martes, 22 de abril de 2014

Becaria Pueblerina 14

– ¡Vaya, si que estás alterada!–Se sorprendió su amiga–. ¿Me explicaras por fin que es lo que ocurre?
–Ahora mismo no puedo…–Bufó, echándole aceite a los espárragos–. Estoy preparando la cena. No estaré sola.


–Mmm… Qué lástima, por una vez que consigo hablar contigo–Se lamentó con fastidio–. ¿Qué estás preparando?
–Nada especial, sopa, queso y unos espárragos.
– ¡OH! ¡Qué bien!–Se rió Susan, al tiempo que escuchaba el sonar sus palmas bien de fondo–. ¿Vas a intentar seducirlo con los espárragos?
Karolaine se apartó por un momento el aparato, para mirarlo con el ceño fruncido.
– ¡Dios no!–Se volvió a sonrojar otra vez–. ¡Vete al demonio, creo que por tu culpa no tendré una cena decente! –Resopló enfadada-. ¡Thom tenía razón!
– ¿Qué Thom tenía razón?–Repitió divertida su amiga–. Si tú supieras lo que creo que está haciendo ahora…
Dijo con voz cantarina y secundando ha algo divertido.
– ¿Qué está haciendo?–Preguntó rápido, sin poder ocultar su curiosidad por las locuras de su jefe.
–Le ha dado por Clarise–Informó escueta.
– ¿Clarise? No comprendo –Frunció el ceño otra vez-. Dame más información –Pidió, llevando el plato a la mesa.
–Son locuras de tu jefe –Se rió–. Como los chicos te hacen de casamenteros y él no está de acuerdo.
– ¡Es que yo tampoco lo estoy!–Protestó enfurruñada–. No sabes lo pesado que llega ser Lucas. Y me gustaría saber lo que está tramando –Expuso sin reparar si se hallaba aún sola.
Y comprendiendo al momento, que no lo estaba y que era idiota.
–A mí también, enana –interrumpió Sebastián, apareciendo nuevamente allí, pero aquella vez llevaba unos tejanos y un suéter–. Déjame el teléfono un momento.
–Ni hablar –Se apartó veloz de su lado sin poder ocultar cierta mueca en su rostro–. Tengo que colgarte –Le indicó a su amiga de forma apresurada-. Y dile a Lucas, que me deje en paz.
–Sí, sino quiere buscarse a un enemigo –Volvía a señalar el hombre a pleno pulmón.
–Vaya –Rió Susan–. Sí que se haya molesto. Esto me gusta –Hizo un ruido raro de garganta-. Sí, creo que va a funcionar.
– ¡Por Dios!–Alzó los ojos la joven–. No me empieces tú también. Te cuelgo, adiós.
Cortó veloz la comunicación, al tener nuevamente al hombre pegado a su lado y con la clara intención de arrebatarle su teléfono.
Lo observó un segundo, notando que un poco molesto, sí que se le veía. Pero no creía que fuera, por lo que les rondaba a todos por la cabeza.
– ¿Qué es lo que te sugería tu amiga?
–Sebastián, tu vida se  está volviendo muy aburrida, si tanto te interesa lo que puede hacer un adolescente –Le habló, al tiempo que se guardaba el teléfono en el bolsillo de su pantalón, y sonreía al ver que el siguió aquel gesto con la mirada–. Olvídalo, no vas a conseguir mi móvil.
Una sonrisa torcida apareció en los labios masculinos.
– ¿Ahora si eres un adolescente?–Preguntó él con mirada escrutadora.
–Yo sé que no–Rió encogiéndose de hombros–. Pero tú estás muy equivocado. Y si me catalogué así, era más bien hacia ti. Estaba empleando un poco de sarcasmo.
–Ya veo –Se alzó de hombros–. ¿Cenamos y me explicas que quería tu amiga?–Le guiñó un ojo, separando ya la silla de su sitio.
–Muy gracioso, pero no caigo –Le sacó la lengua–. Voy a buscar la sopa.
–Yo pensaba que éramos amigos–Habló cuando ella se hallaba en la cocina.
–En vez de decir tantas tonterías, levántate y coge tu plato de sopa –Le indicó ella desde la otra estancia.
–No recordaba que fueras tan mandona–le dijo apareciendo allí, y cogiendo un plato de encima la encimera.
–Me estás hablando de cuando era una niña bajo vuestro mando –Rió divertida por sus observaciones.
–Eran  muy buenos tiempos–Sonrió él, sentándose otra vez en la mesa junto a ella.
– ¿Y ahora no lo son?–Preguntó ella.
–Son muy diferentes–Soltó con la voz un poco fría.
–Pues cámbialo un poco –Se sirvió un poco de vino y otro tanto a él–. Cena y vete por ahí con alguna de tu…
–Como vuelvas a mencionar una vez más lo de mi agenda negra –Sus ojos se achicaron amenazantes-.Te meto bajo el chorro de agua fría de la ducha–Soltó mordaz, mientras la miraba fijamente en todo momento.
–Eres muy cascarrabias–Le sacó la lengua–. Allá tú –Cogió la cuchara y comenzó a comer de su plato.

