miércoles, 21 de enero de 2015

Heridas de amor 14 °




La entrevista con la psiquiatra fue monosilábica, aún así terminó diagnosticándola con depresión y hablándole de las secuelas traumáticas que estaban sufriendo por el accidente.
La irritaba que aquella mujer le explicara lo que le pasaba y las etapas que atravesaría como si ella no supiera lo que le estaba sucediendo.
Pero trató de ser paciente y no perder el control, debía pasar aquella sesión para que le dieran de alta e irse a casa.
“Casa” aquella palabra volvió a resonar en su mente.  No había una casa donde regresar, sólo aquel lugar que Cristhian había montado para ella, una casa para alguien que no podía cuidar de sí misma, y un territorio neutral donde coexistían en una convivencia totalmente extraña.

Vivir junto a él, de aquella manera, era como un espejismo, casi como si convivieran con fantasmas de lo que pudo ser y no fue.
Le recetaron medicación y luego de una última revisión general le dijeron que podía irse tan pronto llegara su tutor, ni siquiera se molestó en discutir, estaba segura que la palabra de Kensington tenía más peso que la de ella.
No pasó mucho tiempo antes de que él fuera a buscarla, le entregaron los medicamentos y las instrucciones y él asintió con seriedad a cada recomendación médica sobre su atención.
De haber podido, habría salido corriendo delante de sus narices, sólo para verle la expresión de desconcierto y desbaratar aquel papel de tutor que ejercía.
Había imaginado que Cristhian sería muchas cosas en su vida, jamás su guardián mientras estaba postrada.
-¿Estás lista?- preguntó llegando a su lado y sujetando la silla de ruedas donde se encontraba
-Sí.
-¿No vas a discutir?
-No creo que gane algo, vámonos de una vez, no me gusta este lugar.
-Tampoco a mí – dijo él y empujó su silla hasta la salida. Luego la alzó en brazos, la subió al auto y la llevó de regreso a la casa.
Cristhian le ofreció que comieran juntos pero Liz lo rechazó alegando que estaba muy cansada y prefería dormir. Él creía que ya llevaba demasiado tiempo tendida en una cama, pero no le parecía bien discutir.
Los médicos le habían dicho que no la apurara, que no la dejara sumirse en su depresión pero tampoco ejerciera demasiada presión, encontrar el punto justo era imposible.
Él la conocía mejor que ellos, y si la dejaba, simplemente se marchitaría. Debía obligarla a pelear.
Elizabeth durmió hasta la mañana siguiente, por suerte el dolor no regresó, pero tuvo sueños inquietantes en lo que quería correr, alejarse, pero siempre estaba quieta, atrapada en un pasillo oscuro y estrecho.
Aquel malestar que sintiera durante sus sueños permaneció con ella al despertar, se negó a desayunar y cuando Margueritte le llevó los remedios  no quiso tomarlos.
Minutos después de que la mujer dejara su habitación, apareció Cristhian.
-Tienes que tomar tus medicamentos pelirroja, son los analgésicos y los que recetó la psiquiatra.
-¿Cuántas veces tengo que decirlo? ¡Quiero dormir y que me dejes en paz!
-No soy bueno aceptando órdenes, pelirroja. Así que tómalos. Y luego saldremos a dar un paseo.
-¿Paseo? Kensington tanto servilismo de tus empleados te ha frito el cerebro, ¿es que no sabes cuál es mi estado? No puedo ir de paseo…
-¡Diablos Liz! Deja de hundirte en ti misma, parece que disfrutaras de ello. Y no pienso compadecerme de una tonta que no quiere hacer la rehabilitación sabiendo que tiene altas probabilidades de recuperarse.
-Recuperarme no significa que volveré a ser la de antes, ¿verdad?
-Estás siendo terca y  absurda.
-No sé por qué rayos decidiste que yo fuera tu obra de beneficencia, Kensington, pero déjame tranquila y ve a hacer lo que tengas que hacer…
-Es fin de semana y planeo ir a pasar el rato al parque, y que tú vengas conmigo. Así que toma esto de una vez – dijo él y se le acercó con las pastillas- Di “ahhhhhhhh” – insistió y cuando acercó la mano a la boca de la joven ella le lanzó un mordisco en los dedos.
-¡Me mordiste! – la acusó sorprendido.
-No encontré otra forma de pararte
-Ya veo que has vuelto a tus viejos hábitos, pelirroja – dijo con un tono casi divertido.
-¿Hábitos?¿De qué rayos hablas? Yo no ando por ahí mordiendo gente.
-Lo hacías de pequeña. Al menos mordiste a Taylor Banes , la vez que dijo que yo no tenía padre. Parecías una pequeña piraña aferrada a él, fue difícil desprenderte.
- No he vuelto a morder a nadie, hasta ahora – se defendió ella.
-Al menos estás peleando, aunque sea conmigo pero peleas, no está tan mal.
-Tiendes a sacar lo peor de mí – respondió ella ácidamente , no quería darle lugar a los recuerdos de la infancia. No quería flaquear frente a esos tiempos idos y frente a Cristhian Kensington.
-Toma las malditas pastillas de una vez, Elizabeth.
-No pienso ir a ningún parque…-discutió ella.
-Necesitas aire y sol…recordar que estás viva, ya sea que puedas bailar o no.
- Quiero ver a mi novio y a mis amigos…-dijo ella.
-¿De nuevo, Liz? ¿Es que recurres a ese tipo cada vez que te sientes acorralada?
-¡No es ese tipo! Es mi novio, Robert
-De acuerdo, llámalo. No soy yo quien le impide venir. Ni tú has querido que venga a verte ni él ha corrido desesperado a tu lado. Haz lo que quieras, yo iré a tomar un poco de aire, sigue aquí lamiéndote la herida, pelirroja- dijo enfadado, pero antes de retirarse se detuvo en la puerta un instante y la miró.
- Quizás no vuelvas a ser la misma, pero podrías ser otra Elizabeth, incluso una mucho mejor, ¿tan malo sería?
-Sí- dijo ella  sin dudar y para pesar de él agregó una apreciación final- Podría convertirme en alguien como tú.
Sin responder, Cristhian se retiró de la habitación.


