sábado, 22 de junio de 2013

"Gabriela Ruiz" Una Rosa En La Noche 3

Capítulo 7
-  ¿Las mismas fiestas?  -Eso solo podía significar que…
-  Si, Melina.  Estás en lo cierto  -dijo al leer su expresión-  Yo pertenezco a su “selecto círculo”  -se burló.
-  Eso quiere decir que tú también eres parte de las familias más influyentes de Italia  -él afirmo-  ¿Entonces eres italiano?  -inquirió tontamente.
-  De familia, si.  Yo nací aquí en España pero siempre viví allá.
-  Es curioso que no te haya visto en la boda de mi hermana Danna  -dijo Melina recordando-  Me serías familiar… -siguió aunque lo que realmente quería decir  es que no se habría olvidado de un hombre como él.
-  Seguro no asistí  -cortó él sus divagaciones-  Mis salidas en sociedad son muy limitadas…
-  Me imagino porque…  -ella lo entendía porque tampoco se sentía muy cómoda en aquel ambiente.  En realidad, no entendía como su hermana podía vivir con toda esa pomposidad.
-  ¿A ti tampoco te gusta?  -ella negó y el sonrío-  Hasta que tenemos algo en común… -se echaron a reír y en ese momento alcanzaban el auto de él.  Doménica se había adelantado con Eduardo así que debían encontrarlos en el café.
***
-  Los esperábamos  ¿qué los retuvo tanto?  -preguntó Eduardo curioso pero Doménica no los veía.  Ella si había visto lo que los retuvo.
-  En el restaurante estaba uno de los socios,  Sebastien Lucerni  ¿lo recuerdas?  -aclaró sin intención a Eduardo que enseguida notó la incomodidad de Dome.
-  No, lo recuerdo de nombre… pero no  -Eduardo estaba tenso.
-  No tiene importancia.  ¿Ordenaron ya?  -cambió hábilmente de tema Daniel y no se volvió a recordar a aquel hombre.
***
-  Gracias por dejar de hablar de él  -Melina lo miró sincera al salir del café.
-  No entiendo muy bien porque… pero de nada  -dijo Daniel-  Y no haré preguntas –Melina sonrió.
-  ¿Te meterás en problemas con tu novia?  -inquirió.
-  Ah, lo que ha dicho Antonella –recordó tras dedicarle una mirada extraña-  No lo creo  -negó aunque bien sabía que mentía.
-  ¿No crees que le cuente?  -preguntó sabiendo los alcances de esa mujer.
-  Claro que lo hará.  Pero ella debe confiar en mí.
-  Si, lo sé  -de pronto el ánimo de Mel se apagó.
-  ¿Tienes problemas con tu novio?  -inquirió sorprendiéndola.
-  ¿Disculpa?  Yo no tengo…
-  Bueno, no se si sea tu novio… Pero lo quieres ¿no?
-  No es mi novio, exactamente. 
-  Pero ¿lo quieres?  -Daniel no necesitó una respuesta en palabras.  La mirada de Melina lo dijo todo-  ¿Por qué nadie lo sabe?
-  Nadie sabe ¿qué?  -Melina no quería hablar de “él”.
-  Que tienes una relación  -ella lo incitó a seguir-  Es evidente que no, porque si tu amiga lo supiera no te hubiera traído hasta aquí y menos planearía una cita para ti.
-  No…  -Mel negaba pero continuó por otro lado-  Y ¿por qué tu amigo ha hecho lo mismo?  Edu sabe que tienes novia o ¿no lo sabe?  -Mel no quería pensar que él era como todos los hombres que negaban sus relaciones para mantener varias a la vez.
-  Si lo sabe  -Daniel bajó la voz-  Pero no lo acepta  -Melina rió-  Él cree que no es la persona adecuada para mí.
-  ¿Por qué?  No es su decisión…
-  ¿Por qué?  -Daniel sonrió-  Tiene sus motivos, así como supongo Doménica tiene los suyos para no aceptar a tu…
-  Si, supongo que sí  -dijo cortante.
-  ¿No te gusta hablar de él no?  -Daniel pronunció con ternura y Mel esperaba los reproches de él, como lo hacían todos, de porque si ni siquiera podía hablar de él seguía enamorada de Diego.  Pero, esperó y nada.  Él solo la miraba con ternura y tomó su mano.
-  Duele, Daniel,  duele hablar de él  -Melina lo miró con una sonrisa triste y bajó del auto.  Sin mirar atrás.  Habían llegado a su apartamento.
Subió los tres pisos porque no quería apresurar su llegada.  Por primera vez, no estaba ansiosa por lo que le esperaba.
-  ¿Dónde estabas?  -Diego estaba furioso-  Has demorado bastante esta vez… -pronunció maldiciendo en sus adentros a la entrometida de Doménica.

