El viento comenzaba a soplar en Big Island, dándote un pequeño aviso de la llegada del invierno. Pero le daba igual, pensó sentada encima de su tabla de surf, en medio del agua. Observando como sus amigos, a unos pocos metros más adelante, charlaban en espera de una buena ola para coger.
Aquello de allí, no se podía catalogar como un verdadero invierno. Simplemente, bajaban unos tres grados la temperatura al tiempo que venía una estación de lluvias, con rachas de fuertes vientos.
El verdadero invierno, lo había sentido en Londres. Su ciudad natal hasta que cumplió quince años. Después, se lo habían arrebatado para siempre, sin ninguna concesión.
Solo quedaban dos semanas, para que su estación favorita comenzara a iluminar al otro lado del mundo...
Alzó su rostro al cielo con los ojos cerrados, dejando que los rayos del sol le calentaran la piel. Que diferencia con la isla de Hawai. Ahora, su reloj sumergible marcaba las cuatro y media, pasadas de la tarde. Aún quedaban suficientes horas de luz. Mientras que en Londres, ya debía ser oscuro. Y sus calles, debían estar ultimando los pocos detalles, para comenzar con el alumbrado de navidad. Comenzando a primeros de Noviembre, con sus diez pistas de hielo a lo largo de toda la ciudad.
Su favorita, la mayor pista de todas que disponían en Somerset House. Donde el gran árbol de navidad que había, era adornado por Tiffany's.
Habían pasado dos años, desde que la habían alejado de su verdadera pasión. Y aún no conseguía desprenderse de sus recuerdos, ni del dolor que tenía su alma desde entonces.
Sí que era cierto, que pasados esos dos años era una menor de edad. Ahora, era una joven de dieciocho años que podía tomar sus decisiones para su futuro. Pero éste ya no existía. Estaba roto, oxidado o incluso medio olvidado.
No tenía valor alguno el tratar de volver a recuperarlo. Y tampoco tenía que echarle las culpas a nadie. Y menos a su padre, quien en verdad todo lo había hecho por su bien.
-¡Lexi!
El que gritaran su nombre de forma excitada, hizo que enderezada la cabeza y abriera los ojos, para buscar el dueño de aquel grito. Se trataba de Ivan, quien alzaba su brazo con el puño cerrado y enorme sonrisa en el rostro.
Rápidamente, miró tras su espalda y allí la vio.
Solo tenía unos segundos, para decidir si jugaba o la dejaba pasar. Pero su cuerpo la aclamaba, necesitaba sentir la adrenalina recorrer por todo su torrente nervioso. Sino, aquel día aún se sentiría nerviosa.
Solo tenía unos segundos, para decidir si jugaba o la dejaba pasar. Pero su cuerpo la aclamaba, necesitaba sentir la adrenalina recorrer por todo su torrente nervioso. Sino, aquel día aún se sentiría nerviosa.
Aplastando su pecho contra la tabla, y subiendo sus piernas en paralelo al mar, comenzó a remar con sus brazos en dirección a la orilla, como también lo hacía alguno más a cierta distancia.
Al menos, su anterior vida deportiva le había aportado algo a la nueva. Equilibrio y fuerza en sus piernas, para poder coger toda ola que quisiera.
Con el sol escondiéndose en el horizonte, rato después entraba en el camino de tierra con su jeep. Sonriendo al ver como su perro pastor alemán, saltaba la cancela para recibirla con pequeños brincos alrededor del vehículo.
-Hola Sultán.
Lo saludó bajándose del vehículo, para agarrar la tabla y su mochila. Y ser seguida por el animal, al interior de la cabaña color verde. Allí, entró en la primera habitación a mano derecha, que prácticamente podía decirse que la empleaban como una especie de trastero.
Hizo los cuidados necesarios a la tabla de surf al finalizar su jornada con ella y después, cogió otra vez su mochila para poner una lavadora con su biquini y la toalla.
Fue al salir del pequeño lavadero, que reparó en el sobre marrón que había sobre la mesa, con sello del Reino Unido. Iba a su nombre, pero lo extraño es que no salía remitente alguno.
