– ¡Vaya, si que estás alterada!–Se sorprendió
su amiga–. ¿Me explicaras por fin que es lo que ocurre?
–Ahora mismo no puedo…–Bufó, echándole aceite
a los espárragos–. Estoy preparando la cena. No estaré sola.
–Mmm… Qué lástima, por una vez que consigo
hablar contigo–Se lamentó con fastidio–. ¿Qué estás preparando?
–Nada especial, sopa, queso y unos espárragos.
– ¡OH! ¡Qué bien!–Se rió Susan, al tiempo que
escuchaba el sonar sus palmas bien de fondo–. ¿Vas a intentar seducirlo con los
espárragos?
Karolaine se apartó por un momento el
aparato, para mirarlo con el ceño fruncido.
– ¡Dios no!–Se volvió a sonrojar otra vez–.
¡Vete al demonio, creo que por tu culpa no tendré una cena decente! –Resopló
enfadada-. ¡Thom tenía razón!
– ¿Qué Thom tenía razón?–Repitió divertida su
amiga–. Si tú supieras lo que creo que está haciendo ahora…
Dijo con voz cantarina y secundando ha algo
divertido.
– ¿Qué está haciendo?–Preguntó rápido, sin
poder ocultar su curiosidad por las locuras de su jefe.
–Le ha dado por Clarise–Informó escueta.
– ¿Clarise? No comprendo –Frunció el ceño
otra vez-. Dame más información –Pidió, llevando el plato a la mesa.
–Son locuras de tu jefe –Se rió–. Como los
chicos te hacen de casamenteros y él no está de acuerdo.
– ¡Es que yo tampoco lo estoy!–Protestó
enfurruñada–. No sabes lo pesado que llega ser Lucas. Y me gustaría saber lo
que está tramando –Expuso sin reparar si se hallaba aún sola.
Y comprendiendo al momento, que no lo estaba
y que era idiota.
–A mí también, enana –interrumpió Sebastián,
apareciendo nuevamente allí, pero aquella vez llevaba unos tejanos y un
suéter–. Déjame el teléfono un momento.
–Ni hablar –Se apartó veloz de su lado sin
poder ocultar cierta mueca en su rostro–. Tengo que colgarte –Le indicó a su
amiga de forma apresurada-. Y dile a Lucas, que me deje en paz.
–Sí, sino quiere buscarse a un enemigo –Volvía
a señalar el hombre a pleno pulmón.
–Vaya –Rió Susan–. Sí que se haya molesto.
Esto me gusta –Hizo un ruido raro de garganta-. Sí, creo que va a funcionar.
– ¡Por Dios!–Alzó los ojos la joven–. No me
empieces tú también. Te cuelgo, adiós.
Cortó veloz la comunicación, al tener nuevamente
al hombre pegado a su lado y con la clara intención de arrebatarle su teléfono.
Lo observó un segundo, notando que un poco
molesto, sí que se le veía. Pero no creía que fuera, por lo que les rondaba a
todos por la cabeza.
– ¿Qué es lo que te sugería tu amiga?
–Sebastián, tu vida se está volviendo muy aburrida, si tanto te
interesa lo que puede hacer un adolescente –Le habló, al tiempo que se guardaba
el teléfono en el bolsillo de su pantalón, y sonreía al ver que el siguió aquel
gesto con la mirada–. Olvídalo, no vas a conseguir mi móvil.
Una sonrisa torcida apareció en los labios masculinos.
– ¿Ahora si eres un adolescente?–Preguntó él
con mirada escrutadora.
–Yo sé que no–Rió encogiéndose de hombros–.
Pero tú estás muy equivocado. Y si me catalogué así, era más bien hacia ti.
Estaba empleando un poco de sarcasmo.
–Ya veo –Se alzó de hombros–. ¿Cenamos y me
explicas que quería tu amiga?–Le guiñó un ojo, separando ya la silla de su
sitio.
–Muy gracioso, pero no caigo –Le sacó la
lengua–. Voy a buscar la sopa.
–Yo pensaba que éramos amigos–Habló cuando
ella se hallaba en la cocina.
–En vez de decir tantas tonterías, levántate
y coge tu plato de sopa –Le indicó ella desde la otra estancia.
–No recordaba que fueras tan mandona–le dijo
apareciendo allí, y cogiendo un plato de encima la encimera.
–Me estás hablando de cuando era una niña
bajo vuestro mando –Rió divertida por sus observaciones.
–Eran
muy buenos tiempos–Sonrió él, sentándose otra vez en la mesa junto a
ella.
