Es cuento mini-mini de San Valentín con retraso.
El viernes, tenéis la segunda parte que será la última.
Espero os guste
-¡Maldita niña! –Gritaron
tras la pared del cabezal de su cama-. ¡Apaga ese maldito cacharro de una vez! –Volvieron
a vociferar con gran furia, consiguiendo sacarla de su dulce letargo-. Juro que
como no lo apagues en menos que canta un gallo, pienso saltar a tu balcón y
sacarte de la cama dándote un par de azotes en ese culo pequeño que tienes…
-Siguieron gruñendo y golpeando en su pared, haciendo retumbar el cabezal de
hierro blanco de su victoriana cama.
Bronte, ante aquella
última amenaza tendría que haber salido a volandas de entre las cálidas
sábanas. Pero en cambio, sus labios mostraron una traviesa sonrisa, mientras se
desperezaba como una joven gata, faltándole simplemente el ronronear tras haber
pasado una magnifica noche.
Después, ya rodó sobre
sí misma para acercar su brazo a su mesilla de noche y desconectar el
despertador, donde sonaba a todo volumen una canción de Robbie Wiliams.
El poder torturar todos
los días a su sexy vecino, le sacaba una gran sonrisa para comenzar el día con
cierto espíritu animado.
Digamos, que aquello
era en base a una pequeña venganza que llevaba tiempo trajinando, dado que éste
no quería nada con ella o con una niña, que aún jugaba a besar dentro del
armario, según sus duras palabras.
Eliot Dun.
Su vecino, un atractivo abogado de treinta años,
que casualmente también la molestaba, cuando su cama daba golpes en su pared, al
llevarse alguna guapa pero atolondrada
chica a su casa.
Y estaba segura, que
eso lo hacía desde que la había visto en biquini en la piscina comunitaria del
edificio, y se había sentido atraído hacia ella. Como también ella, desde que
lo había visto por su ventana el día que se había mudado.
Pero el muy necio, era
un hombre que respetaba la moralidad y decencia. Creyendo que era una niña para
él.
¡Menudo idiota!
Su padre le sacaba a su
madre quince años y no habían tenido ningún problema nunca. Pensó completamente
enfurruñada, entrando en la ducha.
Su madre, tenía un
diecinueve años cuando conoció a su padre al atropellarlo con su moto en un
parquin privado. Y este, a sus treinta cuatro años no había dudado en
conquistarla para él.
Por ello, iba hacer
todo lo posible por conquistar a su vecino. Y su táctica, iba a ser la de
hacerle la vida imposible.
Y por el momento, aquel
primer sábado su plan había salido efectivo.
Miró por la ventana
tras ponerse su albornoz amarillo pálido y enrollarse el cabello en una toalla,
para sonreír al ver como el sol intentaba ser protagonista en aquel frío día de
Febrero.
Era sábado y el reloj
marcaba las ocho y media de la mañana.
No tenía que acudir al
trabajo ni tampoco a la universidad. Así, que tenía dos días por delante para
descansar. Pero su piso necesitaba ser recogido un poco. De modo que desayunaba
y se ponía manos a la obra.
Eran muchas horas por
delante, para seguir con su plan de incordiar al guapo abogado.
Y eso fue lo que hizo, en cuanto se hubo
puesto unas mallas y un jersey tras haber desayunado.
Se acercó a su equipo de
música, apoyado en la pared del comedor, casualmente siendo la habitación contigua
al dormitorio del hombre. Y con dedo travieso, giró la rueda del volumen al
máximo, segundos antes de conectar la emisora de radio Rac105.
Lo divertido de todo
aquello. Que no molestaba a nadie más. Pues en aquella planta eran tres
vecinos, pero los ancianos de al lado se habían marchado de crucero a los
Fiordos Noruegos.
De modo que…
¡A bailar!
Rió contenta al ritmo
de una canción movida de Ricky Martin, mientras se dirigía a su mesita de café
y empezaba a ordenar, las revistas que había encima de ella.
***
-Otra vez… -Gimió con
cierta frustración con su cabeza enterrada bajo su almohada-. Yo la mato –Graznó
apartando el juego de mantas con cierta furia, para salir pitando de su cama en
dirección a la puerta de su vecina.
Llevaba dos semanas,
con ganas de cogerla de su delicioso largo cuello y apretárselo para darle un
pequeño escarmiento por molestarlo con música
a todas horas. Pero aquel día, no pensaba perdonárselo. Pues tenía con
él a su hermano, quien acababa de llegar de viaje y necesitaba descansar.
Sin importarle ir en
calzoncillos, salió al frío rellano hasta sin zapatillas, comenzando al segundo
a temblar un poco, por el frío y su jilipollez de no detenerse a pensar un
poco.
