Volvió
a mirar el reloj que había encima de la chimenea, para soltar un gemido de
frustración al ver que solo habían transcurrido cinco minutos, desde la última
vez que había hecho el mismo gesto.
Se
encontraba nerviosa y preocupada. Eran cerca de la una de la madrugada y Paul,
no había llegado aún a casa.
No
había que ser muy listos, para saber que la culpa de aquello era el beso que
habían compartido aquella mañana, enfrente del despacho de él. Y en el fondo lo
comprendía por un lado, pero por el otro, aquella actitud en él aún la
confundía y exasperaba más.
En
parte no era una extraña para él, no comprendía porque rechazaba todo contacto
íntimo con ella. Se suponía que tenía que sentirse exultante, porque ella se le acercara ya de
aquella manera. Y no arisco, como era en aquellos momentos.
Era
obvio, que algo se le escapaba de las manos.
Por
eso, que había llegado el momento de poner toda la carne en el asador.
Francesca tenía razón, en indicarle que en vez de quedarse sentada esperando, podía
ser ella la que fuera en su búsqueda.
Y
es lo que iba hacer.
Solo
rezaba no asustarlo aún más. Estaba segura, que su marido iba a tardar bastante
en volver. Así que mejor se marchaba a la cama, comenzando la primera parte de
su plan. Aquella noche, se acababa de dormir en aquella habitación que le
habían dispuesto por el momento. No señor, ella se volvía a su dormitorio, para
dormir junto a Paul.
Agitada
por ello, se puso en pie para atravesar el salón, apagar la luz y subir a la
planta de arriba, donde se hallaba el dormitorio.
***
-Creo
que va siendo hora de volver a casa –Indicó Rob al dar el último trago a su
cerveza y echar un vistazo a su alrededor, pudo ver como la gente comenzaba ha
llegar al lugar para pasar una divertida noche.
Llevaba
allí sentado con Paul, cerca de tres horas. Quien apenas había hablado, ni
tampoco hecho mucho caso a las tres botellas de cerveza que habían desfilado
por delante suyo, a lo largo de la velada. Como aún menos, a las mujeres que se
les habían acercado para probar suerte.
-Es
tarde –soltó un profundo suspiro-. Y tu y yo, míralo como quieras, pero somos
dos hombres recién casados –Volvió a suspirar-. A ésta hora, ya no pintamos
nada en un bar solos. Solo vamos a meternos en problemas, no para de llegar más
gente y cada vez, me resulta más pesado el rechazar a las mujeres.
Con
toda aquella charla, parece que volvió a llamar la atención de su amigo, quien
alzó la mirada con cierto recelo.
-Creo
que tú no tienes cierta obligación con Francesca –Dijo con cierto tono
amargado.
-¿Perdona?
–Se rió con ironía el hombre-. Deja que te diga una cosa –alzó un dedo-. Estas
muy confundido conmigo, en todo lo que abarca a Francesca.
Paul
achicó los ojos, alargó una mano para agarrar su cerveza y darle un trago.
-Es
cierto, pido disculpas –Habló con sinceridad-. Recuerdo que teníamos que hablar
de tu labor honorífica por casarte con ella en mí lugar. Me siento un necio por
acaparar tu tiempo libre con mis problemas, cuando seguro que tú también tienes
los tuyos.
Su
amigo solo supo soltar una sonora carcajada.
-No
te preocupes colega –Le guiñó un ojo-. Comprendo muy bien lo tuyo.
-Bien,
pero ahora vamos ahondar un poco en ti –Se inclinó hacia delante y le indicó en
apenas un tono confabulador-. Así que comienza a escupir todo.
Rob
no se abstuvo, fue directo al grano.
-Siempre
he sentido envidia por nuestro difunto amigo –Confesó con un encogimiento de
hombros-. Desde la adolescencia que estoy enamorado de ella.
-¡Joder!
–Exclamó sorprendido Paul-. Sigue, no pares…
-Tuvimos
un rollo de una noche, a lo primero de ella estar saliendo con él en la
universidad –Resopló con gran pesar-. Se que fui un cabrón por hacerle esa
jugada a nuestro amigo. Pero por aquel entonces, yo me sentía enfadado pues me
la había robado.
-Nadie
sabía que te gustara –Irrumpió la charla Paul.
-Lo
se, fui un idiota –Se encogió de hombros-. Recuerdo que me sentí muy feliz
después de habernos acostado –Sonrió con cierta mueca amarga-. Pensando que
ella al fin, admitiría su atracción hacia mí desde que íbamos al instituto.
-Pero
no lo hizo –Dijo con cierto arrastre su amigo.
-No
–Aspiró con fuerza-. Me dijo que no podía hacerle aquello a él. Que era muy
bueno con ella. Cuando yo por aquel entonces, no es que fuera un chico muy responsable y siempre,
tenía una chica diferente subida a mi moto.
-En
eso, tenía razón –Sonrió Paul divertido y cierto aire melancólico.
-Tampoco
tuve tiempo de convencerla, casi al mes se casaron y luego tuvieron al pequeño.
-Pero
no la has dejado de querer –Su amigo asintió con la cabeza-, Y piensas volver
ha intentarlo.
-¿Qué
opinas? –Preguntó con gran duda-. ¿Lo ves algo usurero?
