…deberías recordar cuánto le
debes. Fue ella quien cuidó a tus hijos cuando tu esposa enfermó…Y en cuanto a
tu tierra si prefieres comértela y que
tus niños sigan lejos de ti , allá tú. Pero primero vas a disculparte.
-Yo…- musitó dubitativo .
-¿Tú qué Sammus?- insistió
Neill y Sean fue consciente de por qué aquel hombre era el jefe del poblado,
antes lo había visto como un anciano amable y preocupado por su pueblo, pero
ahora desprendía una completa autoridad.
-Lo pensaré, de acuerdo, lo
pensare. Ahora déjenme tranquilo.- dijo refunfuñando y entró a su casa.
-Pero…- protestó Cairenn
tratando de seguirlo hasta que Sean le tomó el brazo para impedir que fuera.
-No- dijo él suavemente.
-Así es, déjalo ir, niña.
Vámonos- ordenó el anciano.
-Pero, Neill, tenemos que
convencerlo, es por su propio bien- protestó ella.
-Ya hiciste suficiente niña,
dijo que lo pensará. Eso significa que aceptará, hay que darle tiempo ahora.
Sabes que desde que murió su esposa y debió mandar lejos a los niños porque su
tierra ya no producía ha sido un cascarrabias. Vámonos ahora, antes que él
cambie de idea, que tú causes problemas o que este joven desenvaine su espada
para defenderte. – dijo el anciano pasando junto a ellos y palmeando el brazo
de Sean al pasar.
-¿Estás bien? – preguntó el
rubio a la joven.
-Sí, estoy bien. No te
preocupes, Sammus no me haría daño.
- Pero se lo veía enfadado y
nunca sabes qué puede suceder si alguien pierde el control, ¿volviste a
pensarlo en el orden incorrecto?
-No , esta vez no importaba el
orden porque convencer a Sam era lo correcto, porque necesitamos esas tierras
para el proyecto pero sobre todo, porque él necesita que esto funcione para
poder recuperar a sus hijos. Supongo que Neill tiene razón, ahora toca darle
tiempo. – dijo ella como si meditara en voz alta y Sean se la quedó observando.
Cairenn era una mezcla contradictoria , necesitaba ayuda por su capacidad
innata para atraer problemas, pero era al mismo tiempo alguien dispuesta a dar
ayuda a los demás sin pensar en sí misma Extrañamente, se sentía muy orgulloso
de ella.
- Hay que terminar de descargar
los envíos de Levany, ¿no van a venir? – los llamó Neill y Sean debió volver a
concentrarse en los deberes en lugar de en la joven que tenía enfrente.
-¿Llegó un envío de Levany?-
preguntó la chica ilusionada.
-Sí, estábamos descargando
cosas cuando Roisen avisó que podías tener problemas.
¿Trajiste un caballo?-
preguntó.
-No, vine caminando.
-Entonces te llevaré – ofreció
y ella asintió levemente. Ninguno fue consciente de la mirada que les dirigió
Neill ni de que empezó a cabalgar despacio para dejarlos un poco atrás.
Sean ayudó a Cairenn a subir al
caballo y luego montó tras ella para regresar juntos a casa del hombre.
Una vez allí, la joven se
sorprendió de todo lo enviado por los señores de Levany.
-¿Todo esto? – preguntó
mientras Sean seguía descargando cosas.
- De hecho sólo bastará para
pocos meses, ¿no es así?- preguntó el joven.
-Sí, me temo que es así.
-Con Neill armamos una lista
para el reparto de las cosas, creo que deberías mirarlo, estoy seguro que sabes
mejor las necesidades de tu gente. Ve a verla, está dentro. Yo terminaré con
esto.
-Podrías haber pedido ayuda.
-Creo que mejor así hasta que
esté todo organizado, no quiero provocar ansiedad ni conflictos entre la gente
– respondió y la chica asintió, siempre había una razón detrás de las acciones
del joven Blackdalion.
Un tiempo más tarde, Sean,
ayudado por uno de los hombres que habían traído los carros, entró cargando un
baúl con pertenencias personales que su madre había enviado.
-Me temo que seguiré ocupando
espacio…- se disculpó al depositar el arcón en el interior.
-No es molestia, muchacho,
además si piensas quedarte un tiempo , necesitabas cosas de casa.
-Sólo pedí algo de ropa, pero
creo que mi madre pensó que eso no era bastante – dijo algo avergonzado.
Cairenn lo observó por un
momento mientras se recordaba a sí misma que la casa de Sean Blackdalion estaba
en otro lugar, que sólo estaba de paso, que había venido a ayudar a la gente de
Ravlenar y luego volvería a donde pertenecía, él le devolvió la mirada y
temerosa de que adivinara sus pensamientos bajó la vista hacia la lista que
estaba leyendo.
El joven terminó de acomodar
las cosas, salió a despedir a los hombres de Levany y regresó adentro de la
casa de Neill para echar una mirada a lo que había enviado su madre. Sólo
después de abrirlo recordó que no estaba solo y rogó que no hubiesen enviado
nada extraño, sobre todo sus hermanos. Sin embargo lo primero que extrajo , le
arrancó una sonrisa involuntaria. Shara le había enviado el violín.
-¿Sabes tocarlo? – preguntó
Cairenn que había fracasado completamente en su intento de ser discreta.
-Sí, aprendí de mi padre-
comentó y volvió a guardar el instrumento.
-Seguramente encontraremos una
ocasión para que lo toques – intervino Neill.
-Creo que primero hay mucho que
resolver.
-Yo pienso que debería ser
antes, aunque no tengamos nada que festejar .Mi padre dijo que la música y las
risas son buenas para mantener la esperanza y para ahuyentar los temores.-
comentó ella.
-¿Entonces lo de la lista te
parece bien?- preguntó el muchacho cambiando de tema.
-Sí, lo has pensado muy bien,
pero creo que son demasiadas bolsas para mi familia.
-Es que hablamos con tu padre y
él se encargara de procesarlo para hacer la harina para todos – dijo Neill.
-¿En serio? – preguntó ella
feliz de que su padre también colaborara.
-Sí, él se ofreció ayer – dijo
Sean.
-Ahora sólo queda repartir las
cosas y comenzar a trabajar. Recolectar las rosas y empezar a cultivar los
campos con flores- expuso Sean.
-Mañana empezaremos con ello.
También estuve pensando que necesitaremos algún recipiente para los perfumes
una vez que estén listos, ¿verdad?
-Ya están fabricando las
botellas en Levany, quizás para los primeros, los que usemos de muestra para mi
padre, deberemos usar algún tipo de recipiente de arcilla.
-¿Alguna vez dejas algo librado
al azar? – preguntó ella.
-Trato de no hacerlo, sé que
puede resultar molesto…- dijo incómodo.
-No era una crítica – aseguró
la joven con sinceridad y él se sintió aliviado, usualmente sus hermanos
criticaban que fuera tan exigente o estuviera planificando cada paso, pero le
costaba dejar algo librado al azar. Quería que todo saliera bien y cumplir con
la gente que tenía a su cuidado, ya fuera su familia, la gente de Levany o la
de Ravlenar. Y quizás era verdad que pensaba demasiado, pero peor sería
equivocarse y defraudar a todos, o que alguien pagara por sus errores. Jamás
podría perdonarse eso.
Agradecía que Cairenn no lo
viera como algo negativo, por un segundo cuando había pensado que no le
agradaba aquella forma de ser de él, se había sentido herido, y usualmente no
era tan sensible si sabía que estaba cumpliendo con su deber. Extrañamente,
aquellos días en Ravlenar lo estaban afectando más de lo esperado.
Al día siguiente , después de
repartir los víveres, todos se habían puesto a
trabajar. Se habían reunido afuera de la casa de Cairenn para deshojar
las rosas que habían cortado, desprendían los pétalos para empezar con el
proceso de maceración.
-¿Puedo ayudar en algo? – preguntó
Sean tímidamente, desprender los pétalos con delicadeza o estar cerca de un
macerado de perfume no era algo muy adecuado para él.
-Creo que puedes hacer un
relevamiento de las tierras que estarán listas para los cultivos mañana. Además
de las flores, recolectamos semillas y algunos esquejes. Deberíamos asegurarnos
que la tierra esté lista para plantar mañana y ver qué sucede- explicó la
joven.
-De acuerdo- aceptó él y reunió
a un grupo de personas para encargarse de aquella tarea. Preparar la tierra,
hacer surcos y plantar era algo a lo que estaba más habituado.
Los dedos de Cairenn y sus acompañantes
trabajaron rápido y a la noche tenían pequeñas pilas de fragantes pétalos ,varios
pinchazos en los dedos y sonrisas esperanzadas en sus cansados rostros.
El joven Blackdalion , a su
vez, al anochecer, tuvo listos la mayoría de los terrenos disponibles para la
siembra, los días siguientes serían de ardua labor.
Era la primera vez que en
Ravlenar se plantaban flores con aquella dedicación, habían sido agricultores
por años pero ahora tenían que llenar su lugar de jardines.
Sean y Cairenn estaban en la
casa de la abuela de ella para buscar algunos esquejes de rosas para distribuir, también el joven rubio iba a
recibir algo de instrucción ya que debería replicarlo a los habitantes que
tenía a su cargo. Cairenn y él se habían repartido la asistencia a quienes no
tenían idea de cultivar flores.
-¿Son las mismas reglas que
para otro tipo de cultivo? – preguntó Sean a la joven y ella contuvo la sonrisa
que le nacía al verlo tan serio mientras sostenía algunos pequeños plantines de
flores.
-No del todo, te daré algunas
indicaciones y cuidados que deben tener así puedes decirles a los demás.
También sería bueno plantar uno de estos
en cada lugar – dijo señalando los
esquejes que había cortado del rosal rojo intenso- Su fragancia es la mejor, si
pudiéramos reproducirlos sería de mucha ayuda, es una pena que mi abuela no
esté, además de lo mucho que la extraño, ella hubiera podido hacer crecer
jardines por todos lados.
-Tú lo harás también, me parece
que lo que ella tenía con las plantas , lo heredaste tú – comentó y ella le
sonrío agradecida- ¿Te explico?
-Sí, escucho atentamente, dime
cómo eso puede convertirse en rosas rojas- pidió y se agachó al lado de ella mientras
le mostraba el proceso para plantar el esqueje, señalando los nudos en la vara,
la profundidad a la que debían enterrarse y los cuidados que debía tener.
-Es fácil, ¿verdad? – preguntó
ella una vez terminada la explicación. Había tratado de ser didáctica al
explicar pero tener a aquel hombre tan cerca la abrumaba, cada vez más.
-Sí, entendí perfectamente.
Además creo que estos rosales son como los cerezos de mis abuelos, pueden
crecer en cualquier condición. De hecho quizás deberíamos plantar algunos de
los cerezos aquí…- dijo pensativo.
-¿Los cerezos? – preguntó ella.
-Sí, rodean el castillo de mis
abuelos en las tierras Blackdalion, y según me contaron los primeros fueron
plantados sobre suelo que había sido
arrasado, y desde entonces crecen y florecen cada año.
-Debe ser precioso, me gustaría
saber la historia completa de quien plantó esos árboles.- expresó encantada.
-Seguramente mi abuelo pueda
contártela algún día, fue uno de nuestros antepasados pero nunca averigüé los
detalles.- dijo el joven con naturalidad y Cairenn pensó que era probable que
ella jamás estuviera en una relación tan cercana con el afamado León Negro como
para que le contara historias, aún así asintió mientras se incorporaba.
-Creo que es todo, entonces tú
te encargas de la zona norte, yo de la sur. – confirmó ella.
-De acuerdo, ¿estarás bien?
-Sean, sólo iré a plantar
flores, ¿qué puede pasar? Tú trata de tener cuidado con las espinas- lo
aconsejó y él la miró divertido, jamás le habían hecho una advertencia
semejante. Quizás que se cuidara de las espadas pero nunca de algo como un
pinchazo, nadie lo imaginaba tan delicado.
Sean Blackdalion había creído
que sus hermanos habían agotado su capacidad de sorpresa, pero Cairenn estaba
empezando a darle una nueva dimensión.
Estaba en el terreno delantero
de una casa ayudando a la familia a plantar las flores cuando por el camino
central vio asomarse un cerdo corriendo, uno gigante. Y agarrando al animal por
su cuarto trasero ,en un inútil intento de pararlo, iba agarrada Cairenn. Mucho
más atrás una pareja corría detrás de ellos dando gritos que en lugar de
detener al animal lo alentaban a correr más furiosamente.
Y ella había dicho que no se
metería en problemas.
No había visto un espectáculo
semejante desde que sus hermanos habían montado cerdos por el pueblo, pero eran
niños , cerdos normales y una competencia fríamente calculada por Colin, no era
algo así. No una jovencita bienintencionada, de cabello enrulado y grandes ojos
castaños, tratando de detener a un
animal que casi la doblaba en tamaño.
Era algo tan asombroso que
apenas si le dio tiempo a parpadear y salir al camino a tiempo para verla pasar
delante de él y echar a correr detrás a toda velocidad. Sus pensamientos se
embarullaban mientras intentaba encontrar una manera de ayudarla, no tenía
caballo, no podía usar una espada, lo único que pudo hacer, casi sin pensar,
fue ponerse junto al animal y lanzarse contra él para detenerlo. Usó toda su
fuerza para llevarlo al suelo mientras le enroscaba los brazos al cuello. De
hecho había usado aquella técnica para derribar a sus primos cuando eran
adolescentes, pero ni siquiera Lysander se comparaba a aquel animal
determinado.
Una vez que lo derribó y lo
dejó medio atontado, pudo ocuparse de lo más importante, la chica que aún aferraba
tenazmente la pata del animal.
-Cairenn, ¿estás bien?
-Sí – casi susurró aunque su
cara estaba cubierta de tierra y tenía una expresión dolorida.
-Suéltalo ya – dijo él y se le
acercó para ayudarla a ponerse en pie.
-No sé si pueda y ahora que finalmente
pudimos pararlo, sería una pena- contestó con una mueca.
-Suéltalo – ordenó y con
dificultad ella obedeció la orden aunque sus manos estaban entumecidas y le
dolía todo por haber sido arrastrada tantos metros. El animal aún estaba
confundido así que apenas si se movió dando tiempo a que sus dueños, llegaran
hasta él y lo enlazaran.
-¿Estás bien? – preguntaron la
mujer y los habitantes de la casa llegando hasta ellos.
- Eso creo- respondió pero
cuando trató de ponerse en pie, trastabilló, además de tener las manos
enrojecidas y advertir con cierta vergüenza que su falda estaba rasgada.
-¡Cielos! – exclamó Sean
atrapándola y en un ágil movimiento la alzó en brazos.
