Su
turno finalizaba sin muchas complicaciones, pero tenía que admitir que se
hallaba agotada por el stress que se había creado ella solita.
Durante
toda la mañana, había estado pendiente de sus espaldas, por si aparecía Eric
por allí y así, poder poner distancia con él de forma disimulada.
Estaba
realmente muy avergonzada.
Había
actuado de forma muy cobarde aquella mañana, al subirse al autobús sin decirle
nada. Y sabía, que no le había sentado nada bien a él, por la forma de
conducción que había mostrado instantes siguientes al adelantar al autobús.
No
estaba haciendo las cosas bien, lo admitía. Pero aún no se veía preparada…
Por
suerte, como en el desayuno no había aparecido él, ni Alberto y Elisabeth,
sospechaban nada de lo ocurrido entre ellos.
Con
pasos lentos, salió fuera del edificio suyo y emprendió la marcha hacia la
parada del autobús, sin percatarse que en el edificio vecino al suyo, era
observada desde uno de los ventanales oscuros por dos pares de ojos.
-Se
que ha ocurrido algo entre vosotros –Soltó Elisabeth con un suspiro apenado-,
no me voy a meter, porque no estaría bien. Pero espero que lo solucionéis
pronto –Su tono de voz era triste-, ella no es la misma de siempre. Su
vitalidad es apenas existente.
Eric,
solo se dio la vuelta para alejarse del enorme ventanal, cuando perdió de vista
a la joven calle abajo. Y aún así, no medió palabra alguna con la chica.
Aquello
no tenía muy buena pinta, pensó Elisabeth con los ánimos caídos. Pero sabía que no debía meterse en medio de una relación, aunque ni ellos mismos supieran que mantenían una especie de ella.
Se
sentía dominado por el enfado, porque tenía que admitir que se sentía aún más
vacío que nunca al saber que ella estaba ahí, pero no quería verlo.
Ahora
mismo, aquella situación era más frustrante que estar de viaje sin poder verla.
Por el momento lo prefería a estar como ahora… Porque sabía que solo tenía que
ir al otro edificio y la vería o simplemente, saltar el muro de su terraza.
Pero
lo peor, era saber que no quería verlo. Que lo ignoraba. Y lo increíble, es que
fuera por su tozudez.
Pero
ya había tomado una dolorosa decisión. Iba a tener que ser ella quien diera
aquel paso de aproximación. Él no pensaba hacer nada, pues era también un modo
de no hacerse más daño así mismo. El utilizar las distancias, para quitársela de
la mente y el corazón, si aquello es lo que deseaba su pequeño demonio rojo.
Sí,
el panel divisor que ella había pedido desde un principio a su madre,
literalmente ya estaba instalado en su mente.
Con
cierta mirada fría, cogió su carpeta y bata blanca, para bajar al sótano del
edificio.
***
Ahí
tenía la prueba, de que para ella Eric, era algo más que un vecino.
Al
llegar aquella nueva ciudad, no le había prestado mucha importancia el hecho de
no tener a nadie con quien estar. Sabía que podía esperar a empezar las clases.
Pero
en aquel momento, se sentía por primera vez sola y triste.
Puede
que hubiese comenzado siendo un incordio su amistad, pero ahora era alguien
importante en su vida. Alguien que desde un principio había velado por ella.
¿Y
qué había hecho ella? Alejarlo como una idiota.
Sentada
en el muro de su terraza, miró por un segundo a la parte que le pertenecía a él
y un asomo de lágrimas, volvió atacar a sus ojos.
¿Qué
estaría haciendo ahora?
Eran
cerca de las once de la noche. Asumía que tenía que estar de sobras en su piso.
¿Pero solo?
Además,
seguramente enfadado con ella, por agradecerle de forma tan idiota, el que se
hubiese ocupado de ella.
¡Pero
también tendría que ponerse por un momento en su piel! Pensó desesperada,
apoyando sus brazos en sus rodillas y así, dejar caer su cabeza en ellos.
Había
invadido su intimidad, cuando estaba lo más vulnerable posible.