Capítulo 8
-  Diego…  -pronunció lentamente mientras temblaba.  Su Diego estaba ahí, esperándole apoyado en la puerta mientras sus ojos celestes refulgían de ira contenida.  Se acercó para ponerse a su altura.  Ella era casi tan alta como él, sin embargo había un aire intimidante que hizo que quisiera retroceder.
-  ¿Con quién, Melina?  -Diego preguntó entre dientes.
-  Yo… no lo conoces  -dijo por toda respuesta y él intentó controlarse.  ¿Desde cuando era posesivo?
-  No me vuelvas a hacer esto, Mel  -la estrechó en sus brazos y tomó su boca apasionadamente.
No supo bien como sucedió todo, pero se encontraba con Diego amándola en su cama.  Como sucedía cada noche que él iba a verla. 
-  Te amo, Mel  -pronunció anhelante mientras recorría todo su cuerpo. 
-  Una última vez  -se prometía internamente Mel mientras se dejaba llevar otra vez- …pero nunca era suficiente.
***
Se despertó en la madrugada.  Curiosamente, Diego aún dormía a su lado.  Acomodándose de lado para mirarlo mejor, empezó a recorrer con su mirada cada una de sus facciones.  Era un hombre sumamente guapo, de rasgos suaves como un niño  -sonrió- aunque alto, de 1.80 (afortunadamente porque ella casi sobrepasaba el 1.74), sus ojos eran todo un espectáculo que le encantaba presenciar y él siempre sonreía al verla mirando detenidamente sus preciosos ojos celestes, que ahora, al estar cerrados le daban un aire aún más infantil, que estaba muy lejos de reflejar su verdadera personalidad apasionada, solo esos labios lo delataban, era lo único que denotaba su verdadero “encanto” cuando sonreía seductoramente.  Si, era uno de esos hombres que atraían por su personalidad y su físico pero… había un gran problema entre ellos: él no podía ser fiel.  No entendía el concepto de fidelidad y por lo tanto el respeto brillaba por su ausencia en su “relación”  -suspiró cansada de la situación- ¿Hasta cuando seguirían viéndose a escondidas?  Siempre  -le susurró una vocecita y temió que fuera verdad… Diego… su obsesión, su fantasía, su amado Diego que lo llevaba marcado en su piel, en su alma, en su vida… ¿Cómo podía estar tan equivocada?  Sabía todo lo que él hacía y a pesar de ello, no lograba darle fin a toda esta situación.  Nunca podría porque él estaba en su mente a cada instante… ¿A qué momento se había enamorado así?  ¿Y porqué de alguien que no era precisamente un ángel como aparentaba? 
Siguió mirándola entre enfadada y fascinada.  Sus piernas se perdían en medio de las sábanas e impedían una completa visión, pero, su torso estaba descubierto y se podía observar claramente sus músculos perfectamente marcados.  ¿Cuántas mujeres ya lo habrían tenido así?  Ella sabía que no era la única… en realidad nunca quiso ser la primera de un hombre… solo la última en su vida.  Deseo acariciarlo una vez más, encender el fuego que los había consumido momentos antes y sin poder contenerse más recorrió con un dedo las facciones de Diego y bajo lentamente por su cuello hasta llegar a su torso.  Se detuvo y colocó su mano sobre su pecho, como una súplica silenciosa de lo que quería de él.  Quería lo que estaba bajo el calor de su mano.  Quería ser amada por su esquivo corazón.
-  ¿No puedes dormir, Mel?  -Diego abrió sus ojos perezosamente y le sonrió en la penumbra de la habitación.
-  No, Diego… -Mel le devolvió la sonrisa y retiró su mano.
-  ¿Qué sucede amor?  -él la miraba con ternura pero ella sabía que su asunto no tenía solución.  Él nunca entendía.
-  Nada… Es solo que me extraña verte aquí aún  -Mel lo miró triste.
-  ¿Quieres que me quede contigo?  -preguntó y ella estaba incrédula
-  Si, eso es lo que más quiero Diego…
-  Deseo concedido, Mel  -respondió sorprendiéndola por esa acción.
Ella no respondió.  Solo se acurrucó a su lado para, por primera vez, sentir lo que es despertar por la mañana en los brazos del ser amado.

***

Sentada con su taza de café en la mano rememoraba la noche vivida y la sensación de satisfacción al despertar y ver el rostro de Diego mirándola con esos ojos celestes y sonriendo.  Jamás se le borraría ese rostro…  Él ya se había marchado.  Estaba ahí, más sola que nunca…  Irónico pero, ya lo extrañaba…
El timbre interrumpió sus pensamientos.  Era un sobre con su nombre y de inmediato reconoció la caligrafía impecable de su hermana Danna.  Era extraño 2 cartas tan seguidas.  Pero tan solo era una nota, con una tarjeta adjunta y 3 pasajes de avión.  La nota decía: Son para ti, Doménica y Alex.  La tarjeta: una invitación para el cumpleaños número 10 de Beth, la hijastra de Danna.   Eso significaba que viajaría a Italia.
***
Arregló sus asuntos en el trabajo.  Naturalmente su jefe le había fastidiado la existencia pero que más daba.  Voy a coger mis vacaciones  -dijo Melina.  Y él no tuvo más remedio que aceptar aunque a regañadientes.  Se iba a quedar 2 semanas en Italia, según sus cálculos, aunque probablemente Danna no le dejaría marchar tan pronto.  Pero ella debía regresar.  Tenía que regresar por Diego.  ¡Diego!  Aún no hablaba con él…  Esa era la parte más difícil.