-Tráigala adentro- dijo la
dueña de la casa donde hasta hace unos instantes había estado trabajando. Él
asintió y la llevó mientras la chica le pasaba los brazos por el cuello para no
caer.
-Creí que sólo ibas a plantar
flores…- dijo y su tono sonó duro porque había estado preocupado y porque
notaba la mueca de dolor mal disimulada.
-Se escapó del corral mientras
estábamos trabajando e intenté detenerlo.- musitó avergonzada.
-¡¿Qué te hizo pensar que
podrías detenerlo?! – preguntó casi gritando y la dueña del animal salió en
defensa de la joven por miedo a que aquel suceso enemistara a Cairenn con el
heredero de Levany.
-Nosotros criábamos cerdos,
pero cuando la situación empeoró, sólo nos quedó una pareja, íbamos a
sacrificarlos porque no podríamos alimentar a las crías, pero Cairenn nos
convenció que no lo hiciéramos, que habría tiempos mejores y podríamos retomar
nuestro criadero. Así que los separamos y los mantuvimos todo este tiempo. Hoy
en un descuido mientras volvíamos a juntarlos, escapó y ella fue la más rápida
en reaccionar.
-No en pensar…- acotó él y sus
ojos plata se clavaron en los ojos castaños que estaban a escasos centímetros.
- No quería que lo perdieran –
se justificó en un susurro y él sólo elevó las cejas en un obvio gesto de
censura. Aunque no lo dijera en voz alta, la chica imaginaba lo que él pensaba,
que el cerdo no valía ponerse en peligro. Finalmente, entraron a la casa, la
sentó sobre la mesa, y examinó si estaba herida, tenía varios raspones pero al
llegar a su pierna de pronto fue consciente de la situación. Estaban en casa de
otras personas, y ella iba con la pierna desnuda debido a su falda rota, no era
indicado que fuera él quien estuviera examinándola. Quizás ni siquiera debería
haberla cargado como lo hizo. Se apartó rápidamente.
-Esperaré afuera- dijo mientras
las mujeres se acercaban con ropa limpia y ungüento para curarla. Ella sólo
asintió con la cabeza.
Cuando Sean salió al exterior
aún tenía una ebullición de emociones en su interior, Cairenn ponía todo de
cabeza. Hubiera querido sermonearla como a sus hermanos porque estaba enfadado
por su imprudencia, pero la preocupación por su seguridad era más fuerte y
verla herida o avergonzada era algo que lo afectaba y aplacaba su enfado para
reemplazarlo por otras sensaciones. Su cuerpo estaba alerta aún, con aquel
instinto guerrero que se activaba cuando había una situación de peligro, pero
su mente estaba pendiente de la jovencita herida.
El dueño de la casa y el
propietario del cerdo escapista estaban charlando.
-¿Ella está bien? – preguntó el
hombre que sostenía con fuerza las sogas que ataban al animal.
-Sí, sólo un poco magullada.
-No alcancé a detenerla, no es
su culpa. Debí estar más atento, lo siento- dijo el hombre apenado. Había
habido algo muy territorial en la forma en que Sean había actuado con la
jovencita, algo que sólo otro hombre podía entender así que se sentía obligado a dar las explicaciones y
disculpas correspondientes por haberla puesto en peligro.
-Lo sé, los accidentes tienden
a encontrarla, ¿verdad?. Yo espero no haber lastimado a su animal-se excusó a
su vez, aunque no había tenido intención de dañarlo, lanzar su cuerpo de metro
noventa contra él con todas sus fuerzas quizás lo hubiera lastimado.
-No parece herido, y creo que
está lo suficientemente calmado como para llevarlo de regreso.
-¿Necesita ayuda?
-No, aquí Malcom me acompañará-
dijo señalando al dueño de la casa- ¿Usted cuidará de Cairenn, verdad?
-Sí, una vez que la curen, la llevaré de regreso a
su casa- respondió el joven.
No mucho después Cairenn salió
a su encuentro, iba rengueando levemente y se había aseado y cambiado el
vestido roto.
-¿Las heridas son muy
profundas? – preguntó al verla acercarse al tiempo que iba hacia ella para
ayudarla a caminar.
-Sólo unos raspones y un
tobillo torcido. Y creo que mi orgullo muy maltratado.
-Dudo que eso te ayude a ser
más prudente, empiezo a perder las esperanzas al respecto.
-Lo sé, no debí tratar de
detenerlo, es un cerdo malagradecido – dijo enfáticamente y muy a su pesar Sean
sonrió.
-Debiste dejar que lo hicieran
jamón en su momento.
-Empiezo a pensar que no era
tan mala idea- dijo ella agradecida de que el enojo del joven se hubiera
diluido, aún se sentía muy avergonzada de lo sucedido- perdón por siempre estar
causándote problemas.
-No recuerdo que nadie me haya
derribado tantas veces como tú, menos aún en tan poco tiempo.
-Ya ni siquiera me animo a
disculparme – dijo apesadumbrada.
-Nunca pensé que una sola
persona pudiera igualar a la plaga, y menos que lo hiciera sin intención
alguna.
-¿La plaga?
-Mis hermanos menores – aclaró
él y Cairenn sintió que se hundía al ser comparada con un problemático grupo de
niños.
-Será mejor que vaya a buscar
las cosas que dejé…- dijo la joven y en ese momento la mujer propietaria del
animal endemoniado la interrumpió.
-Yo llevaré las cosas a tu casa
luego, ahora ve y descansa o mañana no podrás caminar.
-Y yo te llevaré a casa a ti,
pediré un caballo y te llevo.
-No es necesario, hay mucho que
hacer aún.
-No lo preguntaba Cairenn –
sentenció Sean y la chica fue consciente de lo acostumbrado que estaba a dar
órdenes y ser obedecido. Y también de lo flexible que había sido hasta ahora,
pero por lo visto había llegado a su límite
-De acuerdo- asintió pues se lo
debía, más cuando él estaba velando por ella.
El joven pidió prestado un
caballo pues había dejado el suyo en casa de Neill, subió a la chica y él caminó
a su lado llevando las riendas.
-Debiste pedir dos caballos –
dijo ella.
-No , mejor así, iremos
despacio, debes estar dolorida y no podemos arriesgarnos a que vuelvas a
caerte- le dijo sin mencionar que él necesitaba calmarse un poco y por eso, caminar
le vendría bien. Al llegar a la casa , la bajó en brazos.
-Puedo caminar – protestó ella.
-Hay escalones y no deberíamos
andar tentando a la suerte, ¿verdad? – la miró con una expresión que decía que
no tenía mucha opción , no tuvo más alternativa que agarrarse a él y dejarse
llevar. Su madre debió escucharlos porque salió y se asustó al verla ser
llevada en andas.
-¡¿Qué sucedió?! ¿Estás herida?
-Sólo me doblé un tobillo.
-¿Qué pasó esta vez? – preguntó
el padre saliendo del molino.
-Digamos que se interpuso entre
un cerdo y su ansiada libertad – explicó Sean y ella bufó por lo bajo, si le
hubiera pasado a alguien más habría sido divertido, pero perdía la gracia si le
sucedía a uno.
Entraron a la casa y les contó
la historia completa a sus padres. De hecho apenas alcanzó a terminar cuando
uno de sus hermanos entró gritando a la casa.
-¡A Cairenn la arrastró un
cerdo por medio pueblo!- informó e inmediatamente cerró la boca al ver a su
hermana tendida sobre un par de sillas.
-Gracias Rían, ya estamos al tanto
– dijo la madre y el muchachito fue hasta su hermana para saber si estaba bien.
-¿Duele mucho? – preguntó
arrepentido por su anterior estallido de entusiasmo al llevar al noticia.
-No, no duele – dijo ella y
sintió la mirada plateada de Sean clavándose en ella. Su pie dolía y él lo
sabía, y aunque no iba a decir nada delante de su familia, ella podía sentir el
reproche de él por hacerse la fuerte estando herida.
Finalmente Sean se marchó
aunque dio un par de sugerencias finales antes.
-Sería bueno que descansaras
mañana, los demás y yo nos encargaremos de todo.
-No creo que sea necesario,
mañana estaré perfectamente.- discutió ella.
-De acuerdo, entonces te
llevaré cargada a donde quieras ir – dijo con una sonrisa casi perversa, porque
Cairenn estuvo segura de que lo haría, y aquel tipo de amenaza apenas susurrada
fue más que efectiva. Se quedó dos días en la casa mientras se recuperaba
completamente.
Luego volvió al trabajo junto a
todos los demás. Cuando terminó la semana, la gente de Ravlenar tenía grandes
vasijas con flores en su primera etapa de maceración, otras con aceites
esenciales extraídos y la mayoría de las tierras de cultivo convertidas en
futuros jardines. Estaban cansados y con algo de incertidumbre, pero también
habían puesto lo mejor de sí en aquel proyecto.
-Creo que ahora sí podemos
tener una fiesta, mañana a la noche – dijo Neill y los demás estuvieron de
acuerdo, incluso Sean que quizás en otra ocasión hubiese protestado. Él había
tardado en aprender algo que su padre conocía de sobra, las risas, la música y
divertirse eran tan necesarios como el trabajo duro y un buen líder debía reconocer el momento adecuado para cada cosa.
La gente había vuelto a
congregarse para celebrar con el
espíritu ligero y llenos de ilusiones de un porvenir mejor, habían estado
aletargados por las penurias pero tras una semana de arduo trabajo estaban
satisfechos. Por primera vez en mucho tiempo se sentían con fuerzas y con
derecho a ser felices.
Habían llevado comida que a
pesar de ser sencilla semejaba un banquete, había música , baile, niños
correteando y gente hablando, durante un tiempo las voces habían sido casi
susurros, ahora volvían a vibrar con
tono enérgico.
Sean observaba con una mezcla
de sentimientos en su interior, se sentía complacido de ver a aquellas personas
bien pero sentía que la responsabilidad sobre sus hombros se volvía más pesada.
Había estado tan seguro de que su idea saldría bien, pero ¿si fallaba?
-Toma, muchacho. Dije que
encontraríamos una fiesta para que tocaras- dijo Neill depositando el violín en
sus manos.
-No creo…- protestó pero el
anciano le sonrió.
-Si tu madre lo envió debe ser
por algo, quizás así como portas una espada y tratas de sacar a Ravlenar
adelante, también este instrumento sea una parte importante de ti. Una que
necesitamos – finalizó y Sean le dedicó una mirada de admiración. Era verdad ,
Shara había enviado el violín por algo. Hizo un gesto de asentimiento y caminó
hacia donde estaban tocando música para unirse.
Y cuando la música empezó a
fluir al tiempo que sus dedos se movían, sintió que sus miedos e inquietudes se
calmaban. Casi sin darse cuenta levantó la mirada recorriendo al auditorio, y
vio a Cairenn observándolo. Se sonrieron.
La chica apenas estaba
recuperada de su accidentada carrera pero estaba allí, bailando en brazos de su
padre, se la veía radiante.
Cuando los músicos tomaron un
descanso se le acercó llevándole un vaso.
-Es licor, la receta secreta de
mi madre- dijo al ofrecérselo.
-Espero que no tenga tu misma
capacidad para derribarme.
-Oh no, es muy suave. De niña
lo bebí por accidente creyendo que era algún tipo de aguamiel y desde entonces
mi madre lo hizo más ligero.
-¿A prueba de Cairenn?
-Sí, así es.
-Sabe muy bien ¿No estás
cansada?
-En realidad no, ver a todos
tan animados me llena de energía – contestó y Sean pensó que ese era el efecto
que ella ejercía en él.
-Pero tu pie aún debe estar
resentido, ¿quieres que nos sentemos un rato?
-No, preferiría caminar.
-No creo que sea buena idea.-
señaló preocupado.
- Sólo hasta allí, entonces descansaré
un momento – dijo señalando una zona a varios metros donde había unos bancos
junto a un grupo de árboles.
-De acuerdo.
-Por cierto, fue bellísimo. Al
violín me refiero, la forma en que tocaste fue algo maravilloso , la música era
mágica– lo alagó con sinceridad. Mientras Sean había tocado, ella había sentido
que se transportaba a otro lugar.
-Gracias – respondió algo
cohibido. En aquel momento un grupo de hombres se les acercaron a saludar e
invitaron a jugar a los dados a Sean. Él
declinó amablemente pero con mucha seguridad.
Tras despedirse, siguieron su
camino hacia la arboleda.
-¿Es que no estás de acuerdo con los juegos de azar?-
preguntó Cairenn queriendo saber más de él.
-A mis les hermanos les gustan más que a mí, pero
no tengo nada en contra.
-¿Y las apuestas? Siempre terminan apostando algo,
aunque sea algo irrelevante- comentó ella.
-Bueno, sobre las apuestas en los juegos, tenemos
una regla inquebrantable en mi familia, podemos apostar nuestra vida si lo
deseamos, todo excepto Levany.
-¿Y por qué apostarían el señorío? – preguntó intrigada
y los ojos plata de Sean relumbraron de diversión. Ella lo miró curiosa y él le contó la
historia de cómo Connor Blackdalion se había convertido en Señor de Levany.
-¿Es verdad? – preguntó incrédula cuando terminó
de escuchar la historia
-Eso me temo.
-¿Y es legal? - preguntó haciéndolo reír.
-Pregunté lo mismo cuando me enteré de la
historia, tenía diez años entonces. Me aseguraron que sí lo es. Parece ser que
mi padre, apoyado por mi abuelo y tío Caleb se presentó ante el rey y logró que
le otorgara el señorío , también le juró
que lo convertiría en un lugar próspero y pacífico. Supongo que todo lo que mi
padre había hecho durante la guerra jugó a su favor.
-¿Entonces por eso te alejas de los juegos de
azar? ¿Miedo a tentarte de apostar el señorío?- lo provocó,
-Mejor evitar las tentaciones, aunque dudo que
exista el riesgo. Sería distinto si fuera Colin, mi hermano pequeño. Creo que
sería capaz de hacerlo aunque luego se las ingeniase para recuperarlo.
-Entonces es una suerte que tú seas el heredero.
-Créeme que sí- sentenció sonriendo.
-No tengo dudas de ello – dijo Cairenn y su voz
dejó traslucir mucho más sus emociones de lo que deseaba, así que cambió de
tema para aligerar el clima – Colin es parte de La Plaga, ¿verdad?
-Más que parte , fundador. La plaga inició con su
nacimiento, Kristana y yo jamás causamos problemas. Pero luego llegó Colin e
inmediatamente Shennara y Kendrick aunque debo decir en defensa de mi hermano,
que los otros dos han hecho grandes aportes a la causa.
-Y yo te recuerdo a ellos…
-Sólo en parte, ellos causan los problemas
intencionalmente, tú…los atraes. Es diferente – dijo sin explicar que a pesar
de que le provocaba el mismo tipo de sobresaltos, verla metida en accidentes no
le provocada nada similar a lo que generaban sus hermanos.De hecho lo que
sentía al verla en peligro o accidentada no era parecido a nada que hubiera
sentido antes.
