- De hecho, la conozco –a Caleb no le pasó desapercibida la sorpresa de su hermano- no te lo ha contado ¿cierto?
- ¿De qué hablas? –frunció el ceño, con molestia.
- Antes de ti –soltó con despreocupación y burla- trató de atraparme a mí, hermanito.
Cameron ni siquiera lo pensó. Se abalanzó contra su hermano y le asestó un fuerte golpe en la mandíbula. Caleb no respondió por la sorpresa, pero al segundo golpe lo detuvo con facilidad, mirando con molestia a los papeles esparcidos por la oficina, que momentos antes habían estado perfectamente ordenados frente a sí.
- No he insinuado nada –Caleb replicó con los ojos relampagueantes de furia y frotándose la mejilla agregó- te lo estoy diciendo.
- Si tú no quieres ir, simplemente… no vayas –soltó con rabia.
- Iré. No me importa tener un ticket de primera fila para ver cómo te arruinas la vida.
- ¿Por qué me odias tanto? –Cameron giró, cuando estaba a punto de abrir la puerta para salir de la oficina de su hermano- nunca lo he entendido…
- Sigues siendo un niño, jamás lo entenderás –dijo en tono gélido y se giró en su silla, para darle la espalda mientras escuchaba que se iba.
Cameron cerró la puerta con un suspiro de cansancio. Él realmente deseaba mantener una relación, por lo menos cordial, con su único hermano. Pero cada vez le parecía más lejano, más imposible ese deseo. Es que Caleb era… bueno, complicado. Y no sabía cómo llegar a él, quizás nadie lo sabía realmente.
Intentó apartar de su mente las palabras que él le había dicho, pero se presentaban una y otra vez, con absoluta claridad. Él y Kristen… bien, Caleb siempre decía todo tipo de cosas solo con el único y exclusivo objetivo de irritarlo. Pero esta vez… había algo… diferente. Y no tenía la menor idea de si solo lo había imaginado o…
Aunque, era obvio, que él no iba a hacer nada con eso. No lo creía posible ni real. Caleb no conocía a Kristen, ella le había dicho que… ¿qué le había dicho? Pues, es que no había motivo para preguntarle sobre su hermano. Aún seguía sin existir motivo alguno.
Se sentía inquieto y detestaba esa sensación. Él había estado seguro, seguía estándolo. Y seguramente se casaría. Pero ahí estaría, aquella duda, consumiéndole. ¿Qué debía hacer? ¿Qué se suponía que debía hacer?
- ¡Cameron! –Nina sonrió y lo invitó a pasar a la sala- ¿quieres tomar algo?
- No, gracias –Cameron se sentó y observó a Nina con ojos melancólicos- ¿cómo es que la vida se complica tanto?
- Se llama crecer –contestó Nina con una leve sonrisa, aunque sus ojos castaños se tiñeron de preocupación- ¿sucedió algo?
- Bueno… no –le restó importancia- me siento algo cansado.
- Pues estás en el lugar correcto –sonrió señalando al jardín- ¿quieres ir a nuestro césped?
- Si, me vendría bien un poco de tu té imaginario para sentirme mejor.
- Gracioso –Nina le sacó la lengua y Cameron sonrió, levantándose para atraparla- ¡No, Cameron, de ninguna manera! –corrió a la puerta trasera, seguida estrechamente por él.
Recordaron las primeras semanas desde que se convirtieron en amigos. Un tiempo después, Nina le había suplicado que le enseñara a cuidar el césped, pues siempre estaba más verde en su jardín. Por esa razón, al pasar 6 meses, Cameron empezó a bromear sobre que tenía parte en el césped del jardín de Nina, convirtiéndose en su césped. Solo de ellos. Una de sus tantas bromas personales.
- ¿Sabes algo? –Nina miró a Cameron, que se encontraba a su lado, recostado sobre el césped como ella- una parte de mí desea intensamente volver a nuestra niñez juntos y que nada hubiera cambiado.
Nina sonrió, sintiendo como propio el sentimiento de Cameron. Ojalá fuera tan sencillo. Suspiró.
- ¿Y la otra parte? –preguntó con curiosidad.
- Pues, a la otra parte le encantó crecer junto a ti y siente que, no importa el tiempo ni la distancia o las personas que conozcamos, siempre estaremos juntos.
