miércoles, 25 de junio de 2014

Inocencia Robada 17

¿A Quién pretendía engañar?

No sentía la misma fuerza, que cuando se hallaba junto a su amigo Rob en el pub.

En sus ojos volvía haber un brillo de temor y dolor, mientras que sus manos  cada vez sujetaban con menos fuerza el ramo de flores, que habían logrado comprar en una gasolinera.


Realmente no se creía capaz de llamar a la puerta del dormitorio de ella, ahora que debía de hallarse completamente dormida, tras comprobar por un segundo la hora que marcaba su reloj de pulsera.

¿Y par qué iba ha llamar?

Solo para entregarle el ramo de flores con cierta disculpa.

¿Y qué diantres excusaba aquello?

Que lo disculpara por ser un idiota rematado, al tiempo que se moría de ganas por convertir aquel matrimonio en uno real.

¡Sí, joder!

Pero no iba hacerlo. No estaba nada bien el actuar a expensas de un engaño. Ella no se merecía aquel trato por su parte.

Así que agachando la cabeza y hundiendo sus hombros, volvió unos pocos pasos sobre sí, para abrir la puerta de su dormitorio y aventurarse en él.

Necesitaba darse una ducha de agua fría, su mente estaba demasiado saturada con demasiadas contradicciones sobre sí mismo.

No fue su vista quien lo alertó de no estar solo, dado que se hallaba completamente a oscuras, y aún no se había acostumbrado a la luz de allí dentro.  Normalmente, por la tarde solían correr las cortinas más opacas, para que no entrara todo el calor del sol de la tarde.

Por ello, que al no haber corrido aún las cortinas no veía con mucha claridad. Pero su olfato era otra cosa.
 Éste, hizo que detuviera sus pasos junto a la gran cama y tras fijar la mirada por unos segundos en ella, pudo apreciar que aquella fragancia dulce que flotaba en el ambiente, pertenecía al bulto que había dormido bajo sus sábanas.

Sorprendido, sus dedos soltaron las flores para dejarlas caer sin cuidado alguno sobre la alfombra.
De seguro, que alguna flor se había desquebrajado como lo estaban ahora sus defensas.

Janna, en su cama.

¿Qué hacía la dulce joven dormida en su lado de la cama?

Inclinó su cuerpo hacia delante, atraído por su belleza, por el amor que sentía hacía ella… Para apoyar sus puños cerrados con cierto cuidado, muy cerca de su cuerpo.

¿Habría vuelto a tener otra pesadilla?

Pobrecilla, si en verdad había despertado a mitad de la noche asustada, y al ver que no acudía nadie en su grito de socorro. Era ella, quien se había aventurado a buscarlo, para llevarse el chasco de hallar el dormitorio vacio.

¿Pero meterse en su cama?

Acaso si olor corporal, o el saber que él dormía allí, habían hecho que necesitara cobijarse allí, sintiendo un mínimo de seguridad.

Que frágil se la veía, abrazada a su almohada como si de un salvavidas se tratara. Con su larga melena desparramada por encima de sus hombros y colchón. Mientras que mantenía su cuerpo en posición fetal, dejando a los ojos de él la completa desnudez de su cuerpo de cintura para abajo, contando con unas minúsculas braguitas blancas a juego con su camisón de satén.


Comenzaba a notar la sangre amontonándose en sus oídos, provocando que escuchara fuertes pulsaciones en ellos. Mientras que sus pupilas se dilataban por el deseo y la garganta se le resecaba. 

Podía decirse, que sentía como su demonio interior iba ganando la batalla sobre su conciencia honorable.
Ahora mismo, él era la bestia y ella su desafortunada y desprotegida presa.

Cogió aire en sus pulmones con gran fuerza, intentando que fuera como un medio de intentar opacar su fuerte frustración.

