Simona
se alejó con pasos tranquilos, hacia las luces de las farolas que iluminaban el
camino de salida de los jardines, deteniéndose de sopetón cuando se topó con su
nieto Albert, quien tenía los brazos en jarra y el ceño fruncido.
-Te
lo estas pasando en grande –Masculló entre dientes, en una especie de regañina.
Simona
se encogió de hombros con cierta sonrisa en la comisura de sus labios.
-Porque
por mala suerte la mía, pude escuchar vuestra conversación –Rebufó yendo tras
la mujer mayor-. Y ahora, temo porque la chica haga el ridículo en la playa.
-Así
que tú también crees, que escogerá esa opción –Se volteó a mirarlo con cierto
brillo divertido en la mirada.
-Mira
que te encanta jugar con nosotros –Resopló con tono descontento.
Simona
se detuvo un momento para enfrentarlo con cierta reprimenda.
-Te
recuerdo, que yo solo digo lo que me indican –Se encogió de hombros-. No me
culpéis de los actos que tengáis que hacer por culpa de ellos –Masculló en un
gruñido, volviendo a emprender la marcha
a paso ligero.
-Pero
bien que podrías haber influenciado sobre ella y que acudiera a su dormitorio
–Fue tras ella, volviendo a renegar en defensa de la chica.
-¡OH
por favor! –Exclamó la mujer mayor en un suspiro alzando los brazos al cielo
sin siquiera voltearse a mirar a su nieto-. Se supone que estamos de
vacaciones, deja de amargarte y vete a disfrutar de la noche con tu chica.
Nuevamente
volvía hallarse sola en la oscuridad del frondoso jardín, en compañía de las
dulces y delicadas luciérnagas, que bailaban a su alrededor como la fragancia
de las flores.
¿Era
cierto? ¿Ya le concedían la oportunidad que tanto tiempo buscaba y que había
rechazado en un principio?
No
sabía como actuar. Se hallaba algo desconcertada por aquella notificación tan repentina.
Alzó los ojos al cielo en busca de las
estrellas, con cierto brillo en sus ojos a causa de las lágrimas de
agradecimiento, por darle una segunda oportunidad de lograr alcanzar la verdadera
felicidad.
Ahora,
solo le quedaba escoger el camino. Pensó soltando un profundo suspiro y
volviendo a bajar la mirada al frente. Donde aquella vez, sus ojos toparon en
cierto lugar en donde había una pequeña acumulación de flores formando un arco.
Frunció
el ceño, porque sabía perfectamente que aquello no se hallaba antes allí.
¿Era
aquello una señal?
Con
paso inseguro, ordenó a sus pies moverse hacia allí, para contener el aire al
descubrir unas pequeñas escaleras de piedra antigua que bajaban a la playa de
abajo.
Realmente,
confirmaba que aquello no se hallaba allí antes. Pues solo existían dos caminos
para bajar a la playa, como les habían notificado en recepción.
Sí,
aquello era un camino solo para ella.
Comenzaba
a sentirse más nerviosa, al ver que el momento había llegado. ¿Hallaría alguna
sorpresa más al bajar aquellos escalones? O simplemente tenía que hacer lo que
su bisabuela le había dicho.
No
era momento de dudar, sino de actuar. De modo, que volvió a dar la orden a sus
pies de emprender el camino hacia la cala de abajo.
Tenía
que decir, que sabiendo que la magia existía en su familia por muchos siglos,
no acababa de acostumbrarse cuando la tenía enfrente de sí. Era muy diferente
al verla de espectadora con sus demás familiares y amigos, que vivirla en
persona.
Mientras
con paso indeciso bajaba en busca de su destino, las luciérnagas seguían bailando
a su alrededor, como ofrenda a darle luz en aquella oscuridad. Donde una dulce
voz, iba pronunciando su nombre de forma repetida.
Ya
en el último escalón, miró el lugar solitario. Comprobando que no había nada
extraño, salvo el mar que brillaba como miles de diamantes por la enorme y
brillante luna llena que tenía encima.
Cogió
aire, se reclinó hacia delante para quitarse las sandalias y bajó sus pies a la
fría y suave arena de aquella cala, para caminar hacia la orilla con cierta
ansiedad bombeando en su corazón.
Cuando
sus pies fueron acariciados por el agua del mar, cerró los ojos y aspiró con
fuerza. Notando como su espíritu se llenaba de valentía, dando unos pasos atrás
en la orilla para comenzar a desprenderse de toda su ropa.
Una
vez desnuda, se sintió como una ninfa de la noche, con su melena larga rubia
envolviendo su cuerpo hasta las caderas, para caminar hacia el mar nuevamente y
comenzar a hundirse en él.
¡El
agua estaba perfecta!
Con
una enorme sonrisa en su rostro, se hundió bajo ella para emerger a los pocos
segundos, riéndose de forma cantarina y en voz alta.
Se
sentía henchida de felicidad y como muestra de ello, nadó hasta donde el agua
le cubría por las caderas, para ponerse en pie con los brazos extendidos al
cielo y comenzó a danzar como si de una bailarina se tratara.
