Agencia Maridos a Domicilio 7°

De pronto , Francesca se volvió hacia él. Ahora que la crisis había pasado , lo miró fijamente.

-¿Usted…? ¿Su nombre era?

-Ethan – repitió él tranquilamente.

-Cierto, dijo que quería nuestros servicios, pero parece estar confundido. Este es un servicio sólo para clientas femeninas…de allí lo de maridos a domicilio.

-¿No le parece un poco discriminatorio? – preguntó él y ella lo contempló estupefacta.

-¿Discriminación? ¡Cielos! Es un negocio…y cómo cualquier negocio apunta a un grupo del mercado, en este caso mujeres. No es mi culpa que nadie creara el servicio de “esposas a domicilio”.

-Interesante…- dijo él como si considerara la posibilidad.

-En todo caso Señor…

-Brey, pero preferiría que me llamara Ethan.

-Sr. Brey, como entenderá,  nuestro servicio no es para alguien como usted…

-También me parece discriminatorio, podría necesitar un marido ¿Sabe? ¿No ha contemplado esa posibilidad?

Ella volvió a pestañear, preguntándose si él estaba insinuando lo que ella creía, Ethan Brey no parecía ser…

-Parece que la estoy haciendo pensar en muchas cosas que no había contemplado antes… dijo él y ella suspiró.

-Esto es una empresa seria y estamos muy ocupados- lo reprendió.

-Sé de su seriedad y eficiencia, por eso vine. Lo cierto es que acabo de mudarme, estoy terminando mi casa, necesito carpinteros, fontaneros, gasistas pero me han dicho que los mejores de la ciudad trabajan aquí.

-Lo siento, ya le expliqué que no trabajamos para hombres, estoy segura que encontrará otra gente para hacer esos trabajos.

-Me gusta lo mejor, Señorita Meadow, esa casa es importante….así que quiero que sea perfecta.

- Es una pena…pero no hay solución- dijo ella mientras el teléfono comenzaba a sonar. Francesca corrió a atender, tomó notas y apenas colgó entró una nueva llamada y luego otra. Su rostro mostraba preocupación.

-¿Más problemas? – preguntó Ethan.

-Más trabajo y no hay gente para hacerlo – respondió ella contrariada. Tenía tres pedidos urgentes de clientas regulares, además de personas que apreciaba y no había gente para cumplir con ellas.

No podía contar con Iván y Marco, el resto del equipo estaba o trabajando. Mike podría encargarse del problema de electricidad de la Sra. Vicenzi, su marido estaba de viaje así que estaba sola en casa con dos niños pequeños y un recién nacido y acaba de quedarse  sin luz.

Suspiró.

-¿Puedo ayudar?- preguntó Ethan y ella volvió a centrar su mirada en            aquel hombre. Casi se río por la ironía, en aquel momento e, ella no era muy diferente de sus propias clientas, necesitaba ayuda si quería cumplir con su objetivo de ayudar a quienes habían confiado en ella, pero no sabía cómo.

-Lo dudo, vino a pedir ayuda, ¿recuerda?

-Sí, pero que necesite carpinteros buenos no significa que haya cosas que no puedo hacer…soy útil a veces – contestó sonriendo. Francesca notó que era una sonrisa encantadora, aquel extraño de notar en ese momento, pero era una verdad innegable, además trasmitía calidez.

-Veamos, tengo a una mujer encerrada en un baño que necesita con urgencia un cerrajero o alguien que rompa la cerradura…

-Puedo ayudar con eso …

-Me temo que no, tendré que ser yo…es que en fin, estaba dándose un baño de inmersión, llevó el celular peor no ropa, así que está cubierta por una toalla mínima…

-Sin embargo, los empleados de aquí son hombres.

-Pidió que fuera yo con Frank, nuestro cerrajero, pero él está encargándose de otra cosa…- respondió Francesca.

-De acuerdo, no puedo socorrer a la mujer desnuda. ¿Cuál es la otra tarea?

-Ratas…muchas y mi antigua profesora de Literatura. La pobre está teniendo una crisis…

-Puedo encargarme de las ratas – dijo él.

-¿Disfruta cazando animales, Sr. Brey?

-No, me crié en una casa antigua, con la mujer más valiente del mundo pero que no soportaba los roedores, así que soy un experto en deshacerme de ratas…

-Aunque suene tentador no puedo aceptar su ayuda. Mi agencia garantiza otro tipo de servicio, gente que pueda resolver el problema y al mismo tiempo hacer sentir cómoda a la persona, no como un intruso, sino alguien de la familia…ni alguien que haga sentir inútil a la mujer. La Srta. Eldewiss es alguien que aprecio mucho y una señora mayor, no podría enviarle a un desconocido a su casa, menos aún cuando se siente tan mal…

-Pero usted no puede hacer las dos cosas a la vez. Aunque así lo deseara – dijo leyéndole los pensamientos.

-Yo…

-Deme una oportunidad, lo haré bien, y prometo deshacerme de la plaga y hacer sentir bien a su profesora: ya le dije que era mi trabajo defender a mi abuela de ellas, así que simplemente jugaré a ser el nieto de su Srta. Edelwiss.

-Aún así no puedo hacerlo…es un completo extraño.

-Sí, pero soy un extraño que necesita convencerla de algo, así que me esforzaré por quedar bien. Tiene que tener eso en cuenta. Soy un extraño que quiere complacerla, no cualquier extraño.

Aquello era absurdo, iba en contra de su ética de trabajo pero de verdad no podía dejar a sus clientas libradas a su suerte, si demoraba más una moriría de frío en el baño y la otra de un ataque cardíaco por la impresión de verse rodeada de roedores. Podía imaginar a la Srta. Edelwiss intentando resguarda a sus preciosos libros de los dientes de las ratas.

Pero lo más absurdo de todo era que aquel hombre, un extraño que quería contratar los servicios de “Marido a Domicilio” le inspiraba confianza.

-¡Ohh rayos! –exclamó.

-¿Va a dejar que la ayude?

-Sí, no sé por qué, pero sí. Espere aquí, voy pro las tramperas, el veneno, guantes y todo eso…

-De acuerdo, la espero “jefa”.

Francesca resopló y unos minutos después, se pudieron en marcha.

Al pasar por una pastelería, Ethan le pidió que parara un momento.

-No tenemos tiempo para…

-Voy a comprar algo dulce para la Srta. Edelwiss, algo suficientemente dulce para que la tranquilice un poco.

-Le gusta el chocolate – dijo Francesca ligeramente conmovida porque él hubiera pensado en eso.

-De acuerdo, algo de chocolate – dijo guiñándole un ojo al bajar del vehículo.