Llevaban unos dos minutos  comiendo en silencio, cuando observó a Sebastián pinchar con su tenedor un espárrago y cortarlo por la mitad con el cuchillo, para comérselo.
Es entonces, cuando la sugerencia de su amiga Susan, le vino nuevamente a la cabeza. Automáticamente, sus mejillas se acaloraron. Bajó la mirada y dio las dos últimas cucharadas que le faltaban, con la voz de su amiga repiqueteando en su cabeza.
¡Maldita fuera Susan!
 Pero en verdad tenía razón. Si no hacía nada, se volvería a casa sin nada. Bueno, al menos se llevaba a casa un beso un tanto furtivo. Pero ella quería mucho más.
 ¡Dios mío! Su corazón ya le iba a mil por hora.
 ¿Y si no lo hacía bien? ¿Y si hacía el ridículo? ¡Y peor aún! Y si él se daba cuenta de lo que estaba haciendo, y se enfadaba…OH…OH… ¡Para! Se gritó mentalmente. Ya se estaba montando la película, sin haber hecho aun nada. Mejor le daba un sorbo a su copa o dos, y se calmaba un poco.

– ¿Te ocurre algo?–La sacó él de sus cavilaciones.
– ¿Qué? No… No, sólo estaba pensando en unas cosas mías –Tomates, sus mejillas debían parecer tomates, al ver que él se había dado cuenta de que le ocurría lago.
–Pues se te veía la respiración muy alterada–Siguió él con suma curiosidad.
– ¿Y esa preocupación?–Lo miró con los ojos entrecerrados y contando mentalmente hasta cien–. Que sepas, que por hacerte el amable no te voy a dar ni mi móvil, ni explicarte lo que quería mi amiga.
–Niña desconfiada–Rió al tiempo que pinchaba la otra mitad del espárrago.
-Es lo que te mereces–Se mofó, al tiempo que alargaba un brazo por encima de la mesa y con el pulgar y el índice, se atrevía a coger un tierno espárrago y lo conducía hacia sus labios. Por dentro estaba sufriendo, estaba muy nerviosa.
Esa, no era ella.
Cuando sintió el roce del fresco manjar contra sus labios, con suma delicadeza atrapó la punta de éste y la mordía soltando un suave suspiro, sin dejar en ningún momento de mirar aquel vegetal u hortaliza, lo que fuera leñes...
Después, se pasó la lengua con suma lentitud simulando un movimiento de seducción de forma disimulada por los labios y acto seguido, se introdujo con las mejillas completamente sonrojadas todo el resto en la boca.
 Suerte, que no se había atragantado.
 Porque el que no estuviera observando, no significaba que no supiera que por el rabillo del ojo, que éste se había quedado completamente anonadado ante aquel gesto de ella.
¿Y qué es lo que tenía que hacer ahora? ¡Maldita amiga pervertida! Sólo le había indicado la acción, pero para nada le había dado instrucciones a seguir después la provocación…
¿Contaba hasta cinco y alzaba la mirada? Pero una cosa sí, por el momento ni un espárrago más, hasta haber leído o escuchado un manual de seducción.
-Vuelve a comerte un espárrago de esa manera, y juro que aún me enfadaré más -Soltó tan amenazador, que logró cohibir un poco a la joven de tal manera por aquel arrebato, que dio un buen respingo en la silla.
-¿Pero se puede saber que mosca te ha picado? -Soltó llevándose una mano al cuello y disimulando todo cuanto pudo.
-¿Se puede saber por qué comes así? -Seguía enfadado.
-¿Pero ahora de qué me estas hablando? -Siguió mostrando confusión.
-No te enseñaron a comer con cubiertos -Inquirió enfadado.
-¿Y qué crees que es esto?-Levantó sus cubiertos.
-Pues no veo que los estés utilizando -Dijo empleando los suyos para cortar medio espárrago y llevárselo a la boca.
-Ahora me entero que eres tan maniático -Volteó los ojos-. No nos hallamos en ningún restaurante de cinco estrellas, para que no pueda utilizar mis manos. Que al fin y al cabo, hubo una época en la que si eran cubiertos.
-¿Y dices qué eres toda una mujer? -Soltó con burla y mirada sonriente, ya un poco más calmado.
-¡Pero qué tiene que ver el utilizar unos cubiertos para ser mujer!
-Déjalo estar mi dulce eh inocente niña -Le guiñó un ojo, mientras cortaba un poco de queso y se lo ofrecía a ella.
-Vaya -Resopló-. Y luego no quieres que me moleste contigo, cuando vuelves ha ponerte la máscara de mi querido y odiado perro guardián. Gruñó, mientras cogía su tenedor y trataba de pinchar en el aire el trozo de queso, y viendo como conseguía confundir al hombre.
-¿Qué haces? –Inquirió.
-Utilizar los cubiertos para que no me muerdas perro viejo  –Soltó con cierto reproche y aguantándose la risa.
¡Increíble! Había logrado darle otra vez, al ver como se inflaban las fosas nasales de éste.
-No me refería a esto –Soltó exasperado y resoplando-. Déjalo estar  enana, ya veo que hasta que no tengas más años, no entenderás según que cosas y siempre me verás como tu perro guardián. Cuando seas más madura y mayor, ya no me verás problemas con esos ojos.
Ante aquella explicación que le dio el hombre, lo único que supo hacer ella fue echarse a reír al punto de que sus ojos se llenaron de lágrimas y éste, la miraba expectante por aquel ataque repentino.
-¿Y éste ataque de risa a qué viene? -Preguntó con una ceja levantada en espera aquella actitud.

