domingo, 20 de abril de 2014

Gabriela Ruiz " Si Supieras" 8

- Mamá –Caleb le dio un leve beso en la mejilla, intentando no ser demasiado rígido- así que Cameron ya te lo dijo.

- ¿Qué estabas aquí? Sí, y estoy tan feliz de verte, Caleb.

- Tenía asuntos pendientes –ignoró la emoción en la voz de su madre- ¿quieres pasar?

- Bueno, quizás podríamos comer juntos… -ofreció y Caleb negó con firmeza. Su mamá apretó los labios, con tristeza- bien, quizá si vinieras a cenar a la casa…

- No lo creo, pero gracias.


- Caleb, a pesar de lo que pueda parecer, para Cameron es muy importante tu presencia en casa. Eres su hermano mayor y quiere tu aprobación.

- ¿Mi aprobación? Lo dudo. Además, no sé por qué la querría. A pesar de que me opuse, sigue con la idea de casarse. ¿Eso te dice algo?

- Que es joven, idealista y está enamorado.

- Y es un idiota.

- ¿Por qué lo dices, Caleb? ¿Qué tiene de malo ser joven e idealista? Tú también lo fuiste una vez…

- Hace mucho –cortó con displicencia- y para lo que sirvió.

- Si me permitieras explicarte por qué yo…

- No me interesa –se negó una vez más- pero, si es tan importante para ti, iré –pronunció entre dientes. Lo que fuera para que lo dejara tranquilo.

- Gracias, hijo –lo besó en la mejilla. Estaba a punto de marcharse, cuando giró sobre sus pasos- ¿enamorado?

- ¿Disculpa?

- ¿Te molesta que esté enamorado?

- No. Me da exactamente igual lo que mi hermanito sienta y si es tan estúpido como para enamorarse de alguien que no vale la pena, allá él…

- ¿De verdad? –su madre lo miró con una chispa de curiosidad- ¿y quién si vale la pena? ¿Nina?

Caleb no respondió. Se limitó a inclinar su cabeza, a modo de despedida y cerró de un portazo. ¡¿Qué demonios había estado pensando cuándo decidió venir?!
                              
                                                                                  ***

Nina se encontraba comiendo con sus amigas de la facultad cuando Caleb entró al restaurante. Al principio no había notado su llegada, hasta que las chicas que estaban frente a ella, empezaron a esbozar sonrisitas tontas y a mirar sin disimulo hacia el lado opuesto.

- ¿Qué es lo que sucede? –Nina interrogó con impaciencia- ¿qué?

- Ha llegado un hombre muy atractivo –contestó una de ellas.

- No, es más que eso. Se ve tan… inalcanzable.

- Y su mirada tan intensa…

- No lo había visto por aquí –dijo la muchacha que estaba junto a Nina, a quien la curiosidad había vencido y giró- ¿quién será?

- No sé, pero quizás lo averigüemos. Viene hacia aquí.

- ¡Qué ojos tan azules! –pronunció la primera chica que lo había visto.

Nina cerró los ojos. No, era imposible que fuera Caleb ¿verdad? ¿Por qué sería él?

Él pasó de largo por su mesa y se sentó en otra que le asignaron en un rincón. Tomó el menú y se puso a mirarlo. Las chicas no dejaron de verlo.

- Por favor, dejen de mirarlo así. ¿Pueden ser más discretas? –suplicó Nina.

- ¡Ay Nina! Solo porque tú tienes a Cameron no significa que no puedas mirar lo que nos ofrece el menú…

- Yo no tengo a Cameron –protestó pero nadie la escuchó.

- ¡Sí, Nina! Deberías divertirte más… ¿no te parece que él sería una gran distracción?

- Una distracción bienvenida –terció una más.

- ¡Las tres, basta! –Nina siseó avergonzada- lo conozco.

- ¡¿Qué?! -exclamaron las tres al unísono. Y, fue bastante evidente para Nina, que esa había sido una jugada errónea. Lo único que logró fue llamar la atención de la mitad de los comensales, en los que estaba incluido, para variar, Caleb.

Caleb intentaba concentrarse en el menú pero no podía dejar de pensar en lo que le podría esperar en aquella cena que había aceptado asistir. Sin duda, había sido la peor idea posible venir ahí. Solo quería irse, olvidarse de que existía. Olvidarse de Nina.

Unas voces particularmente altas llamaron su atención. ¿Adolescentes? No, evidentemente eran un tanto más grandes. Y, para no perder la costumbre, Nina se encontraba incluida.

¿Qué probabilidad había de que ellos coincidieran en el mismo lugar? Había pensado que ninguna, pero evidentemente, estaba equivocado. Claro, es que si él decidía salir a comer, Nina también tenía que decidirlo. ¡Maldición!

- ¿Quién es? –insistió una de las chicas- ¡Nina, nos está mirando!

- Ya lo sé –siseó Nina avergonzada. ¡No solo Caleb, sino varias personas más las miraban! Y él… Caleb inclinó su cabeza, a modo de saludo.

- ¡Oh! ¿Lo has visto? –su amiga que estaba junto a ella le sacudió el brazo- te ha saludado.

- Lo sé –Nina asintió incómoda- he dicho que lo conozco.

- ¡Debes traerlo, Nina! –pidieron las 2 mujeres que estaban frente a ella. Nina negó categóricamente- si lo conoces, ¿no sería lo más cortés?

- No creo que vaya a comer solo y…

- Es cierto –le cortó desanimada una de ellas- seguramente está esperando a una chica.

- Quizás a su novia –comentó otra.

- ¿No sería eso una lástima? –habló la tercera.

Nina decidió que había tenido suficiente. ¿A ella que le importaba si Caleb tenía una novia o alguna amiga? No quería saberlo, no le interesaba y mucho menos quería escuchar especulaciones al respecto.

- Nina, ¿a dónde vas? –preguntó la joven junto a ella, al ver que se había levantado- ¿ya no te quedas a comer?

- No puedo, he recordado que tengo algo que hacer y…

- Siéntate, Nina –ordenó una de las chicas frente a ella- tú no saldrás de aquí sin contarnos quién es él, de dónde lo conoces y por qué te has puesto tan nerviosa por su llegada.

- Está bien –se rindió. Por lo menos ya no le pedían que lo invitara a compartir la mesa- su nombre es Caleb Blake, es hermano de Cameron y no me he puesto nerviosa por nada.

- Seguro… -soltó en tono divertido. Nina torció el gesto y solo logró que las tres la miraran fijamente, con extrañeza.

- ¡Ya, está bien! Voy por él –exclamó con rabia y se levantó. Con las manos firmemente a los costados, en puños, se dirigió hacia Caleb que, como era de esperarse, ni siquiera la estaba mirando. ¿Por qué él repararía en su presencia? Y ¿por qué le molestaría que no fuera así?- Caleb… -carraspeó un poco para llamar su atención. Sus ojos azules se elevaron inescrutables y Nina se sintió incómoda- yo venía por qué… imagino que esperas a alguien pero… -se reprendió mentalmente. ¡Terminar una frase y dejar de hacer el ridículo!- ¿quieres acompañarnos a comer? –pidió, arrastrando las palabras.


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