lunes, 16 de febrero de 2015

San Valentín Perverso I Parte

Es cuento mini-mini de San Valentín con retraso.

El viernes, tenéis la segunda parte que será la última.

Espero os guste


-¡Maldita niña! –Gritaron tras la pared del cabezal de su cama-. ¡Apaga ese maldito cacharro de una vez! –Volvieron a vociferar con gran furia, consiguiendo sacarla de su dulce letargo-. Juro que como no lo apagues en menos que canta un gallo, pienso saltar a tu balcón y sacarte de la cama dándote un par de azotes en ese culo pequeño que tienes… -Siguieron gruñendo y golpeando en su pared, haciendo retumbar el cabezal de hierro blanco de su victoriana cama.



Bronte, ante aquella última amenaza tendría que haber salido a volandas de entre las cálidas sábanas. Pero en cambio, sus labios mostraron una traviesa sonrisa, mientras se desperezaba como una joven gata, faltándole simplemente el ronronear tras haber pasado una magnifica noche.

Después, ya rodó sobre sí misma para acercar su brazo a su mesilla de noche y desconectar el despertador, donde sonaba a todo volumen una canción de Robbie Wiliams.

El poder torturar todos los días a su sexy vecino, le sacaba una gran sonrisa para comenzar el día con cierto espíritu animado.

Digamos, que aquello era en base a una pequeña venganza que llevaba tiempo trajinando, dado que éste no quería nada con ella o con una niña, que aún jugaba a besar dentro del armario, según sus duras palabras.

Eliot Dun.

 Su vecino, un atractivo abogado de treinta años, que casualmente también la molestaba, cuando su cama daba golpes en su pared, al llevarse  alguna guapa pero atolondrada chica a su casa. 

Y estaba segura, que eso lo hacía desde que la había visto en biquini en la piscina comunitaria del edificio, y se había sentido atraído hacia ella. Como también ella, desde que lo había visto por su ventana el día que se había mudado.

Pero el muy necio, era un hombre que respetaba la moralidad y decencia. Creyendo que era una niña para él.

¡Menudo idiota!

Su padre le sacaba a su madre quince años y no habían tenido ningún problema nunca. Pensó completamente enfurruñada, entrando en la ducha. 

Su madre, tenía un diecinueve años cuando conoció a su padre al atropellarlo con su moto en un parquin privado. Y este, a sus treinta cuatro años no había dudado en conquistarla para él. 

Por ello, iba hacer todo lo posible por conquistar a su vecino. Y su táctica, iba a ser la de hacerle la vida imposible.

Y por el momento, aquel primer sábado su plan había salido efectivo. 


Miró por la ventana tras ponerse su albornoz amarillo pálido y enrollarse el cabello en una toalla, para sonreír al ver como el sol intentaba ser protagonista en aquel frío día de Febrero.  

Era sábado y el reloj marcaba las ocho y media de la mañana.

No tenía que acudir al trabajo ni tampoco a la universidad. Así, que tenía dos días por delante para descansar. Pero su piso necesitaba ser recogido un poco. De modo que desayunaba y se ponía manos a la obra.

Eran muchas horas por delante, para seguir con su plan de incordiar al guapo abogado.

 Y eso fue lo que hizo, en cuanto se hubo puesto unas mallas y un jersey tras haber desayunado.

Se acercó a su equipo de música, apoyado en la pared del comedor, casualmente siendo la habitación contigua al dormitorio del hombre. Y con dedo travieso, giró la rueda del volumen al máximo, segundos antes de conectar la emisora de radio Rac105.

Lo divertido de todo aquello. Que no molestaba a nadie más. Pues en aquella planta eran tres vecinos, pero los ancianos de al lado se habían marchado de crucero a los Fiordos Noruegos.

De modo que…

¡A bailar!

Rió contenta al ritmo de una canción movida de Ricky Martin, mientras se dirigía a su mesita de café y empezaba a ordenar, las revistas que había encima de ella. 

                                                                              ***

-Otra vez… -Gimió con cierta frustración con su cabeza enterrada bajo su almohada-. Yo la mato –Graznó apartando el juego de mantas con cierta furia, para salir pitando de su cama en dirección a la puerta de su vecina.

Llevaba dos semanas, con ganas de cogerla de su delicioso largo cuello y apretárselo para darle un pequeño escarmiento por molestarlo con música  a todas horas. Pero aquel día, no pensaba perdonárselo. Pues tenía con él a su hermano, quien acababa de llegar de viaje y necesitaba descansar.

Sin importarle ir en calzoncillos, salió al frío rellano hasta sin zapatillas, comenzando al segundo a temblar un poco, por el frío y su jilipollez de no detenerse a pensar un poco.