Aún más enfadado, alzó
su puño y golpeó tres veces en la blanca puerta de su vecina, pasando olímpicamente
del timbre. Pues estaba seguro, que con el volumen de la radio, ni siquiera lo
escucharía aunque lo golpeara más de quince veces seguidas.
Aquella maldita niña de
veinte y dos años, estaba dispuesta hacerle la vida imposible de todas las
maneras que fueran posibles.
Cuando se mudó aquel
piso, el hombre de la agencia le dijo que era un edificio tranquilo. Sus dos
vecinos eran un matrimonio jubilado y los otros, una pareja de mediana edad con
una hija que se hallaba estudiando fuera en la universidad.
Pero no resultó ser del
todo exacto.
Los padres, habían
decidido emprender un viaje por toda Europa. Cediendo el piso a la hija, quien
por lo visto ya no cursaba el año fuera en el extranjero. Resultando ser para
fastidio suyo, toda una belleza rubia.
Pero completamente
prohibida para él.
No quería saber nada de
chicas jóvenes, ni de relaciones serías. Hacía dos años, que llevaba la vida de
catador de mujeres y no podía quejarse. Aquello, era un modo de vida sin
complicaciones ni ataduras.
Ya había tenido
suficiente con una relación seria fallida.
Ahora, solo quería
disfrutar de su vida libre por unos quince años. Luego, ya miraría de buscarse
algo permanente para no estar solo el día de mañana. Siempre y cuando, no fuera
una mujer que solo se interesaba de forma adquisitiva.
Y por ello, aunque
aquella joven le despertara de forma salvaje su lívido, era mejor mantenerse
alejado. No le hacía ninguna gracia investigar, aquella fuerte atracción que
jamás había tenido con otras bellas mujeres.
Aquello, le encendió
aún más por dentro.
Y al ver como su vecina
lo miraba con gran interés cuando se cruzaban por la comunidad, hizo que se
planeara un plan de alejamiento.
Llamaba alguna amiga
sin roce alguno, invitándolas a pasar un buen rato con alguna película y
después, sin hacer ruido las despedía de su casa. Para él acercarse a su
dormitorio y tras ponerse a los pies de su cama, comenzaba a empujar ésta
contra la pared de su dormitorio. Sabiendo que el colindante era el de ella y
que se enterara, de que no estaba interesado en ella al sentir aquellos golpes
de cama por sexo duro. Al sonido de gemidos de mujeres que se había descargado por
internet.
Estaba loco y
necesitaba mudarse nuevamente de piso.
Un tiempo después que
se le hizo eterno a causa del frío, escuchó como la chica daba vueltas a la
llave.
Al menos era sensata,
al echar por dentro la llave.
Pensó en un instante, frunciendo el ceño aun
más de rabia, al no entender por qué demonios se preocupaba por la seguridad de
aquella loca. Cuando él mismo, si tenía la oportunidad la agarraría del cuello
por ser tan poco desconsiderada con el descanso de sus vecinos.
Cogió aire, cuando la
puerta comenzó abrirse para revelar a su belleza de cabellos dorados, vestida
con unas mallas y camiseta, mirándolo con cara de desconcierto.
¿Y aquella cara?
Se detuvo unos
instantes a cavilar, al ver como de pronto las mejillas se sonrojaban de forma exaltada. Y la mirada de la
joven, se quedaba clavada en cierto lugar pasado su cintura.
Sin quererlo, sus
labios mostraron una libertina sonrisa por ver como la joven tenía su mirada
puesta allí. Que iba hacer, era hombre.
¡Pero no estaba allí
precisamente para aquello, sino recordaba mal, era para todo lo contrario!
-¡Haber niña estúpida!
–Graznó con voz ronca, consiguiendo la total atención de su mirada más allá de
sus hombros, con cierto rubor aún-. ¿Tienes algún problema conmigo? –Inquirió
ofuscado, con las manos en jarra en su cintura-. O digamos que simplemente te
falta un tornillo –Escupió lo último con cierto tono de burla y despecho.
Al instante, los ojos
de la chica se achicaron en una sola línea.
-El único que tiene
aquí un problema, eres tu –Acusó cruzándose de brazos por debajo de sus senos,
sin darse cuenta que así los marcaba más contra el tejido de la camiseta,
mientras mostraba un aire orgulloso.
Aquel fue el turno de
él en achicar también su mirada, dejando de lado el frío que tenía del
solitario rellano.
-Haber niña tonta
–volvió a gruñir, avanzando un par de pasos hasta posicionarse justo debajo del
marco de la puerta-. Yo no estoy sordo como tú, para tener la música de buena
mañana a esos decibelios.
-¿Nunca te has leído la
normativa de las comunidades? –Le escupió con cierta sorna-. A partir de las
ocho, puedo hacer todo el ruido que me plazca –Inquirió con gran grosería,
mientras daba también un paso al frente y con su dedo índice, le daba un par de
toques en su desnudo torso-. Al menos el mío entra en la decencia, pedazo de
alcornoque.