Capítulo 9

Debo verte esta noche  escribió y esperaba que Diego no tomara equivocadamente sus palabras.  No tenía nada que ver con lo de la noche pasada pero no pudo evitar temblar ante una respuesta negativa o el fin definitivo de lo poco que compartían.
Veré que puedo hacer  fue la escueta respuesta y Melina confirmó sus temores.  Estaba segura que él creía ver problemas en el horizonte.
***
Nerviosa esperaba en su apartamento pero el timbre no sonaba…  Llegó  -pensó mientras se dirigía a la puerta para abrirle-.
-  Pensé que ya no venías…  -iba diciendo mientras abría la puerta y se quedó callada-  ¿Doménica?
-  ¿Por qué no vendría?  -Dome se quedó estática al ver su semblante-  ¿Pasa algo?  ¿Esperas a alguien más?
-  No… exactamente  -Mel no sabía que decir.  ¿Qué hacía ahora?-  Yo…
-  ¿Habías olvidado que me dejaste un recado para que viniera?  -¡Tonta! Lo había olvidado por completo…
-  Pero te dije en la mañana…
-  Si pero la curiosidad pudo más  -Dome estaba incómoda-  Pero si te parece mejor yo vuelvo mañana.
-  No, claro que no.  Entra y te contaré  -Mel esperaba que Diego se tardará.  No podía pedirle a Doménica que se retirara porque lo haría pero mañana la sometería a un interrogatorio y… si quería que todo siguiera siendo un secreto debía evitar sus cuestionamientos.
-  Claro.  ¿Te parece si preparo un café?  -Dome estaba inquieta y Mel lo notó.
-  A ti como que te sucede algo  -Mel la miró interrogante.
-  No, no es nada.  Es la impresión de ayer –se apagó su mirada-  Pero no evadas el tema y cuéntame  -sonrió aunque no la engañó.
-  Vale, es que recibí carta de Danna….
***
Diego estaba desconcertado.  ¿Por qué se había quedado con ella toda la noche?  Sabía que era un peligro porque Mel podía malinterpretarlo… y sin embargo lo hizo.  ¿Será que estaba…?  No, él sabía que amaba a Mel pero no tanto como para atarse.  Ella estaba al tanto que él no era de esos hombres y no podía esperar un futuro con casa e hijos con él.  Pero, ahí estaba frente al edificio en el que vivía ella, debatiéndose entre entrar o no.
***
-  ¿Y te mandó pasaje para Alex y para mí?  -Dome preguntó una vez más.
-  Si, quiere que asistan los dos.  ¿Qué te parece?
-  No lo sé.  No es una buena idea precisamente…  -Mel no entendía su resistencia.
-  Desde que ellos se casaron tú no volviste a asistir a ninguna de las fiestas que organizaron…
-  Es mejor que me vaya  -Dome la miró triste-  Extraño a Alex y seguro está preguntando por mí.
-  Esta bien, Dome  -no debía ni quería retenerla más-  Tú me avisas que decides.  Aunque me encantaría que vayas pero…
-  Adiós Mel  -se despidió sumamente apagada.
-  Adiós y saluda a Alex y a tus padres  -Mel la miró extrañada pero cerró la puerta.
No había pasado ni cinco minutos cuando el timbre volvió a sonar. ¿Sería Diego o Doménica nuevamente?
-  Melina…  -Diego la estrechó sin poder evitarlo y ella se dejó.
-  Diego, espera…  -Mel se separó y le invitó a entrar-  Debemos hablar.
-  Hablar  -repitió con aire cansado y se sentó en el sillón cercano.
-  Si, hablar  -le molestó su reacción.  ¿Es que solo pensaba en llevarle a la cama?-  Diego, me voy a Italia  -soltó rápidamente.
-  ¿Cómo?  ¿Qué te vas?  -él no entendía nada-  ¿Por qué?  ¿Por cuánto tiempo?
-  Yo… debo ir   -contestó sin mirarlo- Pero…
-  Me vas a dejar…  -fue más una afirmación que una pregunta hecha con una voz sumamente triste.
-  No, Diego.  Yo me voy por una corta estadía  -él se sintió vivo otra vez-  Yo jamás podría dejarte… -murmuró acercándose a besarle ligeramente en los labios.  Él no necesito más invitación para empezar a seducirla tiernamente.

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