lunes, 29 de junio de 2015

Noches En El Balcón 25

Su turno finalizaba sin muchas complicaciones, pero tenía que admitir que se hallaba agotada por el stress que se había creado ella solita.

Durante toda la mañana, había estado pendiente de sus espaldas, por si aparecía Eric por allí y así, poder poner distancia con él de forma disimulada.

Estaba realmente muy avergonzada.

Había actuado de forma muy cobarde aquella mañana, al subirse al autobús sin decirle nada. Y sabía, que no le había sentado nada bien a él, por la forma de conducción que había mostrado instantes siguientes al adelantar al autobús.


No estaba haciendo las cosas bien, lo admitía. Pero aún no se veía preparada…


Por suerte, como en el desayuno no había aparecido él, ni Alberto y Elisabeth, sospechaban nada de lo ocurrido entre ellos. 

Con pasos lentos, salió fuera del edificio suyo y emprendió la marcha hacia la parada del autobús, sin percatarse que en el edificio vecino al suyo, era observada desde uno de los ventanales oscuros por dos pares de ojos. 


-Se que ha ocurrido algo entre vosotros –Soltó Elisabeth con un suspiro apenado-, no me voy a meter, porque no estaría bien. Pero espero que lo solucionéis pronto –Su tono de voz era triste-, ella no es la misma de siempre. Su vitalidad es apenas existente.

Eric, solo se dio la vuelta para alejarse del enorme ventanal, cuando perdió de vista a la joven calle abajo. Y aún así, no medió palabra alguna con la chica.

Aquello no tenía muy buena pinta, pensó Elisabeth con los ánimos caídos. Pero sabía que no debía meterse en medio de una relación, aunque ni ellos mismos supieran que mantenían una especie de ella.  


Se sentía dominado por el enfado, porque tenía que admitir que se sentía aún más vacío que nunca al saber que ella estaba ahí, pero no quería verlo.

Ahora mismo, aquella situación era más frustrante que estar de viaje sin poder verla. Por el momento lo prefería a estar como ahora… Porque sabía que solo tenía que ir al otro edificio y la vería o simplemente, saltar el muro de su terraza.

Pero lo peor, era saber que no quería verlo. Que lo ignoraba. Y lo increíble, es que fuera por su tozudez.

Pero ya había tomado una dolorosa decisión. Iba a tener que ser ella quien diera aquel paso de aproximación. Él no pensaba hacer nada, pues era también un modo de no hacerse más daño así mismo. El utilizar las distancias, para quitársela de la mente y el corazón, si aquello es lo que deseaba su pequeño demonio rojo.

Sí, el panel divisor que ella había pedido desde un principio a su madre, literalmente ya estaba instalado en su mente.

Con cierta mirada fría, cogió su carpeta y bata blanca, para bajar al sótano del edificio. 

                                                                       ***


Ahí tenía la prueba, de que para ella Eric, era algo más que un vecino.

Al llegar aquella nueva ciudad, no le había prestado mucha importancia el hecho de no tener a nadie con quien estar. Sabía que podía esperar a empezar las clases.

Pero en aquel momento, se sentía por primera vez sola y triste.

Puede que hubiese comenzado siendo un incordio su amistad, pero ahora era alguien importante en su vida. Alguien que desde un principio había velado por ella.


¿Y qué había hecho ella? Alejarlo como una idiota.

Sentada en el muro de su terraza, miró por un segundo a la parte que le pertenecía a él y un asomo de lágrimas, volvió atacar a sus ojos.

¿Qué estaría haciendo ahora?

Eran cerca de las once de la noche. Asumía que tenía que estar de sobras en su piso. ¿Pero solo?

Además, seguramente enfadado con ella, por agradecerle de forma tan idiota, el que se hubiese ocupado de ella.

¡Pero también tendría que ponerse por un momento en su piel! Pensó desesperada, apoyando sus brazos en sus rodillas y así, dejar caer su cabeza en ellos.