- Cameron… -clavó sus ojos en el cielo, intentando no mirar los ojos azules cálidos que tan bien conocía.
- ¿Si? –inquirió, girando su rostro para mirar el perfil de Nina.
Ella sintió la mirada tan familiar sobre sí. Intentó no girar, pero no pudo evitarlo, era él. Estaba a su lado. Sus ojos castaños se clavaron en el rostro risueño de Cameron. Y, sintió aquel impulso tan conocido de acercarse…
- Creo que tengo hambre –Nina se incorporó con pasmosa rapidez- ¿te gustaría quedarte a comer? –ofreció con una sonrisa algo forzada.
Cameron asintió, intentando no comentar lo que era tan evidente. Nina no era capaz de ocultar sus sentimientos y lo podía leer en sus ojos. También la amaba, claro que la amaba. Desde niños, solo que la amaba con ternura, con… era diferente. Eso era todo.
- Nina, yo… -le rozó el brazo.
- No, Cameron. Está bien –le aseguró con un fuerte asentimiento- estoy bien. Lo prometo.
- El día del baile de graduación, yo solo… -empezó con inseguridad Cameron.
- No pasó nada –Nina encogió un hombro- fue un error.
- Yo no quise decirlo así.
- Yo lo entiendo, Cameron –Nina se sintió angustiada, como cada vez que recordaban esa noche- y no pasa nada.
- Pero, Nina…
- Nada, en absoluto –ella giró hacia él- ¿pizza o comida china?
Mientras comían con lentitud, charlando de cosas intrascendentes, Nina no pudo evitar recordar lo que Cameron había mencionado. El baile… los días previos al baile… él le había roto su adolescente corazón.
Nina había despertado aquella mañana con un único objetivo en mente. Le diría a Cameron lo que sentía. Bueno, no exactamente así. Él la invitaría al baile, se lo había mencionado el día anterior. No con esas palabras, pero lo sentía. La invitaría. Ese año, el año de su graduación, sería el día.
Y, en mitad de su primer baile, le confesaría lo que sentía por él. Desde hacía años. Tenía que ser amor. No podía ser de otra manera.
Tarareó su canción favorita, buscando algo lindo que ponerse. ¿Un vestido sería demasiado? Sí. O quizás tan solo un cambio bienvenido. Así Cameron empezaría a verla como lo que era, una chica.
Aunque él siempre la había visto así. Solo que no de la manera que le habría gustado. Inspiró hondo. No importaba. Eso cambiaría. Era la semana de su vida.
Se miró al espejo con aprobación. Dejó suelto su cabello castaño rojizo y se encaminó hacia la casa de Cameron. Seguramente le invitaban a desayunar, le sonreiría y finalmente él se decidiría a pedirle que fuera con él. Sería perfecto.
Y no, no tenía la menor importancia que estuvieran también la mamá de Cameron y el odioso de Caleb. Nada lo arruinaría. En absoluto.
Pero nada salió como lo había planeado. Cameron no se encontraba en casa, había salido temprano también. Nina sintió una punzada de decepción, el día no había iniciado bien.
No se desanimaría. Ella estaba segura de lo que sentía y Cameron, él era tan dulce y cariñoso con ella que… sí, no podía estar equivocada.
- Nina –Cameron la abrazó en la tarde, cuando ella había estado paseando casualmente frente a su casa y, más precisamente, lo esperaba en el porche- ¿qué haces aquí?
- Visitando a mi mejor amigo, por supuesto –Nina le sonrió y él le devolvió la sonrisa, con una absoluta alegría, invitándola a pasar a la casa- ¿qué sucede?
- ¿Tan evidente soy? –Cameron la miró con timidez y se sonrojó un poco. Era una buena señal, en opinión de Nina.
- Pues… no sé a qué te refieres –los ojos castaños de Nina se iluminaron.
- Es solo que… no estaba seguro de hacerlo pero me he decidido –confesó Cameron y Nina lo miró expectante- le he pedido a Sarah que me acompañe al baile y ¡ha aceptado!
Nina lo sintió. Ilusiones rotas destrozando en mil pedazos su corazón. Tan equivocada.
¿Por qué son tan cortas las historias? Quiero maaaaaaaaaaaas buaaaa buaaaa jijijiji
ResponderEliminarMuchas gracias EJ, besos
De nada Yola, pero las gracias son más a Gaby por crear bellas historias!!!!!
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