Le
dolía la cabeza por dos motivos.
Uno,
por no haber cerrado sus ojos y dejado ir su mente al mundo de los sueños. Y
dos, por no haber dejado de repetir una y otra vez, su primer beso.
¡Dios,
había sido besada!
Volvió
a gritar en el interior de su cabeza, mientras se tapaba el rostro con su
almohada, notando como el calor resurgía en sus mejillas.
Soltando
un suspiro, retiró la almohada y se medio incorporó en la cama, para alcanzar
su móvil y consultar la hora que marcaba éste. Eran las nueve de la mañana de
un soleado domingo. Una hora muy temprana, para ponerse en contacto con su
amiga Gemma.
Dios,
seguro que su rostro presentaba un aspecto horrible. Y su madre, conociéndola
como lo hacía y siendo lo persuasiva que era, le iba a estar dando la murga
durante todo el día hasta que lograra soltarle prenda. Pero por primera vez,
sentía una barrera que le era difícil de cruzar. Pues no sabía como llegar a
compartir aquel hecho con ella. Veía mejor un punto de vista adolescente, que
sabría lo importante que resultaba aquello.
-¡Erg!
Soltando
un gruñido algo ofuscado, lanzó su teléfono encima de la cama para soltar un
par de patadas al aire y comprobar si servía para desahogarse de la frustración
que acarreaba.
Pero
no sirvió de nada.
Comprobó
dos minutos después con los brazos y piernas extendidos a lo ancho del lecho, y
notando en su interior la misma inquietud correr por todo su sistema nervioso.
¡Una
ducha!
Pensó
de repente, medio incorporándose con los ojos abiertos como un búho. Pues normalmente,
era algo que solía relajarla de un día largo de estudio. Y puede que una bien
fría, lograra activar nuevamente sus cables para que le llegara algún voltaje a
sus atolondradas neuronas.
Dándose
un buen impulso sacó su trasero de la cama, para llegar al pomo de la puerta en
apenas dos zancadas, llevándose al instante un enorme susto cuando al abrir la
puerta halló a su madre tras ésta, con la mano alzada.
¿Vaya,
tan pronto se topaba con ella?
Si
le preguntaba algo por su aspecto, le diría que había tenido mucho calor y
apenas había pegado ojo. Pensó en menos de una milésima de segundo, tras poder
visualizar la gran energía que traía ella en su mirada.
-¡Que
susto! –rió la mujer, brincando en el mismo lugar pero con una sonrisa en sus
labios-, mira que bien. Ya no tengo que pelearme para sacarte arrastras de la
cama –Dijo guiñándole un ojo.
-Eso
nunca ha ocurrido –Señaló con la mirada medio cerrada, justo antes de pasar por
su lado y dirigirse al baño.
-Vaya,
hoy tenemos el humor cruzado –Observó veloz la mujer, consiguiendo que tensara
un poco la espalda por su perspicacia. Por suerte, su madre era una mujer que
respetaba algo el espacio íntimo de cada una, quedándose ésta apoyada en la
puerta del baño-. Cariño, que te parecería la idea de preparar bocadillos y
dirigirnos a la playa, para pasar todo el día en ella hasta que nos hartemos.
Agua
fresca, olas, poder dormitar y jugar en la arena con Nico… Sí, realmente
aquello parecía una magnífica idea para pasar el día y no, disponer de muchos
momentos aburridos para pensar en Eric y su beso.
-¡Vale!
–Señaló con humor más animado y algo optimista, a que tal vez podía tener un día
mejor del que creía tener cuando se había levantado de la cama.
-Bien
–aceptó su madre-, salgo a la calle a buscar el pan para los bocadillos, estate
pendiente de tu hermano.
A
las diez y poco de la mañana, ya habían cogido un buen lugar rozando la orilla
en la aún solitaria playa. Clavando la sombrilla, para colocar su toalla y
seguidamente ir hacia el agua, conteniendo el aliento con cierta alegría,
cuando el frío mar jugó entre sus pies.
Ahora,
veía lo mucho que echaba de menos el bajar a la playa y unir su mente a la
naturaleza. Sí, su madre había tenido una muy buena idea para aquel día.
Girándose
hacia ellos dos, pudo sorprender a su madre con un brillo triste en la mirada que
apenas duró unos segundos. Pero los suficientes para saber qué había provocado
aquello.
Mira
que llegaba a ser a veces burra…
No
tenía que ser egoísta. No era la única que estaba viviendo cambios en su vida. Aquella,
era la primera vez que acudían todos a la playa sin su padre.
Su
madre, un poco vacía si debía sentirse.
Así
que puso un brillo travieso en su rostro, para correr hacia ellos y darles
fuertes besos antes de echarles algo de arena, entre un mar de carcajadas.
Aquel,
tenía que ser un divertido día para guardar en sus buenos recuerdos. Costara lo
que costara.
***
Eran
cerca de las siete de la tarde, cuando en aquel trozo de playa, eran más las
personas que se marchaban a sus casas, que las que llegaban a darse un chapuzón
con los débiles rayos del sol de la tarde.
Y
lo que le parecía increíble, es que una de aquellas personas que llegaba y
topara con ellos, fuera el mismo Eric.
Por
suerte suya, se hallaba en aquel momento en el agua, dándose un buen remojo
para quitarse de encima toda la arena que tenía adherida a su cuerpo, tras
haber hecho montones de castillos de arena en la orilla con Nico.
Pero EJ, ¿como me haces esto? Después de taaaanto tiempo sin tener noticias de esta historia... vas y me la cortas cuando llega Eric. ¡Nooooooo!
ResponderEliminarGracias Ej jijijiji, buenísimo. Hasta a mí me apeteció un chapuzon en la playa jijiji.
Besitos
Gracias por el regreso de esta historia, se extrañaba. pero coincido con Yola..¿Por quéeeeeeeeeeeeeeeee?
ResponderEliminarY también me apeteció un chapuzón en la playa y ser adolescente...y ERIC
Besos, cielo