-¿Se puede saber qué te ocurre?
Inquirió ésta con gran enfado, sin importarle el
hecho de que llamaban un poco la atención de los trabajadores con tanto grito.
Simplemente rebufó con fuerza y la miró con gran
enfado, esperando que comprendiera que no era lugar par hablar de ello. Y, que
tampoco tenía ganas de hacerlo.
-Estoy trabajando –Masculló entre dientes, al ver
como la mujer no se achantaba ante su estado de ánimo.
-No es cierto –Se cruzó de brazos.
-¿No tienes que ir a buscar a tu hijo al colegio? –Alzó
una ceja-. Es la hora de comer.
Francesca sonrió maliciosa.
-Se ofreció Louise para esa tarea. Se queja de
disponer de demasiado tiempo libre, para ponerse a pensar en cosas tristes.
Sus ojos se cubrieron con cierta sombra de tristeza.
Aún era todo muy reciente.
-De verdad Francesca –Suplicó algo compungido a
causa de los recuerdos-. Hoy no me hallo de humor. Reconozco de mí gran error –Aceptó
la culpa, con cierto gesto desesperado al llevar una mano hasta la cabeza y
rascarse el cabello de forma desordenada-. No volverá ha ocurrir –Prometió en
voz alta y esperaba que segura, mientras que en su cabeza, suplicaba porque
fuera ciertamente posible-. Ni un desliz más, mis manos estarán lo más lejos
posible de Janna...
-Idiota.
Insultó de corazón la chica, volviendo a propinarle
un golpe con su mano, pero aquella vez dándolo en su ancho hombro.
-¡Ya vale! –Ladró con enfado y cierto cansancio
Paul.
-Eres tonto de remate –Siguió ella con su bronca,
pasando por alto el grito salido de los labios de su amigo.
-No te estoy metiendo bronca por haberla besado hoy –Soltó
con un bufido cruzándose de brazos.
Paul abrió los ojos como platos, para después hacer
un gesto negativo con su cabeza y tratar de alejarse de allí, empleando ciertos
pasos algo apresurados. Viendo al momento que era inútil, cuando Francesca iba
tras él, pisándole los talones.
Podía escuchar la respiración acelerada de ella, al
tratar de mantener el mismo ritmo que él y ponerse a su altura. Pero le
resultaba difícil, debido al calzado que estaba usando la chica. Unas simples
chanclas de verano de estar por casa. En vez de las botas de trabajo, para el
campo.
-Paul… -Cogió la chica algo de aire-. Quieres
pararte un segundo y escucharme.
No, respondió en silencio en el fondo de su mente. Mientras
que sus labios, seguían en una línea recta por la consternación.
Solo tenía que dar unos pasos más, y llegaría a su
coche para poder librarse.
-Como sigas con esa actitud, vas a volver a perderla
–Acusó al fin ella, deteniendo sus pasos por negarse a ir más tras él.
Y pareció funcionar, ya que Paul también se detuvo y
se giró para afrontarla cara a cara.
-Es que en verdad, ella nunca ha sido mía –Masculló entre
dientes y dando los pasos permitentes, para posicionarse enfrente suyo-. Ni
ahora, tampoco lo es.
-Pero tú la amas –Se atrevió a señalar ella.
-¿Y qué derecho me otorga eso? –Cuestionó con cierto
enfado en la voz.
-Pero ella…
Francesca intentó indicarle, pero se calló encogiéndose
veloz de hombros, cuando él volvió a soltar un fuerte alarido casi derribándola,
al hablarle tan cerca y verse forzada a reclinarse hacia atrás.
-¡No! -Expulsó con un gritó desgarrador. Donde
reflejaba todo el dolor que estaba cargando en sus hombros-. Ni se te ocurra
decir eso –Pidió en un gemido.
Francesca, lo miró en silencio conteniendo sus
lágrimas. No le gustaba ver aquel dolor en él. En una persona tan fuerte y que
entregaba su corazón, a todo el que lo necesitara.
Desde luego, aquel año sus vidas estaban siendo
duramente castigadas.
-No digas nada de ello, cuando en verdad –aspiró con
fuerza un momento, para el siguiente segundo expulsarlo de la misma manera-, la
estamos engañando.
-Técnicamente no se puede llamar engaño –Protestó ella-.
Lo que hacemos, es por su bien.
-¿Tú crees? –Rió con ironía-. ¿Qué crees que dirá
cuando despierte? Porque tarde o temprano lo hará. Su cuerpo ya está
enfrentándose a esa batalla.
-Paul, no debes cas…
-Acaso piensas que saltará de alegría, cuando vea
que la casé conmigo –Dijo con cierta crudeza-. No lo veo así –Se giró para dar
tres pasos hacia su coche-. Pongo la mano en el fuego, que sus sentimientos
hacía mí, serán de rabia.
Francesca, hizo un movimiento negativo con su
cabeza. Suplicando que su amigo no se infringiera aquel dolor.
Pero él siguió.
-Porque creerá, que todo ha sido por lástima hacia
ella –Abrió la puerta del piloto y se sentó tras el volante-. Acuérdate, que el
día que aquellos desgraciados le arrebataron su felicidad, ella ya guardaba ese
sentimiento hacía mí.
Su amiga, ya no podía aguantarse más. Sus ojos
comenzaron a soltar un fuerte flujo de lágrimas.
-Me iba ha unir a ti en santo matrimonio –Sonrió incrédulo-.
Pero ahí no queda la cosa. Por aquel entonces, yo fui un perro rastrero, al dar
el anuncio en la noche de su cumpleaños -Soltó una fuerte carcajada llena de
ira-. Esas dos viejas, tuvieron razón al recriminármelo al día siguiente. Como tú
también hiciste… Pero lo peor, es que lo hice en venganza hacia mí mismo.
Rabioso, porque mi corazón tuviera aquellos sentimientos por una niña. Castigándome,
por haberla agarrado minutos antes en un momento vulnerable, bajo la luz de la
luna y dándole su primer beso con gran deseo y anhelo. Ella, no se merece nada
de esto. Solo vivir el momento que le toca, sin mentiras.
Cerró con gran fuerza la puerta, puso en marcha el
motor y sin decir nada más, se alejó de allí izando una pequeña nube de polvo.
PAUL IDIOTA!!! Lo entiendo pero fue idiota antes y lo es ahora...pobrecita Janna y pobre mi amiga que sé que le cuesta escribri dramones y a este aún le falta venir bastante...PERO ME GUSTA COMO VA...y adivina...QUIERO MÁS!!!!
ResponderEliminarcreo.que me quede sin palabras por el pobre paul, definitivamente esta sufriendo....esperemos que pasa con estos dos
ResponderEliminarCono lo sabes nata, no soy de dramas. Buuuu pero lo sigo intentando.
ResponderEliminarMuchas gracias,querida kriss.. espero te guste como vamos avanzando con estos dos