Un año después de la muerte de su abuela, Cristhian regresó.
Ella había sobrevivido todo aquel tiempo gracias a que no habían perdido el contacto, las cartas y las llamadas por teléfono la habían hecho sentir acompañada. De esa forma, con la esperanza de volver a verlo, había podido adaptarse a su nueva situación y seguir con sus actividades.
Sus días habían pasado bailando y esperando por él.
Y un día regresó.
Elizabeth sintió que volvía a estar viva cuando lo vio, sin pensarlo corrió hacia él y la envolvió en sus brazos con fuerza.
Sólo unos minutos después, tuvo tiempo de verlo cuidadosamente y tuvo la extraña sensación de que Cristhian había cambiado mucho en aquel año.
Estaba bastante más delgado, se lo veía más adulto y su mirada era más dura, aunque se volvió más cálida al centrarse en ella.
-¿Te quedarás? – preguntó ella.
-Sí – respondió escuetamente y luego la besó apasionadamente expresando todo lo que no había dicho con palabras.
Con aquel beso, el único pensamiento que quedó en la mente de la joven fue “él esta aquí”
Cristhian había estado trabajando muy duro en ese año y había sido recompensado por ello, lo habían trasladado con un puesto fijo en la empresa de construcción y un sueldo bastante elevado. Tenía buen ojo para los negocios y, sobre todo, era tenaz, lograba lo que se proponía.
Elizabeth estaba orgullosa de él, y feliz de tenerlo de nuevo junto a ella.
-Vamos a vivir juntos – propuso él apenas pudieron separarse.
- Cristhian, ¿lo dices en serio? Acabas de llegar, seguro que tendrás que organizarte.
- Sí, tengo muchas cosas que hacer, pero mi prioridad eres tú, pelirroja. ¿No quieres estar conmigo? Porque yo te he extrañado…
- Como loca, te he extrañado como loca – lo interrumpió abrazándolo por la cintura y elevando el rostro para mirarlo intensamente-  No pienso despegarme de ti un segundo, Cristhian.- dijo ella con urgencia, la misma que él había dejado traslucir en sus palabras.
-Me gusta esa idea. No te separes de mí. Vamos…
-¿Dónde?
-A nuestro departamento, lo alquilé  antes de venir a través de una agencia, pasé a buscar las llaves antes de venir por ti. Iremos a verlo ahora, y mañana haremos todos los arreglos para que te mudes de los dormitorios. – le explicó y Elizabeth le sonrió divertida.
-¿Tan seguro estabas de que diría que sí?
- Sí – respondió sin dudarlo con aquella seguridad tan característica de él.
- Vamos, rápido, te esperé mucho tiempo – dijo ella y lo tomó de la mano.
Así habían empezado a convivir.
El departamento era un lugar nuevo y elegante, sin embargo a Elizabeth no terminaba de convencerla, extrañaba aquel lugar destartalado donde habían pasado tiempo juntos, donde se habían amado.
Quizás ella estaba demasiado nostálgica tras la muerte de su abuela, pero sentía que algo faltaba, como si la diferencia entre los dos departamentos fuera el reflejo de una brecha que había aparecido aquel año.
Pero el amor era más fuerte que todos los recelos, y  convivir con el hombre que amaba era lo más importante.
Algunos días entre las clases de ella y el trabajo de él se veían poco, pero los momentos juntos daban valor a todo lo demás.
-Me gusta…- susurró él acurrucándose sobre la falda de ella tras una larga jornada de trabajo.
-Y a mí…- respondió  acariciándole el cabello que se le desparramaba en la frente. La soledad que la había acosado en los últimos meses se diluía, volvía a sentir que tenía una familia. Él era su familia y ella la de él.