¿Quién le escribía sin decir nada? Pensó frunciendo el ceño, sin hacer ningún intento de cogerlo y abrirlo.
Que ella supiera, hacia un par de años que todos sus amigos habían dejado de hablarle de forma habitual, para ir desapareciendo en su totalidad la comunicación... Pero de ellos es de quien menos le importaba.
Era de Carlee, de quien sí le había dolido perder toda comunicación desde año y medio. Se suponía que eran mejores amigas desde los cinco años.
No lograba comprender aún, por qué de la noche a la mañana. No había recibido nunca más ningún email, llamada o carta postal... Por no intentarlo, no podía decirse... Había hecho todo lo posible por comprender, que le ocurría a su amiga. Lo único que le había faltado, había sido coger un avión y preguntarle en persona. Pero no lo había visto adecuado. Además, le tenía algo de miedo el volver a su ciudad.
Podían haber pasado aquellos dos años, pero tal vez su corazón volvía a bombear de forma peligrosa al reconocer su verdadero hogar. Impidiéndole de aquella manera, que ya nunca más pudiera sonreír a la vida sin llorar por su perdida.
En Londres, ya no existía nada para ella.
Cubriendo su corazón con una dura capa de hielo, dio la espalda aquella carta para dirigirse al baño y quitarse toda la sal y arena, con una fresca ducha.
Su vida, ahora estaba en aquella isla paradisíaca. Junto a su querido padre, quien también había abandonado muchas cosas para poder darle una vida.
Cuando escuchó el ruido de las ruedas del Land Rover de su padre en la gravilla del camino, se puso en pie dejando el ordenador y se acercó a la cocina, para comenzar a calentar la cena para los dos. Miró un momento el reloj de pulsera, y frunció el ceño al ver que éste, llegaba un poco más temprano de lo habitual. Esperaba que no le ocurriera nada importante.
-¡Hola tesoro! -Saludó el hombre, alzando el tono de voz nada más cruzar por la puerta de entrada, de la pequeña cabaña.
-¡En la cocina!
Exclamó por encima del ruido del extractor de aire, para que supiera en donde buscarla.
Momentos después, éste hacia entrada con una pequeña sonrisa en el rostro, tranquilizándola al momento al ver que el hombre se hallaba bien de ánimos. Lo que significaba, que no estaba enfermo.
Odiaba cuando su padre caía en cama. No le traía buenos recuerdos, de cuando su madre se pasó los últimos seis meses de vida, apostada en una.
Carraspeó un poco, para que cuando se dirigiera a su padre, su voz no se quebrara por los recuerdos tristes.
-¿Menos faena en el laboratorio? -Preguntó empleando un tono suave, cariñoso, al tiempo que se dejaba abrazar la cintura y recibía un tierno beso en la sien izquierda.
-No -Respondió abriendo la nevera, para extraer una cerveza-. ¿Quieres una?
Asintió con la cabeza, a la vez que le daba la vuelta a los filetes de carne.
-Simplemente quise estar un poco antes en casa -Dijo tras darle un buen trago al líquido dorado-. Llevo unas semanas, que no llego antes de las once de la noche. Y apenas nos vemos ángel -Le guiñó un ojo-. ¿Cómo te ha ido el día?
-Como de costumbre -Se alzó de hombros, mientras apagaba el fogón y servía la comida en dos platos grandes-. Clases por las mañanas en la universidad y como era mí día libre en el trabajo, fui a la playa con el grupo.
Le puso a su padre en una mano uno de los platos, para así agarrar ella la ensalada, con la que le quedaba libre.
-¿Comemos afuera en el porche? -Sugirió sin tono nervioso, para que su padre no pudiera sospechar nada de sus intenciones.
-Claro -Aceptó risueño, encaminándose hacia el lugar. Pero no sin echar un pequeño vistazo por encima de su hombro, a la mesa rectangular de madera del comedor.
El sobre, aún seguía allí.