Llegaron a la zona arbolada y se sentaron.
-¿Nunca causaste problemas? – preguntó ella.
-Mmmm, no que recuerde. Aunque una vez quise matar
a mi cuñado – dijo con algo de ferocidad y la joven lo miró sorprendida- claro
que en ese momento no era mi cuñado aún y yo tenía buenas razones.
-¿Tu hermana estaba en peligro? – preguntó porque
aunque sabía que él era un guerrero y presentía que podía llegar a ser muy
peligroso, también sabía que no haría daño sin motivo, no era esa clase de
hombre.
-Eso pensaba.
-Entonces no cuenta como causar problemas – dijo
ella.
-Y con mi primo Blaze nos hemos turnado para
molestarlo cada vez que vamos de visita, me temo que Sayen puede despertar mi
lado infantil. No me enorgullezco, pero se llevó a Kristana lejos.
-Debe ser bueno tener un hermano mayor así –
musitó ella aunque en realidad estaba pensando que era bueno tener a Sean
Blackdalion cerca, preocupándose por tu bienestar.
-Probablemente mis hermanos preferirían a alguien
como tú – dijo él mirándola
expresivamente, estuvo a punto de decir algo más pero fueron interrumpidos por la llegada de una pareja que venía buscando un poco de intimidad.
-Creo que será mejor que regresemos – dijo Cairenn
y Sean estuvo de acuerdo inmediatamente.
Regresaron a la fiesta y tanto la familia de ella
como los habitantes de Ravlenar
acapararon la atención de ambos, así que ya no volvieron a verse más que
para despedirse brevemente.
Después de la fiesta todos volvieron a trabajar
intensamente, los pétalos de rosas estaban macerándose para volverse fragancia
, y habían recolectado también distintos tipos de flores para probar combinaciones.
Sean había diseñado los planos para un invernadero
y los hombres del pueblo estaban construyéndolo, debían tomar precauciones para
cuando llegara el invierno, ese era el momento que más temía el joven rubio. Si
no lograban obtener resultados en las estaciones cálidas, todo el trabajo sería
en vano. Por un momento deseó tener la capacidad de ver el futuro de su hermana
Kristana, tener alguna certeza de que aquella gente estaría bien, de que
Cairenn no sufriría. Porque ahora sabía que ella se había vuelto la medida de todas las cosas,
no deseaba verla sufrir, no lo soportaría. Sonrió como burlándose de sí mismo,
era la primera vez que el deber se volvía algo secundario, primera vez que sus
planes estaban supeditados a una mujer, una que era un peligro andante, en
muchos sentidos.
Sean era práctico y honesto, así que no le costó
reconocerlo para sí mismo, era la primera vez que se enamoraba.
Aunque los pasos a seguir eran otra cuestión, no
tenía idea de qué hacer a continuación, porque no dependía sólo de él sino que
Cairenn estaba involucrada. Y aunque deseara que sus sentimientos fueran
correspondidos, no era algo que pudiera forzarse.
No le gustaban las cosas complicadas, y parecía
que aquello del amor lo era, así que estaba algo desorientado. Hubiera querido
tener cerca a alguien de su familia para pedir consejo, aunque también sabía
que eso sería un dolor de cabeza, recibiría todo tipo de locas sugerencias.
Tendría que encontrar su propia forma de llegar al
corazón de la joven.
Estaba pensando en ello cuando la vio acercarse y
sintió un leve sobresalto, iba a costarle acostumbrase a eso, aunque la sonrisa
afloró naturalmente al verla, tal vez lo impredecible de las emociones no fuera
tan malo.
-Maud trajo los recipientes que hizo para las
primeras muestras de perfume, ¿quisieras verlos?- preguntó la joven llegando a
su lado.
-Sí, vamos, ¿se conserva bien la calidad en ese
tipo de recipientes? ¿Sabes cuánto podría durar el perfume? – preguntó tratando
de volver a concentrarse en el proyecto, aunque algunos rizos en la frente de
Cairenn insistían en desordenarse y él estaba tentado de acomodarlos.
-Se ha mantenido mucho tiempo en envases más
grandes, nunca he probado en estos más pequeños, pero calculo que sí. Tampoco
sé como resultará con los de vidrio que tú encargaste. Aunque por las dudas, el
que estamos produciendo es más concentrado- explicó ella y lo notó algo
distraído, era raro en él.
-Sean, ¿sucede algo? - preguntó adelantándose para
mirarlo de frente.
-Nada- contestó y antes de evitarlo con una leve
caricia corrió el cabello que le tapaba la cara, Cairenn abrió los ojos
sorprendida y se sonrojó levemente, eso le dio esperanzas al joven Blackdalion,
al menos no era inmune a él.- Tus rizos…- acotó como disculpa por el gesto
inesperado, no se acostumbraba a aquel nuevo rasgo en su personalidad, quizás
sí se parecía a su padre más de lo que
pensaba.
-Siguen dando problemas…- musitó ella sin saber
qué decir, aún sentía la delicada caricia de los masculinos dedos en su frente.
-No, de hecho me gustan mucho – dijo Sean
volviendo a ceder al impulso y luego apresuró el paso antes de tener que
explicar sus palabras.
La casa de la chica estaba poblada de gente
trabajando y Sean imaginó que su plan había traído muchos inconvenientes a
aquella familia, y temía que también ellos cargaran con la responsabilidad si
algo salía mal. Sin darse cuenta frunció el ceño.
-¿Qué pasa? – preguntó Cairenn.
-Hay mucho movimiento- respondió escuetamente pero
la joven intuyó cuál era la preocupación detrás de esa observación.
-Eso no es malo, ver a la gente quieta, sin
esperanza, era peor. Me gusta todo el movimiento que hay, es el ruido de la
vida, y a mis padres también les gusta. Papá está ocupado con el molino y mamá
está feliz de que su casa sea el centro
de todo lo que sucede, igualmente será por poco tiempo, sólo en la etapa
esta de aprendizaje y que hagamos los primeros perfumes. Más adelante cuando esté
construido el lugar que planificaste para la fabricación , será un ritmo
diferente.- lo tranquilizó.
-¿Hay algo en lo que puedo ayudar?- preguntó.
-Tenemos mucho trabajo, seguramente podremos
encontrarte alguna labor adecuada.- dijo la joven tratando de sonar alegre, en
realidad le costaba mucho pensar en darle un trabajo a Sean Blackdalion porque
cada vez que pensaba en él ayudándolos recordaba quién era y cuánta distancia
había entre ellos. Y es que verlo allí rodeado de toda la gente, explicando con
paciencia cualquier duda que manifestaran los vecinos, o respondiendo las
preguntas de los niños, o ayudando en cuanto pudiera, la conmovía. Le costaba
recordar cómo era la vida en Ravlenar antes de la llegada del joven rubio, y le
dolía pensar cómo sería después. Y no sólo eso, sino que ella también había
cambiado ,en lugar de ser la torpe chica de siempre, ahora estaba enseñando a
los demás, y aunque seguía causando accidentes, se sentía útil. Excepto cuando
un cerdo la arrastraba delante de Sean. Seguía sin encontrarle algo positivo a
ese hecho.
Sean había hecho
toda clase de tareas durante su vida, había blandido su espada y había
usado un azadón, había cuidado niños y había cocinado, había tocado
instrumentos y aprendido a criar animales, pero jamás había seleccionado y
clasificado semillas de flores. Minúsculas semillas que se le escapaban entre
los largos dedos.
No había sido culpa de Cairenn, porque ella había tratado de evitar que lo hiciera, pero una de las
señoras se había quejado de molestias en la vista y él se había ofrecido a
ayudar.
La joven pasó a su lado mientras iba cargando
recipientes con el perfume ya listo para que lo fraccionaran.
-Trabajo adecuado, ¿eh? – le preguntó con cierto tono de reproche al verlo
sentado en el suelo trabajando con
concentración y él se encogió de hombres mientras le dedicaba una de aquellas
sonrisas que le aceleraban los latidos.
-Creo que puedo ser muy bueno en esto…- dijo él y
ella le dedicó una mirada a las pocas semillas que había logrado reunir. La
joven suspiró y agitó la cabeza, luego continuó su camino mientras Sean la
seguía con la vista. Y fue entonces cuando notó que los niños estaban jugando
con una pelota de trapo y que la pelota rodaba en dirección a Cairenn, y
efectivamente fue a dar a sus pies y ella la pisó sin darse cuenta. Tropezó y
empezó a contorsionarse para evitar que los recipientes que llevaba cayeran,
pero su escaso equilibrio falló. Afortunadamente no pasó lo mismo con los
reflejos de Sean, previendo lo que sucedería llegó a tiempo para atraparla, una
vez más. Y a tiempo para caer con ella y cubrirla mientras los recipientes
volaban por el aire y luego caían contra su espalda.
-Rosas…- musitó él mientras aún sostenía la cabeza
de ella con una de sus manos para que no se golpeara.
-Y eran de las rojas, las más intensas…- aclaró
ella mientras veía que el líquido chorreaba por la espalda de él.
-Eso significa que durará más tiempo, ¿verdad? –
preguntó él y ella lo único que podía pensar era en lo cerca que estaban y lo
cautivantes que eran aquellos ojos plateados.
- Calculo que esta vez será el doble del tiempo –
susurró y se vieron interrumpidos por los niños que llegaron a disculparse y
por los demás que se acercaron a ver cómo estaban.
A desgana, Sean ayudó a Cairenn a ponerse en pie y
se separó de ella.
-Necesitaré un baño, alguien más deberá encargarse
de mis semillas – dijo él casi sonriendo.
-Imagino que lo estás lamentando- bromeó ella
sacudiéndose la falda.
-Tengo que ir a casa de Neill, el arroyo no parece
buena idea con tanta gente alrededor. ¿Estarás bien?
-Sí, creo que no me dejarán acercarme a nada más
que pueda romperse.
-No fue tu culpa – la consoló él.
-Sólo otro accidente en el que tú terminaste
involucrado también, y de nuevo empapado en perfume de rosas.
-Fue por una buena causa – dijo él y ya no pudo
agregar nada más porque la gente estaba a su alrededor de nuevo. Se despidió y se
marchó a quitarse aquel aroma que lo impregnaba, aunque si iba acompañado del
recuerdo de Cairenn contra él no estaba tan mal.
Sean tenía muchos planes, pero ninguno estaba relacionado con lo que sucedió
al día siguiente, estaba por salir de casa de Neill cuando llegó una visita
inesperada, su hermana Shennara.
Era una adolescente demasiado alta para su edad y
delgada, con largos cabellos oscuros y ojos tan plateados como los suyos.
Su hermana menor que se echó en sus brazos apenas
lo vio. Por lo visto ya se había presentado ante Neill y Roisen quienes se
retiraron para dejarlos solos.
-¿Hueles a rosas? – preguntó divertida Shennara apenas se soltó del abrazo.
-¿Viniste sola?
-Sí. Pero sí hueles a rosas, ¿verdad?
-¿Por qué estás aquí Sheny? – preguntó Sean
cambiando bruscamente de tema.
-Ah, es que llegó una joven diciendo que era tu
invitada y mamá quiere que vuelvas a casa.- se explicó atropelladamente
-¿Una
joven?
-Sí, Lady Oriana de no sé donde….
-Bien, creo que dije que si pasaba alguna vez por Levany
podía visitarnos pero no fue una invitación precisamente.- dijo él frunciendo
el ceño, apenas si recordaba a aquella mujer.
-Parece que ella entendió que sí.
-De todos modos, ¿por qué estás tú aquí ?.Podrían
haber enviado a un mensajero.
-Es que…
-¿Qué hiciste esta vez Shennara?- preguntó con
severidad.
-Gané una carrera…
-No puede ser todo, dame detalles – dijo mirándola
con fijeza .
-Todo es culpa de Josh Tanner, organizó una
carrera de caballos pero sólo para hombres .Simplemente porque odia que yo le
gane.
-O porque teme que te lastimes…- dijo él en voz
baja pero su hermana fingió no oírlo
-Cómo podía negarme a ese desafío. El hecho es que
tomé la ropa de Colin y corrí. Gané la carrera y Josh se enfadó mucho, así que preferí alejarme hasta que se le pase,
se pone insoportable.
-¿O antes de que papá se entere?
-También, con los años ese hombre está perdiendo
el sentido de la aventura – dijo
hablando sobre su padre y Sean casi se atragantó al pensar lo que diría
Connor Blackdalion de las apreciaciones de
su hija.
-Eres tú la que tiene demasiada aventura en el
cuerpo y has molestado a Josh desde que eres niña, no me extraña que trate de
mantenerte lejos.
-Ya se lo compensaré cuando me case con él.
-¡¡¿Que tú
qué?!!, ¿acaso él…?- preguntó exaltado al borde de un prematuro ataque
cardiaco
-No seas tonto, él ni siquiera se ha enterado,
pero hace mucho que decidí que iba a casarme con Josh Tanner, no todavía, por
supuesto soy muy joven, pero algún día lo haré.
-Sheny…
-No te preocupes Sean, él ya se hará a la idea y a nuestros padres les
encantará que me case con alguien de Levany y no me vaya lejos como Krista –
dijo ella mientras su hermano palidecía.
- No deberías hablar así, además aunque seas mi
hermana creo que yo mismo advertiría a Josh
que no se case contigo. Vas a matarlo algún día…
-Le doy sentido a su vida, moriría de aburrimiento
sin mí y algún día se dará cuenta. El amor es aventura, emoción y un poco de
problemas y no esa sosa idea que tienes tú. No me extrañaría que te buscaras
una tonta por esposa a la que puedas leerle los informes económicos del Señorío
mientras ella borda un almohadón.
-¡Shennara! – le reprendió aunque al mismo tiempo
pensó que las palabras de su hermana eran ciertas, al menos hasta hace muy poco
tiempo. Ahora el amor era una muchacha que tenía continuos accidentes y que
hacía que él oliera como una damisela.
Y ahora tenía que regresar a casa.
Cuando Cairenn vio acercarse a Sean con una
muchacha prendida de su brazo sintió una punzada en el pecho, hasta que
estuvieron a una corta distancia y pudo notar que era sólo una niña y que tenía
los mismos ojos color plata que él.
-Hola, debes ser Cairenn – dijo la jovencita
desprendiéndose del rubio y llegando hasta ella.
-Es mi hermana, Shennara – explicó él desde atrás
mientras las dos se saludaban.
-Mi hermano habló mucho de ti – dijo Shenny y sus
ojos plata estudiaron cuidadosamente la reacción de la joven.
-También me habló de ustedes – contestó la otra y
eso le dio mucha más curiosidad a la hermana menor de Sean. Él no solía ser tan
abierto con extraños.