-No,
para nada –Negó con su cabeza.- Solo que te vas ha tener que armar de
paciencia. Francesca se halla de luto en su corazón.
Rob
asintió con su cabeza, algo más animado por contar con el apoyo de su amigo.
-Lo
se –Sonrió-. Digamos, que no me esta poniendo las cosas fáciles. Pero a veces,
creo ver un vestigio de deseo en sus ojos –Confesó con anhelo.
-Pues
a por todas, pero con paso de tortuga –Le guiñó un ojo-. Es una gran mujer, no
dejes que se te escape otra vez.
Éste
asintió dándole otro trago a su cerveza.
-¿Y
qué me dices tú? –Lo inquirió de sopetón, cambiando de sus preocupaciones
emocionales a las de él, y observando como en el rostro de su compañero el ceño
se unía en un montón de arrugas-. ¿Vas a ir por todas?
Paul
volvió a gruñir por lo bajo.
-También
estás casado con una bella mujer –Le guiñó un ojo-. A la que amas desde hace
tiempo –Se rió-. Tú también sabes guardarte secretos, picarón.
-Pero
nada –Replicó con tono brusco-. Debo seguir tratándola como una amiga, como la
hija de mi ex socio y lo más importante, como una adolescente virgen.
-¡Hay
que joerse! –Alzó por un instante la voz Rob en completo desacuerdo, para luego
bajarla nuevamente y hablarle en un murmullo-. No me seas idiota y tarugo –Lo insultó-. Se de
muy buena tinta, que no es una maldita niña. Y es más, también de los
sentimientos que siempre ha albergado por ti.
Paul,
masculló por lo bajo otra retaría de insultos mientras se reclinaba en la silla
y se cruzaba de brazos.
-Pero
ahora no es lo mismo –Le gruñó-. Y no intentes convencerme Rob.
-Yo
no quiero convencerte de nada –Suspiró-. Solo te digo las cosas desde mi punto
de vista.
-Me
parece perfecto –Se encogió de hombros-. Salvo que te hallas muy equivocado.
Su
amigo volvió a soltar otra sonora carcajada.
-¿Tan
seguro estas de ello? –Alzó una ceja divertido-. Yo veo las cosas así… -Se
reclinó hacia delante-. Llevas muchos años enamorado de ella, y ella de ti en actitud adulta, no tantos –Su
amigo fue a replicar, pero Rob alzó una mano para mandarle callar-. Es mi turno
de palabra.
-No
hemos puesto turnos de palabras –Ladró con pésimo humor.
Rob,
solo supo volver a sonreír de forma ancha y divertida.
-Pues
ahora sí lo hay –Informó quedándose tan tranquilo-. Cuando ella decide volver a
residir aquí, pone tu paz mental patas arriba. Pero como un buen amigo, con
actitud algo cobarde, decides cubrirte ayudando a Francesca.
-Te
estas jugando todas las papeletas a que te rompa la nariz –Amenazó con cierto
sarcasmo y sonrisa forzada.
Pero
el otro, no se acobardó en ningún momento.
-¿Cómo
pica la verdad a la cara, he chaval? –Se burló provocando aún más el enfado en
él.
-Rob…
-Lo alertó con tono amenazante.
-Espera,
que aún no he terminado –Siguió sin dejar el tono de burla-. Te admiro mucho
por ante poner a tus amigos antes, que tu propia felicidad –Se calmó un poco, hablando
con tono más serio-. Pero la estas jodiendo –Chascó la lengua-. Ella te
necesita. Busca al Paul que conoce en su interior y tú, lo tienes oculto bajo
las sombras. Tienes que luchar por una vida por los dos, deja atrás todo lo
conocido. Vive el mañana junto a ella feliz.
-No
resulta tan fácil –Protestó Paul pensativo.
-Porque
tú no lo haces fácil –Le señaló-. ¿A qué esperas? Y si no recuerda nunca nada
más, vas a desperdiciar todo ese tiempo –Calló para dar otro trago a la botella
y dejar que el hombre pensara un poco-. No seas tonto y cortéjala. Sabes que os
queréis… Afronta los problemas día a día, según vayan surgiendo. No lo hagas, si
aún no están ahí…
De
súbito, Paul se puso en pie derribando la silla con un brillo salvaje en la
mirada y cierta sonrisa en la comisura de sus labios.
-Levanta
el culo y llévame a casa –Le ordenó con tono mordaz-. Pero antes, párate en una
floristería.
Jajaj "párate en una floristería" me gusta eso....Bus a ver qué le espera en casa a nuestro buen Paul y si ya de una se pone en acción.
ResponderEliminarY Rob...¿el niño de Francesca será suyo? Jajaj soy novelera, lo sé....
Gracias por el capi, cariño, te quedó perfecto...a esperar más.
Novelera? seguro?
EliminarMira que me lees la mente, o no... jajajajaja
Ahi se quedará!!!! jajajaja
Esa idea no se me habia pasado por la cabeza Nata lo del niño....muy interesante; a ver si estos dos ya dejan de dar tantas vueltas
ResponderEliminarLuego decís que sois todas unas modositas y educadas!!!!!
EliminarY un churro!!!!
Os gusta el chiqui-chiqui!!!! jajajajaja
Ya veremos si hago sonar los muelles de la cama!!!!! listillas, pervertidas jajajaja