30 Noches de Verano "3"

Tras colgar el teléfono en recepción, donde intentaron comunicarla de forma fallida con la habitación de Simona. Se encaminó con gran frustración hacia el bufet de desayuno. Aunque dudaba que estuviera tan tarde por allí.

Y tenía razón. Solo se topó con los más jóvenes de la familia, que acababan de despertar como ella.

Aquello era de tontos, pues estando todos en un lugar tan maravilloso, normal que no parara la gente quieta.

Su frustración aumentó un tanto más, al saber que no iba a encontrarla de forma inmediata. De modo que no le servía nada, el ponerse a tirarse del cabello allí en medio. Lo mejor, sería ir haciendo como un día normal, dado que nada estaba transcurriendo de la misma manera que la primera vez.

-¿Jason, me estas escuchando?

Preguntó su socio preocupado, al ver que su amigo se había quedado con el bocadillo en la boca sin llegar a hincarle el diente.

Sí que lo oía, pero en aquel mismo instante se hallaba demasiado sorprendido con lo que sus ojos veían a treinta metros de distancia de su mesa, como para que su cerebro diera una orden de más a cualquier miembro de su cuerpo.

Aquella mujer, parada en medio de la puerta del comedor, no podía ser ella. Era algo imposible.

Ella… Seguía viéndose igual. Era joven…

Por dios, era una cosa realmente imposible. Tenía que ser un corto circuito de su cerebro, jugándole aquella trastada por llevar unos días con pocas horas de sueño. Ella, sí era real. Pero ahora, en aquel momento no podía serlo con aquel aspecto.

Imposible, debía de tratarse de un juego de su mente. Ésta, debía encontrar divertido el proyectar en su día a día, una imagen de un sueño que llevaba persiguiéndolo desde bien pequeño.

Pero es que se la veía tan real, al avanzar por entre las mesas y dirigirse hacia la zona de frutas, para coger un pequeño bol y después, dirigirse hacia una mesa donde había cuatro adolescentes desayunando.

Frunció el ceño.

Seguía siendo ella, en ningún momento se había convertido en otra mujer. Y al parecer, aquellos chicos la veían también como él y aparte parecían conocerla.

Pero era imposible… Cuando la vio bailar desnuda bajo la luna en la cala, él tenía ocho años. Y de aquello, habían pasado ya veintidós años.

Nadie podía luchar contra el paso del tiempo. Ah no ser…

¡No, imposible!

Dejó caer el bocadillo al plato, impactado por lo que podía significar aquello.

¿Era lo que le había parecido con aquella edad? De verdad, podía estar en aquel comedor desayunando entre ellos una ninfa de la noche o de lo que fuera…

Negó con la cabeza de forma enérgica, asustando más a su compañero.

-Jason, joder que puñetas te pasa –Gruñó entre dientes y apoyando una mano en su hombro izquierdo.

-Tu también ves aquella mujer rubia de larga melena –articuló al fin, consiguiendo que su amigo respirara tranquilo al fin y se girara a ver.

-Vaya –Silbí éste con un movimiento afirmativo de cabeza-. Ahora entiendo tú parálisis –Mostró una sonrisa-. Es Bellísima. 

Lo de que era bella, ya lo sabía. Y desde mucho antes que él. Pero lo que no sabía, es qué demonios estaba ocurriendo.

¿Acaso era aquello otro sueño, en el que se hallaba su amigo? Bien podía serlo, porque siempre había creído que todo había sido una ilusión muy real.

Y por alguna razón, volvía a tener una.

-¿Estoy soñando? –Preguntó de forma inconsciente en voz alta, logrando arrancar una carcajada a su amigo.

-Por tu expresión, veo que es únicamente tuya y no me vas a dejar intentarlo –Rió divertido, dándole una fuerte palmada en el hombro-. Y sí, la joven es bien real. ¿Venga, a qué esperas para acercarte?

Su amigo lo animó divertido, sin saber realmente lo que ocurría en su mente. Pero en verdad, tenía razón. Lo mejor, era acercarse y presentarse formalmente.

A lo mejor, no se trataba de nada místico. Y simplemente era familiar de aquella joven que  vio bailar aquella noche  que le había robado el corazón.