Amaba esos pequeños momentos en los que sentía que estaban realmente conectados, aunque , en realidad, amaba cada momento con él, las bromas, las charlas, la pasión.
Por un tiempo eso fue suficiente, hasta que todos los pequeños cambios que antes Liz había pasado por alto empezaron a emerger.
Cristhian estaba obsesionado con su trabajo, quería ganar más dinero, quería obtener una mejor posición y más poder dentro de su ámbito laboral. Siempre había sido inteligente y ambicioso, pero sentía que si ella no estuviera para equilibrarlo, él podría perderse en aquella búsqueda. Porque esa era la sensación que tenía, Cristhian estaba persiguiendo algo y ella no tenía en claro qué era.
Años antes había presentido aquella misma desesperación en él, pero había creído que a su lado había encontrado, al fin, la paz.
Llevaban un año y medio conviviendo cuando los fantasmas que lo perseguían empezaron a interponerse entre ellos. Una vez le había dicho que como Ulises, él regresaría después de cumplir su tarea, Elizabeth sentía que el viaje de joven aún no había acabado a pesar de estar junto a ella, Cristhian se ensimismaba en el trabajo más y más.
En aquel poco tiempo había logrado un nuevo ascenso, incluso habían vuelto a mudarse a un departamento más lujoso que ella aborrecía más que al anterior.
-¿Y mi casa con jardín? – lo había interpelado y él había quitado importancia a sus protestas.
-Prometo que pronto te compraré una ,pelirroja, una hermosa y gran casa.
-No necesito una gran casa, Cristhian, una como la de mi abuela bastaría, quisiera que trabajaras menos.Te prefiero a ti antes que a los lujos…
-Sólo un poco más, Liz. Necesito ser  más fuerte…
-¿Para qué?
-Para protegerte a ti – dijo él y ella volvió a ver el mismo temor y vulnerabilidad que cuando él había perdido a su madre.
-Cristhian…- susurró abrazándolo y ya no dijo nada más.
Pero llegó el momento en que ella no pudo ignorar lo que sucedía, ni la distancia que estaba empezando a nacer entre ellos. Se había ido un par de días en una gira para presentar un espectáculo, cuando regresó, él estaba trabajando y era obvio que lo había hecho durante los dos últimos días. Más allá del trabajo en la oficina, había continuado en la casa, ella regresó de madrugada y él estaba trabajando con los papeles diseminados en la mesa y  una humeante taza de café en su mano. Por su aspecto ni siquiera había dormido.
-¿Comiste? – preguntó ella tras saludarlo.
-Cuando termine – dijo él y levantó la taza mostrándole que ese era su fuente de alimento.
-¡Ya está bien, Kensington! Deja eso –dijo quitándole los papeles que leía- Te haré algo de comer y dormirás un rato.
-Tengo que terminar con esto.- discutió él recuperando sus papeles y ella se sentó sobre la mesa y le agarró el  rostro entre las manos.
-Si sigues así, esto terminará contigo. Vamos, comida y cama , eso necesitas ahora – le dijo y antes que él pudiera discutirle , lo besó.
Esa noche se dejó disuadir, pero a los pocos días volvió a su ritmo infernal de trabajo.
 Y no mucho después ella descubrió cuál era la cruzada que lo tenía tan obsesionado.
Estaba limpiando la casa cuando encontró los papeles, hablaba de adquisición y fusión de una compañía y no le llamó la atención, iba a dejarlo con el resto de los papeles, pero leyó el nombre de la compañía. Ella sabía a quiénes pertenecía, entonces entendió por qué él quería ser más fuerte, tener más poder y para qué.