– ¿Y ahora no lo son?–Preguntó ella.
–Son muy diferentes–Soltó con la voz un poco
fría.
–Pues cámbialo un poco –Se sirvió un poco de
vino y otro tanto a él–. Cena y vete por ahí con alguna de tu…
–Como vuelvas a mencionar una vez más lo de
mi agenda negra –Sus ojos se achicaron amenazantes-.Te meto bajo el chorro de
agua fría de la ducha–Soltó mordaz, mientras la miraba fijamente en todo
momento.
–Eres muy cascarrabias–Le sacó la lengua–.
Allá tú –Cogió la cuchara y comenzó a comer de su plato.
Llevaban unos dos minutos comiendo en silencio, cuando observó a
Sebastián pinchar con su tenedor un espárrago y cortarlo por la mitad con el
cuchillo, para comérselo.
Es entonces, cuando la sugerencia de su amiga
Susan, le vino nuevamente a la cabeza. Automáticamente, sus mejillas se acaloraron.
Bajó la mirada y dio las dos últimas cucharadas que le faltaban, con la voz de
su amiga repiqueteando en su cabeza.
¡Maldita fuera Susan!
Pero
en verdad tenía razón. Si no hacía nada, se volvería a casa sin nada. Bueno, al
menos se llevaba a casa un beso un tanto furtivo. Pero ella quería mucho más.
¡Dios
mío! Su corazón ya le iba a mil por hora.
¿Y si
no lo hacía bien? ¿Y si hacía el ridículo? ¡Y peor aún! Y si él se daba cuenta
de lo que estaba haciendo, y se enfadaba…OH…OH… ¡Para! Se gritó mentalmente. Ya
se estaba montando la película, sin haber hecho aun nada. Mejor le daba un sorbo
a su copa o dos, y se calmaba un poco.
– ¿Te ocurre algo?–La sacó él de sus
cavilaciones.
– ¿Qué? No… No, sólo estaba pensando en unas
cosas mías –Tomates, sus mejillas debían parecer tomates, al ver que él se
había dado cuenta de que le ocurría lago.
–Pues se te veía la respiración muy
alterada–Siguió él con suma curiosidad.
– ¿Y esa preocupación?–Lo miró con los ojos
entrecerrados y contando mentalmente hasta cien–. Que sepas, que por hacerte el
amable no te voy a dar ni mi móvil, ni explicarte lo que quería mi amiga.
–Niña desconfiada–Rió al tiempo que pinchaba
la otra mitad del espárrago.
-Es lo que te mereces–Se mofó, al tiempo que
alargaba un brazo por encima de la mesa y con el pulgar y el índice, se atrevía
a coger un tierno espárrago y lo conducía hacia sus labios. Por dentro estaba
sufriendo, estaba muy nerviosa.
Esa, no era ella.
Cuando sintió el roce del fresco manjar
contra sus labios, con suma delicadeza atrapó la punta de éste y la mordía soltando
un suave suspiro, sin dejar en ningún momento de mirar aquel vegetal u
hortaliza, lo que fuera leñes...
Después, se pasó la lengua con suma lentitud
simulando un movimiento de seducción de forma disimulada por los labios y acto
seguido, se introdujo con las mejillas completamente sonrojadas todo el resto
en la boca.
Suerte, que no se había atragantado.
Porque
el que no estuviera observando, no significaba que no supiera que por el
rabillo del ojo, que éste se había quedado completamente anonadado ante aquel
gesto de ella.
¿Y qué es lo que tenía que hacer ahora? ¡Maldita
amiga pervertida! Sólo le había indicado la acción, pero para nada le había
dado instrucciones a seguir después la provocación…
¿Contaba hasta cinco y alzaba la mirada? Pero
una cosa sí, por el momento ni un espárrago más, hasta haber leído o escuchado
un manual de seducción.
-Vuelve a comerte un espárrago de esa manera,
y juro que aún me enfadaré más -Soltó tan amenazador, que logró cohibir un poco
a la joven de tal manera por aquel arrebato, que dio un buen respingo en la
silla.
-¿Pero se puede saber que mosca te ha picado?
-Soltó llevándose una mano al cuello y disimulando todo cuanto pudo.
-¿Se puede saber por qué comes así? -Seguía
enfadado.
-¿Pero ahora de qué me estas hablando?
-Siguió mostrando confusión.
-No te enseñaron a comer con cubiertos
-Inquirió enfadado.