Aún más enfadado, alzó su puño y golpeó tres veces en la blanca puerta de su vecina, pasando olímpicamente del timbre. Pues estaba seguro, que con el volumen de la radio, ni siquiera lo escucharía aunque lo golpeara más de quince veces seguidas. 



Aquella maldita niña de veinte y dos años, estaba dispuesta hacerle la vida imposible de todas las maneras que fueran posibles.

Cuando se mudó aquel piso, el hombre de la agencia le dijo que era un edificio tranquilo. Sus dos vecinos eran un matrimonio jubilado y los otros, una pareja de mediana edad con una hija que se hallaba estudiando fuera en la universidad.

Pero no resultó ser del todo exacto.

Los padres, habían decidido emprender un viaje por toda Europa. Cediendo el piso a la hija, quien por lo visto ya no cursaba el año fuera en el extranjero. Resultando ser para fastidio suyo, toda una belleza rubia.

Pero completamente prohibida para él.

No quería saber nada de chicas jóvenes, ni de relaciones serías. Hacía dos años, que llevaba la vida de catador de mujeres y no podía quejarse. Aquello, era un modo de vida sin complicaciones ni ataduras.

Ya había tenido suficiente con una relación seria fallida.


Ahora, solo quería disfrutar de su vida libre por unos quince años. Luego, ya miraría de buscarse algo permanente para no estar solo el día de mañana. Siempre y cuando, no fuera una mujer que solo se interesaba de forma adquisitiva.

Y por ello, aunque aquella joven le despertara de forma salvaje su lívido, era mejor mantenerse alejado. No le hacía ninguna gracia investigar, aquella fuerte atracción que jamás había tenido con otras bellas mujeres.

 Así, que desde el día siguiente que la había visto con aquel maldito bañador en la piscina comunitaria, que había necesitado desahogarse con algunas chicas de su agenda. Resultando todo encuentro bien frustrante, pues no lograba conseguir ningún placer por su parte.

Aquello, le encendió aún más por dentro.

Y al ver como su vecina lo miraba con gran interés cuando se cruzaban por la comunidad, hizo que se planeara un plan de alejamiento.

Llamaba alguna amiga sin roce alguno, invitándolas a pasar un buen rato con alguna película y después, sin hacer ruido las despedía de su casa. Para él acercarse a su dormitorio y tras ponerse a los pies de su cama, comenzaba a empujar ésta contra la pared de su dormitorio. Sabiendo que el colindante era el de ella y que se enterara, de que no estaba interesado en ella al sentir aquellos golpes de cama por sexo duro. Al sonido de gemidos de mujeres que se había descargado por internet.

Estaba loco y necesitaba mudarse nuevamente de piso. 


Un tiempo después que se le hizo eterno a causa del frío, escuchó como la chica daba vueltas a la llave.

Al menos era sensata, al echar por dentro la llave.

 Pensó en un instante, frunciendo el ceño aun más de rabia, al no entender por qué demonios se preocupaba por la seguridad de aquella loca. Cuando él mismo, si tenía la oportunidad la agarraría del cuello por ser tan poco desconsiderada con el descanso de sus vecinos.

Cogió aire, cuando la puerta comenzó abrirse para revelar a su belleza de cabellos dorados, vestida con unas mallas y camiseta, mirándolo con cara de desconcierto.

¿Y aquella cara?


Se detuvo unos instantes a cavilar, al ver como de pronto las mejillas se sonrojaban de forma exaltada. Y la mirada de la joven, se quedaba clavada en cierto lugar pasado su cintura.

Sin quererlo, sus labios mostraron una libertina sonrisa por ver como la joven tenía su mirada puesta allí. Que iba hacer, era hombre.

¡Pero no estaba allí precisamente para aquello, sino recordaba mal, era para todo lo contrario!

-¡Haber niña estúpida! –Graznó con voz ronca, consiguiendo la total atención de su mirada más allá de sus hombros, con cierto rubor aún-. ¿Tienes algún problema conmigo? –Inquirió ofuscado, con las manos en jarra en su cintura-. O digamos que simplemente te falta un tornillo –Escupió lo último con cierto tono de burla y despecho.

Al instante, los ojos de la chica se achicaron en una sola línea.

-El único que tiene aquí un problema, eres tu –Acusó cruzándose de brazos por debajo de sus senos, sin darse cuenta que así los marcaba más contra el tejido de la camiseta, mientras mostraba un aire orgulloso.

Aquel fue el turno de él en achicar también su mirada, dejando de lado el frío que tenía del solitario rellano.

-Haber niña tonta –volvió a gruñir, avanzando un par de pasos hasta posicionarse justo debajo del marco de la puerta-. Yo no estoy sordo como tú, para tener la música de buena mañana a esos decibelios.