En
ningún momento, su sonrisa desapareció de su rostro ni de su corazón.
Simplemente era una mujer feliz, bailando y nadando bajo la luna de aquella
maravillosa noche de verano.
Era
como sentirse parte de aquel pequeño y bello lugar. Un lugar secreto solo para
ella.
No
sabía cuanto rato había pasado dentro del agua, pero sintiéndose completamente
satisfecha y viva, decidió que era el momento de volver a la orilla para
vestirse y volver al refugio de su dormitorio o de buscar a su bisabuela.
Solo
le quedaba por ponerse el sujetador y la blusa, cuando reparó que no se hallaba
sola. A unos seis metros de ella, había un chico moreno sentado en la arena que
la miraba con ojos maravillados y boca abierta. Éste, no tendría más de diez
años.
Primero
sintió un poco de mortificación, pero a
los dos segundos una chispa burbujeó en su interior, haciendo que sonriera al
joven con un guiño de ojos antes de acabar de ponerse las dos prendas de ropa y
salir de allí de forma apresurada por las escaleras de piedra.
No
se arrepentía de lo que había ocurrido. Se sentía viva, feliz… Y con aquella
sensación y una sonrisa en su rostro, corrió por el frondoso jardín hacia el
hotel.
Al
entrar en la zona de recepción, pudo comprobar en un reloj de la pared, que
daban la una de la madrugada. Y echando un pequeño vistazo a su alrededor, no
vio a ningún familiar suyo por allí. Aquello significaba, que la mayoría se
hallaba ya en su dormitorio.
Así
que decidió danzar como una niña pequeña hacia el ascensor, para poder ir hacia
su dormitorio, donde pensaba darse una ducha y después, sentarse en su balcón a
observar por un rato la luna.
Quería
disfrutar un poco más de aquella sensación que vibraba en su interior.
Los
rayos de sol y el cantar de los pájaros, que entraban por la puerta del balcón
abierto hicieron que se despertara poco a poco, pero con cierta sonrisa de
satisfacción en su rostro.
Aún
podía sentir aquella sensación de espíritu libre por su cuerpo. No había sido
ningún sueño, todo había ocurrido de verdad.
Y
por sentir aquello, que se desperezó como una gata riéndose de alegría para
levantarse de forma ágil de su cama y volver asomarse al balcón.
Pero
una vez que lo hizo, frunció el ceño al mirar hacia el jardín que tenía
enfrente de ella. Se suponía, que aquel día era la boda y que allí dispondrían
de la capilla y de las mesas del convite. ¿Por qué no había nada montado aún?
Había podido ver en la pared de encima de la cama, el pequeño reloj digital
marcando las once de la mañana. Y el enlace, era ala una del mediodía.
¿Habría
ocurrido algo?
Nerviosa
y agitada, se dirigió a su armario para sacar ropa de él. Tenía que bajar y averiguar si habían surgido problemas.
Tuvo
suerte.
Nada
más salir del ascensor, vio en recepción a dos de sus primas consultando
folletos del hotel y los lugares cercanos de él. Pero éstas, no se veían
preocupadas, al revés, estaban muy interesadas en todo lo que hallaban en el
folleto.
-Hola
chicas –Las saludó con una sonrisa.
-Hola
Rosalie –Saludó su prima Ivette, alzando la mirada del folleto y sonriéndole-.
No puedes imaginarte los lugares interesantes que hay por visitar en ésta isla.
-Lo
se –Sonrió-. ¿Pero alguna de vosotras sabe por qué no están preparando lo de la
boda en el jardín pequeño?
Por
un momento, sus primas la observaron en silencio, para después deshacerse en
risas.
-Mira
que eres perfeccionista –Renegó con tono dulce su prima Ivette-. Debes
relajarte, estamos de vacaciones. Deja de pensar que estas en la empresa –Soltó
un suspiro-. Sabes que te mereces con creces estas vacaciones. Aún hay tiempo
de que preparen todo. El enlace es mañana día tres de Agosto.
¡Perdona!
Se detuvo su mente con aquel dato.
-¿Cómo
dices? –Frunció el ceño, sabiendo que había un error-. ¿No estamos hoy a día
tres?
Marian,
su otra prima más joven, volteó los ojos al techo con cierta sonrisa.
-No
–Meneó la cabeza con gesto negativo-. Llegamos ayer, día uno, recuerda primita –Le
guiñó un ojo-. Tenemos todo un día por delante para tomar el sol y poder
ponernos morenas, para estar mañana aún más bellas.
¡OH
Dios! Su corazón se detuvo por unos instantes de bombear, ante aquel dato.
¿Qué
diantres ocurría? ¿Acaso todo había sido un sueño de ella? Y en verdad, el día
de ayer no había ocurrido… Tenía que encontrar a su bisabuela.
¿Pero que pasó? ¿Por qué es el día anterior? Noooo EJ, continua la historia!!
ResponderEliminarGracias EJ. Está pero que muy muy interesante jijiji. Besitos