Cuando Cristhian regresó del trabajo, lo enfrentó.
-¿Era esto? – preguntó sosteniendo los papeles delante de él.
- Sí – respondió, sabía que no tenía caso negarlo.
-¿Qué estás planeando hacer? Creí que se trataba de construcciones, pero esto tiene que ver con adquirir esa compañía y desarmarla, ¿verdad?
-Hasta que no quede nada….- dijo él con furia.
-No puedes hacer esto, es la empresa de tu padre y tus hermanos.
-Diablos, pelirroja. Sólo compartimos ADN , nada más.
-¿Es tu venganza? Por eso has trabajado todos estos años…¿desde el principio?-  Preguntó, aunque sabía la respuesta. Cristhian era lo suficientemente inteligente para trabajar en cualquier cosa, había escogido aquel campo con este objetivo, desde el día que se había marchado había construido su camino para llegar a este punto.
-Ellos la dejaron morir…- se explicó y todo el dolor y el odio contenido salieron a flote , sólo entonces, Liz comprendió la profundidad de la herida que él llevaba.
-No puedes hacerlo, son tu familia- dijo y él se río, una risa amarga y rota.
-¿Familia? Mi madre era mi familia, tú eres mi familia, no ellos.
-Tienes que detenerte…tu madre no querría que lo hagas.
-Voy a encargarme de arrebatarles todo lo que les importa tanto, de reducirlo a cenizas frente a sus ojos…
-¿Serás feliz entonces? – le preguntó dolida.
-Liz, tú tienes que entenderme, sabes lo que sucedió…tú…
-Yo no puedo dejar que lo hagas. Esto no va a salvarte Cristhian, va a destruirte a ti también. Ser el verdugo te hará daño, no puedo dejar que lo hagas…
-Tengo que hacerlo.
-No es verdad, no tienes que hacerlo. Déjalos
-No – respondió con fuerza y Elizabeth sintió que se hundía.  Tenía que detenerlo porque ella veía que aquello lo estaba consumiendo, lo estaba convirtiendo en alguien demasiado despiadado. Ni siquiera tenía amigos, todo lo que él tenía era a ella y su venganza. Si Cristhian transitaba aquel camino, ella dudaba que pudiera regresar.
-Tu venganza o yo, ¿qué elijes? – preguntó decidida.
-¿Qué?
-Termina esto o terminemos nosotros.
-Elizabeth, ya pronto acabará y pasaré más tiempo contigo, tendremos nuestra casa…
-Tiene que ser antes, no puedes hacer esto porque ,quieras o no ,el hombre que quieres dañar es tu padre. Sé que es un maldito hijo de perra, pero tú no, no lo eres. Si haces esto, no puedo quedarme.
-¿Te irás? ¿Vas a dejarme? – preguntó incrédulo.
-Elije.
-Sabes que te amo…- dijo él.
-Demuéstramelo, termina esto.
-No puedo. ¿No lo entiendes? No podré estar en paz y tranquilo contigo, no podré amarte como corresponde hasta que haga esto.
-Tú no lo entiendes, no quedará nada de nosotros cuando esto acabe. ¿Crees que sobreviviremos a otra tormenta? Nos amamos, el amor es más importante que el odio, ¿no te alcanza?
-No hagas que elija, Elizabeth.
- ¿Vas a destruirlos o vas a construir una vida conmigo?
-Nunca pensé que debiera ser una cosa u otra, pensé que podrías amar todo de mí, como yo te amo- respondió el joven con amargura.
-Porque te amo, quiero que esto acabe.
-Yo ya tomé mi decisión, Elizabeth. La tomé el día que fui a pedirles ayuda. Eres tú quien tiene que tomar la decisión ahora.
-Esta vez no voy a seguir esperándote – dijo ella.
-Esta vez no volveré a buscarte – dijo él y ella asintió.
Elizabeth echó algunas cosas en su bolso.
--Mañana volveré por el resto.- dijo encaminándose a la puerta.
-¡Elizabeth! Deja la tontería, ¿de verdad harás esto?
- ¿Tú lo harás? Creí que me amabas más que a todo lo demás, que yo era más importante.
-Creí lo mismo- respondió él- Haz lo que quieras.
Ella se marchó aquella noche,  él no la detuvo.
Ambos eran tercos, así que Elizabeth buscó sus cosas como había prometido y alquiló un pequeño departamento, tenía sus propios ingresos de la beca que había conseguido y las presentaciones de baile que hacía, era suficientemente buena para que le pagaran por bailar y poco a poco su nombre se iba haciendo más conocido. No necesitaba que Cristhian la mantuviera, pero sí lo necesitaba a él.
Sin embargo no cedió, y él no fue a buscarla.
Tres meses después, leyó en los titulares sobre la quiebra de la empresa paterna, cómo la familia se había ido prácticamente a la ruina , su compañía había sido adquirida y desmembrada en medio de una guerra corporativa. Cristhian se había salido con la suya.
Elizabeth esperó que él fuera, había dicho que no lo esperaría, pero era mentira, ahora que había llevado a cabo su venganza, lo esperaba. Esperó durante tres meses más. Pero no fue.
Leía noticias de él en la sección financiera, era la joven promesa del mundo empresarial, un joven salido de la nada, con un talento innato para los negocios.
Ella no podía evitar estar preocupada por él, incluso en las fotos que salían podía ver una dureza nueva en su mirada y su porte, ciertamente había ganado su batalla, pero también había perdido.
Y su preocupación pudo más, el viernes había sido el cumpleaños de él, ella se la había pasado junto al teléfono conteniendo las ganas de llamarlo, finalmente no lo había hecho. Así que el sábado fue a verlo.
El portero la dejó subir sin problemas, llegó al departamento y golpeó, nadie respondió, así que usó la llave que había olvidado devolver.
Cristhian dormía, con otra mujer.
La exclamación que soltó al verlos bastó para que él se despertara, giró y la vio parada en el umbral de la habitación, sólo la miró, con una mirada vacía, sin intentar  detenerla ni darle ninguna explicación.
Elizabeth salió presurosa y ese fue el fin.