Había invadido su intimidad, cuando estaba lo más vulnerable posible.

Le daba vergüenza, el saber que la había desnudado. Estaba segura, que su cuerpo no tenía ni punto de comparación con el de una chica más cercana a él.

Pero todo aquello la enfurecía, por como había ido entre ellos tras darse aquel beso.

Solo en aquel espacio, se había sentido a una igual a él. No había sido su joven vecina. Sino una chica que había deseado besar.

Para instantes después, hacerla sentir pequeña ante él, al recalcarle que no debía buscar donde no había. Solo había sido un beso, para matar al gato.

Y ahora, todo aquel dolor había vuelto aparecer, al ver como había sido algo sin importancia el verla desnuda.

Cuando para ella, al saber de lo ocurrido y analizarlo todo detenidamente, había comprendido la causa de rabia y decepción que le habían asaltado.

Su corazón, se había revelado. Al igual que su cuerpo y mente. Ahora, comprendía que parte de su enfado, era por saber que su momento mágico, romántico… Como lo calificara cada chica, de desnudarse por primera vez ante tu amado, hubiera ocurrido estando ella inconsciente y no resultando algo importante para la otra parte.

Una lágrima cayó de forma delicada por su blanca mejilla.

Tal vez, debería haber prestado más atención a las charlas de chicos, que mantenían siempre sus amigas. En vez de refugiarse tanto en sus libros.

Puede que así, tuviera la clave de qué hacer o esperar. Porque tampoco sabía, si estaría bien el dar ella el primer paso.

Detuvo de pronto sus especulaciones, cuando le pareció oír la voz de su vecino algo lejana. ¿Qué la llamaba? Volvió a prestar atención al tiempo que se limpiaba de forma apresurada sus lágrimas, pero al instante comprendió que sí lo había escuchado, pero en verdad éste se hallaba al teléfono.

Pero resultaba imposible que la hubiera visto, dado que se hallaba casi de espaldas a ella y completamente absorbido por la conversación.

Lo miró por un segundo mordiéndose el labio, mientras debatía si ser valiente y quedarse allí o se marchaba, sin que supiera que ella se encontraba también allí.

Debatiéndose entre el sí o el no, sus ojos no dejaban de observarlo atentamente. Como siempre, en su casa iba únicamente con unas bermudas de por encima la rodilla. Y por primera vez, admitía que era un chico muy atractivo y le gustaba verlo así. 

Pero a más no llegaba, le daba cierto apuro de que se girara y la viera allí, creyendo que estaba pendiente de su conversación. De modo, que era mejor salir o escapar de allí sin que supiera nada de su presencia.

                                                                             ***

Sin perder el hilo de la conversación que mantenía por teléfono con su hermano, en todo momento había sabido de la presencia de ella allí y de cómo lo había estado observando, para al final escabullirse de allí de forma sigilosa.

Tras colgar la llamada con un gran suspiro, se quedó mirando por un rato el balcón solitario de ella y de cómo se asomaba su cortina por la puerta. Aquello indicaba que estaba libre de pasar, pero la cuestión es cómo sería recibido…

Era obvio, que por el momento todo iba a seguir de aquella manera. Y admitía, que no acababa de gustarle nada. Y no quería tener que enfrentarse a su pauta de alejarse de ella definitivamente.

Que frustrante resultaba el tener que vigilar bien sus pasos, en vez de mandar a tomar viento la delicadeza y atacarla, con el hambre y deseo que llevaba sintiendo desde un principio.

Pero puede que aquello, causara que la chica lo acabara de rematar del todo si ya la había asustado al ver que la había cambiado de ropa, cuando se hallaba en un estado deprimente.

¡Dios, que difícil era la etapa de paso adolescente a adulto en la sexualidad! Gruñó para sí mismo con rabia, volviendo a entrar en su piso y sentarse en el ordenador para seguir trabajando.


2 comentarios:

  1. AYYY estos dosssss!! Y aún así amo que él la cuide tanto! Besos y gracias por el capi

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