Soltaba el tenedor, tras comerse el último trozo de carne. Cuando supo, que no iba a ser posible ignorarlo por más tiempo. La mirada preocupada de su padre, así lo indicaba.
Dio un trago a su cerveza, y se cruzó de brazos soltando un profundo suspiro. Al tiempo, que fijaba su mirada en el estrellado horizonte.
-No pienso molestarme en abrirla.
Su padre, la miró por unos momentos en silencio dejando también de cenar.
-Deberías hacerlo ángel -Indicó sin emplear ningún tono duro.
-No se quien me la envía -Se puso en pie, preparada para recoger la mesa-, ni se ha molestado en poner su nombre.
-Sabes perfectamente de quien es esa carta -Habló su padre poniéndose en pie, con su plato vacío en sus grandes manos-. Como también sabemos los dos, que en verdad sí quieres abrirla.
Solo supo morderse el labio inferior, ante las palabras acertadas del hombre.
Comenzaba a sentirse nerviosa, indecisa... Algo, que verdaderamente odiaba. Y todo era, por el miedo que llevaba incrustado en su interior a no querer volver a sufrir más.
¿Por qué llegaba ahora aquella carta? ¿Qué contenía en su interior?
Caminó hacia la cocina, donde dejó su plato dentro del fregadero y apoyó sus manos en él. Con la mirada baja, recordando sin querer hacerlo.
-Alexia -Susurró su nombre su padre con cariño, al aparecer junto a ella para dejar el resto de la cena en el interior de la pica-. Ángel...
-¡No!
Sollozó al fin con rabia y dolor, dejando salir unas lágrimas que había guardado por mucho tiempo.
¿Con qué derecho se creían que podían romper ahora su vida? No quería saber nada. Toda la información llegaba un año y medio tarde.
Demasiado tiempo para ella.
-¡Para mí, ya no existe Carlee Green! -Rugió con gran dolor en el pecho.
-Lástima -Puso su padre una mano encima de su hombro para poder girarla hacia él-. Pensé, que un juramento de amiga de sangre, no se rompía en la vida.
La tristeza que tenía su padre en sus palabras, hizo que detuviera su llanto creado por el dolor y la rabia, y lo mirara detenidamente. Pudiendo leer en su rostro que algo ocurría.
-¿Qué es lo qué sabes? -Se pasó el dorso de las manos por los parpados, y eliminar todo rastro de su llanto.
-Tú carta, vino dentro de un sobre que iba dirigido a mí -Se detuvo para coger aire, mostrando así que lo siguiente le era difícil de comunicárselo.
-Papá...
-Me lo envió la madre de Carlee, sin ella saberlo -Éste, desvió sus ojos hacia la pared-. Esa, fue una carta que te escribió ella hace casi dos años. Pero nunca se atrevió a enviar, la rescató de la oficina de correos en el último momento.
-No comprendo -Frunció el ceño nerviosa, con el corazón a punto de salirse del hueco.
-Te necesita ángel -Susurró-. Siempre te ha necesitado y te ha querido. Pero no ha querido molestarte con su sufrimiento. No ha querido abrir con ello viejas heridas.
-¡Dímelo! -Imploró agarrándolo del brazo.
-Se está apagando, Lexi -Su voz apenas era audible-. Tiene una dolencia en el corazón y necesita un trasplante.
OH HISTORIA NUEVA!!!! Bien me gusta....aunque me desconcentré con olas y eso, me dieron ganas de viajecito a playa o algo...A ver qué se nos viene, porque me suena seria....besos brujis y por supuesto. MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!!
ResponderEliminarPues, creo que sería solo será un poco el principio. Luego no lo creo... En mí mente, quiero hacerla cómica. Para que variar mi tonta especialidad.
EliminarBastante tengo con Janna, que debo direccionarla seria y por el momento, me va ha salir una pequeña parte cómica... Grrrr....
Y el por supuesto de más.... Pues ajo y agua. Cuando a mi me de la gana que llevo pendientes algunas como me grita Julissa y Gaby... jijijiji