-Espero que hayas hablado bien de nosotros- dijo
mirando hacia su hermano.
-Ojalá pudiera decir cosas buenas, no es algo
fácil…- suspiró él y sonrió plenamente. Aquello dejó perplejas a ambas chicas,
a Cairenn porque la sonrisa de Sean la derretía, y a Shennara porque no era
usual verlo tan relajado y risueño. La joven Blackdalion supo que allí estaba
pasando algo que iba más allá de la misión que su padre le había encomendado a
Sean.
-¿Quieren pasar? – preguntó Cairenn un poco
incómoda por la situación, sentía que algo iba a cambiar y no le gustaba la
sensación inquietante.
-En realidad creo que será mejor si hablamos
dentro, debo regresar a casa – dijo él y a ella le costó manejar su expresión
para no delatar lo mal que la hacían sentir esas palabras.
-Hablemos dentro, entonces- dijo ella.
-Y quiero que vengas conmigo…- completó Sean.
-¿Qué? – preguntó sorprendida.
-Entremos a la casa porque también debo hablar con
tus padres – insistió el joven.
Sean le pidió a los padres de Cairenn que dejaran
que la joven lo acompañara, quería que ella misma explicase personalmente sobre
los perfumes y el proceso de fabricación a Connor Blackdalion, aunque en
realidad quería que su familia la conociera, quería acortar las distancias y darle
la oportunidad de conocer más de él.
La presencia de Shennara era providencial porque
no se hubiese atrevido a pedir que ella lo acompañara si viajaban solos, su
sentido de lo correcto seguía pesando en su consciencia, pero teniendo a su
hermana de compañía no habría problemas.
Los padres dieron su consentimiento si eso era lo
que Cairenn deseaba y ella dijo que sí, llevaría a Levany las muestras de los
primeros perfumes que habían fabricado en Ravlenar.
Cuando los hermanos Blackdalion se retiraron para
preparar el viaje, la madre de la joven se acercó a ella.
-¿Estás segura de ir, Cairenn? – preguntó con
ciertas reservas.
-Sí, quiero ir.
-¿Por él? – preguntó la mujer sobresaltándola al
adivinar sus más íntimos pensamientos, quería acompañarlo, quería ir con él en
lugar de verlo alejarse.
-Hemos trabajado mucho por esta oportunidad, los
perfumes…
-Cairenn…
-Y quiero un poco más de tiempo, ¿hago mal? –
preguntó a su madre y la mujer se acercó a abrazarla.
-No lo sé- dijo con sinceridad, pues aunque tratara
de disimularlo también temía que su hija saliese lastimada.
Al día siguiente, Sean, Shennara y Cairenn
partieron hacia Levany.
Shara sabía amar, había criado a sus dos hermanos,
había cuidado a la gente del pueblo, había conquistado el corazón más esquivo y
libre de todos los Blackdalion, y amaba
a todos sus hijos con la misma devoción. Amaba a los que habían heredado su
carácter tranquilo y práctico y amaba los que habían heredado la revoltosa
personalidad del padre. Los amaba sin diferencias, incondicionalmente, pero
Sean era algo especial, era su primer milagro.
Aún no acababa de creer ser la esposa, la mujer de
Connor, cuando Sean había nacido, y al tener consigo a aquel diminuto ser, copia exacta del padre,
se había visto envuelta por un sentimiento sobrecogedor. Que Connor hubiese
correspondido a sus sentimientos le
había hecho sentir que alcanzaba una estrella pero ver al rubio padre con un
pequeñito bebé, engendrado por el mutuo amor, en los brazos, le había
hecho sentir a Shar que el universo entero era de ella.
Y ese sentimiento aun la acompañaba cada vez que
contemplaba a su primer hijo, aún ahora que era un hombre adulto.
Aunque había algo que le preocupaba últimamente y era que Sean, quien era
demasiado serio y responsable, quien podía ser temible con una espada en las
manos, el que cuidaba a todos los que
estaban a su alrededor, el que sabía reír y hacer música, el que daba
consejos y jugaba con sus hermanos y
primos menores, ese Sean, no sabía cuán valioso era.
Y se preocupaba mucho más desde la llegada de
Oriana DeRoark a Levany.
A medida que se acercaban a Levany, el nerviosismo
de Sean aumentaba, miró de reojo a la joven
que viajaba con él, quería presentarle a sus padres, deseaba que Colin y
Kendrick no causaran problemas, extrañamente Shennara había guardado silencio
durante el viaje. Quería también mostrarle el jardín de Kristana, estaba seguro
que Cairenn lo amaría.
Quería que su padre aprobara los perfumes y el
trabajo que hacían en Ravlenar. Eran demasiados anhelos los que se superponían,
también eso era nuevo para él, siempre sus deseos habían estado relacionados
con el bienestar de los suyos, ahora tenían que ver con él mismo, porque lo que
más quería era que aquella muchacha aceptara ser parte de su vida. Y se sentía
inseguro.
Al llegar, descendió de su caballo y luego ayudó a
Cairenn a bajar de la carreta donde viajaba, su hermana había descendido sola y
ya estaba corriendo por el patio principal para dar aviso de su llegada.
-¿Estás bien? – le preguntó a Cairenn.
-Sí. ¿Tu casa? – preguntó ella retóricamente,
estaba sorprendida por lo grande que era el poblado, por el movimiento que
había y por el castillo que se levantaba delante de su vista.
-Mi casa – dijo él con la voz cargada de
emociones, luego le tomó la mano y avanzó con ella. Cairenn se soltó
bruscamente cuando vio que un grupo de personas se acercaba a recibirlos.
Quien encabezaba la marcha era sin dudas Connor
Blackdalion, el parecido con su hijo era sorprendente, de hecho parecían
reflejos distanciados por la edad.
Sean se sobresaltó al notar que la joven se
soltaba de su agarre, pero más se sorprendió de su propio gesto, había sido
algo natural tomarla de la mano, sólo ahora, al ver a su padre acercándose y
notar la incomodidad de la joven, pensó que había actuado imprudentemente.
-Sean – saludó el hombre al llegar hasta ellos y
le dio un cálido abrazo a su hijo. Luego se detuvo a mirar a su acompañante.
-Ella es Cairenn, es quien encontró la forma de
salvar a Ravlenar – la presentó y sintió
que sus palabras eran insuficientes.
-Es un gusto tenerte aquí – le dijo Connor, pero
se lo notaba algo tenso y eso intimidó a la joven.
Sean también se puso alerta, algo estaba pasando
allí, por suerte sus hermanos menores llegaron a relajar el ambiente. Colin y
Kendrick llegaron atropelladamente a
saludarlo, los dos muchachitos con cabello oscuro, uno con ojos dorados y el
otro con ojos color plata. Luego fueron directo a Cairenn.
-¿Tú lo bañaste con perfume de rosas? – preguntó
Colin con una sonrisa tan encantadora como su hermano mayor, sería sumamente
peligroso para las mujeres de adulto.
-Yo…fue sin querer – dijo Cairenn mirando a Sean .
El joven rubio miró a Shennara que era quien se había encargado de contarles su
vergonzoso percance a sus hermanos.
-¡Yo quería
ver eso!- protestó Kendrick.
-Debimos estar allí…- se lamentó Colin y Sean le
revolvió el cabello con la mano. Llegaría el día en que esos dos fueran demasiado grandes para aquellas
caricias. Los había extrañado.
Entonces Shara se acercó a ellos y la mirada de
Sean se dulcificó por un instante para luego volverse dura como el acero, su
madre no se veía feliz de verlo, más bien parecía disgustada. Imaginó que la
joven que la seguía a muy pocos pasos tenía que ver con que Shara lo hubiera
urgido a regresar.
-¡Hijo! – dijo simplemente y lo abrazó.
-Ya estoy aquí – dijo Sean esperando que eso
animara a su madre. Y ella sonrió levemente al tiempo que miraba a Cairenn.
-Bienvenida- dijo Shara y luego los invitó a
pasar. En ese momento la otra joven presente los interrumpió.
-Sean, he estado esperando que regresaras – dijo
Oriana y el joven rubio parpadeó confundido. Recordaba levemente haberla
conocido en la capital y había sido cortés como lo era siempre, pero no
imaginaba que esa pudiera ser razón suficiente para que aquella mujer estuviera
en su casa y se comportara tan familiarmente.
-Lady Oriana- respondió escuetamente inclinando la
cabeza. Por lo visto tendría que resolver aquello, pero no era el momento-¿Entramos?
Cairenn necesita descansar un poco, y además quiero hablar contigo padre. Sheny
trae la caja con los perfumes, por favor.
-Yo iré por ellos- se ofreció Cairenn.
-No quisiera que haya ningún accidente –le
susurró, recordándole que ella, él y frascos de perfume de rosas siempre eran
mala combinación. Escucharlo bromear la relajó un poco. Había cambiado todo lo
que la rodeaba, pero Sean seguía siendo Sean.
Mientras avanzaban hacia el interior, Shara
observó a su hijo, lo había hecho regresar porque la convivencia con Lady
Oriana había empezado a alterarla, Connor, dejando las normas de cortesía de
lado, se había ofrecido a echarla, pero no podían hacer nada hasta saber si
ciertamente Sean tenía algún tipo de interés por aquella joven como ella había
insinuado al aparecer en Levany como una invitada de él.
Y aunque conocía a su hijo no podía afirmar o
negar nada, pues sabía que el sentido práctico de Sean podía jugar en contra al
elegir una novia. Quizás su hijo hubiese pensado que una joven de la nobleza
podría ser una buena opción, o había visto en aquella joven algo que ellos no
veían. Era demasiado vanidosa, desconsiderada y le faltaba alma. Sin embargo,
ahora que veía a la joven de Ravlenar, sentía renacer sus esperanzas.
Shennara acompañó a Cairenn a los aposentos que
ocuparía, luego la dejó sola y fue entonces cuando la joven pudo ponerse a
pensar un poco en lo sucedido.
Levany era un lugar bellísimo, no sólo la
naturaleza, la pujante aldea, el castillo, o la gente sino que era un todo , un
lugar donde se respiraba bienestar. De hecho el lugar rezumaba el mismo tipo de
energía que Sean, viéndolo en su hogar no le cabían dudas sobre que él era digno heredero de aquel señorío. Y
eso llevaba sus pensamientos por otros rumbos, la mujer que esperaba el regreso
de Sean Blackdalion, Lady Oriana DeRoark.
Presenciar a aquella mujer había sido como un violento regreso a la realidad,
un recordatorio de quien era cada uno.
Ella era una problemática joven que era arrastrada
por cerdos en mitad del pueblo, la otra mujer era una delicada dama de la
nobleza, con un oscuro y sedoso cabello, nada parecido a sus rebeldes rizos. La
otra llevaba un precioso vestido que
lucía con gracia, mientras ella apenas si podía sobrevivir un día sin que su
ropa sufriera un accidente.
La otra era la clase de mujer que Sean elegiría para
ser su esposa, ella era alguien que sólo trabajaba con él para ayudar a
Ravlenar, y no debía olvidarlo.
Un par de horas después, cuando le pidieron que
fuera a reunirse con Connor y su hijo para hablar sobre el proyecto de los
perfumes, se sentía bastante desanimada. Y el entusiasmo de los dos hombres por
el proyecto, mientras comentaban, planificaban la distribución, la venta y Sean exponía sus expectativas con
meticulosidad, la hizo decaer un poco más.
-Hemos tenido mucha suerte de encontrarte – dijo
Connor cálidamente una vez que terminaron la conversación y de pronto la joven
sintió que algo le oprimía el pecho. Tenía que ver con el parecido de padre e
hijo, tenía que ver con esas palabras, y tenía que ver con los sentimientos que
se negaba a reconocer, pero que estaban allí todo el tiempo.
-Sí, nunca
fui más feliz de que me atropellaran con una carreta – agregó Sean y
ella sintió que podría echarse a llorar en cualquier segundo- ¿Estás bien? –
preguntó y ella asintió.
-Deberías mostrarle un poco el lugar, creo que la
aturdimos un poco- sugirió Connor.
-Sí, vamos Cairenn- dijo y tomándola por los
hombros la empujó levemente fuera del estudio de su padre.
-¿De verdad estás bien? – preguntó de nuevo.
-Sí, sólo algo cansada.
-Supongo que debería dejar que vayas a descansar,
pero hay un lugar que quiero mostrarte. Va a gustarte- dijo y la tomó de la
mano para llevarla, ella no tuvo la voluntad para soltarse de su agarre, era
demasiado reconfortante. Salieron casi escabulléndose, rodearon el castillo
hasta llegar a la parte posterior. Entraron por una pequeña puerta casi oculta tras una muralla y entonces ella quedó maravillada.
-Es el jardín de mi hermana – dijo Sean- Hay
muchas plantas y flores en todo Levany, pero este lugar es especial, siempre
fue su refugio, y aunque ahora esté lejos, este jardín conserva su encanto. Mi
madre y varias personas más se encargan de su cuidado, y cuando ella viene de
visita se encarga de hechizarlo nuevamente para que conserve su belleza- dijo
él sonriendo.
-Es precioso – alabó la joven sinceramente, no
conocía personalmente a Kristana Blackdalion, pero sentía una conexión con ella a través de su
jardín. Había distintas especies de flores y preciosos rosales, era una
explosión de color con espacios verdes
donde uno podía sentarse a descansar y mirar las flores. Se notaba el amor de
la mujer que había diseñado aquel vergel, transmitía mucha paz estar ahí.
-Imaginé que te gustaría – dijo él sonriendo
satisfecho y ella le sonrió de la misma manera.
-¡Aquí estaban, Sean! ¡Qué bonito lugar! – dijo
alguien interrumpiendo el momento, y al girarse se encontraron con Oriana que
no perdió la oportunidad de acercarse a ellos. Sin dudas los había seguido, no
había otra manera de llegar allí, Sean recordó que debía ser educado, pero le
costó bastante serlo.
-Lady Oriana, vaya sorpresa – dijo y la mujer
ignoró el tono de molestia en su voz.
-Me recuerda a los jardines de Palacio, ¿lo
recuerdas? – preguntó ella insinuante recordando la fiesta donde se habían
cruzado.
-Yo voy a descansar – anunció Cairenn, de repente
se sentía una intrusa y mucho más si aquella mujer iba a hablar de los momentos
compartidos con el rubio Blackdalion.
-Cairenn – intentó detenerla Sean, pero la chica
se escabulló rápidamente mientras Oriana le bloqueaba el camino.
-¿Me enseñas el lugar? He estado tan aburrida
últimamente – dijo y él supo que debía hablar con su madre y aclarar cualquier
malentendido que hubiese respecto a aquella mujer. Sus buenos modales estaban a
punto de irse por la borda.
-Lo siento, pero tengo muchas cosas de las que
ocuparme. Será mejor que volvamos – dijo él y su mirada era fría.