Ahora que Elizabeth lo pensaba, los momentos trascendentales, los grandes cambios en la vida parecían nacer de sucesos triviales, tanto que si uno los contaba o los recordaba ,como ella lo estaba haciendo, parecían insignificantes. Era como arrojar una piedra al agua, un pequeño golpe que creaba enormes ondas expansivas que cambiaban todo antes que uno pudiera reaccionar.
Así había sido su historia con Cristhian. De pronto un día se habían vuelto extraños, cada uno siguiendo un camino, cada uno construyendo una historia ajena a la del otro.
Ella se había convertido en una famosa y reconocida bailarina que había recorrido el mundo con su arte. Él se había convertido en el empresario exitoso e imbatible que todos admiraban, y temían.
Había creído que ya nunca volverían a cruzarse, pero allí estaban, tras muchos años, viviendo juntos nuevamente en la más peculiar de las relaciones.
Aquellas primeras horas de consciencia en el hospital, despertar y verlo junto a ella, había sido lo más natural del mundo.
Pero no podían seguir así, ya no eran amigos, ni familia, ni amantes. Ella ni siquiera sabía qué eran.














2 comentarios:

  1. Oh, ahora ya sabemos que sucedió. Bueno, quiero más. No puedo esperar a ver cómo van a enfrentar los días que siguen...

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  2. Señor, vaya desespero para un capitulo nuevo jijiji (no te estoy dando prisa o... si?) jajaja.
    Me encanta esta historia, y ahora que sabemos lo que pasó con ellos, quiero saber más.
    Muchas gracias, Nata.

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