-Me ha hecho muchísima gracia toda tu parafernalia aquí expuesta en referencia a mí edad -Cogió un poco de aire para calmarse, mientras se refregaba los ojos para eliminar sus lágrimas-. Me parece que el único que tiene un problema aquí, eres tú... Cuando te quites las gafas y veas quien soy ahora, entonces puede que me siente a escucharte y puede que acepte algún consejo que venga de ti -Retiró su silla y comenzó a recoger todo, mientras él seguía mirándola.
-Aquí el único problema, es que tu hermano te ha dado demasiada libertad -Señaló incorporándose y ayudando también a recoger.
-Y ahora le hechas la culpa a Dereck -Volvió a salir al salón, para acabar de recoger lo que quedaba en la mesa.
-No tenía que haberte dejado ir a Londres -Siguió hablando con tono calmado-. Podría haberte traído a Nueva York.
-¿Y así podrías haberme vigilado tu desde un principio? -Indicó ella divertida.
-Hombre... -Se alzó de hombros.
-Pues que sepas, que quien me dio el empujón de irme a trabajar a Londres con el curso bajo el brazo, no fue otra persona que tu amada madre -Confesó completamente orgullosa sabiendo que quien ganaba aquella batalla era ella.
-¡Qué! -Exclamó éste completamente horrorizado ante la confesión de la joven.
-Lo que oíste -Dijo sin poder evitar el sonido de una pequeña risa-. Gracias a los consejos de tu madre, estoy aprendiendo mucho fuera del pueblo. Ella tenía razón, el pueblo me tenía apagada.

-¿Me estas diciendo la verdad? -Preguntó incrédulo.
-¿De qué me serviría mentirte? -Se alzó de hombros, al tiempo que se guardaba lo último que llevaba en las manos.
-Si me permites -Dejó la botella de vino encima de la encimera-. Voy hacer una pequeña llamada -Carraspeó un poco-. ¿Te vas a ir a dormir ya?
-No, quiero ver un poco la televisión -Frunció el ceño-. ¿No irás a llamar a tu madre?

-No. Solo se trata de una llamada de negocios -Mintió y se marchó al dormitorio dejándola allí completamente satisfecha.

2 comentarios:

  1. Espárragos...!!! jajajajaja Ay que me has hecho reír, pobre Sebas, malas mujeres, a éste en cualquier momento se le suelta la cadena.
    Quiero mássssssssssssssssssssssssssssssss

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  2. Súper divertido el capitulo, cada vez se pone mejor

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