-Yo no te he insultado
en ningún momento –Recalcó casi echando espuma por sus atractivos labios, dando
un paso más hasta posicionarse a la corta distancia de medio palmo de la nariz
de la joven.
-Llevas llamándome
tonta, niña y no sé qué más apelativos, desde hace un tiempo ya –Reprochó con
desagrado-. Cuando el único que aquí no respeta el descanso de sus vecinos eres
tú, pedazo de alcornoque –Volvió a repetir con un bufido.
Eliot, relajó los músculos
de su espalda para mirar a la joven de arriba abajo con cierta desvergüenza y
sonrisa guasona en sus labios.
-Ya veo lo que
realmente ocurre – Indicó con cierto lisonjeo en su tono de voz-. Simplemente
estas rabiosa de envidia.
-¡OH! –Sus ojos adquirieron
un brillo como un lanza llamas-. Serás engreído, grosero y cerdo –Escupió de
inmediato-. ¿Qué te da derecho a decir una chorrada como esa? –Sus labios
comenzaban a temblar un poco por cierto nerviosismo-. ¿Envidia de un madurito?
–Soltó con cierta sorna, para disimular sus nervios-. Antes me pido un coma
etílico.
Eliot la miró por unos
segundos detenidamente a los ojos de cierta forma intimidante, como si
realmente pudiera traspasar su barrera de protección y saber la verdad.
Tenía que ser más lista
que él. Si no, todo su juego se iría al trasto y se quedaría sin su pequeña
venganza, por no estar a la suficiente altura de su atractivo vecino. Tenía que
hacerle ver a ese hombre, lo que se estaba perdiendo.
-No me hagas reír por
favor –Se carcajeó Eliot-. Pero si me comes con la mirada cada vez que nos
encontramos –Le guiñó un ojo con aire seductor-. Casi pongo la mano en el
fuego, que cuando me llevo a esas chicas a la cama, tú te quedas suspirando por
no ser la escogida.
-Y yo pongo mi mano en
el fuego –Intervino una voz masculina ronca y soñolienta, desde el quicio de la
puerta de su vecino-. ¡Qué como no os calléis, os pego una paliza!
Eliot se dio la vuelta
de forma brusca, para mirar a su hermano Bret.
-Perdona si te hemos
despertado Bret –Se disculpó veloz Eliot.
-Sí –Se disculpó
Bronte algo apurada pero con mirada
traviesa-. Me disculpo ante la falta de tacto de tu novio, amante, lo que sea…
-Soltó con cierto tono picaron, sabiendo que aquello no era para nada cierto.
Pero allí, tenía otro punto para conseguir un poco de lo que quería de su
vecino-. Hay que reconocer, que a veces pierde un poco los papeles.
-¡Perdona! –Bramó con
cara de pocos amigos el aludido, mientras que el nuevo intruso se deshacía en
carcajadas.
Pero no pudo replicar
nada más, dado que fue el momento que ella aprovechó para cerrarle la puerta en
las narices y volver a conectar la música. Eso sí, con unos decibelios más
bajos.
Eliot miraba la puerta
blanca, sin saber si aporrearla a golpes o tirarla de una sola patada. Para
coger a la desvergonzada de su vecina, y mostrarle que él no era… Que no le
iban para nada los hombres.
-Eliot… -Lo llamó Bret
con tono divertido-. ¿Qué haces aún ahí parado?
Éste se giró con el
rostro rojo de rabia, por no haber conseguido nada con su paseíto en ropa
interior por el rellano del edificio.
-Pero tú has visto, lo
que esa niñata… -Calló por unos segundos,
hiendo de vuelta al interior de su piso-. ¿Pero qué demonios quiere de mí? –Gruñó
ofuscado.
-Lo mismo que tú de
ella –Soltó con burla Bret, yendo a la cocina a prepararse un café,
consiguiendo la total atención de su hermano, quien lo siguió también a aquella
estancia.
-Llevas aquí apenas
unas horas –Soltó con ironía Eliot-, y unos minutos en su presencia y ya sabes
lo que quiere ella y yo también.
Bret, se llevó con
total calma la pequeña taza a los labios, para dar un buen sorbo al caliente
líquido oscuro. Al tiempo que hacia gesto de encogerse de hombros.
-Claro –Confirmó con
gran seguridad y cierta mueca divertida en sus labios-. Ella te quiere echar un
polvo, como tú a ella.
Soltó así sin más,
logrando que por un momento su hermano dejara de rechinar los dientes.
A esperar la segunda parte!!! Vino candente este SV!!!
ResponderEliminarSi... muy calentito jajajaja
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