-¿Nunca te has leído la normativa de las comunidades? –Le escupió con cierta sorna-. A partir de las ocho, puedo hacer todo el ruido que me plazca –Inquirió con gran grosería, mientras daba también un paso al frente y con su dedo índice, le daba un par de toques en su desnudo torso-. Al menos el mío entra en la decencia, pedazo de alcornoque.

-Yo no te he insultado en ningún momento –Recalcó casi echando espuma por sus atractivos labios, dando un paso más hasta posicionarse a la corta distancia de medio palmo de la nariz de la joven.

-Llevas llamándome tonta, niña y no sé qué más apelativos, desde hace un tiempo ya –Reprochó con desagrado-. Cuando el único que aquí no respeta el descanso de sus vecinos eres tú, pedazo de alcornoque –Volvió a repetir con un bufido.

Eliot, relajó los músculos de su espalda para mirar a la joven de arriba abajo con cierta desvergüenza y sonrisa guasona en sus labios.

-Ya veo lo que realmente ocurre – Indicó con cierto lisonjeo en su tono de voz-. Simplemente estas rabiosa de envidia.

-¡OH! –Sus ojos adquirieron un brillo como un lanza llamas-. Serás engreído, grosero y cerdo –Escupió de inmediato-. ¿Qué te da derecho a decir una chorrada como esa? –Sus labios comenzaban a temblar un poco por cierto nerviosismo-. ¿Envidia de un madurito? –Soltó con cierta sorna, para disimular sus nervios-. Antes me pido un coma etílico.

Eliot la miró por unos segundos detenidamente a los ojos de cierta forma intimidante, como si realmente pudiera traspasar su barrera de protección y saber la verdad.

Tenía que ser más lista que él. Si no, todo su juego se iría al trasto y se quedaría sin su pequeña venganza, por no estar a la suficiente altura de su atractivo vecino. Tenía que hacerle ver a ese hombre, lo que se estaba perdiendo.

-No me hagas reír por favor –Se carcajeó Eliot-. Pero si me comes con la mirada cada vez que nos encontramos –Le guiñó un ojo con aire seductor-. Casi pongo la mano en el fuego, que cuando me llevo a esas chicas a la cama, tú te quedas suspirando por no ser la escogida.

-Y yo pongo mi mano en el fuego –Intervino una voz masculina ronca y soñolienta, desde el quicio de la puerta de su vecino-. ¡Qué como no os calléis, os pego una paliza!

Eliot se dio la vuelta de forma brusca, para mirar a su hermano Bret.

-Perdona si te hemos despertado Bret –Se disculpó veloz Eliot.

-Sí –Se disculpó Bronte  algo apurada pero con mirada traviesa-. Me disculpo ante la falta de tacto de tu novio, amante, lo que sea… -Soltó con cierto tono picaron, sabiendo que aquello no era para nada cierto. Pero allí, tenía otro punto para conseguir un poco de lo que quería de su vecino-. Hay que reconocer, que a veces pierde un poco los papeles.

-¡Perdona! –Bramó con cara de pocos amigos el aludido, mientras que el nuevo intruso se deshacía en carcajadas.

Pero no pudo replicar nada más, dado que fue el momento que ella aprovechó para cerrarle la puerta en las narices y volver a conectar la música. Eso sí, con unos decibelios más bajos.

Eliot miraba la puerta blanca, sin saber si aporrearla a golpes o tirarla de una sola patada. Para coger a la desvergonzada de su vecina, y mostrarle que él no era… Que no le iban para nada los hombres.

-Eliot… -Lo llamó Bret con tono divertido-. ¿Qué haces aún ahí parado?

Éste se giró con el rostro rojo de rabia, por no haber conseguido nada con su paseíto en ropa interior por el rellano del edificio.

-Pero tú has visto, lo que esa niñata…  -Calló por unos segundos, hiendo de vuelta al interior de su piso-. ¿Pero qué demonios quiere de mí? –Gruñó ofuscado.

-Lo mismo que tú de ella –Soltó con burla Bret, yendo a la cocina a prepararse un café, consiguiendo la total atención de su hermano, quien lo siguió también a aquella estancia.

-Llevas aquí apenas unas horas –Soltó con ironía Eliot-, y unos minutos en su presencia y ya sabes lo que quiere ella y yo también.

Bret, se llevó con total calma la pequeña taza a los labios, para dar un buen sorbo al caliente líquido oscuro. Al tiempo que hacia gesto de encogerse de hombros.

-Claro –Confirmó con gran seguridad y cierta mueca divertida en sus labios-. Ella te quiere echar un polvo, como tú a ella.

Soltó así sin más, logrando que por un momento su hermano dejara de rechinar los dientes.



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