-Es que tenía tantos deseos de poder hablar y
pasar un tiempo juntos- insistió ella.
-No creo que sea posible- dijo él y se alejó dando
grandes zancadas que la mujer apenas pudo seguir. Y apenas entraron al
castillo, Sean localizó a una de las amigas de su madre, una que amaba hablar y
contar historias y dejó a Oriana en manos de ella. Si su excusa era el
aburrimiento, eso la entretendría un buen rato.
-Lady Oriana está un poco aburrida, seguramente
puedes darle un paseo por la aldea y contarle un poco sobre Levany – dijo él fingiendo
inocencia y desapareció antes que la molesta joven pudiera reaccionar.
Sean fue a buscar a Shara, pero no pudo
localizarla, en cambio se encontró con sus hermanos menores.
-Esa mujer es una molestia, ¿verdad? – preguntó
Colin que obviamente estaba al tanto pues siempre se entrometía en todo.
-Ofrecimos ayudar a que se fuera, un par de trucos
y listo, pero mamá no nos dejó – se lamentó Kendrick.
-¿Dónde está mamá?, tengo que hablar con ella.
-No está, fue a hablar con tío Coy, seguramente
vendrá más tarde, pero dudo que esté de humor.
-¿Con tío Coy? ¿Cuándo regresó? ¿Sucedió algo?
-Está casado- dijo Kendrick
-¿Se casó? ¿Cuándo? – preguntó Sean sorprendido,
no sabía que su tío Kilcoy tuviese novia siquiera.
-Eso mismo exclamó mamá al enterarse y parece que
en realidad fue hace años.
-¿Y su esposa?
-Esa fue la segunda pregunta de mamá, así que fue
a buscarlo, está quedándose en la vieja casa de mamá – respondió Colin y era
obvio que moría de ganas de saber lo sucedido. Y para ser sincero, también él.
Sean no pudo reunirse con sus padres hasta el día
siguiente, de hecho ni siquiera cenaron juntos sino que cada uno comió en sus
habitaciones. Tampoco pudo ver a Cairenn porque
cuando Shennara fue a buscarla por pedido de él, estaba dormida.
Cuando se reunieron a almorzar ni Connor ni Shara
mencionaron lo sucedido con Kilcoy, así que no se animó a preguntar, aunque se
notaba que el humor de su madre no era el mejor.
La plaga no se quedó a almorzar con la familia,
habían comido temprano y andaban por allí en algunas de sus peligrosas
aventuras, en el comedor sólo estaba él con sus padres, Lady Oriana llegó tarde
y Cairenn no se veía por ninguna parte.
El lugar se veía demasiado espacioso y vacío para
tan pocas personas, él prefería cuando estaban todos y había ruidos y risas,
ahora tenía un aire demasiado solemne.
-¿Nos sentamos? – invitó Shara.
-Falta Cairenn – acotó Sean y la otra mujer hizo un
gesto de irritación.
-Sadara iba a avisarle antes de traernos la comida
– explicó Shara y Connor le corrió la silla para que se sentase, lucía cansada.
Unos segundos después , Cairenn entró con Sadara,
ambas iban cargando bandejas.
-De verdad no era necesario que me ayudara – dijo
la mujer mayor que era como parte de la familia y ayudaba con la cocina cuando
había invitados.
-Esto está muy pesado para que lo cargue sola –
insistió Cairenn y cuando iba a
depositar la bandeja sobre la mesa, tropezó y derramó el contenido de los
platos sobre el vestido de Oriana De Roark.
-¡Campesina tonta! –gritó ofuscada la mujer levantándose de prisa y apartando con brusquedad a la afligida Cairenn
que intentaba ayudarla a limpiarse mientras se disculpaba.
-Lo siento mucho – dijo la joven mirando a los
presentes y salió corriendo sintiéndose totalmente humillada. Había intentado
ayudar y había sido un desastre, una vez más. Y le había dado la oportunidad a
aquella muchacha presuntuosa de recordarle cuál era su lugar. No pertenecía a
los salones de Levany, sino a su casa en Ravlenar.
Al mismo tiempo , Shara se levantó y se retiró en
silencio con sus ojos dorados echando chispas.
Oriana seguía protestando cuando Connor, que había
impedido que su hijo saliera tras Cairenn, lo miró fijamente.
-¿Te encargas tú o yo?- preguntó con fría calma
deteniéndolo de un brazo.
-Yo lo soluciono padre – aseveró con sus ojos grises afilados como acero.
-Eso espero – dijo Connor y se retiró en busca de su esposa
El desagradable incidente en el comedor le había
hecho recordar a Shara el pasado, más
precisamente lo acontecido durante sus primeros meses como esposa de Connor.
En aquellos días habían ido a una fiesta y la
habían tratado muy mal. Varias jóvenes nobles la habían humillado, haciéndole
ver cuan inadecuada era ella como esposa para Connor Blackdalion, una joven
campesina con dos pequeños hermanos no era el prospecto ideal para el menor de
los leones.
A pesar de que los amigos y familia de Connor la
habían apoyado, ella no había podido evitar sentirse mal, incluso cuando
Kalymera le había dicho que aquellas mujeres la molestaban sólo porque no
habían podido conseguir a Connor.
Lo peor de todo fue que él había parecido no notar nada de lo sucedido,
había estado tan encantador como siempre con todo el mundo, mientras ella se
sentía miserable.
De hecho Connor hasta había organizado una
fabulosa fiesta en Levany pocos días después, invitando a la gente que la había
maltratado. Shara no había adivinado sus intenciones y habían tenido un pequeño
distanciamiento que le había causado mucho dolor.
Ella no había notado nada , hasta que en mitad de
la fiesta Lukan, el mejor amigo de Connor, había preguntado en voz alta qué
eran los textos enmarcados que presidían el Salón , Shara no tenía idea de
cuando habían sido colocados allí. A cierta distancia y en mitad de la sala , el
rubio Blackdalion había sonreído como un animal al acecho y en voz fuerte y
clara había explicado que los papeles enmarcados eran los que daban cuenta de que Shara lo había comprado en una subasta
de esclavos.
Una ahogada exclamación de sorpresa había retumbado entre los
invitados y los ojos grises de él habían
resplandecido como plata fundida.
-“Ella es mi dueña , soy todo suyo” – había
pronunciado para que todo el mundo lo oyera y luego se había acercado a su
esposa “ Y ella es mía” ”Nos pertenecemos el uno al otro” – había afirmado
mirándola a los ojos al tiempo que la rodeaba con sus brazos en forma
protectora . Luego con una sonrisa encantadora que apenas encubría la furia en su voz, había pronunciado una
velada amenaza.
“Ya ven que los Blackdalion somos posesivos con lo
nuestro, no nos gusta que nadie haga daño a los que amamos ”
Había sido una puesta en escena magnífica, Connor
había planificado cada detalle sólo por ella, sólo por amor y aquel día Shara
había aprendido que podía enamorarse dos veces del mismo hombre y que lo que
más amaba de él era su particular forma de resolver las cosas.
Nadie jamás había vuelto a dudar del lugar que
ella ocupaba en el corazón de Connor, ni siquiera la propia Shara.
Se observó las manos, tenían marcas de viejas
heridas y definitivamente no eran las manos de una dama, sino de una mujer que
había pasado gran parte de su juventud trabajando en una herrería y labrando la
tierra, eran manos marcadas por el trabajo duro. Suspiró audiblemente y en ese mismo instante sintió que unos
brazos la rodeaban desde atrás , fue plenamente consciente del fuerte pecho
masculino que se ajustaba contra su espalda y de la barbilla que se apoyó sobre
su cabeza al tiempo que los brazos la
ceñían más contra el poderoso cuerpo. Connor la envolvía y como si
hubiese leído sus pensamientos previos tomó sus manos entre las suyas y las
levantó para exponerlas. Era extraño, pero entre aquellas manos masculinas
grandes y de largos dedos , las suyas se veían pequeñas y delicadas, luego
Shara observó con más detenimiento y vio las cicatrices que también marcaban
las de él, las durezas provocadas por el manejo de la espada y también por el
trabajo de la tierra, la crianza de los hijos y el cuidado de la gente de
Levany.
-Perfectas – murmuró Connor desde atrás de ella y
no le quedó más que asentir levemente mientras tomaba las manos amadas de aquel
hombre y se las llevaba a los labios para besarlas.
Connor le devolvió el gesto depositando un beso en
lo alto de su cabeza para inmediatamente después darla vuelta hacia él.
-¿Aún tienes dudas? –preguntó y sus ojos grises relampaguearon como el
acero
-Nunca – contestó ella permitiendo que todo el
amor que sentía se reflejara en sus cálidos ojos dorados. Una traviesa sonrisa
sesgada se dibujó en el bello rostro masculino. A pesar de los años , Shara
seguía siendo totalmente vulnerable a aquella sonrisa.
-Voy a asegurarme – dijo él y bajó la cabeza para besarla. El beso no sólo
la convenció sino que por poco le hace olvidar hasta su nombre.
-Connor…-musitó ella cuando recobró los sentidos.
-¿Qué te preocupa?
-No me gusta –dijo Shara-¿Cómo se le ocurrió a
Sean invitarla?, no quiero a esa mujer aquí, mucho menos cerca de él…
-Sean es un hombre ya, Shar. Él sabe lo que hace.
-Lo dudo.
-Shar, nuestro hijo nunca se equivoca, tiene tu
sentido común, amor, ¡Cielos! Si es más exasperante que Caleb. Confía en él.
-Pero…y¿ si se equivoca en lo más importante?
-Bueno, en ese caso, podemos desheredarlo.
-¡Connor!
-Todo irá bien – aseveró él
-Aún así, ella no me gusta – insistió Shar y
Cairenn que pasaba por allí escuchó accidentalmente el final de la conversación
y malinterpretó lo que acababa de oír.
Sean fue muy claro con Oriana, no había lugar para
ella ni en Levany ni en su corazón, y la quería lejos de allí, lo más pronto
posible. La mujer ni siquiera intentó disuadirlo, la actitud del joven era
atemorizante, lo creyó capaz de sacarla él mismo de allí. Había querido
conquistar al joven heredero, pero no era lo que ella esperaba.
Aunque el joven rubio hubiese deseado obligar a
aquella mujer a disculparse con Cairenn
y su madre, se conformaba con que se marchase.
Sentía una tormenta en su interior, había visto
heridas a dos de las mujeres que más le importaban en el mundo, estaba seguro
que su padre consolaría a Shara, a él le tocaba encontrar a Cairenn.
Por suerte estar en casa le daba ventajas, los habitantes de Levany le dieron
indicaciones sobre dónde la habían visto
pasar y pudo llegar rápidamente a ella.
Sonrió aliviado al verla, casualmente estaba
sentada en un viejo tronco donde solía sentarse Kristana a meditar, quiso ver una señal en eso.
Se le acercó lentamente.
-¿Estás bien?
-Lo siento – dijo ella una vez más y Sean se sentó
a su lado.
-No tienes nada por lo que disculparte, al
contrario, eres quien merece recibir una disculpa. Pero ya no debes
preocuparte, Lady Oriana DeRoark dejará de incomodarnos a todos…
-Quiero volver a casa, no debí venir- lo
interrumpió ella y Sean la miró sorprendido, sabía que estaba herida, pero no
había esperado aquello.
-¿Quieres irte? Sé que esa mujer fue odiosa, pero
ahora que no está más prometo que todo será diferente, hay muchos lugares que
quiero mostrarte. Incluso los chicos han hecho planes, no me gustaría que te
marcharas tras una mala experiencia- insistió y ella lo miró con los ojos
llenos de lágrimas.
-No pertenezco aquí.
-¿Y nuestro proyecto?- trató de convencerla casi
con desesperación.
- Ya está en marcha, de hecho soy más necesaria en
Ravlenar que aquí. Tú y tu padre se encargaran de la comercialización y todo
ese proceso, ¿verdad? Mi parte está cumplida.
-Soy yo quien te necesita – dijo sin saber qué
otro argumento ofrecer y ella lo miró aún más sorprendida- Te pido que te quedes
a mi lado Cairenn, porque te quiero – dijo y antes que pudiera reaccionar puso una mano sobre el rostro femenino y la
besó. Fue un beso suave porque aunque no había podido controlarse, no quería
asustarla, sólo quería que entendiera lo importante que era para él. Cairenn no
lo rechazó, pero cuando se separaron, se alejó.
-Volveré a Ravlenar - dijo ella con firmeza.
-¿No puedes darme una oportunidad? ¿No sientes
nada por mí? – preguntó y casi no se reconoció en ese hombre desesperado.
-Lo siento – respondió ella.
-De acuerdo, haré los arreglos para que regreses
lo más pronto posible. Disculpa si no puedo escoltarte personalmente a
Ravlenar, pero creo que será mejor que no lo haga.Y también me disculpo por
haberte incomodado – dijo él sin saber cómo actuar, era la primera vez que
declaraba su amor y había sido rechazado, era como si el invierno se le hubiese
instalado dentro. No sabía qué hacer o decir, así como sus sentimientos por
ella lo habían desconcertado, el que se alejara
lo dejaba completamente perdido. Tampoco estaba seguro de poder manejar
todas esas emociones, así que se alejó porque le pareció lo más prudente.
La joven lo vio alejarse y las lágrimas que había
contenido se desataron.
¿Quererlo? Claro que lo quería, lo amaba pero no
era indicada para él. Desde su llegada a Levany había sido consciente más que
de la posición de Sean, del rol que cumplía, de cómo todos contaban con él.
Algún día debería cuidar de todas esas personas y necesitaba una mujer que
pudiera ser un apoyo en esas circunstancias, no alguien que sólo le causaba
problemas e incluso lo hacía correr peligro. No alguien que pudiera
avergonzarlo.
Se alegraba que Lady Oriana estuviese fuera del
panorama, pero eso no cambiaba nada, Sean Blackdalion no era para ella, aunque
creyese quererla, llegaría un día en que se diera cuenta que estaba equivocado
y lo lamentaría. Ambos lo lamentarían. Era mejor alejarse ahora.
Sean cabalgó un trecho corto hasta llegar a la
vieja casa en la que había vivido su madre de soltera, golpeó y esperó mientras
intentaba encontrar una solución lógica a sus problemas.
Un hombre de poco más de treinta años, de cabello
oscuro y brillantes ojos dorados le abrió la puerta.
-¿Sean, qué haces aquí?
-Necesito pedirte un favor, tío- dijo entrando.
Kilcoy era más un hermano mayor que un
tío, apenas los separaban doce años.
-¿Ese favor va a alejarme de las garras de tu
madre?- preguntó esperanzado.
- Eso creo. Necesito que escoltes a alguien hasta
Ravlenar, no hay nadie más a quien pueda confiarle su seguridad.