Pero el deseo de conducir sus labios a la base del dulce cuello y acariciar aquellas inocentes piernas, hicieron que subiera una de sus rodillas al colchón. No sin dejar de repetirse mentalmente unas disculpas, al verse flaquear ante su fuerza de voluntad. Ya no había marcha atrás posible, lo notaba en su corazón y en su deseo correr por todo su torrente sanguíneo.

Sabía que iba a dar un mal paso, pero lo necesitaba.

En su vida ya no había más cabida a la tristeza, ya no podía luchar más. Le daba igual lo que pudiera suceder después o a la mañana siguiente.

Su amigo Rob tenía razón. Era el momento de ir afrontando los problemas, según fueran apareciendo.

Ya basta de luchar con fantasmas.

Completamente decidido, reculó fuera del lecho con sumo cuidado de no hacer movimiento brusco y despertarla, para dirigirse al baño y cerrar con igual sigilo la puerta y accionar el agua de la ducha.

Si estaba decidido a mirar solo hacia delante, tenía que hacerlo de forma adecuada. Y lo mejor, era eliminar de su cuerpo todo rastro del olor a tabaco del pub y el alcohol ingerido.

Siendo la primera vez de ella y contando que iba a realizar su mayor sueño, todo tenía que ser perfecto. No valían las prisas y las cosas medio hechas.

Abrió los ojos, una vez que supo que Paul se hallaba en el baño para darse una ducha.

Había estado cerca de ella, observándola… ¿Qué habría pasado por su mente al hallarla allí? Por suerte, creía que su táctica iba bien, dado que no la había despertado para que volviera a su cama.

¿Pero de verdad dormiría con ella?

En su interior, sentía una fuerte necesidad de estar junto a su marido. Ya no le importaba no recordar nada más de ellos dos.

Tras aquel beso, había sentido muchas cosas. Y una de ellas, había sido el deseo.

Necesitaba sentir los brazos del hombre abrazarla, acariciarla y sobre todo, quería sentirse amada como una esposa.

Por algo eran marido y mujer.

Aún sonaba el agua de la ducha, pero sabía que le quedaba poco tiempo para decidirse.

Uno, era quedarse tumbada en la cama y hacerse la dormida. Siendo el plan de acercamiento lento. Y dos, emplear la táctica que le había indicado Francesca. Saltarse el acercamiento lento y optar, por el camino rápido que era seducirlo.

Obvio, que por el momento cabían tres opciones dentro de la segunda.

Esperar a que se durmiera y comenzar a besarlo, para pillarlo con la mente débil. OH ser valiente, y que cuando volviera al dormitorio la hallara desnuda esperándolo. Y por última opción que la veía la más suicida, sorprenderlo en el baño para aclararle el jabón del cuerpo o secarle las gotas con la toalla.

Tan absorta había estado en sus cavilaciones, que no había reparado en el cese del agua dela ducha. Ni en como la puerta del baño se había abierto, dando paso a un Paul vestido únicamente con una toalla oscura en la cintura.

Solo sabía, que él podía llevar apenas un minuto quieto observando, como se hallaba sentada de rodillas en mitad de la cama tratando de escoger un camino.

-¿Qué es lo que realmente quieres Janna?


Le preguntó con voz ronca  yendo a sentarse en la cama, muy cerca de ella. 


4 comentarios:

  1. A TIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! Fuera la toalla que molesta....jajajaj.
    ´Mira EJ, di que te quiero, te extraño y sé que tu cabeza anda en otras cosas....´porque dejar así el capi....cielossssssssssssss
    Besos dos miles, cuidateeeeeeeeee

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  2. Me morì!...jajajjajaja...no nos puedes hacer esto!!!...queremos màs!!!...ya se que ahora no puedo exigir mucho, pero nos harías ese favor? :)

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  3. Prometo intentar no tardar tanto!!!!!!!! Besos chicas Y muchas grcaias

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  4. Noooooo !!!!!! Tan bien que iba la historia y me dejas en suspenso..porqueeeee !!!!!!

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