Le
daba vergüenza, el saber que la había desnudado. Estaba segura, que su cuerpo
no tenía ni punto de comparación con el de una chica más cercana a él.
Pero
todo aquello la enfurecía, por como había ido entre ellos tras darse aquel
beso.
Solo
en aquel espacio, se había sentido a una igual a él. No había sido su joven
vecina. Sino una chica que había deseado besar.
Para
instantes después, hacerla sentir pequeña ante él, al recalcarle que no debía
buscar donde no había. Solo había sido un beso, para matar al gato.
Y
ahora, todo aquel dolor había vuelto aparecer, al ver como había sido algo sin
importancia el verla desnuda.
Cuando
para ella, al saber de lo ocurrido y analizarlo todo detenidamente, había
comprendido la causa de rabia y decepción que le habían asaltado.
Su
corazón, se había revelado. Al igual que su cuerpo y mente. Ahora, comprendía
que parte de su enfado, era por saber que su momento mágico, romántico… Como lo
calificara cada chica, de desnudarse por primera vez ante tu amado, hubiera
ocurrido estando ella inconsciente y no resultando algo importante para la otra
parte.
Una
lágrima cayó de forma delicada por su blanca mejilla.
Tal
vez, debería haber prestado más atención a las charlas de chicos, que mantenían
siempre sus amigas. En vez de refugiarse tanto en sus libros.
Puede
que así, tuviera la clave de qué hacer o esperar. Porque tampoco sabía, si
estaría bien el dar ella el primer paso.
Detuvo
de pronto sus especulaciones, cuando le pareció oír la voz de su vecino algo
lejana. ¿Qué la llamaba? Volvió a prestar atención al tiempo que se limpiaba de
forma apresurada sus lágrimas, pero al instante comprendió que sí lo había
escuchado, pero en verdad éste se hallaba al teléfono.
Pero
resultaba imposible que la hubiera visto, dado que se hallaba casi de espaldas
a ella y completamente absorbido por la conversación.
Lo
miró por un segundo mordiéndose el labio, mientras debatía si ser valiente y
quedarse allí o se marchaba, sin que supiera que ella se encontraba también
allí.
Debatiéndose
entre el sí o el no, sus ojos no dejaban de observarlo atentamente. Como
siempre, en su casa iba únicamente con unas bermudas de por encima la rodilla.
Y por primera vez, admitía que era un chico muy atractivo y le gustaba verlo
así.
Pero
a más no llegaba, le daba cierto apuro de que se girara y la viera allí,
creyendo que estaba pendiente de su conversación. De modo, que era mejor salir o
escapar de allí sin que supiera nada de su presencia.
***
Sin
perder el hilo de la conversación que mantenía por teléfono con su hermano, en
todo momento había sabido de la presencia de ella allí y de cómo lo había
estado observando, para al final escabullirse de allí de forma sigilosa.
Tras
colgar la llamada con un gran suspiro, se quedó mirando por un rato el balcón
solitario de ella y de cómo se asomaba su cortina por la puerta. Aquello
indicaba que estaba libre de pasar, pero la cuestión es cómo sería recibido…
Era
obvio, que por el momento todo iba a seguir de aquella manera. Y admitía, que
no acababa de gustarle nada. Y no quería tener que enfrentarse a su pauta de
alejarse de ella definitivamente.
Que
frustrante resultaba el tener que vigilar bien sus pasos, en vez de mandar a
tomar viento la delicadeza y atacarla, con el hambre y deseo que llevaba
sintiendo desde un principio.
Pero
puede que aquello, causara que la chica lo acabara de rematar del todo si ya la
había asustado al ver que la había cambiado de ropa, cuando se hallaba en un
estado deprimente.
¡Dios,
que difícil era la etapa de paso adolescente a adulto en la sexualidad! Gruñó
para sí mismo con rabia, volviendo a entrar en su piso y sentarse en el
ordenador para seguir trabajando.
AYYY estos dosssss!! Y aún así amo que él la cuide tanto! Besos y gracias por el capi
ResponderEliminarGracias mi mariposilla. Muchos besos
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