-¿Una mujer?- preguntó Coy suspicaz.
-Sí, su nombre es Cairenn. Tiene tendencia a
meterse en accidentes y quiero que llegue a salvo a su hogar, prometí que
cuidaría de su seguridad.
-En ese caso, ¿no deberías acompañarla tú?
-Si pudiera lo haría, pero ella ha elegido que no
lo haga.
-Oh , ya veo. ¿Estás enamorado de ella?
- Y tú, ¿estás enamorado de tu esposa?
-¡Rayos cachorro! ¿Tenías que mencionarlo?
-¿Vas a contarme?- le preguntó a su vez.
-No todavía, pero sí llevaré a tu chica a su casa
– respondió Kilcoy sonriendo.
-Gracias – dijo Sean escuetamente.
-¿Y vas a dejarla ir?- preguntó Kilcoy observando
a su sobrino.
-¿Tenías que mencionarlo? – preguntó Sean
divertido, devolviendo la pregunta de su tío. Pero en su interior seguía
haciéndose esa pregunta si era capaz de dejarla ir.
Se quedó un rato con su tío contándole sobre el
proyecto de los perfumes y sobre la mujer que se había vuelto tan importante en
tan poco tiempo.
Luego volvió al castillo para avisarles a sus padres que Cairenn se
marcharía al día siguiente y que Coy iría a acompañarla, ambos se mostraron
sorprendidos por la partida de la joven.
-¿Volverá a su casa? – preguntó Shara sorprendida-
Yo creí…- dijo y luego calló, había creído que Sean y Cairenn tenían
sentimientos el uno por el otro, y había deseado que su hijo encontrara a
alguien como esa joven alguien que lo hiciera sonreír como había hecho desde que llegara junto a ella.
Pero quizás se equivocaba, los hombres de su familia no estaban siendo nada previsibles.
-¿Fue por lo que sucedió durante la comida?
–preguntó Connor serio.
-Quizás en parte, no estoy seguro.
-¿Pero no hablaste con ella? Debiste disculparte,
es nuestra invitada, ella sí lo es, y tuvo que pasar por un mal momento- dijo
Shar.
-Hablé con ella.- respondió escuetamente y con mirada
evasiva, sus padres eran muy perceptivos y no se sentía en condiciones como
para que hurgaran en sus sentimientos.
-¿No pudiste convencerla? Quisiera que se quede
más tiempo y que disfrute de Levany – dijo Shara.
-Lo intenté- se excusó él.
-¿Y no volverás a intentarlo? – preguntó Connor y
cuando Sean levantó la mirada se encontró con los ojos idénticos a los suyos y
supo que su padre conocía lo que sentía por Cairenn. Era su padre después de
todo.
-Sí, lo intentaré nuevamente- afirmó y Connor
sonrió con aprobación.
Al día siguiente, Cairenn había empacado las pocas
cosas que había llevado consigo, era hora de volver a casa, volver a sus
perfumes, a los problemas cotidianos de Ravlenar y a sus ocasionales accidentes
sin que la rescatasen. Sean no estaría allí, eso le dio una punzada de
tristeza. Estaba decidida a ser muy cuidadosa, no iba a caerse, ni tropezar, ni
derramar nada, porque si no la invadiría la nostalgia.
Cuando terminó todos los preparativos, salió al
patio, había mucho ruido, niños jugando , gente trabajando, todo era
movimiento, Levany parecía ser un mecanismo donde los engranajes funcionaban
perfectamente con un ritmo propio, un ritmo lleno de vitalidad. Hubiera querido
ser parte de ello, pero no podía dejar de pensar que desentonaba.
Sus pensamientos estaban tomando un rumbo un tanto
deprimente cuando lo vio acercarse, en su propio hogar Sean Blackdalion se veía
mucho más impresionante, como para quitarle el aliento. No pudo evitar que el
recuerdo del beso la invadiera y se sonrojó.
-Cairenn…- dijo él llegando a su lado e
instintivamente ella retrocedió un par de pasos, el joven lo notó y guardó las
distancias- Sólo quería avisarte que mi tío me dijo que en un par de horas
pueden salir. ¿Ya estás preparada?
-Sí, gracias.
-Cairenn…- volvió a nombrarla pues estaba decidido
a que lo escuchara-cuando te besé…
-No tenemos que hablar de eso – intentó
interrumpirlo.
-Pero te irás, así que al menos necesito decir lo
que siento. Necesito decirte que no ando besando a cualquier mujer que se cruza
en mi camino.
-Nunca pensé que así fuera – respondió incómoda.
-¿De verdad no sientes nada por mí? ¿No tenemos
ninguna posibilidad?
-No se trata de lo que sienta- dijo ella con
intensidad y luego continuó- se trata de que tú y yo no somos adecuados el uno
para el otro.
-¿Adecuados?
-No seríamos felices – se explicó cuando en
realidad lo que quería decirle era que temía que él no lo fuera y que esa sería
su mayor infelicidad.
-¿Cómo puedes estar tan segura? Porque en realidad
he sido muy feliz todo este tiempo a tu lado. Y creí…me pareció…que tú también
lo eras.
- Es así, pero, era algo diferente. Yo no siento
que pertenezca a este mundo, pero sin dudas tú sí eres parte de este lugar.
Nuestros encuentros estuvieron signados por toda clase de accidentes, estar
juntos es casi un anuncio para las catástrofes, yo no puedo hacerlo.
-Créeme, por primera vez pude disfrutar de lo
imprevisto porque tú hiciste que valiera la pena. Pero no puedo convencerte si
sientes que serás más feliz estando lejos.
Lejos de mí.- dijo dejando aquellas palabras flotando en el aire como si le
diera tiempo a pensarlo.
Y ella lo pensó, iba a ser difícil estar lejos de
él, pero no se sentía capaz de quedarse, le faltaba valor. Estaba siendo una
cobarde, pero se había enamorado de alguien muy especial, y amarlo requería
mucho más valor del que tenía. Primero había sido un desconocido, luego un
compañero, luego alguien que necesitaba y ahora, era alguien a quien quería
proteger aunque eso significara dejarlo.
-Sean Blackdalion, muchas gracias por todo – dijo
la chica ahogándose en sus propias palabras.
-Ten buen viaje – dijo él y se alejó. No volvió a
despedirse, ni estuvo allí con el resto de la familia cuando ella se marchó
junto a Kilcoy.
El tío de Sean era muy diferente, pero al mismo
tiempo tenía un aire familiar que le resultaba doloroso. Viajaron en silencio
hasta Ravlenar. Y al llegar la ayudó a descender aunque ella dijo que podía
hacerlo sola.
-Me pidieron que cuidara muy bien de ti.- le dijo
y ella no tuvo que preguntar quién había hecho el pedido.
-Gracias.
-Ahora que estás a salvo en tu casa, iré a hablar con Neill si me indicas cómo llegar.
Sean me pidió que hablara con él sobre los pasos a seguir con la distribución
de los perfumes.
-Ya veo, puedo acompañarlo si quiere.
-No, con instrucciones bastará, además quiero
recorrer Ravlenar me recuerda mucho a como era Levany cuando yo era niño, creo
que me ha dado un poco de nostalgia.
-Ravlenar es un lugar mucho más pequeños, sólo un
pueblo de campesinos.
-Eso era Levany antes, y eso éramos nosotros antes
que Connor llegara.- dijo él hombre y ella se lo quedó mirando sin entender.
-¿Usted nació en Levany? Pensé que toda la familia
provenía de las tierras Blackdalion.
-No, mi hermana era una joven herrera y campesina
antes que la guerra trajera a Connor con
nosotros. Luego todo cambió, pero estoy seguro que escuchó la historia alguna
vez, que Shara fuera la esposa del joven Blackdalion causó bastante revuelo en
ese entonces.
-No, no había escuchado sobre ello – casi musitó
Cairenn porque con aquella información acaba de comprender lo equivocada que
había estado. Ahora entendía que el enfado de Shara no era hacia ella sino hacia Lady Oriana.
Entendía también que podría haber ocupado un lugar junto a Sean, pero que por miedo, había perdido la oportunidad.
- Tal vez algún día pueda oír la historia completa
– dijo Kilcoy sonriéndole y luego fue en busca de Neill mientras Cairenn
entendía que también en Ravlenar sentía el corazón roto.
Y un mes después supo que añoraría unos ojos
grises toda su vida.
Sean Blackdalion estaba revisando los perfumes que
habían enviado desde Ravlenar, ahora comenzaba la etapa de distribución, junto
a Connor ,Kilcoy y Colin habían diseñado toda la ruta de comercialización,
también Kyrian se había comprometido a ayudarles para hacer que fueran
populares en la corte. En poco tiempo empezarían a ver los resultados de tanto
esfuerzo y trabajo, debería estar orgulloso y satisfecho, pero se sentía
completamente desanimado. Extrañaba a Cairenn y esos frascos de perfume sólo se
la recordaban.
-Cachorro, nunca pensé ver que te pondrías
sentimental por un frasco de perfume de rosas – dijo Connor acercándose y
sobresaltándolo.
-Padre – dijo casi como protesta Sean al ser
sorprendido.
-¿La amas, verdad?
-Sí.
-¿Y entonces qué haces aquí? Deberías ir y
buscarla. La verdad que a tu madre y a mí nos gusta bastante, esa chica logra
que parezcas humano – lo provocó.
-No es que no quiera buscarla ,pero ¿qué se supone
que haga? Ella dice que no somos adecuados el uno para el otro.
-Creo que la entiendo - comentó Connor y su hijo lo miró asombrado.
-¿La entiendes? Porque yo no, le dije que la quiero
y pensé que ella sentía algo por mí, pero ahora se ha marchado.
-Bueno, te pareces mucho a tu madre, también a mí,
pero en este caso lo que te trae problemas es tu herencia materna.
-¡Padre!- protestó Sean una vez más.
-En serio, entiendo a Cairenn porque alguna vez
sentí que Shara y yo no éramos adecuados el uno para el otro.
-¿En serio? – preguntó sorprendido, sus padres
eran perfectos el uno para el otro- ¿Acaso fue cuando te compró en aquella
subasta?
-No, mucho después, cuando ya me había enamorado
de ella.
-No lo entiendo, si la amabas...
-No quería causarle problemas. Shara era una mujer
que criaba a sus dos hermanos, se mantenía a sí misma y hacía todo bien. Yo en
cambio, sólo sabía usar una espada y causar problemas. No era bueno cultivando
la tierra, criando animales o en la herrería. Siempre me había ocupado de las
cosas divertidas, tus tíos Caleb y Ennis estaban para ocuparse de lo serio, así que yo era bastante inútil. Y
sabía que Shara no necesitaba un inútil, su vida era complicada y necesitaba un
hombre que pudiera ayudarla. Aunque la amaba con todo mi ser, tenía mis dudas,
no quería hacer nada que pudiera perjudicarla, aún si eso implicaba dejarla ir.
-¿Y qué hiciste?
-Dejé que mi familia me diera muchos sermones,
también me convencieron de que tenía algunas buenas cualidades y la verdad que
mi corazón no hubiese soportado perder a tu madre, así que entendí que si bien no
era el adecuado, sí era el perfecto para ella, porque nos amábamos. Porque
nadie iba a amarla como yo.
- Entonces , ¿crees que a Cairenn le suceda eso...?
-Te lo he dicho, te pareces a tu madre. No sueles
causar problemas, tienes ese horrible sentido práctico que hace que seas bueno
en todo aquello que te propongas. Ella no se aleja porque no te quiera, se
aleja porque teme que pueda perjudicarte...
-Pero ella es perfecta tal cual es, me equilibra,
quiero decir, con ella puedo relajarme....
-A veces las palabras no bastan, deberás
demostrárselo.
-¿Cómo?
-Esa es tu parte, siempre te gustó planificar cosas, encontrarás una manera – dijo palmeándole la espalda.
-Esa es tu parte, siempre te gustó planificar cosas, encontrarás una manera – dijo palmeándole la espalda.
Las palabras de Connor le habían llegado,
necesitaba convencer a Cairenn de que eran adecuados, de que la mujer que él
necesitaba a su lado , era ella. De que podían hacerse felices mutuamente
Necesitaba un plan.
Cuando el otoño empezó a teñir a Levany de colores
dorados, cuatro personas aparecieron de la nada en el patio principal, para cualquiera ajeno a
la familia hubiese sido algo sorprendente, sin embargo los Blackdalion estaban
acostumbrados a que sus primos de Dalalbión utilizaran los portales para
transportarse. Así que Nía , sus hermanos y Jace fueron recibidos con total
normalidad.
-Bueno, ya estamos todos, ¿cuál es la emergencia?
– preguntó Blaze a su primo Sean
-Un asedio – contestó con una sonrisa el aludido
-¿Dónde? – preguntó Lysander con obvio entusiasmo.
-La pregunta correcta es a quién – lo corrigió
Sean ganándose una mirada de curiosa
expectación de todos los reunidos.
Durante los últimos tres meses, desde que había
abandonado Levany, el espíritu de Cairenn parecía haber desaparecido. Ya no se
metía en accidentes pero tampoco tenía su alegría habitual.
Su familia se había preocupado mucho por ella en
un principio, luego habían comprendido que sólo el tiempo podía ayudarla. La
habían acompañado y habían estado a su lado mientras trabajaba en los perfumes.
Aunque nadie hablaba de ello, sabían que se debía
a Sean Blackdalion, el vacío que él había dejado era algo casi palpable.
Sin embargo, ella no hablaba de él.
En realidad Cairenn extrañaba horriblemente a
Sean, había dudado mucho sobre si ir a buscarlo o no, pero sentía que no tenía
derecho. Con el correr de los días se había convencido que él ya la había
olvidado. En todo ese tiempo no había tenido noticias de él, el tema de los
perfumes lo manejaba Neill e incluso Kilcoy había ido a acordar detalles, pero
jamás el joven rubio.
Las estaciones comenzaban a cambiar, y ella estaba
ocupada trabajando antes que el invierno se llevase las flores .El trabajo
consumía todo su tiempo, y de esa manera evitaba pensar y ahuyentaba los temores,
por ejemplo las posibles noticias de un compromiso del heredero de Levany.
Y un día, el menos pensado, algo la sacudió de su
letargo. Clasificaba flores cuando su madre se acercó.
-Querida, te buscan – dijo la mujer y el tono de
voz la intrigó.
-¿Quién?- preguntó
con una sensación que iba del miedo a la esperanza.
-Será mejor que tú lo veas – respondió la mujer y
la joven se dirigió hacia la puerta rápidamente.
Miró sorprendida al visitante que la esperaba, después de todo uno no se encontraba todos los días con un hombre
como aquel. Aunque no era alguien que conociera.