-¿Y qué crees que es esto?-Levantó sus
cubiertos.
-Pues no veo que los estés utilizando -Dijo
empleando los suyos para cortar medio espárrago y llevárselo a la boca.
-Ahora me entero que eres tan maniático
-Volteó los ojos-. No nos hallamos en ningún restaurante de cinco estrellas,
para que no pueda utilizar mis manos. Que al fin y al cabo, hubo una época en
la que si eran cubiertos.
-¿Y dices qué eres toda una mujer? -Soltó con
burla y mirada sonriente, ya un poco más calmado.
-¡Pero qué tiene que ver el utilizar unos
cubiertos para ser mujer!
-Déjalo estar mi dulce eh inocente niña -Le
guiñó un ojo, mientras cortaba un poco de queso y se lo ofrecía a ella.
-Vaya -Resopló-. Y luego no quieres que me
moleste contigo, cuando vuelves ha ponerte la máscara de mi querido y odiado
perro guardián. Gruñó, mientras cogía su tenedor y trataba de pinchar en el
aire el trozo de queso, y viendo como conseguía confundir al hombre.
-¿Qué haces? –Inquirió.
-Utilizar los cubiertos para que no me
muerdas perro viejo –Soltó con cierto
reproche y aguantándose la risa.
¡Increíble! Había logrado darle otra vez, al
ver como se inflaban las fosas nasales de éste.
-No me refería a esto –Soltó exasperado y
resoplando-. Déjalo estar enana, ya veo que
hasta que no tengas más años, no entenderás según que cosas y siempre me verás
como tu perro guardián. Cuando seas más madura y mayor, ya no me verás problemas
con esos ojos.
Ante aquella explicación que le dio el
hombre, lo único que supo hacer ella fue echarse a reír al punto de que sus
ojos se llenaron de lágrimas y éste, la miraba expectante por aquel ataque
repentino.
-¿Y éste ataque de risa a qué viene?
-Preguntó con una ceja levantada en espera aquella actitud.
-Me ha hecho muchísima gracia toda tu
parafernalia aquí expuesta en referencia a mí edad -Cogió un poco de aire para
calmarse, mientras se refregaba los ojos para eliminar sus lágrimas-. Me parece
que el único que tiene un problema aquí, eres tú... Cuando te quites las gafas
y veas quien soy ahora, entonces puede que me siente a escucharte y puede que
acepte algún consejo que venga de ti -Retiró su silla y comenzó a recoger todo,
mientras él seguía mirándola.
-Aquí el único problema, es que tu hermano te
ha dado demasiada libertad -Señaló incorporándose y ayudando también a recoger.
-Y ahora le hechas la culpa a Dereck -Volvió
a salir al salón, para acabar de recoger lo que quedaba en la mesa.
-No tenía que haberte dejado ir a Londres
-Siguió hablando con tono calmado-. Podría haberte traído a Nueva York.
-¿Y así podrías haberme vigilado tu desde un
principio? -Indicó ella divertida.
-Hombre... -Se alzó de hombros.
-Pues que sepas, que quien me dio el empujón
de irme a trabajar a Londres con el curso bajo el brazo, no fue otra persona
que tu amada madre -Confesó completamente orgullosa sabiendo que quien ganaba
aquella batalla era ella.
-¡Qué! -Exclamó éste completamente
horrorizado ante la confesión de la joven.
-Lo que oíste -Dijo sin poder evitar el
sonido de una pequeña risa-. Gracias a los consejos de tu madre, estoy
aprendiendo mucho fuera del pueblo. Ella tenía razón, el pueblo me tenía
apagada.
-¿Me estas diciendo la verdad? -Preguntó
incrédulo.
-¿De qué me serviría mentirte? -Se alzó de
hombros, al tiempo que se guardaba lo último que llevaba en las manos.
-Si me permites -Dejó la botella de vino
encima de la encimera-. Voy hacer una pequeña llamada -Carraspeó un poco-. ¿Te
vas a ir a dormir ya?
-No, quiero ver un poco la televisión
-Frunció el ceño-. ¿No irás a llamar a tu madre?
-No. Solo se trata de una llamada de negocios
-Mintió y se marchó al dormitorio dejándola allí completamente satisfecha.
Espárragos...!!! jajajajaja Ay que me has hecho reír, pobre Sebas, malas mujeres, a éste en cualquier momento se le suelta la cadena.
ResponderEliminarQuiero mássssssssssssssssssssssssssssssss
Súper divertido el capitulo, cada vez se pone mejor
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