-Buen día, soy Blaze Blackdalion, ¿podríamos
hablar? – dijo él cortésmente y ella confusa lo invitó a entrar. Dada su altura,
Blaze inclinó un poco la cabeza al atravesar la entrada y aquel mínimo gesto
estremeció a la joven porque le recordó que Sean había hecho lo mismo.
-Pase por favor – dijo la chica formalmente y
alcanzó a ver que su madre se escabullía dejándola sola con el inesperado
visitante – Dígame Señor Blackdalion, en
qué puedo ayudarle.- preguntó extrañada.
-Llámame Blaze, por favor - pidió al tiempo que se sentaba donde le
indicaba- Lo que he venido a tratar tiene que ver con mi primo Sean.
-Lo escucho...- dijo mientras las palabras se le
atoraban en la garganta.
-Sabes, mis hermanos y mis primos, los hijos de
tía Kaly , siempre recurren a mi por ser mayor. Supongo que en cierta forma yo
soy el encargado de ayudarlos cuando se meten en líos. – la joven lo miró
intrigada no tenía idea de a dónde llevaba aquella conversación - ser hermano
mayor tiene esas responsabilidades.
- Supongo que sí – comentó ella cautelosa. No
tenía idea de por qué aquel hombre estaba allí hablándole sobre su vida.
-El hecho es que también yo a veces necesito apoyo
y en ese caso recurro a Sean. Él siempre encuentra una solución, creo que eso
me da un poco de libertad para ser irresponsable a veces. Sé que Sean va a
estar allí cuando lo necesite .Mi primo tiene una extraña cualidad, que creo él
ignora poseer, todos nos sentimos seguros cuando está cerca. Las cosas no
pueden salir mal si Sean Blackdalion está a tu lado.
-Sé a que
se refiere... – contestó Cairenn
asintiendo con un breve gesto. Sus encuentros con Sean habían estado
signados por todo tipo de desastres, pero siempre habían terminado bien.
- Seguramente te preguntarás qué hago yo aquí ...-
continuó Blaze – el caso es que por
primera vez mi primo ha solicitado mi ayuda para algo trascendental en su vida
y ,dado lo mucho que lo admiro, comprenderás lo importante que es para mi cumplir con su solicitud .
-Sí. Lo entiendo – dijo ella sucintamente pensando
que cualquiera acudiría a un llamado de
Sean. Quizás era la única insensata que le había dado la espalda
-Mi primo ha encontrado la mujer de sus sueños, un
tiempo atrás esto no me hubiese parecido tan importante, pero dado que yo mismo
estoy perdidamente enamorado de mi esposa, comprendo por lo que está pasando. Entenderás
que para él es cuestión de vida o muerte lograr el amor de esta joven y que
nada se interponga en su camino.
-Yo no pienso interponerme – dijo dolida por la
acusación velada. ¿Acaso no bastaba con que ella supiera cuán inadecuada era para
Sean? ¿Era necesario que los Blackdalion se lo recordaran?
- Me alegro que así sea- dijo él con la diversión
pintada en sus ojos verdes -, pero creo
que no me has entendido...
-Claro que sí Señor, él puede amar a quién quiera.
¿Qué clase de mujer piensan que soy?¿Qué creen que voy a hacer, algún tipo de
escándalo o pelear por algo que sé que
no tengo derecho a reclamar? – preguntó perdiendo la paciencia.
- Me desilusionaría si no lo hicieras y a Sean
también. Porque es a ti a quien él ama.
-¡Oh! – exclamó ella quedándose sin palabras.
-Lo que mi primo me pidió es que te convenza de
que lo aceptes, de que te haga ver que él
es buena persona.
-Yo sé quien es él...lo sé demasiado bien.- dijo
la joven apesadumbrada.
-¿Pero lo quieres? – preguntó Blaze con
dureza y la joven levantó la mirada. En
sus ojos él leyó la respuesta y su ruda expresión se suavizó- En ese caso no
tengo nada más que hacer aquí, los demás se encargarán del resto.
-¿Los demás? – preguntó confusa.
-Sí, prima. Los Blackdalion nunca nos damos por
vencidos – aclaró él y le dio un suave beso en la mejilla antes de marcharse.
Cairenn se dejó caer en una silla, un rayo acababa
de derribarla y ella ni siquiera entendía cómo la había alcanzado.
Al día siguiente ella entendió a lo que se refería Blaze, una pequeña
comisión de embajadores llegó a su puerta.
Los hermanos y primos menores de Sean invadieron
su casa encabezados por el joven Colin.
-Hola Cairenn. Mi madre envía esto- comentó
levantando una cesta- dijo que era injusto que nos alimentaran porque podemos
acabar con cualquier despensa, creo que no confía en nuestros buenos modales.
La sonrisa del muchacho le recordó a la de su
hermano mayor, cualquier mínimo gesto le recordaba a Sean.
Los menores del clan Blackdalion-Likaios
conformaban un encantador y ruidoso grupo de adolescentes que se dedicó a
contarle todo tipo de anécdotas sobre Sean. Eran historias divertidas y tiernas que dejaban al descubierto lo mejor
del joven Blackdalion y sobre todo el amor que le tenían los suyos.
Ninguno habló sobre los sentimientos de ella o de él, sólo pasaron la tarde charlando, comiendo
las delicias que había enviado Shara y riendo, aún así Cairenn vislumbró a
través de las palabras de los jóvenes al
Sean del que se había enamorado.
-Espero que nos veamos pronto Cairenn y gracias por
todo– se despidió Colin en nombre de los demás.
Por un par de días
no sucedió nada, pero al tercer día a primeras horas de la mañana,
mientras Cairenn alimentaba a los caballos , apareció una joven alta de cabello
oscuro.
-¿Me invitarías una taza de té? , la mañana está
bastante fresca pero me gustó caminar hasta aquí, el paisaje es encantador.-
dijo al llegar hasta ella.
-Claro, adelante – la invitó Cairenn guiándola
hasta su casa
-Soy Elanía Blackdalion, prima de Sean – dijo la
joven
-Me lo imaginaba.- señaló con una sonrisa.
Un rato después estaban acomodadas frente a tazas
humeantes de té de menta.
-Tenía muchas ganas de conocerte, mejor dicho me
mataba la curiosidad– dijo Nía y Cairenn no supo qué responder. Así que la
joven continuó- Cuando Sean nos llamó, nos asustamos, para que llegaran
mensajeros a las tierras Blackdalion, a Dalalbión, a Ildrake debía ser algo
grave, grave al estilo de mi primo, una guerra, rescatar a alguien, la
seguridad del rey, algo por el estilo. Así que cuando supe que se trataba de
una mujer, imaginé que debía ser alguien muy especial.
-Yo no soy alguien especial- dijo Cairenn algo
incómoda.
-Lo eres. Tengo el don, y cuándo le pregunté a
Sean si debía usarlo respondió que si creía que era necesario, lo hiciera.
Nuestro Sean jamás diría algo así, es de lo más práctico y previsor, pero si se
trata de ti está dispuesto a poner al mundo de cabeza, así de especial eres.
-Él es alguien mucho más especial – dijo Cairenn
bajando la mirada.
-Es verdad, lástima que a veces no nos damos
cuenta a tiempo. ¿Sabes? Yo me escape de mi prometido vestida de novia- dijo
con picardía y la otra joven la miró sorprendida.
-¿Por qué?
-Porque me di cuenta que no lo amaba, que la
persona que amaba había estado a mi lado toda mi vida, era mi mejor amigo y
tontamente lo había alejado de mí. Lo había herido también al ignorar su amor
por mí.
-¿Qué sucedió?
-El amor, Jace es mi amor y yo el suyo, así que
todo salió bien. No importa lo que suceda, si hay amor verdadero puede
solucionarse.- dijo con absoluta convicción. Pasaron un rato más juntas hasta que el marido de Nía llegó a
buscarla y Cairenn tuvo la oportunidad de comprobar cuánto se querían los dos.
Viéndolos
resultaba muy difícil imaginar que un día habían estado a punto
perderse.
Al día siguiente no recibió ninguna visita,
extrañamente se sintió desilusionada,
pero un día después se vio doblemente recompensada. Volvía de casa de Neill
cuando encontró a dos hombres esperando en su jardín.
-¿Eres Cairenn? – preguntó uno de ellos.
- Sí – respondió.
- Somos Conrad y Lysander Likaios , primos de Sean
, encantados de conocerte – dijo uno de ellos y los dos hicieron una graciosa
reverencia . Ya nada podía sorprender a la joven, ni siquiera que estos dos hombres,
muy parecidos entre sí más allá del
color del pelo y los ojos , sacaran flores de la nada para entregárselas como
un presente. Los hermanos Likaios eran peligrosamente encantadores.
-Supongo que vienen a hablarme de Sean ...-
aventuró ella con cautela
-Es usted adivina...- respondió Lys sonriendo
divertido.
-Será mejor que entremos – los invitó imaginando
que iba para largo. Por lo visto la familia de Sean era tan extensa como sus
virtudes.
-Es un bailarín bastante decente – dijo Conrad
acomodándose frente a ella.
-También es un buen músico...- agregó Lysander haciendo
un gesto vago con la mano como si le costara encontrar algo para decir.
-Y debajo de esa apariencia aburrida tiene muy
buen sentido del humor, después de todo es hijo de Connor –agregó Conrad mientras
ella contenía la risa- Además he oído que usted
puede lograr que huela a rosas...
-¡Ay Dios! – gimió ella recordando el incidente,
por lo visto ya se había extendido. Pobre Sean.
-Hermano, creo que esto no es lo que Sean tenía en
mente – comentó Lysander con una sonrisa perversa.
-Cairenn, en verdad creo que deberías quedarte con
el muchacho, no es tan malo y necesita un poco de espontaneidad en su vida - se sinceró Conrad entrando en confianza
-Con urgencia – resaltó Lysander-No quiero
imaginarme qué va a ser de él si lo atrapa alguna de esas estiradas jóvenes que lo persiguen –
comentó fingiéndose aterrorizado.
Por un momento la joven pensó que tampoco ella
podía imaginar a Sean en brazos de otra. Menos si se trataba de alguien tan
horrible como aquella Lady Oriana.
-En efecto creo que eso sería algo muy
desafortunado.- dijo ella sumiéndose en sus propios pensamientos.
-Y si decides aceptarlo, prometemos estar a tu
entera disposición si necesitas ayuda con él –se ofreció Conrad y cuando la
joven lo miró confundida, Lysander aclaró las palabras de su hermano.
-Ya sabes, si te molesta le podemos hacer crecer
una barba verde, convertirlo en un cerdo o hacer que una nube de tormenta lo
siga, lo que tú prefieras.- finalizó y Cairenn agradeció que ese par pareciera
estar de su lado.
Al día
siguiente, fue su padre quien la llamó al exterior.
-Creo que son visitas para ti, de nuevo– dijo el
hombre señalando dos jinetes que se acercaban a toda velocidad por el camino ,
levantando una nubecilla de polvillo. Parecían estar corriendo una carrera, con
precisión se detuvieron delante de su casa y desmontaron.
Dos muchachas idénticas sacudieron sus rizos
oscuros y la miraron fijamente.
-Tiene cabello rizado – dijo una.
-Sabía que Sean tenía buen gusto – comentó la otra.
Se acercaron a ella y la tomaron de un brazo cada una.
-Soy Ariadne.
-Y yo Brianna- se presentaron y Cairenn miró de
una a otra intentando identificarlas. Iba a llevarle algún tiempo.
-¿Son sus primas? –preguntó.
-Sí, y nunca pensé que Sean haría algo divertido
en su vida, ya era hora.- dijo Bri.
-Hasta prometió interceder a nuestro favor la
próxima vez que causemos problemas- mencionó Ari.
-Y contener a Blaze cuando sea necesario, nuestro
hermano mayor es una molestia. ¿Ya lo conociste, verdad?
-Sí- respondió ella y entendió por qué aquella
mirada verde le resultaba tan familiar.
Sean habló de un licor delicioso que hacen en tu
casa, ¿tienes?- preguntó Brianna y Cairenn asintió con una sonrisa.
Aquellas muchachas eran preciosas, y su vitalidad
contagiaba, y pensó que al fin conocía a alguien que causaba más problemas que
ella. Aunque obviamente , lo hacían intencionalmente. Pero también era evidente que ellas tenían el mismo código de
honor de todos los miembros de su familia, sólo que en su pequeña estatura
tenían una cuota extra de travesura.
Bebieron un poquito de licor y luego comenzaron
con lo que las había llevado hasta allí.
-Bien – dijo Brianna – supongo que los demás te
habrán hablado de todas las virtudes de Sean, una larga lista...
-....pero deben haber olvidado lo más importante –
finalizó Ariadne
-¿Qué? – preguntó Cairenn divertida por la campaña
que Sean había ideado. Le encantaba ver aquel desfile de familiares intentado
convencerla, cuando ella estaba ya segura de amarlo con todo su ser.
-Es lindo , apuesto o como quiera que se diga
sobre la belleza de los hombres. Y mi
primo sin dudas es bello– sentenció Bri.
-Y no hay que menospreciar esa cualidad. Claro que
está bien que sea inteligente y responsable, buena persona y bla bla bla, pero
su belleza no es menos importante. Ver esa cara cada día de tu vida no va a ser
un sacrificio –aclaró expresiva Ari y Cairenn no pudo evitar pensar en los
deslumbrantes ojos grises y en la sonrisa de Sean. Ciertamente no estaba nada
mal, de hecho rozaba la perfección .
-Sabía que estarías de acuerdo – acotó
traviesa Brianna al ver que la joven
sonreía para sí misma.
La siguiente visita no la encontró en su casa,
sino en el bosque mientras recogía flores que sólo crecían en aquella época. Al
verla se quedó quieta pensando si no sería alguna clase de hada, pero luego al
ver aquellos ojos dorados iguales a los de Shara y Colin reconoció el parentesco.
-Kristana, ¿no es así?
-Y tú eres Cairenn, me da gusto conocerte – dijo
Krista acercándose, y la joven se dio cuenta que despedía la misma energía que
el jardín que había cultivado en Levany, armonía , belleza, calma. También notó
un aroma familiar, Kristana usaba su perfume de rosas.
-El perfume…- musitó .
-Ah, tu perfume es delicioso, Sean me lo envío
hace meses. Creo que fue de los primeros que hicieron, me gustó
instantáneamente y sentí que también me gustaría la persona que los fabricaba.
¿Caminamos? – propuso y Cairenn aceptó. Caminaron despacio disfrutando de la
naturaleza hasta llegar a unos troncos rodeados de helechos y pálidas flores
donde se sentaron a descansar.
-Puedo ver el futuro- dijo Kristana y era obvio
que Cairenn ya lo sabía porque no se sobresaltó-Pero no he tenido ninguna
visión acerca de ustedes – dijo con su serenidad habitual Kristana , al tiempo que sonreía con
complicidad – y Sean quiere asesinarme por eso, dijo que sería mucho más fácil
si yo te contara que los he visto juntos
y felices para siempre. Incluso pidió que te dijera que así era, mi
hermano que jamás miente, ¿lo imaginas?
-Pero no es así , no nos ves en el futuro-evaluó
con cierta tristeza Cairenn
-No, pero yo creo que es algo bueno. Significa que
ustedes pueden escribir su propio destino. No puedo darte ninguna seguridad
sobre el futuro pero tal vez pueda contarte algunas cosas. Tú rechazaste a mi
hermano porque crees que es inadecuado para ti.
-Creo que yo no soy adecuada para él ...-
contradijo la joven
-Déjame contarte algo sobre los amores
inadecuados...-dijo Kristana y aunque había muchos felices ejemplos de inadecuación
en la familia, ella le habló de Sayen de Ildrake.
Tuvieron un paseo ameno y cuando Kristana terminó
su historia, ambas sintieron que se conocían desde siempre.
-De verdad espero que me visites pronto, y que
conozcas a Sayen y a mi hijo – dijo Kristana y sus palabras dejaban traslucir
que deseaba que también fuera parte de la familia.
-Me encantaría conocerlos – respondió Cairenn y
era verdad, quería conocer al hombre que había secuestrado a aquella joven
llamándola bruja y que a su vez había sido capturado por ella. Y quería
conocerlo porque Sean le había dicho que su cuñado le hacía sacar a la luz su
lado infantil.
-Cairenn, antes de irme hay algo que quería
decirte. Mis visiones son ingobernables, así que aún no veo nada sobre ustedes,
aún, pero mi hermano está convencido de que eres parte de su futuro. Creo que
esa es la verdad más cierta. Tendrán un futuro juntos, si así lo desean.
Durante los tres días siguientes no apareció
nadie, la joven sintió añoranza por aquellas visitas, por aquella familia
cálida y divertida que estaba alentando sus más secretos deseos. Quería que
fueran parte de su familia también, quería poder dejar sus miedos atrás y
abrazar de lleno sus sentimientos por Sean. Y a él.
Todo aquel estrafalario plan, aquellas anécdotas,
aquella calidez que emanaba cada historia contada por un primo o un hermano,
hacían que lo añorara más.
-¿Qué sucede? ¿No hay visitas hoy?– preguntó su
padre al verla pensativa.
- No lo sé- dijo tratando en vano de esbozar una
sonrisa.
-¿Lo quieres? – preguntó el hombre.
-Sí.
-¿Y él a ti? – preguntó casi con severidad como si
le costara hacer esa pregunta.
-Sí, eso dijo.
-¿Cuidará de ti?
-Sí.
-¿Confías en él?
-Con todo mi ser- respondió ella con intensidad.
-Entonces, ¿cuál es el problema?
-Padre, sabes que causo problemas y accidentes
constantemente y él es Sean Blackdalion, yo…
-Cariño, te amo a pesar de todos tus desastres.
-Pero eres mi padre.
-Cairenn, chocaste a ese hombre el primer día que
lo viste y lo pusiste a atender un parto. Luego lo bañaste en perfume, dos
veces. Lo hiciste correr detrás de un cerdo y no sé cuantas cosas más…
-A eso me refiero justamente.
-Y aún así te quiere, ¿verdad? Te quiere a pesar
de todo eso o justamente por eso. Sólo tengo una condición sobre el hombre que
elijas y es que te ame y te cuide. Si Sean Blackdalion puede hacerlo y lo amas,
yo lo aceptaré. Y déjame decirte algo, no creo que él este a tu altura, dudo
que cualquiera lo esté. – dijo el hombre y le dio un beso en la frente.
Aquellas palabras de su padre , habían despejado
sus dudas, si su propia familia lo aceptaba , debería ser más valiente. Aunque
aún no sabía qué hacer, ¿se suponía que fuera a buscarlo o debía esperar?
No sabía lo que Sean tenía planeado y se había
esforzado tanto por convencerla que no quería interferir.
Aún así estaba inquieta, necesitaba verlo.
Pero la persona que llegó a su puerta esa misma tarde, fue la hermana
menor, Sheny.
-Vengo como emisaria – anunció la jovencita y
Cairenn, aliviada de verla allí, la invitó a pasar.
-Bueno supongo que es mi turno de hablar bien de
mi hermano mayor – dijo Shennara, acomodándose con su gracia habitual sobre un
escabel .La familia de Cairenn acostumbrada a aquellas extraordinarias visitas
las habían dejado solas como en cada una de las otras ocasiones que un Blackdalion
había llamado a la puerta .
-Eso parece...
-Es insoportable, obstinado, autoritario, le gusta tener siempre la
razón...qué más... ¡Ah sí! Es pulcro hasta la exasperación, parece tener
incorporado un manual de reglas y buena conducta, le gusta dar discursos cuando
nos equivocamos .Suelo pensar que la primera frase que Sean pronunció en su vida fue un “te lo dije” , aunque mamá
dice que no fue así– comentó la joven con un gesto de fastidio.
Aquella era una forma muy extraña de promocionar a
su hermano mayor.
-Creo que eso equilibra lo que los demás han dicho
–comentó divertida Cairenn.
-Alguien tenía que hacerlo , no es justo que te
engañemos – aseveró Sheny con un aire dramático al tiempo que se levantaba para
marcharse.- Sin embargo – continuó clavando sus ojos plateados en Cairenn y
ella sintió un breve escalofrío al ver aquella mirada. Había contemplado los
fabulosos ojos dorados de Kristana y era como si las visiones que la joven tenía
estuviesen allí, al borde de su mirada esperando a alguien que pudiera
descifrarlas. Había sido sobrecogedor, pero la mirada plateada de Shennara lo
era aún más, porque uno podía ver que detrás de la aparente superficialidad de
la joven se escondía un espíritu
profundo e intenso, como el de su hermano mayor–lo quiero mucho y estoy
orgullosa de él. También sé que es un hombre honorable , realmente bueno y que la mujer que lo tenga por marido
va a ser muy afortunada. Él sabrá amarla
y protegerla sin condiciones, y eso es suficiente para ser feliz, al menos es lo
que creo. El amor de Sean no va a ser mutable o caprichoso. Si mi hermano ama,
es verdad y te ama a ti.
Se me olvidaba, él te envía esto – finalizó entregándole una
carta a Cairenn, luego se despidió y la dejó sola para que la leyera.
Cairenn reconoció la letra inmediatamente, era
clara y ordenada, como en las listas que había hecho él para organizar la
producción de los perfumes o las necesidades de los habitantes de Ravlenar.
Ver esa caligrafía la hizo estremecer. Trató de
concentrarse en la lectura, y de controlar su ansiedad.
Cairenn,
querida Cairenn, amada Cairenn:
Dijiste que no éramos adecuados el uno para el otro, huiste pensando que
no podríamos ser felices.
Déjame
decirte que nunca pensé demasiado en mi futuro, en quién sería la mujer
apropiada para estar a mi lado. Sólo me he preocupado por aprender todo lo
posible, por ser bueno en lo que hago , me he esmerado para , algún día, ocupar el lugar de mi
padre. Nací siendo el heredero de Levany y nunca he renegado de esa
responsabilidad, muy por el contrario, me he dedicado de lleno a prepararme.
Cuidar a los míos y algún día a la
gente del señorío ha sido siempre mi
prioridad. He tratado de estar a la altura de la confianza de mis padres y
nunca pensé que necesitaría a alguien a mi lado para esa tarea. Hasta que
llegaste tú.
Entonces
supe que la futura señora de Levany, dentro de mucho tiempo, debías ser tú y
ninguna otra.
No
conozco a nadie mejor capacitado para el papel, siempre te preocupas por los
demás antes que por ti misma, pones las necesidades de otros primero, aunque
sean las de un cerdo.
Sabes
cuidar a la gente, con un corazón cálido y generoso. Eres absolutamente auténtica,
sin fingimientos o intereses ocultos.
Tienes el
don de hacer crecer flores, y también de encontrar soluciones para los
problemas.
Los que
te rodean confían en ti y te aprecian, también acuden en busca de tu ayuda.
No
imagino a alguien con cualidades más apropiadas para ser la señora de Levany.
Pero lo
que te hace perfecta para el puesto es
que te amo. Amo que seas impulsiva porque me obligas a sonreír y relajarme.
Amo tus
rizos desordenados porque son como tú, siempre en movimiento, llenos de vida.
Me
preocupa horriblemente que tengas tantos accidentes, pero amo que siempre
tengan que ver con tu intención de ayudar o tu trabajo incansable. Y pase lo
que pase quiero estar ahí para cuidarte. Llevo tres meses durmiendo mal
pensando en todo lo que pudo pasarte en mi ausencia.
No sé de
lo adecuado o no de dos personas, como ya sabrás a esta altura , mi familia
tiene sus propios estándares al respecto. Y creo que no pude escapar a la
tradición, amar a alguien y ser amado es lo que hace que una persona sea
perfecta para otra: Tú eres perfecta para mí porque me haces feliz con tu
simple presencia. Quiero contarte cosas, quiero preguntarte qué piensas, quiero
reír contigo o tocar música para verte sonreír. Quiero hacerte feliz, quiero
que sientas lo mismo que siento cuando estoy contigo.
Te amo.
Te espero.
Sean Blackdalion
Cuando terminó de leer la carta Cairenn lloraba.
Amaba a
Sean Blackdalion y él la amaba a ella.
Probablemente eran totalmente inadecuados el uno
para el otro pero lo que sentían los convertía en la pareja perfecta.
La original
campaña de conquista de Sean le había servido para saber que juntos
encontrarían la forma de saltear cualquier obstáculo que apareciera.
Debía
buscarlo y decirle, decirle lo mucho que lo amaba y que ese amor nada
tenía que ver con las recomendaciones de su familia, ni con la carta , sino con
la certeza que brillaba en su corazón.
La joven salió deprisa y en su apuro no recordó los escalones que
había en la entrada.
Con su habitual torpeza, resbaló y salió
disparada, pero ,antes de caer, unos fuertes brazos la atraparon en el aire.
-¿Ibas a algún lado? – preguntó Sean mientras la
sostenía contra sí.
-No, ya encontré lo que buscaba – respondió ella y
lo besó
Epilogo
En los primeros días del invierno, Cairenn llegó
de visita a Levany junto a su familia.
Sean fue el primero en salir a recibirlos y tras
cumplir con las cortesías de rigor, acaparó a la joven.
Sus hermanos se encargarían de entretener a los
hermanos de ella y sus padres estaban en muy buenas manos con Connor y Shara.
En cuanto a la jovencita, había pasado un tiempo
desde la última vez que la viera y la había extrañado mucho. También sus primos
y algunos de sus tíos estaban de visita y era bastante difícil escabullirse y
encontrar tiempo para ellos, así que estaba ansioso. Después que Cairenn
saludara a todos, la tomó de la mano y se la llevó consigo.
-¿Es verdad que los perfumes se están vendiendo
muy bien? – preguntó ella mientras daban un paseo.
-Sí, pero eso no es lo importante ahora.
-Cierto, esto es más importante – dijo ella
señalando un paquete que llevaba en la mano libre.
-¿Qué es eso?
- Un regalo, espera – dijo ella y se detuvo para
desatar el paquete y mostrarle el contenido. Eran esquejes, los reconocía a la
perfección, eran de los rosales de su abuela, los mismos que habían plantado en
los jardines de Ravlenar.
-¿Los trajiste aquí?
-Sí, voy a plantarlos en Levany, en verano habrá rosas
rojas, ¿te gustan?
-Me encantan, pero hay algo más importante que
todo eso.- dijo frenando delante de ella y tomándola de los hombros.
-¿Qué?- preguntó mirándolo fijamente y con un
deje de coquetería.
-¿Cuándo vas a casarte conmigo, Cairenn?
- Te lo dije, cuando florezca el jardín de
Kristana – dijo ella con seriedad.
- Recién estamos en invierno, ¿debemos esperar
tanto? No quiero esperar- casi se quejó él y en respuesta ella le sonrió y se
escabulló hacia el jardín.
-Voy a plantar esto – le gritó mientras se adelantaba Y Sean la siguió. La
chica entró primero y cuando él ingresó, quedó mudo de la sorpresa.
En pleno invierno, Cairenn estaba de pie en un
jardín lleno de flores.
-¿Cómo? – preguntó asombrado.
-Tus primos, dijeron que podía contar con ellos,
así que les pedí un favor. Creo que Nía también ayudó e incluso tus tíos. Así
que, Sean Blackdalion, ¿te casarías conmigo?- preguntó y él la levantó en el
aire.
-Sí, ya mismo- respondió con sus ojos grises
desbordados de emoción.
-Te amo, mucho – susurró Cairenn sonrojada.
-Y yo. Y creo que amarte será en lo que más voy a
destacarme el resto de mi vida- dijo casi como si fuera una promesa. Y luego la
besó.
La espera valio la pena, tengo una nueva historia favorita, mientras leia me emocionaba mucho, me reía, me encantó... Connor, Ariadne y Sean son mis favoritos. son estas las ultimas?:(
ResponderEliminarquisiera saber que fue lo que hizo Kouros que trajo tantos sustos en la historia de Iolhen o que paso con kilcoy aunque no es un blackdalion...solo con esas duda quede ;) Muchas Gracias de verdad por compartir tus historias
Gracias Yocelyn, en serio gracias. Pasó tanto tiempo que temía arruinarla. En su momento sería de las últimas por eso el desfile de todos, pero no...vienen en camino Kouros, Shennara, Kilcoy y Kendrick...no puedo dejarlos ir. Besos
EliminarOhhh, Sean. No tengo palabras. Preciosa historia y me he entusiasmado leyendo que habrá más (ya sabes, soy una fan total y espero que jamás terminen ja ja). Besos Nata y graciassssss!!
ResponderEliminarGracias a ti ;) Y sí seguirán importunando un tiempo !!!
EliminarMe encantan las historias de los blackdalion, la de Sean ha tardado pero no defraudó, me gustó mucho!
ResponderEliminarA la espera de la historia del próximo blackdalion jeje
Muchas gracias SayA Di , temía que no estuviera a la altura, me alegar que te haya gustado. Y sí vendrán otros!!
EliminarSolo diré wiiiiiiiiiiii!!!!!! y Thanks!
ResponderEliminarAtte. Yop, osea Jey
Increible y hermosa Como las otras, no defraudan estas historias y haces q me enamoré de cada uno de los Blackdalion, Jajajaja. Pero me dejas con una super intriga....KILCOY!!!! Ama o no a su esposa? Espero x esa gran historia, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias Klap*, me alegra que te gustara...y confieso que yo también estoy intrigada con Kilcoy, eso fue inesperado hasta para mí, y en su momento , habrá historia, lo prometo!!
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